Mensaje
por maxtor » Dom Jun 17, 2012 1:24 am
Saludos cordiales.
Gran trabajo… es una lástima que se quede así y espero que poco a poco la gente se anime a comentar un asunto tan interesante como es Japón y sus antecedentes previos a la guerra.
La verdad es que repasando un poco la historia de Japón dicho país presenta más parecidos a la Alemania de Guillermo II que a la de Hitler, en la medida en que en aquella existía un Estado de Derecho y un parlamento o dieta operativo; por otro lado al igual que el régimen nazi el japonés glorificaba la guerra y el pasado rural, y sus fuerzas armadas eran en ambos países un reflejo de su poderío industrial. También ambas sociedades alimetaron mitos sobre la purea racial, aunque en el caso japonés sufrió también ese racismo por parte de Occidente. Incluso cuando eran aliados los japoneses consideraron a los alemanes como gaijin, en tanto que Hitler suscribía todos los tópicos acerca de los “pequeños hombres amarillos”. Las dos potencias se abrieron camino a través de la escena internacional a base de impactantes victorias militares que definieron su identidad nacional. La Alemania imperial había luchado en tres triunfales guerras entre 1862 y 1871 y resistido frente a la Triple Entente de GB, Francia y Rusia hasta 1918; Japón derrotó a China en 1894 – 1895 y a Rusia en 1904-1905, y consiguió asombrosas victorias en el norte de China en 1931-1932 y 1937-1938. Ambas sociedades ostentaron un largo historial de exagerado respeto por las virtudes marciales.
Japón contaba con una aristocrática Cámara de Pares, y a partir de 1925, con una Dieta elegida por sufragio universal masculino, y un reducido grupo de ancianos hombres de Estado, el Genro, aconsejaba al emperador sobre a quién debía nombrar primer ministro, de los cuales hubo nueve entre 1937 y 1945. Eran unas élites unidas por complejas estructuras de clanes aristocráticas.
El ejército japonés se basaba en el modelo prusiano, en tanto que la marina más prestigiosa emulaba a la británica, durante esos años Japón permaneció abierto a las influencias occidentales y desempeñó un importante papel en la compleja diplomacia de Asia oriental y el Pacífico. Durante la Primera Guerra Mundial Japón aprendió que el conflicto compensaba ya que las colonias pertenecientes a Alemania pasaron a su poder, pero fue a partir de la Gran Guerra cuando Japón empezó a recibir un trato condescendiente y hostil en ocasiones de los occidentales, que trataron de impedir que esta “Prusia asiática” adquiriera la hegemonía hemisférica que por ejemplo los EEUU reclamaban para sí en las Américas.
La mayor provocación para los japoneses fue percibir que Occidente trató de impedir las ambiciones japonesas en China, pero no podemos olvidar que la actitud japonesa hacia China no estuvo solamente marcada por la actitud occidental, sino que era una actitud marcada por un fuerte componente de superioridad cultural y racial. Todos estos factores se hicieron patente en una época caracterizada por los problemas económicos, el malestar laboral y la rápida urbanización, la emergencia del socialismo y la emancipación de la mujer japonesa en una sociedad tradicionalmente jerárquica y patriarcal.
La modernización cultural e incluso de tecnología industrial o militar – aunque técnicamente era vista con buenos ojos – era mal vista por los sectores rurales y conservadores. En el ejército el cuerpo de oficiales veía con malos ojos cualquier indicio de modernización occidental; la facción del Camino Imperial opinaba que sus correligionarios debían reemplazar a los partidos políticos y los interesados consejeros del emperador. Los ideólogos de derechas, como Kita Ikki, combinaban la ultralealtad imperial con el militarismo y el socialismo del Estado. Kita defendió la necesidad de un imperio de ultramar más allá de Formosa, Corea y el punto de apoyo que Japón consiguió en el sur de Manchuria, dentro de la China nororiental como solución a la más que previsible crisis de superpoblación japonesa. Fue ejecutado por la policía secreta tras un intento de golpe de estado en 1937.
En lugar de un partido de masas de corte fascista, en Japón proliferaron cientos de sociedades secretas con nombres como la Liga de la Sangre, y la ira contra occidente se acrecentó cuando la Depresión obligó a recortar el presupuesto militar nacional y por ciertas medidas de inmigración impuestas por EEUU y Australia contra los asiáticos en general que molestaron profundamente a los japoneses, asimismo la Depresión afectó especialmente a la agricultura de donde provenían la mayoría de los reclutas del ejército, y tuvo el efecto de debilitar la reacción de las potencias europeas ante cualquier acción unilateral que Japón ejerciera contra China, y que el ejército japonés veía como única salida para la grave crisis económica.
Uno de los reductos del sentimiento ultraderechista lo formaban los oficiales del ejército de Kwantung destinados en Manchuria, los cuales se creían encargados de vengar a los 80.000 hombres que murieron luchando contra los rusos en Manchuria en 1904 – 1905, la tensión fue creciendo ante la resistencia organizada de los chinos de impedir una explotación organizada de Manchuria, y en el verano de 1928 los oficiale sde Kwantung volaron un tren en el que viajaba un poderoso caudillo chino, los japoneses situaron algunos cadáveres de prisioneros chinos en el lugar del atentado para atribuirles la autoría del asesinato – táctica que los nazis utilizaron más tarde den Polonia – y aunque fracasó el golpe el emperador Hiroito encubrió lo que en realidad fue un acto de agresión unilateral por parte de un grupo de oficiales insubordinados en un remoto puesto de avanzada.
En septiembre de 1931, dos oficiales de alto rango del ejército de Kwantung, el coronel Itagaki y el teniente coronel Ishiwara, provocaron pequeñas explosiones en un importante cruce de línea férrea de Manchuria, cerca de una base militar china situada en Mukden, los cuales fueron acusados de dichos actos de sabotaje. Japón envió un oficial del servicio de inteligencia que hizo más bien poco por esclarecer el tema. Más adelante el ejército de Kwantung bombardeó y ocupó el centro industrial de Chinchow con el beneplácito del emperador que también envió refuerzos desde Corea.
Los japoneses organizaron campañas de terrorismo contratando mercenarios chinos para atacar a cinco monjes buditas japoneses en Shanghái, con el fín de justificar su desembarco en la ciudad más grande de China, ante la resistencia de las fuerzas chinas los japoneses bombardearon la ciudad, y tras la retirada de las fuerzas chinas los japoneses parecieron enloquecer en una espiral de violencia.
Buena parte de las élites japonesas e incluso de su opinión pública pensaba que Manchuria era vital para el propio Japón, pero durante la década de 1930 organizaciones como la Gran Asociación de Asia fundada en 1933 ampliaron sus ambiciones con un carácter más agresivo y expansionista y valiéndose del engañoso discurso de restaurar una armonía asiática dominado por Japón al objeto de liberar a los asiáticos de las colonias europeas que lógicamente pasarían a formar parte de la esfera de influencia política y económica de Japón.
Mientras que para el ejército japonés la amenaza más directa era China y el ejército soviético en Mongolia, para la marina imperial el peligro venía del suministro de petróleo y ese problema llevó a la Marina imperial a considerar a los EEUU como el principal enemigo potencial en toda la región del Pacífico.
Los actos militares de agresión en China anteriormente citados tuvieron la mayor virtud de alejar a los partidos políticos de dichas decisiones militares o de política internacional, gobernar en Japón en la década de los años 30 suponía jugarse la vida; los asesinatos e intentonas de golpes de Estado, en los que la Liga de la Sangre y la Sociedad del Cerezo tuvieron un papel fundamental, y permitieron a los militares minimizar la presencia de los partidos políticos dentro de sus sucesivas formaciones de gobierno. A partir de 1932 los partidos políticos civiles fueron relegados a un papel secundario cuando altos cargos del ejército instalaron a un almirante como primer ministro de un gabinete en el que sólo había cinco representantes de los partidos, frente a los diez altos mandos militares y burócratas, y esa composición supuso un aumento considerable del gasto militar ayudado por la devaluación del yen.
La condena de la Sociedad de Naciones de la agresión de Japón sobre China no hizo más que aumentar la indignación japones ante lo que consideraban una muestra de la arrogancia e hipocresia extranjera; de forma similar a lo que los alemanes consideraban respecto al Tratado de Versalles, ya de por sí dichas declaraciones internacionales contra Japón y la posibilidad de ser objeto de sanciones eran visto como actos de agresión por parte de los blancos lo que permitió a los japoneses verse como víctimas raciales.
Japón abandonó la Sociedad de Naciones en 1933, el Ejército de Kwantung atacó por el sur en mayo, primero en la provincia de Jehol, entre Manchukuo y la Gran Muralla China, y luego más al sur cerca de Beijing. Como parte de su estrategia de apaciguar a los japoneses para así poder combatir a los comunistas chinos, el generalísimo Chiang Kai-Shek acordó la tregua de Tanggu, en virtud de la cual Beijing no sería atacada a cambio de la desmilitarización china de una extensa área poblada por seis millones de habitantes. Cuatro años más tarde en julio de 1937 las fuerzas japonesas se aprovecharon de un incidente posterior con los chinos para lanzar una invasión de castigo a gran escala sobre el noroeste de China, el uso del término “incidente” fue deliberado porque así Japón esperaba continuar recibiendo petróleo de los EEUU.
A los ojos japoneses ellos tenían derecho a ocupar y gobernar cualqueir rincón que consiguieran arrebatar a China, la ausencia de una clara autoridad nacional en China se usó como excusa para exonerar a los japonesees del cumplimiento de las leyes de guerra que llevó a matanzas de civiles como en Nanking que se pueden situar entre doscientas y trescientas mil personas.
Alemania y Japón habían ido acercando posturas desde el 25 de noviembre de 1936, cuando acordaron el Pacto Anti-Comintern, el acuerdo fue una idea de Ribbentrop y su amigo el teniente coronel Hiroshi Oshima, el agregado militar en Berlín, que había desarrollado una indisimulada admiración por el nazismo mucho antes de convertirse en embajador de Tokio en Alemania. Cuando Alemania retiró su apoyo a China, retiró a sus asesores militares y canceló el envío de armas, Japón empezó a su vez a replantearse su visión de Alemania, especialmente como consecuencia del Anschluss y la crisis checoslovaca de 1938 – 1939. No obstante Japón se negó a unirse al Pacto de Acero italo – germano en 1939 y vió con costernación el Pacto Molotov – Ribbentrop firmado en agosto y del cual fue informado en el último momento. Aunque posteriormente Japón firmó Alemania e Italia la Alianza Tripartita, esta fue una alianza con escasas consecuencia prácticas, y en abril de 1941, le llegó a Tokio el turno de sorprender a los alemanes firmando un pacto de neutralidad con la URSS. Este hecho dejó claro que Japón tenía la vista puesta más hacia el sur, en las colonias de las naciones europeas invadidas por Hitler y cuya indefensión las convertía en tentadores objetivos pese al riesgo de conflicto con los EEUU. Japón actuó de acuerdo con sus intereses nacionales, una postura que quedó reflejada en la práctica ausencia de coordinación militar entre Alemania y Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
Saludos desde Benidorm.