El último vuelo del capitán Macdonald
Extraído del número 59 de la revista Sàpiens.
La madrugada del 29 de marzo de 1944, en la base de Ghisonaccia (isla de Cerdeña), 3 aviones del 14 Escuadrón de las Fuerzas Aéreas del Reino Unido, que operaban con el bimotor americano Marauder, reciben las ultimas instrucciones de vuelo y la tripulación se reúne alrededor de sus aparatos.
La misión del día es localizar unos barcos que, según la inteligencia británica, transportan “materiales sensibles”; un eufemismo bajo el cual se esconde el contrabando de wolframio (valioso mineral para la industria armamentística) desde España a la Alemania nazi.
En los años 40, Galicia llegó a concentrar el 70% de la producción española de wolframio
A partir del año 1942 los precios del wolframio se dispararon, hecho que provocó el crecimiento de un sector económico tan importante como efímero. En sus mejores momentos, esta industria dio trabajo a más de 20.000 personas. Franco suministró entre 1939 y 1944 muchas toneladas de wolframio, sólo en 1943 los nazis recibieron 874 toneladas.
Misiones de alto riesgo
Desde hacía tiempo los aliados estaban al corriente de las ventas de ese metal por parte de las autoridades franquistas a los alemanes a través del conglomerado comercial Sociedad Financiera Industrial (Sofindus), una tapadera de los nazis para operar clandestinamente en España, con el beneplácito del régimen.
Ya en el año 1943, la Marina de Guerra aliada había parado las salidas de numerosos barcos cargados de wolframio en los puertos cantábricos, hecho que obligaba a los nazis a buscar nuevas rutas para el contrabando.
Un año más tarde, los servicios de inteligencia sospechan que los puertos utilizados para el tráfico podrían ser catalanes. Pero no saben cuales y por ese motivo han de desplegar numerosos aviones y submarinos de reconocimiento. Con bases en el norte de África, Córcega, Cerdeña y Sicilia, la misión de esos aparatos abarcan desde las aguas del puerto de Tarragona, pasando por Barcelona, Marsella y hasta el oeste del puerto italiano de Livorno.
Son misiones arriesgadas, primero porque se trata de vuelos de baja altura durante muchas horas, y segundo porque los barcos que transportan el wolframio con bandera española o alemana, solían ir equipados con cañones y ametralladoras antiaéreas.
Una bengala lanzada desde la torre de control da la señal de despegue. El primero en hacerlo es el avión del capitán Yelloly, el Z-for-Zebra, que lo hace a las 5:54 horas; seis minutos más tarde le toca el turno al A-for-Able, pilotado por el subteniente Jones.
Finalmente antes de las 7:50 horas, el teniente William C. Macdonald pone en funcionamiento los motores del Marauder T-for-Tara quien despega en dirección a su área de patrulla.
Extraído del número 59 de la revista Sàpiens.
La madrugada del 29 de marzo de 1944, en la base de Ghisonaccia (isla de Cerdeña), 3 aviones del 14 Escuadrón de las Fuerzas Aéreas del Reino Unido, que operaban con el bimotor americano Marauder, reciben las ultimas instrucciones de vuelo y la tripulación se reúne alrededor de sus aparatos.
La misión del día es localizar unos barcos que, según la inteligencia británica, transportan “materiales sensibles”; un eufemismo bajo el cual se esconde el contrabando de wolframio (valioso mineral para la industria armamentística) desde España a la Alemania nazi.
En los años 40, Galicia llegó a concentrar el 70% de la producción española de wolframio
A partir del año 1942 los precios del wolframio se dispararon, hecho que provocó el crecimiento de un sector económico tan importante como efímero. En sus mejores momentos, esta industria dio trabajo a más de 20.000 personas. Franco suministró entre 1939 y 1944 muchas toneladas de wolframio, sólo en 1943 los nazis recibieron 874 toneladas.
Misiones de alto riesgo
Desde hacía tiempo los aliados estaban al corriente de las ventas de ese metal por parte de las autoridades franquistas a los alemanes a través del conglomerado comercial Sociedad Financiera Industrial (Sofindus), una tapadera de los nazis para operar clandestinamente en España, con el beneplácito del régimen.
Ya en el año 1943, la Marina de Guerra aliada había parado las salidas de numerosos barcos cargados de wolframio en los puertos cantábricos, hecho que obligaba a los nazis a buscar nuevas rutas para el contrabando.
Un año más tarde, los servicios de inteligencia sospechan que los puertos utilizados para el tráfico podrían ser catalanes. Pero no saben cuales y por ese motivo han de desplegar numerosos aviones y submarinos de reconocimiento. Con bases en el norte de África, Córcega, Cerdeña y Sicilia, la misión de esos aparatos abarcan desde las aguas del puerto de Tarragona, pasando por Barcelona, Marsella y hasta el oeste del puerto italiano de Livorno.
Son misiones arriesgadas, primero porque se trata de vuelos de baja altura durante muchas horas, y segundo porque los barcos que transportan el wolframio con bandera española o alemana, solían ir equipados con cañones y ametralladoras antiaéreas.
Una bengala lanzada desde la torre de control da la señal de despegue. El primero en hacerlo es el avión del capitán Yelloly, el Z-for-Zebra, que lo hace a las 5:54 horas; seis minutos más tarde le toca el turno al A-for-Able, pilotado por el subteniente Jones.
Finalmente antes de las 7:50 horas, el teniente William C. Macdonald pone en funcionamiento los motores del Marauder T-for-Tara quien despega en dirección a su área de patrulla.