Otro de los asuntos inusuales derivados de las campañas de la conspiración nazi y comunista sobre el incendio del Reichstag fue la confección de un tribunal de expertos juristas internacionales para la celebración de un “contra-juicio” (al juicio alemán de Leipzig que iba a ver la causa penal contra Marinus) del caso en Londres. Kellerhoff explica que el artífice de los esfuerzos para ese contra-juicio fue Münzenberg: “Como sabes, se nos encomendó la tarea de encontrar un tribunal de justicia que pudiera actuar como una especie de contra-tribunal de justicia”, escribió a un amigo del Comintern de Moscú el 12 de junio de 1933. Continuaba diciendo que, “como resultado de sus persistentes esfuerzos, y tras superar muchas dificultades, conseguimos reclutar algunos de los mejores juristas para nuestro plan”.
Fue así como muy poco antes de que se iniciase el juicio oficial de la causa penal del incendio del Reichstag en el Tribunal Supremo alemán en Leipzig (31 de septiembre), se celebró un “contra-juicio” en Londres que fue, en realidad, una audiencia frente a un panel no oficial de conocidos juristas. Mientras que el veredicto del juicio de Leipzig no fue nada satisfactorio para los nazis -pues exoneró a los cuatro comunistas acusados de ser los “cerebros” del incendio, y sólo se condenó, a pena de muerte, a Marinus-, el “contra-juicio” de Londres (celebrado entre el 14 y el 18 de septiembre) culpó a los nazis. Desde el punto de vista político internacional fue todo un éxito cosechado por el KPD en el exilio.
El “contra-juicio” de Londres se basó en el libro ya citado The Brown Book of the Reichstag Fire and Hitler Terror, y el “tribunal” estaba compuesto por ocho famosos juristas de siete países diferentes - entre ellos una mujer de los Países Bajos, Betsy Bakker-Nort-, todos ellos con buena reputación y sin ninguna conexión visible con el comunismo. Presidido por el Fiscal General británico Denis Nowell Pritt, sus miembros revisaron los documentos y entrevistaron a testigos, entre ellos la hermana de Dimitroff y varios alemanes socialdemócratas y comunistas exiliados. También testificó Wilhelm Koenen, el miembro del KPD que había estado con Torgler la noche del incendio. Además, se leyó el “memorando-Oberfohren”, aunque Rudolf Breitscheid, antiguo líder del SPD que había huido de Berlín el 13 de marzo de 1933, cuestionó su autoría.
Dicho esto, el “contra-juicio” de Londres no dejó de ser un espectáculo cuyas conclusiones ya estaban adelantadas por la prensa internacional. El primer día del “juicio” el Chicago Daily Tribune informó que el panel de juristas internacionales “hallaría a los nazis culpables”, mientras que el New York Times informó que “Los nazis se están preparando para presentar cargos contra los comunistas en Leizig esta semana, mientras que los investigadores fuera de Alemania están acusando a los nazis del ataque incendiario”. El veredicto final concluía diciendo que “van der Lubbe no es un miembro sino un oponente del partido comunista”, que “los documentos y testimonios, así como otras pruebas en poder del panel, son suficientes para determinar que van der Lubbe no puede haber cometido el crimen por su cuenta”, y que “el Reichstag fue incendiado por miembros destacados del NSDAP o por mandato suyo”.
Para asistir a la apertura del juicio de Leipzig (31 de septiembre) estaban acreditados más de 100 miembros de la prensa internacional, aunque sólo a 82 se les concedió acceso finalmente. (No se le concedió al enviado del Manchester Guardian, periódico que había sido prohibido en Alemania desde finales de abril). El juicio fue presidido por Wilhelm Bünger, del DNVP, que había entrado en el Tribunal Supremo en 1931. El fiscal que llevó la acusación fue Karl Werner. El juicio no se llevó de acuerdo con el imperio de la ley (empezando por el trato y condición dispensados previamente a los acusados, contrarios al código penal vigente), si bien estuvo muy lejos de ser el espectáculo londinense. La acusación, un tocho de 235 folios, fue “increíblemente detallada, pero sesgada”. Por ejemplo, se dio una cuenta muy detallada de la vida de Marinus, pero la referencia a su “conspiración” con los comunistas de Neuköll estuvo basada en un testimonio no fiable. E igual sucedió con la detalla descripción de la manera en que se había extendido el fuego, que estaba en contradicción con las acusaciones formuladas contra los cuatro comunistas acusados junto con Marinus, mientras que el trabajo forense sobre la escena del crimen no guardaba relación con la débil evidencia de los “esfuerzos traicioneros del KPD”. En resumen, aunque no fue un juicio farsa, tampoco fue un juicio limpio. Fue llamativo el interrogatorio del acusado Dimitroff a Göring porque sacó de sus casillas al futuro comandante en jefe de la Luftwaffe. Al final, tras testificar más de 250 testigos, el 23 de diciembre el juez Bünger dio su veredicto “en nombre del Reich” (no del pueblo alemán), declarando que “Los acusados Torgler, Dimitroff, Popoff y Taneff han sido hallados no culpables. El acusado van der Lubbe es condenado a muerte y pérdida permanente de los derechos civiles por alta traición en concomitancia con incendio sedicioso”.
Si bien la absolución de los tres búlgaros (Dimitroff, Popoff y Taneff) era algo esperado y ya adelantado por la acusación tras escuchar las pruebas, la absolución de Torgler, el antiguo líder del KPD, fue un varapalo para las expectativas nazis. Lo que sí se acomodó a ellas fue que el juez Bünger concluyera a favor de la teoría de la conspiración (contra los comunistas) al declarar explícitamente en su veredicto que Marinus había tenido cómplices y que éstos debían haber sido comunistas, aunque no los cuatro acusados. El Völkischer Beobachter criticó el “extravío de la justicia” y anunció que el juicio era el “último impulso para reformar nuestro anticuado sistema legal”. Sólo se alegraba de que los cuatro acusados absueltos fuesen detenidos en “custodia preventiva” tan pronto se pronunció el veredicto.
Marinus fue ejecutado en la guillotina el 10 de enero de 1934 en Lepzig. Torgler fue mantenido ilegalmente en custodia hasta 1936, tras lo cual trabajó como representante de comercio en Berlín. En febrero de 1934 Stalin concedió la ciudadanía soviética a los tres búlgaros, por lo que fueron liberados y deportados a Moscú, corriendo suertes diversas: Dimitroff fue nombrado secretario general del Comintern; Popoff se convirtió en funcionario del Comintern pero fue víctima de las purgas de 1936, arrestado por el NKVD y sentenciado a 15 años de prisión. Sólo tras la muerte de Stalin se le permitió regresar a Bulgaria. Taneff corrió inicialmente una suerte similar a la de Popoff, y tras pasar varios años en un campo de prisioneros en el Círculo Polar Ártico fue enviado a una misión a Bulgaria, ahora aliada de Alemania. Fue descubierto por los nazis y asesinado en 1941.
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JL