El empleo de las drogas en el ejército
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El empleo de las drogas en el ejército
Los experimentaron con drogas para estimular a sus tropas
Los nazis produjeron una droga a base de cocaína para estimular a sus soldados durante los combates, que fue probada en los presos desde noviembre de 1944, según informa la revista Focus cuyo número aparecerá el lunes. Esta droga, designada con el código D-IX, fue probada en los presos del campo de concentración de Sachsenhausen, en el norte de Berlín.
"Era la última arma secreta de Hitler para ganar una guerra que había perdido hacía tiempo", explicó al semanario el criminólogo alemán Wolf Kemper, que publicó un libro sobre el uso de las drogas por parte del Tercer Reich titulado "Nazis on Speed". Cargados de sacos de 20 kilos de peso, los prisioneros podían recorrer en círculo y sin detenerse cerca de 90 kilómetros. "Al cabo de 24 horas, la mayoría de ellos estaban al borde del ataque", señala Odd Nansen, un antiguo preso del campo, citado por la obra de Kemper. Los nazis estudiaron aprovisionar con esta droga a todas las tropas de la Wehrmacht, el Ejército alemán regular durante el nazismo, un proyecto que nunca llegó a salir adelante a causa del avance de las tropas aliadas. Wolf Kemper subraya que los nazis, que emprendieron una campaña contra el consumo de drogas en 1933, especialmente la cocaína, emplearon desde el comienzo de la guerra la anfetamina Pervitine, muy utilizada para reforzar la resistencia de los soldados. Entre abril y diciembre de 1939, 29 millones de estas píldoras fueron entregadas a las tropas nazis.
Fuente: Chile
Los nazis produjeron una droga a base de cocaína para estimular a sus soldados durante los combates, que fue probada en los presos desde noviembre de 1944, según informa la revista Focus cuyo número aparecerá el lunes. Esta droga, designada con el código D-IX, fue probada en los presos del campo de concentración de Sachsenhausen, en el norte de Berlín.
"Era la última arma secreta de Hitler para ganar una guerra que había perdido hacía tiempo", explicó al semanario el criminólogo alemán Wolf Kemper, que publicó un libro sobre el uso de las drogas por parte del Tercer Reich titulado "Nazis on Speed". Cargados de sacos de 20 kilos de peso, los prisioneros podían recorrer en círculo y sin detenerse cerca de 90 kilómetros. "Al cabo de 24 horas, la mayoría de ellos estaban al borde del ataque", señala Odd Nansen, un antiguo preso del campo, citado por la obra de Kemper. Los nazis estudiaron aprovisionar con esta droga a todas las tropas de la Wehrmacht, el Ejército alemán regular durante el nazismo, un proyecto que nunca llegó a salir adelante a causa del avance de las tropas aliadas. Wolf Kemper subraya que los nazis, que emprendieron una campaña contra el consumo de drogas en 1933, especialmente la cocaína, emplearon desde el comienzo de la guerra la anfetamina Pervitine, muy utilizada para reforzar la resistencia de los soldados. Entre abril y diciembre de 1939, 29 millones de estas píldoras fueron entregadas a las tropas nazis.
Fuente: Chile
- Francis Currey
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En el bando aliado se recurrió al uso de efedrina para mantener despiertos a los soldados, claro que su uso abusivo junto a las condiciones de una batalla como la de Arnhem condujo a la locura a varios paracaidistas ingleses: uno se lío a tiros con sus compañeros y al final se suicidó, otro veía enemigos imaginarios en todas partes ("un puente muy lejano", de Cornelius Ryan)
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Hola!
Estoy buscando información, sobre algo que en mi opinión en un bulo, pero bueno dado que vosotros sois los expertos en la matería hago bien en preguntar :D, Hitler consumñia anfetaminas o cualquier sustancia tomada por droga??Gracias.
Estoy buscando información, sobre algo que en mi opinión en un bulo, pero bueno dado que vosotros sois los expertos en la matería hago bien en preguntar :D, Hitler consumñia anfetaminas o cualquier sustancia tomada por droga??Gracias.
"Es genial comprobar que todavía tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo..."
- ignasi
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Hitler era un hipocondríaco entregado totalmente a su "medico" (con perdón a la profesión médica"). A éste, le encantaba recetar sus propios medicamentos, experimentándolos en sus pacientes, y entre los muchos potingues que recetó a Hitler, estaban las anfetaminas.
Lamento no ser más cuidadoso en este post, pero ahora mismo no puedo consultar bibliografía (y entre otras cosas, el nombre del médico). Ian Kershaw lo cita en su biografía.
Un saludo,
Ignasi
Lamento no ser más cuidadoso en este post, pero ahora mismo no puedo consultar bibliografía (y entre otras cosas, el nombre del médico). Ian Kershaw lo cita en su biografía.
Un saludo,
Ignasi
- Erich Hartmann
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En efecto, el doctor de Hitler se llamaba Theodor Morell. Aquí les dejo un extracto de "Los últimos días de Hitler" donde se trata el tema:
Saludos cordiales
El profesor Theodor Morell era el médico oficial de Hitler. Si Brandt y sus amigos no figuraban, profesionalmente, entre los cirujanos de primera fila; si debían su éxito principalmente a coincidencias fortuitas y afortunadas, que por otro lado determinan la mayor parte de los nombramientos oficiales, no eran en absoluto desdeñables como cirujanos. Por lo menos, merced a los cuidados de Brandt, Brückner se recobró por completo de su accidente de automóvil, y no cabe duda de que si Hitler hubiera sufrido heridas de parecida importancia habría sido cuidado con esmero y competencia. Pero de Morell, en cambio, resulta difícil hablar en los términos mesurados y el discreto vocabulario propio de su profesión. Morell era un curandero. Aquellos que lo vieron tras su detención por parte de las fuerzas norteamericanas contemplaron a un hombre gordo, viejo, de gestos rastreros, de hablar un poco inarticulado, y con las costumbres higiénicas de un cerdo, y no podían concebir cómo un hombre tan absolutamente desprovisto de todo respeto hacia sí mismo, podía haber sido elegido como médico personal por cualquiera que tuviese la menor posibilidad de elegir. Pero Hitler no sólo lo eligió, sino que lo mantuvo a su lado durante nueve años, prefiriéndolo por encima de todos los demás doctores, y al final, entregando su persona, contra el consejo de cuantos lo rodeaban, a los desastrosos experimentos del charlatán. Desde 1936 a 1945, Morell fue, según sus propias palabras, «el fiel acompañante de Hitler»; y, sin embargo, la salud de su paciente tenía para él sólo una importancia muy secundaria. De todas las pruebas que tenemos resulta perfectamente claro que el único dios de Morell era la riqueza. Le importaban muy poco tanto la ciencia como la verdad. En lugar de entregarse a lentos trabajos de paciente investigación, prefería emplear drogas de efectos rápidos y fantasear acerca de supuestos remedios secretos; y cuando algunos críticos le señalaban lo poco adecuado de su tratamiento, procuraba defenderse echando mano de toda clase de mentiras. Aseguraba, por ejemplo, que era el verdadero descubridor de la penicilina, pero que después de consagrar años enteros de laboriosos esfuerzos a conseguir su descubrimiento, el ubicuo servicio de inteligencia británico le había robado la fórmula, y un médico inglés reclamó su paternidad. Pero en realidad Morell no necesitaba inventar mentiras de esta clase para defenderse, pues su posición ante Hitler dependía de su debilidad, no de su inteligencia. Hitler simpatizaba con las hechicerías, como simpatizaba con la astrología y las pretendidas promesas del sonambulismo. «Tenía muy poco respeto por los médicos -dice uno de esta profesión, el profesor Gebhardt-, y creía en una especie de medicina mística semejante a la Ciencia Cristiana.» Por esto cuando aquel doctor, que había llegado a gozar de cierta fama como médico de enfermedades venéreas entre el demi-monde artístico de Berlín, llegó a Berchtesgaden como acompañante del fotógrafo de Hitler, Hoffmann, hizo rápidamente fortuna. Y la fortuna no quería decir únicamente la modesta opulencia de un médico con muchos pacientes. Las ambiciones financieras de Morell eran más amplias que todo esto. Construyó fábricas y produjo toda una serie de remedios patentados. Como médico de la corte, tenía asegurada una lucrativa difusión de sus remedios. A veces logró que algunos de sus productos fuera de adquisición obligatoria; otras consiguió monopolios ventajosos para sus empresas. Sus chocolates vitaminizados fueron un espléndido negocio. Por una orden de Hitler, los polvos contra piojos Russia, de Morell, fueron declarados obligatorios para todas las fuerzas armadas y no se permitió que ninguna prioridad se interpusiera en la construcción de las fábricas donde habían de producirse. Ultraseptyl, la sulfamida fabricada por la compañía de Morell en Budapest, fue condenada por la Facultad de Farmacia de la Universidad de Leipzig como perjudicial para los nervios y muy inferior al producto similar germano. El informe fue mostrado a Hitler pero no produjo el menor efecto. El producto patentado de Morell obtuvo la sanción política precisa, y se le garantizó todo lo necesario para incrementar su fabricación.
Lo asombroso es que estas drogas no eran repartidas entre el pueblo alemán sin un ensayo preliminar, y que tales experimentos fueran hechos sobre Hitler mismo. Una lista casi completa de las drogas utilizadas por Morell con Hitler, redactada por él mismo (que no es de suponer que exagerase en este punto), aun excluyendo la morfina y los hipnóticos que también fueron empleados, contiene los nombres de veintiocho mezclas de drogas, entre los que figuran el Ultraseptyl, condenado por las autoridades farmacológicas, y varios narcóticos, estimulantes y afrodisíacos. La forma en que Morell hacía uso de tales drogas es descrita en los siguientes términos por el doctor Brandt: «Morell se fue aficionando más y más al tratamiento por medio de inyectables, hasta que al fin no empleaba otro procedimiento. Por ejemplo, combatía un simple resfriado por medio de inyecciones de sulfamidas que aplicaba a todos los miembros del cuartel general de Hitler. Discutí muchas veces con Morell sobre este procedimiento. Morell recurrió más tarde a la aplicación de inyectables que contenían dosis de dextrosa, hormonas, vitaminas, etc., de forma que el paciente se sentía mejor inmediatamente, y este tipo de tratamiento parecía impresionar favorablemente a Hitler. Tan pronto como se sentía un poco resfriado se ponía de tres a seis inyecciones diarias, con lo que impedía el desarrollo de la infección. Terapéuticamente no dejaba de ser satisfactorio. Luego Morell comenzó a utilizar el mismo procedimiento como profiláctico. Si Hitler tenía que pronunciar un discurso con tiempo frío o lluvioso, le inyectaba el día antes, el día del discurso y al día siguiente. La resistencia normal del cuerpo era así reemplazada por un medio artificial. Cuando comenzó la guerra, Hitler se consideró indispensable, y durante todo el conflicto estuvo poniéndose inyecciones de una manera casi constante. En los dos últimos años se inyectaba a diario. Cuando pregunté a Morell por el nombre de las drogas que empleaba, se negó a dármelo. Hitler llegó a depender de estas inyecciones; su dependencia fue absoluta durante los últimos meses; con la única excepción del general Jodl, todos los miembros del estado mayor de Hitler eran tratados de vez en cuando por Morell».
Saludos cordiales
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Hola ¿es posible que del consumo de esas drogas se produjera el sobre rendimiento de las waffen ss y que no fueran tan superhombres como se cuenta? A pesar del entrenamiento que tenian,
Y otra pregunta, Es cierto que a los kamikazes japoneses les daban droga antes de volar? ¿para llevar a cabo las misiones?.
muchas gracias.
Y otra pregunta, Es cierto que a los kamikazes japoneses les daban droga antes de volar? ¿para llevar a cabo las misiones?.
muchas gracias.
Underneath the lantern by the barrack gate
darling i remember the way you used to wait
was there that you whispered tenderly
that you loved me you'd always be
my lili of the lamplight my own lili marlene.
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Re:
En la ceremonia previa al despegue de los kamikazes era habitual que estos brindasen con sake, pero también que ingiriesen el tokkou-jo o "pastilla de asalto". Era metanfetamina mezclada con té verde.
Ambas sustancias, alcohol y metanfetamina, seguramente eran fundamentales para que los soldados sobrellevasen mejor su misión suicida. Muchos pilotos no eran voluntarios, sino reclutados forzosamente bajo la condición de dejar en la estacada social a sus familias si se negaban a servir al Emperador.
Al respecto: Drogas en la Guerra de Lukasz Kamienski, p. 193
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