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por maxtor » Mié Feb 18, 2015 2:46 pm
Saludos a todos.
Bonito diálogo….
La cuestión debatida entra de lleno en un añejo debate de la historiografía sobre la naturaleza de los planes bélicos alemanes, ¿tenía Adolf Hitler estrategias y objetivos, o actuó únicamente guiado por el oportunismo, o como dice Chepicorro el tomar el espacio vital en sí iba dirigido hacia una confrontación final contra los EEUU?. El argumento de que Hitler era un “oportunista carente de todo principio” es obra de Allan Bullock, no obstante, con el tiempo la mayor parte de los historiadores de las políticas exterior y estratégica alemanas han atribuido a Hitler el objetivo de dominar por lo menos el continente europeo.
Andreas Hilgruber, elaboró en la década de los sesenta un paradigma para futuros debates: los propósitos de Hitler constituían un plan escalonado coherente, un Stufenplan coherente. Es decir, un programa para conquistar Europa paso a paso, según el cual Alemania eliminaría a sus enemigos continentales uno a uno mediante una serie de campañas relámpago. En primer lugar, Alemania obtendría una poderosa situación estratégica en Europa central, y a continuación debía despejar su flanco occidental aplastando para siempre el poder militar francés. Por último, tenía que destrozar a la URSS para obtener el “espacio vital” alemán en Europa oriental (A. Hillgruber, “Hitlers Strategie”). No obstante Hillgruber desnaturalizaron un poco la idea de que existía un programa alemán de proporciones mundiales, claro que conocían las discusiones a alto nivel que se dieron en el Tercer Reich acerca de cuestiones de alcance mundial, como en la Armada y el de situar bases en la costa occidental de África (véase, Norman J.W. Goda, “Y mañana el mundo..”, pero para Hillgruger y algunos otros, estas cuestiones tienen una importancia muy limitada. Aseguran que surgieron sólo durante un tiempo y que nunca afectaron al progreso inmediato de la guerra de conquista europea.
La actitud de Hitler respecto a los EEUU fue cambiante, antes de su declaración de guerra del 11 de diciembre de 1941, Hitler tan sólo en una ocasión contempló la posibilidad de emprender una acción ofensiva contra los americanos y ésta se produjo en los tiempos excesivamente optimistas de la campaña contra la URSS ( A. Hillgruber, “Hitlers Strategie”, pp. 583-584, y del mismo autor “Der Faktor Amerika in Hitlers Strategie, 1939-1941”, Aus Polik und Zeitgeschichte, 19, 1966, pp. 3-21). No podemos decir, tal y como afirma Günter Moltmann que “el bando alemán tuviera una estrategia militar mundial en la Segunda Guerra Mundial. (…) Claro que (…) en 1940 se manifestaron ciertas efímeras perspectivas de futuro, pero sólo esporádicamente fueron objeto de comentario y de discusión. En poco tiempo, la continuación de la guerra absorbió de nuevo toda la atención de Hitler”. (Moltmann, G., “Welthersschaftsideen Hitlers”.
El historiador norteamericano Gerhard L. Weinberg, uno de los mayores expertos estadounidense en política exterior nazi, efectúa otra valoración diferente. La tosca valoración basada en criterios raciales que Hitler hacía de los pueblos del mundo, combinada con su idea de que la lucha interracial era el motor hegeliano que impulsaba la historia, venía a significar que las consecuencias geográficas de la agresión alemana eran, en principio, ilimitadas. Además Hitler transformó su concepto de los EEUU desde 1929, viendo a partir de entonces la sociedad estadounidense con más repugnancia que respeto – (Weinberg, G. L., Germany, Hitler an World War II: Essays on Modern German and World History, Cambridge University Press, N.Y, 1995, pp. 30 – 56. Se pueden encontrar puntos de vista contrarios en otras como las de Schröder, H.-J., Deutschland und die Vereinigten Staaten, 1933 – 1939: Wirtschaft und Poltik in der Entwicklung desdeutsch-amerikanischen Gegensatzes.).
Aunque Hitler habló de la lucha racial mundial desde fecha temprana, su concepto de los EEUU involucionó de forma lenta. En 1928 Hitler consideraba con respeto a los EEUU, y llegó anotar en su segundo libro “Los EEUU se están convirtiendo (…) en el más astuto competidor de las naciones exportadoras europeas en los mercados mundiales. (…) Sería imprudente (…) pensar que la lucha entre Europa y América va a ser siempre de naturaleza económica y pacífica”. (citado en Weinberg, G.L, Hitlers zweites Buch, pp. 131 -132). Pero el juicio de Hitler cambió radicalmente a principios de los años 30 debido a su percepción de la incapacidad norteamericana de paliar los efectos de la depresión mundial, y llegó a la conclusión de que los EEUU estaban dominados por los judíos y que finalmente había sido víctima de la deshonrosa contaminación de la sangre, aún consideraba a los EEUU poderosos y una potencia industrial pero la corrupción racial que Hitler apreciaba claramente en los EEUU los convertía para él en una bestia desdentada.
Hitler ya nunca cambió de opinión, e incluso en 1942 comentó que no le veía mucho futuro a los EEUU, “un país en decadencia” con “un problema de raza y con muchas desigualdades sociales”, “ el americanismo me produce sentimientos de odio y de intensa repugnancia. Me siento más emparentado con cualquier país europeo. Lo relacionado con America está la mitad judaizado, y la otra mitad ennegrecido, ¿Cómo puede un Estado así mantener su integridad? (citado en Trevor – Roper, H, Hitler`s Table Talk, 1941 – 1944).
Cuando Hitler llegó al poder prestó poca atención a los EEUU, consideraba sus leyes inspiradas por el espíritu judeo-pacifista que prohibieron los préstamos y la venta de armas a los países beligerantes; su lamentable falta de preparación militar; y su vacilante desgana a la hora de intervenir por la fuerza en los campos de batalla mundiales de Manchuria, Etiopía o España, significaban para la mentalidad de Hitler en los años 30 que los EEUU no era un factor a tener en cuenta. Incluso dicha ambivalencia y desprecio hacia los EEUU se mantuvo cuando dicho país empezó a inicios de 1940 a rearmarse en serio, el Congreso americano aprobó dicho año el aumento de la producción aeronáutica y un presupuesto de cuatro millones de dólares para construir una Armada para los dos océanos, y en Berlín todo ello se percibió como una gran fanfarronada.
La inteligencia militar alemana confirmó entre 1940 y 1942 que cualquier intervención que EEUU pudiera organizar en el futuro inmediato supondría en el mejor de los casos una molestia y en el peor, un inconveniente, la verdadera preocupación de los alemanes eran que los EEUU se apoderaran de las bases del Atlántico oriental en las que estaba interesada Alemania.
Coincido plenamente en que las palabras de Hitler, aunque de importancia como fuente primaria, deben mirarse bajo la luz de la época en que fueron escritas, y si hay que conectarlas con un plan estratégico de previsión por el dominio mundial contra los EEUU habrá que conectarla con datos y políticas posteriores, y de nuevo, vemos que salvo datos parciales, inicios de contratos con la Armada y la aviación para fabricar superbombarderos, no hay nada o casi nada que pueda verificar dicho plan geoestratégico mundial, sin obviar, que el hecho de declarar la guerra a los EEUU cuando estaba inmersa Alemania en una guerra de dos frentes, hace todavía más inviable la hipótesis de dicho plan estratégico, hubiera sido más factible declarar la guerra más tarde una vez vencida tanto GB y la URSS.
Si algo caracteriza la política exterior alemana con la llegada de Hitler, es su imprevisibilidad y su anarquía, no había un plan coherente en lo relativo a preparar convenientemente la guerra, y como hemos visto con la campaña de Francia, y tal y como demuestra Freiser tampoco había una coherencia militar de guerra relámpago por fases o escalonada para lograr el dominio de Europa central. Norman Rich, autor del estudio “Los objetivos bélicos de Hitler” habla de forma escéptica del dominio mundial por parte de Hitler, y afirma que en última instancia y no sólo para esta cuestión, sino para muchas de las políticas de Hitler, dependemos de las propias declaraciones de Hitler acerca de sus intenciones, de otros altos miembros del partido nazi, y de sus especulaciones, siendo a veces estos los únicos datos disponibles.
El reto de muchos historiadores ha sido convertir afirmaciones generales, meditaciones, planes frustrados y proyectos (de los que abundan en Mein Kampf) en algo más que pura especulación, (aunque las afirmaciones tienen un sentido histórico por sí mismas), y aunque claramente dan cuenta de la naturaleza del régimen nazi, lo mejor es conectarlas con los datos “reales” y objetivos que disponemos…. También es cierto que no existió ningún plan de guerra contra Polonia cuando Hitler demandó Danzig; ni de invadir GB y la URSS mientras que las tropas alemanas avanzaban en Francia, y finalmente Alemania atacó a todos esos países. El régimen nazi tenía un plan basado en su naturaleza: la agresión, pese a sus cambios tácticos , como decía Goebbels en abril de 1940: …”Hoy decimos “espacio vital” y cada uno puede hacer lo que quiera con ello. Seguro que a su debido tiempo sabremos lo que queremos” (citado en Hitlers Strategie, p. 22). Antes de atacar a Polonia, Hitler había logrado ya mucho, y posiblemente no creo que haya otro estadista alemán que en el pasado hubiera logrado mayor extensión de terreno e influencia estratégica en Europa central, claro que tenía otras opciones pero la cohexistencia pacífica, el comercio internacional y otras cuestiones de relaciones entre países eran vistos bajo la luz del darwinismo social. Hitler únicamente pensaba en parámetros de dominación por la fuerza bruta, no basada en otros aspectos.
Fue la victoria militar antes de Barbarroja lo que ha confundido a tantos historiadores y analistas sobre el concepto y lo que significó la “Blitzkrieg”, únicamente la victoria militar la dotó de estatus de doctrina (Hew Strachan, “European Armies, p. 163). Antes de que la Segunda Guerra Mundial empezara realmente en el plano militar, el Reich alemán ya la había perdido políticamente. Durante el verano de 1939, el Cuerpo de Oficiales Generales alertó a Hitler repetidamente del hecho de que el ejército alemán no estaba listo para la guerra (Klaus-Jürgen Müller, Das Heer und Hitler, Armee und nationalsozialistisches Regime, 1939-1940). Los oficiales alemanes seguían bajo el impacto de lo que había sucedido durante la PGM, donde toda su habilidad militar había sido condenada al fracaso, cuando la Royal Navy aisló a Alemania de sus fuentes de materias prias. El general Bernhard von LoBberg confirmó en sus memorias hasta qué punto estaba poco preparada la Wehrmacht cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, para ir a luchar uan guerra a escala mundial. Dijo: “que el esfuerzo armamentístico global estaba orientado hacia un objetivo que debía ser alcanzado solo en 1944 y que en 1939 solo era una etapa en el camino hacia éste”.
En un conflicto con GB y Francia, ambas naciones potencias navales, el componente más importante de las fuerzas armadas habría sido la marina. Al inicio de la guerra, sin embargo, la Marina alemana aún estaba siendo construida. Aparte de los acorazados y cruceros pesados, que aún no estaban listos para el combate, tenía solo tres buques blindados (denominados acorazados de bolsillo), unos pocos destructores y cincuenta y siete submarinos. Solo dos acorazados de bolsillo y 23 submarinos estaban listos para un despliegue rápido en el Atlántico a primeros de septiembre (Hans-Adolf Jacobsen y Jügen Rohwer, “Planificación y operaciones de la Marina alemana en conjunción con el Caso Amarillo, Revista de la Marina, 57, nº 2 (1960), p. 66).
La pesadilla de la política militar alemana había sido siempre la guerra en dos frentes, precisamente el fantasma que Hitler invocó de nuevo. Al principio de la guerra, cuando la Wehrmacht se concentró solo en Polonia cuyo ejército era, numéricamente al menos, tan fuerte como el alemán que aún estaba siendo expandido (según Horst Rohde, al fuerza en personal de la Wehrmacht el 1 de septiembre de 1939 en el Frente Este era de 1.5 millones, mientras que los polacos tenían 1.3 millones de hombres), un nuevo frente se alzó en la retaguardia del ejército alemán, formado por las superiores fuerzas de combate de las potencias occidentales. El Jefe del Alto Mando de la Wehrmacht desde 1938, Wilhelm Keitel, admitió después de la guerra que un ataque francés durante la campaña polaca podría haber encontrado solo una débil pantalla de tropas defensivas, no una verdadera defensa, dato confirmado por Halder que consideraba que un movimiento de las tropas francesas hacia la zona del Rhur hubiera sido fatal para Alemania.
Hitler fue un jugador a doble o nada que una y otra vez retó al destino y que no se asustaba en apostarlo todo a una sola carta, le salió bien en las sucesivas violaciones del Tratado de Versalles, y cuando Hitler atacó a Polonia estaba convencido de que nuevamente los aliados no se atreverían a ir a la guerra. La gran baza estratégica de Hitler, en esa época, se basaba en que GB no aceptara el desafío. La decisión de Hitler de lanzar la campaña polaca fue una de las más catastróficas de la guerra y sobre todo iba cargada de prejuicios contra los ingleses, Hitler no supo valorar que tras Munich la actitud británica cambió por completo. Y fruto de ello fue la enorme sorpresa que le supuso la declaración de guerra de GB y de Francia.
El auténtico fracaso estratégico de Hitler fue que, al inicio de la guerra mundial que había desencadenado, solo tenía un plan de operaciones contra Polonia, perfectamente elaborado por sus generales, pero no tenían un plan estratégico global para un conflicto con las potencias occidentales, incluso Hillgruber, que enfatiza el aspecto programático de las acciones de Hitler en un plan global, también apunta a que el Mando supremo de la Wehrmacht no abrigaba ningún tipo de consideración sobre una estrategia global en caso de guerra contra las potencias occidentales. Alemania no estaba en absoluto preparada para un conflicto contra su oponente más peligroso, el Imperio Británico. Hitler no había construido ni una flota de bombarderos estratégicos de largo alcance ni suficientes submarinos y buques de superficie. La marina ni siqiera había llegado a desarrollarse hasta el nivel permitido por el Tratado Naval Anglo-Alemán de 1935.
Si Alemania tenía previsto un plan general, antes de 1939 tendría que haber planeado la guerra de forma totalmente diferente, debería haber programado el rearme naval por encima del terrestre, o por lo menos a la par, debió acelerar la construcción de una flota de submarinos de forma masiva que hubieran supuesto ganar la Batalla del Atlántico ya que era lógico pensar que GB iba a necesitar dicha ruta de abastecimiento, tanto de su más que posible alianza con los EEUU o de sus posesiones de ultramar, o simplemente como preparación para un desembarco futuro en GB. Si Alemania no estaba preparada para una mínima guerra naval y aérea contra GB, ¿cómo podemos pensar que Hitler tenía un plan mundial contra los EEUU?. El Estado Mayor General Alemán no estaba ni mentalmente preparado para la guerra. Hitler había rechazado cualquier planificación cautelar sobre dicha posibilidad como si fuera un insulto a sus habilidades de política exterior. Algunos generales alemanes, como Keitel, intentaron varias veces, a lo largo de los llamados Juegos de Guerra, aclarar la situación en caso de una guerra contra el oeste, pero Hitler desestimó categóricamente la iniciativa: “No debe haber ninguna preparación en el oeste distinta de la ocupació del muro del oeste por motivos de seguridad. No puede haber y no habrá guerra con las potencias occidentales debido a la cuestión polaca. El debate sobre un caso tan importante hace peligrar nuestros planes secretos de modo totalmente innecesario, poniendo así en riesgo las negociaciones políticas” (LoBberg, Im Wehrmachtführungsstag… pp. 27).
Dado que Hitler no tenía un plan de guerra contra las potencias ocidentales, difícilmente podría tener un plan de Blitzkrieg contra las mismas.
Saludos desde Benidorm.