Saludos
La acción fue llevada a cabo por unidades aéreas de la Flota soviética del Báltico.
"Bombardeamos Berlín
(...)
Hay una operación de la aviación del Báltico que merece ser relatada con detalle. Me refiero al ataque a Berlín en agosto-septiembre de 1941.
A fines de julio, los fascistas realizaron su primera incursión aérea Moscú. Nosotros queríamos responder con un ataque a Berlín. ¿Pero cómo? Según nuestro plan, nos preparábamos por aquellos días para asestar un golpe a Pilay, donde se basaban buques de la Marina alemana. Es verdad que Berlín resultaba más cerca desde los aeródromos situados en las proximidades de Leningrado que desde lo demás aeródromos; pero, no obstante, la distancia de ida y vuelta demasiado grande para qué la pudieran superar lo bombarderos, aunque dispusieran de postcombustión, como el DB-3f.
Desde los aeródromos de Leningrado, los aviones alcanzaron un poco más allá de Livaba. Pero si se arranca de la isla de Osel, se puede alcanzar Königsberg. ¿Y si aprovechamos el radio máximo del avión? Si, entonces se puede llegar a Berlín. Cierto que la travesía debe ser por mar, hay que lanzar la bombas e inmediatamente regresar. S pierdes 20 ó 30 minutos no resistes hasta los aeródromos propios. Habrá que aterrizar en la isla de Osel o en territorio enemigo. Para excluir esta variante quedaba sólo una cosa: volar hasta Berlín a la altura más ventajosa en todos los sentidos y bombardear inmediatamente sin detenerse ante nada. Después, regresar como rumbo recto a casa. En otras palabras, se podía volar si se hallasen pilotos intrépidos, si el material técnico estaba en buenas condiciones y si al regreso la niebla no cubriría el aeródromo.
Por último, tras una consulta a los especialistas, nos convencimos de que si los aviones toman la reserva completa de combustible y no más de setecientos cincuenta kilos de bombas cada uno, entonces podrían cubrir la distancia hasta Berlín (cerca de novecientos kilómetros) en poco más de tres horas y regresar a casa con alguna reserva de gasolina.
En el informe de turno extendí ante J. Stalin el mapa del Mar Báltico. En él, la isla de Osel y Berlín se unían por una clara línea recta. Se dieron allí mismo los cálculos definitivos: el avión puede llevar una bomba de 500 kilos o dos de 250.
El ataque a Berlín, si tuviera éxito, sería de enorme significado, dado en los hitlerianos habían propagado por todo el mundo que la aviación soviética estaba destruida.
El Gran Cuartel General aprobó nuestra proposición.
Después, el Consejo Militar del Báltico recibió la orden de seleccionar quince tripulaciones del 1er regimiento de aviación torpederas y, a las 10.00 del 2 de agosto, trasladarlos a Osel.
En la noche del tres de agosto los águilas navales soviéticos volaron explorando el tiempo y lanzaron bombas en el objetivo inmediato, Swinemünde. Las dotaciones llenaron totalmente los depositó de combustible y cargaron la bombas -como si fueran volar a Berlín- y despegaron del aeródromo de Kagul, en la isla de Osel.
La operación demostró que los pilotos, excelentemente adiestrados, podrían despegar en los pesados aviones incluso desde este pequeño aeródromo.
En la noche del 6 de agosto, cinco dotaciones realizaron un vuelo de reconocimiento a Berlín. Se estableció duro siguiente: la defensa antiaérea estaba situada en torno a la ciudad en un radio de cien kilómetros y contaba con numerosos proyectores capaces de iluminar a una distancia de hasta seis mil metros.
Ahora ya estaba todo claro. El vuelo era difícil, pero posible. Comprobamos de nuevo -una vez más- el estado de los medios técnicos y recibimos la orden de cumplir la misión en la primera oportunidad.
En la noche del 8 de agosto, los aviones, bien cargados, despegar trabajosamente de la tierra. Su única defensa con la artillería antiaérea y los cazas era la altura.
La audacia y el riesgo razonable basado en el cálculo exacto dieron su resultado. Los alemanes no esperaban tal aventura. Durante la aproximación de los aviones soviéticos al objetivo, preguntaron con señales desde tierra qué aparatos eran y a dónde volaban. Creyendo que eran aviones alemanes desorientados les propusieron que aterrizasen en uno de los aeródromos próximos. Hipnotizados con la propaganda de Goebbels, los observadores de guardia no concebían que aviones soviéticos pudieran aparecer sobre sus cabezas. Las hordas fascistas acometían por aquellos días hacia Leningrado y Moscú. En Berlín consideraban que el ansiado objetivo estaba ya a su alcance, entretanto, los pilotos soviéticos se aproxima a la capital del Tercer Reich a una altura de siete mil metros.
Las luces de Berlín se veían desde muy lejos, la ciudad no tenía enmascaramiento. Los vuelos de los ingleses desde occidente eran entonces tan poco frecuentes y resultaban tan débiles que los habitantes de capital alemana tenían tiempo de prepararse para ellos después de dada la alarma aérea.
Por las luces y los contornos de los lugares notables -ríos, lagos y carreteras-, el observador navegante Jovlov rectificaba el rumbo y conducía a los aviones hacia el centro de Berlín. Los aparatos ya habían llegado hasta el objetivo sin que las baterías antiaéreas hubieran abierto fuego contra ellos. Tras de lanzar las bombas, los quince aviones, aliviados de peso, tomaron el camino de vuelta. No había posibilidad de observar los resultados del bombardeo; los proyectores rastreaban el cielo y las explosiones de los proyectiles antiaéreos acompañaban a los aviones.
La tarea se había cumplido. Se había producido en el primer ataque a Berlín en la historia de la Guerra Patria. Esto alegraba a todos, y alegraba hasta el extremo de pasar a segundo plano el peligro del camino de regreso y la convicción de que la reserva de combustible en los depósitos era sumamente limitada.
Los fascistas no podían ni imaginarse que quienes habían bombardeado su capital en aviones soviéticos. Al día siguiente se publicó en los periódicos alemanes la siguiente noticia: "La aviación inglesa ha bombardeado Berlín. Hay muertos y heridos. Se ha derribado seis aviones ingleses." Los ingleses respondieron a esto: "La información alemana acerca del bombardeo a Berlín es interesante y enigmática, por cuanto del 7 al 8 de agosto, la aviación inglesa no ha volado sobre Berlín." No había motivo para no creerlo. Los alemanes, por tanto, tuvieron que hacer las conclusiones de que el exitoso ataque aéreo fue obra de los aviones soviéticos. ¡Y ahí tienes la rápida victoria en el frente soviético-alemán y el aniquilamiento de la aviación soviética!
Tras el primero se realizaron otros ataques aéreos. Pero las condiciones ya eran más duras. Ahora el enemigo recibía los aviones con fuego obstinado en cuanto cruzaban la línea costera, y en torno a Berlín actuaba un completo sistema de defensa antiaérea. Había que elaborar una táctica especial para cada vuelo. Nos seguía ayudando la elevada altura. A partir de los siete mil metros, lo bombarderos ya no temían tanto a los cazas nocturnos con faros potentes especiales, tampoco era tan peligroso el fuego de las piezas de artillería antiaérea.
El Gran Cuartel General hitleriano exigió del mando “liquidar las bases navales y aéreas en las islas de Dago y Osel y, en primer lugar, los aeródromos desde donde se inician los vuelos a Berlín". Hubo que reforzar la defensa de estos aeródromos. Allí se dislocaron casi todos los medios antiaéreos de las islas y las modestas fuerzas aéreas de caza.
Los bombardeos de Berlín se repitieron más de una vez. La última fue el cinco de diciembre. Cuando hubo que abandonar Tallinn, los vuelos desde las islas se hicieron imposibles. En los diez ataques aéreos a Berlín se lanzaron trescientas once bombas y se registraron treinta y dos incendios."
N. Kuznetsov. LA ARMADA SOVIETICA EN LA GUERRA. 1941-1945. Editorial Progreso. Traducido del ruso por Castul Pérez. Moscú. 1979; págs. 45 a 49.