Ilusiones de invencibilidad.

La guerra en el Pacífico

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Herman Hoth
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Ilusiones de invencibilidad.

Mensaje por Herman Hoth » Jue Oct 25, 2007 10:22 am

Durante la campaña del Pacífico en 1942, los japoneses tuvieron varios fallos criticos, que se podrian resumir en la propia complejidad de sus planes, dificiles de llevar a cabo, aun con todo a favor, un inadecuado trabajo de Estado mayor, reconocimiento e informacion, asi como el fallo de un genio, Yamamoto, al no concentrar sus fuerzas y la inflexibilidad de Nagumo al usarlas en una crisis.
Vamos poco a poco.

5 meses después de la jugada, con un éxito a medias, de Peral Harbor, el almirante Yamamoto todavía estaba planificando la victoria naval que habría de asegurar la supervivencia de su país en la guerra que debía salvar el honor nacional. El hundimiento de dos acorazados británicos en aguas de Malasia en diciembre de 1941 por la acción de aviones, (el resultado de que operaran sin protección aérea), la invasión de las Filipinas, las Indias Holandesas y Birmania, el aplastamiento del poder naval aliado en el mar de Java y el océano Indico y el establecimiento del perímetro exterior de defensa, que cubría todo el nuevo imperio japonés, (como preveía el plan de guerra original), no ofrecían ninguna garantía de seguridad, según el comandante en jefe naval.
En la primavera de 1942, con los portaviones americanos todavía navegando y la guerra en el oeste y en Rusia todavía no resuelta a favor de Alemania, la flota del Pacifico de Estados Unidos todavía tenia que ser inducida al enfrentamiento final. Al mismo tiempo, el ejército japonés consideraba esencial fortalecer el perímetro exterior de defensa mediante la expansión.

El hecho de que se planeara la puesta en marcha de dos grandes operaciones con un corto intervalo de tiempo entre ambas era una indicación de una moral japonesa alta, rayando en un exceso de confianza parecido al que había impulsado a los alemanes a invadir Rusia después de la conquista de Europa Occidental. Sin embargo, en comparación con la situación de 1941 en el Oeste, la del Esta era menos favorable para el depredador. La captura de yacimientos petrolíferos todavía no se había aprovechado para obtener de ellos cantidades significativas. La posesión de un imperio tan vasto exigía un gasto excesivo de combustible frente a un oponente sin derrotar, que el 18 de abril había tenido la audacia de bombardear Tokio (más bien con poca efectividad) con aviones transportados en portaviones. De este ataque partió el fatídico Plan MO para expandir el perímetro defensivo meridional. Sin saberlo los japoneses, casi todos los planes operacionales que tramaron y enviaron por mensajes radiofónicos codificados con su sofisticada maquina Tipo 97 (equivalente a la Enigma de Alemania, aunque no igual) eran leídos por la organización americana Magic y por Ultra (con la asistencia de maquinas Bombe). Esto se debía en gran medida a un grave descuido en la seguridad por parte de los japoneses, cuando persistieron en comprometer el Tipo 97 trasmitiendo al mismo tiempo el similar Tipo 91, cuyo código ya había sido descifrado por los americanos. Además, aunque los buques de guerra y los aviones japoneses y sus excelentes torpedos Long Lance daban a sus hombres, muy bien entrenados, una clara e inesperada superioridad inicial sobre los americanos y los británicos (que, por su tradicional falta de respeto por los orientales, habían tenido demasiados prejuicios y, en consecuencia, antes de la guerra se habían sentido inclinados a ignorar o subestimar la tecnología y el talento japoneses), carecían de un instrumento vital en la guerra moderna: el radar. Solo escasa información sobre el se había filtrado de Europa y Estados Unidos a través de los velos del secreto, sin que hubiera habido ninguna ayuda del aliado alemán. Las investigaciones de los científicos y técnicos japoneses tenían poca relación con las esenciales áreas de detección y medición de distancias. Según el concepto moderno, los japoneses eran medio ciegos y dependían de la ayuda de instrumentos ópticos anticuados y, de noche, de bengalas y reflectores.

El plan MO, que tenía como fin la toma de Port Moresby en Nueva Guinea, exigía la diversión de una importante fuerza de portaviones del plan AL, un ataque contra las islas Aleutianas, y del plan MI, un avance en el Pacifico central vía la isla de Midway. Yamamoto concedía la mayor importancia al plan MI, pues estaba destinado a atraer al combate la flota del Pacifico americana, lo que no pretendía el plan MO.
Los errores de planificación cometidos por Yamamoto fueron el resultado del exceso de confianza y de la información inadecuada. En la creencia de que la fuerza de portaviones americana estaba en algún lugar hacia el norte, de regreso del ataque a Tokio, y sin ningún dato que indicara que una parte de ella pudiera estar en el Pacifico sudoccidental, solo destino dos portaviones pesados y uno ligero al apoyo de la escuadra de invasión de Port Moresby y procedió a dividir sus fuerzas en no menos de siete grupos.
No hubiera hecho esto de haber sabido que en Hawai el Almirante Chester Nimitz, comandante en jefe de la flota del pacifico, tenia delante de el, el 24 de abril, pruebas fehacientes de MO, así como las indicaciones de que el desembarco tendría lugar el 10 de mayo. En consecuencia, Nimitz pudo preparar una bienvenida a los japoneses disponiendo que la fuerza especial 17 (Almirante Frank Fletcher) se concentrara al este del mar del coral con tiempo suficiente para dar un golpe por sorpresa contra los tres portaviones japoneses, una maniobra que podría haber tenido excelentes resultados si Fletcher hubiera mantenido en secreto la presencia de sus fuerzas. Pero los frutos de los servicios de información son la medida de la fe de sus usuarios en su credibilidad, y en el mar del coral los usuarios americanos tenían tendencia a distraerse con informes sobre lo que eran operaciones subsidiarias o de distracción.

El desarrollo de la batalla es un catalogo de equivocaciones tácticas, empezando por la ausencia de los dos portaviones del Almirante William Halsey, que no pudieron regresar de la incursión contra Tokio, reabastecerse en Hawai y llegar al mar del coral con tiempo para participar en el combate.
Luego, la prematura revelación de la presencia de de os portaviones americanos a los japoneses bajo el mando del Almirante Intuye, en Rabaul, por el empleo de aviones del Yorktwon contra un pequeño desembarco japonés en la isla de Tulagi y los posteriores esfuerzos de ambos bandos por localizarse mutuamente y lograr dar el primer golpe.
Que el Almirante Takagi prefiriera, por alguna oscura razón, usar solo el limitado numero de hidroaviones que transportaban sus acorazados y cruceros, en vez de la gran cantidad de aviones de sus dos portaviones pesados, y que Nimitz estuviera estorbado por la estricta norma que le prohibía enviar aviones de reconocimiento a la zona de operaciones del General Mc Arthur (quien carecía de suficientes aparatos para cubrir su sector de la zona de guerra) son solo dos de las razones por las que el contacto, cuando se produjo, fue memorable por una serie de sorpresas y de juicios apresurados y erróneos.
Los errores cometidos por individuos en el ardor del combate lejos de la observación (visual o por radar) de sus comandantes, tuvieron repercusiones calamitosas. Un piloto japonés que el 7 de mayo informo de un petrolero americano y su destructor de escolta como un portaviones y un crucero, llevo a una serie de ataques que no solo fueron fatales para los objetivos afectados, sino que despistaron por completo a Inouye y Takagi, quienes de momento concluyeron que habían encontrado la principal fuerza enemiga y por ello podían continuar con MO sin ningún temor.

De forma parecida, el informe de un piloto americano de dos cruceros enemigos y dos destructores, que fue decodificado erróneamente como dos portaviones y cuatro cruceros pesados, hizo que el portaviones ligero Shoho recibiera la plena y fatal atención de las fuerzas de ataque combinadas de los portaviones de Fletcher en tiempo claro.
En cambio, una duda de por parte de Takagi en empeñar su fuerza de ataque contra los dos portaviones americanos (que al fin habían sido localizados correctamente), hizo que sus cansados pilotos fueran enviados con tiempo brumoso, a ultimas horas del día y sin localizar sus objetivos. Fue un desastroso encuentro de cazas completado al atardecer con pérdidas ulteriores por amerizajes debidos a la escasez de combustible.
En aquel desastre la suerte tuvo su papel, pero no hay que dejar de lado la ineptitud de Takagi.
Cuando las dos fuerzas de portaviones pesados se encontraron el día 8, el resultado simplemente subrayo la superioridad del entrenamiento, mando y procedimiento de control de los aviadores japoneses. Los aviadores americanos, aunque consiguieron infligir graves daños con bombas al portaviones Shokaku, malgastaron tiempo coordinando sus ataques (lo que permitió que los japoneses lanzaran cazas) y no consiguieron impactos con torpedos, porque atacaron desde fuera de su alcance. Pero los japoneses actuaron como un equipo muy experto y consiguieron impactos de bombas y torpedos que al final hundieron al portaviones Lexington y causaron graves daños al Yorktwon. Desde el punto de vista de portaviones hundidos, una victoria completa si Inouye, en Rabaul, no hubiera pospuesto MO, incluso a pesar de creer (equivocadamente) que los dos portaviones enemigos habían sido hundidos, y si Takagi, a pesar de las elevadas bajas de aviones, hubiera mandado los pocos que quedaban en el portaviones Zuikaku para rematar al Yorktwon. La orden de Yamamoto a Inouye y Takagi de continuar la acción y destruir todas las fuerzas enemigas llegó demasiado tarde para su cumplimiento. Un espíritu poco entusiasta, similar al de Nagumo en Peral Harbor, predomino sobre el ejemplo de determinación del Almirante Togo en Tsushima. De esta forma el plan MI de Yamamoto se vio privado del Shokaku, que necesitaba importantes reparaciones, y del Zuikaku, que había quedado inútil para cinco semanas por as perdidas de aviones y tripulantes.

Muchos de los errores cometidos durante MO eran el resultado de la inexperiencia en la táctica y las técnicas de una forma de combate naval totalmente nueva, en la que los principales combatientes se encontraban a una distancia de decenas, sino de centenares de kilómetros. Sólo la practica enseñaría a los Almirantes y a sus jefes de escuadra cómo hacer mejor uso de su equipo, aunque las oportunidades de que los japoneses se beneficiaran plenamente de ello se vieron reducidas por la afirmación de sus pilotos de que habían hundido dos portaviones americanos en el mar del Coral.
De haber sido así, cuatro portaviones pesados (en vez de seis)y dos ligeros encabezando la formación de los siete acorazados de la flota habrían sido suficientes para lanzar MI contra Midway, dado el conocimiento “cierto” de que los americanos carecían de acorazados y de que sólo tenían a su disposición dos portaviones, de los que se suponía (sin buenas razones) que estaban en el pacifico sur. A los japoneses nunca se les ocurrió que Halsey hubiera regresado a Hawai o que el averiado Yorktwon también se hubiera refugiado allí; éste, gracias a los prodigiosos esfuerzos de sus 1400 hombres, fue remendado para el combate en tres días. Pero ni los submarinos de patrulla ni los agentes japoneses de Hawai detectaron estos hechos ni avisaron de ellos a sus mandos.
Continuara.............

Fuente: Errores militares de la SGM. Kenneth Macksey. Salvat 2001
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Mensaje por Herman Hoth » Dom Oct 28, 2007 1:10 am

La flota combinada japonesa que se puso en camino en cuatro grandes grupos a finales de mayo para ejecutar las operaciones MI y AL había perdido el filo cortante que había distinguido a la que había atacado en diciembre de 1941. Después de seis meses de operar casi sin interrupciones, los hombres necesitaban descanso y un nuevo entrenamiento, y las naves y los aparatos requerían un repaso a fondo. En el ápice del árbol de mando se empollaban divisiones de opinión y de lealtades poco saludables en medio de un peligroso exceso de confianza que rayaba en el engreimiento. Yamamoto no había conseguido convencer ni a sus colaboradores mas próximos de la solidez o factibilidad de MI-AL. Había quienes decían que, incluso si la fuerza de portaviones americanos era destruida, la conquista de Midway exigiría una extensión excesiva de los recursos japoneses para su defensa y, por ello, seria contraproducente. Y se dice que el Almirante Nagumo, que consideraba que los americanos tenían poco espíritu de combate, se negó a criticar los defectos del plan ante el comandante en jefe porque sabia que Yamamoto lo culpaba de la anulación del tercer ataque a Peral Harbor, “si me opusiera a Midway en esta ocasión es casi seguro que seria calificado de cobarde, por lo cual iré a hacerme matar a Midway para darle una lección”.

Varios de los hombres clave en la fuerza de ataque aérea estaban enfermos y no pudieron cumplir debidamente con su obligación, y algunos ni siquiera estaban en condiciones de volar. En momentos cruciales Yamamoto sufrió problemas de estomago, que al final le fueron diagnosticados como causados por lombrices. La debilidad física provocada por la tensión deterioro la claridad mental y la convicción. Se elaboraron planes complejos sin acceso a una información fidedigna sobre el enemigo. Los submarinos, que habrían podido descubrir la posición verdadera de los portaviones americanos llegaron a sus posiciones 24 horas tarde y así no acertaron a avistar los tres únicos triunfos en la mano de Nimitz, sus tres portaviones cuando zarparon de Hawai para una cita precisa con el enemigo, cuyos planes habían quedado al descubierto gracias al SIGINT.
Era cierto que Yamamoto estaba haciendo una apuesta sin seguridad, aunque no carecía de cierta lógica si se acepta que una victoria decisiva sobre la fuerza de portaviones americana, que se había escapado en diciembre, contrarrestaría la de otra manera inevitable destrucción de su país debida a su codicia inicial. Pues si resultaban destruidos los portaviones americanos , los dividendos del golpe no tendrían limites. Todas la instalaciones navales aliadas, desde Australia hasta la costa occidental de Estados Unidos, pasando por Hawai, quedarían expuestas a los ataques de los japoneses.
Una planificación descuidada, un trabajo defectuoso de los estados mayores y un porcentaje inusualmente alto de equivocaciones cometidas por los escalones inferiores del mando atormentaron a los japoneses desde el principio hasta el fin. En cambio, el alto mando americano, que disponía de una información excelente, cometió pocas equivocaciones de importancia fundamental, (ventajas de jugar con las cartas marcadas).
Nagumo no fue informado de que se había anulado el reconocimiento de Pearl Harbor con hidroaviones de largo alcance. En consecuencia, opero hasta el fin en un mundo de ilusiones de seguridad, una seguridad puesta en peligro por los defectos del plan de Yamamoto.
Pues fue principalmente el comandante en jefe, por su despliegue y distribución de fuerzas, quien situó la fuerza de ataque de Nagumo en una situación en desventaja. Debido a la distancia de 350 millas que separaba la flota combinada de la escuadra de Nagumo no se podía prestar ninguna clase de apoyo inmediato a los portaviones, los dos acorazados y su escolta de tres cruceros. Además, cuando encomendó a Nagumo el papel de vanguardia con la misión de bombardear Midway el 4 de junio, Yamamoto le denegó el máximo apoyo aéreo posible, al destinar dos portaviones ligeros a AL y mantener un tercero en la fuerza de apoyo de MI.

Pero todo ello fracaso por la presunción básica y completamente infundada de la ausencia de una fuerza de portaviones americanos. Para empezar, había el extraño cabo suelto de una contradicción. Si los portaviones enemigos estaban lejos, en alguna parte, ¿Cuándo y como tendrá lugar la tan deseada “batalla decisiva”? Comoquiera que fuese, Nagumo por presunciones erróneas y a la ligera, sólo ordeno un reconocimiento aéreo somero hacia delante por un escaso numero de hidroaviones de los tres cruceros, mientras él se concentraba en el ataque contra Midway. En aquel momento sólo era consciente de que su fuerza había sido descubierta por aviones basados en Midway y por submarinos. Pronto, creía, sus bombarderos y cazas habrían arrollado a los defensores de la isla y causado un daño inmenso, mientras las defensas de sus portaviones habían despachado con rapidez a los bombarderos de Midway. Sin embargo, a las 07:00 horas, el teniente de navío Tomonaga Joichi, comandante de la fuerza de bombardeo, demasiado impresionado por el fuego antiaéreo, radio que se necesitaría un segundo ataque.
En los treinta minutos siguientes se decidió el destino de Nagumo, de la guerra del Pacifico y de la nación japonesa, mediante una extraña mezcla de suerte e incompetencia japonesa. Mientras Nagumo meditaba con el capitán de fragata Genda Minoru, su oficial de Estado Mayor Aéreo, hombre muy experimentado pero aquejado de fiebre, sobre los pros y los contras de un segundo ataque, los Almirantes Fletcher y Spruance estaban supervisando el lanzamiento de una fuerza de ataque de cazas, bombarderos en picado y aviones torpederos contra los portaviones de Nagumo, cuya localización había sido determinada con exactitud por el reconocimiento. Si el experimentado capitán de fragata Fuchida Mitsuo se hubiera sentido suficientemente bien para mandar los bombarderos japoneses sobre Midway, en vez del menos avezado Tomonaga, se habría sentido satisfecho con el primer ataque. Pero Genda y Nagumo, con el ataque aéreo desde Midway en marcha a las 07:10 horas, fueron incapaces de rechazar un segundo golpe, estando como estaban obsesionados por la irresolución de Pearl Harbor. Ello significaba bajar los aviones alineados sobre el puente para retirar sus torpedos e instalar bombas ordinarias, un laborioso proceso que exigía mucho tiempo y que empezó a las 07:15 horas.

Pero era una decisión suficientemente segura dada la ausencia de informes de sus aviones de reconocimiento acerca de fuerzas de superficie enemigas. Sin embargo, si la hubiera retrasado 15 minutos la historia podría haber cambiado. Prevaleció la máxima “orden-contraorden trae desorden”, con lo peor todavía por llegar.
El reconocimiento mínimo con hidroaviones se había reducido mas con el mal tiempo y los problemas del motor de un avión. Fue mucho mas importante que los aparatos del crucero Tone se retrasaron 30 minutos por un desperfecto de la catapulta y que sus zonas de búsqueda fueran aquellas en que se encontraban los portaviones americanos. Resulta que si Amari Hirosi, el piloto del Tone 4, hubiera calculado correctamente su rumbo no habría avistado los buques enemigos y Nagumo habría seguido en una bendita ignorancia de lo que se preparaba, lo que quizá le habría evitado su siguiente error fatal. Porque, cuando a las 07:28 se recibió por radio el informe de Amari de “10 barcos, probablemente enemigos distancia 240 millas” y a las 07:45 su confirmación, aunque todavía sin mencionar los portaviones, Nagumo supuso correctamente que entre ellos los habría y cambio de idea otra vez. “Sacar las bombas y volver a poner los torpedos” fue la orden que lanzo, al ya cansado personal encargado de los aviones y armamento, a una confusión total, que lleno los hangares de bombas, pues no había tiempo de enviarlas abajo, a la seguridad de las santabárbaras. Pero a las 08:20 parecía que había valido la pena cuando el Tone 4 informo sobre lo que parecía un portaviones. No se sabe por que había necesitado casi una hora para verificarlo.
La primera fuerza de ataque contra Midway había de llegar al cabo de 20 minutos, tenía poco combustible, había recibido daños y necesitaba aterrizar. Enfrentado de repente al dilema de poner en peligro los aviones que regresaban o dar prioridad al ataque contra los portaviones, Nagumo decidió que aterrizaran los aviones que regresaban de Midway para prepararlos tan pronto fuera posible para un segundo ataque contra la isla. Esto significaba retrasar alrededor de una hora la fuerza de aviones torpederos antiportaviones, pero le pareció un riesgo aceptable incluso si ello significaba abandonar el principio de dar el primer golpe contra los portaviones enemigos.

El caos encima de los puentes y bajo ellos alcanzo sus cimas mas elevadas cuando la segunda fuerza de ataque era bajada antes de que los bombarderos torpederos fueran enviados al puente. Sin embargo, les faltaba muy poco para el lanzamiento, unos 10 minutos, cuando llegaron los aviones torpederos americanos. La táctica preferida de los americanos, una escolta de cazas que cubría a los bombarderos en picado que atacaban al mismo tiempo que los torpederos, se había desorganizado. Los cazas y los bombarderos en picado no habían conseguido efectuar su enlace y, por fallos en las comunicaciones y en la iniciativa de los jefes de los escuadrones, los cazas volaban en circulo a 6000 metros de altura mientras los bombarderos torpederos atacaban en glorioso aislamiento (quedaron hechos pedazos sin acertar un solo impacto). Al parecer, todo lo que consiguieron fue un nuevo retraso en el lanzamiento de la fuerza de ataque antiportaviones japonesa, debido a la necesidad de los portaviones de emprender acciones evasivas. Por lo menos dislocaron la formación defensiva japonesa y distrajeron la atención de los controladores de la defensa aérea, lo que animo a los cazas y los artilleros antiaéreos a descuidar el reconocimiento de los niveles altos mientras se libraba el combate al nivel del mar. En ese momento de desorientación y confusión generales, los bombarderos en picado tuvieron la fortuna de encontrar sus objetivos y se lanzaron a un ataque casi sin oposición.
Solo fueron necesarios nueve impactos de bombas para alterar el equilibrio naval en el Pacifico y para que Japón perdiera la guerra. Su explosión en medio de un revoltijo de aviones, bombas y torpedos sueltos, y de mangueras de combustible abiertas por encima y por debajo de las cubiertas de vuelo no blindadas en los cuatro portaviones japoneses causo los incendios fatales. El único consuelo de Yamamoto fue la noticia de que aviones del portaviones Hiryu habían dañado el Yorktwon el día 4, antes de que aquel hubiera sido hundido por repetidos ataques aéreos americanos el día 5, y que el submarino I 168 había rematado al Yorktwon el 7. Aparte de esto, tuvo que mostrarse firme ante miembros de su Estado Mayor que, ansiosos de salvar el honor, le aconsejaban la continuación del ataque contra Midway con los acorazados. “Disparar los cañones contra una isla se considera como la mas entupida de todas las tácticas navales”, dijo al rechazar la propuesta, dándose cuenta de que sus buques, al carecer de cobertura aérea, serian arrollados por los ataques aéreos enemigos.

Muy a menudo hay equivocaciones absurdas y esta de Yamamoto no fue una excepción. El bombardeo por acorazados y buques de guerra menores ya había demostrado repetidas veces ser un medio de apoyo a los desembarcos por fuego sostenido mas potente y mas exacto que el bombardeo aéreo. El punto fundamental del desastre se encontraba en el error básico inicial de Yamamoto de dispersar sus fuerzas. Si hubiera mantenido unida la Flota combinada, Nagumo no hubiera tenido la necesidad de enfrentarse a un dilema, desgarrado entre los deseos conflictivos de bombardear Midway, atacar a los portaviones enemigos y proteger los propios. Los buques de guerra, protegidos por la aviación de los portaviones, habrían podrían haberse concentrado en el apoyo del desembarco mientras los bombarderos buscaban los portaviones enemigos. No era simplemente, como se ha dicho, que la suerte de jugador de Yamamoto se estaba acabando. Se equivoco en la doctrina básica y permitió que le inspirara un plan defectuoso.
La victoria de Yamamoto y Nagumo en Midway les hubiera asegurado la posibilidad de dificultar la vida de los aliados durante otro año por lo menos. La destrucción de sus portaviones, a la que se añadían las perdidas en el mar del Coral, les arrebato la iniciativa y rompió el eje de la seguridad de su país. Habiendo perdido la potente fuerza de portaviones con sus incomparables aviadores, irremplazables en la practica, la defensa del nuevo perímetro exterior del imperio mediante la intervención de una reserva central invencible quedaba minada y, lo que es peor, el enemigo cobro nuevos ánimos. Los aliados se vieron muy estimulados para atacar y para lanzar en agosto una contraofensiva de prueba ( tan de prueba por sus riesgos que algunos del bando aliado la llamaron Operación Shoestrin, “calderilla”), destinada a apoderarse de la isla de Guadalcanal como primer paso del camino de regreso a las Filipinas y de la ruta hacia Tokio.
Sin ninguna duda, incluso después de tomar en consideración las consecuencias de la casualidad y la suerte, Nagumo y Genda, conjuntamente, fueron quienes perdieron la batalla de Midway para Japón. Sus contraordenes, a cambio de ventajas dudosas, impidieron que la fuerza de ataque contra los portaviones fuera lanzada en una misión que, en cualquier momento, exigía prioridad sobre cualquier otra. Nagumo, por la inflexibilidad mental de ceñirse con rigidez al plan original, había dado una importancia mayor a una isla insumergible que a lo mucho mas vulnerables y poderosos portaviones enemigos. Fue como si sus reserva naturales acerca de los portaviones hubieran dictado su decisión, pues era muy improbable que como comandante de una formación de acorazados les hubiera negado de forma parecida el uso en combate de su principal armamento.

Fuera como fuese, Midway habría podido esperar y seguir madura para la cosecha; simplemente los portaviones enemigos debían ser puestos fuera de combate, incluso si entre tanto uno o dos de los portaviones de Nagumo eran hundidos o averiados. Sólo con el retraso del ataque se arriesgaba a la aniquilación. POR LO TANTO ESCOGIO LA UNICA DECISION EQUIVOCADA POSIBLE.

Un saludo.
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Re: Ilusiones de invencibilidad.

Mensaje por Akeno » Jue Ene 10, 2008 6:44 pm

Kenneth Macksey escribió:Que el Almirante Takagi prefiriera, por alguna oscura razón, usar solo el limitado numero de hidroaviones que transportaban sus acorazados y cruceros, en vez de la gran cantidad de aviones de sus dos portaviones pesados...
Lo primero es agradecer a Hermann su esfuerzo por postear. Lo segundo... vamos a meter un poco de cizañën, como diría el bueno de Capi :wink:

Lo primero es mi absoluta perplejidad ante la duda que asalta al autor del libro, el Sr. Macksey. Un autor que pretende "iluminarnos" ante los errores japoneses cometidos en el Mar del Coral y Midway, no puede desconocer por qué los japoneses usaban los hidros embarcados en sus cruceros en lugar de destinar a parte de sus aviones de ataque embarcados en los portaaviones en tareas de reconocimiento.

Desde sus inicios, uno de las razones de la existencia de la aviación naval era el deseo de aumentar significativamente la capacidad de reconocimiento de la flota.

Durante la PGM, hidroaviones embarcados en buques de guerra fueron usados en numerosas misiones de reconocimiento aéreo y, después de la guerra, vuelos de reconocimiento aéreo de larga distancia desde Okinawa y Korea ratificaron el punto de calidad que el reconocimiento aéreo daba a las operaciones de una flota de combate. El primer portaaviones japonés, el Hosho, se construyó con la mente puesta para que sirviera de plataforma ideal para reconocimiento aéreo de la flota.

La importancia del reconocimiento aéreo aumentó con el auge de la aviación naval embarcada en portaaviones. En particular, la doctrina de "atacar los primeros" a los portaaviones enemigos influyó negativamente en la importancia del reconocimiento. Los estrategas navales japoneses, priorizando al máximo las acciones ofensivas, minimizaron el papel del reconocimiento aéreo efectuado por aviones embarcados en los portaaviones, maximizando el papel de los aviones de ataque embarcados.

A diferencia de los norteamericanos antes de la guerra del Pacífico, la Armada japonesa prefirió no usar aviones embarcados en los portaaviones en tareas de reconocimiento, permitiendo así embarcar más aviones de ataque, dejando el papel de reconocimiento a los hidroaviones embarcados en los cruceros y en las hidrocanoas con base en tierra.

Aunque la Marina japonesa desarrolló varios aparatos que cumplían a la perfección la tarea de reconocimiento aéreo para la flota ("Jakes" y "Daves"), en verdad estaban sujetos a serias limitaciones en sus operaciones. Los hidroaviones, lanzados mediante catapultas, eran susceptibles de sufrir daños debido al viento y la corrosión, y la recogida de los aparatos usando las plumas instaladas en los buques, era harto difícil con mala mar. Las hidrocanoas con base en tierra ("Mavis" y "Emilys"), especializadas en reconocimiento aéreo de largo alcance, necesitaban el mar en calma a la hora de iniciar sus despegues y amerizajes. Por otra parte, la baja prioridad dada al reconocimiento aéreo de la flota en beneficio a la capacidad de ataque de los portaaviones influyó negativamente en el entrenamiento de las tripulaciones aéreas dedicadas a misiones de reconocimiento aéreo.

"Misterio" resuelto, señor Macksey.

Ahhhh, señor Macksey, quien comandaba la agrupación del Shokaku y Zuikaku no era Takagi, era el contraalmirante Chuichi Hara. Y además, esa agrupación no llevaba acorazados, como se dice en el libro. Ningún acorazado o crucero de batalla japonés participó en la operación "MO".

Saludos cordiales

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Mensaje por Akeno » Jue Ene 10, 2008 9:32 pm

Keneth Macksey escribió:La primera fuerza de ataque contra Midway había de llegar al cabo de 20 minutos, tenía poco combustible, había recibido daños y necesitaba aterrizar. Enfrentado de repente al dilema de poner en peligro los aviones que regresaban o dar prioridad al ataque contra los portaviones, Nagumo decidió que aterrizaran los aviones que regresaban de Midway para prepararlos tan pronto fuera posible para un segundo ataque contra la isla.
Este libro tiene más fallos que una escopeta de feria :evil:

¿Está diciendo Macksey que cuando se recogen los aviones de Tomonaga, Nagumo pensaba enviarlos de nuevo a atacar Midway? ¿conociendo ya la presencia de un portaaviones enemigo?

Vamos, anda ya...

Me vuelvo loco. 8)

Saludos

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Mensaje por Akeno » Dom Ene 13, 2008 4:14 pm

Macksey escribió:Nagumo, por la inflexibilidad mental de ceñirse con rigidez al plan original, había dado una importancia mayor a una isla insumergible que a lo mucho mas vulnerables y poderosos portaviones enemigos.
Mentira!

Voy a dejar de meter cizañën. No vale la pena :roll:

Saludos



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Mensaje por Herman Hoth » Dom Ene 13, 2008 11:49 pm

Por lo que veo querido amigo, el libro no te ha gustado mucho. ¿Realmente es tan malo o inexacto? Igual hice una mala compra, pero tenia buena pinta cuando lo vi.
Un saludo.
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Mensaje por Akeno » Lun Ene 14, 2008 1:03 am

Herman Hoth escribió:Por lo que veo querido amigo, el libro no te ha gustado mucho. ¿Realmente es tan malo o inexacto? Igual hice una mala compra, pero tenia buena pinta cuando lo vi.
Un saludo.
Hola amigo Hermann.

No tengo el libro y solamente puedo opinar del texto que amablemente has escrito.

Con respecto a la batalla de Midway, conocerás que se han escrito ríos de tinta sobre la "desafortunadas" decisiones de Nagumo. Es un tema muy delicado que hay que tratar con cuidado.

Lo que ha escrito el Sr. Mackey sobre la batalla de Midway es más de lo mismo. No dice nada que no conozcamos y que haya salido en numerosos libros o enciclopedias.

El que Macksey diga que Nagumo ordenó bajar al hangar los aviones que estaban sobre la cubierta de vuelo, me da la indicación que desconoce completamente la doctrina japonesa que consistía en mantener las oleadas de ataque preparadas y listas en los hangares, no en las cubiertas de vuelo. El que Macksey desconozca el por qué se usaban los hidros de los cruceros para las tareas de reconocimíento aéreo es otra señal negativa.

El que Macksey se atreva a afirmar que Nagumo, cuando ya conocía la presencia de un portaaviones de la US Navy en los alrededores, aún pretendía enviar otra oleada de ataque a Midway me da a entender que este hombre no tiene ni idea de lo que está hablando. Sí, ya sé, soy muy exagerado :wink:

Estos libros han de tomarse como lo que son. Una lectura amena con algunos fallos "sin importancia" que no suelen afectar en gran medida al resultao final pero que yo no escogería como fuente de referencia. El libro seguro que se leerá muy bien y al final te puedes quedar con un buen sabor de boca, pero si quieres encontrarle fallos, los encuentras. Ahora falta saber cual es nuestro nivel de exigencia.

¿Sabes lo malo de todo esto? Que en castellano, en mi opinión, no existe ningún libro publicado sobre la guerra del Pacífico que pueda servir como fuente de referencia. Ni a nivel general, ni mucho menos, de alguna batalla en concreto. Una lástima para todos nosotros que nos gusta este teatro de operaciones.

Mi ventaja es, ni más ni menos, que tengo el libro Shattered Sword y he podido aprender innumerables aspectos sobre la batalla que desconocía o sobre los cuales tenía una idea equivocada. Si llegan a traducir este libro al castellano sería la repera. El libro rezuma calidad en todas sus hojas y el nivel de detalle es increíble. No tiene desperdicio.

Un abrazo Hermann.

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minoru genda
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Mensaje por minoru genda » Lun Ene 14, 2008 12:53 pm

Hermann no te hagas mala sangre que peor es lo mío.
En su día me gaste 16 euros en una revista que prometía y la decepción fue enorme al comprobar que tenía casi más errores que palabras no obstante pude y aún puedo aprovecharla, porque hay que ver las cosas desde el lado positivo, un libro con errores te ayuda a aprender o si ya sabes te ayuda a conocer y saber más.
Los errores en los libros agudizan los sentidos y nos empujan al estudio.
No dejan de ser una (con perdón) putada porque si estás aprendiendo y los citas te dejan a veces en evidencia, pero con el tiempo vas sabiendo más y precisamente los libros que contienen errores hacen que analices mejor su contenido antes de postear sobre un tema.
Incluso si sabes, en algún momento te cagarás en los editores por sacar una cagada de libro. Nunca te fies de las apariencias y contrasta la info que tengas o que te den :wink:
Una cosa que siempre debes tener en cuenta es que raro será que en un libro o revista no haya más de un error, los verdaderamente fiables son aquellos que en sucesivas revisiones o incluso en el mismo libro dan una fe de erratas al final.
Por tanto no te aflijas por ver que tienes un libro con errores y sácale partido estudiándo donde y porque hay errores :wink:
Mi conclusión es que:
En la vida no debemos olvidarnos de nuestros fallos ni de los de otros y debemos aprovecharlos para sacar conclusiones positivas que nos ayuden a todos, evitando reproches a quien se equivoca y comentando esas equivocaciones, porque todos sin excepción nos equivocamos alguna vez
No hay ningún viento favorable para quien no sabe a que puerto se dirige.
Schopenhauer
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Mensaje por Herman Hoth » Lun Ene 14, 2008 4:17 pm

Gracias compañeros, el libro en cuestion es de la editorial Salvat, dentro de la coleccion "Guerras y conflictos", en 2001, la edicion original de 1998, de Cassell Military Classics, y en la bibliografia que adjunta como base señala unos titulos bastante interesantes. En la reseña, indica que es el autor, de 45 libros sobre la SGM, entre otros: Rommel, The Hitler options o Why the germans loose at war.
¡¡¡como sean todos iguales!!!

Un saludo.
"Nadie se queda atras, todos volvemos a casa".
"El tanque del comandante al frente, como guía a seguir".
"El dolor es temporal. El orgullo dura toda la vida."
"Cuando golpeas al enemigo lo haces con el puño, y no con los dedos".
¡Por España! ¡Desperta ferro!
es mi lema, triunfar o morir.!
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Mensaje por José Luis » Lun Ene 14, 2008 4:37 pm

¡Hola a todos!

Estimado Hoth,

Consuélate, si te vale, con saber que a Kenneth Macksey y su biografía sobre Guderian se debe fundamentalmente el hecho de que sea tan generalizada como falsa la idea que se tiene hoy día de Guderian. Aunque también le acompaña en esta creación de mitologías el afamado Basil Liddell Hart, tanto por su edición de Panzer Leader como por la infumable, por parcial e inexacta, The Other Side of the Hill (sobre los generales alemanes), y su famosa pero desfasada historia de la IIGM.

Saludos cordiales
José Luis
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Mensaje por Akeno » Lun Ene 14, 2008 6:02 pm

minoru genda escribió:Los errores en los libros agudizan los sentidos y nos empujan al estudio.
Así es querido Minoru.

Saludos cordiales

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