leytekursk escribió:Hola a todos.
Estaba siguiendo con mucho interés la exposición de Schindler, lamento que no le hayan dejado permitido continuar.
Creo que Schindler debería terminar su interesante trabajo y despues...que lloren las viudas.
Saludos...
No amigo no es que no me hayan permitido seguir, es que a veces las pasiones de guerra nos cierran (y yo soy un cerrao).
Gracias a todos los que me han brindado su apoyo mediante MP y pùblicamente y que me han impulsado a seguir con este asunto, pero primero permìtanme aclarar algunas cuestiones.
En primer lugar la finalidad principal que quise transmitir en este topic era la de que entre todos aportàramos segùn nuestras lecturas y conocimientos distintas visiones o informes que nos den una pista sobre que patologìas o enfermedades podrìa sufrir Adolf Hitler (si es que las tubo) como para actuar como lo hizo marcando a la Historia como lo ha demostrado.
Yo comencè el hilo con el libro ya mencionado y algunos apuntes que conservo en mi memoria del Mein Kampf ya que NO lo leì por completo. Por èste motivo aclarè que esperaba la colaboraciòn y o participaciòn de todo aquel que haya leìdo otros libros.
En segundo lugar JAMAS dije que el odio es una enfermedad, simplemente opinè que una persona que cometiò las aberraciones por todos ya conocidas ademàs de causar una guerra(para mi innecesaria) era (para mi) por que deberìa estar enfermo de alguna forma y por eso el planteamiento de este topic. Como alclarè seguidamente el odio es un detonante en un sinfin de patologìas y o enfermedades como la bulimia y anorexia o como algun tipo de fobia (odio a los homosexuales, odio a los extranjeros u otros tipos de temores asociados a las fobias).
En tercer lugar por màs que haya cursado casi tres años en la facultad de psicologìa de Uruguay (estoy dispuesto a dar mis datos personales via MP para que quien quiera investigue al respecto) me considero un total ignorante en estas cuestiones y siempre que opino lo hago abiertamente claro esta se fundamenten las posturas pues se perfectamente que determinadas cuestiones avanzan con el tiempo y la memoria de uno con los avatares de la vida se desgastan o trastornan
.
En cuarto lugar y como aclarè anteriormente en NINGUN momento dije que AH fuera un loco pues justamente
Josè Luis me enseñò en un topic que escribì hace un tiempo atràs que yo estaba equivocado y que como MUCHOS generalice con la palabra LOCO a un individuo que a pesar de su inteligencia aparente (inteligencia para el engaño pues considero que existen muchos tipos de inteligencia o mejor dicho habilidad para...) se las arreglò para destruir un mundo y exterminar casi por completo a màs de una etnia. De la misma manera que algunos piensan y creen que AH es o fuè un excelente polìtico, otros no y cada uno fundamenta con sus lecturas y conocimientos sus posturas y eso es lo que busco en esta cuestiòn ¿Se puede hacer?
En quinto lugar continuarè con mi exposisiòn pero antes darè un breve curriculum en este caso transcripto y comentado del libro de
ROBERTO MERLE y RAYMOND DE SAUSSURE cuyo tìtulo original es PSYCHOANALYSE DE HITLER que podràn ver y leer en làs pàginas 4 a la 22 de dicho libro, para luego continuar con el hilo del asunto si me lo permiten.
En sexto lugar los quiero a todos.
(A ver quien me pagara el psiquiatra??? )
El libro es un estudio sobre unos estudios realizados por G.M. Gilbert quien es un psicòlogo que fue elegido por la comandancia de la prisiòn de Nuremberg para servir como intèrprete principal y observador de los prisioneros dirigentes Alemanes. Dialogò con ellos, sacò y tomò sus testimonios en varios cientos de apuntes asi como tambièn pudo diagnosticarlos y estudiar sus personalidades. Diariamente realizaba sus apuntes y charlas con los ex ministros del Nacionalsocialismo Alemàn dàndole la autoridad de y la suerte de tener fuentes de primera mano sobre ciertas realidades y cuestiones de la guerra y de AH.
"Tomó nota, se entiende, no en su presencia, porque ello hubiera disminuido la espontaneidad de sus respuestas, sino inmediatamente después de salir de sus celdas. Hizo más: comprometió a algunos de ellos a escribir informes sobre su propia vida, sobre el movimiento nazi o sobre Adolfo Hitler."
Una parte de esos estudios e investigaciones las publicò en el Nuremberg Dairy y otra parte en el libro The Psychology of Dictatorship de The Ronald Press Company pero cabe destacar que tambièn consta de un manuscrito de mas de 1000 pàginas sobre testimonios, charlas, hechos, anècdotas de Adol Hitler escrito por Hans Frank en Nuremberg. Para quien no conoce a Hans Frank recordarles que fuè el abogado personal de AH y quien lo defendiò en muchas de las acusaciones a las que fuè sometido antes de subir al poder total de Alemania (ademàs de ser el oscuro gobernador de Polonia). Es decir que tenìa este contacto directo con AH quien muchas veces le confiaba ciertas cuestiones.
El caso de Hitler es apoyado por esta gran cantidad de testimonios y datos recogidos de las personas mas cercanas a el Fuhrer aquellas que durante un año fueron visitadas a diario por casi un año en Nuremberg. Tambièn se apoya en los informes e investigaciones de Greiner (compañero del Hitler mìsero de los años en Viena) y Otto Strasser (hermano de Gregor Strasser quien era rival de Hitler en el partido Nazi) èste escapò a la purga Roehm y transmitir todo lo que su hermano le habìa hablado sobre AH. No descuida Gilbert detalle alguno, estudia, investiga y compara desde las cuestiones pùblicas a las màs privadas del Fuhrer, comparaciòn con otros estudios.
Una de las primeras impresiones que se deducen de ese estudio coincide con la que nos había dejado el libro de
François-Poncet sobre su embajada en Berlín. Puede resumirse así:
El destino de Adolfo Hitler fue la ùnica cosa notable de un hombre que, por lo demás, ha sido absolutamente mediocre. Debemos desprendernos, pues, del mito romùntico de los ùngeles negros, de los azotes de Dios y de los monstruos històricos más o menos sagrados: un hombre puede hundir al mundo en el fuego y la sangre, sin tener en si nada de ecxepcional. Porque no se le puede atribuir un valor extraordinario a lo que fue fenòmeno baladi en psiquiatrìa el secreto del hombre que se llamò
Hitler: la trasmutación de sentimientos de inferioridad y frustración en superioridad y en odios frenéticos extendidos a grupos enteros. La influencia recìproca del hombre y el medio es aqui evidente. Hitler no inventò nada. Alemania habia vivido largo tiempo obsesionada por la glorificaciòn de la raza, el odio a los grupos no germanos, la manìa de la persecuciòn y el sueño grandioso de la ''misiòn historica". Despuès de la derrota de 1918, la humillaciòn la precipito mas quen unca en esa megalomanìa falaz. Lo que cabe destacar aqui, lo que es capital para la comprensiòmn del movimiento nazi, es que Hitler se sintiò forzado a identificarse, para resolver sus conflictos personales, con la conciencia historica alemana.
En realidad, pudo encontrar otras justificaciones a su sentimiento personal de fracaso, distintas a las justificaciones històricas; pero, sin vinculos burgueses y de casta, sin filiaciòn obrera ni campesina, Hitler, en sus años vieneses, era un desclasado, un fracaso, un hombre al margen. No podia identificarse con ningùn grupo social o cultural definido, cuyas tradiciones y cuya lucha pudiera hacer suyas. No era sino un hombre alemàn abstracto, y lo sabìa. No podia, pues, hallar un canal para su furiosa necesidad de agresiòn, sino integràndose en el grupo màs amplio y abstracto al que, como alemàn, podìa por lo menos unirse: la patria. Y pudo hacerlo tanto mejor cuanto que la conciencia histórica de esa patria, herida por la derrota de 1918, hallabase, como la suya después de los fracasos reiterados de su vida privada, en plena evoluciòn patològica. La derrota de Alemania era asi la suya, y el desquite de Alemania seria tambièn el suyo. Hitler pudo, sin dificultades, encarar esa conciencia historica humillada, y muy pronto encarnarla a sus propios ojos, considerarse como su mesìas. Habìa en el, realmente, un elemento mesianico. En su espìritu se confundìa totalmente con la idea que el representaba. Los temas de la conciencia historica alemana se relacionaban ìntima, profundamente, con los temas de su conciencia.
Para el eran intensamente vivaces. Mas aùn, eran su vida, Hitler podìa derramar verdaderas lagrimas sobre la persecuciòn de la pobre Alemania por la Sociedad de las Naciones, porque lloraba, de hecho, sobre el pintor que la Academia de Bellas Artes de Viena (otra sociedad oficial) habìa desdeñado con tanta crueldad. Podia vibrar de odio y de repugnancia ante la idea de que los judìos pudieran pisotear la raza alemana, porque en Viena la muchacha que él amaba había preferido un judío. Esos temas de la persecución del noble héroe germano y de la contaminación racial eran corrientes en Alemania, y Hitler, repetimos, no los inventò. Pero los expresò con una intensidad de emocion personal,un frenesì de còlera y de làgrimas que multiplicaban supoder de choque y de contagio, y que explica asi su èxito entre las masas, Esos temas que le habìa ofrecido Alemania, el se los devolviò, y al fin se los impuso, imprimièndoles una virulencia que no habìan alcanzado hasta entonces. Porque esas ideas de poder y de odio que tantas generaciones de pedagogos alemanes habìan desarrollado como sueños brumosos, complaciendose en ellos pero sin creer absolutamente en su realidad, eran para Hitler de una verdad literal. Creía en ellos con todo su ser, con todo su pasado; eran su carne y su sangre. Y los exponía con el romanticismo frenètico y ciego de un hombre sin cultura, sin criterio, y además petrificado en feroces prejuicios provinciales, animado de una estùpida xenofobia, hinchado de nociones librescas de autodidacto. Pero, en realidad, esos defectos, y su propia mediocridad, le servìan.
Era necesario ser singularmente estrecho y limitado para elevar los eternos temas vengativos de las clases medias alemanas a la dignidad (y a la eficacia) de una religión revelada. Aquí se impone una comprobación que obliga a reflexionar; los temas paranoicos de odio y poderío en la conciencia històrica alemana eran temas enfermizos que ciertos hombres normales en general, pero sometidos a la angustia de la època, habìan adoptado. Tales temas agresivos no alcanzaban, por cierto, la adhesiòn plena de esas conciencias normales. Por ejemplo, el odio al judìo, en el alemàn medio, era sobre todo una compensaciòn imaginativa. Permitía al antiguo soldado de los cuerpos francos, al lansquenette sin trabajo, al zapatero sin clientela, a toda esa pobre gente arruinada, vencida, inferiorizada, creerse vìctimas de una conjura mundial, y considerarse, a pesar de todo, inefablemente superiores al profesor judìo bien pagado, y cuyas obras de ciencia se traducìan a todas las lenguas. Pero ello no significaba, sin embargo, que ,esas conciencias pensaran seriamente en la destrucciòn fisica del judìo. En la mayorìa de los casos, el odio al judìo permanecía en el estado casi lucido de satisfacciòn ìntima, de grata suficiencia, de satisfacciòn abstracta. Y allì, precisamente, puede afirmarse que la conciencia enferma del individuo Hitler actuò realmente sobre la historia. Captò un odio abstracto, latente en un pueblo, y con su lògica de paranoico lo impulsò a consecuencias que ese pueblo no querìa realmente, y que, en consecuencia, se esforzo largamente para no ver, y que luego rechazò con horror al conocerlas. Y sin embargo ese pueblo, o, mejor, una fracciòn de sus èlites, no era tampoco inocente. Los juegos rencorosos en que su imaginaciòn se había deleitado durante siglos eran confusos y peligrosos. Esas èlites debìan pensar que la historia es obra de los locos tanto como de los sabios, que en las epocas de trastornos se escucha preferentemente a los locos, y que es, por consiguiente, una imprudencia fatal dejarlos jugar, en su infancia, con el odio.
¿Psicòlogo e historiador pueden llegar a una conclusiòn en comùn?
Si Alemania ha modelado a Hitler, Hitler, por su parte, ha modelado a Alemania, y de los incidentes mas decisivos de su infancia y su juventud, se desprendiò una actitud frente a la vida que tuvo para su país y para el mundo consecuencias incalculables.
Algunos datos que el manuscrito de Frank saca a la luz ;
El padre de Hitler, Alois, era hijo ilegìtimo de padre desconocido y, segùn la ley austrìaca, recibiò el apellido de su madre, Marìa Schickelgruber. Esta se casò màs tarde con un tal Hitler, y Alois tenia ya 39 años cuando su padrastro lo legitimò y le dio su nombre. El tardìo reconocimiento parece excluir la hipòtesis de que ese Hitler fuera realmente el padre de Alois, porque en ese caso no se comprenderìa por què esperò tanto tiempo para legitimar a su hijo. En cambio, los diarios de la oposiciòn antinazi revelaron, poco antes de la conquista del poder, que Marìa Schickelgruber habìa estado, en el momento de nacer Alois, al servicio de una rica familia judia, y que esta habìale pagado por su hijo, durante años, una pensiòn por alimentos. La conclusiòn era que Marìa Schickelgruber, la abuela de Adolfo Hitler, habìa sido seducida por un miembro de esa familia judìa, y que Adolfo Hitler, por consiguiente, tenìa en sus venas sangre judìa.
En este punto ofrece Frank pormenores de importancia capital. (presten atenciòn puès aqui se dan unos datos que pueden explicar el porque la difamaciòn y convencimiento de AH en su Mein Kampf de que el "judìo" es una raza estafadora, que engaña, que es paràsito de la sociedad etc,etc,)
En 1930 Hitler recibio una carta extorsiva de su medio hermano Alois Hitler (hijo de un primer matrimonio de Alois Schickelgruber-Hitler), quien ofrecìa mantener en secreto la historia del abuelo judío, mediante compensaciones. Hitler confesò entonces a Frank que sabìa lo de la pensiòn por alimentos pagada a su abuela por un judìo; pero, segùn èl, su abuela habia obtenido esa pensiòn por medio de un engaño. Rogò entonces a Frank que verificara el hecho material del pago de la pensiòn, y Frank, despuès de investigar, lo confirmò todo. En resumen, los hechos que actualmente pueden considerarse seguros son los siguientes: 1º) Una familia judìa que habìa tenido a su servicio a la abuela de Adolfo Hitler le pagò durante catorce años una pensiom por alimentos, despues que dio a luz un hijo ilegìtimo; 2°) Hitler, aunque negando decididamente que ese hijo ilegìtimo fuera el fruto de los amores de su abuela y un judìo, admitìa sin embargo que su abuela se hallaba en una posiciòn tal, frente a ese judìo, que podìa obtener de èl una pensiòn por alimentos gracias a una afirmaciòn engañosa.
Como el nacimiento ilegìtimo de Alois Schickelgruber-Hitler se sitùa, aproximadamente, medio siglo antes del nacimiento de Adolfo Hitler, podemos preguntarnos como hacìa este para estar, o parecer, tan seguro de que el judìo en cuestiòn no fuera su abuelo. Obsèrvese, de paso, que el Führer, para salvarse de la "horrible sospecha" de tener sangre judìa en las venas, suponìa que su abuela habìa tenido dos amantes a la vez, y que habìa practicado una forma realmente odiosa de estafa, al hacer creer a uno que el hijo del otro era suyo. La cuestiòn importante no consiste, sin embargo, en saber si el abuelo de Adolfo Hitler era o no judìo. Dejemos aparte la ironia picante de ese hecho: en el fondo, tràtase de una cuestiòn frìvola. Lo que importa, si tenemos en cuenta el medio en que viviò el joven Adolfo, y sobre todo el caràcter de sus relaciones con su padre, que luego describiremos, es que èl supo, y segùn todas las probabilidades, desde su infancia, que la "pureza aria" de su padre era dudosa. La vida de este último, a pesar de su resolución de "llegar a ser alguien", no había sido sino un largo fracaso.
Despuès de haber tenido una cantidad de pequeños oficios, llegò a ser finalmente un modesto empleado de aduana, se retirò a los 56 años y se entregò al alcohol. Su vida sentimental no habìa sido más feliz: su primera esposa obtuvo una separaciòn por adulterio. Su segunda esposa lo abandonò al cabo de un año. Finalmente se casò, a los 49 años, con Klara Polzl, que tenía entonces 23 años: el habìa sido su tutor. Cinco niños, entre ellos Adolfo Hitler, nacieron de esa boda. Las condiciones materiales y morales en que vivìa esa familia de siete personas eran desastrosas. La promiscuidad màs completa: dos adultos y cinco niños apiñados en dos piezas. Los niños no sòlo eran testigos de las disputas diarias, en los tèrminos mas crudos, entre el padre y la madre, sino tambièn de las violencias sexuales que sobre la joven ejercìa el viejo borracho; Adolfo, a los diez años, debía traer cada noche de una taberna "que hedìa a tabaco" a un padre embrutecido por el alcohol, y que, por otra parte, lo castigaba frenèticamente con una brutalidad sàdica. Tal es, en resumen, el paisaje de esa infancia miserable.
¿Se explicarìa aqui tambièn poque el rechazo a su "padre" y a todo lo relacionado con el alcohol y el tabaco? Veremos;
La madre de Adolfo Hitler era joven, indulgente. Era su hijo preferido y ella tomaba siempre partido a favor de el. Adolfo, por su parte, le era profundamente adicto, y se comprenden perfectamente los sentimientos de odio y repulsiòn que experimentaba por un padre brutal, alcohòlico, que se conducía para con la madre del modo que hemos descripto. Hitler confeso mas tarde a Frank que cuando iba a buscar a su padre a la taberna, vivìa cada vez "la verguenza màs horrible de su vida", y que "el alcohol, por culpa de su padre, llegò a ser el mas grande enemigo de su juventud". Pudo añadir tambièn el tabaco; y, si hubiera sido màs lucido, explicar que la repulsiòn que le inspiraba su padre se extendìa a todas las costumbres paternales. Es notable que Hitler, mas tarde, no solo no fumò jamàs, lo que podia explicarse normalmente por el hecho de que no le gustara, sino que ademàs prohibìa que se fumara en su presencia: conducta social intolerante que revela el origen emotivo profundo de su repugnancia por el tabaco. Pero el joven Hitler tenìa otros medios de satisfacer simbòlicamente el odio que reservaba a su padre. Despuès de leer en un libro que los indios soportaban las peores torturas sin hablar, decidiò no proferir una sola exclamaciòn cuando su padre lo castigaba, y lo hizo. Su padre querìa hacer de el lo que el mismo habìa sido: un empleado pùblico. (Esto es para ti amigo Eckart)
Adolfo resolviò no ser nunca un empleado pùblico, y en consecuencia escogiò el estado que le parecía mas alejado de esa funciòn; el de artista plàstico. Valioso ejemplo, señalemos de paso, de vocaciòn voluntaria, inautèntica, escogida no por necesidad interna sino contra alguien, y que debìa, por lo tanto, conducir a un fracaso total. El padre de Hitler, por fin, deseaba que su hijo adquiriese una instrucción sòlida, y en su presencia insistìa a menudo sobre ese punto. Adolfo, que gracias a una memoria feliz habìa empezado bien en la escuela, dejò inmediatamente de estudiar. Salvo en historia. Pero sòlo porque la historia le enseñaba que la casa reinante de Austria habìa perseguido a los nobles hèroes germanos. El profesor era elocuente, y Adolfo vertìa lagrimas: como habìa sido el indio estoico que soporta sin pronunciar palabra los tormentos de un jefe malvado, convirtiòse en el noble hèroe Alemàn perseguido por una potencia soberana y odiosa, y que tal vez ni siquiera tenìa sangre germana...
Para estar seguros de que Hitler habìa coinocido desde su mas corta edad las circunstancias del nacimiento de su padre, basta con recordar las reyertas y las "batallas" entre su padre y su madre, de las que dice en un pasaje autobiogràfico velado de Mein Kampf que "eran de tal crudeza que no dejaban nada a la imaginaciòn". No es improbable que su madre haya respondido a los golpes con injurias, que haya tratado al hombre de "bastardo" o de "bastardo judìo"; y que, cuando èl practicaba en presencia de los niños sus agresiones sexuales, lo llamara "puerco judìo" (Saujude), palabra que, en circunstancias caracterìsticas, hallaremos mas adelante en labios de su hijo. Esto explicarìa, sin duda, la obsesion manìaca, angustiada, de Hitler, que durante toda su vida imaginò el espectàculo de la pura mujer nòrdica "profanada" por un judìo repulsivo. No es seguro que el joven Adolfo supiera con claridad que odiaba a su padre, y por que lo odiaba. Hasta es probable que hiciera como todos los niños que tienen la desgracia de profesar ese sentimiento: ocultàrlo a sì mismo. Cuando muriò ese padre cuya muerte, segùn todas las probabilidades, habìa deseado a menudo, hubo de experimentar una sensaciòn de alegría y de alivio, pero tambièn (porque el niño cree en el poder màgico del deseo) un vivaz sentimiento de culpabilidad. Ello explica el hecho de que Hitler, al referir màs tarde a Frank la escena de la taberna, no dijera que detestaba a su padre, si no apenas que detestaba el alcohol. El alcohol era aquì el simbolo pùdico que le permitìa satisfacer su odio, aun conservàndose en paz con el imperativo categòrico del respeto por los padres. Mas sintomàtico aun es ese pasaje de Mein Kampf en que Hitler no teme escribir que "honraba a su padre": piadosa declaraciòn
* manifiestamente contradicha por los hechos. Todos èstos
son indicios que prueban que reprimiò su odio contra su padre, y que por lo tanto viose obligado a escogerse un padre simbòlico (repulsivo, perseguidor, libidinoso) al que pudiera odiar sin transgredir ninguna norma. Ese padre, "como por azar", fue el judìo. Lo que explica que Hitler haya creìdo tan fuertemente, tan ingenuamente toda su vida, en el mito de la omnipotencia de los judìos en los asuntos mundiales. Ese mito era una simple proyecciòn sobre la "raza maldita" de la omnipotencia que la imaginacion infantil atribuye habitualmente al padre. Se comprende lo que sucediò entonces: por una parte, Hitler reprimìa su rencor contra el padre y escogìa al judìo como "padre simbòlico para odiar" porque el nacimiento dudoso de su padre permitia suponer que era judìoo. Por otra parte, y por razones muy evidentes de defensa personal, negaba desesperadamente, aunque sin aportar ninguna prueba, que su padre fuera medio judìo. Por el contrario, el "honraba"
*2 a su padre, proclamaba su inocencia, echaba en
Mein Kampf un velo pùdico sobre sus brutalidades y errores, silenciaba su alcoholismo y trasmutaba milagrosamente en triunfo el fracaso lamentable de toda una vida: llegaba a decir que su padre habìa "dominado su destino". La transferencia estaba consumada. El verdadero padre de Adolfo Hitler era ahora digno de su hijo, mientras que el padre simbòlico heredaba todos sus vicios y el odio inexplicable que su hijo le profesaba. Literalmente, era un "padrepara matar", y que, como no era su verdadro padre, èl podìa matar, en paz con su conciencia.
* No niego que para mostrar una imagen de verdadero respeto a la figura paterna con fines propagandìsticos haya sido asì.
*2 Se dice que el mitòmano en cuestiones personales (su cìrculo de relaciones màs ìntimo) suele decir o confesar todo lo contrario a lo que expresa (Honrro a mi padre = Lo odio profundamente; amo a mi fiel amigo = Creo que es un traidor )
Continuarè... (falta poco para terminar esta exposiciòn y continuar con el hilo)
Gracias por estar