La carrera militar de Iosiv Apanasenko comienza en los frentes de batalla de la primera guerra mundial. En la guerra civil ascendió rápidamente a comandante de división del I ejército de caballería. Durante los años veinte y treinta ocupó diferentes puestos en los distritos militares de Leningrado, Bielorrusia y Kiev. Stalin lo conocía personalmente desde la batalla de Tsaritsin en 1918, pero no volvió a coincidir con él hasta que fue llamado al Kremlin para nombrarle comandante del distrito militar de Asia Central, tras lo cual se vieron en varias ocasiones y Stalin acabaría confiando plenamente en él. A principios de 1941 con Europa occidental en guerra y los japoneses amenazando las fronteras orientales en la URSS, Stalin llamó nuevamente a Apanasenko para otorgarle personalmente un puesto de extremada importancia y responsabilidad: jefe del frente de extremo oriente (DVF). A mediados de 1941 el DVF contaba con varias decenas de divisiones bien armadas y entrenadas, tanques, artillería y fuerzas aéreas que alcanzaban una cifra cercana a los 704.000 hombres, su oponente el ejército de Kanto contaba con un número similar de efectivos.
Los oficiales al mando de DVF se alarmaron con el nombramiento debido a la reputación que tenía Apansenko de ser extremadamente duro, sin embargo pronto se dieron cuenta de que en realidad era una fama inmerecida que únicamente se fijaba en la fachada. El teniente coronel Piotr Grigorenko escribió sobre ello en sus memorias:
“Hasta por su aspecto físico resultaba desagradable, parecía como si lo hubiesen tallado con hacha a partir de un roble, por no mencionar su reputación como pequeño tirano con escasa educación e inteligencia. Tenía una figura poderosa pero de un modo u otro carente de lustre, y sus rasgos eran toscos. Su voz era fuerte y ronca y tenían un marcado tono de burla al hablar. Utilizaba improperios con mucha frecuencia, normalmente con un tono despectivo, y cuando perdía los estribos, lo que solía ocurrir, la víctima no podía esperar clemencia. Su cuello comenzaba a enrojecer y sus ojos se inyectaban en sangre. Por lo tanto no pudimos alegrarnos por el cambio de mando. Sin embargo, los más próximos a Apanasenko pronto descubrieron que su mala reputación en muchos sentidos era infundada. Por encima de todo, pronto percibimos que tenía una inteligencia natural impresionante. Y aunque era un hombre falto de cultura, leía mucho y tenía habilidad para examinar las propuestas de sus subordinados, escogiendo lo que resultase más oportuno dadas las circunstancias. En segundo lugar, era temerario. Si decidía hacer algo, lo hacía asumiendo toda la responsabilidad. Nunca culpaba a un subordinado por ejecutar sus órdenes. Si, en realidad se equivocaba el subordinado, Apanasenko no lo entregaba a un ministro o a un tribunal militar sino que era él mismo quien imponía un castigo".
Conforme Apanasenko se iba familiarizando con la situación y estudiaba los planes estratégicos, descubrió que no había carreteras paralelas en muchos tramos del transiberiano, debido a que este pasaba en varias zonas bastante cerca de la frontera, si los japoneses volaban alguno de los numerosos túneles o puentes, la libertad de movimientos del ejército quedaría gravemente dañada y el acceso a los suministros sería imposible. De manera que ordenó inmediatamente la construcción de una carretera de casi 1.000 km utilizando lugareños y unidades de construcción del ejército. Se impuso un plazo de 5 meses, y contra todo pronostico lo cumplió, en septiembre de 1941 estaba terminada.
Continua...