Uno de los aspectos únicos de la División Azul es la excelente cuadro de mando que tuvo. Cerca de 2.400 oficiales pasaron por la división, y más 300 de ellos acabaron sus carreras militares con el rango de general.
Tras la guerra civil el ejército había sido depurado y era enteramente anticomunista. Los mejores oficiales earn destinados a Africa, con la Legión o los Regulares. La Azul pronto se ganó el mismo nivel de prestigio que estos dos cuerpos, ya que contaba con muchos oficiales procedentes de los mismos.
Una de sus menos encomiables características era el concepto que los mismos oficiales tenían de ser una casta aparte de suboficiales y soldados, algo que, cuando se entró en contacto con la Wehrmacht, quedó en evidencia. Los soldados españoles quedaron impactados a ver a los oficiales alemanes, generales incluídos, haciendo cola en los comedores militares junto con la tropa.
La división estuvo mandada por los generales Agustín Muñoez Grandes (agosto 1941 - 12 de diciembre de 1942), Emilio Esteban-Infantes Martín (hasta el 20 de octubre de 1943) y Santiago Amado Lóriga (hasta diciembre de 1943, cuando fue disuelta la división de manera oficial).
Muñez Grandes fue el más destacado de todos ellos. En su família no había habido militares de carrera y él había mandado tropas coloniales en Marruecos, donde fue heridos ocho veces. Era uno de los oficiales más respetados del ejército español. No simpatizaba con la monarquía, a diferencia de sus compañeros, y cuando llegó la República se le pidió que organizara un cuerpo de policía de élite. Sus convicciones religiosas y patriotismo le impidieron colaborar con el Frente Popular y comenzó a inclinarse hacia Falange. Al producirse el Alzamiento, fue detenido y condenado a muerte. Tras varios meses en la carcel, sus antiguos subordinados en la policía lograron sacarle de la carcel y hacerle llegar a la zona nacional. Allí ascendio rapidamente, llegeando al mando de un cuerpo de ejército.
Al finalizar la guerra fue nombrado secretario general de Falange, por ser uno de los pocos generales que simpatizaban con ella, pero dimitó pronto, porque no le gustaba la política. Estuvo al mando entonces de las fuerzas desplesgadas en torno a Gibraltar.
Era un oficial carismático, adorado por sus subordinados, a los que trataba de manera paternal y se preocupaba porque tuvieran lo mejor. Para ello, visitó por sorpresa el frente en numerosas ocasiones. A nivel personal, era austero y extraordinariamente sobrio. Nunca llevó todas sus condecoraciones en el unifome y nunca usó el abrigo de general de la Wehrmacht, con sus marcas rojas tan evidentes, sino el de un soldado común. No prestaba demasiada atención a la etiqueta alemana, como tampoco hacían sus soldados, y usaba una bufanda amarilla y se le solía ver fumando. Gracias a la devoción que inspiraba a sus hombres, éstos estaban dispuesto a hacer todo tipo de sacrificios por él, lo que le permitía poder tener la confianza de que obedecerían sus órdenes.
Era un firme partidario de la Alemania Nazi. Creía que una alianza de España con Berlín permitiría convertir de nuevo a España en una gran potencia.
Los alemanes pronto aprendieron a confiar en él, y disfrutó del favor que Hitler, que esperaba que Muñoz Grandes reemplazaría a Franco como jefe de gobierno. Tras la guerra ocupó diversas posiciones de importancia tanto militares como políticas.
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