He traducido una entrevista que publicara en 2005
Der Spiegel a Willi Mohr, hijo del funcionario de la Gestapo Robert Mohr, quien se encargara de interrogar a Sophie Scholl. Aquí la tenemos:
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SPIEGEL: Señor Mohr, cree usted realmente que su padre, el funcionario de la Gestapo Robert Mohr tendió un “puente de plata” en la vida de Sophie Scholl.
Mohr: Sí, porque desde el principio él consideraba apolíticas a las mujeres y muchachas, y ante todo creyó ciertamente que Sophie sólo era simpatizante de su hermano. Que luego él quisiera convencerla para dar testimonio verbal, lo tomo también como plausible. Estoy seguro de que mi padre quiso salvarla.
SPIEGEL: ¿Cómo sabe usted eso?
Mohr: Mi padre ha dejado notas. Ahí se le ve extraordinariamente impresionado por su fortaleza de carácter, pero también decepcionado porque ella rechazara su oferta.
SPIEGEL: ¿Para quién estaban pensadas esas notas?
Mohr: Para Robert Scholl, el padre de Hans y Sophie.
SPIEGEL: ¿Ambos mantenían contacto?
Mohr: Sí. Tras la guerra los Scholl se empeñaron en reconstruir los últimos días de su hija. En 1950 hubo un intercambio de cartas entre Robert Scholl y mi padre, en las que le pedía que plasmara sobre papel su encuentro con Sohpie, lo que mi padre hizo después. Scholl estuvo luego muy agradecido: una carta dice que incluso adjuntó 10 marcos como compensación. Además le ofreció a mi padre, quien después de la guerra iba tirando como trabajador temporal, un trabajo con un notario amigo suyo en Ulm.
SPIEGEL: ¿Se encontraron en persona?
Mohr: Mi padre había interrogado a Robert Scholl al poco de la ejecución de sus hijos. De las cartas de Scholl se sigue que su opinión política, la cual era correspondida por sus hijos, no la registró mi padre en el acta. Eso probablemente salvó a Robert Scholl del campo de concentración.
SPIEGEL: Usted mismo tenía en el momento de ese interrogatorio 19 años y era soldado en el frente este. ¿Conocía usted a Sophie Scholl?
Mohr: No. De Sophie Scholl y la Rosa Blanca leí por primera en los periódicos tras la guerra. Al mismo tiempo, el nombre de mi padre era cada vez más mencionado. Por eso me di cuenta de que tuvo algo que ver con ello.
SPIEGEL: ¿Su padre no le había hablado del interrogatorio?
Mohr: No. De cosas del trabajo nunca le había gustado hablar. Aun después de la guerra así lo hizo, tenía que preservar sus secretos de servicio. Yo sé que las diligencias de la Rosa Blanca, con las que mi padre fue encomendado en el verano de 1942, le afectaron mucho físicamente: a finales de 1942 tuvo él una grave úlcera estomacal.
SPIEGEL: Su padre falleció en 1977. ¿Qué pasó con él tras la guerra?
Mohr: En 1947 lo encarcelaron los franceses en Landau, porque en 1944/45 prestó servicio en Elsass. Después de un año fue puesto impune en libertad. Por su relación con la Rosa Blanca no se interesaron los franceses. Desde 1948 mi padre trabajó en la administración del balneario de Bad Dürkheim. No volvió a la policía.
SPIEGEL: El film ofrece la impresión de que su padre dudó del nacionalsocialismo. Los historiadores argumentan que la amistosa postura de Mohr hacia los miembros de la Rosa Blanca no dice nada en contra de su lealtad al sistema. ¿Fue su padre, que fue miembro del NSDAP desde mayo de 1933 hasta el fin de la Guerra, un nazi convencido?
Mohr: Pienso que sí. Crítico no se mostró. Él fue, llanamente, cumplidor.
SPIEGEL: En el film se representa a su padre tranquilo y sensible la mayoría de las veces, pero también repentinamente irascible. ¿Hasta qué punto reconoce a su padre en él?
Mohr: Mi padre era un tipo sociable que podía tratar bien con las personas y era conocido por ser un buen interrogador. A decir verdad, en casa podía ser algunas veces colérico, sin embargo, no creo que perdiera el control en el trabajo. Además era muy disciplinado.
SPIEGEL: “He criado a una muchacha como usted antes”, dice Mohr en el interrogatorio a Sophie Scholl, quien sólo tenía dos años más que usted. ¿Cómo le educó su padre a usted, su único hijo?
Mohr: Severo. Cuando era joven aprendí a medir las palabras: cuando algo no le gustaba, rápidamente me daba un cachete. Siempre guardé las distancias conscientemente con él, para que no me alcanzara.
SPIEGEL: En una parte del film, dice Mohr a Sophie Scholl que también su hijo, es decir, usted, tiene “excusas en la cabeza”. ¿Qué quiere decir con ello?
Mohr: Posiblemente mi actitud hacia la guerra. En el verano de 1942, le dije a mi padre que Alemania no podía ganar la guerra. “No digas esas habladurías a otras personas”, respondió él. No me dio la razón, pero tampoco me contradijo.
Un saludo.