Hitler sabía que un ataque japonés a los británicos en Malaya/Singapur y la amenaza japonesa contra la India afectarían gravemente a Gran Bretaña y trasladarían desde el Atlántico hasta el Pacífico la atención de los Estados Unidos.
Según sus previsiones, el ataque indudable a Vladivostok tendría también por objeto ayudar a Alemania a aplastar a Rusia y a hacer presión sobre Norteamérica para incitarla a mantenerse neutral. En realidad, el Japón tenía otras cosas en qué pensar. Se pregunta uno cómo Hitler no se dio cuenta, por lo menos con el tiempo. Los japoneses temían embarcarse en una aventura asiática contra los británicos y holandeses, y más todavía contra los rusos, antes de haber asegurado sus posiciones mediante la paralización de la flota norteamericana del Pacífico.
El que el Japón se hubiera reservado la prioridad para atacar a los Estados Unidos, el Führer tampoco lo había previsto. No es que él deseara el entendimiento entre Tokio y Washington, puesto que ello habría sido contrario al objetivo perseguido por la Triple, es decir, persuadir a Norteamérica de que se mantuviera apartada de las hostilidades.
Por una vez, Ribbentrop supo ofrecer una apreciación exacta de los puntos de vista del Führer respecto a este punto.
- "Hitler -declaró ante el tribunal de Nuremberg- temía que un entendimiento entre el Japón y los Estados Unidos dejara libres, por así decirlo, las espaldas de éstos y precipitara su entrada en guerra contra nosotros... Ciertos elementos del Gobierno japonés deseaban este entendimiento y el Führer se preocupaba por ello" (interrogatorio de Ribbentrop en Nuremberg, 10 de septiembre de 1945)
Esto ocurría en mayo de 1941. En julio, Hitler cambió de táctica; se esforzaba por convencer al Japón de que atacara a la Unión Soviética, mientras que Cordell Hull cortaba sus conversaciones con Nomura a causa de la ocupación nipona de la Indochina francesa. Las negociaciones se reanudaron, por lo demás, a mediados de agosto, cuando el Gobierno nipón propuso al Presidente Roosevelt una entrevista personal con el príncipe Konoye, Primer Ministro. Berlín manifestó su descontento por boca del infatigable embajador Ott. Se le contestó que el encuentro propuesto no podría servir más que a los fines perseguidos por la Triple, es decir, "prevenir la beligerancia de los Estados Unidos".
En el otoño, mientras proseguían las conversaciones Hull-Nomura, Berlín reanudó su táctica de la primavera e hizo advertir a Washington, via Tokio, que si Norteamérica reiteraba sus actos hostiles contra el Eje europeo, es decir, Alemania e Italia, éstas se verían obligadas a declararle la guerra, y el Japón, tercer signatario del tratado, se uniría a ellas. El requerimiento alemán, transmitido el 16 de octubre por Toyoda a Nomura e interceptado por la escucha norteamericana, recomendaba a los destinatarios que presentaran a Cordell Hull una versión suavizada. (Hull, memorias, p. 1034)
Aquel mismo día, 16 de octubre, el Gobierno Konoye fue derribado y reemplazado por un Gabinete militar a la cabeza del cual estaba el belicoso Hideki Tojo. Otro guerrero de la misma casta, el general Oshima, se apresuró a llevar la buena nueva a la Wilhelmstrasse. La subida de Tojo al poder, explicó, traería consigo el estrechamiento de la alianza germana-nipona y el cese de las conversaciones con Washington. ¿Qué consecuencias tendría? Oshima, intencionadamente o no, olvidó informar a sus interlocutores nazis. En verdad, Tojo se disponía a declarar la guerra a los Estados Unidos, a menos que las negociaciones en curso en Washington terminaran con la aceptación de las condiciones japonesas, es decir, neutralidad hacia Rusia y plena libertad de acción en el sudeste asiático.
Ni el Führer, ni Ribbentrop, su obstinado ministro, habían considerado este aspecto de la situación. No comprendían que el fracaso de las conversaciones Nomura-Hull iba a producir el mismo resultado que se esforzaban por retrasar desde hacía meses: la entrada de Norteamérica en el conflicto mundial.
Berlín abrió los ojos a la realidad. El 18 de noviembre, Ribbentrop, un poco sorprendido, había recibido de Tokio un proyecto de tratado por el cual las dos naciones se comprometían a no concluir una paz separada con uno u otro de sus adversarios comunes. ¿Qué adversarios? Tokio no lo especificaba claramente, pero el Ministro nazi esperaba que se tratase en primer lugar de Rusia. Aceptó, en principio, el proyecto, imaginándose sin duda que el Japón iba a hacer honor al fin a su vaga promesa de atacar a la Unión Soviética en Siberia. Ilusión tranquilizadora, pues la resistencia del Ejército Rojo empezaba a ser formidable, mientras el riguroso invierno ruso hacía su aparición prematuramente.
Ribbentrop se desengañó pronto. El 23 de noviembre, en efecto, el embajador Ott le informaba que los japoneses se preparaban para ocupar Thailandia y los territorios petrolíferos holandeses de Borneo. El gobierno de Tokio deseaba saber si, en caso de conflicto, Alemania haría causa común con su aliado. La información significaba sencillamente que el Japón se abstendría de atacar a Rusia y, en cambio, estaba considerando las hostilidades contra los holandeses y los británicos en el Pacífico; hostilidades susceptibles de provocar la entrada en la guerra de los Estados Unidos.
Ott y Ribbentrop no captaron más que este último punto. Decepcionados, comprendían que el Japón no atacaría a Rusia, pero creyeron firmemente que su empuje meridional estaba dirigido únicamente contra las posesiones holandesas y británicas. Según el deseo de Hitler, el tío Sam se mantendría, pues, al margen hasta que sonara su hora.
La ceguera del gobierno alemán a estye respecto es imputable, en gran parte, a su ignorancia de la fatal decisión japonesa concerniente a Norteamérica.
El 25 de noviembre, una escuadra de portaaviones japoneses se puso en movimiento hacia Pearl Harbor. En Washington, el mismo día, Cordell Hull advertía al Consejo de Guerra reunido en la Casa Blanca la posibilidad de un ataque por sorpresa del Japón, mientras en Berlín, durante una ceremonia pomposa y un poco grotesca, las tres potencias del Eje renovaban el acuerdo Anti-Komitern de 1936; un gesto vacío de sentido que no cambió en nada la actitud del Japón respecto a Rusia, pero proporcionó al solemne Ribbentrop la ocasión de acusar una vez más al Presidente Roosevelt, "el autor principal de la guerra" de derramar lágrimas de cocodrilo sobre el pueblo norteamericano, confiado y piadoso... y traicionado por un jefe indigno.
En la noche del 28 de noviembre, después de un largo consejo de guerra presidido por Hitler, Ribbentrop convocó a Oshima. Este recibió la impresión de que se había producido un considerable endurecimiento de la actitud alemana respecto a los Estados Unidos y comunicó su alarma a Tokio. Hitler, decía, parecía querer tirar por la borda por fin su resolución de mantener a los Estados Unidos apartados de las hostilidades y apremiaba al Japón a hacer la guerra a Norteamérica, así como a Gran Bretaña, prometiéndolo el apoyo del Reich.
- "Como acaba de declarar el Führer -explica Ribbentrop al embajador japonés-, los derechos a la existencia de Alemania, del Japón y de los Estados Unidos, presentan diferencias fundamentales. Sabemos hoy de forma sgura que a causa de la actitud intransigente de los Estados Unidos, las negociaciones en curso entre Washington y Tokio están abocadas a un fracaso. Si el Japón acepta combatir a Gran Bretaña y Norteamérica, tengo la certeza de que esta decisión le será tan favorable como a Alemania".
- "Quiere decir Vuestra Excelencia que el estado de guerra entre el Reich y los Estados Unidos es inminente?, preguntó.
- "Roosevelt es un fanático -dijo-, y por consiguiente es imposible prever lo que va a hacer".
- "En el caso de que el conflicto se extienda a los países que actualmente prestan ayuda a Gran Bretaña, ¿cuál sería la actitud de Alemania?, preguntó.
- "Si el Japón declara la guerra a los Estados Unidos, Alemania hará otro tanto inmediatamente. En tales circunstancias, no hay ni que pensar en negociar una paz separada. El Führer es terminante en este punto" (Mensaje interceptado de Oshima a Tokio. NCA (Nazi Conspiracy and Aggression - Juicios de Nuremberg) vol VII pp. 160-163)
- "Vuestra Excelencia expondrá confidencialmente al Canciller Hitler y al Ministro de Asuntos Exteriores, Herr Ribbentrop, lo esencial de los acontecimientos en curso. Dígalos que Inglaterra y Norteamérica han manifestado ambas una actitud hostil y provocativa; que se disponen a concentrar fuerzas militares en diferentes territores del este asiático y que nosotros nos veremos a tomar unas contramedidas similares. Hágales muy secretamente comprender que un incidente armado entre el Japón y las naciones anglosajonas puede hacer estallar la guerra; y ello mucho más de repente de lo que se supone". (PHA - Pearl Harbor Attack vol XII p. 204)
- "Yo le he contestado -telegrafía Ott a la Wilhelmstrasse- que la toma de posición de Alemania no me parecía que ofreciera ninguna duda. Por mis palabras, el Ministro de Asuntos Exteriores considera que, a partir de ahora, el destino de nuestros dos países está ligado por una causa común. Le he contestado que, en mi opinión, Alemania estaba seguramente dispuesta a un acuerdo acerca de este punto".
Solicitaba asimismo la firma de un acuerdo por el que Italia se comprometiera a no negociar la paz por separado. El intérprete japonés temblaba como una hoja, cuenta Ciano. En cuando al Duce, se mostró dispuesto a acceder al deseo japonés, pero después de haber conferenciado con Berlín. Siempre según Ciano, la capital alemana empezaba a ser muy prudente desde hacía algún tiempo...
- "Acaso porque no pueden hacer otra cosa, los alemanes se pondrán al paso del Japón -escribe el 4 de diciembre-. Pero cada vez están menos dispuestos a provocar la intervención norteamericana. En cambio, el Duce se ha mostrado satisfecho".
- "Noche turbada por la agitación de Ribbentrop -anota Ciano el 5 de diciembre en su diario-. Tras haber dado largas durante tres días, quiere enviar su respuesta al Japón sin pérdida de un minuto y, a las tres de la madrugada, me manda a mi domicilio al embajador von Mackensen (embajador alemán en Italia), encargado de someterme un texto del acuerdo tripartito en consideración. El embajador quería que yo despertara al Duce; me he negado, y éste me lo ha agradecido".
- "Si ellos (el Führer y el Duce) plantean la cuestión de nuestra actitud respecto a la Unión Soviética, respóndales que nosotros ya la hemos expuesto en nuestra declaración de julio último. Dígales también que la orientación presente de nuestros proyectos no implica en modo alguno un ablandamiento respecto a la URSS, y que si ésta, de acuerdo con la Gran Bretaña y Norteamérica, manifiesta agresividad, nosotros estamos dispuestos a responder con toda nuestra potencia. Por el momento, nuestros intereses se centran en la parte meridional y preferimos evitar una acción directa en el norte".
A la desesperada, Tojo envió a Oshima un último mensaje recomendándole que eludiera la cuestión al máximo posible y que no cediera más que en caso de absoluta necesidad. Por engañados que estuvieran respecto a la potencia norteamericana y británica, los generales japoneses poseían suficiente sentido común para darse cuenta de la imposibilidad de combatir simultáneamente a un tercer enemigo, incluso con el apoyo alemán. Las instrucciones de Tojo a Oshima, descifradas por los expertos del servicio de descifrado norteamericano, nos ofrecen un interesante resumen de la diplomacia nipona con el Reich en aquel último momento del sábado 6 de diciembre.
- "Hasta que las condiciones estratégicas lo permitan, queremos evitar... un conflicto armado con Rusia. Haga comprender al Gobierno alemán esta posición y negocie con él a fin de obtener que no exija -al menos de momento- un intercambio de notas diplomáticas a este respecto. Explique que los envíos norteamericanos por buques de carga a Rusia no son ni importantes ni de alta calidad y que, si desencadenamos una guerra contra los Estados Unidos, nos apoderaremos de todos sus barcos que lleven destino a la URSS. Procure llegar a un entendimiento sobre estas bases. No obstante, si Ribbentrop exigiera una garantía explícita de nuestra parte en este sentido, usted debe aceptar en nombre nuestro el compromiso de principio de impedir todo tránsito de material de guerra norteamericano hacia Rusia por aguas japonesas. Obtenga de Alemania su acuerdo para un texto adicional explicando que no podremos aplicar plenamente este compromiso mientras, por razonas estratégicas, sigamos viéndonos obligados a evitar las hostilidades entre la URSS y el Japón. Si el Gobierno alemán rechaza lo que precede y hace depender explícitamente su aceptación de nuestra entrada en guerra y de un tratado comprometiéndonos a no concluir la paz por separado, nosotros no podremos hacer otra cosa que aplazar la conclusión de nuestro acuerdo". (NCA vol VII pp. 312-313)
Aunque Hitler y Ribbentrop hubieran prometido respectivamente a Matsuoka y Oshima la entra en guerra de Alemania contra los Estados Unidos cuando el Japón rompiera las hostilidades, semejante promesa no era más que verbal y, por otra parte, los japoneses no le habían dicho ni una palabra a su compañero alemán de la operación Pearl Harbor.
Hasta aquí finalizo el primer bloque al objeto de conocer con más detalle las relaciones germano-niponas antes del ataque a la flota norteamericana en Pearl Harbor. En un segundo bloque, expondré la sorpresa que fue para los alemanes el ataque japonés del 7 de diciembre, y la posterior declaración de guerra de Alemania a los Estados Unidos de América, culminando con sus palabras el día 11 de diciembre de 1941 en la tribuna del Reichstag:
- "Alemania golpeará siempre la primera -exclamó en medio de las ovaciones de los diputados-. ¡Siempre será Alemania la que dé el primer golpe!"