¡Hola a todos!
Leiva escribió:Calígula escribió:Si yo tubiera que elegir a uno, elegiria a Von Manstein.
El plan de invasion de Francia, fue expuesto por el. En Rusia, donde realizo unas de las mayores proezas de toda la guerra, al recorrer 350km en 4dias, capturando unos puentes vitales para el avance de todo el ejercito norte hacia Leningrado. La conquista de crimea y la toma de la fortaleza de sebastopol. Ademas, una batalla que se menciona poco, pero que Manstein en ella rozo la perfeccion militar, la ofensiva de Kharkov. Y tambien, el plan de la defensa elastica que proponia a Hitler como unica alternativa en 1943.
Completamente de acuerdo.
Y detrás de Manstein todavía irían muchos antes que Rommel.
¡Hola, Leiva!
Se ha escrito que en la leyenda de Rommel se han fusionado el mito y la realidad. Es cierto, sucede así con cualquier leyenda. Pero Rommel no fue ni es la única leyenda de la IIGM. Si sometemos a un análisis serio y fundado a cualquier figura militar de la IIGM, en cualquiera de los ejércitos que la lucharon, os aseguro que saldrán sombras y luces, errores y aciertos. Un análisis objetivo es el que, habiendo puesto en la balanza todos los factores y circunstancias propias y ajenas del militar X en su actuación profesional y personal en la guerra, basa sus conclusiones en el todo, no en la parte; en el centro, no en los extremos.
Manstein comenzó a dirigir formaciones de línea de frente con la campaña del Oeste de 1940. Hasta entonces sus ocupaciones fueron de estado mayor. En Francia mandó un cuerpo de ejército de infantería, y sólo operó en la segunda fase de la campaña. No participó en las operaciones de los Balcanes del año siguiente. En Barbarroja comenzó operando al mando de un cuerpo motorizado, en el eje norte, pasando posteriormente a ocupar el mando de un ejército a cargo del cual cursaría y firmaría una triste y criminal directriz que sería decisiva en Nuremberg para condenarle a prisión. Su liderazgo con el cuerpo motorizado del grupo panzer de Hoepner fue, en mi opinión, brillante, pero lejos del talento y muy lejos del genio. Su desempeño como comandante de ejército estuvo a la altura de la media de los comandantes de ejército alemanes. La campaña de Crimea, en la que Manstein tenía bajo su manda dos ejércitos, comenzó en septiembre de 1941 y no concluyó hasta junio de 1942. Hubo de todo, decisiones acertadas y erradas de su parte, culminando finalmente con la captura de Sebastopol, hecho que le valió el bastón de mariscal de campo. Luego fue destinado con su ejército alemán (Undécimo) al frente de Leningrado, para ser requerido por Hitler sólo unos meses después con la encomienda de intentar salvar al Sexto Ejército de Paulus en Stalingrado, para lo cual se le asignó el mando de un grupo de ejércitos (aunque su nombre fuese puramente nominal).
Mírese como se quiera mirar, Manstein no sale bien parado del papel que jugó en el asunto de Stalingrado. Su posición desde el punto de vista estratégico y operacional con respecto a Hitler fue ambigua, y algunos de sus compañeros de armas, y no pocos historiadores militares, le han echado en cara no asumir la realidad de la situación tal como se la expusieron los principales comandantes del Heer y la Luftwaffe involucrados directamente en Stalingrado (esto es, que abastecer a Paulus en sus necesidades básicas era irreal por imposible, y que, en consecuencia, sólo cabía intentar romper), prefiriendo, en cambio, basar su juicio decisivo –la capacidad de la Wehrmacht para abastecer a Paulus- en las consideraciones de Hitler. En una palabra, Manstein pudo haber defendido ante Hitler la necesidad imperiosa –sin posibilidad de alternativa- que le habían trasladado sus colegas de permitir a Paulus su intento de ruptura ya el mismo 23 de noviembre, cuando los soviéticos habían completado el cerco.
Luego, una vez decidió aceptar el envite de Hitler, Manstein esperó demasiado tiempo para comenzar lo que sería su operación “
Tormenta de Invierno” de diciembre. Los historiadores militares soviéticos no han pasado por alto el hecho de que la demora del mariscal alemán (que ellos consideran un grave error de apreciación de la situación) al no ordenar la ruptura en un débil sector del cerco exterior de Paulus a cargo de una de sus divisiones panzer, digo que esa demora permitió a los soviéticos reforzar ese sector debilitado, y posibilitar, en consecuencia, la defensa del ataque de Manstein cuando se produjo.
La decisión que finalmente tomó Manstein cuando
Tormenta de Invierno fracasó, fue condenar al Sexto Ejército de Paulus, ya irremediablemente perdido tras esa frustrada operación de salvamento, como fuerza de distracción de una buena parte de los ejércitos soviéticos, a costa de su destrucción y cautiverio, para que el mismo Manstein tuviera más capacidad de maniobra a la hora de salvar toda la pinza sur alemana (con el Grupo A de Ejércitos incluido), de quedar atrapada por el Ejército Rojo, fue una decisión que pudo haber defendido con mucho más criterio y acierto un mes antes, cuando aún estaba a tiempo de salvar buena parte del Sexto Ejército de Paulus.
Manstein dio a Hitler la coartada que éste necesitaba. No digo que el desastre final de Stalingrado y la crisis que se desató en el frente meridional fueran responsabilidad suya, pero no colaboró para evitarlo cuando aún estaba a tiempo. Simplemente, pudo haber rechazado el plan de Hitler y dejar que el Führer asumiese la completa y absoluta responsabilidad, con Göring como única piedra de apoyo.
El golpe maestro de Manstein vino dado, a mi juicio, por la operación más genial de la IIGM, la trampa que tendió a los soviéticos a finales de febrero para destruirlos en su contraofensiva de Kharkov de marzo de 1943. Es cierto que los errores soviéticos contribuyeron al éxito final de Manstein, pero eso no quita un ápice de genialidad al plan del mariscal. Toda gran victoria precisa de errores del vencido.
En
Ciudadela, Manstein volvió a su ambigüedad natural. Ni la condenó, como Guderian, ni la defendió (salvo en una etapa en la que era materialmente imposible), como Kluge. Luego, cuando el fracaso en la pinza norte de Model era evidente y las tornas se habían cambiado (contra soviética de Orel), Manstein pidió a Hitler, cuando éste canceló
Ciudadela el 13 de julio, que le permitiera continuar con su ofensiva en el sur y le dejase el XXIV Cuerpo Panzer a su disposición. Hitler consintió en lo primero, pero no, afortunadamente para el interés alemán, en lo segundo. Manstein volvió a extraer una conclusión errada de la situación, teniendo elementos de juicio como tenía de tal calado como las amenazas soviéticas en los flancos alemanes. Afortunadamente, como dije, el despliegue del XXIV CP a la reserva del Primer Ejército Panzer salvó de la catástrofe la arremetida soviética en el Donets.
Manstein siguió dirigiendo con brillantez, dadas las circunstancias, a su grupo de ejércitos en las operaciones defensivas que siguieron a lo largo de 1943 y principios de 1944, cuando fue destinado a la reserva del Führer. Aquí terminó la actuación del gran mariscal en la IIGM.
Tuvo, sin embargo, cosas que decir. Algunas de ellas, más allá de la vanidad de su autor, no lo colocan a una buena altura en el terreno de la estrategia. Como por ejemplo, su inclinación a favor de la invasión de Inglaterra (
León Marino) en 1940 en contra de una “estrategia periférica”. O su creencia, basada en factores militares, de que Alemania estaba en situación de poder llegar a un acuerdo de armisticio con la Unión Soviética en el verano de 1943. Hay más, pero ya es suficiente para un post.
En mi opinión, el mejor general alemán del Heer en el terreno de la estrategia y de la gran estrategia no participó en la guerra. Fue el coronel general Ludwig Beck. Cualquiera que lea sus escritos y memorias de 1939 y principios de 1940, constatará cómo, salvo la fulminante derrota de Francia, todas las estimaciones del ex jefe del EMG se cumplieron al pie de la letra, una por una. Desde las victorias resonantes iniciales (esto lo escribió antes del comienzo de la campaña polaca) hasta las derrotas colosales finales y la catástrofe final hacia la que Hitler llevaría a Alemania por su irresponsabilidad de enfrentarla (y esto lo dijo antes de la campaña del Oeste de 1940) a las mayores potencias del mundo (Estados Unidos y la Unión Soviética incluidas, pues más temprano que tarde se enfrentarían contra Alemania).
Hubo otro gran estratega –aunque el término propiamente debe ser en este caso un gran psicólogo no profesional-, como seguramente habría otros muchos más en Alemania, que no pertenecía a la Wehrmacht, sino al común de la ciudadanía alemana. Permitidme la anécdota de Herr Hoffer, el viejo posadero, contada por Siegfried Knappe en sus memorias.
Hoffer era el propietario de una fonda a la que fueron a pasar unos días de excursión montaraz Knappe y cuatro compañeros suyos de instituto tras graduarse en marzo de 1936. Mientras almorzaban y charlaban en la fonda, llamó su atención la conversación que Herr Hoffer mantenía con uno de sus clientes mientras jugaban una partida de ajedrez. Dejemos que lo cuente Knappe:
[De repente nos percatamos de que la voz de Herr Hoffer subía de tono. “¡
Hitler nos va a meter en otra guerra!”, dijo enfáticamente. “¿
Por qué dice eso?”, preguntó su compañero de ajedrez. “
Porque Hitler es un jugador, y los jugadores no abandonan hasta que pierden.”
“
No entiendo cómo puede decir eso,”, respondió su compañero de ajedrez. “
Ha dado trabajo a la gente, ha recuperado la economía, ha acabado con todas las reyertas políticas callejeras, ha construido autopistas, ha roto el Tratado de Versalles y recuperado el orgullo nacional, e incluso ha reclamado la Renania.” El viejo quedó finalmente sin aliento.
“¿
Y cómo ha hecho todas esas cosas?” preguntó Herr Hoffer. “
Ha proporcionado trabajo fortaleciendo la industria del armamento. ¿Qué cree que está planeando hacer con todo esa potencia? ¿Lo admira? Y ha devuelto la paz a las calles poniendo a todos sus oponentes –así como a un montón de judíos- en campos de concentración.”
Todos miramos furtivamente a Michaelis (un amigo de Knappe), que era judío.
“¿
Por qué dice que Hitler es un jugador?”, preguntó el otro viejo.
“¿
Qué cree usted que habría sucedido si los franceses hubieran resistido cuando nuestras tropas entraron en la Renania?”, preguntó Herr Hoffer. “
Nuestra lastimosa fuerza habría sido exterminada. Pero Hitler estaba jugando al póker, y apostó que sus oponentes no verían su farol. Ganó esa mano, y puede ganar más, pero finalmente se sobrepasará a sí mismo, pues los jugadores nunca abandonan cuando están ganando. Siempre mantienen las apuestas hasta que pierden.”
“
Pero él está recuperando lo que el Tratado de Versalles nos había quitado,” protestó su amigo.
Herr Hoffer se levantó y caminó hacia la chimenea, donde vació las cenizas de su pipa. “
No va a parar ahí,” dijo. “
Continuará hasta meternos en otra guerra. ¿Y a qué coste?” Se volvió y extendió su mano en nuestra dirección. “
Muy probablemente, al coste de las vidas de esos chicos así como las vidas de millones de otros.”] Siegfried Knappe,
Soldat, Reflections of a German Soldier, 1936-1949 (Dell Publishing, 1993), pp. 83-84
En fin, el verdadero estratega sólo podía vaticinar el desastre alemán en una guerra mundial. Los hubo en el campo militar alemán, pero Manstein no estaba entre ellos. Manstein era un genio en el terreno operacional, pero en el terreno estratégico......., simplemente no acertó.
Saludos cordiales
José Luis