El mariscal Kesselring y el Estado Mayor de la Segunda Flota Aérea partieron para sus nuevos puestos en el este. La Tercera Flota Aérea se hizo entonces por entero responsable de todo el teatro de operaciones aéreas del oeste.
El traslado de fuerzas tuvo lugar en mayo. Con frecuencia, unidades que marchaban al este expresaban su alivio por abandonar nuestro teatro de operaciones. Lo que quedó era una fuerza demasiado débil para las misiones encomendadas, siendo particularmente inadecuados los servicios auxiliares terrestres de la aviación. Nos fue posible ocultar el traslado del cuerpo principal de la Fuerza Aérea alemana del servicio de información enemigo, desorientando su sección de interceptación de radio (y también manteniendo muy activas a las pocas fuerzas de las que aún disponíamos). De este modo pudimos mantener al enemigo en la ignorancia durante varias semanas.
Y así, sin fanfarria ni grandes aspavientos, la Batalla de Inglaterra llegó a su fin.
El Mayor general J.F.C. Fuller, conocido escritor inglés de temas militares, describió la Batalla de Inglaterra como una de las más nefastas campañas estratégicas que se han dado en el mundo. Con el debido respeto para la destreza del soldado alemán, afirmó que Hitler y sus consejeros estaban aprisionados por su concepto continental de la guerra. Opinó que el Alto Mando alemán creía en la posibilidad de derrotar a la Gran Bretaña solo con la aviación.
En mi opinión está equivocado en el último punto. Los mandos del Estado Mayor del Aire nunca creyeron que Inglaterra pudiese ser vencida mediante el empleo únicamente de nuestra aviación. Sin embargo, creíamos solemnemente que una poderosa fuerza aérea podía dar el golpe decisivo al Reino Unido, en el supuesto de que el ejército de tierra y la marina llevaran a cabo la invasión. Pero en el otoño de 1940 esa posibilidad ya no existía.
En aquel período, la Fuerza Aérea alemana era posiblemente lo bastante poderosa y capaz, en relación con la potencia de la RAF y la producción de las fábricas inglesas de aviones, para llevar a cabo la parte que en la operación “León Marino” le había sido encomendada. Sin embargo, el ejército y la armada no estaban preparados para cumplir con su parte, y era evidente que el Mando Supremo no confiaba ya en el éxito de la empresa.
Las fuertes u repetidas protestas que acerca del éxito de la operación “León Marino” hacía el mariscal Goering solo servían para encender sus más íntimas dudas, pues, a decir verdad, él jamás había tenido mucha fe en ella. Estaba sugestionado por las ideas del general Douhet. Llego a dudar si jamás alcanzó a comprender las consecuencias de la doctrina del italiano.
Aunque las batallas aéreas sobre Inglaterra fueron realmente un triunfo de destreza y valentía en cuanto concierne a las tripulaciones alemanas, desde el punto de vista estratégico constituyeron un fracaso, que contribuyó a nuestra derrota final. La decisión de proseguir aquella lucha marca un punto crucial en la historia de la Segunda Guerra mundial. Al no tener un objetivo claramente establecido por el Mando Supremo, la aviación alemana se desangró hasta casi morir, sufriendo pérdidas que no pudieron ser compensadas durante el transcurso de la guerra.
En conclusión, creo que las experiencias de la guerra aérea reforzaron la decisión de los jefes británicos, y más tarde de los americanos, de hacer que sus fuerzas del aire fueran su arma más poderosa, y, por tanto, la más decisiva de la contienda.
Fuentes:
The Fatal Decisions (Siegfried Westphal). General Kreipe
www.europa1939.com/ww2/1940/leonmarino.html
Saludos
Kühnheit, Kühnheit, immer Kühnheit...
http://www.callejondelpau.es