Recién he leído el libro de Sean McMeekin, Stalin's War. A New History of World War II (New York: Basic Books, 2021). Se trata de una visión revisionista y, a mi juicio, desproporcionada de la IIGM que busca, principalmente a tenor de sus resultados finales, cambiar el paradigma tradicional de su principal causante, Hitler, a uno ya explorado en historias revisionistas anteriores, Stalin. En pocas palabras, lo que McMeekin tratada de demostrar es que la IIGM fue la guerra buscada de Stalin, no de Hitler. Para intentarlo, McMeekin fatiga la recreación y el sesgo a través de las más de 800 páginas de su libro. Esta forma poco rigurosa de proceder ya se revela en algunos pasajes de su introducción, que citaré a continuación. Está fuera de mi intención aquí hacer una reseña completa (lo que me llevaría mucho tiempo y espacio), así que sólo haré una reseña parcial de su introducción y remataré con un consejo para demostrar, a modo de ejemplo, cómo presenta una historia amputada y totalmente sesgada del proceso que llevó finalmente al pacto de no-agresión nazi-soviético de agosto de 1939, que es el tema de su capítulo 5.
Veamos el siguiente pasaje:
In Asia, where Hitler’s Germany was not even an active belligerent, the Soviet legacy of the war lives on in the Communist governments of China, North Korea, and Vietnam, countries on which Hitler’s short-lived Reich left not even a shadow. Nor did Hitler play a role in the Pearl Harbor attack in December 1941 that brought the United States into the war—even if Hitler made it easier for the Roosevelt administration to choose a “Germany first” strategy when he foolishly declared war on the United States after Pearl Harbor in solidarity with Japan.
Aquí McMeekin hace una mezcla peculiar de acontecimientos que desdeña o ignora el origen y las causas que los posibilitaron. Evidentemente, la Alemania de Hitler no participó militarmente en la Guerra del Pacífico provocada finalmente por el ataque japonés a Pearl Harbor, pero olvida este afamado historiador de Bard College que sin la guerra que Hitler desató en Europa con su agresión militar a Polonia, es dable afirmar la improbabilidad de cualquier movimiento japonés en el sudeste asiático. Sin la derrota francesa de junio de 1940, se antoja muy improbable que Japón invadiera la Indochina francesa en septiembre de 1940. Y sin la invasión nazi de la Unión Soviética en junio de 1941, es bastante improbable que Japón desplegase sus ataques simultáneos a Pearl Harbor, Hong Kong, Filipinas, Tailandia, Singapur y Malasia en 7-8 de diciembre de 1941.
El siguiente texto es de naturaleza similar, sólo que aquí pasa de las causas a los resultados.
Viewed from Beijing, Pyongyang, Hanoi, Moscow, Budapest, or Bucharest, the conflict we call World War II was not Hitler’s war at all. It did not begin in September 1939 and end in May 1945, with victory parades and flowers and kisses for the victors. In Eastern Europe, the war lasted until 1989, in the form of Soviet military occupation. On the Korean Peninsula, in China and Taiwan, questions arising from the conflict remain unresolved.
En el pasaje que sigue revela McMeekin la realidad que esconde su tesis.
Still, if we do wish to find a common thread linking the on-and-off global wars lasting from 1931 to 1945, it would make far more sense to choose someone who was alive and in power during the whole thing, whose armies fought in both Asia and Europe on a regular (if not uninterrupted) basis for the entire period, whose empire spanned the Eurasian continent that furnished the theater for most of the fighting and nearly all of the casualties, whose territory was coveted by the two main Axis aggressors, and who succeeded in defeating them both and massively enlarging his empire in the process—emerging, by any objective evaluation, as the victor inheriting the spoils of war, if at a price in Soviet lives (nearly thirty million) so high as to be unfathomable today. In all these ways, it was not Hitler’s, but Stalin’s war.
Es decir, como el gran beneficiario (olvidando a Estados Unidos) de la IIGM fue, según él, la Unión Soviética, aunque a un coste terrible, al derrotar finalmente a los dos principales agresores del Eje (Alemania y Japón), esto le da pie, en realidad es su tesis central, a decir que la IIGM no fue la guerra de Hitler, sino de Stalin. Para McMeekin parece no importar quién comenzó la guerra, sino quien la ganó, para hablar de la guerra de uno u otro. En esta tesitura, también se podría hablar de la guerra de Roosevelt-Truman, el principal ganador de la misma y a un precio irrisorio en comparación con el pagado por los soviéticos.
En el siguiente, vemos la peculiar manera de razonar de McMeekin:
The European war that broke out in September 1939—pitting Britain, France, and Poland against Germany, with the USSR claiming to be neutral —did not have Hitler’s planned or desired lineup of belligerents. He had
sincerely believed that France and Britain would back down, as they had done when he had confronted them over Czechoslovakia. Nor did this war serve genuine French or British interests, as was made clear both in the dilatory approach to fighting it these powers took—which left Poland alone on the battlefield in 1939—and in the final reckoning six years later, which left the French and British empires in ruins and Poland under Soviet domination. But it was precisely the war Stalin wanted, even if, owing to German operational élan and Western ineptitude, it did not turn into an indecisive war of attrition—bleeding both sides equally, as in 1914–1918— that the Soviet dictator would have preferred to see.
Que Hitler creía que su invasión de Polonia no iba a provocar la declaración de guerra anglo-francesa es algo bien sabido. Como igual de sabido existía esa posibilidad. Lo que hizo Hitler fue apostar a una carta que salió finalmente perdedora. Que considere las razones y los intereses anglo-franceses a tenor de lo que significó finalmente la guerra y su resultado para ellos -esto es la merma de su peso en el nuevo orden mundial resultante (algo que de todas formas ocurriría sin guerra, sólo que a un plazo más largo)- es lo que yo llamo peculiar (por decir lo menos) a la hora de analizar el cambio de paradigma que trae McMeekin (de Hitler a Stalin). Y decir que esa guerra, tal como se originó y acabó, es lo que buscaba Stalin, no es mas que un pensamiento ilusorio que está en contradicción con la realidad (o realidades) históricas.
En la última frase que escojo como muestra de la introducción del libro se muestra la recreación que urde McMeekin para que los hechos casen con su teoría, y no al revés.
to the German-Soviet showdown in the Balkans and Stalin’s diplomatic blackmail, which led to Hitler’s decision to move ahead with the German-led attack on the Soviet Union (Operation Barbarossa).
Hitler tomó la decisión inicial de invadir la Unión Sovietica a finales de julio de 1940, con la intención inicial de ejecutarla en ese mismo año. Como esto era militarmente inviable, el ataque se planeó para la primavera de 1941 (que luego hubo de retrasarse). Al margen de que no dice absolutamente nada del factor estadounidense en la serie de razones que llevaron a Hitler a decidirse por la agresión soviética a finales de julio de 1941, ni de la aparente inviabilidad de acabar militarmente con el problema británico de forma rápida (lo que en su conjunto llevó a Hitler a decidirse por el Este), McMeekin mistifica el conflicto de los Balcanes como la causa que llevó finalmente a Hitler a reafirmarse en su ataque a la Unión Soviética, que haría oficial en su directiva de diciembre de 1940 (Barbarroja). Afirma esto pese a que sabe (o debiera saber) que Hitler ya estaba decidido a invadir a la URSS pasara lo que pasara en el campo diplomático respecto a los Balcanes, e incluso antes de la visita de Molotov a Berlín. Y a pesar de la negativa rotunda de Hitler a permitir la estrategia del Ministerio de Exteriores alemán de incluir a la URSS en un pacto cuatripartito.
El capítulo 5 es un buen exponente de cómo -desde la honestidad intelectual y el rigor académico- no se deben analizar y narrar los hechos y circunstancias que llevaron finalmente a la firma del pacto de no-agresión entre Alemania y la Unión Soviética en agosto de 1939. Como sería muy extenso entrar en el detalle, si algún usuario del foro llega a leer este libro de McMeekin, y este capítulo en particular, sería bueno que leyese -antes o después, a su gusto- lo que escribí en su día aquí http://www.forosegundaguerra.com/viewto ... 89&t=20697 y aquí http://www.forosegundaguerra.com/viewto ... =59&t=9438 por ejemplo. Lo más curioso en este capítulo de McMeekin es su elección (paupérrima y sesgada) de fuentes, y la absoluta ocultación de la historiografía contraria a sus tesis.
Es una lástima que siga habiendo historiadores profesionales que supediten el rigor de su disciplina académica a la búsqueda de sensación editorial, teñida de un claro sesgo ideológico. Pero es lo que hay.
Saludos cordiales
JL