Mensaje
por Francis Currey » Sab Ago 13, 2005 8:03 pm
El efecto de las ganancias
Los grandes contrabandistas, que ganaban inmensas sumas de dinero, abrieron lujosos restaurantes y confiterías en el ghetto. Allí aparecían en compañía de alemanes, que eran sus socios. Su lema era: "come, bebe, sé feliz, porque mañana moriremos". Aunque su actividad y especialmente la obtención de riqueza que hacían en medio de la generalizada miseria provocaban duras críticas, muchos reconocían que sin ellos, el ghetto simplemente habría muerto de hambre.
Los "pequeños contrabandistas" estaban compuestos por dos elementos: a) los judíos que diariamente eran conducidos fuera del ghetto para realizar allí trabajos, aprovechaban la ocasión para ponerse en contacto con polacos de quienes adquirían alimentos, a cambio de bienes o dinero. Luego debían pasar por controles a la entrada del ghetto, donde seguramente debían entregar parte de lo adquirido a los centinelas. También había mujeres judías que se dedicaban al contrabando, era más fácil para una mujer ocultar su condición judía. Con todo, había que tener gran coraje para hacerlo. b) Los niños: ellos eran los más apropiados para pasar a través de pequeños orificios en el muro. Llegaban a la parte aria de Varsovia, a veces mendigaban; otras, se juntaban en pequeñas bandas que se dedicaban al robo y volvían al ghetto con el botín. Estos niños se transformaron en muchos casos en los sostenes principales de sus familias. Su aspecto inspiraba muchas veces compasión. Los guardianes polacos e incluso los alemanes miraban hacia otro lado cuando esos niños, cargados con sus mercancías, regresaban al ghetto. Otras veces, disparaban sin compasión. Un famoso abogado de preguerra, León Berenson, dijo que después de la guerra "será necesario erigir un monumento al niño contrabandista que salvó al ghetto de morir de hambre". Lamentablemente, el famoso abogado se equivocó: el ghetto no se salvó y los niños contrabandistas fueron asesinados con todos los demás judíos cuando llegó el momento.
Hay varias preguntas que deben formularse: 1) ¿Cómo se financiaba el contrabando?, 2) ¿Qué actitud adoptaron los polacos?, 3) ¿Qué actitud adoptaron los alemanes? El contrabando de productos alimentarios, cuyos precios eran mucho más altos que en el mercado legal, debía provenir de alguna fuente. Al principio, la gente se desprendía de sus ahorros, sus joyas, sus objetos de valor. Eso no podía ser suficiente para esa actividad durante mucho tiempo. Pues conducía rápidamente a la pobreza, a la miseria, al agotarse las reservas. El rico de hoy sería el pobre de mañana. Era necesario encontrar otra fuente. El corte de los contactos entre judíos y polacos no pudo sostenerse por mucho tiempo. Era totalmente artificial. Si bien beneficiaba a los polacos, porque eliminaba a sus odiados competidores, a la larga, era contraproducente. Por esa razón, lentamente comenzaron a reanudarse (clandestinamente, se entiende) los contactos. Comenzaron a llegar pedidos y el ghetto comenzó a trabajar para satisfacerlos. Floreció una industria clandestina dentro del ghetto, que "importaba y exportaba" productos, de modo semejante al que utilizaban los contrabandistas de alimentos. Incluso máquinas entraban desarmadas al ghetto, además de materia prima. ¿Y los alemanes? Si bien oficialmente combatían el contrabando, por otro lado eran conscientes de que la gran capacidad de inventiva, de improvisación que manifestaban los judíos del ghetto, también los beneficiaba a ellos, ya que esos productos eran requeridos por los alemanes. A veces, camiones de la Wehrmacht (Ejército Alemán), entraban al ghetto introduciendo maquinarias y materias primas
Se planteaba pues, una situación contradictoria: por un lado, estaban determinados a matar a los judíos por hambre pero, si lo hacían, se privaban del producto del esfuerzo judío. Sin embargo, las órdenes decían que los contrabandistas judíos que fueran capturados en la parte aria, debían ser fusilados sin más trámites, sin importar si eran hombres adultos, mujeres o niños. Cuando esas medidas se implementaban severamente, decrecía el contrabando y aumentaba inmediatamente el precio de los alimentos. Además, había muchos beneficiarios del contrabando como para que cesara totalmente. En primer lugar se beneficiaba la policía judía, que pasó a asociarse con los contrabandistas. Amplios círculos en el ghetto opinaban que el contrabando era una bendición. El maestro Kaplán anotó en su diario: es gracias al contrabando que existimos. El precio de los alimentos contrabandeados era 20-50% más caro que el que se adquiría legalmente, pero éste, como hemos visto, era muy escaso. Legalmente, los judíos no debían tener ya recursos para vivir, porque a partir de septiembre de 1940, Goering emitió la orden decisiva: toda propiedad judía debía ser confiscada, con la excepción de las pertenencias individuales, tales como ropas y muebles y 1.000 zlotys en efectivo. Los alemanes lograron ganarse la buena voluntad de los polacos, que se beneficiaron por la eliminación de los judíos del ámbito de la economía. Decían que los gobiernos de la Polonia independiente no se atrevieron a ir tan lejos. Por esa razón las organizaciones clandestinas polacas aprendieron, rápidamente, que debían excluir la cuestión judía de sus críticas a los alemanes. Defender los derechos judíos no era popular. Asimismo, hicieron saber a los representantes secretos del gobierno polaco en el exilio en Londres, que dejaran de hablar de la restitución de los derechos y los bienes robados a los judíos, para cuando terminara la guerra. Eso no debía suceder, y de hecho no sucedió. El florecimiento de la actividad económica de los judíos de Varsovia podía ser considerado como un éxito en el corto plazo Sin embargo, los problemas básicos seguían existiendo sin cambios, pues al mismo tiempo que la actividad económica parecía brillante, aumentaba asimismo el hambre y la opresión, y la brecha entre los ingresos y los precios no disminuía. Poco a poco comenzaron a abrirse en el ghetto verdaderas fábricas cuyos propietarios eran alemanes. En el ghetto encontraban abundante y barata mano de obra capaz. Sin embargo, los propietarios alemanes no estaban dispuestos a aumentar los salarios. Después de los descuentos efectuados, le quedaba al obrero judío un salario neto de 3 a 5 zlotys, que ni siquiera alcanzaba para comprar medio pan. El ghetto estaba librando una terrible lucha para poder sobrevivir, apelando a todos sus recursos: económicos, morales, culturales, religiosos.
Fuente: “Los ghettos bajo el dominio nazi” publicado en Ediciones Tarbut