El proceso a Kesselring
Delante de él Italia temblaba
Condenado a muerte, el mariscal de campo alemán será perdonado en 1952
El proceso contra el feldmariscal alemán Albert Kesselring, "el soldado sin piedad'', comienza en Venecia, en la Sala de la Audiencia Criminal, la mañana del 10 de febrero de 1947. El tribunal que le juzga es británico, presidido por el general de división B. S. Hakewille-Smith, y está compuesto por el juez Stirling y cinco jefes superiores. La acusación está a cargo del coronel R. J. Halse, que obtuvo la condena a muerte, nunca cumplida, del general Maeltzer, ex comandante alemán de la plaza de Roma, y del general Eberhardt von Mackensen, que tenia la responsabilidad militar del territorio de la capital italiana.
La defensa está representada por el abogado alemán Hans Laternser. La lengua oficial adoptada es el inglés y un intérprete traducirá al alemán.
El acusado entra en la sala a las 10 en punto, escoltado por dos MP, y le acompaña un soldado alemán de infantería, su intérprete personal. Kesselring viste un traje de tela azul semejante a la de los uniformes de la Luftwaffe, pero sin graduación ni distintivos, cortado en un estilo entre deportivo y militar. Lleva camisa de seda blanca y corbata negra. Cruza los brazos dignamente y su rostro es impasible.
Presidente (tras haber hecho cesar el asalto de los fotógrafos): "Acusado, diga al secretario su nombre".
Kesselring: "Albert Konrad Kesselring, nacido el 30 de noviembre de 1885 en Markstedt am Mein, en Baviera...".
Juez Stirling: "Es acusado: a) De la matanza de las Fosas Ardeatinas. b) De las represalias y persecuciones cometidas por unidades a sus órdenes".
Presidente (al acusado): "¿Se considera culpable de la matanza de las Fosas Ardeatinas?".
Kesselring: "Nein (no)".
Presidente: "¿Se considera culpable de las represalias realizadas por unidades a sus órdenes?".
Kesselring: "Nein (no)".
Terminados estos preliminares, el proceso encuentra en seguida un primer obstáculo. El abogado defensor protesta enérgicamente porque se le han hecho saber los cargos sólo veinticuatro horas antes, y pide por lo tanto un retraso de los interrogatorios. El tribunal, tras una breve reunión, acepta la petición y suspende el proceso hasta el lunes 17 de febrero. Con la segunda sesión, que ve los bancos abarrotados por unos 40 periodistas y un público numeroso y tenso (una mujer de riguroso luto grita a Kesselring apenas le ve entrar en la sala: "¡Asesino!"), tiene comienzo el verdadero proceso. A las 10,20 se levanta a hablar el prosecutor, coronel Halse, alto y corpulento, con uniforme de paño beige sujeto en la cintura con un cinturón blanco.
Halse anuncia que no tendrá en cuenta cuanto han publicado los periódicos y que no aceptará nuevos pliegos de cargos presentados al tribunal. Advierte además que inútilmente intentaría Kesselring descargar sobre el general de las SS Karl Wolff la responsabilidad de sus crímenes, habiendo sido él jefe no sólo de las fuerzas operativas sino también de la policía. Y habla de las Fosas Ardeatinas. Kesselring, dice, no sólo hizo matar diez personas por cada alemán muerto (medida que a Hitler le pareció suave), sino que tampoco, y ésta era su culpa, se preocupó de saber quiénes eran las personas escogidas y sacrificadas, y no organizó una investigación hasta mucho tiempo después de que la muerte hubiese eliminado a inocentes escogidos al azar o porque eran judíos.
En cuanto al segundo cargo, el feldmariscal impulsó a sus tropas a actuar contra la población civil con un telegrama secretísimo a las grandes unidades, de 19 de junio de 1944, para reprimir la resistencia partisana que incidía en su potencial bélico. Ordenó actuar con "todos los medios", con la máxima energía e inmediatamente contra los partisanos, y aseguró su protección a quien hubiese sobrepasado su competencia en el castigo. Transmitió también la orden de Hitler de evitar los procesos y dejar la iniciativa a los juicios sumarios de los oficiales. En Roma, durante el proceso Mackensen-Maeltzer, el feldmariscal declaró que "con todos los medios" significaba medios bélicos, es decir, técnicos, y que por competencia sobrepasada no quería expresar quebrantamientos de la legalidad.
Pero, observa Halse ¿qué son, pues, las matanzas de las que él puede dar una descripción precisa? ¿Qué son los pueblos incendiados, las poblaciones exterminadas, los niños asesinados?
Hasta el 21 de agosto de 1944, declara Halse, no trata Kesselring de poner sobre una base de legalidad su acción en Italia, y de dar marcha atrás. Mitiga las severas órdenes dadas en junio y julio, recomendando evitar represalias contra la población civil, y lamentándose de que en los casos precedentes hubiera habido represiones indiscriminadas. El embajador alemán, Rahn, había recibido quejas por parte de Mussolini, porque las represalias alemanas caían sobre la población civil tan indiscriminadamente que entre las victimas había también fascistas y sus familiares. Kesselring respondió el 23 de septiembre de 1944 que la guerra era un juego duro, pero que habia dado órdenes mitigadoras. Pero estas órdenes fueron demasiado flojas y formalistas. El feldmariscal no amenazó con castigos a sus transgresores ni se interesó acerca de si fueron transgredidas. Tanto que Mussolini tuvo que intervenir de nuevo en defensa de la población civil. Halse cita casos de mujeres y niños muertos, y de un pueblo incendiado después del fusilamiento de treinta y dos de sus habitantes.
Abogado Laternser: "Nosotros presentaremos también nuestros documentos".
Kesselring, inmóvil en el banquillo, envuelto en un abrigo oscuro, no parece participar en los interrogatorios ni seguir las acusaciones. Quizá no esperaba que el mismo Mussolini le pasara cuentas "post morten".
Stirling (único componente del tribunal con peluca gris y quevedos): "Me parece que las acusaciones del prosecutor son más bien confusas, en el sentido, quiero decir, cronológico y analítico...".
Fiscal: "Señoría, tengo el propósito de entrar en detalles en una fase posterior del proceso".
Stirling: "De acuerdo".
Fiscal: "Ahora querría continuar con el tema jurídico. Señores, la represalia está admitida por el derecho internacional, pero dentro de ciertos limites".
En lo que respecta al trato a los partisanos italianos, Halse declara que los alemanes tenían derecho a fusilarlos, porque si el mando inglés los consideraba soldados a las órdenes del gobierno legal, el mando alemán estaba autorizado a considerarlos guerrilleros según el derecho internacional. Con lo que se demuestra, quizá sin saberlo, que el derecho internacional es tan útil que en el momento preciso se desdobla en partes contrarias y puede contentar a todos, menos a quien pierde el pellejo. De los rehenes, Halse no sabe dar una explicación exhaustiva porque Nuremberg, "Magna Charla" del nuevo derecho bélico, no es elocuente a este respecto.
Laternser (levantándose): "Si el tribunal lo permite, querría presentar como documento esta autodefensa escrita en la cárcel por el acusado...".
Presidente: "¿Puede dársele lectura?".
Laternser: "Si. ciertamente".
Fiscal: "Estamos de acuerdo, pero pronto".
La lectura se desenvuelve lentamente, entre numerosas dificultades lingüísticas a pesar de los intérpretes germanoingleses y angloalemanes. Un Mittel traducido como "método" (en vez de "medio"); un Befehl traducido por "después" (en vez de "orden"); un "en la lucha contra los partisanos" convertido inexplicablemente en "para los partisanos". De vez en cuando Stirling interrumpe la lectura con alguna observación, siempre relativa a la poca claridad del texto.
Stirling (a los intérpretes): "Excúsenme, pero mi sentido común me advierte de que no entiendo".
Fiscal: "A mi me ocurre lo mismo. Ahora entiendo un poco menos".
Presidente (interviniendo): "Será mejor que acusación y defensa se reúnan unos minutos aquí en la sala para aclarar bien el texto".
Durante la pausa Kesselring obtiene poder regresar brevemente a la cárcel, precisamente mientras el secretario da lectura a la autodefensa del feldmariscal.
Este documento puede resumirse esquemáticamente asi: el feldmariscal no estaba en Roma en la época del atentado de Via Rasella; su Cuartel General transmitió sólo la orden de represalia; él no era enemigo de los italianos; sabia que habían entrado en guerra contra la voluntad del Reich, pero sin entusiasmo, así que sus sacrificios fueron muchas veces en vano: combatió contra los partisanos según las normas del derecho internacional; cuando promulgó sus bandos a la población civil, estaba convencido, "conociendo la mentalidad italiana", de que las amenazas serian en si eficaces sin tener que cumplirlas; Mussolini ("con todo el respeto que debo a Mussolini y a su gobierno", precisa) tenia para él peso político, pero por lo regular él se adecuaba a las peticiones que recibía; hizo todo lo posible por aliviar los sufrimientos de los italianos, preservar sus obras de arte y socorrerlos después de los bombardeos aéreos. "Los salvadores de Roma fuimos el Papa y yo", ya que evacuó la capital escuchando al Pontífice que le exhortaba a ello, y no a Mussolini, que pretendía resistir; declara también: "Me apena que tantos sufrimientos se infrigieran a! pueblo italiano"; pero respecto a si, ya que separa su responsabilidad de la de sus posibles subordinados indisciplinados, está tranquilo: "Mi conocimiento de la historia me enseña que ningún jefe en mi situación podría haberse portado de otro modo".
Saludos cordiales