En realidad, Maximus, los planificadores alemanes jamás pensaron ni soñaron, en la época de tu historia, que podían ganar la guerra en 1942. Antes al contrario, no les quedó más remedio que reconocer que la guerra iba para largo y que las operaciones que podían llevar a cabo en 1942 sólo podían tener como objetivo principal procurarse unas ganancias militares y políticas para fortalecer una estrategia defensiva. Explicar esto me lleva a lo que no quería, implicarme demasiado en este hilo; pero todo sea por contribuir al debate, aunque no albergo esperanza alguna de que mis argumentos te lleven a reconsiderar tu historia alternativa, en la que veo que estás tan atrincherado como lo estaba Hitler, salvando las distancias, en su “voluntad” de ganar la guerra.maximus escribió:Desde la perspectiva de hoy, con todo lo que sabemos, esto es, por supuesto, imposible, pero desde la perspectiva de los dirigentes de los países totalitarios de entonces, no lo era tanto. Franco no entrará en la guerra hasta que el ejército británico en Egipto haya sido derrotado y hasta que los alemanes hayan vuelto a demostrar que pueden vencer a los rusos. La esperanza de la abundancia de recursos de materias primas del Mar Negro hemos visto que era algo tenido en cuenta por los asesores de Franco (y por Hitler mismo), sin tener en cuenta los inconvenientes reales para la explotación de estos.José Luis escribió
estás significanco que Franco entraría en la guerra en junio de 1942 con la esperanza de ganarla (con el Eje) a finales de ese año, y que nadaría (junto con el Eje) en la abundancia de recursos varios. Bien, salvo que Hitler tuviera dos o tres bombas atómicas en algún momento de 1942, no veo cómo podía derrotar totalmente a Gran Bretaña, la Unión Soviética y Estados Unidos en seis meses (para ceñirme a tu historia alternativa).
En primer lugar, cualquier alternativa de gran estrategia, ficticia o real, que planteemos situándonos desde la perspectiva del liderazgo alemán después de su fracaso estratégico en la Operación Barbarroja, debe tener en cuenta las consecuencias inmediatas derivadas de ese fracaso. Como aquí no hay tiempo para explicar en detalle su trasfondo económico, auque intentaré explicar más adelante el militar, voy a resumir en una frase lo que significó realmente para Alemania ese fracaso en la URSS en 1941. Significó que toda la estrategia de guerra corta hitleriana se fue al garete y, con ello, Alemania quedaba obligada a hacer frente a una guerra prolongada, a una guerra de desgaste. El gran problema es que por vuelta de 1941-42, Alemania no estaba preparada para hacer esa guerra con cualquier expectativa razonable de soportarla, no ya de ganarla. Por tanto, tenía que pasar de una economía de guerra corta a una economía de guerra prolongada, lo que suponía llevar a cabo unos cambios profundos en el nivel estratégico de la guerra (político, económico, financiero, productivo, militar, etc., del esfuerzo de la guerra en los territorios del Reich y en los países ocupados), cambios cuyos resultados no podían materializarse en el corto plazo, teniendo en cuenta, además, que algunos de esos “cambios” decisivos pasaban por conseguir objetivos que no estaban entonces en poder de los alemanes (por ejemplo, el Cáucaso). En realidad, eso fue lo que intentó hacer Alemania, pero no obtuvo sus primeros resultados sustanciales hasta 1943 y, sobre todo, 1944, cuando ya no tenía nada que hacer.
Establecido este presupuesto de partida, para ponderar la historia alternativa planteada por Maximus sería interesante saber qué pensaban los estrategas alemanes sobre la posible continuación de la guerra después de su fracaso en Barbarroja. ¿Y qué pensaron realmente? ¿Qué alternativas estratégicas consideraron?
El 14 de diciembre de 1941, el OKW (su Estado Mayor de Operaciones) redactó un memorando que trataba precisamente estas cuestiones. Partían de tres hechos principales: el fracaso estratégico de Barbarroja, el ataque japonés a Pearl Harbor y la entrada de USA en la guerra (seguida de la declaración de guerra de Alemania a USA). Y lo que se plantearon inicialmente fue considerar cuáles eran las opciones estratégicas de los aliados para la conducción de la guerra y, en consecuencia, cuáles eran las exigencias resultantes sobre la conducción alemana de la guerra. El estudio partía de la declaración de que “los movimientos iniciales de Japón en la guerra habían arrebatado a las potencias angloamericanas la iniciativa que, en vista del compromiso alemán en el Este, habían creído que podían mantener firmemente 'al menos hasta el otoño de 1942', y de este modo frustraban los planes asociados con ella”. Esos planes de los angloamericanos consistían, según pensaban en el OKW, en salvaguardar las rutas marítimas, estrechar la horquilla en la esfera de poder alemana mediante operaciones terrestres y marítimas, realizar ataques paralizantes desde el aire, y finalmente lanzar una ofensiva terrestre en busca de la decisión en el verano de 1943. Ahora, pensaban en el OKW, con la movida japonesa, los angloamericanos estaban obligados a reorientar su estrategia, que, según creían, tenía tres alternativas posibles: la primera era conceder la prioridad a la guerra en el Atlántico y en Europa; la segunda, dar la prioridad a la guerra en el Pacífico; y la tercera, abandonar cualquier punto punto claro de esfuerzo principal “con el objetivo de ganar tiempo mediante una defensa estratégica” hasta el momento en que sus propias fuerzas, una vez reforzadas, atacaran en una dirección particular.
Creían en el OKW que, debido a la situación actual en armamento de Estados Unidos, los aliados no se podían permitir de momento otra cosa que no fueran pasos preparatorios. Aparte de salvaguardar las rutas marítimas, esos pasos estarían encaminados fundamentalmente a reducir desde todas partes la esfera de poder del Eje para, por una parte, hacer más eficaz el bloqueo aliado y, por la otra, ganar bases de lanzamiento geoestratégicamente favorables para las ofensivas terrestres y aéreas que pensaban llevar a cabo más tarde. Desde esta perspectiva, en el OKW creían que había tres áreas especialmente amenazadas. La primera era la costa atlántica de África Occidental y Marruecos, ya que esto podría proporcionar, si fuese necesario en conjunción con una ofensiva desde el este, una oportunidad para cerrar el frente de África del Norte, evitar la pérdida de Gibraltar y amenazar el flanco meridional de Europa, incluyendo las rutas marítimas del Mediterráneo.
Una segunda área de despliegue podía ser el Oriente Medio, pues también desde aquí, favorecido por las rutas de suministros a través del Golfo Pérsico y del Mar Rojo, los aliados estaban en posición de realizar una gama completa de intenciones ofensivas y defensivas, como lanzar un ataque en dirección oeste a lo largo de la costa norteafricana, reforzar la resistencia soviética en el Cáucaso, o evitar que Turquía se uniera al Eje en caso de éxitos alemanes posteriores. Pero además, señalaban con acierto en el OKW, el Oriente Medio podía proporcionar una adecuada base operacional para ofensivas aéreas de los aliados contra los suministros de combustible de Alemania, pues quedarían al alcance de los bombarderos estratégicos aliados no sólo las regiones petrolíferas del Cáucaso, sino también las de Rumania.
La tercera área de importancia para la estrategia aliada era el norte de Europa, donde se debían esperar movimientos desde Gran Bretaña (como lanzadera aérea contra Europa y/o Noruega) e Islandia. Además, Islandia adquiriría una considerable importancia no sólo como base de bloqueo y vigilancia, sino también como escala para el tráfico de suministros a Murmansk y Archangel. Esta valoración se basaba principalmente en una errada suposición del OKW, que anticipaba la pérdida de Vladivostok y una escasa capacidad, por esas fechas, de la ruta terrestre de Oriente Medio a la Unión Soviética.
El OKW concluyó, sobre esas bases, que la ofensiva aérea y terrestre de los aliados, esperada para una fecha más tardía, sería lanzada desde varios puntos para obligar a los alemanes a cubrir grandes áreas y dividir sus fuerzas. Así que Alemania debía prepararse, a medio plazo, para hacer frente a ofensivas aliadas múltiples cuyos objetivos más probables serían el área del Cáucaso, Sicilia y la costa italiana, la Península Ibérica, la zona del Canal de Inglaterra y Noruega.
En vista de estas consideraciones, el OKW pasó a considerar la conducción de la guerra por parte de Alemania. Estimó que antes de que Estados unidos estuviera completamente preparada para la guerra, Alemania disponía de un cierto periodo de tiempo para concluir las operaciones terrestres que eran necesarias para conseguir “una esfera de poder económicamente viable y política y militarmente defendible”. En cuanto a la continuación de la campaña rusa concernía, lo anterior significaba que el objetivo principal de las ofensivas alemanas previstas para el verano de 1942 no debería apuntar hacia un avance posterior hacia el este, sino a asegurar los flancos meridional y septentrional, que eran estratégicamente más importantes. Por tanto, eso implicaba que en el norte había que perseguir la eliminación de Murmansk y Archangel como los dos puntos principales de contacto entre la URSS y los aliados, mientras que en el sur debían capturarse las regiones norte y sur del Cáucaso. No sólo era importante el Cáucaso por su riqueza petrolífera indispensable para la continuación de una guerra prolongada, sino también porque proporcionaría una plataforma favorable para atacar la esperada zona de despliegue angloamericana en Oriente Medio. Sin embargo, el EM de Operaciones del OKW reconocía que este último ataque sólo tendría sentido si se profundizaba en todo su avance hasta los puertos de descarga de los aliados, es decir, hasta el Canal de Suez y el Golfo Pérsico, pues si la ofensiva se empantanaba a medio camino sólo crearía “las peores condiciones imaginables para la defensa, con las más difíciles comunicaciones de retaguardia”.
El OKW extrajo otra importante conclusión según la cual, en base a la organización de la “defensa de un imperio de guerra europeo” desde la periferia, era necesario estabilizar la situación en el Mediterráneo. Con respecto a su parte oriental, creían que, junto con la defensa de la cabeza de puente en Libia, esa estabilización podía lograrse “solamente mediante un ataque desde el noreste”, esto es a través del Cáucaso, mientras que en el oeste era importante, preferiblemente por medios políticos y diplomáticos, involucrar a España y eliminar Gibraltar. Esto, junto con el mantenimiento del continente norteafricano como “campo avanzado de Europa en el sur”, posibilitaría al Eje la liberación de sus fuerzas aéreas y navales, que en su momento no fuesen necesarias en el Mediterráneo, para emplearlas en el Atlántico. Bajo esta conexión, el OKW creía también necesario intensificar los esfuerzos para desarrollar el África Occidental francesa así como las islas portuguesas y españolas en el Atlántico para convertirlas en bastiones bien defendidos, lo que requeriría una mayor participación de Francia y su flota en las operaciones del Eje. Finalmente, había que meter a Suecia en el bando del Eje, pues caso de que se interrumpieran las desprotegidas comunicaciones marítimas con Noruega, Suecia representaba una “conexión indispensable” en la defensa de la región nórdica y la salvaguarda de los suministros de hierro y níquel para Alemania.
Sin embargo, el OKW reconocía que las fuerzas que tenía a su disposición estaban muy lejos de ser suficientes como para permitir tener un constante y valioso cinturón de combate alrededor de la esfera de poder alemana. Así que recomendaba se reforzasen las zonas más amenazadas principalmente con reservas móviles y se mejorase el servicio de comunicaciones terrestre, que actualmente todavía era totalmente inadecuado, de las líneas internas para poder conseguir la superioridad de las fuerzas defensoras. Este sistema de defensa general, se subrayaba, debía estar basado principalmente en una buena inteligencia que les capacitara para reconocer a tiempo las operaciones de los aliados, que precisarían de largas preparaciones, de tal manera que con un sistema bien desarrollado de capacidad de transferencias a lo largo de líneas internas, los alemanes estarían en disposición de enfrentar una fuerza defensiva igual a la de cualquier ataque aliado.
Del contenido de este memorando de 14 de diciembre de 1941 del OKW resulta evidente que el liderazgo militar alemán se dio cuenta muy rápidamente de todas las consecuencias estratégicas de la extensión de la guerra, tanto en el tiempo como en el espacio, y sobre todo comprendió que Alemania, al margen del resultado de las batallas de invierno en el Este, pronto iba a perder su iniciativa, no desafiada hasta entonces, en el teatro de guerra europeo y, por tanto, debía prepararse junto con su esfera de poder para un periodo prolongado de defensa estratégica. El único optimismo del OKW para 1942 se basaba principalmente en cuatro suposiciones, ninguna de las cuales resultó ser correcta un año después:
1) Dentro del tiempo que tenía a su disposición antes de la completa movilización de la máquina de guerra americana, Alemania podía alcanzar sus objetivos militares en el este, en el Mediterráneo y en el Atlántico.
2) Alemania lograría, por medios políticos, convencer a sus aliados para que intensificaran sus esfuerzos de guerra, y además conseguiría integrar en su alianza a las potencias periféricas hasta entonces neutrales (España, Portugal, Turquía y Suecia) para formar un bloque defensivo.
3) La ofensiva japonesa seguiría manteniendo el suficiente ánimo e impulso como para mantener clavadas en el Pacífico durante mucho tiempo a partes considerables de las fuerzas angloamericanas.
4) Bajo esas circunstancias, USA no sería capaz de conducir una guerra ofensiva bi-oceánica en el futuro inmediato.
Estas eran las consideraciones y planes estratégicos del OKW a mediados de diciembre de 1941 para la continuación de la guerra, no para ganar la guerra en 1942. Ya no entro a valorar la plausibilidad de algunos que me parecen fantasiosos, como la ofensiva contra los puertos de Oriente Medio a través del Cáucaso (a Halder, en el OKH, también le parecía irreal), pero creo que son suficientes para refutar cualquier suposición de que en la época de los hechos, o alrededor de ella, el liderazgo alemán tuviese el más mínimo plan o la más mínima esperanza de ganar la guerra a finales de 1942 (ni en 1943). Es cierto, sin embargo, que Hitler y la cúpula de la diplomacia nazi era la banda mafiosa más carente de escrúpulos y cínica que registran los anales de la diplomacia internacional, y, de pretenderlo, seguro que podían ofrecer el oro y el moro a Franco sin la más mínima intención de hacer honor a su palabra. De hecho, Hitler y Ribbentrop ya hablaron, con respecto a Francia, España y algún otro país (estoy escribiendo de memoria), de la Gran Mentira que iban o querían urdir para involucrar a esos países en su guerra. Pero en Franco tenían a un personaje tan insincero como ellos y cuco como el que más, y en España a un país que daba miedo (entre otras cosas) debido al lamentable estado de su economía y a las dantescas perspectivas de imaginarla en guerra, dadas lsus circunstancias internas y el cuadro de situación político-militar internacional.
Fuente: Horst Boog et al, Germany and the Second World War, Vol. 6: The Global War, pp. 116-121.
Saludos cordiales
JL