¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Dudas e interrogantes sobre la Segunda Guerra Mundial

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Vie Ene 22, 2021 8:12 pm

¡Hola a todos!

Otro de los asuntos inusuales derivados de las campañas de la conspiración nazi y comunista sobre el incendio del Reichstag fue la confección de un tribunal de expertos juristas internacionales para la celebración de un “contra-juicio” (al juicio alemán de Leipzig que iba a ver la causa penal contra Marinus) del caso en Londres. Kellerhoff explica que el artífice de los esfuerzos para ese contra-juicio fue Münzenberg: “Como sabes, se nos encomendó la tarea de encontrar un tribunal de justicia que pudiera actuar como una especie de contra-tribunal de justicia”, escribió a un amigo del Comintern de Moscú el 12 de junio de 1933. Continuaba diciendo que, “como resultado de sus persistentes esfuerzos, y tras superar muchas dificultades, conseguimos reclutar algunos de los mejores juristas para nuestro plan”.

Fue así como muy poco antes de que se iniciase el juicio oficial de la causa penal del incendio del Reichstag en el Tribunal Supremo alemán en Leipzig (31 de septiembre), se celebró un “contra-juicio” en Londres que fue, en realidad, una audiencia frente a un panel no oficial de conocidos juristas. Mientras que el veredicto del juicio de Leipzig no fue nada satisfactorio para los nazis -pues exoneró a los cuatro comunistas acusados de ser los “cerebros” del incendio, y sólo se condenó, a pena de muerte, a Marinus-, el “contra-juicio” de Londres (celebrado entre el 14 y el 18 de septiembre) culpó a los nazis. Desde el punto de vista político internacional fue todo un éxito cosechado por el KPD en el exilio.

El “contra-juicio” de Londres se basó en el libro ya citado The Brown Book of the Reichstag Fire and Hitler Terror, y el “tribunal” estaba compuesto por ocho famosos juristas de siete países diferentes - entre ellos una mujer de los Países Bajos, Betsy Bakker-Nort-, todos ellos con buena reputación y sin ninguna conexión visible con el comunismo. Presidido por el Fiscal General británico Denis Nowell Pritt, sus miembros revisaron los documentos y entrevistaron a testigos, entre ellos la hermana de Dimitroff y varios alemanes socialdemócratas y comunistas exiliados. También testificó Wilhelm Koenen, el miembro del KPD que había estado con Torgler la noche del incendio. Además, se leyó el “memorando-Oberfohren”, aunque Rudolf Breitscheid, antiguo líder del SPD que había huido de Berlín el 13 de marzo de 1933, cuestionó su autoría.

Dicho esto, el “contra-juicio” de Londres no dejó de ser un espectáculo cuyas conclusiones ya estaban adelantadas por la prensa internacional. El primer día del “juicio” el Chicago Daily Tribune informó que el panel de juristas internacionales “hallaría a los nazis culpables”, mientras que el New York Times informó que “Los nazis se están preparando para presentar cargos contra los comunistas en Leizig esta semana, mientras que los investigadores fuera de Alemania están acusando a los nazis del ataque incendiario”. El veredicto final concluía diciendo que “van der Lubbe no es un miembro sino un oponente del partido comunista”, que “los documentos y testimonios, así como otras pruebas en poder del panel, son suficientes para determinar que van der Lubbe no puede haber cometido el crimen por su cuenta”, y que “el Reichstag fue incendiado por miembros destacados del NSDAP o por mandato suyo”.

Para asistir a la apertura del juicio de Leipzig (31 de septiembre) estaban acreditados más de 100 miembros de la prensa internacional, aunque sólo a 82 se les concedió acceso finalmente. (No se le concedió al enviado del Manchester Guardian, periódico que había sido prohibido en Alemania desde finales de abril). El juicio fue presidido por Wilhelm Bünger, del DNVP, que había entrado en el Tribunal Supremo en 1931. El fiscal que llevó la acusación fue Karl Werner. El juicio no se llevó de acuerdo con el imperio de la ley (empezando por el trato y condición dispensados previamente a los acusados, contrarios al código penal vigente), si bien estuvo muy lejos de ser el espectáculo londinense. La acusación, un tocho de 235 folios, fue “increíblemente detallada, pero sesgada”. Por ejemplo, se dio una cuenta muy detallada de la vida de Marinus, pero la referencia a su “conspiración” con los comunistas de Neuköll estuvo basada en un testimonio no fiable. E igual sucedió con la detalla descripción de la manera en que se había extendido el fuego, que estaba en contradicción con las acusaciones formuladas contra los cuatro comunistas acusados junto con Marinus, mientras que el trabajo forense sobre la escena del crimen no guardaba relación con la débil evidencia de los “esfuerzos traicioneros del KPD”. En resumen, aunque no fue un juicio farsa, tampoco fue un juicio limpio. Fue llamativo el interrogatorio del acusado Dimitroff a Göring porque sacó de sus casillas al futuro comandante en jefe de la Luftwaffe. Al final, tras testificar más de 250 testigos, el 23 de diciembre el juez Bünger dio su veredicto “en nombre del Reich” (no del pueblo alemán), declarando que “Los acusados Torgler, Dimitroff, Popoff y Taneff han sido hallados no culpables. El acusado van der Lubbe es condenado a muerte y pérdida permanente de los derechos civiles por alta traición en concomitancia con incendio sedicioso”.

Si bien la absolución de los tres búlgaros (Dimitroff, Popoff y Taneff) era algo esperado y ya adelantado por la acusación tras escuchar las pruebas, la absolución de Torgler, el antiguo líder del KPD, fue un varapalo para las expectativas nazis. Lo que sí se acomodó a ellas fue que el juez Bünger concluyera a favor de la teoría de la conspiración (contra los comunistas) al declarar explícitamente en su veredicto que Marinus había tenido cómplices y que éstos debían haber sido comunistas, aunque no los cuatro acusados. El Völkischer Beobachter criticó el “extravío de la justicia” y anunció que el juicio era el “último impulso para reformar nuestro anticuado sistema legal”. Sólo se alegraba de que los cuatro acusados absueltos fuesen detenidos en “custodia preventiva” tan pronto se pronunció el veredicto.

Marinus fue ejecutado en la guillotina el 10 de enero de 1934 en Lepzig. Torgler fue mantenido ilegalmente en custodia hasta 1936, tras lo cual trabajó como representante de comercio en Berlín. En febrero de 1934 Stalin concedió la ciudadanía soviética a los tres búlgaros, por lo que fueron liberados y deportados a Moscú, corriendo suertes diversas: Dimitroff fue nombrado secretario general del Comintern; Popoff se convirtió en funcionario del Comintern pero fue víctima de las purgas de 1936, arrestado por el NKVD y sentenciado a 15 años de prisión. Sólo tras la muerte de Stalin se le permitió regresar a Bulgaria. Taneff corrió inicialmente una suerte similar a la de Popoff, y tras pasar varios años en un campo de prisioneros en el Círculo Polar Ártico fue enviado a una misión a Bulgaria, ahora aliada de Alemania. Fue descubierto por los nazis y asesinado en 1941.

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Sab Ene 23, 2021 10:12 am

¡Hola a todos!

Tras el final de la guerra y en Nuremberg, entre los crímenes mayores que se le imputaron, Göring fue acusado también del crimen del incendio del Reichstag, si bien negó rotundamente que estuviese involucrado. Dijo que se había planeado una campaña para arrestar a los miembros del KPD después del día de las elecciones, campaña que se adelantó precipitadamente a causa del incendio del Reichstag. Ni el tribunal ni los fiscales le creyeron. Un testigo clave de la acusación, Hans-Bernd Gisevius, declaró de forma inequívoca que Hitler quería un gran golpe de propaganda, que Goebbels sugirió a tal fin la idea de incendiar el Reichstag, para lo cual habló con Karl Ernst, líder de la brigada SA, para detallar cómo podía llevarse a cabo el incendio. Gisevius continuó describiendo cómo había tenido lugar, más o menos en la forma ya expuesta en el Brown Book, para concluir declarando que esa información la consiguió a través de uno de los incendiarios (un tal Rall) que, seis meses después del incendio, había sido excluido de la SA. Como no había recibido la recompensa que se le había prometido, se sintió obligado a informar de lo que sabía al Tribunal Supremo de Leipzig, y contó lo sucedido a un juez que registró su declaración. Sin embargo, seguía Gisevius, la Gestapo se enteró del asunto e interceptó y destruyó una carta enviada al TS. Luego fue asesinado por orden del jefe de la Gestapo, Diels, con total conocimiento de Göring.

Cuando se le preguntó qué había ocurrido con los diez hombres de la SA que habían prendido fuego al Reichstag y si estaban vivos, Gisevius declaró que, en lo que él sabía, habían sido asesinados durante la Noche de los Cuchillos Largos el 30 de junio de 1934, excepto uno llamado Heini Gewähr que entró en la policía, pero murió en el frente oriental durante la guerra.

Tras esto tal vez se comprende que muy poca gente en Alemania durante los inmediatos años de posguerra pusiera en duda la culpabilidad de los nazis en el incendio del Reichstag. Sin embargo, Gisevius no era trigo limpio. En junio de 1933 había conseguido su doctorado en derecho; dejó el DNVP por el NSDAP, y consiguió un empleo en la policía secreta de Prusia, precursora de la Gestapo, donde llegó a ser jefe de división. Su jefe, Diels, lo tenía por un “intrigante arribista” y un “chismoso que complacía a todos los que pudieran promover su carrera”. Al parecer, Gisevius quiso desprestigiar a Diels difundiendo que era una “comunista encubierto”, pero al fracasar en su empeño tuvo que trasladarse al Ministerio de Interior y, más tarde, al sector privado. Durante la guerra fue empleado como vicecónsul en Zurich y estuvo en contacto con el grupo militar de conspiradores del ejército contra Hitler, aunque nunca formó parte del núcleo principal. Tras la guerra escribió un libro sobre el 20 de julio de 1944, aunque parte de su contenido ha sido puesto en cuarentena por la mayor parte de los historiadores. En cuanto a su testimonio sobre el tal Rall (Adolf) fue un invento, pues la noche del incendio estaba detenido en custodia preventiva en Berlin-Moabit, por lo que no podía haber participado en el incendio.

En 1950 el antiguo jefe de la Gestapo hasta 1934, Rudolf Diels, publicó sus memorias, declarando: “Estuve convencido desde unas pocas semanas después del incendio hasta 1945 de que fueron los nacionalsocialistas quienes prendieron fuego al Reichstag. Ya no lo creo”. Ante esta declaración, la Agencia Federal de Servicios de la Patria (ahora Agencia Federal para la Educación Cívica) comisionó al historiador Richard Wolff para que preparase un informe sobre el incendio del Reichstag. El informe de 26 páginas, junto con seis documentos relativos al incendio, se publicó a principios de 1956 en el suplemento del periódico semanal oficial de Bonn, Das Parlament. Su conclusión rezaba: “Se ha probado que van der Lubbe incendió el Reichstag con medios totalmente inadecuados. Al mismo tiempo, y como resultado de una cuidadosa planificación, otros estaban ocupados prendiendo fuego al Reichstag, especialmente en la sala de plenos, destruyéndola por completo. Esos otros no eran comunistas, sino nacionalsocialistas”. Sin embargo, el informe de Wolff no satisfizo a la Agencia, considerándolo falto de profesionalidad. Wolff se quejó de la “asombrosa falta de fuentes”, de que había sido incapaz de conseguir un informe taquigráfico oficial de la acusación del fiscal jefe y el proceso, o de que le había sido imposible encontrar ninguna de las siete copias de las actas de los interrogatorios a van der Lubbe. Declaró que el “memorando-Oberfohren” era genuino.

En realidad, había sido posible a mediados de la década de 1950 conseguir la transcripción del juicio y el veredicto sin ninguna dificultad, mientras que el citado memorando ya había sido desacreditado en el juicio de Leipzig. Diels ridiculizó el informe de Wolff y su rechazo a aceptar la simple verdad de que van der Lubbe había actuado solo.

Al mismo tiempo que Wolff, hubo otro hombre que estaba realizando su propia investigación sobre el incendio del Reichstag: Fritz Tobias, un librero nacido un 1912 que desde 1946 trabajó en varios ámbitos de la administración pública de la Baja Sajonia. Tobias siempre había creído que el incendio del Reichstag había sido obra de los nazis: “Como muchos otros escépticos, yo esperaba conocer la verdad cuidadosamente guardada sobre el incendio después del colapso del Tercer Reich. Hubo algunas revelaciones, pero sin importar cuán pacientemente esperé año año tras año, la verdad sobre el incendio del Reichstag nunca se materializó". Al contrario, Tobias entró en contacto con Ernst Torgler y Walter Zirpins (un antiguo inspector jefe envuelto en la investigación de van der Lubbe y, más tarde, jefe del departamento de investigación criminal de Hanover) y ambos hombres le dijeron que, en su opinión, van der Lubbe había actuado solo. Así que Tobias comenzó a recoger información del incendio de forma sistemática, y como el informe de Wolff había resultado tan insatisfactorio, el director de la Agencia, Paul Franken, animó a Tobias a publicar su investigación.

El resultado inicial de la investigación de Tobias fue una serie de artículos sensacionales publicados en el semanal Der Spiegel hacia finales de 1959 y principios de 1960, titulada „Stehen sie auf, van der Lubbe!“ (“¡Levántese, van der Lubbe!”) y escrita por dos periodistas. El primero fue el escritor freelance Paul Karl Schmidt, y el segundo el entonces editor del semanal, Günther Zacharias, basándose en el manuscrito de Tobias. Schmidt había sido jefe de prensa de la la Oficina de Exteriores desde 1940 y autor ocasionalmente de notas desagradables y antisemitas en los archivos. Como no fueron hechas públicas tras la guerra, Schmidt pudo hacer carrera en el periodismo usando el pseudónimo de Paul Carrell, bajo el cual escribió varios libros populares sobre la Wehrmacht de gran éxito. Sin embargo, Carrell no prestó mucho entusiasmo por la serie de artículos, demorando mucho tiempo en publicarlos y cometiendo errores de bulto a montón. Tobias tuvo que enviar una gran cantidad de páginas de correcciones a la revista, y estuvo a punto de acabar su colaboración con Der Spiegel. A partir de entonces, Günther Zacharias se ocupó de la edición de los artículos.

La serie de artículos causó sensación aunque escepticismo. Una encuesta llevada a cabo por el Instituto Allensbach mostró que el 37 por ciento de los alemanes entrevistados creía todavía que los nazis eran los responsables del incendio; un 8 por ciento culpaba al KPD y sólo un 6 por ciento a van der Lubbe. Un cuarto de los entrevistados no estaban seguros, y un 20 por ciento nunca había oído hablar del incendio del Reichstag (principalmente en edades comprendidas entre los 16 y 29 años). La prensa extranjera informó también de la serie de artículos de Tobias, pero en su mayor parte se mostró escéptica o crítica.

El periódico semanal Die Zeit, cuya oficina editorial estaba situada en el mismo edificio donde estaba Der Spiegel en esa época en Hamburgo, reaccionó a la serie de artículos de forma mucho más crítica. Gisevius respondió con una serie de cuatro artículos titulada “Reichstagsbrand im Zerrspiegel” (algo así como “Incendio del Reichstag en un espejo distorsionado”), donde acusaba de nuevo al SA Hans-Georg Gewehr de haber dirigido el ataque incendiario. Pero a diferencia de lo ocurrido en Nuremberg, donde Gisevius había declarado que “Heini Gewähr” había muerto en el frente oriental, ahora decía que vivía en Düsseldorf como contratista de construcción. De esta forma, y tras la publicación de estos artículos de Gisevius en el Zeit, la oficina de la fiscalía pública inició una investigación preliminar contra Gewehr por incendio provocado. En enero de 1962 se suspendieron los procedimientos penales porque no se pudo establecer una causa probable. Por su parte, Gewehr demandó a Gisevius y, finalmente en 1966, ganó el juicio y los recursos, tras lo cual ya no se le permitió a Gisevius acusar a Gewehr de haber estado involucrado en el incendio. Gewehr también ganó una indemnización en posteriores pleitos, dejando a Gisevius, que fue hallado culpable de mentir, “arruinado financieramente”.

En 1961 Tobias convirtió el manuscrito que había servido como base de la serie del Spiegel en un grueso libro titulado Der Reichstagsbrand. Legende und Wirklichkeit, que sería traducido tres años más tarde al inglés como The Reichstag Fire: Legend and Truth. Aquí, entre otras cosas, acusaba a Gisevius afirmando que “sus supuestas experiencias personales con respecto al incendio del Reichstag” se habían mostrado como “yendo de lo ilógico a lo más absurdo, y de ser increíbles a verificablemente falsas”. Gisevius presentó una demanda judicial y consiguió una orden provisional contra la publicación del libro; sin embargo, la orden se levantó durante el juicio principal, cuyas costas debió pagar Gisevius, y el libro fue publicado en enero de 1962. Con 723 páginas no fue un éxito de ventas en Alemania, tal vez porque los hallazgos de Tobias ya eran conocidos por el público a través de las 107 páginas de la serie de artículos publicados por el Spiegel. Ahora tocaba a los académicos valorar los hallazgos del libro de Tobias, que sólo era un historiador aficionado.

El primero que se puso a esta tarea fue el Instituto de Historia Contemporánea (Institut für Zeitgeschichte) de Munich, cuyo director, Helmut Krausnick, asignó a Hans Schneider la tarea de realizar un estudio crítico del libro de Tobias que debía publicarse en el Vierteljahrshefte. Schneider presentó un extenso borrador que el instituto consideró “inadecuado para su publicación”. En su lugar, el historiador Hans Mommsen escribió un exhaustivo informe sobre las tesis de Tobias que se publicó en el Vierteljahrshefte en 1964 con el título "Der Reichstagsbrand und seine politischen folgen" ("El incendio del Reichstag y sus consecuencias políticas"). El artículo, pp. 351-413, se puede descargar aquí: Vierteljahrshefte für Zeitgeschichte Jahrgang 12(1964) Heft 4 (ifz-muenchen.de)

El ensayo de Mommsen descansó en tres argumentos principales. En primer lugar, demostró que la afirmación de que el incendio había sido obra de un grupo de perpetradores era una mera hipótesis que jamás se había sustentado en la más mínima prueba, sino en rumores o presunciones que siempre fueron negados por van der Lubbe. En segundo lugar, reconsideró la verosimilitud de los informes de los expertos del incendio, sin necesidad de entrar en sus detalles criminológicos o pirotécnicos, pues los informes y los testimonios de esos expertos fueron contradictorios en el tribunal. En tercer lugar, analizó las consecuencias políticas del incendio y demostró que la reacción del gobierno de Hitler fue caótica en contraposición a estar bien preparada de antemano. Concluyó: “El estudio que hemos realizado, y que no habría sido posible sin la investigación de Fritz Tobias, confirma en gran medida los hallazgos de Tobias. Además, desde un punto de vista político consideramos que puede descartarse una participación de los nacionalsocialistas en el ataque incendiario de van der Lubbe”. El Spiegel resumió con acierto el artículo de Mommsen en una frase: “Este ensayo académico significa un triunfo para Tobias, pues otorga a su investigación un reconocimiento académico”.

Al margen de ciertos matices sobre fechas, añadidos sobre publicaciones y títulos, y algunas correcciones que he realizado de la traducción inglesa, todo lo anterior es un resumen del capítulo siete del libro citado de Kellerhoff.

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Sab Ene 23, 2021 10:03 pm

José Luis escribió:
Plantigrado escribió: ¿Qué pasó realmente? ¿Fue Van der Lubbe un luchador y mártir sincero de la causa comunista o un agente provocador de los nazis o un chivo expiatorio que tuvo la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado?
Probablemente, la única cosa que se puede saber más allá de toda duda, en base a evidencias técnicas y científicas, es que Lubbe no pudo haber provocado el incendio él solo. ¿Quién o quiénes le ayudaron? ¿Por qué? Esto ya está sujeto a especulaciones más o menos fundadas, y más o menos diversas.
Tras acabar de leer el libro de Kellerhoff debo desdecirme radicalmente de lo que expresé en esa cita de junio de 2019.

En un principio, dados los testimonios de los expertos de incendios en el juicio de Leipzig y lo que se sabía en la época sobre los incendios, parecía imposible que un fuego provocado por un único individuo en una sala tan grande como la plenaria del Reichstag pudiese extenderse con la rapidez que lo hizo y destruir la sala en tan poco tiempo. De ahí que entonces se tuviese que recurrir a la participación de más individuos para explicarlo y, además, con el empleo de aceleradores de fuego. Sin embargo, ninguna de estas dos explicaciones estaba sustentadas por las pruebas disponibles, y, además, fueron reiteradamente rechazadas por el autor confeso del incendio, Marinus van der Lubbe.

Cuatro de los cinco expertos a los que se les pidió una explicación durante el juicio de Leipzig descartaron la posibilidad de que un incendio tan enorme fuese obra de un único incendiario. Uno de los cuatro expertos confesó que para él era un misterio explicarlo. Los otros tres se dieron a la especulación.

La explicación de este aparente misterio la presenta Kellerhoff en el remate de su libro. “Lo que se necesita explicar”, dice Kellerhoff, “es cómo fue posible que la enorme sala de conferencias se incendiase de forma tan repentina cuando van der Lubbe se había centrado en prender fuego a las pesadas cortinas cercanas a la mesa del presidente y en la salida occidental de la cámara en el lado opuesto, como se dijo repetidamente durante los interrogatorios. ¿Fue causado por algún tipo de material incendiario esparcido por la sala plenaria y que de alguna forma se incendió? En este caso, realmente habría tenido que ser una conspiración, con el joven holandés como herramienta o chivo expiatorio”.

En cambio, si se leen las declaraciones de los bomberos que acudieron a apagar el fuego del Reichstag la noche del 27 de febrero de 1933 a la luz de los últimos hallazgos en la ciencia moderna del incendio, entonces el misterio se resuelve fácilmente. Y sentencia Kellerhoff: “Lo que sucedió el 27 de febrero de 1933 alrededor de las 21:27 horas de la noche fue muy probablemente lo que hoy se conoce como un 'backdraft' [*], un fenómeno peligroso que puede ocurrir durante los incendios en espacios cerrados”.

Según Kellerhoff, todos los detalles conocidos del incendio en la cámara plenaria corresponden al fenómeno “backdraft”. Van der Lubbe prendió fuego a las cortinas de ambos lados de la mesa del presidente y próximas a la mesa del estenógrafo. Las cortinas estarían polvorientas y por tanto habrían ardido bien. Como se verificó, se había apagado la ventilación en la cámara de plenos y al menos durante unos cuantos minutos ninguna de las puertas se había abierto. La mesa del presidente y las bancadas en frente se limpiaron durante décadas con detergentes y ceras, siendo probablemente los que liberaron los gases combustibles que se acumularon bajo el techo de vidrio hermético. Al no haber suficiente oxígeno para mantener el fuego vivo, la temperatura bajó ligeramente, creando un vacío. Los testimonios confirman esta descripción: el encargado de mantenimiento Alexander Scranowitz y el teniente de la policía Emil Lateit vieron los dos llamas vivas. Unos minutos después, el jefe de bomberos Waldemar Klotz observó un montón de humos, pero no llamas vivas; y también sintió la presión procedente de la alta temperatura contenida. En base a su experiencia, cerró tan rápido como pudo la puerta batiente de la cámara de plenos para evitar “llamas rápidas”. Klotz dijo a sus hombres que trajeran una manguera para enfriar la cámara de plenos. El jefe superior de bomberos, Emil Puhle, recordó cómo se había retirado la corriente de aire; su colega Willi König recordó su fuerza. Todos los bomberos que habían estado en el lugar informaron, en diferentes palabras, de lo asombrados que se habían sentido por la fuerza de la combustión explosiva y el mar de llamas que siguió. Sin embargo, como aún no se había descubierto el fenómeno del "backdraft", simplemente sólo pudieron dar cuenta de sus impresiones, en lugar de describirlas sistemáticamente.

De esta forma parece que se resuelve este misterio sin necesidad de recurrir a teorías de la conspiración.

*El Backdraft consiste en la reavivación de un incendio confinado, el cual estaba falto de  comburente y se le aporta una fuente suficiente para alcanzar el límite superior de  inflamabilidad, provocando una bola de fuego consecuencia de una deflagración en el interior  del recinto. Esta situación puede generar graves accidentes en incendios que aparentemente  estaban apagados.  Véase 21701060-P_TFG_14875387748672139261238227272464.pdf (upv.es)

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Dom Ene 24, 2021 2:19 am

¡Hola a todos!

En el libro que he citado de Carter Hett (Burning the Reichstag [2014]), el autor desecha la teoría del "backdraft" de Kellerhoff (cuyo libro se publicó originalmente en alemán en 2008).

El backdraft ocurre, dice Hett, "en casos de incendios en habitaciones cerradas; cuando el oxígeno se consume, el aumento de temperatura provoca pirólisis, la descomposición de los compuestos por el calor...La teoría aquí es que fue Klotz quien trajo el desastre del backdraft a la sala de plenos al abrir la puerta para traer una manguera". Para descartar la teoría de Kellerhoff, Hett recurre a la opinión Peter Schildhauer, quien dice que el backdraft presupone un fuego que ya se ha vuelto muy grande, y que en primer lugar puede generar un calor tan grande del que, en consecuencia, "surgen grandes cantidades de gases de pirólisis, y, después, consume el oxígeno disponible con tanta rapidez que las llamas se extinguen de nuevo...Un backdraft ocurre por tanto en una fase tardía de un incendio y no ya en su ignición. Por tanto, la aparición de un backdraft sólo dice algo sobre el tamaño del fuego y la situación de la ventilación, pero nada sobre la fuente de ignición y el incendio inicial". En el caso del Reichstag, la quema de las cortinas, que fue todo lo que dijo van der Lubbe que quemó, "no bastaría para esto", concluye Hett vía Schildhauer.

Luego Hett recurre a Karl Stephan, según el cual los argumentos de Kellerhoff "prueban lo contrario" de lo que quiere probar, pues un backdraft sería mucho más probable con el uso de queroseno. La madera, dice, formaría los gases de pirólisis demasiado lentamente.

Finalmente, Hett dice que es incorrecto el comentario de Kellerhoff de que en la época del incendio no se había investigado el backdraft. Según Stephan, el fenómeno del backdraft era "ciertamente conocido para los expertos en 1933", y se conocía como Rauchgasexplosion. De hecho, en el juicio se discutió (por Wagner) la posibilidad de la Rauchgasexplosion y se rechazó su aplicación al incendio del Reichstag por las mismas razones expuestas por Schildhauer.

Por otra parte, el libro de Hett, como ya he dicho en otra ocasión, tampoco se libró de críticas tremendas, como las realizadas por Hans Mommsen y Richard J. Evans.

Al final, lo que saco en conclusión de los libros que he leído sobre el incendio del Reichstag y, especialmente, de los debates que se han originado desde 1933 en torno a su autoría es que hay mucha política e ideología de por medio y no poca vanidad académica y periodística.

Como dije en una intervención anterior, y en base a lo que he leído hasta hoy, yo me decanto por considerar a Marinus como el único autor del incendio, pues no he visto que nadie haya mostrado una sola prueba a favor de una conspiración nazi o comunista, sino tan sólo rumores o declaraciones nada fiables. Pero además, es lo que me dicta el sentido común. Al KPD sería lo último que se le ocurriría hacer porque todas las consecuencias de incendiar el parlamento alemán irían en contra de sus intereses. Y si los nazis incendiasen realmente el Reichstag con la idea de cargar su autoría a los comunistas, entonces no podrían haber hecho un trabajo más chapucero, pues consiguieron el efecto totalmente contrario fuera de la propaganda oficial. Finalmente, las teorías de la conspiración acostumbran a escapar del terreno de las pruebas para refugiarse en el de los rumores y especulaciones -muchas veces acompañados de manipulaciones o sesgo de los hechos- que son la base de su perduración.

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Dom Ene 24, 2021 3:07 am

Adenda.

Como he señalado, Evans y Mommsen criticaron el libro de Hett. Como sus críticas son muy extensas, escojo fragmentos (las dejo en su original inglés con subrayados míos):

Evans:

<<<
In the first place, Hett’s book failed to engage directly with much of the previous literature on the topic: Kellerhoff’s book was mentioned only twice, for example, and his arguments were not confronted. Historians who accepted Tobias’s conclusions were dismissed as ignorant or careless on the basis of a handful of extremely minor errors, a tactic which diverted attention from the major issues at stake. Instead of addressing these directly, Hett’s preferred method was the classic courtroom tactic of discrediting the witnesses. Thus a key witness, the Gestapo chief Rudolf Diels, who did not believe there was a Nazi conspiracy to burn down the Reichstag, was discredited in Hett’s eyes because the political police to which he belonged was pro-Nazi and corrupt, and anyway he was a womanizer and so immoral and unreliable, while a rival Gestapo official, Hans Bernd Gisevius, whose testimony in favour of the conspiracy thesis Hett approved of, was described as ‘an early opponent of Hitler’s rule’, although in fact he was busy in 1933 locking up Communists and other, genuine opponents of the Nazis.The judicial and police apparatus in Germany in 1933 was in any case not the Nazified institution it later became, as the thousands of prosecutions brought against violent stormtroopers, later quashed on Hitler’s orders, clearly indicated. Hermann Göring indeed thought the police unreliable at this time, describing them as ‘Marxist’, or in other
words Social Democratic, and enrolled the stormtroopers as auxiliary policemen to get round this difficulty. As Tobias had already pointed out, Diels knew perfectly well that the Nazis had been taken by surprise by the fire, and in other respects, such as, for example, his attempts to curb ‘wild’ concentration camps and torture centres set up by stormtroopers in 1933, his memoirs showed he was far from being a tool of the Nazis. As head of the Gestapo he was in a better position than almost anyone else to get at the truth in 1933. On the other hand, all of Gisevius’s evidence was hearsay, and he was unable to bring any direct personal testimony to bear on the issue of who started the fire.

Hett also launched a systematic assault on Tobias’s integrity and motives. He portrayed Tobias as a Nazi who called Hitler a genius and, while acting as a German official in the Netherlands during the war, carried out activities that ‘could have involved exposing Jews to deportation’, an allegation typical of the innuendo that is the prosecuting lawyer’s stock-in-trade as well as the conspiracy theorist’s. In fact, Tobias’s passing reference to Hitler as a kind of genius is in no way suggestive of admiration for him; one can be an evil genius, after all. After the war, Hett claimed, Tobias was friendly with old Nazis, and a new edition of his book was published in 2011 by the far-right Grabert Verlag, which surely proved his Nazi affiliations. Actually, at the time of the agreement to publish, Tobias was terminally ill, and the book came out only after his death; and this was far from being the only case in which a far-right organization had published work by respectable historians without their informed consent. By contrast, Hett did not mention the fact that the work of Tobias’s critics appeared mostly in obscure publishing houses located on the far left of the political
spectrum.

[...] More important by far than the motives of those who, like Tobias and Mommsen, argued that van der Lubbe had committed the arson attack on the Reichstag unaided, are the actual issues about the evidence for and against this thesis. These have to be tackled on their own merits. Hett’s case essentially was the now-traditional one launched initially by the Brown Book and elaborated by its successors, namely that on the orders of Göring and Goebbels a group of Nazi stormtroopers entered the Reichstag through the tunnel from his official residence, set light to the building in various places with the help of flammable liquids, decamped back down the tunnel, leaving van der Lubbe to take the rap, and were subsequently mostly murdered to ensure their silence. This thesis had already been discredited by Tobias, with overwhelming evidence that Hett chose to ignore. Hett deployed a whole armoury of suggestion and innuendo that had no direct bearing on the case at all. He claimed that present-day experts in pyrotechnics whom he consulted dismissed the argument that the fire could have been started by a single person; but their opinion was worthless, since they had not even examined the detailed contemporary reports provided of the scene of the fire itself. [...] Hett did admit that Oberfohren most likely committed suicide, but
tried to rescue the views the conservative politician allegedly expressed in his (forged) memorandum, even though these were no more than hearsay, since Oberfohren had no direct knowledge at all of who had been behind the fire.

[...] Hett tried to discredit the thesis of van der Lubbe’s sole responsibility by exposing very minor discrepancies in the timings offered by various eyewitnesses, leading to the conclusion that there wasn’t
enough time for him to have carried out the deed on his own; but while this might have been convincing had all the people concerned taken the time by electronic watches or clocks synchronized in accordance with a modern atomic clock, it is not convincing at all given the fact that the timepieces in question, all operated by clockwork, are likely to have varied significantly in the time they recorded at any given moment. Hett failed to deal with ‘Putzi’ Hanfstängl’s evidence, yet why would Hanfstängl lie? His story was also corroborated, as we have seen, by the memoirs of the Daily Express reporter Sefton Delmer. But Hett did not mention this testimony either, which was undoubtedly extremely inconvenient for his argument.
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Lo dejo aquí porque la crítica de Evans es muy extensa (unas diez páginas), pero remito a su libro que cité más arriba (a patir de la página 104).

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Dom Ene 24, 2021 3:23 am

Ahora mismo no encuentro la crítica de Mommsen. En su lugar pongo la crítica del prólogo a la edición inglesa del libro de Kellerhoff (que por cierto introduce Mommsen):

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Almost all of these articles and books have something else in common: they present supposed inconsistencies, alleged suspects or so-called facts which have in fact been known for decades. The latest book by the American historian Benjamin Carter Hett, published in 2014, is a case in point.

Burning the Reichstag: An Investigation into the Third Reich’s Enduring Mystery is nothing but an indictment, containing not a single new argument or piece of evidence. Those who are familiar with the extensive body of literature on the topic will be very surprised to see that Hett revisits several well-known claims that have long been refuted. In his desire to prove the National Socialists’ role in the arson attack, he cites practically every piece of ‘evidence’, no matter how absurd.

Now, working with a hypothesis is certainly a valid approach. Of course one can support the assumption that the National Socialists set the Reichstag on fire as an excuse to brutally enforce their dictatorship. However, historical scholarship is ultimately based on sources: hypotheses that consistently contradict undoubtedly genuine sources are of no use and are excluded from serious discourse. Usually, this works rather well – except in the case of the Reichstag fire.

For instance, in his book, Hett names Hans Georg ‘Heini’ Gewehr as the possible perpetrator around 200 times. Now, it is true that Hans-Bernd Gisevius, a former Gestapo officer and later self-proclaimed resistance
fighter against Hitler, claimed that Gewehr was responsible for the crime during the Nuremberg Trials for major war criminals in 1945. However, Gisevius, one of the great storytellers about the Third Reich, was forced to retract his main allegations, as there was no evidence whatsoever. The claim that Hans Georg Gewehr was part of a Nazi stormtrooper [the Sturmabteilung, or SA] arsonist commando is quite simply made up.

Yet this does not seem to be a problem for Benjamin Hett, or any of the other authors who, again and again, write about the events and the consequences of 27 February 1933, who rehash the well-known conspiracy
theories that have already been debunked several times.

Unlike Hett’s latest book, and many similar publications before his, this book [el de Kellerhoff] remains objective at all times. None of the big questions remain unanswered, apart from one: why do Hett and his allies, to the present day, feel they ‘have to’ prove the Nazis’ guilt?
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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Lun Ene 25, 2021 9:50 am

¡Hola a todos!

El libro de Fritz Tobias marcó un hito en la historia del debate en torno a la autoría del incendio del Reichstag, y, desde entonces, ha sido el centro de los "ataques" dirigidos por los defensores de la teoría de la conspiración que aboga por la culpabilidad de los nazis. He estado leyendo la versión inglesa* del libro de Tobias este fin de semana y he quedado sorprendido del minucioso relato que hace de los hechos de la noche del 27 de febrero en el incendio del Reichstag. Es tan detallado que llega a cansar, incluso cuando decidí ir traduciendo su primer capítulo hasta el momento en que se produjo la captura de Marinus. Pero creo que el esfuerzo merece la pena para trasladarlo aquí. Así que sigue a continuación:

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Poco antes de las 10 de la noche del 27 de febrero de 1933 sonó el teléfono en el cuartel general de la Policía, División IA, de Berlín. Cuando el inspector-detective Heisig lo descolgó fue saludado por la voz de un extremadamente agitado Dr. Schneider:

“¿Eres tú, Heisig? Escucha atentamente, el Reichstag está ardiendo. Todo el asunto es un trabajo comunista porque atrapamos en el acto a un comunista holandés. Göring ha puesto en alerta a toda la policía prusiana, y yo acabo de transmitir sus órdenes por el transmisor de la policía de Karlshorst. ¿Quieres decirle a todo el mundo en la IA que bajen al cuartel general lo más rápido que puedan? El jefe [Rudolf Diels] está trayendo al criminal, y quiero que le tomes declaración tan pronto llegue”.
>>>

Aquí Tobias dedica tres párrafos a la carrera del inspector Helmut Heisig que podemos saltar porque no afecta al relato. Lo retoma con el mitin electoral socialdemócrata que estaba teniendo lugar esa noche histórica del 27 de febrero en el Sportpalast y que fue disuelto por la policía, que puso en alerta al Distrito 32 (Puerta de Brandenburgo). Aquí estaba de guardia el teniente Emil Lateit, pero cuando abrió la puerta de su comisaría no entró en ella el esperado agente urgiendo refuerzos para el Sportpalast, sino un acalorado joven que le pidió que fuera inmediatamente al Reichstag porque estaba ardiendo.

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Y el oficial de guardia, el teniente Emil Lateit no perdió el tiempo. Junto con los agentes Graening y Losigkeit y el jadeante joven, entró en el coche de patrulla cuyo motor ya estaba en marcha con un propósito bien diferente [Sportpalast]. Eran exactamente las 9.15 p.m.
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Todo sucedió tan rápidamente, dice Tobias, que los policías no tuvieron tiempo de preguntar al joven su nombre ni mucho menos de tomarle una declaración jurada. Cuando llegaron al Reichstag, el joven permaneció un rato entre la multitud y luego se fue su casa.

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El coche de patrulla no tardó más de dos minutos en llegar al edificio del Reichstag. Cuando Lateit, a quien el joven dirigió al ala oeste, observó un resplandor a la derecha de la escalera principal, se apresuró a garabatear una nota: “9.17 p.m. El Reichstag en llamas. Se necesitan refuerzos”, y envió al agente Graening de vuelta a la comisaría. Graening regresó unos minutos después con un gran contingente de policías que acordonaron el área.

El propio Reichstag estaba del todo desierto en este día aburrido e invernal; la temperatura era de 22 grados F y había un fuerte viento del este. El último diputado en dejar el edificio había sido el presidente del grupo parlamentario comunista, Ernst Torgler, que había pasado por el Portal Cinco (Entrada Norte) acompañado del diputado comunista, Koenen, y la secretaria del grupo, Anna Rehme. Su tardía salida no fue en lo más mínimo inusual, ya que Torgler no solo era miembro de muchos comités del Reichstag, sino que las habitaciones del Reichstag se habían convertido en la sede comunista de Berlín desde el cierre de la Casa Karl Liebknecht. De hecho, el Reichstag era el último refugio legal de los comunistas, pues sólo aquí sus líderes disfrutaban de algún tipo de inmunidad. Cuando Torgler pasó por el Portal Cinco entregó sus llaves al vigilante nocturno, Rudolf Scholz. Scholz, que conocía al afable y popular Torgler desde hacía muchos años, intercambió unas cuantas cortesías con él antes de que Torgler y sus acompañantes dejaran la Cámara.

Justo media hora antes, a las 8.10 p.m. para ser preciso, Scholz había comenzado su acostumbrada ronda de inspección. Su trabajo era apagar las luces que se habían dejado encendidas y cerrar las puertas y ventanas abiertas. En torno a las 8.30 p.m. había pasado por la Cámara de Sesiones y una mirada rápida le mostró que todo estaba en orden. Luego oyó pasos en la oscuridad, encendió una luz, pero continuó con su ronda cuando descubrió que era sólo Anna Rehme en su camino a las salas del Partido Comunista, donde, como ella explicó, quería recoger material electoral para Koenen. Schoz acabó su ronda sobre las 8.38 p.m., justo a tiempo para tomar posesión de las llaves de Torgler.

Unos pocos minutos después -a las 8.45 p.m.- el cartero del Reichstag, Willi Otto, se cruzó con el portero nocturno Albert Wendt en el Portal Cinco. Wendt le dijo que se habían ido todos los diputados. Como era su costumbre, Otto encendió su linterna y subió la escalera principal que conduce al Portal Dos (sur) y a la Oficina de Correos del Reichstag, donde vació los buzones. Otto, también, ni escuchó ni observó nada sospechoso en el desierto edificio. Diez minutos más tarde, a las 8.55 p.m., abandonó el Reichstag de nuevo por la Puerta Cinco, la única entrada todavía abierta.

Sobre las 9.03 p.m., Hans Flöter, un joven estudiante de teología, se dirigía a su casa desde la Biblioteca Estatal. Cuando dobló la esquina suroccidental del oscuro y desierto Reichstag y cruzó la plaza frente a la entrada principal, oyó el ruido de cristales rotos. Cuando se dio la vuelta para mirar en dirección del ruido, vio a un hombre con un objeto en llamas en la mano en el balcón del primer piso afuera de una ventana a la derecha del Portal Principal. Flöter no perdió el tiempo y echó a correr hacia la esquina noroeste del edificio donde sabía que encontraría a un oficial de policía. El oficial (sargento Karl Buwert) parecía incapaz de asimilar lo que Flöter intentaba decirle, de modo que Flöter, en su excitación, se sintió impulsado a darle un golpe en la espalda para enfatizar sus palabras. Luego, el policía se fue en la dirección correcta y Flöter, que no era amigo del nuevo gobierno, continuó su camino a casa. Como dijo más tarde, había presionado el botón y había encendido la máquina, pero no le preocupaba en absoluto ver qué curso seguía. Sin embargo, antes de irse, miró su reloj. Eran las 9.05 p.m.

Cuando el sargento de policía Buwert llegó a la parte delantera del edificio, notó de inmediato una ventana rota y un resplandor rojo detrás. Pensó que Flöter todavía estaba con él, cuando en realidad se le había unido otra persona. Los dos hombres se quedaron boquiabiertos ante el extraño espectáculo detrás de las ventanas del Reichstag.

Entonces apareció en escena un tercer transeúnte. Era Werner Thaler, de veintiún años, un tipógrafo que había doblado la esquina suroeste del Reichstag de camino a Lehrter Bahnhof. Había escuchado previamente el ruido de cristales rotos, se había subido a la balaustrada en el centro de la calzada y había tenido la impresión de que dos personas, y no una, estaban intentando entrar. (Más tarde pareció que esto podría haber sido una ilusión óptica, causada por la reflexión). Recordando que se había cruzado con un policía un poco atrás, corrió en dirección al Portal Dos (entrada sur) y gritó en la noche: "Rápido. Alguien está intentando entrar en el Reichstag". Luego corrió de regreso a la calzada donde encontró a Buwert y su desconocido compañero. El reloj de pulsera de Thaler, que normalmente era rápido, marcaba las 21.10 horas.
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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Lun Ene 25, 2021 10:00 am

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Por un momento los tres miraron con paralizante asombro. Luego, como se podía ver al hombre que estaba adentro corriendo de ventana en ventana agitando una antorcha encendida, los tres hombres comenzaron a perseguirlo. Luego Buwert sacó su pistola y cuando la luz parpadeante apareció en la penúltima ventana, Thaler gritó: "Por el amor de Dios, hombre, ¿por qué no disparas?" Buwert apuntó con su arma, apretó el gatillo y corrió hacia la ventana. Al ver que el misterioso intruso había desaparecido, se volvió hacia el segundo joven (no identificado) y le pidió que alertara a la sala de guardia de la policía de la Puerta de Brandenburgo: “Diles que el Reichstag está en llamas y que avisen a la brigada de bomberos”.

El joven hizo lo que se le dijo, mientras el propio Buwert corrió hacia la Simsonstrasse. De camino se encontró a un soldado del Reichswehr y, como tenía una opinión bastante mala de los civiles, le pidió también que informara del incendio a la comisaría de policía de Brandeburgo. El soldado, que no tenía ninguna intención de hacer nada por el estilo, asintió y, continuó su camino. Más tarde, un conductor de autobús, Karl Seling, recordó que, de hecho, un soldado del Reichswehr había subido a su autobús en la parada Bismarck Memorial, alrededor de las 9.15 p.m.

Mientras tanto a Buwert se le habían unido otros transeúntes: los señores Karl Kuhl y Hermann Freudenberg, y sus respectivas esposas. Todos ellos habían salido a caminar, habían notado un resplandor sospechoso desde muy lejos y se habían precipitado al lugar con fuertes gritos de “¡Policía!” “¡Fuego!” llegando justo a tiempo para ver las llamas alcanzar las cortinas. Buwert, que finalmente comprendió el hecho de que alguien estaba prendiendo fuego deliberadamente al Reichstag ante sus ojos, ordenó ahora a Kuhl y Preudenberg que se aseguraran de que se había llamado a los bomberos.

Junto con la señora Wally Freudenberg, los dos hombres se apresuraron por la Simsonstrasse. Cuando vieron a varias personas que salían del Instituto Alemán de Ingeniería (V.D.I.), corrieron hacia el conserje, Otto Schaeske, gritando: “¡El Reichstag está en llamas. Llame a los bomberos!”.

Totalmente desconcertado, Schaeske abrió la guía telefónica y comenzó una búsqueda vana y nerviosa del número correcto. Finalmente, Emil Lück, que había estado ayudando en el guardarropa esa noche, le arrebató el libro, encontró rápidamente la entrada correcta, y marcó.

Mientras tanto, el disparo de Buwert había atraído a la escena a dos patrulleros. Cuando Buwert les contó brevemente lo que había sucedido, uno de ellos decidió estar absolutamente seguro y salió corriendo a hacer sonar la alarma de incendios en la cercana Moltkestrasse.

Los gritos y aspavientos de Buwert habían atraído también la atención del agente Helmut Poeschel, que estaba de servicio en la esquina noreste del Reichstag. Cuando escuchó gritar a Buwert “¡Fuego! ¡Avisa al portero del Portal Cinco!”, Poeschel salió corriendo. Tras tomar aliento, ordenó al completamente estupefacto Albert Wendt que activara la alarma de incendios que, como sabía Poeschel, se encontraba en la caseta del portero. Pero Wendt se negó a creerlo sin verlo por sí mismo. Salió corriendo, cerrando cuidadosamente la puerta tras sí. Cuando vio el incendio, exclamó: “¡Es el restaurante!, y cuando el teniente Lateit, que entre tanto había llegado al lugar, le dijo que ya habían llamado a los bomberos, corrió de regreso a su cuarto y trató de llamar al ingeniero jefe Eugen Mutzka y al inspector de viviendas Alexander Scranowitz. En su excitación debió haber marcado mal, pues no pudo localizar a ninguno de los dos, aunque logró ponerse en contacto con el Mensajero Jefe del Reichstag, Eduard Prodöhl, y Paul Adermann, el portero nocturno en la Residencia del Presidente [del Reichstag]. Mientras aún hablaba con Prodöhl, Wendt oyó el tintineo de un camión de bomberos que se acercaba. Adermann, por su parte, notificó inmediatamente al director del Reichstag, Geheimrat Galle. Luego llamó al Ministerio Prusiano del Interior para informar del incendio a Hermann Göring, el Presidente. La llamada fue atendida por la secretaria de Göring, la señorita Grundtmann.

Inmediatamente después de su llegada al Reichstag, el teniente Lateit preguntó a Buwert si habían llamado a los bomberos. Cuando Buwert le dijo que sí, preguntó además si había sonado la alarma a general. Buwert dijo que no, y Lateit le dijo que se ocupara de ello, pero también que vigilara de cerca las ventanas del Reichstag y que disparara a cualquier cosa sospechosa.

Lateit luego intentó entrar en el Reichstag, primero a través del Portal Dos (sur) y luego a través de los Portales Tres y Cuatro (este), pero los encontró todos cerrados. Corrió hacia el Portal Cinco (norte), donde Wendt, el portero, le dijo que el inspector de viviendas Scranowitz estaba de camino con las llaves de las puertas interiores.

Scranowitz estaba cenando cerca en su apartamento, cuando de repente escuchó los camiones de bomberos. Temiendo lo peor, corrió al teléfono y llamó a Wendt, desconociendo que Wendt había estado tratando de localizarlo. Cuando Wendt le dijo que el restaurante estaba ardiendo, Scranowitz le gritó: "¿Y por qué diablos no me lo reportaste?" Colgó el auricular y corrió hacia el Portal Cinco. Una vez allí, abrió las puertas interiores y corrió escaleras arriba, seguido por el teniente Lateit y los agentes Losigkeit y Graening. Cuando entraron en el gran vestíbulo, notaron un resplandor rojo viniendo de más allá del monumento Kaiser Wilhelm. Cuando Lateit miró a través de una puerta de cristal abierta hacia la Sala de Sesiones, vio una gran llama. En el umbral vio un "cojín" resplandeciente, que resultó ser un abrigo doblado. Además, las gruesas cortinas de felpa a ambos lados de la puerta de cristal estaban ardiendo, al igual que algunos de los paneles de madera.
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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Lun Ene 25, 2021 10:15 am

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Fue en torno a las 9.22 p.m. cuando Lateit entró en la Sala de Sesiones. Toda la Cámara estaba suavemente iluminada por una llama constante y continua sobre la tribuna. El efecto fue el de un órgano de iglesia brillantemente iluminado. (Lateit ignoraba que sus conductos consistían en tres cortinas en llamas). No observó otros incendios en la Cámara, ni notó humo. El agente Losigkeit, en cambio, que se adentró más en la Cámara, vio otras llamas en las mesas de los estenógrafos.

Lateit, ahora plenamente convencido de que había un incendiario en acción, ordenó a los dos policías que desenfundaran sus revólveres. Mientras tanto, el inspector de viviendas Scranowitz había encendido la luz en los pasillos y en el vestíbulo. Lateit, que había estado presente durante el incendio del Palacio Blücher en abril de 1931, estaba aún firmemente convencido de que los bomberos podrían salvar fácilmente la Cámara.

En su camino de regreso al Portal Cinco, Lateit notó una serie de pequeños fuegos: aquí una alfombra estaba en llamas, allí una papelera. Por todas partes había trozos de material -contó unos veinticinco- cada uno aproximadamente del tamaño de la palma de su mano. Pensó que "podrían haber sido los restos carbonizados de los manteles", porque todos ellos emitían mucho humo. En el suelo del vestíbulo encontró una gorra, una corbata y un trozo de jabón.

Cerca del Portal Cinco se encontró con varios bomberos que estaban ocupados apagando fuegos en el vestíbulo occidental. A otros bomberos que estaban allí les gritó: “Es un incendio provocado. El lugar es una gran masa de fuegos”.

Ordenó a uno de los bomberos que regresara a la Sala de Sesiones con el agente Losigkeit. Luego les dijo a sus propios hombres que hicieran una búsqueda cuidadosa de todo el edificio para dar con el intruso, mientras regresaba a la Puerta de Brandenburgo en busca de refuerzos. Su llegada a la sala de guardia se registró a las 21.25 horas. Había estado fuera un total de diez minutos.

Mientras Lateit, Losigkeit y Graening había estado mirando el incendio en la Cámara, el agente Poeschel se les había unido. Lateit le ordenó que acompañara al inspector Scranowitz, quien, después de haber encendido las luces del vestíbulo y los pasillos, estaba a punto de encender también la Cámara. Detrás del monumento Kaiser Wilhelm, Scranowitz notó uno de los muchos pequeños fuegos que Lateit ya había observado y lo apagó. Luego corrió al restaurante, abrió la puerta y se encontró con una masa de llamas. Cuando regresó al vestíbulo, notó que las cortinas y un panel de madera apoyado contra la pared estaban ardiendo.

Scranowitz también miró ahora en la Cámara de Sesiones poco después de que Lateit lo hiciera. Una sola mirada le mostró que las cortinas detrás de la silla del Presidente se habían incendiado, pero que los paneles seguían intactos. Pero luego observó, o afirmó haber observado, una imagen completamente diferente a la descrita por Lateit: en las tres primeras filas de los bancos de los diputados, Scranowitz contó entre veinte y veinticinco pequeños fuegos, cada uno de unos cuarenta y cinco centímetros de ancho, y todos aproximadamente de la misma forma. Además, la silla del Presidente y la mesa de los oradores estaban en llamas, al igual que las cortinas de la mesa de los estenógrafos. Sin embargo, aquí las llamas parpadeaban y "chisporroteaban" violentamente. Scranowitz cerró la puerta de la Cámara y, con el agente Poeschel, que había estado mirando por encima del hombro, corrió por el densamente alfombrado pasillo sur hacia la Sala Bismarck. Justo cuando pasaban bajo el gran candelabro, un hombre, desnudo hasta la cintura, repentinamente se cruzó en su camino desde la izquierda, es decir, desde la parte trasera de la Sala de Sesiones. El hombre se detuvo en seco y luego echó a correr hacia atrás, pero cuando Poeschel levantó su pistola y gritó "¡Manos arriba!", levantó los brazos obedientemente. Era un joven alto y bien formado, completamente sin aliento y despeinado. Todo lo que Poeschel encontró en él fue una navaja de bolsillo, una billetera y un pasaporte. Mientras Poeschel hojeaba este documento, el inspector Scranowitz, temblando de rabia, le gritó al extraño: "¿Por qué lo hizo?" "Como protesta", respondió el hombre.

Scranowitz, un hombre alto y atlético, lo golpeó con furia ciega. Mientras tanto, Poeschel había deducido del pasaporte del hombre que su nombre era Marinus van der Lubbe, que venía de Leiden, Holanda, y que había nacido el 13 de enero de 1909.

Eran las 9.27 p.m.

Luego, Poeschel llevó a su prisionero al Portal Cinco, donde alguien le echó una manta sobre los hombros desnudos antes de llevarlo a la comisaría de policía de la Puerta de Brandenburgo.

Imagen
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Fritz Tobias, The Reichstag Fire: Legend and Truth (London : Secker & Warburg, 1963), pp. 5-8. Ilustración de la Cámara del Reichstag, p. 7.

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por Prometeo » Mié Ene 27, 2021 9:21 am

Hola José Luis:

Mi nik de "Prometeo" lo elegí, un poco presuntuosamente, porque he dedicado mi vida profesional a la extinción, prevención e investigación de incendios. Mis héroes particulares están en el personal de control de daños de la flota americana del Pacífico.

Si me explican ese incendio, como tú lo has hecho y me presentan a ese autor no lo hubiese creído.

El relato nos habla de una persona perturbada que va por ahí sin camisa y de un incendio organizadísimo en el que se encuentran múltiples focos y unos restos como de manteles, que presumo empapados en algún acelerante.

Cuando la gente común piensa en incendiar algo, piensa en gasolina, líquido común pero muy peligroso en su manejo, cuyo uso hubiese terminado con el autor quemado.

Empapar unos trapos en un acelerante, como una mezcla de gasolina y gasoil y repartirlos es menos peligroso, pero requiere preparación.

Me resulta un "autor" muy organizado y ubícuo.

Saludos
“La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”.

Erich Hartman

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Mié Ene 27, 2021 8:48 pm

¡Hola a todos!
Prometeo escribió: El relato nos habla de una persona perturbada que va por ahí sin camisa y de un incendio organizadísimo en el que se encuentran múltiples focos y unos restos como de manteles, que presumo empapados en algún acelerante.
De perturbado no tenía nada, salvo que la decisión de incendiar un parlamento como forma de protesta política sea considerada la decisión de un perturbado. Lo de manteles "empapados en algún acelerante" es una suposición tuya, pero no está en el relato.

Si lees los interrogatorios a Marinus, sus respuestas y la investigación policial para corroborar lo que Marinus dijo en sus respuestas, entonces verás que las piezas encajan muy bien.

Desde su llegada a Alemania (Padeborn) el 10 de febrero de 1933 hasta el momento en que lo detuvieron en el Reichstag la noche que le prendió fuego el 27 de febrero, Marinus declaró a la policía todo lo que había hecho y dónde había estado, con fechas, horas y más detalles. Explayarme en ello me llevaría bastante tiempo, pero voy a resumirte algo importante que hizo cuando -tras comprobar que sus esperanzas de mover a la gente, mayormente desempleados, con la que habló y discutió para luchar contra los nazis eran vanas- decidió que debía actuar por su cuenta.

Fue el viernes, 24 de febrero, cuando Marinus decidió incendiar varios edificios público. El sábado 25, a eso de las diez de la mañana, dejó su albergue en la Alexandtinenstrasse y se dirigió a Neukölln, pasando de camino por el Ayuntamiento y el Palacio. Luego entró en la tienda de Otto Vichert en la Annenstrasse, donde compró fósforos, y luego entró en la tienda de E. Brahi en la Neanderstrasse, donde compró dos paquetes de encendedores de fuego (como las pastillas para encender chimeneas). Más tarde compraría dos paquetes más de encendedores en otra tienda, Heleski en la Liegnitzer Strasse. Su primer objetivo fue la Oficina de Bienestar Social de Neukölln, donde a las 18:30 de la tarde Marinus "saltó la cerca, partió un paquete de encendedores en dos, encendió la mitad y luego lo arrojó por la ventana abierta en la parte de atrás, hacia lo que resultó ser el baño de mujeres. El encendedor cayó en el piso de cemento y quemó la puerta del baño antes de que se consumiera. Mientras tanto, Van der Lubbe se subió al alféizar de una ventana, encendió la mitad restante del paquete y lo arrojó al techo cubierto de nieve. Luego saltó de nuevo, arrojó otro medio paquete al lado este del techo y se escapó".

"El mechero del techo hizo su trabajo tan bien que poco después dos transeúntes notaron un incendio. Llamaron al sargento de policía Albrecht quien, con otro transeúnte, logró apagar el fuego con bastante rapidez. Como ambos testigos declararon más tarde, el techo se había incendiado a pesar de la nieve. Esto por sí solo demuestra la eficacia de los encendedores de aserrín y petróleo que utilizaba van der Lubbe".

Bien, me detengo aquí porque de lo contrario sé que me voy a liar mucho tiempo otra vez con este tema. Te diré, sin embargo, que Marinus atacó otros dos edificios más a los que prendió fuego, antes de llevar a cabo su ataque al Reichstag.

Lo del medio desnudo no tiene nada de particular. Se explica porque cuando agotó los paquetes de encendedores, se desnudó de cintura para arriba y utilizó su camisa como tea. Todo lo que dijo haber hecho Marinus esa noche en el Reichstag fue corroborado por la investigación policial. En su informe final sobre el incendio del Reichstag presentado el 3 de marzo de 1933, el detective-inspector Dr. Walter Zirpins, en la sección C del informe, planteaba y respondía la pregunta fundamental:

"No hay duda de que van der Lubbe cometió el crimen enteramente por su cuenta. Esta conclusión se desprende de las investigaciones, los hechos objetivos y las respuestas precisas del sospechoso". Para apoyar esta conclusión, Zirpins adujo los siguientes hechos: "La escena del crimen y sus actividades allí fueron descritas por van der Lubbe desde el principio [es decir, antes de la reconstrucción oficial del crimen en el lugar] con tal detalle - focos de fuego, daños causados, senderos abandonados y caminos tomados - como sólo el incendiario mismo podría haber proporcionado. De no haber estado allí él mismo, no habría podido describir, y luego demostrar en el lugar, todos estos hechos y especialmente los fuegos más pequeños que había encendido al azar. La reconstrucción del crimen demostró que todos los detalles que dio fueron absolutamente correctos".

Pese a la imagen que se reflejó en la época de un Marinus perturbado y medio imbécil, la realidad es que era un tipo listo, inteligente, con una memoria notable y, sobre todo, totalmente dispuesto a incendiar varios edificios en Berlín como protesta política contra los nazis. Quería demostrar a los trabajadores comunistas que era posible actuar contra los nazis sin esperar a que tuviese que decidirlo el aparato del KPD. Lo que oyó y vio Marinus en los mítines a los que asistió del KPD en los días previos al incendio lo llevó a concluir que el KPD se estaba dejando liquidar por los nazis sin presentar batalla, y por ello decidió actuar por su cuenta.

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por Prometeo » Jue Ene 28, 2021 10:24 am

Ok. Ya veo que me había hecho una idea equivocada.

Gracias
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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Jue Ene 28, 2021 12:41 pm

Prometeo escribió: Ok. Ya veo que me había hecho una idea equivocada.
Una idea equivocada en cuanto al relato que yo narré. Pero no es equivocada si te colocas al lado de quienes sostienen que Marinus no pudo incendiar el Reichstag él solo con los medios que dijo tener, y si sigues la imagen ridícula y despectiva que dieron del personaje. Cuestión totalmente debatible es que esas dos posturas estén en consonancia con la realidad.


PD.: He editado las fechas del viernes (había puesto 25, es 24) y sábado (había puesto 26, es 25).

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Vie Feb 05, 2021 9:47 am

¡Hola a todos!
José Luis escribió: Por otra parte, aprovecho para recordar que el 28 de febrero se firmaron dos decretos, el conocido por todos y uno menos conocido pero igualmente terrible llamado "Decreto del Presidente contra la Traición y Actividades Terroristas" (aunque también lo he visto como "Decreto contra Actividades de Traición y Alta Traición" y como "Decreto contra Traición hacia el Pueblo Alemán") , publicado en la Reichsgesetzblatt inmediatamente después del "Decreto del Presidente para la Protección del Pueblo y el Estado", más conocido como "decreto del incendio del Reichstag".
Los dos decretos son como sigue:

1) El "Decreto del Presidente del Reich para la Protección del Pueblo y el Estado" (Verordnung des Reichspräsidenten zum Schutz von Volk und Staat), publicado en el Deutsches Reichsgesetzblatt Band 1933 Teil I, Nr. 17, Seite 83. 28. Februar 1933. Véase https://www.1000dokumente.de/index.html ... 1_rbv&l=de

2) El "Decreto del Presidente del Reich contra la traición al pueblo alemán y las actividades de traición" (Verordnung des Reichspräsidenten gegen Verrat am Deutschen Volke und hochverräterische Umtriebe), publicado en el Deutsches Reichsgesetzblatt Band 1933 Teil I, Nr. 18, Seite 85-87. 28. Februar 1933. Véase https://www.servat.unibe.ch/dns/RGBl_19 ... verrat.pdf

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Re: ¿Fue el incendio del Reichstag propiciado por los nazis o fue un acto antinazi que estos aprovecharon a su favor?

Mensaje por José Luis » Vie Feb 05, 2021 10:33 am

¡Hola a todos!

Otro cambio radical en el ámbito legislativo tras el incendio del Reichstag lo comenta Wachsmann al decir que, según la legislación alemana vigente, Marinus sólo podía ser condenado -como autor del incendio- a prisión en una cárcel o penitenciaría, pero no a muerte. Pero en una reunión de su gabinete el 7 de marzo de 1933, Hitler declaró que era vital que Marinus van der Lubbe fuese ejecutado. Al principio, los funcionarios del Ministerio de Justicia del Reich "se mostraron reacios a aceptar una violación tan flagrante del principio legal elemental. nulla poena sine lege (No hay delito ni hay pena sin ley)". Franz Schlegelberger, Secretario de Estado y experimentado funcionario en el citado ministerio desde 1921, advirtió de que la aplicación retrospectiva de la pena de muerte resultaría en "confusión de la comprensión general de lo correcto e incorrecto". Pese a ello, el Ministerio de Justicia del Reich cumplió la exigencia de Hitler y redactó una ley (que pronto se conoció como la Lex van der Lubbe) que se publicó el 29 de marzo de 1933. El Tribunal Supremo (Reichsgericht) de Leipzig utilizaría esta ley para sentenciar a muerte a van der Lubbe. Esta ley, dice Wachsmann, sentó un precedente fatídico, pues una vez que las autoridades legales aceptaron que los deseos del liderazgo político podían imponerse a los principios legales, cada vez fue más difícil resistirse a las futuras demandas del régimen de sacrificar el imperio de la ley. En 1935 se abolió el principio nulla poena sine lege. Ahora los tribunales podían incluso declarar culpables a personas que no habían violado ninguna ley, si "merecían castigo de acuerdo a la idea básica del derecho penal y el sentimiento popular saludable".*

Otro cambio efectuado en abril de 1934 fue el de la jurisdicción para juzgar los casos de traición y alta traición, que pasó de ser competencia del Tribunal Supremo a serlo del Tribunal Popular (Volksgerichtshof), creado en ese mes. Este tribunal se creó a iniciativa de Hitler, Göring, Goebbels y otros líderes nazis que se habían quedado insatisfechos por cómo había llevado el Tribunal Supremo el juicio de Marinus van der Lubbe**.

*Nikolaus Wachsmann, Hitler's Prisons. Legal Terror in Nazi Germany (Yale University Press, 2004), pp. 72-73.
**Ibid., p. 117.

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