Primera Parte
La carrera de Bormann en las filas del nazismo fue relativamente rápida. Bormann nació en Halberstadt en 1900. En 1925 ingresó en el NSDAP y en 1928 alcanzó sucesivamente los cargos del mando superior del SturmAbteilung (SA) y de Gaulaiter. En 1933 se convirtió en jefe del Estado Mayor de Rudolf Hess. Estaba presente cuando dos hombres de confianza de Hess entregaron a Hitler en su chalet en Obersalzberg la carta en la que el “delfín” explicaba a Hitler su vuelo a Inglaterra. Bormann recibió la orden de llamar inmediatamente a los “sátrapas” de la corte, Gobbels, Himmler, Ribbentrop y Göring, que se presentaron inmediatamente. Curiosamente, los dos ayudantes de Hess que entregaron la carta, junto a la mayoría de los miembros del Estado Mayor de Hess fueron detenidos y en 1945 continuaban en prisión. Sobre los dos “carteros” de Hess, Speer dijo años después: “La costumbre de castigar a los portadores de malas noticias únicamente se conocía hasta entonces en determinados países asiáticos”
Por aquellos tiempos, Bormann ya comenzaba a hacer sombra a su jefe inmediato. Cuando en mayo de 1941 Hess voló a Escocia comenzaba ya a ser una figura borrosa en el entorno del Führer sustituido por el tenaz Bormann. No obstante, el “genial” Bormann, a pesar de ser la figura más relevante de la kleiner Hof de Hess y lógicamente el mayor “merecedor” de la ardiente ansia de venganza de Hitler, no fue encarcelado ni procesado. Este hombre-topo, que parecía rehuir la luz del sol y la publicidad, (son escasísimas las fotos en las que aparece el esquivo Martin) y que despreciaba, al contrario que la mayoría de los miembros del NSDAP, las condecoraciones, honores y distinciones, era insaciable en su apetito por el poder efectivo.
Por su constante presencia llegó a hacerse imprescindible para Hitler; con sus hábiles insinuaciones logró triunfar en el último momento, desplazando a sus rivales en torno a su “señor.” Al principio, antes incluso del vuelo a Escocia, Bormann sólo era consejero privado y administrador financiero de Hitler. Encargado de la construcción del chalet de Hitler en Berghof y de comprar cuadros para sus colecciones, pronto se situó entre los favoritos del círculo íntimo del Führer y no perdió tiempo para desembarazarse de sus antiguos aliados. Hitler, convencido de que había encontrado un hombre trabajador e inteligente, no pareció advertir, o al menos este aspecto nunca fue criticado, la desmesurada ambición que impulsaba a su silencioso secretario, que, por su parte, intentaba disimular este aspecto en la medida de lo posible. En 1941 Bormann ya ocupaba el puesto de secretario personal de Hitler y casi había reemplazado a Hess dentro del ambiente de la Cancillería del Reich. Estaba allí de manera más permanente en cuanto Hess aparecía cada vez con menos frecuencia.
Una vez Hess desapareció de escena con su vuelo y quedó libre el puesto de jefe de la Cancillería, Bormann se abalanzó sobre el cargo convencido de que era el último escollo para comenzar a poner en práctica sus intrigas. El genial Martin se presentó candidato al puesto. No obstante, el astuto Göring, viendo en Bormann a un rival peligroso y además detestando personalmente a Bormann, aconsejó a Hitler en su contra, pero sin resultado alguno. Quince días más tarde, al abrir su periódico matutino, vio que Bormann había sido designado para ocupar el puesto que abandonó Hess. El plan de Bormann comenzó entonces, su ambición no tenía límites: quería ser el sucesor de Hitler. Entonces, cuando el 29 de junio de aquel año un decreto nombró heredero exclusivo a Göring, éste se convirtió en el mayor enemigo de Bormann, es más se convirtió en su próxima víctima en su política “bizantina” entre bastidores de la Cancillería, Berchtesgades y los cuarteles móviles del Führer.
El paciente y tenaz Bormann comenzó a competir encarnizadamente con Himmler, Goebbels y Göring. El único de los tres que quedará “limpio” a los ojos del Führer antes de su muerte fue el ministro de propaganda. Tenía varios apodos dentro y fuera del entorno de la Cancillería como “genio diabólico de Hitler” , “eminencia parda sentada en las sombras” o como lo calificó Schwerin von Krosigk, “El Mefistófeles” de Hitler” Muchos de los contemporáneos de Bormann y en especial Albert Speer coincidieron en señalar que como Holstein en los gobiernos del káiser, Bonmann había comprendido “la importancia de aparecer como insignificante», obtuvo el premio debido a su infinita paciencia.
Sin apartarse nunca del lado de su señor, haciendo una vida tan excéntrica como la suya -levantándose a mediodía y retirándose a descansar a las cuatro y media o las cinco de la mañana-, controlando por entero la complicada maquinaria del Partido, indispensable, infatigable y ubicuo, era en aquel momento el único guardián de los secretos de Hitler, el único canal a través del cual pasaban sus órdenes, el único camino para acercarse al Führer, más inaccesible que nunca. Durante los años de la guerra había aprovechado todos los acontecimientos para ir fortaleciendo su autoridad. Los Gauleiters estaban subordinados exclusivamente a él; había incrementado su subordinación y alterado su carácter.
Los Gauleiters originales fueron antiguos trabajadores del Partido que, habiéndose comportado con entusiasmo en los primeros tiempos de la lucha, se vieron recompensados en el momento del triunfo por estos cargos lucrativos y no demasiado laboriosos. Bormann había cambiado la situación. Uno por uno todos los viejos Gauleiters fueron desapareciendo, y ahora ocupaban sus puestos otros hombres más jóvenes, más enérgicos, más fanáticos, que no se lo debían todo al impersonal Partido de la época en que Bormann era un desconocido, sino al mismo Bormann. A lo largo de la guerra la maquinaria del Partido, al igual que las SS, había crecido considerablemente; como las SS, se había apoderado de muchos servicios de las fuerzas armadas, especialmente en materias de administración, intendencia, fortificaciones y evacuación; como las SS, se había hecho más fuerte, más indispensable con cada derrota de las armas germanas. Observadores que vigilaban el desarrollo paralelo de aquellas dos maquinarias gemelas se preguntaban qué ocurriría cuando entrasen en conflicto; cuando Himmier y Bormann, una vez absorbidas o conquistadas todas las posiciones intermedias hubieran de encontrarse frente a frente al final.
En 1943, cuando Himmler se convirtió en ministro del interior se produjo el esperado encuentro. Tras el atentado de julio de 1944, Himmler creyó ingenuamente que, tras la caída en desgracia de Göring, era el seguro heredero del trono y, recibía cada nuevo nombramiento como una confirmación de su certidumbre. Sin embargo, Bormann ya sabía la realidad de la situación. Himmler no se estaba moviendo hacia arriba sino hacia atrás y lejos de él. La victoria definitiva de Bormann contra el Reichsführer llegó cuando éste fue nombrado comandante en jefe del grupo de ejércitos del Vístula, nueva formación que luchaba desesperadamente contra los rusos al este de Berlín. Mediante este procedimiento Himmler se alejaba de Berlín, en donde podría haberse ganado el favor del Führer o podría haber limitado la influencia de Bormann.
Cuando la garrapata-Bormann se quedó en Berlín, no dejó de culpar a la incompetencia de Himmler del descomunal avance soviético e incluso tildar de traidor a Himmler por este motivo.
No obstante Bormann no se hallaba solo en Berlín: quedaba el Gaulaiter Goebbels. Con este, el proceder de Bormann fue radicalmente distinto. Goebbels tenía una ventaja indiscutible sobre los demás miembros de la corte, si exceptuamos quizás a Bormann, era más inteligente que ellos. Sabía que un enfrentamiento directo con el Gaulaiter de Berlín podía serle fatal. Goebbels afirmaba a su vez que Bormann tenía la gran ventaja derivada de su estrecha y permanente relación con Hitler. Incluso tenía acceso a Hitler como amigo íntimo y personal, pero prefirió no enemistarse con Bormann. Entre estos dos hombres se estableció un pacto, aunque diferían radicalmente en numerosos aspectos políticos, que sobrevivió hasta el final, es decir, hasta la muerte del Doktor Goebbels. En los últimos días los objetivos de ambos hombres fueron diferente y no se obstaculizaron mutuamente: Bormann quería seguir conservando el poder y Goebbels se preparaba para su salida de este mundo junto a Hitler.
Continuará...
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