http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 82,00.html
Entrevistador: Sra. Eichengreen, en 1941, junto con su madre y su hermana, fue deportada y llevada al gueto de Lodz. ¿Que le ocurrió a usted y a su familia allí?
Eichengreen: Mi madre murió de hambre. Murió el 13 de julio de 1942. Mi hermana Karin y yo cavamos su tumba con nuestras propias manos y la enterramos.
Entrevistador: ¿Qué le ocurrió a su hermana?
Eichengreen: Durante el llamado programa de reasentamiento, fue llevada a Chelmno y asesinada. Yo no supe esto hasta el final de la guerra. De acuerdo con las reglas de la administración de los guetos, los niños de 12 años no eran entonces suficientemente mayores para el reasentamiento. Pero luego los alemanes decidieron que todo el proceso estaba yendo demasiado lentamente, así que vinieron al gueto y tomaron a la gente que quisieron. Esto fue tres meses después de la muerte de mi madre.
Entrevistador: ¿Viste como se la llevaban?
Eichengreen: Sí. Ella permanecía en el camión y estuvo mirándome hasta que el camión se perdió de vista. Yo fui la última persona que tuvo en su vida.
Entrevistador: En el verano de 1944 el gueto de Lodz fue liquidado. ¿Qué le ocurrió a usted?
Eichengreen: Era agosto de 1944. Fuimos llevados a Auschwitz, a Birkenau.
Entrevistador: ¿Tenía alguna idea de qué esperar?
Eichengreen: No. Al principio no sabíamos nada. Palabras como "cámara de gas" y "crematorio" incluso no existían. Aunque bastante pronto la gente comenzó a susurrarse esas palabras unos a otros. Nos preguntábamos un os a otros: "¿Qué es un crematorio? ¿Qué es una cámara de gas?". Después de unos días en Birkenau nos dimos cuenta que estaban matando gente. Gaseándolos e incinerándolos. Después de todo, podíamos olerlo y ver el humo.
Entrevistador: ¿Cuanto tiempo estuve en Auschwitz?
Eichengreen: Unas pocas semanas.
Entrevistador: ¿No lo sabe exactamente?
Eichengreen: No tenía reloj, o calendario, o diario. No tenía nada, en absoluto.
Entrevistador: Entonces, ¿simplemente esperó?
Eichengreen: Sí, Tres veces al día teníamos revista. Temprano por la mañana se nos daba un pequeño trozo de pan y si teníamos suerte podíamos tener un poco de sopa por la tarde. Había quinientas mujeres de nosotras en cada pequeña barraca.
Entrevistador: ¿Qué pasó después?
Eichengreen: un día fuimos llevadas a Hamburgo y puestas en el campo de trabajo Dassauer Ufer, un campo satélite del campo de concentración de Neuengamme. Dormíamos en el suelo de un almacén vacío y cada noche guardias de la SS nos llevaban a trabajar a los astilleros alemanes Blohm und Voss.
Entrevistador: ¿A retirar escombros?
Eichengreen: Sí. El trabajo era duro, porque era invierno –nevaba y llovía. Sólo teníamos ropa desgarrada u algo parecido a un fino abrigo. Llevaba una raya amarilla, que iba de arriba a abajo. Llevábamos las cabezas rapadas y hacia realmente frío. Todas acabamos con neumonía y tuberculosis, y seguíamos trabajando con las manos sangrando. Al final nos llevaron a todas a un gran campo de reunión, a Bergen Belsen, probablemente por que la guerra estaba llegando al final.
Entrevistador: ¿Y eso fue cuando el campo había sido prácticamente abandonado a su suerte, sólo unas semanas antes de la liberación?
Eichengreen: Sí. Había gran escasez de alimentos. Había quedado apenas ningún alimento. Los muertos yacían en por el suelo y había cuerpos en cada barraca.
Entrevistador: ¿Como afrontó algo como eso? Usted tenía sólo 20 años en ese momento.
Eichengreen: Lo adviertes, lo ves, lo hueles, y luego miras hacia otro sitio. Sabíamos que no era posible permanecer con vida por mucho tiempo en Bergen Belsen.
Entrevistador: ¿Cuando se dio cuenta por primera vez que la guerra estaba cerca de acabar?
Eichengreen: la primera señal fue que los guardias de la SS en Bergen Belsen empezaron a llevar un brazalete blanco. Pero no nos dimos cuenta hasta más tarde lo que esto significaba. Los habíamos visto ya llevar brazaletes negros de luto por alguien. ¿Pero por qué brazaletes blancos? Fue sólo cuando los tanques rodaron por la calle principal del campo, y los británicos salieron, cuando nos dimos cuenta de que se había acabado. Fuimos muy felices durante un minuto. Pero seguidamente vino el pensamiento: ¿Dónde está mi familia? ¿Dónde están las otras familias? Mi amiga había perdido a su padre y a su madre. Yo había perdido a mis padres, mi hermana, mi tío, mi tía. Todos. Luego todos preguntamos: "¿Cuándo podremos tener un poco de agua y algo para comer?".
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