Mussolini y sus amantes
Tras la sensacional biografía de Mussolini, que antecede a este post me gustaría profundizar un poco en la faceta como amante del Duce
Sabemos todos de la afición del Duce por las féminas presumiendo como gran amante siempre que tenía oportunidad. Compartió su vida con Raquel y con su amante Clara Petacci que le acompañaría hasta el final de sus días pero sabemos de la existencia de otras damas que dejaron huella en la vida del dictador. Angelina Balabanov, Ana Kulischoff, Leda Rafanelli, Ida Dasler y Margheritta Sarfatti de origen judío
Al contrario que Lenin, Mussolini no era un burgués: venía de una posición sumamente humilde, se había criado en una escuela de huérfanos pobres y sabía lo que era pasar hambre, sufrir humillaciones, sentir todos los días la necesidad. También hay que tener eso en cuenta a la hora de valorar la actitud –nunca cortés, siempre un tanto brutal- de Mussolini con las mujeres. Pero, como Lenin –y, después, como Hitler-, Mussolini va a encontrar en las mujeres un permanente apoyo en su carrera política. Quien convirtió a Mussolini en un hombre importante dentro del Partido Socialista Italiano fue la socialista medio rusa y medio italiana Angelina Balabanov. Otra socialista rusa, Ana Kulischoff, favorecerá también al Mussolini de los primeros tiempos. Como una singular anarquista árabe, Leda Rafanelli, que mantuvo con Mussolini una relación que podríamos llamar erótico-política. Y, sobre todo, como Margheritta Sarfatti, judía, rica, hermosa, culta, elegante, también muy fría y calculadora, que va a ser la principal amante de Mussolini antes de la conquista del poder en 1922.
En 1914, cuando estalla la primera guerra mundial, Mussolini es un hombre perdido. No por la guerra, que él mismo ha defendido, sino porque ha roto con Leda Rafanelli (la anarquista árabe) y necesita otra mujer a su lado. Esa mujer no será Raquel, su esposa, la que siempre está ahí, sino una nueva amante: Ida Dalser. La Dalser no era, como las anteriores, una revolucionaria, sino una esteticién: había instalado en Milán un Salón oriental de Higiene y Belleza que literalmente envolvía en esencias orientales a las señoras de la buena sociedad milanesa. A Mussolini le gustaba lo exótico. Su relación con Ida hubiera podido durar mucho. Pero la esteticién cometió el pecado de la ostentación: tuvo un hijo al que llamó, nada más y nada menos, Benito. Y además, sometió a Mussolini a un estrecho cerco para contraer matrimonio. El Duce, harto, en cuanto llegó al poder se encargó de que un médico examinara a Ida Dalser y le diagnosticara demencia. En 1923 la esteticién desapareció en un manicomio de Verona, donde murió.
Sobre esta señora, la relación con el Duce y su hijo bastardo podeís encontrar más información en el foro:
viewtopic.php?t=1073&highlight=albino
A otro ámbito completamente distinto pertenece la relación de Mussolini con una mujer fundamental: Margueritta Sarfatti, judía socialista primero y fascista después. La Sarfatti (de soltera Grassini), felizmente casada con un rico industrial admirador de Mussolini, se dedicó a la tarea de civilizar a don Benito: le enseñó modales, refinó su lenguaje y su espíritu. Juntos huían a los Alpes y allí Mussolini tocaba el violín para ella. Y ella escribirá un libro sobre él: Dux, que será traducido a dieciocho idiomas. Su relación propiamente sentimental durará hasta 1919, fecha en que Mussolini abandona el Partido Socialista y crea el Partido fascista. Después continuará como amistad, pero ésta, a su vez, se irá enfriando hasta llegar a la más absoluta distancia. La Sarfatti, sin embargo, no desaparece de la escena pública: no sólo escribe el libro sobre Mussolini, sino que se convierte en la voz oficial del Estado en materia de arte. Pero eso ya no tiene nada que ver con el plano afectivo, sentimental o sexual. En 1939 Margarita acude, sin previo aviso, a visitar a Mussolini a la sede presidencial. El dictador no la recibió. Tras dos horas de espera, el ujier de Mussolini hace saber a Margarita que no la recibirá. Así salió Margarita Sarfatti de la vida de Mussolini.
La historia posterior ha interpretado esta “despedida” de la Sarfatti como una consecuencia de las leyes raciales antijudías que Italia introdujo a imitación de la Alemania nazi. Es altamente improbable. De hecho, el distanciamiento entre el dictador y la intelectual fue muy anterior a aquellas leyes. Por otro lado, la crónica sentimental del Duce sostiene que detrás de esta abrupta salida había otra mujer. Y no, por supuesto, la esposa, Raquel, sino otra amante: Claretta Petacci, que era ya entonces la concubina titular del dictador.
Para entonces, el Duce había acumulado una cantidad nada desdeñable de amantes. Su trayectoria no se parece a la de Don Juan, porque no enamora mujeres para destruirlas, sino más bien a la de Casanova, porque se considera a sí mismo un amante extraordinario –y hay que decir que sus mujeres, en general, opinaron lo mismo mientras duró la relación. Hoy quizá pueda resultar difícil imaginar el atractivo sexual de Mussolini, entre otras cosas porque la Historia suele alterar la imagen de las cosas, pero es un hecho que Mussolini, en materia de sex-appeal, fue el dictador más resultón de la época. Un testimonio ilustrativo es el de la alcaldesa de Liverpoool, Miss Margaret Beavan, que tras una visita al Duce dejó escrito: “Nunca he visto a un hombre tan diferente de los otros, ni con una personalidad tan extraordinaria. Es tan imponente que no encuentro palabras para expresarlo. Estoy conmovida en cada fibra de mi ser por su dominante, magnética, imponente, inmensa personalidad”. Otras muchas lo pensaban. Desde que llegó al poder, Mussolini recibió una visita femenina al día, en la sala Mapamundi del Palacio Venecia, preferentemente después de comer. No eran visitas de cortesía. Estas mujeres eran seleccionadas por su mayordomo a partir de los centenares de cartas de amor que el Duce recibía a diario. La policía se encargaba de saber quién era la mujer en cuestión. Sabemos que su última visita en el Palacio Venecia fue la de una señora de Ferrara. El mismo día en que Mussolini perdía el poder en Roma.
Fuente: "El amor judío de Mussolini, del fascismo al exilio" de Daniel Gutman editado por Lumière.