La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

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La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Jue May 23, 2024 7:23 pm

Introducción
El desastre militar de la Italia fascista y la innegable responsabilidad de Mussolini han sido comentados hasta la saciedad. Se ha escrito y analizado abundantemente en la desastrosa política mussoliniana y las limitaciones de las fuerzas armadas italianas en los desastres militares sufridos. Este trabajo no pretende ser una revisión de algo ya estudiado hasta la saciedad sino un intento de acercar al lector aficionado las complejidades de la sociedad y política fascista. Además de exponer el radicalismo de Mussolini, las limitaciones del estado fascista, el caos en que se desarrollaron las numerosas y a veces contradictorias líneas estratégicas mussolinianas es importante comprender como la incompetencia de sus ejecutores provocó el desastre político-militar de la Italia fascista en 1940-1943. Desde este punto de vista además de hacer una exposición sobre los sucesos intentaré dar una explicación del trasfondo político, económico y militar que llevó al fracaso total de la Italia fascista en su intento de convertirse en una gran potencia. Me centraré sobre todo en los años treinta hasta mediados de 1941 cuando la Italia fascista se convirtió en la práctica en un satélite dependiente del III Reich. Si hago comentarios sobre sucesos o actuaciones posteriores será para subrayar determinados comportamientos y actitudes que siguieron produciéndose más tarde.

I. Introducción a la política italiana de los años veinte y treinta
La subida al poder de Mussolini con su marcha a Roma en 1922 no fue un hecho heroico como proclamaba la propaganda fascista. En realidad fue una cesión de poder dentro de un arreglo orquestado por las élites conservadoras. Mussolini aunque fuera el dictador nominal tendría que convivir con la élite económica y financiera, el Ejército, la Iglesia y la burocracia estatal que retendrían una cierta autonomía. Los militares rendían sumisión a la Corona y fueron inicialmente bastante impermeables al poder fascista. Durante los años veinte y treinta Mussolini intentó penetrar en todos estos bloques de poder estableciendo sus peones e intentando limitar la influencia del aparato tradicional. No conseguiría el poder omnímodo detentado por Hitler en Alemania aunque Mussolini hacia 1939 había logrado más cuota de poder que en 1922.

II. La estrategia mussoliniana: Principales errores y causas
Durante los años veinte Mussolini a pesar de sus rimbombantes declaraciones sobre la necesaria expansión territorial italiana fue pragmático y cauto. A excepción de algún conflicto localizado y poco importante con Grecia y Yugoeslavia la realidad es que en Europa se comportó de forma muy contenida. Mussolini estaba afianzando su poder e intentando que el partido fascista ocupara parcelas de poder en los estamentos tradicionales. Por otra parte contaba con bastantes simpatías entre las clases conservadoras británicas y francesas que lo veían como un hombre fuerte de orden, capaz de mantener a raya al comunismo. Mussolini desató una cruel guerra de en Libia para destruir a los rebeldes senussis que duró varios años hasta aproximadamente 1931 pero políticamente Libia era territorio italiano y a pesar de su crueldad no tuvo ninguna repercusión internacional. La subida al poder de Hitler junto con la descomposición del orden establecido tras la I Guerra Mundial fue lo que desataría una política más agresiva. La constatación del derrumbe del orden internacional junto a la tentación de conseguir un imperio fácilmente fagocitando los despojos de los vencidos sería el impulsor en el nuevo enfoque.

La estrategia en la Italia fascista en los años treinta y en la II Guerra Mundial fue la amalgama inestable del caos creado por las disfuncionalidades de la personalidad de Mussolini y la ejecución de esos planes por parte de unos mandos militares miopes, serviles y letárgicos. Desde el punto de vista práctico la estrategia estuvo oscilando entre el dominio en los Balcanes, las aventuras de Abisinia y España, la preponderancia en el Mediterráneo y sumida en el caos, oportunismo, falta de realismo y por si fuera poco una ausencia de planes operativos. Mussolini con sus frecuentes cambios de objetivos, falta de comprensión de las realidades estratégicas y materiales del momento, dispersión en la formulación de sus objetivos estratégicos sumiría en la confusión a un alto mando militar disfuncional y a una burocracia embrollada e ineficaz.

Mussolini llevaba muchos años proclamando la necesidad de que Italia disfrutara de un imperio y territorios acordes con su posición de potencia mundial. El confinamiento de Italia en el Mediterráneo, mar controlado por Gran Bretaña, y la falta de recursos era algo que tenía que superarse mediante la acción política y la guerra. Desde el punto de vista conceptual y filosófico la guerra era para el régimen fascista la culminación del valor de la nación y su apoteosis. En la idea de guerra y expansión que tenía Mussolini, el estado fascista conseguiría de manera rápida el territorio e imperio que le habían negado las circunstancias históricas. Sería una guerra conseguida mediante la movilización masiva del pueblo italiano, efectuada con oportunismo para asegurar la victoria con rapidez y conseguir los territorios y poder que Italia merecía. Esta había sido una de las ideas centrales ideológicas desde principios de los años veinte pero no sería hasta 1933 que la ascensión de Hitler supuso un revulsivo en la escena internacional. Italia por fín tendría el imperio que merecía, el acceso a los mares y materias primas limitadas por Gran Bretaña y Francia.

Obviamente Mussolini se veía a si mismo como el hombre providencial que pondría en marcha ese programa imperial. Ahora bien, Mussolini era persona limitada intelectualmente, tenía una personalidad donde a lo largo de toda su vida había hecho gala de violencia física y amenaza a cualquiera que se interpusiera en sus objetivos. Había conseguido el poder mediante la agitación y amenaza apoyándose en los estamentos conservadores. Por otra parte la propaganda ilimitada sobre su personalidad y logros produjo un evidente endiosamiento que le haría ver con desconfianza cualquier opinión que no casara con sus ideas preconcebidas.

El cuerpo doctrinal fascista era bastante más confuso sobre que hacer con los territorios conquistados, en los africanos era fácil, los pueblos nativos serían súbditos sin casi derechos y poco más. En Europa no se contaba con una visión clara sobre que hacer con los yugoeslavos o griegos que quedaran dentro de la órbita italiana. Y todavía era más confusa sobre como iban a ser las relaciones políticas y económicas con la Alemania nazi. La cosmovisión racial de Hitler estaba ausente en el esquema mental de Mussolini que miraba con desdén el dogma racial del régimen nazi. Ahora bien, ese escepticismo hacia el radicalismo racial nazi no impedía la miopía más absoluta sobre la verdadera actitud de la población. Esta mostraba un gran desapego por los objetivos políticos del fascismo. La realidad es que el pueblo italiano no quería la guerra y no comprendía las razones para luchar en Libia o Rusia en pos de unos objetivos incomprensibles para muchos. Durante la guerra los italianos a excepción de una minoría ideologizada se mostrarían distanciados ante la autoridad centralizada fascista y los objetivos de la misma. No poca de esta actitud provenía de una desconfianza provinciana hacia un estado moderno pero recientemente fundado que no había superado la sociedad y cultura tradicional.

La opinión de Mussolini iría variando como sabemos, hacia mediados de los años treinta estaba en contra de que Alemania absorbiera a Austria y en general en que se impusiera en Europa central pues tenía ambiciones en los Balcanes e incluso países de Europa central como Hungría y Rumanía. Se enfrentaría ya en 1935 con Gran Bretaña y Francia por la invasión de Abisinia a pesar de que no estaba todavía alineado con Hitler. Pero a partir del Anschluss comenzó a acercarse a Hitler y con el desmembramiento de Checoslovaquia su alineamiento con este dictador era ya un hecho. A principios de 1939 estaba convencido que una gran contienda en Occidente era inevitable y que sería beneficiosa para Italia. Además del viejo objetivo de los Balcanes (Yugoeslavia, Albania y Grecia) y cierta dominación sobre Hungría y Rumanía tenía pretensiones sobre territorios franceses (Córcega, Túnez y una franja alrededor de la frontera francesa). Su pretensión era una “guerra paralela” de breve duración dentro de la guerra europea.(1)

El Estado mayor cuyo jefe fue mariscal Badoglio jefe de Estado Mayor entre 1925 hasta diciembre de 1940 no era más que la correa de transmisión a todo el estamento militar de las confusas directivas estratégicas del Duce. Badoglio, un militar conservador arquetípico de la época y los militares encargados de conformar esas directivas estratégicas en planes operativos eran de una manifiesta incompetencia, pasividad y servilismo. Apenas se apreciaban las consecuencias de la entrada en una guerra europea y posiblemente mundial. Y desde el punto de vista militar el desprecio hacia la mecanización, la integración de la tecnología militar y la gestión de la logística en pro de la creación de numerosas divisiones de infantería con escasa potencia de fuego y capacidad era consecuencia de las limitaciones intelectuales de la mayoría de mandos militares del momento.

Hay que recalcar que el principal culpable de todo el embrollo estratégico italiano fue el propio Mussolini. Su arbitrariedad, creencia en su propia infalibilidad, ausencia de análisis objetivo y casi total desconocimiento de las cuestiones militares serían una combinación mortal. El era el que decidía y formulaba las grandes líneas estratégicas y gran parte del caos que reinó en la Italia fascista fue culpa suya. Las limitaciones intelectuales de Mussolini producirían una serie de consecuencias negativas para sus propias aspiraciones, el principal fue que su subordinación al III Reich sin apenas contrapartidas le convertiría en una potencia satélite. Eso afectaría inevitablemente a sus ambiciones en Francia, norte de Africa o los Balcanes cuando las demandas italianas serían dejadas de lado ante las decisiones unilaterales alemanas. Estos hechos le contrariaban y provocarían reacciones y decisiones que más tienen que ver con un complejo psicológico de inferioridad que con un análisis realista de la situación. La participación en la Batalla de Inglaterra y en parte la agresión a Grecia o el envío de un contingente a Rusia no tenían ningún propósito estratégico salvo servir al ego de Mussolini y disipar fuerzas.

En segundo lugar fue una persona incapaz de formular propuestas realistas de acuerdo a las posibilidades materiales y alérgica a cualquier tipo de planificación sistemática. La arbitrariedad de sus decisiones fue la constante así como la ausencia del análisis sobre las consecuencias. Cuando se realizó algún análisis superficial fue siempre basado en escenarios del caso más favorable, tomando de manera acrítica las opiniones de los esbirros más aduladores. Sus disparatadas exigencias sobre los ataques a Francia o a Grecia sin prácticamente tiempo para efectuar preparativos y a través de un terreno completamente inadecuado, sin una gran superioridad material y con una logística precaria. Su fijación en objetivos de prestigio fue una constante en los años treinta y en 1940 y 1941. La invasión de Abisinia fue una empresa costosa contra un país sumido en el medievo y que no iba a aportar nada de importancia material a la Italia fascista. Las aventuras coloniales en países lejanos, sin infraestructura ni materias primas de interés sólo se pueden comprender desde la óptica del prestigio puesto que fueron empresas ruinosas financieramente.

La triste realidad económica de la Italia fascista es que era una potencia de segundo orden sin prácticamente materias primas. Mussolini aunque estaba plenamente informado de esas limitaciones actuaba como si fuera el supremo líder que decide a su voluntad sin preocuparse de minucias como la gestión de los recursos.

Debido a esa pobreza económica y a pesar del deseo de expandir la fabricación de armamentos, en 1939 según los diversos -y a veces contradictorios- informes militares quedaba claro que el Ejército no estaría dispuesto hasta 1942-43, la Aviación hasta 1941 y la Marina hacia 1942 para afrontar un conflicto armado. Y la situación de las materias primas era incluso peor con stocks muy bajos de carbón, combustible, metales y otros materiales. En estas condiciones cualquier aventura bélica tendría que ser muy breve y la gestión de los limitados recursos muy ajustada. Y sin embargo Mussolini aunque fuera consciente de las limitaciones materiales actuó sin criterio disipando los escasos recursos en disparatadas actuaciones.

Peor aún, no aprendió nada de los fracasos y reveses iniciales que podría haber llevado a reconsiderar los objetivos y medios para su consecución. Un ejemplo es la ocupación de Albania en abril de 1939 con una pobre planificación y ejecución. Como el asistente de Ciano dijo en la ocasión: “Si los albaneses hubieran tenido una brigada de bomberos bien armada, nos hubieran arrojado al Adriático…” Y sin embargo se repetiría la tónica de desastres similares junto a la negativa a reconocer las consecuencias de una determinada política. Así por ejemplo prácticamente no hubo valoración sobre lo que suponía para la A.O.I. (Africa Oriental Italiana) la entrada en la guerra. La derivada evidente de su caída debido su aislamiento e imposibilidad de suministro no fue siquiera considerada. La única posibilidad de evitarlo hubiera sido una ofensiva que conquistara Egipto, abriera el canal de Suez y permitiera la unión aunque fuera precaria con las fuerzas italianas y sin embargo apenas se aportaron los recursos para ello que se disipaban en una miríada de aventuras diversas.

Probablemente el peor error de Mussolini fue el pensar que la guerra iba a ser breve y que Gran Bretaña firmaría la paz una vez expulsada de Francia. Sobre la inevitable extensión de la guerra a otros contendientes (especialmente EE.UU. y la URSS) no se efectuó la menor reflexión.

En el terreno diplomático y de política exterior Mussolini practicó un creciente intervencionismo siendo de hecho él mismo ministro de Exteriores entre 1932 y 1936 en incluso durante unos meses de 1943 tras la defenestración de Ciano en febrero de aquel año. Comenzó una progresiva politización y radicalización ideológica con el nombramiento de Galeazzo Ciano como ministro y apartando a los diplomáticos de carrera y nombrando a militantes fascistas en países clave como Gran Bretaña y Alemania. La principal consecuencia fue el quitar de en medio a diplomáticos que no comulgaran con las tesis de Mussolini y en desdeñar cualquier información que contradijera la política dictada por Mussolini. En general los diplomáticos de carrera tenían una visión más objetiva y mucha más comprensión de la estrategia europea y mundial así como las fuerzas en liza que los más ideologizados diplomáticos fascistas.

Fuentes:
(1) MacGregor Knox: Mussolini Unleashed, 1939-1941: Strategy and Politics in Fascist Italy´s Last War. Cambridge University Press 1999.

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Prometeo » Vie May 24, 2024 10:09 pm

Gracias por otro de tus estupendos trabajos.
“La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”.

Erich Hartman

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Vie May 24, 2024 11:23 pm

III. Disfuncionalidad del aparato militar y disonancia con Mussolini
Al contrario que Hitler no había logrado el control total sobre el estamento militar que respondía al rey Vittorio Emmanuele III como comandante supremo. A pesar de que Mussolini lo intentara, en realidad no tenía más que un control limitado sobre los mecanismos internos de las fuerzas armadas. Por otra parte en su intento de puentear y controlar al estado mayor el resultado fue que Badoglio trasladaba a los jefes de estado mayor las instrucciones de Mussolini pero al mismo tiempo el Duce como ministro de los tres servicios de armas mantenía una cadena de mando paralela donde los subsecretarios de los servicios, quienes eran a su vez, jefes de estado mayor de la fuerza aérea y la marina (general Giuseppe Valle y almirante Domenico Cavagnari respectivamente), le reportaban directamente sin necesidad de consultar a Badoglio. Este dualismo introducido por Mussolini sería otra de las razones del caos y desorganización en el pensamiento estratégico italiano y su ejecución. Además bastantes de los jefes militares practicaban una especie de resistencia pasiva a las directrices de Mussolini por entender que eran demasiado arriesgadas y peligrosas empezando por el propio Badoglio.

La falta de integración del pensamiento estratégico mussoliniano en los tres servicios fue patente con la Marina italiana a pesar de su importancia en el escenario estratégico mediterráneo. Esta no había articulado ningún objetivo estratégico. El Almirante Cavagnari era consciente de la inferioridad contra el poder combinado de las flotas francesas y británicas y subrayó a Mussolini en diversas ocasiones la gran probabilidad de perder la flota. Mussolini comentó su “falta de energía” pero Cavagnari no preparó ningún plan operativo basado en las percepciones de la Marina como prioridades estratégicas y se refugió en una pasividad e inactividad desconcertante. Así pues en una reunión del 30 de mayo de 1940 con los jefes de estado mayor de todos los servicios, Cavagnari no habló de ningún plan ni ofensivo ni defensivo. Se limitó a recordar a sus colegas que tres cuartos de los submarinos estarían navegando y que los mercantes italianos serían hundidos para no caer en manos enemigas. Es reseñable que no se intentara un plan de aviso a los numerosos mercantes italianos en otros mares. Los otros jefes no hicieron ninguna pregunta sobre la estrategia naval. Incluso el Mariscal Badoglio, jefe del Estado Mayor parecía completamente desinteresado sobre los objetivos estratégicos de la guerra. Así pues en las instrucciones que hizo saber el 7 de junio de 1940 Badoglio insistió en que Italia no comenzara ninguna ofensiva contra Francia por tierra o aire (a pesar de que Mussolini así lo quería) Se insistió en que los buques franceses no fueran atacados y que tan sólo lo fuesen si estaban en compañía de barcos británicos. No se identificaron objetivos navales o aéreos en el Mediterráneo. Aunque se puede entender esto como un ejemplo de resistencia pasiva a lo que se pensaba era un dislate de Mussolini al entrar en la guerra, uno no puede sino preguntarse porque dado que no había marcha atrás no se intentó al menos articular unas directrices estratégicas con sus correspondientes planes operativos.

La miopía estratégica derivaba pues no sólo de las disfuncionalidades del estado fascista y de su líder en especial sino también de las limitaciones culturales y de las deficiencias de la inteligencia militar italiana. Pocos de los miembros de la casta dirigente comprendían las limitaciones materiales y estratégicas así como el limitado papel del Mediterráneo en el juego de poder mundial. Así pues Badoglio en septiembre de 1940 vaticinaba a los jefes de estado mayor que si se lograba sacar a la Marina británica del Mediterráneo, nada podría detener a Italia. Incluso Cavallero compartía esas ilusiones y pronosticaba a principios de enero de 1942 que con el dominio de Túnez, ¡ la guerra en el Mediterráneo estaba ganada ! En particular el absoluto desinterés e ignorancia sobre el potencial de EE.UU. sería funesto. Incluso en fechas tan tardías como junio de 1943 el almirante Bergamini, sucesor de Iachino como jefe naval, todavía consideraba a la Marina británica como la más poderosa del mundo. De la estadounidense ni se hablaba. Esta ignorancia provinciana se repetía con casi todos los líderes: así el rey se mostró complacido por las victorias japonesas tras Pearl Harbor y Mussolini estuvo encantado de declarar la guerra a EE.UU. junto a Hitler el 11 de diciembre de 1941. No se practicó pues el menor análisis de lo que la entrada en guerra de Norteamérica significaba. En el verano de 1942 el rey y el general Ambrosio, jefe de estado mayor por esas fechas, concordaban en que el colapso ruso supondría la petición de la paz por parte de Gran Bretaña y EE.UU. Y en fechas tan tardías como junio de 1943 Ambrosio, sucesor de Cavallero, pontificaba grandilocuentemente ante Mussolini que los Aliados conocían el valor del soldado italiano y predecía que un ataque a la península o islas italianas incluso si tuviera éxito sólo tendría efectos locales sin ninguna consecuencia estratégica de importancia.

En el cuerpo diplomático tan sólo algunos diplomáticos de la vieja escuela y Ciano era conscientes del desequilibrio de fuerzas. Ciano estaba convencido que la entrada norteamericana en la guerra conduciría a la derrota del Eje. Esa convicción íntima la mantuvo la mayor parte del tiempo salvo un breve período en noviembre de 1941 cuando pareció que la Rusia soviética estaba acabada.

Los departamentos de inteligencia militar estaban divididos en los tres servicios de armas con muy poca coordinación entre sí. Así pues en mayo-junio de 1940 la estimación de fuerzas francesas dobló las fuerzas realmente existentes creando el terror en Graziani y Badoglio. En septiembre de 1943 la inteligencia multiplicó varias veces el número real de tanques alemanes alrededor de Roma. No todo fueron fracasos, así en junio de 1942 se rompieron los códigos norteamericanos y un economista en la academia naval en la primavera de 1942 pronosticó con un error del 5% la producción de tonelaje marítimo aliado. Sin embargo estos éxitos quedaban sin apenas repercusión ante la falta de análisis conjunto y comprensión del material. Los altos militares eran reacios a mostrar información a Mussolini que no concordara con sus propias ideas o que disminuyeran su posición en el embrollado estado fascista. No olvidemos que Mussolini había despedido a varios militares cuyas ideas o pronósticos contradecían sus elecciones estratégicas.

La logística fue la gran olvidada en la confusa articulación de la estrategia italiana. La guerra de Abisinia se superó en gran medida mediante la compra de numerosos vehículos y flete marítimo extranjero gastando a manos llenas. No se comprendió que lo que había sido posible aunque fuera desde el punto de vista financiero oneroso, no iba a ser factible en el contexto de una guerra europea. No se realizaron apenas esfuerzos en analizar la logística para proyectar el poder italiano en ultramar y no fue hasta 1938 que la Marina y el Ejército comenzaron a considerar cada uno por separado el caso de suministro de Libia. Se asumía que las flotas francesas y británicas intentarían cerrar el tráfico marítimo con Libia pero no se coordinó ningún tipo de actuación. Tampoco se intentó siquiera la redacción de un plan para ocupar Malta como principal obstáculo al suministro marítimo. La Marina asumió que era la misión del Ejército el proveer de stocks de suministros y equipo antes de la guerra, cosa que el Ejército sufriendo escaseces no pudo realizar en Libia. No se aprendió nada de algunas actuaciones embarazosas como la ocupación de Albania. Esta había sido un desastre logístico y organizativo que se solventó porque no hubo oposición armada al avance italiano. Además de limitaciones materiales, la falta de coordinación y exceso de burocracia motivó que durante buena parte de la guerra los suministros italianos discurrieran por cinco canales distintos hacia el norte de Africa. En el resto de puertos se repetía la escena de distintas oficinas e instalaciones según las gestionara el Ejército o la Marina. Se dieron casos de buques que no transportaban la carga teórica por luchas burocráticas entre ambos servicios. En general no se realizaron inversiones destinadas a ampliar la capacidad portuaria, protección antiaérea y transporte de suministros en ausencia de puertos mediante desembarco en playas con gabarras o buques especializados.(2)

Otro de los grandes errores estratégicos fue la incomprensión de las intenciones y estrategia alemanas. El análisis italiano era una versión primitiva del “modelo de actor racional” utilizado por los economistas y que se basaba en la suposición que los actores políticos buscaban resultados optimizados desde la perspectiva de los propios valores del observador. Como consecuencia las decisiones alemanas vistas por los italianos no hicieron más que confirmar que los alemanes eran completamente estúpidos y actuaban sin ninguna lógica sin entender que tenían su propia dinámica. El conde Ciano mostraba su total incomprensión de la lógica alemana al iniciarse el ataque a la URSS (“Es un juego peligroso, y uno que creo carece de propósito.”) No se penetró en el carácter ideológico y racista de la guerra de Hitler ni en su determinación en llevarla hasta el fin en Rusia sin ningún intento de paz negociada con Stalin. La consecuencia evidente de esto es que Italia se tendría que enfrentar a los Aliados anglosajones con una ayuda alemana muy limitada.

Fuentes:
(2) MacGregor Knox: Hitler´s Italian Allies (pág. 96-100) Cambridge University Press 2001.

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Dom May 26, 2024 8:21 pm

IV. El otro lado de la colina… La visión británica y francesa
El enfrentamiento con Gran Bretaña y en menor medida con Francia fue sobre todo resultado de la invasión de Abisinia. En los años precedentes Mussolini había jugado la carta del antibolchevismo que tan grata resultaba a muchos conservadores británicos y franceses en los últimos años veinte y principios de la Gran Depresión. Erigiéndose en un “garante del orden” Mussolini no había tenido ningún enfrentamiento serio con estos países. Todo esto terminó en octubre de 1935 con la invasión de Etiopía. Gran Bretaña aunque se opuso no realizó ninguna medida práctica que evitara la invasión. Ante la falta de presión efectiva británica Francia no tuvo más remedio que seguir con una oposición pasiva a la política italiana. Al final, Etiopía no fue salvada pero la oposición francobritánica lanzó a Mussolini a buscar el apoyo nazi. Esto no se convertiría en una alianza de inmediato pues Mussolini al principio no deseaba la anexión o Anschluss nazi de Austria lo que motivó todavía un cierto acercamiento táctico a Gran Bretaña. Francia entretanto permanecía aislada de estos pactos y maquinaciones y quedaba en el lado equivocado de la Guerra civil española en la visión mussoliniana. Además Francia estaba sufriendo un período de inestabilidad política que dificultaba una política asertiva. En cualquier caso Francia se consideraba aliada de Inglaterra en las grandes cuestiones y en general actuó de manera subordinada a la acción británica.

Como podemos ver Mussolini jugaba con unos y con otros intentando resultados tácticos en el corto plazo y pensando que Alemania necesitaría al menos un año para digerir Austria. No obstante iba practicando un acercamiento cada vez más decidido al III Reich. El acercamiento definitivo se produciría antes de lo que pensaba Mussolini con la crisis de Checoslovaquia donde Mussolini ofreció una ayuda incondicional a Hitler mientras en paralelo los británicos le ofrecían la mediación. Fue como sabemos una mediación algo mendaz porque Mussolini había realizado una movilización parcial a favor de Hitler si bien en el último momento consiguió que Hitler no invadiera Checoslovaquia. Aunque Hitler estuviera frustrado por no haber precipitado la guerra en realidad había conseguido los Sudetes, lo que ponía bajo su control todas las fortificaciones checas y gran parte del potencial económico del país. Checoslovaquia había quedado herida de muerte y desde el punto de vista de las relaciones públicas Mussolini fue recibido como un gran héroe en Italia por detener la guerra. La pusilanimidad francesa y británica estimuló los apetitos de Mussolini que pensaba que los franceses tragarían casi con cualquier cosa. Con esta idea en mente presionó a los franceses en ceder una franja costera de su territorio en los Alpes e incluso Córcega y Túnez. Esta vez los franceses reaccionaron con furia con el primer ministro Daladier visitando las zonas amenazadas. Para principios de 1939 Mussolini estaba convencido de la guerra contra Francia y exhortó a sus militares a prepararse para ella. Mussolini y su camarilla político-militar con Badoglio a la cabeza incluso pretendieron planificar una campaña militar contra Francia aisladamente hasta que fueron “recordados” por Gran Bretaña e incluso por Keitel del alto mando de la Wehrmacht que esa guerra sería secundada con toda probabilidad por Gran Bretaña contra Italia. Estas suposiciones muestran a las claras cuan alejados estaban Mussolini y sus esbirros de la realidad. Y para aumentar todavía más el caos en el que se desarrollaba la alta política italiana por un lado Mussolini convenía con un grupo de generales en que no habría ofensiva y con otros decía que la guerra contra Francia iba a ser un hecho. Así pues Badoglio insistió a sus colegas que la propuesta ofensiva de Pariani en Egipto quedara descartada y que había concentrarse en la defensa contra Francia. En cualquier caso estas maniobras provocaron la consolidación del bloque francobritánico y la alianza explícita italiana con Hitler.(3) La ocupación de Albania en abril de 1939 no hizo más que endurecer las posiciones francesa y británica contra Italia. Y los movimientos contra Grecia, tradicional aliada de Gran Bretaña no hicieron más que reforzar esa posición.

El “Pacto de Acero” firmado en mayo de 1939 donde Mussolini personalmente liquidó la poca ambigüedad que quedaba entre el acercamiento de Alemania e Italia. Ahora bien, tras la rimbombante firma del Pacto lo que quedaba de manifiesto es que no se había negociado nada, tan sólo la incondicional entrega a los planes de Hitler que como sabemos tardó muy poco en tomar las decisiones que le convenían a espaldas de Mussolini. Entre ellos el pacto con los soviéticos en agosto que causó furor en Ciano aunque Mussolini lo comprendiera por motivos tácticos. El propio Ciano emprendió un pequeño sabotaje en la alianza con Alemania aunque su actuación en realidad no pasó de unas conversaciones intrascendentes sin resultado práctico.

Gran Bretaña tenía una apreciación bastante atinada sobre la situación italiana y sus opciones estratégicas. A Italia se la juzgaba demasiado vulnerable a las importaciones y falta de materias primas para permitirse una guerra larga. A la marina italiana pese a su tamaño se la juzgaba de segundo orden y capaz de ser contenida o derrotada por las fuerzas de la Royal Navy. Se tenía más respeto y una cierta sobrevaloración de la fuerza aérea fascista aunque se pensaba que no sería capaz de una guerra larga. Malta se juzgaba casi indefensible debido a la amenaza aérea. Los británicos eran conscientes de la vulnerabilidad de Egipto con el canal de Suez y en general de la vulnerabilidad del Mediterráneo. Cualquier convoy tendría que ser escoltado por abundantes fuerzas de la Royal Navy y enfrentarse a las amenazas de la Regia Aeronáutica. Por otra parte el A.O.I. se juzgaba vulnerable al estar aislada de la metrópoli y sin posibilidades de recibir suministros. Francia en los cálculos británicos jugaba un papel relativamente secundario pero importante, por un lado la flota francesa ayudaría a asegurar el Mediterráneo occidental, impedir que Italia se apoderara de las Baleares o utilizara a España como base de operaciones. La presencia de Francia en Túnez constituía una amenaza evidente para la Libia italiana que por la época no contaba con muchos efectivos lo cual provocó mucho nerviosismo en los militares italianos.(4)

La invasión de Polonia en septiembre de 1939 desencadenó otro febril esfuerzo diplomático y como no, de presiones italianas en los Balcanes. Se realizaría un intento bastante chapucero de aislar a Grecia, tradicional aliada de Gran Bretaña que al final quedó en nada. Durante algunos meses Mussolini perdería el interés en este país pero su atención se centró contra Yugoeslavia. Se prepararon unidades militares para un avance relámpago contra Zagreb si la situación lo favorecía. Y en paralelo se alimentaba el nacionalismo croata contra Yugoeslavia que no contaba con una garantía británica en caso de guerra. Eso proporcionaría una base territorial desde la que presionar a Rumanía, única fuente de petróleo en Europa. Ahora bien, que Yugoeslavia no contara con una garantía británica no significaba que Gran Bretaña viera con buenos ojos el intento de desmembrarla cayendo bajo la órbita italiana. Evidentemente la mendaz sugerencia de Ciano a los francobritánicos que esto impediría su control por los alemanes no fue escuchada con ninguna confianza. Ciano era consciente que una invasión de Yugoeslavia traería el conflicto con Francia y Gran Bretaña. Aunque Mussolini era insensible a esos comentarios al final lo que salvó momentáneamente la situación fue la falta de preparación de las fuerzas armadas italianas. Pero Yugoeslavia siguió siendo uno de los focos de la atención estratégica de Mussolini hasta bien entrado el año 1940 cuando la campaña de Francia cambió una vez más el centro de atención.(5)

Fuentes:
(3) MacGregor Knox: Mussolini Unleashed 1939-1941: Politics and Strategy in Fascist Italy´s Last War (pág. 34-39) Cambridge University Press 1999.
(4) Jack Greene & Alessandro Massignani: The Naval War in the Mediterranean, 1940-1943. Chatham Pub. 1998.
(5) MacGregor Knox: Mussolini Unleashed 1939-1941: Politics and Strategy in Fascist Italy´s Last War (pág. 51-54) Cambridge University Press 1999.

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Mar May 28, 2024 9:11 am

V. El material humano: los ejecutores de la estrategia
Gran parte del desastre político-militar posterior fue el resultado de las limitaciones del estado fascista. Mussolini aunque fuera el árbitro supremo de la estrategia tenía que apoyarse en un cuerpo político, militar y económico que como veremos era muy disfuncional. Además de la ineficacia burocrática propia del estado fascista y las limitaciones materiales, las personalidades situadas a la cabeza de las estructuras demostraron una tremenda incompetencia con escasas excepciones. Esto reflejaba el escaso calibre de los líderes políticos y militares seleccionados en un país retrasado con graves deficiencias educativas, escaso de técnicos y que durante los años del régimen de Mussolini propiciaría la selección de hombres fieles o serviles en lo político a expensas de su capacidad personal.

V.1. El material humano: Los políticos y diplomáticos
Benito Mussolini fue el supremo responsable de la política estratégica italiana. Sin ánimo de hacer una biografía exhaustiva, lo cierto es que era una persona escasamente dotada para la alta estrategia. Desde el punto de vista político no era más que un agitador y gran orador que había aprovechado el descalabro político creado por la Gran Guerra y la frustración formada por la escasa recompensa conseguida para los terribles sacrificios sufridos para hacerse con el poder. Al contrario que Hitler que había adquirido una cultura enciclopédica militar y técnica el Duce no tenía apenas lecturas ni la menor comprensión de los asuntos militares y poca de los económicos. El culto al líder supremo alcanzó su cénit tras la guerra de Abisinia. Esta había sido en gran medida “su” guerra a pesar de la oposición de Badoglio que temía la intervención de Gran Bretaña y de las reticencias del rey. La fácil victoria le convenció de su infalibilidad y de su destino mesiánico para convertir a Italia en una gran potencia y le hizo despreciar a todos los que le habían pedido mesura y contención y en general a cualquier análisis objetivo o técnico que entrara en contradicción con sus ideas preconcebidas. A partir de ese momento su arbitrariedad e impulsividad no hicieron si no crecer siendo cada vez más proclive a tomar decisiones impulsivas de gran calado. Al rodearse de una corte de aduladores políticos y militares perdería progresivamente el contacto con la realidad y fue incapaz de aprender de los errores cometidos lo que denota su clara incapacidad como líder.
Tuvo un permanente trauma psicológico de inferioridad con el III Reich que le llevó a tomar decisiones basadas en criterios emocionales. Una anécdota revela parte de esto, a pesar de hablar un alemán muy cuestionable se empeñaba en tratar directamente con Hitler sin intérprete. Obviamente además de problemas de comprensión Mussolini se colocaba sin darse cuenta en una situación de inferioridad.

Dino Grandi, militante fascista de primera hora fue ministro de Exteriores hasta que en 1932 fue reemplazado por el propio Mussolini. Fue nombrado embajador en Gran Bretaña hasta 1939 cuando fue relevado del cargo y asignado al por entonces decorativo cargo de Ministro de Justicia. Fue sustituido por Bastianini, un fascista radical en línea con la política de Mussolini de nombrar a militantes fascistas en las principales cancillerías europeas al igual que en Alemania Dino Alfieri (previamente embajador en la Santa Sede) en detrimento de diplomáticos de carrera. A Grandi en ambas ocasiones a pesar de su militancia fascista se le tenía por demasiado anglófilo y moderado en lo político.(6) Se opuso al enfrentamiento con Gran Bretaña y al acercamiento al III Reich. Su oposición a las leyes antisemitas y a la entrada de la guerra llevarían a su ostracismo político aunque tendría su revancha participando en la defenestración de Mussolini.

El rey, Vittorio Emmanuele III, un monarca conservador y con varios complejos psicológicos debido a su diminuta estatura, timidez y falta de seguridad en el trato y ejercicio del poder. Era en parte el producto de una educación limitada de la realeza del siglo XIX en un país retrasado muy orientada a cuestiones militares pero poco a la política y economía. Era persona taciturna y alérgica a la política del día a día. Aunque Italia fuera una monarquía constitucional el rey era el comandante supremo de las fuerzas armadas y disfrutaba de un estatuto de bastante poder que le forzaría a intervenir bastantes veces en la inestable política italiana. Presentaba una xenofobia bastante marcada y era persona propensa a procrastinar ante decisiones difíciles prefiriendo vivir retirado en el campo. Durante la mayor parte de su convivencia con Mussolini se contentó con dejar al Duce manejar el país sin prácticamente interferencias. Su personalidad cautelosa junto al contacto estrecho con los militares italianos le hicieron ver los peligros de la entrada en la guerra de Italia y se resistió a las aventuras bélicas de Mussolini durante los años treinta empleando el veto a la entrada en guerra en septiembre de 1939. No obstante una vez entrada Italia en la guerra observó un optimismo y ambición moderada inicial ante la posibilidad de aumentar territorios y conseguir la victoria hasta que las sucesivas derrotas le hicieran cambiar de opinión. Durante el confuso armisticio de septiembre de 1943 optó por huir al sur con gran parte de la cúpula militar. Este abandono del país en sus horas más dramáticas junto con el papel vacilante pero indudablemente complaciente con Mussolini condenarían a la casa de Saboya tras la guerra.
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Foto: Vittorio Emmanuele III en los años treinta. Aunque no se aprecia medía tan sólo 153 cm.

Galeazzo Ciano, yerno de Mussolini (estaba casado con su hija Edda) tenía una inteligencia penetrante pero era al mismo tiempo ambicioso, vano, corrupto y prefería más el trato con amantes o el disfrute de la vida que el trabajo de despacho. Tras un periplo por diversos cargos en la Italia fascista se convirtió en Ministro de Exteriores en 1936 de la mano del propio Mussolini. Albergó ambiciones de poder como sucesor de Mussolini y desde el punto de vista estratégico, territoriales en especial en los Balcanes. No obstante fue uno de los pocos que vió con claridad que la entrada en la guerra de Italia sería un desastre y que las potencias anglosajonas eran demasiado fuertes. Muy pronto quedó muy decepcionado con la política hitleriana e incluso tras el pacto Molotov-Ribbentrop intentó un pequeño sabotaje de las intenciones mussolinianas. Su ambición le llevó a propugnar la invasión de Grecia como medio de reforzar su poder. A pesar de su clarividencia, en el ejercicio de su cargo fue diletante y superficial. No se practicó ninguna negociación seria con Alemania que delimitara claramente las esferas territoriales, las compensaciones por la participación de Italia, el carácter de la alianza y la definición de las relaciones entre los dos países. Su personalidad vanidosa le impidió darse cuenta que su poder emanaba de su relación personal con el Duce y sus consejos en política exterior fueron de carácter personalista sin apoyarse en los técnicos de su ministerio. Al mismo tiempo sus comentarios desdeñosos sobre Mussolini, muchos de los cuales fueron transmitidos al Duce le harían perder prestigio ante su suegro que terminaría cesándolo a principios de 1943. Terminaría fusilado en 1944 por su apoyo a la defenestración de Mussolini en julio de 1943.

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Foto: Galeazzo Ciano, Ministro de Exteriores de la Italia Fascista entre 1936 hasta febrero de 1943

Fuentes:
(6) John Gunther: Inside Europe (pág. 262) Harper Brothers 1940.

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Mié May 29, 2024 2:34 pm

V.2 El material humano: Los militares
El cuerpo de oficiales italiano de los años treinta era un enorme contingente que en gran medida habían luchado en la Gran Guerra. Al no estar compelidos como los perdedores a reducir drásticamente las plantillas esto se convirtió en un obstáculo para la profesionalización y formación de un cuerpo tan numeroso y poco profesional. En líneas generales el desempeño del ejército italiano en la guerra había sido bastante penoso a pesar de haber luchado en superioridad numérica contra los austrohúngaros.

Las lecciones extraídas de la Gran Guerra entraban en conflicto con la visión más moderna de una guerra mecanizada y de formación técnica. Se emergió de la guerra con el convencimiento de la superioridad numérica de la infantería como factor decisivo. Se insistió en la creación y mantenimiento de grandes plantillas de formaciones con numerosos oficiales y sobredimensionadas estructuras burocráticas que consumían gran parte del presupuesto en detrimento del equipo moderno y vehículos. Paradójicamente había una escasez de suboficiales competentes así como técnicos. Y no creamos que la guerra supuso una limpieza de estos enormes departamentos burocráticos. En abril de 1943 las estructuras de retaguardia absorbían a uno de cada tres hombres e incluso la para entonces superflua escuela de caballería contaba todavía con 3.650 hombres.(7)

El militar italiano era en general rígido, pedante, conservador y bastante averso al estudio y experimentación con nuevos métodos operativos y tácticos. El carro de combate fue desdeñado en detrimento de las grandes formaciones de infantería y artillería al estilo de la Gran Guerra. Las diversas formulaciones o menciones a la “guerra di rápido corso” o una especie de guerra motorizada de movimiento y maniobra en vez de asaltos frontales no pasaron de ser un brindis al sol sin ningún tipo de entrenamiento o formulación práctica. Dos cuestiones impidieron su puesta en práctica: la primera la pobreza material del ejército italiano con escasez de vehículos blindados, de transporte y de tracción en esa supuesta doctrina de guerra relámpago. Y la segunda el estancamiento mental y doctrinal del ejército. Tampoco ayudaba a que gran parte de los oficiales siguiera pensando que la siguiente guerra sería en los Alpes o contra Yugoeslavia. Apenas se pensaba en una guerra en el desierto o la posibilidad de una guerra anfibia y aeronaval en el Mediterráneo. Las aventuras militares en Abisinia y la guerra de España otorgaron una falsa sensación de superioridad militar y autocomplacencia. No se comprendió que eran conflictos donde se había actuado contra un adversario inferior. Ni tan siquiera se analizaron algunos pequeños reveses sufridos como en Guadalajara para extraer lecciones provechosas.

Como veremos a continuación el sistema político favorecía el nombramiento de militares aduladores y que no cuestionaran a Mussolini. Este no dudó en deponer a cualquier mando que no fuera un mero ejecutor de sus órdenes o cuestionara la estrategia escogida.

Mussolini había intentado penetrar en la casta militar italiana para controlarla desde el punto de vista político. Además estaba frustrado por el lento ritmo de modernización y la disposición defensiva del alto mando por lo que en julio de 1933 despidió a su Ministro de la Guerra y lo sustituyó por Federico Baistrocchi, un subsecretario de guerra mucho más politizado que el tradicional militar de la casa de Saboya, comenzando la labor de convertir al ejército real en un ejército fascista. Se permitió que los oficiales pudieran ser militantes del Partido Fascista y se comenzó una labor de adoctrinamiento en los cuarteles. Baistrocchi además de su posición de facto de comisario político comprendía que era necesaria la motorización del ejército. Se crearían quince divisiones motorizadas -algo que se demostraría pronto imposible para las posibilidades materiales de Italia- con un complemento de tanques que efectuarían una guerra rápida apoyada por una artillería poderosa y una aviación que sería tanto táctica como estratégica atacando los centros de población del enemigo. Esto era en esencia la “guerra di rápido corso”. Baistrocchi como reformador era imaginativo pero desde el punto de vista político no era tan maleable como Mussolini deseaba. Se había opuesto a la campaña de Etiopía en 1934 porque comprometería financieramente la reconstrucción del ejército. En 1936 se opuso a la aventura de España por idéntica razón. Fue prontamente destituido y sustituido por Pariani.

Alberto Pariani bastante más dócil que su predecesor y aunque compartía muchas de sus ideas respecto a la idea de acometer una guerra rápida pensaba que se necesitaba la creación de una división más ligera y maniobrable. Esto conduciría a la creación de la división binaria en 1937-38. Básicamente se basaba en reducir la división de tres regimientos a dos, quitar parte del complemento de artillería basando gran parte de la potencia de fuego en los morteros y cañones ligeros. Fue una decisión desastrosa que aumentaría artificialmente el número de divisiones en formaciones de poca potencia y daría mandos adicionales al numeroso y poco entrenado cuerpo de oficiales.(8) Pariani utilizó métodos sesgados para convencer a la oficialidad de la conveniencia de la división binaria aunque algunos militares conservadores como Badoglio se opusieron. Al final se salió con la suya y las divisiones italianas que combatirían en la II Guerra Mundial serían del tipo binario. Este general fue el que en 1937 indicó a un oficial que marchaba al norte de Africa “el no entrenar demasiado”…
A pesar de todo Pariani fue de los pocos en advertir que un avance hacia el Canal de Suez constituiría la estrategia clave italiana en la próxima guerra. Y sin embargo no se hizo nada para dotar de medios materiales que permitieran la ejecución de esa opción estratégica. Apenas se aprestaron vehículos en Egipto, casi ningún carro blindado ni medios motorizados. En su lugar se invirtieron los escasos fondos en fortificar varias de las ciudades de la Cirenaica como Tobruk, Bardia y otras. Ni tan siquiera se modernizaron o ampliaron los puertos de los que iba a depender la logística militar. Sería depuesto durante el caos desatado por la movilización de 1939 y sustituído por Rodolfo Graziani.

Pietro Badoglio disfrutó de un ascenso meteórico durante la Gran Guerra aunque su cuerpo de ejército se derrumbó durante la batalla de Caporetto lo que se convertiría en una mancha en su expediente que le persiguió siempre. Participó en la sangrienta guerra contra los rebeldes senussis en Libia. Dirigió en 1935-36 la guerra de Etiopía desde Roma donde autorizó el uso de gas mostaza. Aunque su dirección fue poco brillante, el éxito de la misma le garantizó una lluvia de recompensas después. Era el prototipo de alto oficial pasivo, letárgico y obstructivo pero respaldado por el rey y los círculos conservadores. Odiaba a muerte a Cavallero con quien siempre tuvo una gran rivalidad. Mostraba tan poco interés por la guerra mecanizada que su único comentario a un análisis de la inteligencia militar sobre los métodos alemanes en julio de 1940 fue “lo estudiaremos cuando se termine la guerra.” Posiblemente su desconfianza profunda de los alemanes tuvo algo que ver. Ya hemos visto como fue incapaz de realizar un solo plan operativo serio que llevara a cabo las instrucciones estratégicas mussolinianas. Se opuso a cualquier acción ofensiva en Egipto, en rigor la estrategia que podía aportar más dividendos. Su comportamiento antes del ataque contra Grecia fue errático y contradictorio. Por un lado se oponía al ataque aduciendo que no se contaba con suficientes efectivos y que se necesitarían varios meses de preparativos y sin embargo no planteó ninguna oposición ni comentario crítico.(9) En su descargo hay que decir que criticó a Mussolini por el desastre sufrido en Grecia apenas un mes después por lo que después de ser usado como chivo expiatorio dimitió de su puesto en noviembre de 1940. Su conspiración junto al rey y otros altos oficiales a finales de julio de 1943 para sacar a Italia de la guerra consiguió el arresto de Mussolini pero los preparativos -mejor dicho la falta de ellos- sobre como impedir que los alemanes se hicieran con el territorio y los resortes del poder fueron desastrosos. A principios de septiembre huyó junto al rey dejando en la estacada a las fuerzas armadas y al país.(10)
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Foto: Pietro Badoglio. Al poco del armisticio de septiembre de 1943 administró el gobierno del sur de Italia, cobeligerante, hasta junio de 1944.

Fuentes:
(7) MacGregor Knox: Hitler´s Italian Allies (pág. 62) Cambridge University Press 2001.
(8) John Gooch: Mussolini´s War (pág. 53-55) Penguin Books 2021.
(9) Ian Kershaw: Fateful Choices: Ten Decisions that changed the World (pág. 170-174) Penguin Books 2008.
(10) John J. Osborn Jr.: Neither Loved nor Hated: Field Marshal Pietro Badoglio: https://www.historynet.com/neither-love ... -badoglio/

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Mié May 29, 2024 5:53 pm

V.3 El material humano: Los militares
Ugo Cavallero, el rival de Badoglio, era un militar algo atípico: tenía una licenciatura en matemáticas y dominaba el inglés y alemán habiendo traducido numerosos tratados militares en esos idiomas al italiano. Siempre destacó por sus dotes organizativas, claridad intelectual y de hecho fue uno de los cerebros detrás de la planificación de las batallas del Piave y Vittorio Veneto que dieron la victoria a Italia en 1918. Hasta 1927 fue el segundo en mando después de Mussolini. Su conflicto con Badoglio se originó al ceder éste gran parte del poder del Estado Mayor a Mussolini. Cavallero, dotado de una inteligencia bastante más penetrante que Badoglio nunca superó esa cesión de poder y presentó su dimisión. A partir de 1928 fue presidente de Ansaldo, la mayor empresa de ingeniería pesada de Italia, hasta 1933 en que se convirtió en sospechoso de vender al estado planchas de blindaje de inferior calidad y de falsificar tests de calidad y especificaciones. Aunque no fue juzgado, es casi seguro que varias de esas acusaciones eran ciertas y que ganó bastante dinero con estas maquinaciones. Regresó al Ejército y en 1937 se convirtió en jefe militar del A.O.I. hasta abril de 1939 donde sus diferencias con Amedeo d´Aosta, vicerrey allí, llevaron a su transferencia a Italia. A finales de 1940 la debâcle de Grecia propició su nombramiento como Jefe de Estado Mayor en sustitución de Badoglio. Sus dotes organizativas posibilitaron el estabilizar la situación en Albania y fue el que configuró el Comando Supremo con poder sobre todas las armas y la milicia fascista tras el ineficaz Estado Mayor primitivo. Tras la ocupación de Grecia reforzó la cooperación con los alemanes y entabló amistad con Albert Kesselring. Sus esfuerzos organizativos, asimilación de métodos alemanes y coordinación con ellos produjo lo que fue seguramente la época de mayores éxitos italoalemanes. Se opuso a la ofensiva de Rommel hacia Egipto por creer que logísticamente no era posible. Los reveses en el Alamein y el Don junto a su actitud juzgada demasiado proalemana condujeron a su caída el 1 de febrero de 1943 y sustitución por Vittorio Ambrosio. En septiembre de 1943 fue inicialmente arrestado por Badoglio, liberado por los alemanes, murió en muy extrañas circunstancias.(11) Fue posiblemente el comandante de estado mayor más despreciado por todos los oficiales italianos desde Badoglio que lo odiaba a muerte o Messe, posiblemente el mejor general que tuvo Italia en toda la guerra aunque dió una cohesión y organización mejor que el esquema disfuncional de los años treinta y principios de la guerra. Pero no hay que engañarse, Cavallero nunca dio una visión estratégica distinta de la dictada por Mussolini, simplemente realizó una reorganización de los recursos, una gestión mejor de lo habitual y una centralización -favoreciendo su posición evidentemente- de la estructura existente.
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Foto: Ugo Cavallero era un personaje famoso por su inteligencia y duplicidad.

Vittorio Ambrosio era otro militar realista conservador típico de la época alternando momentos de realismo con comportamientos dubitativos y contradictorios. Tuvo una actuación buena al invadir la parte costera de Yugoslavia en 1941 y alcanzando todos sus objetivos en escasamente una semana y permaneciendo como gobernador militar en la zona dedicándose a la lucha antipartisana. Tras su incorporación como Jefe del Comando Supremo en sustitución de Ugo Cavallero intentó centrarse en los escenarios principales retirando las tropas de Rusia y realizar algunas reformas para mejorar el desastroso escenario económico pero en cualquier caso ya era demasiado tarde para otro desenlace. Fue quizás el único que tuvo un enfoque estratégico sólido y diferente aunque eso sí con muchas limitaciones personales y circunstanciales. Fue partidario de abandonar la cabeza de puente de Túnez en 1943 por insostenible pero su argumentación fue contraproducente afirmando que resistir allí retrasaría la invasión de Italia. Aunque fueran bienintencionadas y racionales sus propuestas, en cualquier caso la guerra estaba ya perdida y la situación italiana dependía en todo del apoyo alemán.

Mario Roatta fue entre 1934 y 1936 jefe del Servicio de Información Militar (SIM) donde es muy probable que estuviera involucrado en el asesinato en 1934 del rey Alexander de Yugoeslavia. En 1936 fue nombrado comandante de las fuerzas italianas (CTV) en la guerra civil española donde sufrió el fracaso de Guadalajara hasta finales de 1938. Tras unos breves meses como agregado militar en la Embajada de Alemania regresó en octubre de 1939 como jefe de estado mayor del Ejército hasta marzo de 1941. Fue en esta época donde queda patente su responsabilidad en los desastrosos planes ofensivos tanto en Francia, Africa como Grecia. A pesar de todo fue posiblemente el único que capaz de articular un análisis estratégico serio en diciembre de 1940 aunque como veremos después gran parte del mismo no fue adoptado. Después participó en la invasión de Yugoeslavia y quedaría como comandante del 2 Ejército en la zona practicando una represión salvaje muy parecida a la alemana, estableciendo campos de concentración y armando a chetniks para que practicaran una especie de limpieza étnica. A pesar de los intentos de Yugoeslavia para extraditarlo por crímenes de guerra logró evitarlo y en 1945 en circunstancias sospechosas huyó a España.

Roberto Graziani como comandante militar en Libia había tenido un papel importante en la sangrienta represión de los senussis y erigido una serie de campos de concentración. Posteriormente sería comandante del frente Sur en la invasión de Abisinia y nombrado vicerrey posteriormente. Sería conocido por la represión salvaje de los etíopes. En noviembre de 1939 fue nombrado jefe de estado mayor del Ejército en sustitución de Pariani. Hay que decir que intentó conseguir ayuda material alemana y una cierta coordinación operativa con el III Reich pero todos esos intentos fueron abortados por Badoglio e incluso el propio Mussolini. En junio de 1940 sustituyó al difunto Italo Balbo como comandante de Libia y al igual que él se dio cuenta que las fuerzas de infantería no posibilitaban una invasión de Egipto, operación que retrasó todo lo que pudo. Su comando sería destruido durante la operación Compass entre diciembre de 1940 y enero de 1941. En marzo de 1941 fue sustituído por Gariboldi. Profesionalmente era el prototipo de oficial colonial incapaz de manejar operaciones de guerra moderna y además propenso a perder los nervios. Fue el único mariscal de Italia que sería fiel a Mussolini tras su caída sirviéndole en el estado títere de la República Social Italiana. Lograría escapar a los intentos de Etiopía por juzgarle por crímenes contra la humanidad.

Sebastiano Visconti Prasca, un general de rango menor en el Ejército italiano será siempre recordado como uno de los orquestadores de la invasión de Grecia. Había publicado un libro llamado “La Guerra Decisiva” (una especie de versión italiana muy primigenia del Blitzkrieg) en 1934 que Mussolini leyó y que posiblemente influyera en desencadenar la invasión de Abisinia. Ese mismo año hizo una expedición de exploración a la colonia italiana de Eritrea escribiendo un informe que ayudaría a los planes operacionales de invasión. En 1937 fue adjunto militar en la embajada en Francia.(12) En junio de 1940 fue nombrado comandante militar en Albania por sugerencia de Ciano. El fue uno de los que afirmó a Mussolini que se podía comenzar la invasión de Grecia con efectivos muy reducidos convencido de la debilidad de los griegos. Su manejo de la invasión fue desastroso y a los pocos días fue depuesto para no volver jamás a ocupar ningún puesto de mando. Casi todos los juicios sobre su persona coinciden en su vanidad e incompetencia.

Fuentes:
(11) Guido Abate: Field Marshal Ugo Cavallero: https://comandosupremo.com/ugo-cavallero/
(12) https://en.wikipedia.org/wiki/Sebastian ... nti_Prasca

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Jue May 30, 2024 1:51 pm

V.4 El material humano: El gestor, los aviadores y los marinos
Carlo Favagrossa merece un comentario aparte por su implicación en la planificación económica y la economía de guerra. Participó como jefe de estado mayor del CTV en la guerra civil española. El 28 de agosto de 1939 fue nombrado Comisario General para la Producción de Guerra en sustitución de Alfredo Dallolio que había dimitido en protesta por la germanofilia del gobierno y la posible entrada en la guerra. Fue el que produjo una serie de estadísticas e informes que probaban la falta de preparación de las fuerzas armadas en el otoño de 1939. Ahora bien ese Comisariado tenía poco poder en comparación con el todopoderoso Ministerio de Armamento y Municiones italiano de 1915-18 y su desempeño fue bastante pobre. Tan sólo podía asignar materias primas pero no tenía poder de decisión sobre los contratos laborales o de armamentos. Tenía poco o ningún control sobre la planificación de la producción bélica. Ahora bien Favagrossa perdió buena parte de 1940 a 1942 resistiéndose a tomar el control del aprovisionamiento y a forzar prioridades en la economía industrial ya bien por no enemistarse con otros servicios ya bien por miedo a la responsabilidad. La consecuencia sería la industria bélica funcionando de manera caótica con industrias claves actuando sin apenas control con métodos artesanales produciendo una miríada de modelos bélicos en cantidades irrisorias. Aunque Cavallero con su nuevo y centralizado Comando Supremo adoptaría algunas de las funciones teóricamente asignadas a Favagrossa no se llegó nunca a una gestión integrada de la economía bélica.
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Foto: Favagrossa escribiría un libro después de la guerra (en 1946) "Perché perdemmo la guerra" donde señalaba las razones por las que la economía bélica había fracasado.

El almirante Domenico Cavagnari, el aristocrático jefe de estado mayor de la Marina se negó rotundamente a cualquier adquisición tecnológica como el radar o a la adopción de portaaviones, cooperación con aviones en observación e inteligencia y en general a cualquier idea que contrariara su concepción de la guerra naval como encuentro entre cruceros y acorazados. Era consciente de varias de las limitaciones de la flota italiana y sobre todo de la cuestión estratégica principal: con el dominio de la flota británica más la flota francesa la marina italiana no tenía ninguna posibilidad en el Mediterráneo. No obstante cuando Francia desapareció de la ecuación y Gran Bretaña tenía todos sus recursos dispersos, su timidez y obsesión por proteger la flota a todo trance como un fin en si mismo hizo que se perdieran algunas ocasiones tácticas ventajosas. La obsesión por mantener el control centralizado y no dejar ninguna autonomía a sus subordinados sería también una de las cargas que sufriría la marina italiana. Aunque era consciente que la protección de convoyes a Libia sería una de las principales misiones de la flota no articuló ni un solo plan operativo al respecto. De igual manera se descuidó por completo la guerra anfibia que podía haber dado oportunidades importantes a Italia al principio de la guerra como la invasión de Malta. El capítulo del absoluto desinterés por la flota mercante italiana y su protección llevaría a la desaparición de más de un tercio de la misma antes siquiera de que la guerra hubiera comenzado y en general la desgana con la que se acometió la protección de los convoyes. No hubo tampoco ningún interés en mejorar la logística ni en la construcción de buques especializados de transporte militar. Hasta su destitución en noviembre de 1940 se refugió en la inacción para no tener que realizar ningún plan.
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Foto: el almirante Cavagnari y Mussolini durante unas maniobras navales.

Su sustitución por el almirante Angelo Iachino tampoco cambió realmente las cosas: Iachino era otro almirante pasivo e irresoluto que incluso tras los desastres de Taranto y Matapán rehusó el uso de unos prototipos de radares. Al igual que Cavagnari insistía en la centralización del manejo de los buques sin dar prácticamente autonomía a sus subordinados. No es de sorprender que su desempeño hasta abril de 1943 cuando fue sustituido fuera bastante pobre.(13)

Giuseppe Valle fue subsecretario de Aviación entre 1933 y 1939 sustituyendo a Italo Balbo. Poco después escribió un informe secreto a Mussolini donde describía como su predecesor había inflado las cifras de aviones. Gestionaría una aviación basada en el biplano -tengamos en cuenta que eso era común en todas las fuerzas aéreas de la época- pero se pondría poca atención en el papel de la aviación de exploración y transporte. Se opuso a la entrada de Italia en la guerra en septiembre. Esto junto a otras desavenencias con Mussolini condujeron a su deposición en noviembre de 1939. Irónicamente sería acusado por su sucesor, Prícolo, de inflar las cifras del parque aeronáutico italiano también.(14)

Francesco Pricolo
había desempeñado como subsecretario de Aviación y el 10 de noviembre de 1939 fue nombrado jefe de estado mayor de la Fuerza Aérea. Aunque Italia había sido pionera en la formulación de la guerra aérea estratégica en la práctica en los años treinta se produjo una aviación de índole táctica y apoyo a tierra. Fue utilizado por Mussolini como canal de información en las primeras etapas del desastre de la guerra de Grecia donde emitió unos reportes muy críticos con el mando y la gestión en Albania. Era en líneas generales un hombre sensato que advertía contra la disipación de recursos. No obstante no prestó atención a las cuestiones técnicas y logísticas lo que causó en la Regia Aeronautica un retraso que se pagaría más tarde en la guerra. Su oposición a utilizar motores potentes con gasolinas de alto octanaje o su desinterés por dotar a las tripulaciones de entrenamiento de vuelo con instrumentos o a los aviones con filtros de arena costarían muchas bajas operacionales y en general una baja operatividad de la aviación. Paradójicamente sería destituido por Ugo Cavallero por retrasar el envío de los nuevos cazas Macchi 202 al norte de Africa en noviembre de 1941 hasta que se les hubieran puesto los filtros de arena.
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Foto: el general Pricolo

Fuentes:
(13) MacGregor Knox: Hitler´s Italian Allies (pág. 62) Cambridge University Press 2001.
(14) https://en.wikipedia.org/wiki/Giuseppe_Valle_(general)

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Vie May 31, 2024 1:32 pm

VI. El peligroso aliado: política y estrategia alemana
Todo este análisis sería incompleto sin describir y analizar la estrategia alemana y como Italia entraba en los cálculos alemanes. Hay que entender la estrategia de Hitler como un esfuerzo sostenido para destruir todo el orden internacional europeo. En esto coincidía con Mussolini y el acercamiento ideológico facilitaría la formación de esa alianza. Pero Hitler tenía planes grandiosos, el agrandamiento de Alemania a costa de los países limítrofes y la creación de un imperio europeo donde Rusia sería la fuente de materias primas. Desde el punto de vista de Hitler Italia era un aliado útil en su destrucción del orden político en Centroeuropa, pero era un aliado de carácter táctico o circunstancial y que tenía que estar subordinado a la voluntad alemana en todo momento.

Al precipitar la guerra en septiembre de 1939 Italia jugaba un papel secundario aunque útil en toda la estrategia hitleriana. Se había involucrado a Italia en el esquema alemán pues un aliado que tenía frontera con Francia y podía poner en un brete a Gran Bretaña en el Mediterráneo. Se reconocía tácitamente que los Balcanes entraban en la esfera de intereses italianos pero en la práctica se apartó a los italianos sin contemplaciones en lo tocante a intereses percibidos de suprema importancia fuera Rumanía por su petróleo, Hungría por la bauxita y su territorio junto al Reich. E incluso en los territorios juzgados sin interés como Yugoeslavia o Grecia se explotarían los recursos minerales dejando a Italia sólo unas migajas.
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Mapa: Se puede ver los territorios que Italia pretendía incorporar a su territorio (a costa de Yugoeslavia, zonas fronterizas francesas e incluso las zonas italoparlantes de Suiza) y en color más claro los estados que se convertirían en territorios clientelares. Esta magna visión pronto entró en conflicto con los apetitos de Hitler.

La utilidad de la Italia fascista era relativa y subordinada como no se cansaron de recordar y expresar los dirigentes alemanes en todo momento en el gran juego que Hitler tenía entre manos. Esta permanente actitud despreciativa hacia la situación italiana no era algo que los dirigentes italianos tomaran con alegría. Al margen de la actitud de superioridad alemana que causaba múltiples fricciones estaba la realidad objetiva de una estrategia puesta exclusivamente hacia los intereses alemanes sin ningún miramiento a su aliado. Existen multitud de comentarios, informes o simplemente expresiones de desprecio o incomprensión hacia decisiones alemanas aparentemente incomprensibles. La primera de ellas el precipitar la guerra en septiembre de 1939 contra Gran Bretaña y Francia a pesar de que Italia había declarado su incapacidad material para tomar parte en ella. Los meses siguientes de estancamiento en el Frente Occidental y aparente incapacidad alemana para derrotar a los francobritánicos traerían además de preocupaciones a Mussolini y los altos dirigentes la impresión de que Alemania no podría ganar la guerra. Y sin embargo Mussolini mantuvo la apuesta por la Alemania nazi a pesar de esas circunstancias.

Los movimientos depredatorios de Alemania en los Balcanes que Italia consideraba su zona de influencia causaron consternación a Ciano y varios diplomáticos ante la opacidad y rapacidad del III Reich. El embajador italiano en Berlín, Dino Alfieri urgió a Mussolini a que se aclararan las respectivas esferas de influencia así como cual iba a ser la configuración del bloque económico en Europa. La combinación del seguidismo incomprensible de Mussolini a su aliado junto a la opacidad con que los alemanes ocultaban sus intenciones provocaría que se llegara a los hechos consumados siempre a favor del III Reich. Los Balcanes no tenían interés para Hitler excepto la posesión del petróleo de Rumanía, vital para la guerra y que sería dado con cuentagotas a su aliado italiano.

Hitler era completamente reacio a admitir a Italia no ya en un plano de igualdad sino siquiera a informarle de sus verdaderas intenciones estratégicas. La consecuencia sería una absoluta falta de acuerdo y coordinación a nivel estratégico y operacional. Sin disminuir la evidente responsabilidad de Hitler en esta situación el gran error de Mussolini fue no reconocer que en cualquier caso su papel en esa alianza sería subordinado debido a su inferioridad material.

La victoria contra Francia en 1940 no disminuiría esta actitud alemana sino todo lo contrario. Los alemanes serían completamente opacos respecto a sus intenciones y posibilidades. Así el fracaso sufrido en la Batalla de Inglaterra y la cancelación de la invasión de Gran Bretaña fueron enmascaradas sin dar información real a los italianos. Y los preparativos contra la URSS serían igualmente ocultados. Las posibilidades de la guerra en el Mediterráneo quedarían abortadas en parte por la naturaleza unilateral de la estrategia alemana. Hitler pecaría de falta de visión estratégica con su desinterés en el Mediterráneo y la falta de apoyo material a la Italia fascista. Por otra parte la oposición de Mussolini a dejar que tropas alemanas participaran en una operación contra Gibraltar y Egipto dificultaba lo que podía haber propinado un golpe muy duro al dominio británico y posibilitar una paz negociada.

La desidia alemana en cumplir con las obligaciones económicas a un aliado privado de casi todo engendró no poca desconfianza y decepción en los italianos. Esta falta de confianza mutua así como el desinterés de Hitler, obsesionado con lanzar su invasión a la Rusia soviética sería lo que a la postre condenó a una estrategia exitosa en este teatro.

La organización de la operación Barbarroja aunque negada por los alemanes engendró una situación paradójica entre los italianos que mostraron incomprensión hacia las verdaderas intenciones alemanas. Cuando la invasión a la URSS se desató Mussolini se apresuró a declarar la guerra a Rusia y enviar un cuerpo expedicionario a pesar de la escasez de material y dificultades en el norte de Africa. En agosto de 1941 empezaron a aparecer las señales del estancamiento alemán en Rusia, a pesar de las derrotas soviéticas. En octubre hubo una breve esperanza con la victoria alemana en la operación de Vyazma-Briansk pero para finales de noviembre era evidente que la guerra no iba a terminar en 1941.

Como de costumbre Mussolini en vez de ver con preocupación la posible derrota de Alemania en la guerra, la conclusión que sacó fue que Italia podría sacar provecho en los Balcanes ante los compromisos alemanes en el este. Al margen del placer maligno que pudiera extraer de las dificultades alemanas en Rusia ésta era una conclusión precipitada, limitada y sobre todo errónea pues su destino estaba unido al de Hitler. Y que obviaba que en Libia se luchaba gracias a la ayuda alemana.

En la primavera de 1942 Ciano fue recibido por Hitler. Ciano reseñaba: “La cortesía alemana está siempre en proporción inversa a su buena fortuna” Desde el punto de vista práctico Mussolini ofreció más divisiones a Hitler que fueron aceptadas con gratitud. La incapacidad de Mussolini y en menor medida Ciano para extraer lecciones de la ineptitud estratégica alemana a pesar de sus repetidos fracasos es sin duda un punto importante y difícil de explicar sin que medie la psicología por medio. En noviembre con los desembarcos aliados en el norte de Africa la única observación de Mussolini era que “si perdemos la guerra será por la estupidez política alemana” Ciano y Alfieri estaban convencidos de que Alemania perdería la guerra y no podían comprender que Hitler no intentara negociar una paz.(15)

En cualquier caso para esas fechas poco importaba la toma de decisiones italianas -que además no se produjeron- pues todas las decisiones estratégicas y operacionales estaban ya en manos de los alemanes.

La ineptitud estratégica italiana y su desastrosa ejecución están fuera de toda duda pero es importante comprender la incompetencia estratégica hitleriana para poner toda esta exposición en contexto. La incapacidad italiana en comprender las intenciones estratégicas alemanas y sus implicaciones y la negación de Mussolini a asumir su papel secundario fue lo que a la postre condenó toda la confusa política italiana.

Fuentes:
(15) Artículos de James J. Sadkovich:
a) Understanding Defeat: Reappraising Italy's Role in World War II. Journal of Contemporary History, enero 1989.
b) German Military Incompetence Through Italian Eyes. War in History, marzo 1994.

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por José Luis » Dom Jun 02, 2024 11:26 pm

¡Hola a todos!
Schwerpunkt escribió: II. La estrategia mussoliniana: Principales errores y causas

[...] El Estado mayor cuyo jefe fue mariscal Badoglio jefe de Estado Mayor entre 1925 hasta diciembre de 1940 no era más que la correa de transmisión a todo el estamento militar de las confusas directivas estratégicas del Duce. Badoglio, un militar conservador arquetípico de la época y los militares encargados de conformar esas directivas estratégicas en planes operativos eran de una manifiesta incompetencia, pasividad y servilismo. Apenas se apreciaban las consecuencias de la entrada en una guerra europea y posiblemente mundial. Y desde el punto de vista militar el desprecio hacia la mecanización, la integración de la tecnología militar y la gestión de la logística en pro de la creación de numerosas divisiones de infantería con escasa potencia de fuego y capacidad era consecuencia de las limitaciones intelectuales de la mayoría de mandos militares del momento.
Hay aquí una serie de sentencias que son, a mi juicio, demasiado tajantes y que, por tanto, requieren del matiz. Me refiero especialmente a la consideración sobre el “Estado mayor” de una parte, y a la supuesta “incompetencia, pasividad y servilismo” de los planificadores militares italianos.

En primer lugar, Badoglio fue el Jefe del recién instituido Estado Mayor General (Stato Maggiore Generale) de 1925, no el jefe del Estado Mayor del Ejército (Stato Maggiore dell'esercito). ¿Por qué se creó la cartera del Estado Mayor General en 1925? Para explicar esto hay que retroceder en el tiempo.

El stato maggiore dell'esercito (SME) se había creado como órgano de estudio, en especial para elaborar los planes de guerra. Su jefe había ampliado sus poderes hasta el punto de convertirse en el Comandante en Jefe del Ejército durante la guerra y en la inmediata posguerra.

Cuando acabó la guerra, y durante los primeros gobiernos liberales de Orlando y Nitti, la jefatura del SME correspondió al teniente general Armando Díaz (lo era desde el 8 de noviembre de 1917 y lo siguió siendo hasta el 21 de noviembre de 1919) y al teniente general Pietro Badoglio (desde el 21 de noviembre de 1919 hasta el 3 de febrero de 1921). Al tiempo que los ministros de la Guerra fueron el teniente general Vittorio Zupelli (21 marzo 1918 al 17 enero 1919), el teniente general Enrico Caviglia (18 enero al 23 junio 1919, ambos bajo el gobierno Orlando, y el teniente general Alberico Albricci (24 de junio 1919 al 13 marzo 1920), bajo el gobierno Nitti.

Ahora, la tarea fundamental del ministro de la Guerra durante estos primeros años de posguerra era llevar a cabo la desmovilización militar y la organización del nuevo ejército de tiempo de paz. Y en este cometido sus tareas se vieron enormemente influenciadas por, cuando no adecuadas a, los distintos intereses de los auténticos capos del ejército, empezando por Diaz y Badoglio (como jefes del SME) y siguiendo por el Duque de Aosta, Giardino, Tassoni, Pecori Giraldi, Caviglia y Morrone.

Cuando Nitti, rompiendo la tradición, nombró ministro de la Guerra, tras la dimisión de Albricci, a un político del socialismo reformista, Ivanoe Bonomi (desde el 14 de marzo al 21 de mayo de 1920; y después, bajo el gobierno Giolitti, desde el 16 de junio 1920 al 2 de abril de 1921), una de las decisiones de Bonomi fue abolir virtualmente la cartera del SME y trasladar sus funciones de alto mando al Consejo del Ejército, órgano ya existente pero que adquiría ahora una posición mucho más relevante. El SME siguió existiendo bajo la denominación de stato maggiore centrale dell’esercito, pero sus jefes carecían ya del enorme poder que habían tenido sus predecesores, y fueron una especie de consejeros del ministro de la Guerra. Ya nunca más fueron elegidos de entre los generales más exitosos o considerados. Fueron jefes de este nuevo estado mayor central los tenientes generales Giuseppe Vaccari (del 3 de febrero de 1921 al 11 de abril de 1923) y Giuseppe Ferrari (del 11 de abril de 1923 al 4 de mayo de 1925).

El Consejo del Ejército era un órgano colegiado que, a diferencia del antiguo SME, ya no estaba en manos de un comandante en jefe autoritario, como fue el caso de la etapa de Díaz y Badoglio. Sus miembros estaban divididos en torno a la cuestión del cargo de Comandante en Jefe del Ejército: unos querían que sólo se designase en caso de guerra, mientras que otros (entre ellos Badoglio) querían que fuese efectivo ya en tiempo de paz. Además, Badoglio quería que el jefe del SME (es decir, él) fuese el vicepresidente del Consejo (el presidente era el ministro, pero sin voto). Badoglio no consiquió lo que quería y abandonó la cartera del SME. Finalmente, el Consejo del Ejército, nombrado el 22 de febrero de 1921, se constituyó con Armando Díaz como vicepresidente y los generales Aosta, Pecori Giraldi, Gaetano Giardino, Pietro Badoglio, Enrico Caviglia, Paolo Morrone y Giulio Tassoni,

Me he extendido en todo lo anterior para tratar de explicar por qué el SME ya dejó de tener la relevancia que tenía (con su jefe a la cabeza) desde la recuperación del Consejo del Ejército hecha por Bonomi. Cuando Mussolini se nombró ministro de la guerra, de la marina y de la aeronáutica desde abril de 1925 hasta septiembre de 1929, los jefes del vuelto a denominar SME fueron Badoglio (1925 – 1927), Giuseppe F. Ferrari (1927 – 1928) y Nicola Gualtieri (1928 – 1929). Sospecho que salvo Badoglio, muy pocos lectores del foro conocen algo de estos militares. Y de los que vinieron después hasta vísperas de la guerra -Alberto Bonzani (1929 – 1934), Federico Baistrocchi (1934 – 1936) y Alberto Pariani (1936 – 1939)- poco más se sabrá, al margen del papel de Baistrocchi y su doctrina de “guerre di movimento” y Pariani con su “guerre di rapido corso”.

Ahora, cuestión diferente es la cartera de Jefe del Estado Mayor General (Capo di stato maggiore generale) creada el 4 de mayo de 1925, y que recayó en Badoglio sin interrupción hasta el 4 de diciembre de 1940. Según la ley n. 866 de 8 de junio de 1925, el Jefe del EMG tenía atribuido “el estudio y las disposiciones necesarias para la coordinación de la organización defensiva del Estado, y los planes de guerra, dando a los jefes de Estado Mayor de la Regia Marina y de la Regia Aeronautica las directivas generales para el concurso de la Regia Marina y la Regia Aeronautica en la consecución de los objetivos comunes” (Art. 2). Y según el Real-Decreto n. 68 de 6 de febrero de 1927, “el Jefe del EMG propone al Jefe del Gobierno las disposiciones para la coordinación de las disposiciones defensivas del Estado. Tales disposiciones se transmiten desde el Jefe del Gobierno a los ministros interesados” (Art. 3).*

Sin embargo, ley y decreto citados no facultaban al Jefe del EMG para corresponder directamente con los jefes de estado mayor de las tres fuerzas armadas (Ejército, Marina y Aeronaútica), ni controlar sus actividades. No estaba investido de una responsabilidad específica y, por tanto, era un nombramiento bastante absurdo en dichas condiciones. En cambio, los subsecretarios de los tres ministerios de las fuerzas armadas, que al mismo tiempo también eran Jefes de Estado Mayor de las mismas, tenían relaciones muy frecuentes con el Jefe de Gobierno, Mussolini, y, en parte por la propensión a actuar de forma independiente, en parte por la tendencia de Mussolini a anteponer los cargos políticos a los militares, acabaron ocupándose también con el Duce de cuestiones que habrían sido responsabilidad del Jefe de Estado Mayor General, el cual -por ejemplo- ni siquiera fue consultado para enviar voluntarios a España.

El mariscal Badoglio, además, no gozaba de las simpatías de los círculos fascistas y prácticamente fue dejado de lado. Cuando, en 1939, la situación internacional se ensombreció, salió del aislamiento e hizo todo lo posible para evitar que Italia se viese involucrada prematuramente en el conflicto. En vano.

Como escribió el general Bertinaria** una gran potencia militar no solo debe contar permanentemente con un Estado Mayor General, sino que conviene que en tiempo de paz esté asesorada por un Centro de estudios militares avanzados común a las tres Fuerzas Armadas, que se encarga de: - sentar las bases de una doctrina estratégica; -estudiar en el campo estratégico el uso coordinado de todos los medios de acción, estableciendo objetivos en relación a las eventualidades políticas más probables de guerra.

La existencia de la Comisión Suprema de Defensa y del Consejo de Ejército tampoco pudo compensar la falta de estos órganos de alto estudio técnico. La primera, en la práctica, tenía un ámbito de acción limitado al ámbito económico e industrial y los Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas eran miembros con carácter consultivo. En cuanto al segundo, el Consejo había estado devaluado e inoperante durante mucho tiempo.

En su Il Generali di Mussolini (2016), Giovanni Cecini escribió al inicio del capítulo dedicado a Badoglio: “Se è vero che il generale più famoso d’Italia è Garibaldi, quello più odiato è di sicuro Badoglio”. (“Si es cierto que el general más famoso de Italia es Garibaldi, el más odiado es ciertamente Badoglio”). Sin duda, Cecini lleva razón; cuestión diferente es analizar objetivamente las razones que produjeron semejante odio. El desastre de Caporetto, las masacres de Libia, el gas mostaza en Etiopía o el armisticio publicado el 8 de septiembre de 1943 no fueron una responsabilidad exclusiva de Badoglio, sino una responsabilidad colegiada. Pero es más fácil concentrar el odio en una sola persona. Badoglio fue odiado por los nacionalistas italianos por Caporetto; por los fascistas de Mussolini por oponerse al nombramiento de éste como jefe del gobierno; por muchos de sus colegas militares por rivalidades de poder; ninguneado por Mussolini mientras fue Jefe del EMG; odiado por los fascistas por el armisticio de 1943, y por las fuerzas de la izquierda política y la resistencia después de 1945. Bajo esos parámetros es absurdo valorar la capacidad profesional de Badoglio en su carrera militar. En lo que a mí concierne, estoy muy lejos de tildarlo de incompetente; su “pasividad” y supuesto “servilismo” son aspectos que hay que ponderar bajo el contexto tan particular de la dictadura fascista y su Duce, cuya estrategia militar, como dijo el gran Giorgio Rochat, era una “estrategia de fachada”. Y lo mismo es aplicable a los generales Baistrocchi y Pariani. Y al general Carlo Favagrossa, sustituto de Dallolio como Comisario General de la Producción Bélica en agosto de 1939.

Escoged al mayor genio militar en la planificación de la guerra, del país que gustéis y de cualquier periodo, y ponedlo a trabajar bajo Mussolini y su patético organigrama político-económico-militar. No haría más de lo que hicieron estos caballeros que he nombrado arriba: proponer, proponer y proponer sin ser atendido finalmente. Es posible que hubiera dimitido, como mucho.

*Ley y real-decreto se pueden consultar en su totalidad en Antonello Biagini y Alessandro Gionfida, Lo Stato Maggiore Generale tra le due guerre (Roma: Stato Maggiore dell'Esercito. Ufficio Storico, 1997), pp. 18-27.
**Generale Pier Luigi Bertinaria, “Il Comando Supremo e la guerra - Preparazione e ritardi”; en Commissione Italiana di Storia Militare, Storia Militare II G.M., Rainero y Biagini (eds.), L'Italia in Guerra. Il 1º anno, 1940 (Roma: Edizione Ufficio Storico SME, 1991), pp. 69-84.

Saludos cordiales
JL
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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Lun Jun 03, 2024 8:43 am

VII. El principio de la guerra y la no beligerancia
La guerra llevaría al paroxismo los numerosísimos cambios de objetivos estratégicos: Yugoeslavia, Grecia, Francia, el Norte de Africa, etc, etc. Mussolini cambió varias veces el foco estratégico y además exigió a sus mandos militares que articularan planes de ataque en cuestión de días, sin tener en cuenta las limitaciones logísticas y materiales.

La invasión de Polonia en 1939 desencadenó la movilización parcial italiana junto a la declaración de no beligerancia. Pronto comenzaron a transpirar los informes y quejas provocados por el caos en que se desarrolló. De pronto cientos de miles de hombres que llegaban a los depósitos militares se encontraban sin equipo, uniformes y casi alimentación y cobijo debido a una desastrosa burocracia militar. Esta confusa burocracia impedía compilar el material necesario para equipar a las unidades de manera que muchas cifras eran contradictorias. Pariani fue definitivamente cesado por su mala gestión aunque es seguro que no fue el único culpable del caos. El 1 de octubre había 1.300.000 hombres teóricamente en armas aunque en la práctica tan sólo una fracción de las divisiones estaban listas.
Imagen
Mapa: Italia y sus territorios coloniales al principio de la II Guerra Mundial. Se aprecia el aislamiento del Africa Oriental Italiana (A.O.I.) que además estaría rodeada de territorios hostiles en caso de guerra contra Gran Bretaña, dueña de los mares.

A pesar de la ignorancia sobre las necesidades lo que era evidente es que faltaba de todo y que las fuerzas armadas se encontraban imposibilitadas de realizar ninguna acción operativa de importancia. Durante el otoño Mussolini se refugió en la ficción pensando que la industria sería capaz de producir el material necesario pero la realidad es que la industria apenas contaba con stocks de carbón, metales, divisas y otros materiales y estaba ya trabajando a una fracción de su capacidad. Y las fuerzas armadas sufrían escasez de munición y multitud de materiales.(18) Había combustible para varios meses de operaciones en la Marina y Aviación pero el Ejército se encontraba en un estado calamitoso con tan sólo 19 de las 67 (71 si contamos 4 divisiones de Camisas Negras) divisiones teóricas operativas y una escasez general de vehículos y munición. Y las consecuencias del bloqueo británico debido al alineamiento de Italia con el III Reich estaban teniendo consecuencias desastrosas sobre todo en el suministro de carbón. A pesar de las promesas Alemania no podía cubrir la diferencia pues ya tenía bastantes problemas ella misma en el invierno de 1939-40.

Favagrossa nombrado Comisario de Producción de Guerra a finales de agosto comenzó a enviar multitud de informes sobre la calamitosa situación económica. La producción de acero de hecho estaba disminuyendo debido a la falta de carbón, chatarra, insumos y divisas para comprarlos. En pocas palabras las fuerzas armadas no podrían estar listas antes de 1942-43.

Pese a las ampulosas declaraciones y sus deseos de entrar en la guerra Mussolini no podía sino refugiarse en las excusas a su aliado ante la falta de preparación. Durante la primavera de 1940 presionó a los jefes de estado mayor para producir planes operativos diversos desde atacar por los Alpes, un ataque a Yugoeslavia e incluso participar en el frente del Oeste junto a los alemanes con unidades propias. Como ya hemos comentado antes la falta de coordinación y sobre todo la resistencia pasiva de gran parte de ellos impidió planificar nada. Badoglio incluso prohibió a Graziani planificar ninguna operación con los alemanes o recibir material bélico alemán. Y por si fuera poco practicó una resistencia pasiva a producir un solo plan operativo en la creencia que su mera existencia excitaría los apetitos de Mussolini.(19) En cualquier caso los recursos eran escasos y por si fuera poco estaban dispersos por toda Africa e Italia sin ningún plan global. Así en Libia no se podía acometer ninguna ofensiva hacia Egipto pues no se contaba con efectivos motorizados y además se temía la intervención francesa desde Túnez. En la frontera con Francia y Yugoeslavia también se estaría a la defensiva. Tan sólo se contemplaba un pequeño avance local de la A.O.I. hacia Kenia y Sudán de mínima entidad. El caso de Libia merece un comentario adicional, los 130.000 italianos se enfrentarían según las estimaciones italianas -completamente erradas y exageradas- a 314.000 franceses en el norte de Africa y 100.000 británicos. Se enviaron 80.000 hombres adicionales a Italo Balbo, comandante en Libia pero éste se quejó que sin el envío de vehículos, tanques y artillería estos refuerzos eran inútiles.

Fuentes:
(18) MacGregor Knox: Mussolini Unleashed 1939-1941: Politics and Strategy in Fascist Italy´s Last War (pág. 77-79) Cambridge University Press 1999.
(19) Ibid (pág. 89-90)

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Mar Jun 04, 2024 9:05 am

VIII. La entrada de Italia en la guerra
Súbitamente todo el panorama estratégico cambió con la caída de Francia. En las últimas semanas de mayo el dispositivo aliado se derrumbó ante los alemanes. Ahora Mussolini comenzó una actividad frenética forzando la entrada en la guerra para hacerse con los despojos a pesar de que la situación material italiana apenas había cambiado nada. De las 71 divisiones movilizadas tan sólo 22 estaban completas aunque les faltaban un tercio de camiones. La población italiana veía a la máquina bélica alemana tragarse territorios con cierta admiración pero también con aprensión. La mayor parte de la población no quería la guerra y se respiraba un cierto ambiente antigermano que se extendía a una parte considerable de la oficialidad militar. Había un fatalismo combinado con miedo provocado por la movilización parcial y las penalidades económicas debido al bloqueo. Mussolini convocó el 29 de mayo a los mandos militares y les informó que el 5 de junio emprendería la guerra y entretanto presionó al rey para que accediera a la entrada a la guerra. Todavía se contemplaba la posibilidad de enviar unidades italianas al Rin. Al final se optó por un cauto dispositivo defensivo en los Alpes con órdenes de emprender la ofensiva si las circunstancias eran muy favorables. Finalmente el 10 de junio se declaró la guerra a Gran Bretaña y Francia.

El día 17 de junio la petición de armisticio por parte de Francia volvió frenético a Mussolini. De repente veía que las posibles ganancias se esfumaban y exigió a sus jefes militares que se lanzara una ofensiva a través de los Alpes mientras al mismo tiempo presentaba a Hitler una lista de demandas territoriales enorme (ocupación de Córcega, Túnez y buena parte del norte de Africa así como territorio francés hasta el Ródano) neutralización de la flota francesa, etc, etc. Hitler evidentemente se mostró remiso a esas cesiones. Mussolini ordenó el ataque a lo largo de todo el frente de los Alpes el 20 de junio con 22 divisiones aunque como sabemos muchas de ellas estaban incompletas. Debido a la inexistencia de preparación junto al terreno casi infranqueable el ataque se convirtió en un caos a las pocas horas de iniciado. Los cuatro días de campaña costaron 3.800 bajas entre muertos y heridos y unas 2.100 bajas por congelación frente a tan sólo 340 bajas francesas. Fue un penoso ejercicio militar y lo que es peor, no se aprendió nada de los errores cometidos.(20)

IX. El caso de la marina mercante italiana
En agosto de 1939, Alemania debido a la premura con que se declaró la guerra y el fallo de no comunicar avisos a sus mercantes perdió casi la mitad de su flota mercante ya fuera capturada por el enemigo, internada en puertos neutrales o destruida por sus propias tripulaciones para evitar la captura.
A pesar de este precedente el gobierno italiano no dio instrucciones exactas a su flota mercante ni lanzó avisos con suficiente antelación. Esto en una nación situada en el Mediterráneo con gran parte de sus posesiones coloniales en ultramar y donde la posesión de una gran marina mercante era condición indispensable para asegurar comunicaciones, suministros y envío de tropas.

En junio de 1940 la flota mercante italiana contaba con 786 buques de más de 500 t por un total de 3.318.129 t de registro, y unos 200 barcos entre 100 y 500 t. Un total de 212 buques, contabilizando 1.216.637 t quedaron fuera del Mediterráneo y prácticamente todos fueron capturados o hundidos por el enemigo. Especialmente lamentable fue la pérdida de muchos buques cisterna situados en aguas mejicanas o venezolanas.
Entre el 10 de junio de 1940 y el 8 de septiembre de 1943 se adquirieron unos 204 buques -ya fuera construídos o capturados- que totalizaban unas 818,619 t. Sin embargo unos 460 buques fueron perdidos en el mismo periodo.(21)

Fuentes:
(20) John Gooch: Mussolini´s War (pág. 88-104) Penguin Books 2021.
(21) Achille Rastelli: Artículos sobre la Marina Mercante Italiana en la II Guerra Mundial: https://regiamarina.net/merchant-marine/

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por José Luis » Mié Jun 05, 2024 8:45 am

¡Hola a todos!
Schwerpunkt escribió: La invasión de Polonia en 1939 desencadenó la movilización parcial italiana junto a la declaración de no beligerancia. Pronto comenzaron a transpirar los informes y quejas provocados por el caos en que se desarrolló. De pronto cientos de miles de hombres que llegaban a los depósitos militares se encontraban sin equipo, uniformes y casi alimentación y cobijo debido a una desastrosa burocracia militar. Esta confusa burocracia impedía compilar el material necesario para equipar a las unidades de manera que muchas cifras eran contradictorias. Pariani fue definitivamente cesado por su mala gestión aunque es seguro que no fue el único culpable del caos. El 1 de octubre había 1.300.000 hombres teóricamente en armas aunque en la práctica tan sólo una fracción de las divisiones estaban listas.
El inicio de la guerra cogió al ejército italiano en plena fase de reorganización. En septiembre de 1939 el ejército estaba integrado por 63 Divisiones más 4 de la Milicia, distribuidas de la siguiente manera:

-49 en el territorio nacional, de las cuales 2 blindadas, 2 motorizadas, 3 autotransportables, 3 rápidas (celere) y 4 alpinas;
- 8 en Libia, más 4 para la milicia;
- 5 en Albania, de los cuales 1 acorazada y 1 Alpina;
-1 en el Egeo.

De estas unidades, sólo 16 podían considerarse completas, ya que en los últimos años se había seguido el criterio de multiplicar las unidades sin los correspondientes aumentos de personal y equipamiento.

Los oficiales de servicio activo permanente (SAP) para enmarcar todo el instrumento deberían haber sido el doble de los 19,000 disponibles. Los oficiales en licencia (alrededor de 300.000), si bien numéricamente suficientes, generalmente tenían una inadecuada preparación técnico-profesional.

El Ejército, a pesar de algunas innovaciones, siguió siendo principalmente un instrumento de infantería. La infantería representaba más del 50 por ciento del total, mientras que el arma blindada representaba solo el 5 por ciento. La primera brigada blindada se constituyó nominalmente en 1936 y sólo en 1939 se estableció la primera división blindada con un solo regimiento de tanques. Además, los 400 tanques disponibles en total eran casi todos del tipo ultraligero (3,5 t), comparables a las bases de fuego móviles, pero ciertamente inadecuados en una relación de fuerza o potencia entre vehículos blindados.

El estado de emergencia, debido al inicio de la guerra, cogió a las divisiones italianas en plena crisis de transformación, pues se había decidido, a finales de 1938, que asumirían el orden binario más que el ternario (dos regimientos de armas básicas en lugar de tres).

Para compensar el reducido número de hombres y aumentar el volumen de fuego de la unidad renovada se planificó equipar a cada uno de los regimientos de infantería con una compañía de morteros 81 y una compañía de piezas antitanque. Pero no fue posible completar todas las unidades grandes.

Los tanques que se estaban estableciendo como la base de todo armamento moderno y la base de la batalla terrestre, eran livianos y estaban armados sólo con ametralladoras. Sólo se disponía de 70 tanques de 11 toneladas y además superados en la fórmula peso, potencia y protección.

Los vehículos de motor totalizaban 38.000, contra 600.000 alemanes, 350.000 británicos y 300.000 franceses. Sin capacidad para moverse fuera de la carretera.

En los planes de rearme italiano, el complemento blindado no estaría completado has finales de 1941; las piezas de morteros hasta principios de 1942; los cañones de infantería, ametralladoras y munición para la artillería hasta finales de 1943; artillería hasta finales de 1944.

Una comparación entre las necesidades propuestas por el Estado Mayor para los sectores individuales de armamento, municiones, transporte y materiales, por un lado, y las cantidades reales y posibles incrementos permitidos por las plantas industriales por otro, puede ser válida para demostrar cuán desesperada era la tarea de llenar el desequilibrio. Para la modernización del parque de artillería, hasta 1938 el suministro anual normal era de 6.500 piezas. Como consecuencia del estallido de la guerra el 1 de septiembre, la necesidad anual tuvo que aumentarse a 12.000, además de otros 12.000 para la necesaria modernización.

En aquella fecha la producción era de 70 piezas por mes y las nuevas plantas sólo podían empezar a funcionar a finales de 1941 con una producción limitada a 3.000-3.500 piezas por año. Por tanto, era evidente que para satisfacer las necesidades por sí solo del ejército ya habría tardado algunos años.

No estaba mejor el tema de las municiones a lo que se sumó la escasez de cobre y latón para los casquillos y las coronas. La capacidad de producción de armas individuales y de reparto, ante las necesidades de movilización y las necesidades del primer año de guerra, a fines de 1939 era suficiente para cubrir solo el 8% de ametralladoras, el 53% para las ametralladoras de 20, el 29% para los cañones de 47, el 50% y 70% para morteros de 45 y 81, respectivamente, y el 32% y 42% para pistolas y fusiles.

Para las municiones relacionadas, el potencial de las plantas permitía cubrir los requerimientos de sólo el 31 por ciento para cartuchos, 16 y 53 por ciento para bombas de mortero (45 y 81) y 47 por ciento para granadas de mano.

En el campo de los explosivos la producción anual alcanzaba apenas el 23 por ciento. Tampoco podría ser de otra manera ya que el tolueno era completamente importado y existían considerables dificultades para la fabricación de TNT.

Para los tanques, los requerimientos de 1939 ascendían a 268 tanques 'M', 697 tanques 'L' y 48 autoblindados, mientras que la capacidad de producción anual fue de 228, 480 y 36 respectivamente.

Lo que fue posible hacer durante los nueve meses de no beligerancia, dada la imposibilidad de comprimir los tiempos fijados para la preparación de materiales y medios, consistió en reducir los suministros a las unidades y contraer el tamaño de las divisiones para la movilización de 126 a 73, para dividirse en 21 Cuerpos de ejército, 9 Ejércitos, y 2 Grupos de Ejércitos para la defensa de las fronteras occidentales y orientales.

Entre febrero y mayo de 1940 se dispuso el reclutamiento de toda la clase de 1920, de dos trimestres de 1919 y de otras cuotas de las clases de 1910 a 1916 para poder asegurar una fuerza total de 700.000 hombres y llevar al 100 por ciento las unidades del 6º Ejército, las unidades de Libia y el Egeo, el 70 por ciento de los Ejércitos 1º y 4º (frontera occidental) y 60 por ciento los del 2º y 8º (frontera oriental) y de la Cerdeña.

El recién nombrado (agosto) Comisario de Producción Bélica Favagrossa no tardó en darse cuenta de los límites fatalmente impuestos a la producción, de la gravísima escasez de materias primas y las crecientes dificultades de abastecimiento desde el exterior.

En septiembre de 1939, las existencias en los sectores del carbón y los metales estaban expresadas en toneladas: carbón 1.700.000; acero 85.000; minerales de hierro y pirita 1.300.000; chatarra ferrosa 187.000; hierro fundido 92.000; cobre 6.500; estaño 500; níquel 250

Un equilibrio entre las cifras mencionadas y las de las necesidades reales es suficiente para demostrar lo pobre que era la situación inicial y las enormes dificultades que tuvieron que afrontar las autoridades militares para poner remedio al dramático desequilibrio entre necesidades y disponibilidad que será la causa determinante de la situación del colapso italiano.

La necesidad de carbón, esencial para la producción de hierro y acero, se calculó en 17 millones de toneladas por año. La producción nacional pudo garantizar apenas 4 millones, comparable a poco más de 2 de carbón extranjero dado el poder calorífico de lignitos italianos. Por tanto, faltaban 15 millones de toneladas para cubrir el requerimiento mínimo, e incluso con la importación de 12 millones de toneladas de carbón alemán, la industria pesada aún habría sufrido, con el agravante de que las habituales dificultades monetarias habían impedido acumular ese suministro intangible de carbón extranjero equivalente al consumo de cuatro meses, considerado una necesidad prioritaria.

Más grave aún fue la escasez de combustibles. En Italia se producían 15 mil toneladas al año, a las que se podrían sumar 120 mil toneladas de crudo albanés, 33 mil de combustibles autosuficientes y 1,5 millones de toneladas que se podrían importar anualmente de Alemania, Rumania y Hungría. Dado que el requerimiento anual en guerra se estimó en 8,5 millones de toneladas, es fácil deducir en qué condiciones estaba Italia para enfrentar un conflicto que debería haber tenido un ritmo ultrarrápido con una fisonomía predominantemente motorizada.

No era mejor la situación con respecto a los metales. En 1939 las minas italianas suministraron 870.000 toneladas de mineral de hierro equivalentes a 400.000 toneladas de hierro fundido, más 250.000 toneladas obtenidas de cenizas de pirita. La necesidad anual de acero ascendió en cambio a 4 millones de toneladas.

Había un grave déficit de materias primas estratégicas como cromo, níquel, molibdeno, tungsteno, todas ellas dependientes del mercado exterior.

Favagrossa expuso repetidamente la trágica situación a Mussolini, incluso con un crudo recordatorio fechado el 13 de mayo de 1940 y uno posterior del 1 de junio, cuando se transformó el Comisariado en la Subsecretaría de Estado de Fabricación de Guerra.

Este memorándum concluía exponiendo datos a partir de los cuales era fácil determinar cuál podría ser la desastrosa situación italiana incluso después de un solo mes de guerra.

En cuanto a los tejidos, una necesidad de 43 mil toneladas de lana por año se acompañó de una producción nacional de lana de 6 mil y algodón de 10 mil frente a un requerimiento de 75 mil. Lo mismo ocurría con la celulosa: las 60.000 producidas ciertamente no podrían cubrir una necesidad anual de 370.000 toneladas.

Tal complejo de deficiencias constituían el factor más grave y determinante de las condiciones generales de eficacia del instrumento militar italiano. A esto se sumó el problema del transporte necesario e indispensable para los suministros desde el exterior: considérese que de los 35 millones de toneladas de bienes por año para garantizar el consumo, hubo que importar hasta 27,5 millones de toneladas.

Llegados a este punto, parece oportuno citar al propio general Favagrossa: «descorazonadora falta de preparación de las Fuerzas Armadas; insuficiencia de equipo industrial en general y de guerra en particular; inexistencia de existencias y posibilidades muy limitadas de producción de materias primas».

Refiriéndose entonces al potencial de guerra industrial en curso a fines de 1939, el General calculó que "Para satisfacer las solicitudes, la producción debería haber sido: para la artillería, 16 veces mayor hasta 1941, luego 4 veces; para munición pequeño calibre, 4 veces; calibre medio, 14; gran calibre 10; para ametralladoras, 10 veces; para cartuchos de 4 a 7 veces; para aviones más del doble y para motores más del triple".

En conclusión, en abril de 1940, la preparación italiana para la guerra podía calcularse en un 40%. Siempre, sin embargo, que fuese una guerra trepidante (di rapido corso).

Generale Pier Luigi Bertinaria, “Il Comando Supremo e la guerra - Preparazione e ritardi”; en Commissione Italiana di Storia Militare, Storia Militare II G.M., Rainero y Biagini (eds.), L'Italia in Guerra. Il 1º anno, 1940 (Roma: Edizione Ufficio Storico SME, 1991), pp. 69-84.

Saludos cordiales
JL
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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Mié Jun 05, 2024 12:00 pm

¡Saludos a tod@s!

Efectivamente como describe Jose Luis con cifras la situación material de la Italia fascista era muy penosa debido a la falta de materias primas, capacidad industrial, etc. Las necesidades de armamento, vehículos, material y munición eran tremendas y tenían impacto en absolutamente todos los servicios de las fuerzas armadas. En especial las necesidades eran muy acusadas en el Ejército y en vehículos blindados donde prácticamente sólo se disponía de la tanqueta ultraligera, de artillería antiaérea y de artillería (la inmensa mayoría eran piezas confiscadas de la Gran Guerra a Austria Hungría)

Además de las indudables limitaciones materiales el desempeño de la economía de guerra fue bastante mediocre. Veáse abajo el hilo sobre la situación material, financiera y la gestión de la economía durante la guerra:

https://www.forosegundaguerra.com/viewt ... 2&start=15

En dos próximos capítulos terminaré esta contribución sobre la gestión estratégica de la Italia fascista.

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Re: La estrategia de la Italia Fascista: del Caos al Desastre…

Mensaje por Schwerpunkt » Mié Jun 05, 2024 6:15 pm

IX. La estrategia tras la caída de Francia
Tras la campaña de los Alpes, Mussolini se entregó a tres escenarios divergentes: por un lado Grecia, por el otro lado Yugoeslavia y finalmente Egipto. Durante los siguientes meses estos escenarios irían apareciendo y desapareciendo en la agenda de Mussolini a veces por días u horas. El tercer escenario, el que más réditos podría haber otorgado a la estrategia italiana, la caída de Malta junto a la base de Alejandría y el cierre del canal de Suez podría haber sido un desastre para la Royal Navy. Una posible amenaza al Oriente Medio británico y francés podría haberse perfilado. Y además se podría haber abierto una ventana para penetrar en el mar Rojo y conseguir una tenue unión con la A.O.I. aislada y sin suministros. Se ordenó el 20 de junio el ataque a Italo Balbo, gobernador de Libia a Egipto “sin preocuparse por ninguna futura consecuencia política”. Pocos días después Italo Balbo fue derribado por el propio fuego antiaéreo italiano y Rodolfo Graziani, rival de Badoglio fue nombrado en su lugar llegando poco después para descubrir que no existía ni un mísero plan de ataque. En cualquier caso la situación seguía igual, sin vehículos, carros de combate y suministros, la proyectada ofensiva era una empresa arriesgada, máxime cuando se habían rechazado ofrecimientos alemanes de material. El ofrecimiento alemán de enviar un pequeño cuerpo blindado así como bombarderos fue descartado. Mussolini y Badoglio no querían la menor intromisión alemana en sus territorios y futuras conquistas. Graziani señaló que no necesitaba más hombres sino vehículos y combustible además de cobertura por parte de la Regia Marina, la cual fue de facto desactivada ante la falta de preparación. Graziani señalaba la imposibilidad de adentrarse en el desierto sin logística y vehículos pese a las presiones del Duce. En el Mediterráneo central salvo unas incursiones aéreas bastante ineficaces no se había producido ninguna amenaza importante contra Malta, pieza importante en el tablero estratégico. Los británicos se habían preparado para su caída inminente ante la falta de efectivos para defenderla. Y sin embargo esta caída no se produjo porque para empezar los italianos ni siquiera tenían un plan ni prisa en crearlo a pesar del peligro que entrañaba una base aeronaval enemiga en el tráfico marítimo entre el norte de Africa y el sur de Italia.

Mientras tanto Mussolini volvía a una de sus estrategias favoritas, en julio, de la noche a la mañana exigió que 38 de las 48 divisiones estacionadas en Italia atacaran a Yugoeslavia. El plan de ataque era como de costumbre superficial y no tenía en cuenta las realidades políticas asumiendo que Bulgaria y Hungría prestarían ayuda sin ninguna negociación previa. La operación fue abortada ante el veto de Hitler lo que no impidió que Mussolini comenzara a maquinar contra Grecia ya en ese verano. Esas maquinaciones contra Grecia fueron alimentadas por Ciano como veremos más adelante. Así el 12 de agosto se tuvo una reunión entre Mussolini, Ciano, Jacomoni, subalterno de Ciano en Albania y Visconti Prasca, general de cuerpo de ejército donde Mussolini expuso su deseo de conquistar Grecia. Es interesante reseñar que las líneas maestras del plan fueron discutidas por cargos políticos, en ausencia de los altos mandos militares y con la presencia de Visconti Prasca, general al mando en Albania. Ahora bien, éste era un protegido de Ciano y aseguró a Mussolini que Grecia era presa fácil, su ejército y gobierno débiles y que la población de la franja costera con Albania estaba deseosa de alzarse en armas contra el gobierno griego y dar la bienvenida a los “liberadores” italianos. Todas estas afirmaciones eran absolutamente gratuitas y sin ninguna base factual. Los informes del embajador Grazzi en Atenas e incluso del SIM indicando que Grecia estaba dispuesta a la lucha y que estaba movilizando fuerzas fueron sencillamente ignorados.
En septiembre Graziani comenzó a moverse lentamente hacia Sidi Barrani, a unos 110 km de la frontera egipcia. No era un avance motorizado sino más bien el avance de una masa de infantería con algunos vehículos a través de un terreno desértico de una manera un tanto caótica mientras los británicos se retiraban.
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Foto: Sebastiano Visconti Prasca, el general adulador que encabezaría el ataque a Grecia.

Y entretanto y aunque parezca increíble el Duce presionaba para producir dos escenarios más. Uno de ellos era la ocupación de Córcega y el valle del Ródano como una especie de tardía compensación por su agresión a Francia y la otra era ¡el ataque a Suiza donde se desmembraría el país junto a los alemanes! No fue hasta finales de septiembre que se abandonó la idea del ataque a Suiza, como veremos otras ideas habían captado la atención de Mussolini, en particular la del ataque a Grecia -aunque sin abandonar las otras aventuras, entre ellas el envío de un contingente aéreo a Bélgica para luchar junto a la Luftwaffe en la Batalla de Inglaterra. De esta manera tan absurda se consiguió renunciar a 80 aviones de bombardero al principio y luego a casi 200 aparatos entre cazas y bombarderos en una misión sin ningún propósito estratégico que no fuera el mero prestigio. Y eso mientras en Libia se pedían desesperadamente más efectivos aéreos y Malta estaba casi indefensa.

La situación de las fuerzas armadas era compleja, por un lado se habían efectuado dos oleadas más de movilización de manera que en junio de 1940 se tenían 1.700.000 hombres en armas pero la economía se resentía por falta de mano de obra, en especial la agricultura y el 10 de octubre se comenzó la desmovilización de unos 800.000 hombres. Como de costumbre la desmovilización amenazaba desatar el caos entre unas unidades que en muchos casos estaban en cuadro. Curiosamente la propuesta de desmovilización de Hitler encontró bastante oposición entre el generalato alemán. Entre el italiano no hubo ni una sola protesta a excepción de Roatta que pidió reconsiderar la decisión sin éxito.(20)

A principios de octubre se produciría una reunión clave en el desarrollo de la guerra al decidir la invasión de Grecia. La describiremos con cierto detalle pues ayuda a comprender el caos y superficialidad con los que Mussolini tomaba decisiones cruciales. Una vez más puentearía a actores importantes del drama con el fin de alumbrar sus objetivos sin oposición pero llevando al caos a cualquier plan o desarrollo de los mismos.

Aunque la preferencia estratégica era Yugoeslavia, en la visita de Ribbentrop a Roma en septiembre, éste informó sobre el deseo de que Italia se sumara al pacto militar con el Japón. Esto significaba junto a las señales del fracaso alemán en subyugar Gran Bretaña la creciente posibilidad de una guerra larga. En vez de ver las señales de peligro para Italia (una guerra larga junto a la posible participación de EE.UU. en el conflicto) la torpe conclusión de Mussolini fue que Alemania estaría inmersa en el conflicto con los británicos dejándole manos libres para sus proyectos en el Mediterráneo y los Balcanes. Ribbentrop insistió en que Hitler no quería conflictos en Yugoeslavia y Grecia aunque reconocía que ambos países entraban en la órbita italiana. A pesar de todo la planificación daba todavía la prioridad al norte de Africa. Entretanto se realizaba una desmovilización parcial para aportar mano de obra a la agricultura y economía con más de la mitad de los efectivos abandonando las fuerzas armadas. Ciano fue uno de los instigadores del cambio de situación: aprovechó que Graziani había estado con el Duce y le había dado la impresión que la ofensiva hacia Egipto comenzaría en cuestión de días cuando en realidad los preparativos no permitirían renovar operaciones en al menos dos meses. Ciano reportó la situación a Mussolini que se puso lívido. Conocedor de la psicología del Duce, Ciano aprovechó la ocasión para presionar hacia un ataque a Grecia. La atención de Mussolini estaba fija en Yugoeslavia pero Ciano le convenció que podrían perseguirse ambos ataques sin problema. Albania era en cierta medida un feudo de Ciano gobernada por un servil subalterno, Francesco Jacomoni. Esta era una buena ocasión para reforzar su poder consiguiendo una fácil gloria apoderándose de Grecia desde Albania. Así pues la maquinaria de propaganda y operaciones encubiertas comenzó una serie de noticias e informes -la mayor parte de ellas falaces- sobre la opresión de los albaneses por parte de los griegos, de la perfidia griega y su connivencia con Inglaterra, etc. En julio aviones italianos lanzaron bombas sobre buques griegos. Incluso se torpedeó un crucero auxiliar griego por sorpresa el 15 de agosto, incidente al que el gobierno griego intentó quitar importancia para no crear ambiente prebélico. Parece ser que el torpedeamiento fue iniciativa del gobernador italiano de las islas del Egeo, probablemente en connivencia con Ciano. Como es lógico la población griega quedó indignada ante la gratuita agresión.
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Foto: Ciano (de traje) con Francesco Jacomoni en una visita a Tirana poco antes de la anexión que haría huir al rey albanés.

Otros acontecimientos echaron más leña al fuego. Hitler estaba ansioso por impedir guerras de Italia en los Balcanes que pudieran antagonizar a la URSS y poner en peligro el petróleo de Rumanía. Ahora bien eso no era impedimento para que los alemanes se inmiscuyeran en la política rumana. En octubre llegaron noticias de la entrada de asesores y unidades militares alemanas en Rumanía, algo que Ribbentrop había mencionado a Ciano pero que éste ni siquiera había comentado a Mussolini, a pesar de la importancia que el petróleo rumano tenía para Italia. Cuando llegaron a Mussolini estas noticias, se puso tremendamente rabioso, este era otro más de los hechos consumados con los que Hitler le afrentaba y además consideraba el Danubio como zona de interés italiana. Mussolini consideró que la manera de contrapesar la decisión alemana era invadir Grecia, por supuesto sin avisar a sus aliados alemanes. Ribbentrop recordó a Ciano que le había informado en septiembre a lo que Ciano no hizo ningún comentario, claramente otra muestra de la duplicidad de Ciano.

En un estado febril el 12 de octubre Mussolini tomó la decisión de atacar Grecia y dijo a Ciano “Hitler siempre me enfrenta a un hecho consumado. Esta vez le voy a pagar con su propia moneda. Averiguará por los periódicos que he ocupado Grecia.” Así el sentimiento de orgullo humillado junto al miedo a perder su posición ante la opinión pública italiana forzaría una decisión histórica basada en la arbitrariedad e impulsividad típicas suyas. Se lanzaría ese ataque mientras se proseguía la ofensiva en Egipto. Sin embargo pocos días después recibió la noticia que las fuerzas italianas en ese teatro no podrían acometer ningún movimiento ofensivo en un par de meses. El 13 de octubre comunicó su decisión a Badoglio de comenzar la invasión el 26 de octubre, a lo que no presentó ninguna objeción. El 15 de octubre convocó una reunión en su despacho para organizar el ataque.

Esta sería una de las reuniones más superficiales y diletantes de la historia en estrategia de alto riesgo. En tan sólo una hora y media Mussolini expuso los objetivos de la operación, primero ocupar la franja costera entre Albania y Grecia y segundo la ocupación total del país. Asumía que no habría complicaciones con Yugoeslavia y Turquía y que Bulgaria colaboraría al ofrecerle parte de Macedonia. Los líderes políticos (Jacomoni entre ellos) no hicieron más que realizar exposiciones aduladoras y serviles sobre la falta de moral de los griegos, el deseo de los albaneses en participar en la campaña buscando agrandar su posición política en el régimen y diciendo sólo lo que Mussolini deseaba oír. Ciano se limitó a dejar hablar a sus esbirros pues la operación estaba orquestada en parte por él. En cuanto a los militares, Roatta llegó tarde y los jefes de estado mayor naval y aéreo (Cavagnari y Pricolo) ni siquiera fueron convocados. Los otros militares también realizaron comentarios de elogio sobre la rapidez de la operación y la idoneidad de los planes. Tan sólo se realizó una oblicua advertencia por las malas comunicaciones en la zona montañosa y la poca capacidad del puerto de Durazzo. Incluso sugirieron que el desembarco en el puerto de Arta podía hacerse con tres divisiones de montaña en una sola noche, afirmación que prueba a las claras la incompetencia de los militares que rodeaban a Mussolini. Badoglio no realizó la menor oposición al plan y se limitó a decir que la única ayuda que podría recibir Grecia sería apoyo aéreo británico y que este sería neutralizado. Con esto concluyó la reunión.

Cuando más tarde se reunieron los militares para planificar la operación en detalle comenzaron a surgir las primeras dudas. Cavagnari afirmó que el desembarco de Arta era imposible. Los británicos podrían establecer bases en Grecia y atacar a la flota en Taranto. Pricolo aunque disponía de efectivos aéreos teóricos adujo que no había apenas instalaciones, aeródromos y apoyo logístico para desplegarlos en Albania. Badoglio comenzó entonces a realizar tímidas críticas sobre la imposibilidad de comenzar la ofensiva el 26 de octubre pidiendo un retraso. Lo único que obtuvo de un Mussolini enrabietado fueron dos días adicionales.(22)

Los preparativos comenzaron a desarrollarse a trompicones y en condiciones caóticas. El puerto de Durazzo no tenía capacidad para manejar los suministros y refuerzos enviados, las comunicaciones eran malas y el mal tiempo complicaba las cosas. La desmovilización ni siquiera fue detenida lo que dificultaba encontrar efectivos completos. El rey Borís de Bulgaria se negó a sumarse al ataque lo que suponía un tremendo contratiempo en un punto crucial de la estrategia de Mussolini asumida sin la menor negociación previa. La consecuencia es que varias divisiones griegas que deberían de haberse quedado guardando la frontera búlgara sería redirigidas al frente albanés. De una manera gratuita los italianos iban a quedar en inferioridad numérica nada más comenzada la campaña. La cuestión de la supuesta superioridad numérica italiana era vital para el éxito de la campaña y sin embargo el propio servicio de información del estado mayor italiano calculaba cuatro días antes de que comenzara que los 150.000 italianos iniciales se enfrentarían a 120.000 griegos -lo que no era apenas superioridad- y que cuando se hubiera terminado la movilización ¡175.000 italianos se enfrentarían de 320.000 hasta 330.000 griegos !

Por si fuera poco el envío de material y vehículos a Libia iba a ser casi detenido ante la urgencia provocada en Albania. Lo mismo ocurría con los aviones y en general el apoyo logístico. Se dejaría a las fuerzas italianas vegetando y acurrucadas en su mediocre conquista en Egipto en pos de un supuesto éxito fulgurante en Grecia.

Fuentes:
(20) John Gooch: Mussolini´s War (pág. 122) Penguin Books 2021.
(21) Ibid (pág. 113).
(22) Ian Kershaw: Fateful Choices: Ten Decisions that changed the World (pág. 164-175) Penguin Books 2008.
(23) John Gooch: Mussolini´s War (pág. 133) Penguin Books 2021.

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