Mensaje
por Erich Hartmann » Mié Ago 27, 2008 12:59 pm
"Yo saber que no es rebelde, pero 'kaput' lo mismo"
Sobre Reder se desata la tempestad cuando comienza a hablar otra mujer, una boloñesa. Es la señora Tondelli Borelli, cuyo marido capturó y mató en Casteldebole, cerca de Bolonia, como ya había declarado ella en una carta al fiscal. Como el hecho no entra en el documento de imputación, el Tribunal la ha citado para declarar "sobre la moralidad del acusado", pero la mujer, que no conoce esas sutiles distinciones jurídicas, aprovecha para decirlo todo con extrema decisión.
"El 30 de octubre de 1944 —dice—, Reder y sus soldados cayeron contra Casteldebole, donde me había refugiado con mi marido y nuestro hijo. Los espías habían comunicado a los alemanes que en el pueblo se ocultaban algunos partisanos. Reder mató 23 en el combate, quemó las casas y, no contento, apresó a otros diez hombres, entre ellos a mi marido. Ninguno de ellos era partisano. Yo fui a ver a Reder, le reconozco bien, y le supliqué que pusiera en libertad a mi marido. 'Yo saber que no es rebelde —me respondió—, pero 'kaput' lo mismo'. Y como yo seguía implorándole, me amenazó con matarme a mí también. Huí a la ciudad con el niño. Recuerdo que pasamos delante del grupo de los capturados y el niño, que estaba dentro del cochecito, dijo adiós a su padre y luego le dijo contento: 'Mira, voy a Bolonia en coche'. Mi marido fue el último que mataron. Los diez fusilados el 31 de octubre permanecieron atados al poste doce días. Había prohibición de sepultarlos".
Reder (con ira reprimida): "Es una gran mentira. Usted habla por odio contra mí porque soy alemán. Desde el 14 de octubre al 9 de noviembre estuve en Vado, en el frente".
Señora Tondelli: "Basta media hora de coche para llegar a Casteldebole desde Vado. Es él, le reconozco, lo juro. No soy una alucinada ni una perjura como él".
Reder: "¿Dónde está Casteldebole? No lo conozco. Yo estaba en el frente, ocupado con los fuertes ataques de los norteamericanos".
Pero la señora insiste cada vez más decidida, y llega a describir a Reder como le vio aquel día: sin un brazo, vestido con un impermeable verde oscuro, armado con una metralleta y en la cabeza el casco cubierto con la redecilla de camuflaje.
En este proceso hay una clase de "testigo" que el Tribunal Militar interroga casi todos los días con una habilidad y también con un gusto profesional que no aprecia el público de los "civiles". Son los mapas geográficos y topográficos, los planos y los croquis que es necesario tener bajo los ojos continuamente para seguir la marcha del 16.° batallón acorazado de las SS el verano de 1944. Detrás del fiscal está colgado un mapa grande de la zona de Marzabotto, con muchas flechas rojas y azules, un mapa que reproduce el plan de operaciones que ideó el Estado Mayor alemán para aniquilar a los partisanos de la División "Stella Rossa". Ese documento, que robó en 1945 el jefe partisano Guido Musolesi, ha servido al municipio de Marzabotto, condecorado con la Medalla de Oro, para mostrar en qué cerco de fuego fueron encerrados sus habitantes, y en el proceso sirve para seguir los pasos de Reder desde el 29 de septiembre al 6 de octubre de 1944.
Las flechas azules indican la directriz del ataque del 16.° batallón de las SS, desde el oeste, esto es, del torrente Setta hacia el Monte Solé, que domina a Marzabotto. Las flechas rojas indican los otros tres grupos que completaron el cerco: el batallón de los voluntarios rusos de raza mongólica y los alemanes que llegaban del sureste, por el valle del Reno: las tropas antiaéreas y los paracaidistas que bajaban del este y, más abajo, hacia Sasso Marconi, la barrera constituida por los zapadores y otros elementos. Reder defiende tenazmente sus flechas azules por cuanto, tal como están indicadas en el mapa, delimitan un sector no amplio del que asegura que no "salió" nunca. Nunca llegó ni al Reno ni a Marzabotto. Los asesinados en la "zona Reder", sostiene la defensa, fueron muchos, es cierto, pero se explica por la dureza del combate contra los partisanos, encerrados precisamente en aquella zona.
Las cabezas cortadas, los vientres de mujeres abiertos o apuñalados, los horribles actos de crueldad, según la tesis de la defensa, tuvieron lugar en la zona asolada por otros regimientos o batallones y, sobre todo, por los mongoles, que tenían fama de gran ferocidad. Por el contrario, el fiscal, y con él los supervivientes, afirman que los partisanos ya habían escapado cuando avanzaron los alemanes, y que, en los días sucesivos, Reder dirigió la matanza y fue a donde quiso y cuando quiso.
El fiscal, a propósito de Marzabotto, cita todavía a un testigo de excepción: al primer "cronista de la matanza", esto es, al ex secretario municipal Agostino Grava, inválido de la guerra de 1915-1918, que mandaron a buscar un día a su casa las Brigadas Negras para que redactara un informe sobre los acontecimientos.
Fiscal Stellacci: "¿Qué sucedió el 26 de septiembre de 1944 por la mañana?".
Grava: "Acababa de salir de casa. Vi una columna de alemanes que se precipitaban sobre el pueblo. Todos estaban en camiones, coches y motos. Me asusté".
Stellacci: "¿Y comenzaron a disparar?".
Grava: 'No, no. Prosiguieron, siguieron adelante, hacia los pueblos. A Marzabotto volvieron al día siguiente y nos apresaron a todos; a mi, el primero; luego, al médico, al farmacéutico, al panadero. Las mujeres lloraban, los alemanes saqueaban el pueblo. Vi abierto el portón del ayuntamiento. Quién sabe cuántas cosas habrían robado y quemado ya...".
Stellacci: "¿Y usted cómo se salvó?".
Grava: "Un soldado que era empleado municipal en Alemania me sacó del grupo de los rehenes y fui con él a la comandancia para tratar de liberar a mis compañeros, al menos al médico y al farmacéutico. Sentado a una mesa estaba roncando un subteniente borracho, y un soldado tocaba el acordeón. No me hicieron caso".
El 1 de octubre Grava fue a Bolonia a ver al prefecto republicano Dino Fantozzi, a quien hizo el terrorífico relato de la matanza. "Los han matado a todos", exclamaba entre sollozos, pero, al principio, no le creía nadie. El comandante alemán de la plaza, a quien se pregunta, no sabe nada; la prensa fascista calla. Pero Fantozzi va a Gardone, y el 4 y 5 de octubre tiene dos entrevistas con Mussolini.
"Tampoco él sabia nada —declarará—, y a mis palabras se impresionó y se airó. Llamó por teléfono a Hitler y le dijo: 'No se puede protestar por las fosas de Katyn cuando aquí, en Italia, tenemos a Marzabotto'".
El 10 de octubre llega a la prefectura de Bolonia una comisión compuesta por el general Werthiel, por el coronel de las SS Dollmann, por el doctor Sach de la Embajada alemana y por el general Halem. Escuchan, prometen que no volverán a ocurrir hechos de esa índole y se van. También el general Von Seller, nuevo comandante de la zona, está al corriente del hecho y lo lamenta. Pocos días más tarde vuelve el general Werthiel, pero para asegurar que las noticias son falsas, que se ha ofendido al aliado alemán y que, por eso, hay que castigar al prefecto. Según las versiones oficiales, en Marzabotto no ha habido más que escasas y "accidentales" muertes de mujeres y de niños, debidas al hecho de que los rebeldes dispararon contra los soldados alemanes "desde caseríos camuflados".
Stellacci: "En resumen, nadie estaba dispuesto a creer la evidencia".
Grava: "No me quedó más que un intentó extremo. Escribí una relación pormenorizada, añadí una decena de declaraciones de los que se habían salvado, todas legalizadas, luego hice varias copias y las mandé a las comandancias, a la prefectura y a los ministros de Saló".
Stellacci: "¿Con que resultado?".
Grava: "Con ninguno, por lo que me consta. Todo fue ignorado. Quisieron seguir creyendo en la versión 'accidental'".
Stellacci: "Llamo a declarar a las testigos Ruggeri y Paselli".
Elide Ruggeri y Cornelia Paselli son las únicas supervivientes de un grupo que el 29 de septiembre se refugió en la iglesia de Casaglia en torno al párroco, el P. Marchioni. Eran unos ochenta en total, entre ellos ningún hombre válido. Los alemanes, bajo el mando de algunos oficiales, separaron al cura, a su ama de llaves, a una anciana paralítica y a otros cinco tullidos (ocho cadáveres hallados luego delante de la iglesia) y mandaron a los demás a cargar municiones. Al llegar ante el cementerio, los desgraciados fueron amontonados, en cambio, contra una capillita. Se abrió el portón del cementerio y las SS abrieron fuego. Las dos mujeres se salvaron porque permanecieron sepultadas bajo un montón de muertos.
Durante la declaración, en la sala el silencio era perfecto. Elide Ruggeri —que en la matanza perdió a su madre, a una hermana de seis años y a un hermano de catorce— no deja de mirar a Reder, quien, en un cierto momento, baja los ojos y hace un gesto fatídico con la cabeza.
Stellacci: "¿Qué sucedió luego".
Elide Ruggeri: "Un par de días después se presentaron en mi casa dos soldados alemanes. Me ordenaron decir que habían sido los partisanos los que habían disparado contra nosotros. 'De lo contrario, comandante nuestro hacer kaput. Después de decir eso se marcharon".
Saludos cordiales