Mensaje
por José Luis » Vie Feb 22, 2008 4:00 pm
¡Hola a todos!
Para poner un broche a mis aportaciones, quiero exponer a continuación un texto, a mi juicio completamente esclarecedor de todo lo que venimos hablando, que traduzco de Rolf-Dieter Muller et al, Germany and the Second World War: Organization and Mobilization in the German Sphere of Power, Wartime Administration, Economy, and Manpower Resources 1942-1944/5 (Germany and the Second World War, Vol 5/II) (New York: Oxford University Press, 2003).
Esta célebre y autorizada historia oficial de Alemania y la IIGM dedica la Parte IV (titulada The “Armaments Miracle”, 1942-1944) a analizar en detalle todo este asunto de las armas milagrosas alemanas. En su partado 3, sub-apartado "b" (titulado Weapons of Mass Destruction), epígrafe "ii" (titulado Biological Weapons) se explica con bastante claridad todo lo que hemos estado planteando. Traduzco las páginas que me han parecido más relevantes y donde se pone de manifiesto lo que ya he mencionado anteriormente, que Alemania estaba en pañales en armas biológicas:
[Si Hitler creía que el Tabun equivalía a las armas de ántrax y botulinum, entonces estaba mal aconsejado. Aunque el gas nervioso era una super-arma, era claramente inferior a la bomba de ántrax. Un ataque de Tabun sobre Londres causaría pánico y mataría miles de personas, pero unos pocos días después el veneno se dispersaría. Por la otra parte, un ataque de bomba ántrax sobre Berlín habría significado la pérdida de toda la ciudad. Probablemente todavía sería inhabitable 50 años después. Los británicos, por tanto, llegaron a la evaluación de que, en su efecto, la bomba-N ántrax era solamente comparable a la bomba atómica, mientras que era mucho más simple y barata de producir. Incluso así, los británicos en 1944 no tenían mayor recurso que la producción americana para llenar sus stocks.
En el juego de póker de disuasión y represalias, el rechazo de Hitler de las armas bacteriológicas significaba que eliminaba el arma milagrosa Tabun. Si él recurría al gas, sus oponentes podían, por la mera amenaza de represalias en un grado superior, forzarlo a detener su guerra química (guerra-Q en adelante). Hitler no habría tenido nada para contrarrestar esta amenaza. Su dilema era que no deseaba B (guerra biológica) y por tanto era incapaz de usar Q. Esto, también, pudo haberlo llevado a cancelar las preparaciones ya completadas para una ofensiva de gas al principio del verano de 1943.
La renuncia a una ofensiva de armas-B podía ser en la práctica una invitación al enemigo tan pronto descubriera su ausencia. Por esto tuvo que mantenerlo en secreto a toda costa. Donde había carencia de armas, la propaganda y los juegos de información del servicio de inteligencia tenían que echar una mano. Tenían que engañar al enemigo para que pensara que Alemania también estaba bien preparada en este sector. No es sorprendente por tanto que bien hasta el final de la guerra los prisioneros de guerra alemanes y las fuentes de inteligencia aliada proporcionaran una gran corriente de información sobre las armas-B alemanas y los planes para su uso. El mismo Hitler estaba involucrado en tales maniobras de disuasión y engaño, prueba de que estaba enterado de las consecuencias de su actitud.
Independientemente de que estuviera completamente controlado o no, el bluff tuvo éxito. Un factor para esto fue que los aliados deseaban creer en la existencia de armas-B alemanas. Para ellos parecía increíble que Hitler, de quien podía esperarse lo peor, renunciaría a armas tan poderosas. Los protagonistas de las armas-B en el oeste estaban positivamente sedientos de tal confirmación, para poder conseguir el suficiente apoyo para sus propios esfuerzos. La inteligencia del ejército estadounidense creyó posible que los informes de las intenciones de guerra-B alemana, junto con las muchas piezas de información sobre cohetes secretos como portadores de agentes-B contra Inglaterra, habían sido iniciados por el enemigo por su efecto psicológico. Pero el número y variedad de los informes no dejaban duda, en la valoración de la inteligencia del US Army, del interés de Alemania en las armas-B y su desarrollo. Se creyó enteramente posible que Hitler iniciaría una guerra biológica inmediatamente antes o durante la invasión aliada.
Los americanos y británicos tenían toda razón para estar preocupados. De una fuente suiza, clasificada como fiable, había la información de que Hitler emplearía la toxina botulina contra Inglaterra; y los cohetes parecían los portadores ideales. Para enfrentar este peligro, los aliados pusieron en marcha una maniobra de disuasión y engaño. Siguiendo propuestas del estado mayor de planificación, los jefes de estado mayor de las fuerzas estadounidenses decidieron: (1) poner operacionales sus propias armas-B tan rápido como fuera posible, (2) preparar la protección, (3) en el caso de empleo por los alemanes inicialmente responder masivamente con gas hasta que sus propias armas-B estuvieran disponibles en cantidades suficientes, (4) dejar que Hitler supiera que los aliados estaban preparados para una guerra-B, y (5) preparar un plan de engaño.
Para este propósito se embarcó hacia Inglaterra una vacuna recientemente desarrollada contra la toxina botulina de tal manera que los alemanes se enterasen. Se le dio esta vacuna a las tropas de invasión canadienses, y para el resto de las tropas se mantuvo en preparación. En poco tiempo fueron inmunizadas 1.6 millones de personas. Protegidos por esas medidas anti-botulina y la amenaza de represalias, el 6 de junio de 1944 los aliados se arriesgaron a desembarcar a sus fuerzas de asalto en Normandía sin cargar el equipo protector. Y tuvieron éxito. Incluso en lo que Churchill acuñó esta “más grande tentación”, Hitler no recurrió a la guerra de gas, aunque había declarado que si la invasión tenía éxito ya no se podría ganar la guerra. En cualquier caso, no estaba equipado para una guerra biológica. El grupo de trabajo Blitzableiter tuvo su último encuentro el 24 de mayo de 1944, después de un trabajo largamente improductivo.
Es interesante que el estado mayor general británico –urgido por Churchill para tomar represalias con todos los medios posibles contra el ataque de cohetes- aconsejara en contra del uso del gas. El mando del ejército subrayó que solamente la bomba-N podía poner un rápido fin a la guerra, pero no estaría disponible en mayores cantidades hasta comienzos de 1945. Los más de 4 millones de bombas especiales ya fabricadas eran suficientes, en el verano de 1944, para contaminar simultáneamente seis grandes ciudades alemanas (Berlín, Hamburgo, Stuttgart, Frankfurt, Wilhelmshaven y Aachen). Usando 2.700 bombarderos pesados, debía matarse a unos tres millones de personas.
Esto también explica porqué los asesores de Hitler, que habían rogado al principio por la guerra Q y B, mantuvieran un notable silencio en el año final de la guerra. Cualquier empleo, aunque limitado, de las armas milagrosas químicas –como el propuesto por Goebbels, Bormann y Ley- podía haber presentado a los aliados la bienvenida excusa para utilizar sus armas-B contra una Alemania donde millones de refugiados y víctimas de la guerra aérea estaban viviendo bajo condiciones higiénicas espantosas.
En esas circunstancias incluso Himmler rechazó las renovadas propuestas para el uso de patógenos para sabotear los suministros enemigos. Se subrayó, en una valoración de esas propuestas, que ya habían sido examinadas todas las posibilidades. “Pero al igual que con la guerra de gas, es mejor que nadie la comience”. Parece que se alcanzó una conclusión similar en Japón, que desde hacía muchos años había probado con éxito y fabricado armas biológico-bacteriológicas y en ese campo era igual a los aliados. El Instituto Pingfan de Manchuria ciertamente tenía una capacidad de 20 millones de dosis anuales y era capaz de producir 8 toneladas de bacterias al mes. La principal planta estadounidense para armas biológicas, en Vigo, Indiana, tenía doce veces esa capacidad.
Excepto para el uso de agentes clandestinos, Alemania no poseía ningún medio de lanzar esas armas de destrucción masiva a gran escala. Los laboratorios Nessesteldt tuvieron que ser evacuados antes de que el Ejército Rojo los ocupara….Los muchos laboratorios pequeños fueron incapaces de producir militarmente cantidades significantes de agentes biológicos. Más aún, no había flota de bombarderos para llevar a cabo cualquier envenenamiento o contaminación extensiva de Inglaterra, algo que los cohetes individuales no podían conseguir.
Mientras que los vencedores en 1945 encontraron los edificios de depósitos de gas alemanes y pudieron añadir las nuevas armas a su propio arsenal, para su asombro su búsqueda de bombas atómicas y bombas bacteriológicas se demostró infructuosa. En armas-B, juzgaron los americanos, los alemanes no habían ido más allá de “experimentos triviales” en desarrollo de armas. Los únicos éxitos habían sido un buen recipiente para soluciones nutrientes, y el descubrimiento de la prueba del excremento del escarabajo de Colorado por el enemigo…..
Seis meses después de Hiroshima y Nagasaki, los americanos, los británicos y los canadienses revelaron los hechos acerca de sus armas-B. Triunfalmente anunciaron al mundo que en esta área, también, los adversarios, incluyendo Alemania, habían sido derrotados decisivamente.] (pp. 781-783)
Saludos cordiales
José Luis
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)