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Roosevelt volvió de Yalta rendido y debilitado. Dormía poco y no tenia apetito. Churchill. al despedirse de él, habia visto que ''las fuerzas le estaban abandonando”. Al principio de abril el presidente se retiró a descansar en Warm Springs, Georgia, en las Blue Mountains. La casa había sido llamada por él "Sangri-La", nombre del mítico pueblo de eterna juventud descrito en la novela de James Hilton y en la subsiguiente película de Frank Capra. En Berna, Suiza, habia habido contactos para una posible rendición de las fuerzas armadas alemanas en Italia. Stalin, apenas lo supo, había protestado con un telegrama insultante, y Roosevelt estaba "indignado". El jueves 12 de abril el presidente pasó la mañana tranquilo. Almorzó con sus primas, Laura Delano y Margaret Suckely. A primera hora de la tarde se retiró a su despacho. Tenia que posar para un retrato y se sentó ante su escritorio mientras frente a él la pintora Elizabeth Schoumatoff tomaba algunos apuntes. Eran las 14,30. Su secretario, Bill Halsey, acababa de salir del despacho con un fajo de documentos firmados. Inesperadamente, la señora Schoumatoff vio a Roosevelt reclinarse en la butaca y le oyó murmurar: "¡Tengo un terrible dolor de cabeza!".
Acudió el ayuda de cámara Arthur Prettyman. Tomó en brazos al presidente y lo depositó en el lecho, pero Roosevelt expiró poco después, fulminado por una hemorragia cerebral. Tenia sesenta y tres años. En su escritorio había quedado un ejemplar del periódico local, el “Atlanta Constitution", y su titular de primera página era: "El IX Ejército, a 91 kilómetros de Berlín". A las 15 horas, Laura Delano telefoneó a la señora Roosevelt, que tomaba parte en una recepción benéfica en Washington. Le dijo que su marido había tenido un ligero desvanecimiento y que habían llamado al médico. Media hora más tarde la señora Roosevelt recibió otra llamada. Steve Early, jefe de la oficina de prensa del presidente, le rogaba que acudiera en seguida a la Casa Blanca, y ella comprendió que había sucedido ya lo irreparable. Aquella tarde el vicepresidente, Truman, presidía los debates del Senado. Llegó a la Casa Blanca a las 17,25 y fue introducido en el despacho principal. La señora Roosevelt le echó un brazo por los hombros: "El presidente ha muerto". Truman telefoneó a su casa y dijo a su mujer Bess y a su hija Margareth que se reunieran con él. A las 19 horas, delante de ellas y en manos del presidente del Tribunal Supremo, juez-jefe Harlan F. Stone, Truman juró fidelidad a la Constitución como nuevo presidente.
La congoja por la desaparición de Roosevelt fue inmensa. Churchill recibió la noticia en la madrugada del 13 y fue "oprimido por un sentimiento de profunda e irreparable pérdida". El policía personal del primer ministro, inspector Thompson, le "encontró llorando" repitiendo: "¡Es terrible! ¡Es terrible! En Moscú las banderas fueron enlutadas y los periódicos salieron con orlas negras de duelo. El Soviet Supremo guardó dos minutos de silencio.
El primer ministro japonés, Suzuki, expresó a los americanos su "profunda simpatía" por la pérdida de su jefe, pero los otros dos adversarios de Roosevelt no fueron tan caballerosos. En Gargano Mussolini acogió al subsecretario del Interior, Pini, con estas palabras: "Ha visto cómo ha acabado ese hombre?".¿De quién me habla?". "¡Pues de Roosevelt! ¡Cómo! ¿No sabe que ese siniestro individuo ha muerto de repente de un accidente?". Entre las ruinas de Berlín Goebbels exultaba. Ordenó traer champan y telefoneó a Hitler para congratularse. "El Führer estaba en éxtasis", dijo luego a su ayudante.
El domingo 15 de abril Roosevelt fue enterrado en el "jardín de las rosas rojas” de Hyde Park. donde había nacido. Aquel día los periódicos americanos empezaban así su cotidiana "lista de bajas": "Muertos del ejército y de la marina: Roosevelt, Franklin Delano, comandante en jefe, esposo de Anna Eleanor Roosevelt".
Pequeño, enjuto, moreno, con la mirada centelleante tras las gafas de montura de acero, el abogado de sesenta y un años Harry S Truman es el 33.° presidente de los Estados Unidos de América. Es de origen modesto. Su padre era un pobre cartero de Independence, Missouri. Despues de graduarse en leyes se alistó como oficial de artillería, y en 1917, en Francia, ha combatido en la División Rainbow (arco iris) a la órdenes de un general al que un día destituirá en campaña: Douglas MacArthur. Por un defecto en la vista ha tenido que cerrar su carrera militar. La crisis del pequeño comercio en 1921 le ha hecho fracasar como camisero. Trabaja luego en seguros, se casa con Elizabeth V. Wallace, una amiga de la infancia, y entra en la organización electoral del politico-gangster Thomas Pendergast (que acabará en la cárcel por evasión de impuestos) y es nombrado juez de condado,
Elegido senador, a mediados de noviembre de 1944, con la cuarta reelección de Roosevelt y entre las intrigas de una convención democrática, ha conseguido el cargo de vicepresidente. La muerte de Roosevelt le ha tomado por sorpresa. Confesará en sus memorias que "cuando sudió la catástrofe, no estaba preparado para afrontarla". Aislacionista y partidario del "Pacific first" (la corriente político-militar americana que sostenía la necesidad de hacer el mayor esfuerzo bélico en el Pacifico en vez de en Europa, ignoraba la política de su predecesor n el que, por lo demás, sólo había tenido una conversación. Pero ha llegado al poder en el momento justo en que hay que tomar iniciativas sobre Alemania, la Unión Soviética, Japón y China, que acaso decidirán el rumbo del mundo durante decenios. Las ideas del nuevo presidente son las del americano medio, honrado, patriota, enemigo de los sistemas totalitarios: "Si vemos que Alemania va a ganar la guerra, debemos ayudar a Rusia —había dicho en 1941 al “New York Times"—. Si vemos que va a ganar Rusia, debemos prestar ayuda a Alemania y dejar así que se destrocen lo posible una a otra".
Más dispuesto a la acción que a las ideas generales, Truman muestra ya en estas palabras el repudio de la política exterior perseguida firmemente por Roosevelt, y la inclinación por la llamada "línea dura". “Hasta ahora —dice a sus colaboradores- nuestras relaciones con la URSS han marchado sólo en un sentido, pero así no se puede continuar. O los rusos colaboran con nosotros, o que se vayan al infierno (to hell)". El mismo 13 de abril, su primer día en la Casa Blanca, los soviéticos ocupan Viena, y sin consultar a los aliados instauran un gobierno provisional encabezado por el socialdemócrata Renner. Las grandes promesas de Stalin en Yalta se están esfumando. Con razón Stettinius informa a Truman de que "después de la conferencia... el gobierno soviético ha adoptado una línea rígida e intransigente sobre casi todos los problemas tocantes a nuestras relaciones". Los dieciséis lideres polacos no comunistas, llegados de Londres a Varsovia con un salvoconducto ruso para negociar el gobierno que deberá organizar "elecciones libres y no manipuladas", han sido detenidos con gran secreto por los soviéticos, procesados en Moscú por "acciones diversionistas en la retaguardia" y condenados. Truman manda llamar a Molotov y le habla "brutalmente" (usando la misma expresión del presidente). Le dice que advierta a Stalin de que "si se mostrase imposible... la aplicación de los acuerdos de Yalta sobre Polonia, la confianza en la unidad de los tres gobiernos recibiría un duro golpe". "Nadie me ha hablado nunca en este tono", protesta Molotov. "Hagan honor a sus compromisos y nadie les volverá a hablar así", replica Truman. Todavía no es la guerra fría, pero ya es su lenguaje.
Cuando ha salido Molotov, el ministro de la Guerra. Stimson, pide a Truman una audiencia privada. Stimson comienza preguntando al presidente si recuerda cuando en 1943, en su condición de jefe de la comisión senatorial de defensa, había pretendido visitar dos enormes instalaciones industriales, una en Oak Ridge, en el valle del Tennessee, y otra en Hanford, en el valle del Columbia. "Lo recuerdo bien —responde Truman—. Usted me habló de no interesarme por ellas y de no comentarlas con los demás. Llegó usted a apelar incluso a mi patriotismo... A decir verdad, pensé que allí dentro se fabricaban gases asfixiantes". Stimson sacude la cabeza. 'No, gases no, dice—, sino bombas especiales, bombas de uranio y de plutonio. Los científicos explica— han dividido el átomo, han creado el 'arma del futuro'. Norteamérica podrá usar un explosivo de fuerza casi inconcebible". Cuando el ministro se marcha, Truman llama a su asesor, almirante Leahy, y le confía sonriendo: "Es la cosa más extravagante que he oído en la vida. Pero para mí se trata de cachivaches. Sus bombas no funcionarán jamás. Yo entiendo de eso. Soy artillero veterano". Antes de quince días el presidente cambiará de idea, también porque los rusos están ya para tomar Berlín.
Fuente: Enciclopedia Sarpe
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