¿Fue Polonia culpable?
Moderadores: José Luis, PatricioDelfosse
¿Fue Polonia culpable?
El registro de Astakhov concuerda generalmente con el de Weizsäcker, pero da una presentación de alguna forma diferente. Al mencionar la declaración de Molotov a Schulenburg, Weizsäcker supuestamente dijo que era diferente de lo que Merekalov había dicho al Ministerio de Exteriores; es decir, que las relaciones económicas podían desarrollarse independientemente de las relaciones políticas. A esto Astakhov respondió que sólo estaba familiarizado con parte de la conversación de Molotov con Schulenburg y que no podía dar una interpretación definitiva de la declaración del comisario. No obstante, no tenía base para creer que Molotov estaba definitivamente en contra del viaje de Schnurre a Moscú y a las negociaciones económicas. Preguntaría al “Centro” sobre esto y luego daría una aclaración. Al mismo tiempo, recordó que Merekalov había declarado a menudo en conversaciones con Weizsäcker que “la economía se resume en la política”. También recordó que en un desayuno dado a Merekalov por Schulenburg, éste había acordado que una mejora en las relaciones políticas podía seguir a unas relaciones económicas mejoradas. Astakhov luego siguió relatando las declaraciones “personales” de Weizsäcker, observando que no podía interpretarlas con precisión debido a la manera camuflada y retorcida con que fueron hechas. Los puntos principales eran -y aquí la cuenta de Astakhov concuerda con la de Weizsäcker- que Hitler había renunciado a cualquier diseño sobre Ucrania, dando como ejemplo el destino de la Ucrania de los Cárpatos. También, Weizsäcker subrayó que Hitler no había hecho ningún comentario negativo sobre la URSS en su discurso de 28 de abril, cuando denunció el acuerdo de no-agresión germano-polaco de 1934 y el acuerdo naval anglo-germano de 1935. Weizsäcker dijo que le tocaba ahora a la URSS escoger entre Inglaterra y Alemania. Astakhov reportó que respondió, también de manera informal, subrayando la antigua política anti-soviética alemana, las buenas relaciones italo-soviéticas, y el hecho de que la Unión Soviética siempre había deseado buenas relaciones con Alemania. Aquí recordó que justo antes de la conclusión de los pactos franco-soviético y checo-soviético, el gobierno soviético había propuesto pactos de asistencia mutua a Alemania y Polonia. A esto dijo Weizsäcker: “No sabía esto”, como si él mismo hubiese sido cogido por sorpresa. Astakhov preguntó luego por la importancia de los rumores que corrían por Berlín acerca de un acuerdo germano-soviético, pero no registró una respuesta. Finalmente, dijo a Weizsäcker que pasaría sus preguntas a Moscú, aunque su relato del resto de la conversación sería presentado como declaraciones extraoficiales (65).
Dos aspectos de esta conversación, presentes en ambos registros, son importantes. En primer lugar, Astakhov informó que había sido informado de al menos parte de la conversación Molotov-Schulenburg de 20 de mayo, y mencionó una conversación entre Potemkin y Hilger, diciendo que contactaría con Moscú para aclarar ciertos puntos. Así, está claro que difícilmente podía haber estado actuando por su propia iniciativa. En segundo lugar, mencionó ofertas soviéticas de pactos de asistencia mutua a Alemania y Polonia, hechos según la cuenta de Weizsäcker, antes del tratado germano-polaco [enero de 1934], pero según Astakhov, justo antes de la conclusión de las alianzas soviéticas con Francia y Checoslovaquia en [mayo] 1935. No hay registro de una propuesta soviética semejante a Polonia, pero propuestas a Alemania en esta época fueron mencionadas también por Kandelaki en sus conversaciones de Berlín a finales de 1936 y principios de 1937 (66). Quizás tanto Kandelaki como Astakhov se referían a la sugerencia que Litvinov hizo a Schulenburg el 8 de mayo de 1935, de comenzar negociaciones para un pacto de no-agresión, o puede haber habido alguna otra propuesta “concreta”, cuya pista se ha perdido. Comoquiera que fuese, la referencia de Astakhov a una previa propuesta soviética de un pacto de asistencia mutua a Alemania en 1935 se parece mucho a una calculada insinuación dirigida a Hitler y Ribbentrop a través de Weizsäcker, quien ciertamente favorecía un regreso a Rapallo pero no hacía la política alemana.
Mientras que los alemanes eran cautos, los soviéticos no tenían reparos en dejar caer indirectas. Así, el 3 de junio, Weizsäcker anotó una conversación con el ministro de Estonia en Berlín. Éste, conocido como un buen juez de los asuntos rusos, dijo que pensaba que los rusos consideraban a los estados democráticos con una desconfianza más grande que a los estados totalitarios. También, tenía la impresión al hablar con el encargado de negocios ruso que los rusos sólo estaban esperando “un gesto amistoso” para el visto bueno (67). Doce días más tarde, el 15 de junio, Ernst Woermann, el jefe nazi del Departamento Político en el Ministerio de Exteriores alemán, registró unas declaraciones muy sorprendentes de Astakhov, como reportó el ministro búlgaro en Berlín [Parvan Draganov]. Según este último, el diplomático soviético declaró que la Unión Soviética tenía tres opciones: un pacto con Gran Bretaña y Francia, demorar más esas negociaciones, o un pacto de no-agresión con Alemania. Astakhov dijo que la tercera opción era la más deseable para la URSS, y que las diferentes “opiniones mundiales” no tenían que jugar ningún papel. Dijo también que la URSS no reconocía la posesión rumana de Besarabia y que temía una ocupación alemana de los Estados Bálticos. Si, no obstante, Alemania dejaba claro que no atacaría a la Unión Soviética, ésta se abstendría de concluir un pacto con las potencias occidentales, pero los soviéticos no sabían lo que quería Alemania (68). Gorlov admite que Draganov, en un informe a la oficina de exteriores búlgara, confirmó que estas declaraciones fueron hechas por Astakhov, pero el historiador ruso da crédito al diplomático soviético, quien en su “Dairy” [sic] (aquí Cienciala deja en su literalidad lo que debió ser una errata de Gorlov por “Diary”. “Dairy" significa “lechería, lechera”) presentó las declaraciones atribuidas a él por Draganov como hechas a él por este último. Gorlov también observa que hay un detallado informe inédito de cuatro páginas de Astakhov sobre esta conversación en los archivos rusos, pero no dice cuándo fue recibido por Molotov (69). Geoffrey Roberts también señala la discrepancia entre las cuentas de Draganov y Astakhov, pero especula que Astakhov realizó las declaraciones por su propia iniciativa, así que podían ser vistas como “un caso de tanteo personal del terreno”. Roberts admite que Astakhov había pedido a Molotov instrucciones sobre cómo responder a las constantes preguntas que le planteaban sobre la política soviética, pero concluye que Astakhov podría haber sondeado a Draganov a iniciativa propia (70). Ni Gorlov ni Roberts desean contemplar la posibilidad de que Astakhov hubiera sido instruido para “pescar” las propuestas alemanas, aunque dado el control de Stalin-Molotov de la diplomacia soviética, éste debió haber sido el caso.
JL
Dos aspectos de esta conversación, presentes en ambos registros, son importantes. En primer lugar, Astakhov informó que había sido informado de al menos parte de la conversación Molotov-Schulenburg de 20 de mayo, y mencionó una conversación entre Potemkin y Hilger, diciendo que contactaría con Moscú para aclarar ciertos puntos. Así, está claro que difícilmente podía haber estado actuando por su propia iniciativa. En segundo lugar, mencionó ofertas soviéticas de pactos de asistencia mutua a Alemania y Polonia, hechos según la cuenta de Weizsäcker, antes del tratado germano-polaco [enero de 1934], pero según Astakhov, justo antes de la conclusión de las alianzas soviéticas con Francia y Checoslovaquia en [mayo] 1935. No hay registro de una propuesta soviética semejante a Polonia, pero propuestas a Alemania en esta época fueron mencionadas también por Kandelaki en sus conversaciones de Berlín a finales de 1936 y principios de 1937 (66). Quizás tanto Kandelaki como Astakhov se referían a la sugerencia que Litvinov hizo a Schulenburg el 8 de mayo de 1935, de comenzar negociaciones para un pacto de no-agresión, o puede haber habido alguna otra propuesta “concreta”, cuya pista se ha perdido. Comoquiera que fuese, la referencia de Astakhov a una previa propuesta soviética de un pacto de asistencia mutua a Alemania en 1935 se parece mucho a una calculada insinuación dirigida a Hitler y Ribbentrop a través de Weizsäcker, quien ciertamente favorecía un regreso a Rapallo pero no hacía la política alemana.
Mientras que los alemanes eran cautos, los soviéticos no tenían reparos en dejar caer indirectas. Así, el 3 de junio, Weizsäcker anotó una conversación con el ministro de Estonia en Berlín. Éste, conocido como un buen juez de los asuntos rusos, dijo que pensaba que los rusos consideraban a los estados democráticos con una desconfianza más grande que a los estados totalitarios. También, tenía la impresión al hablar con el encargado de negocios ruso que los rusos sólo estaban esperando “un gesto amistoso” para el visto bueno (67). Doce días más tarde, el 15 de junio, Ernst Woermann, el jefe nazi del Departamento Político en el Ministerio de Exteriores alemán, registró unas declaraciones muy sorprendentes de Astakhov, como reportó el ministro búlgaro en Berlín [Parvan Draganov]. Según este último, el diplomático soviético declaró que la Unión Soviética tenía tres opciones: un pacto con Gran Bretaña y Francia, demorar más esas negociaciones, o un pacto de no-agresión con Alemania. Astakhov dijo que la tercera opción era la más deseable para la URSS, y que las diferentes “opiniones mundiales” no tenían que jugar ningún papel. Dijo también que la URSS no reconocía la posesión rumana de Besarabia y que temía una ocupación alemana de los Estados Bálticos. Si, no obstante, Alemania dejaba claro que no atacaría a la Unión Soviética, ésta se abstendría de concluir un pacto con las potencias occidentales, pero los soviéticos no sabían lo que quería Alemania (68). Gorlov admite que Draganov, en un informe a la oficina de exteriores búlgara, confirmó que estas declaraciones fueron hechas por Astakhov, pero el historiador ruso da crédito al diplomático soviético, quien en su “Dairy” [sic] (aquí Cienciala deja en su literalidad lo que debió ser una errata de Gorlov por “Diary”. “Dairy" significa “lechería, lechera”) presentó las declaraciones atribuidas a él por Draganov como hechas a él por este último. Gorlov también observa que hay un detallado informe inédito de cuatro páginas de Astakhov sobre esta conversación en los archivos rusos, pero no dice cuándo fue recibido por Molotov (69). Geoffrey Roberts también señala la discrepancia entre las cuentas de Draganov y Astakhov, pero especula que Astakhov realizó las declaraciones por su propia iniciativa, así que podían ser vistas como “un caso de tanteo personal del terreno”. Roberts admite que Astakhov había pedido a Molotov instrucciones sobre cómo responder a las constantes preguntas que le planteaban sobre la política soviética, pero concluye que Astakhov podría haber sondeado a Draganov a iniciativa propia (70). Ni Gorlov ni Roberts desean contemplar la posibilidad de que Astakhov hubiera sido instruido para “pescar” las propuestas alemanas, aunque dado el control de Stalin-Molotov de la diplomacia soviética, éste debió haber sido el caso.
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
Además, los alemanes no trataron a Astakhov como un agente por cuenta propia sino como un representante soviético de buena fe, de quien esperaban transmitiera sus declaraciones a Molotov. Weizsäcker había hecho esto el 30 de mayo. El siguiente en hacerlo fue Schulenburg, quien fue instruido a dar seguimiento al informe de Draganov. Durante una breve estancia en Berlín, el embajador visitó a Astakhov el 17 de junio, y le dijo que no había problemas serios entre Alemania y la Unión Soviética. Schulenburg reportó la afirmación de Astakhov de que las declaraciones de Weizsäcker fueron bastante generales y vagas, observando que el diplomático soviético había dicho lo mismo al ministro búlgaro, probablemente una referencia a la declaración de Astakhov a Draganov de que la Unión Soviética no sabía lo que quería Alemania. El embajador negó esto, y repitió la declaración, hecha a él personalmente por Ribbentrop, de que Alemania no temía a Inglaterra y Francia, porque tenía una fuerte línea de fortificaciones, pero “un acuerdo con Rusia tiene sentido”. Schulenburg también reportó a Astakhov como diciendo que las cosas habían ido bien para Alemania y Rusia cuando fueron amigos, y mal cuando no lo fueron. El embajador, por su parte, dijo que Alemania había experimentado dificultades para cumplir los programas A y B de Mikoyan [las demandas soviéticas en el proyectado acuerdo comercial] por causa de sus propias necesidades, pero que la situación había mejorado después de la “unión” con Checoslovaquia. Esto era claramente una indirecta de que Alemania daría la bienvenida a la renovación de las negociaciones de crédito-comercial germano-soviéticas. La cuenta de Astakhov de esta conversación está en general en conformidad con la de Schulenburg, excepto para su declaración sobre las relaciones germano-soviéticas como las reportó el embajador alemán (71).
Mientras tanto, las negociaciones anglo-soviéticas estaban en punto muerto porque, como fue informado Seeds desde Londres el 12 de junio, el gobierno británico no podía concordar en que las garantías fuesen impuestas sobre estados reacios a recibirlas. En realidad, como Polonia y Rumania, los Estados Bálticos no querían ser garantizados por la URSS, aunque ésta insistía en que su seguridad debía ser garantizada. El 13 de junio, una editorial de Pravda escrita por Zhdanov se extendía sobre la necesidad de defender a los Estados Bálticos [Latvia, Estonia y Finlandia, pero no Lituania] contra una agresión. Seeds tenía que haber viajado a Londres para consultas pero cogió la gripe, así que Robert Strang, un alto funcionario de la Oficina de Exteriores, partió de Londres para Moscú el 14 de junio con un nuevo pliego de propuestas [72]. Seeds se las entregó a Molotov el 15 de junio. Preveían consultas en caso de una amenaza a uno de los estados previstos, pero todavía incluían el artículo 16 de la Convención de la Liga como la base para la ayuda. Molotov rechazó la propuesta al día siguiente, insistiendo en la inclusión de los tres Estados Bálticos y plena reciprocidad. A estas alturas, Chamberlain y el gabinete, así como la mayoría de los funcionarios y diplomáticos británicos, veían una alianza con la URSS como necesaria, aunque sólo fuera para impedir un pacto germano-soviético. En una reunión del Comité de Política Exterior del Gabinete el 20 de junio, Lord Chatfield, el ministro para la Coordinación de la Defensa, dijo que un tratado de defensa mutua con Rusia impediría al menos que los soviéticos hicieran un pacto con Alemania. Halifax estaba de acuerdo, pero dijo que si Alemania invadía Polonia, nada podía impedir un arreglo germano-soviético para repartirse ese país (73). Por supuesto, había algunos funcionarios y diplomáticos británicos que todavía se oponían a un acuerdo con Moscú. Sir Nevile Henderson, el embajador británico pro-alemán en Berlín, escribió a Halifax el 17 de junio que estaba inquieto por las negociaciones con los rusos porque: “La historia está llena de ejemplos de la insensatez de confiar en los eslavos; siempre e invariablemente han demostrado ser una amarga decepción para sus aliados desde los días de María Teresa hasta 1917”. Esta diatriba se ganó un irónico comentario marginal de un lector de la Oficina de Exteriores: “¿Y qué pasó en 1812-1815?” (74).
En el sector Berlín-Moscú, los alemanes todavía se mostraban cautos, mientras los rusos insistían en sus demandas económicas. Schulenburg dijo a Molotov el 28 de junio que había sido instruido por Ribbentrop para decir que Alemania no sólo deseaba una normalización sino también una mejora de las relaciones mutuas, y que esto estaba aprobado por Hitler. Sin embargo, Molotov respondió que sería mejor para la embajada alemana responder a las preguntas de Mikoyan [respecto a un acuerdo de crédito-comercial], y sólo entonces se tomaría una decisión sobre si Schnurre debía venir a Moscú (75). La postura arrogante de Molotov, confirmada por Potemkin en una conversación con Schulenburg el 1 de julio (76), condujo a la suspensión del sondeo alemán y de esta forma a la interrupción de las conversaciones diplomáticas germano-soviéticas en Moscú y Berlín. No obstante, presumiblemente para animar a los alemanes, el agregado aéreo ruso en Londres, Ivan Cherny, dijo al ayudante agregado aéreo alemán que el gobierno soviético no tenía interés en concluir un pacto con Gran Bretaña y Francia. En un telegrama de 29 de junio reportando este asunto, el embajador alemán en Londres, Herbert von Dirksen, también transmitió la versión correcta de la propuesta enviada ese día al embajador británico en Moscú. Lo hizo sin citar la “fuente fiable”, que tal vez estaba tan bien establecida por esta época que no se necesitaba mencionar. En esta propuesta, presentada a Molotov el 1 de julio, Latvia, Estonia y Finlandia debían ser enumeradas como estados garantizados en un anexo secreto e independiente al tratado de alianza, que fue una sugerencia francesa. Los británicos y franceses también insistían en que además de Polonia, las garantías incluían a Rumania, Turquía, Grecia, Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos y Suiza (77). El 29 de junio, Pravda publicó otro artículo de Zhdanov, titulado: “Los gobiernos británico y francés no quieren un acuerdo con la URSS” (78).
JL
Mientras tanto, las negociaciones anglo-soviéticas estaban en punto muerto porque, como fue informado Seeds desde Londres el 12 de junio, el gobierno británico no podía concordar en que las garantías fuesen impuestas sobre estados reacios a recibirlas. En realidad, como Polonia y Rumania, los Estados Bálticos no querían ser garantizados por la URSS, aunque ésta insistía en que su seguridad debía ser garantizada. El 13 de junio, una editorial de Pravda escrita por Zhdanov se extendía sobre la necesidad de defender a los Estados Bálticos [Latvia, Estonia y Finlandia, pero no Lituania] contra una agresión. Seeds tenía que haber viajado a Londres para consultas pero cogió la gripe, así que Robert Strang, un alto funcionario de la Oficina de Exteriores, partió de Londres para Moscú el 14 de junio con un nuevo pliego de propuestas [72]. Seeds se las entregó a Molotov el 15 de junio. Preveían consultas en caso de una amenaza a uno de los estados previstos, pero todavía incluían el artículo 16 de la Convención de la Liga como la base para la ayuda. Molotov rechazó la propuesta al día siguiente, insistiendo en la inclusión de los tres Estados Bálticos y plena reciprocidad. A estas alturas, Chamberlain y el gabinete, así como la mayoría de los funcionarios y diplomáticos británicos, veían una alianza con la URSS como necesaria, aunque sólo fuera para impedir un pacto germano-soviético. En una reunión del Comité de Política Exterior del Gabinete el 20 de junio, Lord Chatfield, el ministro para la Coordinación de la Defensa, dijo que un tratado de defensa mutua con Rusia impediría al menos que los soviéticos hicieran un pacto con Alemania. Halifax estaba de acuerdo, pero dijo que si Alemania invadía Polonia, nada podía impedir un arreglo germano-soviético para repartirse ese país (73). Por supuesto, había algunos funcionarios y diplomáticos británicos que todavía se oponían a un acuerdo con Moscú. Sir Nevile Henderson, el embajador británico pro-alemán en Berlín, escribió a Halifax el 17 de junio que estaba inquieto por las negociaciones con los rusos porque: “La historia está llena de ejemplos de la insensatez de confiar en los eslavos; siempre e invariablemente han demostrado ser una amarga decepción para sus aliados desde los días de María Teresa hasta 1917”. Esta diatriba se ganó un irónico comentario marginal de un lector de la Oficina de Exteriores: “¿Y qué pasó en 1812-1815?” (74).
En el sector Berlín-Moscú, los alemanes todavía se mostraban cautos, mientras los rusos insistían en sus demandas económicas. Schulenburg dijo a Molotov el 28 de junio que había sido instruido por Ribbentrop para decir que Alemania no sólo deseaba una normalización sino también una mejora de las relaciones mutuas, y que esto estaba aprobado por Hitler. Sin embargo, Molotov respondió que sería mejor para la embajada alemana responder a las preguntas de Mikoyan [respecto a un acuerdo de crédito-comercial], y sólo entonces se tomaría una decisión sobre si Schnurre debía venir a Moscú (75). La postura arrogante de Molotov, confirmada por Potemkin en una conversación con Schulenburg el 1 de julio (76), condujo a la suspensión del sondeo alemán y de esta forma a la interrupción de las conversaciones diplomáticas germano-soviéticas en Moscú y Berlín. No obstante, presumiblemente para animar a los alemanes, el agregado aéreo ruso en Londres, Ivan Cherny, dijo al ayudante agregado aéreo alemán que el gobierno soviético no tenía interés en concluir un pacto con Gran Bretaña y Francia. En un telegrama de 29 de junio reportando este asunto, el embajador alemán en Londres, Herbert von Dirksen, también transmitió la versión correcta de la propuesta enviada ese día al embajador británico en Moscú. Lo hizo sin citar la “fuente fiable”, que tal vez estaba tan bien establecida por esta época que no se necesitaba mencionar. En esta propuesta, presentada a Molotov el 1 de julio, Latvia, Estonia y Finlandia debían ser enumeradas como estados garantizados en un anexo secreto e independiente al tratado de alianza, que fue una sugerencia francesa. Los británicos y franceses también insistían en que además de Polonia, las garantías incluían a Rumania, Turquía, Grecia, Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos y Suiza (77). El 29 de junio, Pravda publicó otro artículo de Zhdanov, titulado: “Los gobiernos británico y francés no quieren un acuerdo con la URSS” (78).
JL
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El 3 de julio Molotov entregó a los embajadores británico y francés una contra-borrador excluyendo Luxemburgo, los Países Bajos y Suiza de la proyectada garantía. Dijo verbalmente a los embajadores que el gobierno soviético sólo estaría de acuerdo con la inclusión de los dos últimos si Polonia y Turquía concluían pactos de asistencia mutua con la URSS. El borrador soviético también estipulaba asistencia en caso de agresión directa o indirecta, definiendo la última como “un coup d'état interno o una inversión de política a favor del agresor”. Además, Molotov insistió verbalmente en la entrada en vigor simultánea de los acuerdos militar y político. Por supuesto, sabía muy bien que Polonia y Turquía no deseaban aliarse con la URSS, así que su propuesta puede haber sido ideada para alargar las negociaciones. En cualquier caso, el 6 de julio, el embajador británico recibió instrucciones para concordar con la omisión de Suiza y los Países Bajos, pero para rechazar la entrada en vigor simultánea de los acuerdos militar y político y también la definición soviética de agresión indirecta. Sin embargo, las instrucciones a Seeds reiteraban la inclusión de 1 de julio de la lista de estados garantizados en un protocolo inédito. Esto sugiere que Gran Bretaña y Francia estaban dispuestas a pasar por encima de las objeciones polacas, rumanas y bálticas. De hecho, el 7 de julio, el encargado de negocios polaco en Londres, Antoni Jazdzewski, fue informado “sucintamente” sobre el estado de las negociaciones anglo-soviéticas. En particular, se le dijo que “la Unión Soviética debe obtener alguna compensación por acudir en nuestra ayuda en el caso de que tengamos que ejecutar nuestra garantía a Polonia”. Esto implicaba la disposición anglo-francesa a concluir un tratado militar y político con la URSS y hacer algunas concesiones a las demandas de la última. El 8 de julio, el embajador entregó un nuevo borrador de acuerdo a Molotov, al que el comisario añadió un borrador de carta suplementaria estipulando la inclusión condicional de los Países Bajos y Suiza. Esta carta definía también la agresión indirecta como la acción de cualquiera de los estados garantizados bajo la amenaza de fuerza por otra potencia, o sin tal amenaza, implicando el uso de su territorio y fuerzas por esa potencia con el propósito de agresión, y consecuentemente la pérdida de la independencia del estado. El 11 de julio, Halifax sugirió a los franceses que, a cambio de la aceptación rusa de la fórmula anglo-francesa en la agresión indirecta (que estaba limitada a un cambio de política bajo amenaza directa, como en el caso checo de 1938), los dos gobiernos aceptarían la demanda rusa para la firma simultánea de los acuerdos militar y político. Los franceses al principio se opusieron a esto, pero luego aconsejaron a los británicos que aceptaran la demanda soviética en vez de arriesgarse a la ruptura de las negociaciones (79).
Mientras tanto, el 7 de julio, Berlín realizó un movimiento que se demostró crucial para el acercamiento con Moscú. En ese día, el embajador alemán en Moscú recibió instrucciones para ofrecer a Mikoyan un crédito de 200 millones de reichsmarks -la misma cantidad que el acuerdo de 1935 y tal como se ofreció en diciembre de 1938- y también para proponer una lista de asuntos a ser discutidos en negociaciones para un acuerdo de crédito-comercial. Tres días más tarde, la embajada reportó que Mikoyan había recibido estas propuestas con gran interés, diciendo que informaría a su gobierno y pronto daría una respuesta (80). El 19 de julio, Astakhov reportó a Molotov, con quien estaba obviamente en estrecho contacto, que los alemanes no dejaban escapar la oportunidad “de enterarnos de su disposición a cambiar su política hacia nosotros, y que todo dependía sólo de nosotros” (81). Claramente, el bando alemán estaba ansioso por continuar con las conversaciones. Moscú también estaba comunicativo, pues Stalin decidió que E. I. Babarin regresaría a Berlín como subjefe de la Delegación de Comercio soviética para negociar el acuerdo de crédito-comercial. El 13 de julio, Babarin asistió a una reunión del “Gabinete Stalin”, así que es probable que recibiera sus nuevas instrucciones esa tarde. Schulenburg reportó la decisión de enviar a Babarin el 16 de julio, y la prensa soviética anunció su partida para conducir negociaciones en Berlín el 22 de julio. Ribbentrop supuso que Astakhov y Babarin reportarían inmediatamente cada declaración alemana a Moscú, así que los expertos alemanes recibieron instrucciones de infiltrar ciertas declaraciones de Hitler en las negociaciones y para mantenerse en estrecho contacto telefónico con el ministro de exteriores alemán (82). Babarin cursó una visita a Schnurre el 18 de julio, y declaró que había sido autorizado a negociar un tratado comercial en la capital alemana, mientras el embajador alemán debía retomar las conversaciones en Moscú (83). Parece que Stalin había decidido que las negociaciones comerciales podían, después de todo, seguir adelante antes de establecer una “base política” o, como es más probable, que esperaba que las negociaciones comerciales condujeran a un acuerdo político. ¿Quizá enviar a Babarin a Berlín marcó otra fecha en la que Stalin decidió tratar con Hitler?
Japón también fue un elemento en la política soviética de 1939. Algunos historiadores ven la lucha entre las fuerzas japonesas y soviéticas en el verano de 1939 en Extremo Oriente, en la frontera entre Manchukuo y Mongolia, como muy importante o incluso central en la política de Stalin en esta época. Sin embargo, no parece haber sido importante, dado el pequeño tamaño de las fuerzas involucradas (84). Además, el brillante agente de la inteligencia soviética en Tokio, Richard Sorge -que tenía excelentes contactos en los altos círculos japoneses- reportó en junio que el ejército japonés no planeaba una guerra contra la URSS (85). Esta información, junto con los informes soviéticos de reconocimiento militar, habrían convencido a Stalin de que no había amenaza de una guerra mayor con Japón. No obstante, es imposible evaluar el papel de este conflicto prolongado y distante en la política europea de Stalin, pues los registros de alto-nivel del Politburó y las discusiones de política exterior del Gabinete de Stalin no están disponibles. Otro suceso en Extremo Oriente que puede haber causado alguna preocupación en Moscú implicaba a la política británica en esa región. Tras el bloqueo japonés de la concesión británica en Tientsin en junio, el gobierno británico firmó un acuerdo con Japón el 22 de julio, reconociendo las ganancias japonesas en China. Esto sentó mal en Moscú, que estaba apoyando a Chiang Kai-Shek.
Sin embargo, es probable que otro desarrollo con respecto a Gran Bretaña fue más preocupante para Stalin, pues estaba más cerca de casa. El gobierno británico mostraba ahora un renovado interés en alcanzar un acuerdo con Hitler, y esto se hizo del dominio público a través de las filtraciones de la prensa británica. Helmuth Wohlthat, un alto funcionario la Oficina del Plan Cuatrienal de Hermann Goering, condujo conversaciones en julio con algunos prominentes funcionarios británicos en Londres. Incluían al íntimo asesor de Chamberlain, Sir Horace Wilson, que supuestamente expresó un gran interés en un acuerdo pacífico con Alemania mediante un pacto de no-agresión, que haría posible para Gran Bretaña descartar sus garantía europeas del este. También hubo una conversación de un gran préstamo a Alemania. Algunos detalles de las conversaciones de Wohlthat fueron filtrados a la prensa por Robert S. Hudson, secretario de la Junta de Comercio Exterior, quien ya había llevado una delegación comercial británica a Moscú. Estas filtraciones aparecieron en la prensa británica el 22 de julio, con el cargo de que al menos un miembro del gobierno estaba involucrado en un nuevo intento de apaciguamiento (86).
JL
Mientras tanto, el 7 de julio, Berlín realizó un movimiento que se demostró crucial para el acercamiento con Moscú. En ese día, el embajador alemán en Moscú recibió instrucciones para ofrecer a Mikoyan un crédito de 200 millones de reichsmarks -la misma cantidad que el acuerdo de 1935 y tal como se ofreció en diciembre de 1938- y también para proponer una lista de asuntos a ser discutidos en negociaciones para un acuerdo de crédito-comercial. Tres días más tarde, la embajada reportó que Mikoyan había recibido estas propuestas con gran interés, diciendo que informaría a su gobierno y pronto daría una respuesta (80). El 19 de julio, Astakhov reportó a Molotov, con quien estaba obviamente en estrecho contacto, que los alemanes no dejaban escapar la oportunidad “de enterarnos de su disposición a cambiar su política hacia nosotros, y que todo dependía sólo de nosotros” (81). Claramente, el bando alemán estaba ansioso por continuar con las conversaciones. Moscú también estaba comunicativo, pues Stalin decidió que E. I. Babarin regresaría a Berlín como subjefe de la Delegación de Comercio soviética para negociar el acuerdo de crédito-comercial. El 13 de julio, Babarin asistió a una reunión del “Gabinete Stalin”, así que es probable que recibiera sus nuevas instrucciones esa tarde. Schulenburg reportó la decisión de enviar a Babarin el 16 de julio, y la prensa soviética anunció su partida para conducir negociaciones en Berlín el 22 de julio. Ribbentrop supuso que Astakhov y Babarin reportarían inmediatamente cada declaración alemana a Moscú, así que los expertos alemanes recibieron instrucciones de infiltrar ciertas declaraciones de Hitler en las negociaciones y para mantenerse en estrecho contacto telefónico con el ministro de exteriores alemán (82). Babarin cursó una visita a Schnurre el 18 de julio, y declaró que había sido autorizado a negociar un tratado comercial en la capital alemana, mientras el embajador alemán debía retomar las conversaciones en Moscú (83). Parece que Stalin había decidido que las negociaciones comerciales podían, después de todo, seguir adelante antes de establecer una “base política” o, como es más probable, que esperaba que las negociaciones comerciales condujeran a un acuerdo político. ¿Quizá enviar a Babarin a Berlín marcó otra fecha en la que Stalin decidió tratar con Hitler?
Japón también fue un elemento en la política soviética de 1939. Algunos historiadores ven la lucha entre las fuerzas japonesas y soviéticas en el verano de 1939 en Extremo Oriente, en la frontera entre Manchukuo y Mongolia, como muy importante o incluso central en la política de Stalin en esta época. Sin embargo, no parece haber sido importante, dado el pequeño tamaño de las fuerzas involucradas (84). Además, el brillante agente de la inteligencia soviética en Tokio, Richard Sorge -que tenía excelentes contactos en los altos círculos japoneses- reportó en junio que el ejército japonés no planeaba una guerra contra la URSS (85). Esta información, junto con los informes soviéticos de reconocimiento militar, habrían convencido a Stalin de que no había amenaza de una guerra mayor con Japón. No obstante, es imposible evaluar el papel de este conflicto prolongado y distante en la política europea de Stalin, pues los registros de alto-nivel del Politburó y las discusiones de política exterior del Gabinete de Stalin no están disponibles. Otro suceso en Extremo Oriente que puede haber causado alguna preocupación en Moscú implicaba a la política británica en esa región. Tras el bloqueo japonés de la concesión británica en Tientsin en junio, el gobierno británico firmó un acuerdo con Japón el 22 de julio, reconociendo las ganancias japonesas en China. Esto sentó mal en Moscú, que estaba apoyando a Chiang Kai-Shek.
Sin embargo, es probable que otro desarrollo con respecto a Gran Bretaña fue más preocupante para Stalin, pues estaba más cerca de casa. El gobierno británico mostraba ahora un renovado interés en alcanzar un acuerdo con Hitler, y esto se hizo del dominio público a través de las filtraciones de la prensa británica. Helmuth Wohlthat, un alto funcionario la Oficina del Plan Cuatrienal de Hermann Goering, condujo conversaciones en julio con algunos prominentes funcionarios británicos en Londres. Incluían al íntimo asesor de Chamberlain, Sir Horace Wilson, que supuestamente expresó un gran interés en un acuerdo pacífico con Alemania mediante un pacto de no-agresión, que haría posible para Gran Bretaña descartar sus garantía europeas del este. También hubo una conversación de un gran préstamo a Alemania. Algunos detalles de las conversaciones de Wohlthat fueron filtrados a la prensa por Robert S. Hudson, secretario de la Junta de Comercio Exterior, quien ya había llevado una delegación comercial británica a Moscú. Estas filtraciones aparecieron en la prensa británica el 22 de julio, con el cargo de que al menos un miembro del gobierno estaba involucrado en un nuevo intento de apaciguamiento (86).
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
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a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
Sin embargo, mientras tanto, los gobiernos británico y francés habían acordado el 12 de julio incluir en el tratado una fórmula sobre agresión indirecta más cercana a la versión soviética. El 17 de julio los dos embajadores presentaron un borrador a Molotov incluyendo su definición acordada de agresión indirecta. Ésta suponía la acción armada soviética en caso de que un estado cambiara su política bajo una clara amenaza de fuerza por otra potencia, y este cambio implicara el abandono de su independencia o neutralidad, pero en otros casos tenía que haber consultas. La ayuda tenía que darse de acuerdo con los principios de la Liga de las Naciones, pero sin necesidad de seguir el procedimiento de la Liga o esperar su acción. También proponía un protocolo secreto enumerando los países a ser garantizados, que incluían Polonia, Rumania, Estonia, Latvia y Finlandia. Molotov rechazó la fórmula anglo-francesa de agresión indirecta, diciendo que no cubría todas las contingencias. Ofreció la aceptación del presidente checo Emil Hacha de los términos de Hitler a mediados de marzo de 1939 como ejemplo de un estado cediendo a una amenaza sin que fuese reconocida como tal. Luego dijo que si los británicos y franceses no aceptaban la fórmula soviética de agresión indirecta, no tenía sentido continuar las conversaciones. No obstante, tras este ultimátum siguió insistiendo en que los acuerdos político y militar debían ser firmados al mismo tiempo y declaró que esto era el “principio fundamental”. Una vez convenido esto, dijo: “La cuestión de cómo un acuerdo sobre el texto de los artículos políticos iba a ser registrado era un asunto técnico de importancia secundaria”. Finalmente, preguntó si o no los gobiernos británico y francés “estaban realmente deseosos de abrir conversaciones militares”. Los dos embajadores le aseguraron que sí lo estaban y el embajador francés Émile Naggiar dijo incluso que su gobierno estaría deseoso de comenzar conversaciones militares inmediatamente, sin esperar a firmar el acuerdo político. Sin embargo, Seeds declaró que el gobierno británico estaba listo para comenzar conversaciones técnicas solamente si se alcanzaba un acuerdo sobre el artículo bajo disputa. Naggiar preguntó luego si el gobierno soviético aceptaría abrir conversaciones militares inmediatamente antes de la conclusión de las discusiones políticas, pero procediendo paralelamente con ellas. Molotov dijo que pensaba que el gobierno soviético podría aceptar. Stalin ganó este punto, que era presumiblemente el objetivo de la diatriba de Molotov, pues los embajadores fueron autorizados el 21 de julio a aceptar la demanda soviética para la simultánea entrada en vigor de los acuerdos militar y político. Informaron de esto a Molotov el 22 de julio -el día en que aparecieron las filtraciones en la prensa de Londres- con lo que insistió que las conversaciones militares comenzaran ya sin resolver los asuntos extraordinarios en un acuerdo político. El acuerdo anglo-francés a esta demanda fue transmitido el 21 de julio por “la fuente fiable” a la embajada alemana en Londres, que lo reportó a Berlín. El 25 de julio, se enviaron desde Londres las instrucciones apropiadas al embajador Seeds (87).
El gobierno polaco era escéptico de resultados positivos en estas negociaciones. Consideraba el regateo con los soviéticos como comprar en un “bazar oriental”, es decir, tratar con un taimado mercader que subía el precio constantemente. En cualquier caso, como ya se ha mencionado, los polacos estaban seguros de que los soviéticos les ayudarían en el caso de una agresión alemana, pues “el gobierno soviético estaría ansioso de ver a Hitler tan lejos de sus fronteras como fuese posible”. Mientras tanto, Beck advirtió que cualquier compromiso anglo-francés que involucrara a Polonia o los países bálticos tendría un “desafortunado efecto”. Esto era una velada advertencia en contra de empujarlos a los brazos de Alemania, cosa que siempre temieron los británicos y de esta forma deseaban evitar. Sin embargo, merece la pena observar que los británicos preveían el paso de tropas soviéticas en el caso de un ataque alemán sobre Polonia. Así, “las instrucciones a la Misión Militar británica a Moscú en agosto de 1939” para conversaciones de estado mayor con Rusia no excluían la entrada rusa en Polonia, aunque indicaban cierta ingenuidad sobre las creencias de los gobiernos polaco y soviético. La auténtica razón para la oposición polaca era el temor de que los rusos se quedaran -que era cierto- pero también el supuesto temor de que la estadía soviética allí llevaría a la “conversión al comunismo del campesinado”, lo que no era una fobia polaca. Al mismo tiempo, los autores del memorando creían que los rusos no estaban entusiasmados con lo de tener sus tropas en Polonia por temor a que cayeran bajo “influencias burguesas”, lo que no era un temor contemplado en Moscú. Finalmente, las “Instrucciones” percibían que el problema real era que aunque los polacos podrían aceptar “fuerzas aéreas” rusas y materias primas, no querían soldados rusos en su territorio. La conclusión a esta sección rezaba: “La posición es una que tendrá que ser manejada con considerable tacto” (88).
Mientras tanto, a medida que se estaban redactando las instrucciones para la delegación británica en preparación para su partida, las relaciones anglo-soviéticas estaban de capa caída. El 31 de julio, R. A. Butler, el subsecretario parlamentario de estado para asuntos exteriores, declaró en la Cámara de los Comunes que la principal diferencia entre las potencias occidentales y Moscú era “la cuestión de si transgrediríamos o no la independencia de los Estados Bálticos”. Esto irritó al Kremlin. Izvestiia comentó el 2 de agosto que la principal diferencia era que la fórmula británica dejaba una fisura para que un agresor hiciera justamente eso. Ese mismo día, la fórmula anglo-británica sobre agresión indirecta, definida como una amenaza clara a la independencia de un estado báltico y consultas en otros casos, fue ofrecida nuevamente a Molotov, que no la recibió bien. En estos momentos, las negociaciones soviético-occidentales cesaron, aunque los británicos, al menos, esperaban continuarlas paralelamente a las conversaciones militares. El 4 de agosto, cuando Strang acababa de recibir órdenes de partir de Moscú para Londres, las delegaciones francesa y británica partieron para Rusia en un pequeño y lento mercante, “The City of Exeter”. Llegaron a Leningrado el 10 de agosto, y a Moscú la mañana siguiente. Se optó por el viaje en un mercante porque la RAF no podía disponer de sus dos hidroaviones Sunderland para acomodar a la misión conjunta, mientras que un viaje por ferrocarril a través de Alemania era claramente desaconsejable y Halifax creía que enviar la misión en un destructor a través del Báltico sería provocativo. En cualquier caso, a los miembros de la delegación británica se les dijo que sólo eran negociadores, pues el acuerdo final de cualquier convenio militar descansaba en los gobiernos francés y británico. Además, “el principal asunto es definir las circunstancias en las que Francia y Gran Bretaña ayudarían al gobierno soviético si éste se sentía obligado a defender la independencia o neutralidad de uno de los estados bálticos. El acuerdo en este punto no se ha alcanzado”. Así, fueron instruidos: “Hasta el momento en que se concluya el acuerdo político, la Delegación debería ir muy despacio con las conversaciones, vigilando el avance de las negociaciones políticas y manteniéndose en un contacto muy estrecho con el embajador de Su Majestad”. En cambio, a la delegación francesa se le dieron plenos poderes para negociar y se le dijo que regresara con un acuerdo firmado. El 12 de agosto, el día que comenzaron en Moscú las conversaciones militares anglo-franco-soviéticas, se dice que Chamberlain había aprobado una nueva definición de agresión indirecta muy cercana a la definición soviética, pero en vista de lo que sucedió, no hubo oportunidad de discutirla (89). En ese momento, el liderazgo soviético tenía que considerar otras propuestas alemanas cada vez más tentadoras, lo que le permitió adoptar una actitud más dura hacia Francia y Gran Bretaña en las negociaciones de Moscú.
JL
El gobierno polaco era escéptico de resultados positivos en estas negociaciones. Consideraba el regateo con los soviéticos como comprar en un “bazar oriental”, es decir, tratar con un taimado mercader que subía el precio constantemente. En cualquier caso, como ya se ha mencionado, los polacos estaban seguros de que los soviéticos les ayudarían en el caso de una agresión alemana, pues “el gobierno soviético estaría ansioso de ver a Hitler tan lejos de sus fronteras como fuese posible”. Mientras tanto, Beck advirtió que cualquier compromiso anglo-francés que involucrara a Polonia o los países bálticos tendría un “desafortunado efecto”. Esto era una velada advertencia en contra de empujarlos a los brazos de Alemania, cosa que siempre temieron los británicos y de esta forma deseaban evitar. Sin embargo, merece la pena observar que los británicos preveían el paso de tropas soviéticas en el caso de un ataque alemán sobre Polonia. Así, “las instrucciones a la Misión Militar británica a Moscú en agosto de 1939” para conversaciones de estado mayor con Rusia no excluían la entrada rusa en Polonia, aunque indicaban cierta ingenuidad sobre las creencias de los gobiernos polaco y soviético. La auténtica razón para la oposición polaca era el temor de que los rusos se quedaran -que era cierto- pero también el supuesto temor de que la estadía soviética allí llevaría a la “conversión al comunismo del campesinado”, lo que no era una fobia polaca. Al mismo tiempo, los autores del memorando creían que los rusos no estaban entusiasmados con lo de tener sus tropas en Polonia por temor a que cayeran bajo “influencias burguesas”, lo que no era un temor contemplado en Moscú. Finalmente, las “Instrucciones” percibían que el problema real era que aunque los polacos podrían aceptar “fuerzas aéreas” rusas y materias primas, no querían soldados rusos en su territorio. La conclusión a esta sección rezaba: “La posición es una que tendrá que ser manejada con considerable tacto” (88).
Mientras tanto, a medida que se estaban redactando las instrucciones para la delegación británica en preparación para su partida, las relaciones anglo-soviéticas estaban de capa caída. El 31 de julio, R. A. Butler, el subsecretario parlamentario de estado para asuntos exteriores, declaró en la Cámara de los Comunes que la principal diferencia entre las potencias occidentales y Moscú era “la cuestión de si transgrediríamos o no la independencia de los Estados Bálticos”. Esto irritó al Kremlin. Izvestiia comentó el 2 de agosto que la principal diferencia era que la fórmula británica dejaba una fisura para que un agresor hiciera justamente eso. Ese mismo día, la fórmula anglo-británica sobre agresión indirecta, definida como una amenaza clara a la independencia de un estado báltico y consultas en otros casos, fue ofrecida nuevamente a Molotov, que no la recibió bien. En estos momentos, las negociaciones soviético-occidentales cesaron, aunque los británicos, al menos, esperaban continuarlas paralelamente a las conversaciones militares. El 4 de agosto, cuando Strang acababa de recibir órdenes de partir de Moscú para Londres, las delegaciones francesa y británica partieron para Rusia en un pequeño y lento mercante, “The City of Exeter”. Llegaron a Leningrado el 10 de agosto, y a Moscú la mañana siguiente. Se optó por el viaje en un mercante porque la RAF no podía disponer de sus dos hidroaviones Sunderland para acomodar a la misión conjunta, mientras que un viaje por ferrocarril a través de Alemania era claramente desaconsejable y Halifax creía que enviar la misión en un destructor a través del Báltico sería provocativo. En cualquier caso, a los miembros de la delegación británica se les dijo que sólo eran negociadores, pues el acuerdo final de cualquier convenio militar descansaba en los gobiernos francés y británico. Además, “el principal asunto es definir las circunstancias en las que Francia y Gran Bretaña ayudarían al gobierno soviético si éste se sentía obligado a defender la independencia o neutralidad de uno de los estados bálticos. El acuerdo en este punto no se ha alcanzado”. Así, fueron instruidos: “Hasta el momento en que se concluya el acuerdo político, la Delegación debería ir muy despacio con las conversaciones, vigilando el avance de las negociaciones políticas y manteniéndose en un contacto muy estrecho con el embajador de Su Majestad”. En cambio, a la delegación francesa se le dieron plenos poderes para negociar y se le dijo que regresara con un acuerdo firmado. El 12 de agosto, el día que comenzaron en Moscú las conversaciones militares anglo-franco-soviéticas, se dice que Chamberlain había aprobado una nueva definición de agresión indirecta muy cercana a la definición soviética, pero en vista de lo que sucedió, no hubo oportunidad de discutirla (89). En ese momento, el liderazgo soviético tenía que considerar otras propuestas alemanas cada vez más tentadoras, lo que le permitió adoptar una actitud más dura hacia Francia y Gran Bretaña en las negociaciones de Moscú.
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
Como ya se ha mencionado, la “fuente fiable” había informado a la embajada alemana en Londres el 21 de julio de las próximas negociaciones anglo-franco-soviéticas. Esto obligó a los alemanes a apurar sus esfuerzos para alcanzar un acuerdo con la URSS, que se hizo evidente en las conversaciones que ahora tenían lugar en Berlín. Las negociaciones del crédito-comercial germano-soviético proporcionaron una excelente oportunidad a ambas partes para sondearse entre sí sobre un posible trato político. De hecho, en esta época el futuro acuerdo germano-soviético sobre esferas de influencia fue esbozado en las conversaciones entre Schnurre por una parte y los dos representantes soviético, Astakhov y Babarin, por la otra. En una conversación preliminar entre Schnurre y Astakhov el 24 de julio, el primero dio la opinión alemana de tres fases para mejorar las relaciones: un acuerdo de crédito-comercial, relaciones de prensa y culturales, y acercamiento político. Dijo que no había conflicto entre los intereses soviéticos y alemanes, y Alemania no preveía hacer nada en el Báltico o en Besarabia que perjudicara los intereses soviéticos (90). La conversación más importante tuvo lugar el 26 de julio. Según el informe de Schnurre, habló con Astakhov y Babarin durante la cena en el restaurante Ewest, y la conversación duró hasta alrededor de las 12.30. El funcionario alemán enumeró de nuevo las tres fases para mejorar las relaciones y luego declaró que no había conflicto de intereses entre Alemania y la URSS en la región que se extendía desde el Báltico al Mar Negro, que iba a ser el eslogan usado en las declaraciones alemanas a Moscú de ahora en adelante. Según Schnurre, Astakhov dijo que estaba claro que las cuestiones de Danzig y el Corredor serían resueltas de una forma u otra a favor de Alemania. Luego preguntó si los antiguos territorios austriacos también retornarían a Alemania, especialmente las regiones de Galicia y Ucrania. Schnurre respondió que en todos estos asuntos no había conflicto de intereses entre Alemania y Rusia. Dijo también que sería incluso más fácil llegar a un entendimiento sobre Polonia, y subrayó que sus declaraciones estaban sancionadas por Ribbentrop. Astakhov dijo que reportaría todo esto a Moscú. En este punto, surgió el tema del crédito-comercial, pero Schnurre no dio detalles en su informe. Concluyó declarando su opinión de que el gobierno soviético todavía no se había decidido y estaba alargando las negociaciones con Inglaterra para mantener conjeturando a los británicos y alemanes (91).
En su registro de la conversación, Astakhov no reportó haciendo las declaraciones atribuidas a él por Schnurre. En cambio, escribió que el funcionario alemán se había esforzado mucho al expresar el deseo alemán de mejores relaciones germano-soviéticas, asegurando a los diplomáticos soviético que Alemania no tenía intenciones de actuar contra intereses soviéticos en los Estados Bálticos, y que había renunciado a cualquier interés en Ucrania. Astakhov comentó que no estaba claro si esto incluía las tierras ucranianas del antiguo Imperio Austro-Húngaro (92). Molotov felicitó a Astakhov en un telegrama enviado el 28 de julio, por escuchar simplemente las declaraciones de Schnurre y decir que las transmitiría a Moscú (93). Aunque Gorlov reconoce este contacto entre Astakhov y Molotov, no admite que implique informes e instrucciones anteriores. Ni ve ninguna indicación de esto en el telegrama de Molotov a Astakhov de 29 de julio, respondiendo al informe del último. El comisario escribió que si los alemanes eran sinceros en su deseo de mejorar relaciones con la URSS, entonces debían decir cómo creían que se debería hacer. Anotó que Schulenburg también había dicho recientemente que Alemania deseaba mejorar las relaciones con la URSS, pero no había hecho ninguna propuesta concreta. Molotov concluyó: “El asunto depende por completo de los alemanes. Por supuesto, daríamos la bienvenida a cualquier mejora de las relaciones políticas entre los dos bandos” (94). Claramente, Stalin y Molotov querían que los alemanes dijeran exactamente lo que estaban dispuestos a pagar por un acuerdo político con Moscú.
En realidad, los alemanes estaban ahora más que interesados; estaban ansiosos. La decisión franco-británica de enviar una delegación militar combinada a Moscú para negociar una alianza militar con la URSS tuvo un efecto electrizante en Hitler y Ribbentrop. Ordenaron a Weizsäcker que diera instrucciones a Schulenburg el 29 de julio para tantear a Molotov en sus impresiones de las conversaciones de Berlín entre Babarin, Astakhov y Schnurre. Ribbentrop mostró su impaciencia al hacer oficial la posición alemana el 2 de agosto; repitió entonces personalmente, a Astakhov, la declaración de Schnurre sobre la ausencia de conflicto entre los intereses alemanes y soviéticos en el área entre los mares Báltico y Negro, y dijo que podía alcanzarse un acuerdo sin dificultad. En cuanto a Polonia, pensaba que Alemania la destruiría en una campaña militar de una semana a diez días, aunque esperaba que esto no sería necesario. Astakhov repitió el mensaje de Molotov de que Moscú esperaba propuestas concretas, a lo que Ribbentrop respondió que quería saber primero si el gobierno soviético estaba interesado en conducir conversaciones en Berlín o en Moscú (95). Ribbentrop instruyó a Schulenburg para repetir sus declaraciones a Molotov, y el embajador así lo hizo el 3 de agosto. Sin embargo, Molotov se mostró reservado a pesar de la repetición de Schulenburg de la declaración de Ribbentrop de que no había conflicto de intereses alemanes y soviéticos entre los mares Báltico y Negro. El comisario recordó al embajador el apoyo alemán a la agresión japonesa contra la URSS, e insistió en que se firmase primero el acuerdo económico. Usó también una frase similar a la de su telegrama de 29 de julio a Astakhov: “Ahora todo depende de la línea de conducta del lado alemán”. Schulenburg tuvo la impresión de que el gobierno soviético desconfiaba todavía de Alemania y conduciría largas conversaciones con los franceses y británicos, de quienes también desconfiaba. Escribió que los alemanes tendrían que hacer tremendos esfuerzos para persuadir al gobierno soviético (96).
Mientras los alemanes presionaban por las negociaciones, Molotov seguía insistiendo que hicieran propuestas concretas y que primero se firmase el acuerdo de crédito-comercial. El 8 de agosto, Astakhov envió a Molotov una lista de lo que los alemanes estaban dispuestos a conceder, y era un gran reparto: desinterés por el destino de los Estados Bálticos -excepto por Lituania- y también Besarabia, así como la “Polonia rusa” [Polonia central, incluyendo Varsovia, parte del Imperio Ruso en 1914]. También se distanciaron de cualquier aspiración en Ucrania. A cambio, deseaban recibir confirmación del desinterés ruso en Danzig y en la antigua Polonia alemana [occidental o Polonia prusiana en 1914], con ajustes a favor de Alemania hasta el Warta, o incluso la línea del Vístula, y también en Galicia. Por supuesto, discusiones sobre lo de arriba sólo podían tener lugar si no había ningún acuerdo militar y político anglo-franco-soviético (97). Dos días más tarde, el 10 de agosto, Astakhov cablegrafió que según Schnurre, que acababa de regresar de ver a Ribbentrop en Obersalzburg el 8-9 de agosto, los alemanes querían conocer la actitud soviética hacia una solución pacífica o militar de la disputa polaco-alemana sobre Danzig y el Corredor. Si había guerra, Alemania no incidiría en intereses soviéticos, pero quería saber cuáles eran. No había ningún conflicto entre los intereses alemanes y soviéticos en la región entre los mares Báltico y Negro, pero la conclusión de un pacto soviético con Gran Bretaña y Francia sería una mala introducción a las negociaciones soviéticas con Alemania. Así, está claro que el 8-9 de agosto Hitler decidió presionar a Stalin para un acuerdo (98). El 11 de agosto, Molotov telegrafió a Astakhov que la lista de objetivos alemanes citados en su carta de 8 de agosto, “nos interesa”, pero su discusión requería una preparación. Los pasos intermedios deberían tomar la forma de un acuerdo de crédito-comercial, y un acuerdo sobre otras cuestiones. Esperaba que las negociaciones tuvieran lugar en Moscú (99).
La cuenta de Astakhov de lo que los alemanes estaban dispuestos a ofrecer, y luego su informe de lo que Schnurre le había dicho el 10 de agosto, debieron haber convencido a Stalin y Molotov de que había llegado el momento de comenzar negociaciones “concretas”, o puede haber sido debido a alguna información militar, o a una combinación de ambas cosas. Cincuenta años más tarde, a finales de diciembre de 1989, Alexander N. Yakovlev, miembro del Comité Central y presidente de la comisión para examinar los crímenes stalinistas y rehabilitar a las víctimas, habló al Segundo Congreso de los Diputados del Pueblo sobre la decisión de comenzar negociaciones con los alemanes. Declaró que Stalin fue informado el 7 de agosto de la disposición alemana para iniciar una acción militar [contra Polonia] cualquier día después del 25 de agosto. Dijo que la situación fue discutida el 11 de agosto en una reunión del Politburó, que también tuvo en cuenta los intentos de Hitler para establecer contacto directo con Chamberlain y el pronóstico pesimista de las [próximas] negociaciones militares [con la delegación anglo-francesa] en Moscú. En vista de todo lo de arriba, se decidió comenzar una discusión oficial de la cuestión planteada por los alemanes e informar a Berlín en consecuencia. Esta decisión, dijo Yakovlev, condujo al comienzo de las negociaciones germano-soviéticas en la reunión de Molotov con Schulenburg el 15 de agosto (100).
JL
En su registro de la conversación, Astakhov no reportó haciendo las declaraciones atribuidas a él por Schnurre. En cambio, escribió que el funcionario alemán se había esforzado mucho al expresar el deseo alemán de mejores relaciones germano-soviéticas, asegurando a los diplomáticos soviético que Alemania no tenía intenciones de actuar contra intereses soviéticos en los Estados Bálticos, y que había renunciado a cualquier interés en Ucrania. Astakhov comentó que no estaba claro si esto incluía las tierras ucranianas del antiguo Imperio Austro-Húngaro (92). Molotov felicitó a Astakhov en un telegrama enviado el 28 de julio, por escuchar simplemente las declaraciones de Schnurre y decir que las transmitiría a Moscú (93). Aunque Gorlov reconoce este contacto entre Astakhov y Molotov, no admite que implique informes e instrucciones anteriores. Ni ve ninguna indicación de esto en el telegrama de Molotov a Astakhov de 29 de julio, respondiendo al informe del último. El comisario escribió que si los alemanes eran sinceros en su deseo de mejorar relaciones con la URSS, entonces debían decir cómo creían que se debería hacer. Anotó que Schulenburg también había dicho recientemente que Alemania deseaba mejorar las relaciones con la URSS, pero no había hecho ninguna propuesta concreta. Molotov concluyó: “El asunto depende por completo de los alemanes. Por supuesto, daríamos la bienvenida a cualquier mejora de las relaciones políticas entre los dos bandos” (94). Claramente, Stalin y Molotov querían que los alemanes dijeran exactamente lo que estaban dispuestos a pagar por un acuerdo político con Moscú.
En realidad, los alemanes estaban ahora más que interesados; estaban ansiosos. La decisión franco-británica de enviar una delegación militar combinada a Moscú para negociar una alianza militar con la URSS tuvo un efecto electrizante en Hitler y Ribbentrop. Ordenaron a Weizsäcker que diera instrucciones a Schulenburg el 29 de julio para tantear a Molotov en sus impresiones de las conversaciones de Berlín entre Babarin, Astakhov y Schnurre. Ribbentrop mostró su impaciencia al hacer oficial la posición alemana el 2 de agosto; repitió entonces personalmente, a Astakhov, la declaración de Schnurre sobre la ausencia de conflicto entre los intereses alemanes y soviéticos en el área entre los mares Báltico y Negro, y dijo que podía alcanzarse un acuerdo sin dificultad. En cuanto a Polonia, pensaba que Alemania la destruiría en una campaña militar de una semana a diez días, aunque esperaba que esto no sería necesario. Astakhov repitió el mensaje de Molotov de que Moscú esperaba propuestas concretas, a lo que Ribbentrop respondió que quería saber primero si el gobierno soviético estaba interesado en conducir conversaciones en Berlín o en Moscú (95). Ribbentrop instruyó a Schulenburg para repetir sus declaraciones a Molotov, y el embajador así lo hizo el 3 de agosto. Sin embargo, Molotov se mostró reservado a pesar de la repetición de Schulenburg de la declaración de Ribbentrop de que no había conflicto de intereses alemanes y soviéticos entre los mares Báltico y Negro. El comisario recordó al embajador el apoyo alemán a la agresión japonesa contra la URSS, e insistió en que se firmase primero el acuerdo económico. Usó también una frase similar a la de su telegrama de 29 de julio a Astakhov: “Ahora todo depende de la línea de conducta del lado alemán”. Schulenburg tuvo la impresión de que el gobierno soviético desconfiaba todavía de Alemania y conduciría largas conversaciones con los franceses y británicos, de quienes también desconfiaba. Escribió que los alemanes tendrían que hacer tremendos esfuerzos para persuadir al gobierno soviético (96).
Mientras los alemanes presionaban por las negociaciones, Molotov seguía insistiendo que hicieran propuestas concretas y que primero se firmase el acuerdo de crédito-comercial. El 8 de agosto, Astakhov envió a Molotov una lista de lo que los alemanes estaban dispuestos a conceder, y era un gran reparto: desinterés por el destino de los Estados Bálticos -excepto por Lituania- y también Besarabia, así como la “Polonia rusa” [Polonia central, incluyendo Varsovia, parte del Imperio Ruso en 1914]. También se distanciaron de cualquier aspiración en Ucrania. A cambio, deseaban recibir confirmación del desinterés ruso en Danzig y en la antigua Polonia alemana [occidental o Polonia prusiana en 1914], con ajustes a favor de Alemania hasta el Warta, o incluso la línea del Vístula, y también en Galicia. Por supuesto, discusiones sobre lo de arriba sólo podían tener lugar si no había ningún acuerdo militar y político anglo-franco-soviético (97). Dos días más tarde, el 10 de agosto, Astakhov cablegrafió que según Schnurre, que acababa de regresar de ver a Ribbentrop en Obersalzburg el 8-9 de agosto, los alemanes querían conocer la actitud soviética hacia una solución pacífica o militar de la disputa polaco-alemana sobre Danzig y el Corredor. Si había guerra, Alemania no incidiría en intereses soviéticos, pero quería saber cuáles eran. No había ningún conflicto entre los intereses alemanes y soviéticos en la región entre los mares Báltico y Negro, pero la conclusión de un pacto soviético con Gran Bretaña y Francia sería una mala introducción a las negociaciones soviéticas con Alemania. Así, está claro que el 8-9 de agosto Hitler decidió presionar a Stalin para un acuerdo (98). El 11 de agosto, Molotov telegrafió a Astakhov que la lista de objetivos alemanes citados en su carta de 8 de agosto, “nos interesa”, pero su discusión requería una preparación. Los pasos intermedios deberían tomar la forma de un acuerdo de crédito-comercial, y un acuerdo sobre otras cuestiones. Esperaba que las negociaciones tuvieran lugar en Moscú (99).
La cuenta de Astakhov de lo que los alemanes estaban dispuestos a ofrecer, y luego su informe de lo que Schnurre le había dicho el 10 de agosto, debieron haber convencido a Stalin y Molotov de que había llegado el momento de comenzar negociaciones “concretas”, o puede haber sido debido a alguna información militar, o a una combinación de ambas cosas. Cincuenta años más tarde, a finales de diciembre de 1989, Alexander N. Yakovlev, miembro del Comité Central y presidente de la comisión para examinar los crímenes stalinistas y rehabilitar a las víctimas, habló al Segundo Congreso de los Diputados del Pueblo sobre la decisión de comenzar negociaciones con los alemanes. Declaró que Stalin fue informado el 7 de agosto de la disposición alemana para iniciar una acción militar [contra Polonia] cualquier día después del 25 de agosto. Dijo que la situación fue discutida el 11 de agosto en una reunión del Politburó, que también tuvo en cuenta los intentos de Hitler para establecer contacto directo con Chamberlain y el pronóstico pesimista de las [próximas] negociaciones militares [con la delegación anglo-francesa] en Moscú. En vista de todo lo de arriba, se decidió comenzar una discusión oficial de la cuestión planteada por los alemanes e informar a Berlín en consecuencia. Esta decisión, dijo Yakovlev, condujo al comienzo de las negociaciones germano-soviéticas en la reunión de Molotov con Schulenburg el 15 de agosto (100).
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
Las noticias supuestamente recibidas por Stalin el 7 de agosto pueden haber llegado del diplomático alemán Rudolf von Scheliha, un agente soviético pagado en la embajada alemana, Varsovia, con amplios contactos en los altos círculos políticos y militares alemanes. Según un documento ruso, Scheliha reportó el 7 de agosto que de acuerdo con el agregado militar alemán de la embajada alemana de Varsovia, el coronel Gerstenberg, que acababa de regresar de Berlín, Hitler había decidido la guerra y se esperaba el comienzo de la acción militar contra Polonia algún días después del 25 de agosto (101). Esta es la misma redacción que se usó en el informe de Yakovlev. No obstante, no hay registro de Hitler tomando semejante decisión alrededor del 5-7 de agosto, aunque es sabido que estaba furioso con los polacos por la crisis de las relaciones Polonia-Danzig y los informes sobre maltrato de alemanes en Polonia. (Los embajadores francés y británico cablegrafiaron a sus gobiernos que esos informes eran falsos). También se sabe que Hitler echó pestes contra los polacos ante el ministro de exteriores húngaro, István Csáky, a quien recibió en Berchtesgaden el 8 de agosto, pero dijo que todavía esperaba que los polacos serían razonables. También, el embajador alemán en Polonia, Hans Adolf von Moltke, recibió instrucciones de no regresar a Polonia (102). Así, si Gerstenberg había dicho lo que Scheliha reportó el 7 de agosto, esto se basó probablemente en rumores en los altos círculos militares y no en ninguna decisión de Hitler. Finalmente, según los registros alemanes, Hitler no dijo a sus líderes políticos y militares la fecha del ataque sobre Polonia -26 de agosto- hasta el 22 de agosto. En realidad, está claro que estableció esta fecha el 21 de agosto, cuando tenía el acuerdo con Stalin en el bote. (El 25 de agosto se cambió la fecha del ataque para el 1 de septiembre). Es posible, aunque no lo mencionó Yakovlev, que Stalin supiera de la reunión el 7 de agosto de un grupo de hombres de negocios británicos con Hermann Goering en la isla de Sylt para sondear las posibilidades de paz (103). Cualquiera que fuese el caso, el 12 de agosto -el mismísimo día que comenzaron en Moscú las conversaciones militares anglo-francesas y soviéticas- Astakhov dijo a Schnurre que tenía instrucciones de Molotov para decir que el gobierno soviético estaba interesado en discutir los grupos de cuestiones que habían sido planteados previamente, pero que esto sólo se podía llevar a cabo gradualmente y en Moscú, dejando la elección del negociador a los alemanes (104). Hitler se regocijó y compartió las buenas nuevas con el ministro de exteriores italiano Galeazzo Ciano, que lo estaba visitando en esos momentos (105). ¿Tal vez el 11 de agosto marcó el momento de la decisión final de Stalin de alinearse con Hitler, o fue un paso importante hacia esta dirección?
Los alemanes no perdieron tiempo tras oír el mensaje de Astakhov de 12 de agosto. Después de dos días de frenéticas consultas, Ribbentrop instruyó a Schulenburg para transmitir, a través de Molotov, un mensaje personal de Hitler para Stalin, y el embajador así lo hizo en la tarde del 15 de agosto. Hitler proponía que Ribbentrop fuese a Moscú tan pronto fuese posible para presentar las opiniones de Hitler ante Stalin. La parte clave del mensaje rezaba:
El gobierno del Reich es de la opinión de que no hay cuestiones entre el Mar Báltico y el Mar Negro que no puedan ser convenidas a completa satisfacción de ambos países. Entre esas están cuestiones como: el Mar Báltico, los Estados Bálticos, Polonia, cuestiones sur-orientales, etc.
Molotov dijo que daría una respuesta tras comunicar el mensaje a su gobierno, pero hizo una importante declaración. Se refirió a lo que se le había informado en junio por el ministro soviético en Roma como el “Plan Schulenburg” para mejorar las relaciones germano-soviéticas. Dijo que este “plan” estipulaba: (1) cooperación germano-soviética para regularizar las relaciones soviético-japonesas y la liquidación de sus conflictos fronterizos; (2) la conclusión de un pacto de no-agresión y una garantía mutua de los Estados Bálticos; (3) un amplio acuerdo económico entre las dos potencias. Molotov preguntó ahora si el gobierno alemán estaba interesado en “refrescar” o complementar los acuerdos germano-soviéticos existentes, o en un pacto de no-agresión. Caso positivo, podía haber negociaciones concretas. Schulenburg dijo que telegrafiaría las preguntas de Molotov a Berlín (106). Ésta fue ciertamente una propuesta soviética directa.
Aunque Molotov y Stalin no parecían tener prisa para concluir un acuerdo con Alemania, dieron a Hitler -que tenía prisa- algún ánimo indirecto. El 16 de agosto, un funcionario del Departamento de Noticias y Prensa del Ministerio de Exteriores alemán reportó que un tal M. Legrenier (no identificado) y un tal Mr. Barnes, descrito como un antiguo corresponsal del New York Herald Tribune en Moscú, ambos conocidos por disfrutar de excelentes relaciones con la embajada soviética en Berlín, habían dado cada uno cuentas independientes pero similares de sus conversaciones con Astakhov y el agregado de prensa soviético, Smirnov. Se reportó a los diplomáticos soviéticos como diciendo que Moscú intentaba alargar las negociaciones con las potencias occidentales hasta que Alemania arreglase la cuestión de Danzig con Polonia, un arreglo en el que Moscú no esperaba que se viesen involucradas las potencias occidentales, Después de esto, Rusia entraría en discusiones políticas con Alemania. Esta declaración también fue anotada por un funcionario de la oficina de Ribbentrop (107). Debió haber vuelto a Hitler aun más impaciente por asegurar un acuerdo con Stalin.
Se supo por algún tiempo que las propuestas alemanas que Schulenburg expresó a Molotov el 15 de agosto fueron reportadas ese día a Washington por el embajador americano en Moscú, Laurence A. Steinhardt. Habían sido comunicadas a Charles Bohlen de la embajada estadounidense por su compañero de tenis, Hans Heinrich (“Johnny”) von Herwarth, primer secretario en la embajada alemana, Moscú, y ayudante personal del embajador von Schulenburg. Ambos eran oponentes encubiertos del régimen nazi, pero deseaban el retorno pacífico de Danzig y parte del Corredor polaco a Alemania. En realidad, Schulenburg esperaba que un acuerdo germano-soviético lograría este propósito y evitaría así la guerra. Merece la pena observar que la información sobre conversaciones previas germano-soviéticas también había llegado a Washington y había provocado una reacción del presidente Franklin D. Roosevelt. Herwarth había pasado a Bohlen los contenidos de la conversación Schulenburg-Molotov de 3 de agosto, que la embajada estadounidense transmitió a Washington. No hay evidencia de que fuese pasada a los gobiernos británico, francés o polaco, pero Roosevelt advirtió al embajador soviético para Estados Unidos, Konstantin A. Oumansky, que si estallaba la guerra en Europa y Extremo Oriente, y si las potencias del Eje salían victoriosas, entonces Estados Unidos y la URSS se verían afectadas, pero la última se vería afectada inmediatamente. Por tanto, el presidente creía que un acuerdo contra una agresión por parte de otras potencias europeas tendría un efecto estabilizador. Este mensaje fue repetido por Steinhardt a Molotov el 16 de agosto, pero no pareció haber surgido ningún efecto (108). Tras esto, Washington pasó el segundo informe de Steinhardt a los británicos. El 17 de agosto, el Subsecretario de Estado estadounidense, Summer Welles, dijo al embajador británico en Washington, Sir Ronald Lindsay, que el embajador alemán en Moscú había visto a Molotov dos días antes y transmitido una declaración oral de Hitler a Stalin al efecto de que Alemania no tenía intenciones agresivas hacia la Unión Soviética, y que no había ningún conflicto de intereses entre las dos potencias “desde el Báltico al Mar Negro”. Así, Alemania estaba lista para discutir cualquier cuestión territorial en Europa Oriental y las conversaciones deberían comenzar muy pronto porque ya estaba dispuesta a enviar inmediatamente un negociador a Moscú (109). No obstante, este mensaje fue interceptado y demorado, muy probablemente por Francis Herbert King. Seis años más tarde, en la Conferencia de Potsdam, Anthony Eden dijo a Bohlen que debido a un espía comunista en la sala de claves de la Oficina de Exteriores, no fue recibido hasta después de que Berlín hubiera anunciado la próxima visita de Ribbentrop a Moscú. De hecho, el telegrama de Lindsay fue oficialmente registrado en la oficina de exteriores el 18 de agosto a las 9.30 a. m., pero no fue recibido en el Departamento Central hasta el 22 de agosto (110). Halifax dijo al embajador estadounidense, Joseph F. Kennedy, el 23 de agosto, que [Sir Robert G.] Vansittart [el principal asesor diplomático en la Oficina de Exteriores] “cree que hay una disposición en el acuerdo previendo la cuarta partición de Polonia” (111). Tal vez Vansittart había leído el telegrama de Lindsay, o quizás también el informe enviado ese día a París por el embajador francés en Berlín, Robert Coulondre. Cualquiera que fuese la fuente de Vansittart, informó a Halifax, que lo pasó a Kennedy.
No hay evidencia documental de que el gobierno británico comunicara los contenidos del telegrama de Lindsay -una vez que llegó al Departamento Central de la Oficina de Exteriores el 22 de agosto- al gobierno francés o al polaco. Lo mismo es cierto de la información con respecto al Pacto de No-Agresión Germano-Soviético firmado el 23 de agosto. De nuevo esta noticia fue transmitida por Herwarth a Bohlen y reportada por Steinhardt a Washington el 24 de agosto, comunicada por la última ese mismo día al embajador británico en Moscú (112). Debe suponerse que éste informó a su gobierno, pero no hay ningún documento publicado mostrando que el Departamento de Estado transmitiera esta noticia al embajador británico o francés en Washington. También está claro que el embajador polaco en Washington no fue informado, a pesar de que algunos altos funcionarios estadounidenses eran completamente sabedores de lo que significaba para Polonia. En cambio, el presidente Roosevelt decidió lanzar otro llamamiento por la paz a los jefes de estado europeos, incluyendo a Hitler y al presidente Ignacy Moscicki de Polonia (113). Es también extraño que aunque el embajador Coulondre había advertido a París el 22 de agosto de un inminente acuerdo germano-soviético, y dos días más tarde comunicó informes de altos círculos de Berlín de que había sido alcanzado un entendimiento germano-soviético “regularizando” la situación en Europa Oriental -incluyendo una partición de Polonia a lo largo del río Vístula-, no existe evidencia de que esto fuese comunicado al embajador polaco en París. Vansittart probablemente supo de ello a través de sus propios canales en Berlín o París. Quizás el primer ministro francés Daladier esperaba que, a pesar del Pacto de No-Agresión Germano-Soviético, el acuerdo francés al paso de tropas soviéticas por Polonia -enviado al general Joseph Documenc en Moscú en la noche del 21 de agosto- podría permitir todavía la conclusión de una alianza franco-británico-soviética para disuadir a Hitler de la guerra, incluso si ello significaba la anexión soviética de Polonia oriental, como reportó Coulondre tres días más tarde el 24 de agosto. (De hecho, Bonnet pudo haber previsto esto en mayo) (114). Si fue así, no sería del interés de Daladier informar al gobierno polaco del informe de Coulondre.
JL
Los alemanes no perdieron tiempo tras oír el mensaje de Astakhov de 12 de agosto. Después de dos días de frenéticas consultas, Ribbentrop instruyó a Schulenburg para transmitir, a través de Molotov, un mensaje personal de Hitler para Stalin, y el embajador así lo hizo en la tarde del 15 de agosto. Hitler proponía que Ribbentrop fuese a Moscú tan pronto fuese posible para presentar las opiniones de Hitler ante Stalin. La parte clave del mensaje rezaba:
El gobierno del Reich es de la opinión de que no hay cuestiones entre el Mar Báltico y el Mar Negro que no puedan ser convenidas a completa satisfacción de ambos países. Entre esas están cuestiones como: el Mar Báltico, los Estados Bálticos, Polonia, cuestiones sur-orientales, etc.
Molotov dijo que daría una respuesta tras comunicar el mensaje a su gobierno, pero hizo una importante declaración. Se refirió a lo que se le había informado en junio por el ministro soviético en Roma como el “Plan Schulenburg” para mejorar las relaciones germano-soviéticas. Dijo que este “plan” estipulaba: (1) cooperación germano-soviética para regularizar las relaciones soviético-japonesas y la liquidación de sus conflictos fronterizos; (2) la conclusión de un pacto de no-agresión y una garantía mutua de los Estados Bálticos; (3) un amplio acuerdo económico entre las dos potencias. Molotov preguntó ahora si el gobierno alemán estaba interesado en “refrescar” o complementar los acuerdos germano-soviéticos existentes, o en un pacto de no-agresión. Caso positivo, podía haber negociaciones concretas. Schulenburg dijo que telegrafiaría las preguntas de Molotov a Berlín (106). Ésta fue ciertamente una propuesta soviética directa.
Aunque Molotov y Stalin no parecían tener prisa para concluir un acuerdo con Alemania, dieron a Hitler -que tenía prisa- algún ánimo indirecto. El 16 de agosto, un funcionario del Departamento de Noticias y Prensa del Ministerio de Exteriores alemán reportó que un tal M. Legrenier (no identificado) y un tal Mr. Barnes, descrito como un antiguo corresponsal del New York Herald Tribune en Moscú, ambos conocidos por disfrutar de excelentes relaciones con la embajada soviética en Berlín, habían dado cada uno cuentas independientes pero similares de sus conversaciones con Astakhov y el agregado de prensa soviético, Smirnov. Se reportó a los diplomáticos soviéticos como diciendo que Moscú intentaba alargar las negociaciones con las potencias occidentales hasta que Alemania arreglase la cuestión de Danzig con Polonia, un arreglo en el que Moscú no esperaba que se viesen involucradas las potencias occidentales, Después de esto, Rusia entraría en discusiones políticas con Alemania. Esta declaración también fue anotada por un funcionario de la oficina de Ribbentrop (107). Debió haber vuelto a Hitler aun más impaciente por asegurar un acuerdo con Stalin.
Se supo por algún tiempo que las propuestas alemanas que Schulenburg expresó a Molotov el 15 de agosto fueron reportadas ese día a Washington por el embajador americano en Moscú, Laurence A. Steinhardt. Habían sido comunicadas a Charles Bohlen de la embajada estadounidense por su compañero de tenis, Hans Heinrich (“Johnny”) von Herwarth, primer secretario en la embajada alemana, Moscú, y ayudante personal del embajador von Schulenburg. Ambos eran oponentes encubiertos del régimen nazi, pero deseaban el retorno pacífico de Danzig y parte del Corredor polaco a Alemania. En realidad, Schulenburg esperaba que un acuerdo germano-soviético lograría este propósito y evitaría así la guerra. Merece la pena observar que la información sobre conversaciones previas germano-soviéticas también había llegado a Washington y había provocado una reacción del presidente Franklin D. Roosevelt. Herwarth había pasado a Bohlen los contenidos de la conversación Schulenburg-Molotov de 3 de agosto, que la embajada estadounidense transmitió a Washington. No hay evidencia de que fuese pasada a los gobiernos británico, francés o polaco, pero Roosevelt advirtió al embajador soviético para Estados Unidos, Konstantin A. Oumansky, que si estallaba la guerra en Europa y Extremo Oriente, y si las potencias del Eje salían victoriosas, entonces Estados Unidos y la URSS se verían afectadas, pero la última se vería afectada inmediatamente. Por tanto, el presidente creía que un acuerdo contra una agresión por parte de otras potencias europeas tendría un efecto estabilizador. Este mensaje fue repetido por Steinhardt a Molotov el 16 de agosto, pero no pareció haber surgido ningún efecto (108). Tras esto, Washington pasó el segundo informe de Steinhardt a los británicos. El 17 de agosto, el Subsecretario de Estado estadounidense, Summer Welles, dijo al embajador británico en Washington, Sir Ronald Lindsay, que el embajador alemán en Moscú había visto a Molotov dos días antes y transmitido una declaración oral de Hitler a Stalin al efecto de que Alemania no tenía intenciones agresivas hacia la Unión Soviética, y que no había ningún conflicto de intereses entre las dos potencias “desde el Báltico al Mar Negro”. Así, Alemania estaba lista para discutir cualquier cuestión territorial en Europa Oriental y las conversaciones deberían comenzar muy pronto porque ya estaba dispuesta a enviar inmediatamente un negociador a Moscú (109). No obstante, este mensaje fue interceptado y demorado, muy probablemente por Francis Herbert King. Seis años más tarde, en la Conferencia de Potsdam, Anthony Eden dijo a Bohlen que debido a un espía comunista en la sala de claves de la Oficina de Exteriores, no fue recibido hasta después de que Berlín hubiera anunciado la próxima visita de Ribbentrop a Moscú. De hecho, el telegrama de Lindsay fue oficialmente registrado en la oficina de exteriores el 18 de agosto a las 9.30 a. m., pero no fue recibido en el Departamento Central hasta el 22 de agosto (110). Halifax dijo al embajador estadounidense, Joseph F. Kennedy, el 23 de agosto, que [Sir Robert G.] Vansittart [el principal asesor diplomático en la Oficina de Exteriores] “cree que hay una disposición en el acuerdo previendo la cuarta partición de Polonia” (111). Tal vez Vansittart había leído el telegrama de Lindsay, o quizás también el informe enviado ese día a París por el embajador francés en Berlín, Robert Coulondre. Cualquiera que fuese la fuente de Vansittart, informó a Halifax, que lo pasó a Kennedy.
No hay evidencia documental de que el gobierno británico comunicara los contenidos del telegrama de Lindsay -una vez que llegó al Departamento Central de la Oficina de Exteriores el 22 de agosto- al gobierno francés o al polaco. Lo mismo es cierto de la información con respecto al Pacto de No-Agresión Germano-Soviético firmado el 23 de agosto. De nuevo esta noticia fue transmitida por Herwarth a Bohlen y reportada por Steinhardt a Washington el 24 de agosto, comunicada por la última ese mismo día al embajador británico en Moscú (112). Debe suponerse que éste informó a su gobierno, pero no hay ningún documento publicado mostrando que el Departamento de Estado transmitiera esta noticia al embajador británico o francés en Washington. También está claro que el embajador polaco en Washington no fue informado, a pesar de que algunos altos funcionarios estadounidenses eran completamente sabedores de lo que significaba para Polonia. En cambio, el presidente Roosevelt decidió lanzar otro llamamiento por la paz a los jefes de estado europeos, incluyendo a Hitler y al presidente Ignacy Moscicki de Polonia (113). Es también extraño que aunque el embajador Coulondre había advertido a París el 22 de agosto de un inminente acuerdo germano-soviético, y dos días más tarde comunicó informes de altos círculos de Berlín de que había sido alcanzado un entendimiento germano-soviético “regularizando” la situación en Europa Oriental -incluyendo una partición de Polonia a lo largo del río Vístula-, no existe evidencia de que esto fuese comunicado al embajador polaco en París. Vansittart probablemente supo de ello a través de sus propios canales en Berlín o París. Quizás el primer ministro francés Daladier esperaba que, a pesar del Pacto de No-Agresión Germano-Soviético, el acuerdo francés al paso de tropas soviéticas por Polonia -enviado al general Joseph Documenc en Moscú en la noche del 21 de agosto- podría permitir todavía la conclusión de una alianza franco-británico-soviética para disuadir a Hitler de la guerra, incluso si ello significaba la anexión soviética de Polonia oriental, como reportó Coulondre tres días más tarde el 24 de agosto. (De hecho, Bonnet pudo haber previsto esto en mayo) (114). Si fue así, no sería del interés de Daladier informar al gobierno polaco del informe de Coulondre.
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
Los motivos de la decisión de los gobiernos británico y francés de no comunicar a los polacos los términos del próximo acuerdo germano-soviético, y luego el propio acuerdo, no son conocidos. Es muy probable que todavía esperasen asegurar la alianza o neutralidad soviética, de ser necesario, a expensas de Polonia. Además, en la segunda mitad de agosto, Hitler estaba intensificando su presión sobre Polonia, así que los estadistas británicos y franceses estaban principalmente centrados en esta crisis, que amenazaba con degenerar en guerra. Pero también es un hecho que, aunque Halifax había mencionado la posibilidad de un acuerdo germano-soviético en una reunión del Gabinete en junio, la Oficina de Exteriores -al igual que los polacos- rechazó tomarlo seriamente, y esto a pesar de un número de informes recibidos entre mayo y julio de 1939 (115). En particular, las advertencias de Krivitsky sobre la inminencia de un pacto nazi-soviético habían sido desechadas por la oficina de exteriores como “estupideces”, “follones” y “directamente contrarias a toda nuestra otra información”. Fue sólo tras la conclusión del pacto que fue (Krivitsky) escuchado con más respeto. Tras esto, fue decisivo para desenmascarar espías soviéticos en la Oficina de Exteriores. Según una entrada inédita en el diario del Subsecretario de Estado Alexander Cadogan el 4 de septiembre, se recibió un telegrama ese día de Washington con una información sobre “filtraciones durante los últimos cuatro años, de alguien en comunicaciones”. King fue arrestado poco después y el 26 de septiembre Cadogan anotó que los investigadores estaban “tras la pista de otros” que permanecen desconocidos. En cualquier caso, todo el personal del departamento de comunicaciones fue despedido y se estableció un nuevo orden, aunque los topos soviéticos en otras partes continuarían el espionaje para Moscú durante muchos años por venir (116).
Como ya se ha mencionado, Polonia fue culpada frecuentemente por fuentes soviéticas y occidentales, tanto en la época como desde entonces, de la ruptura de las negociaciones militares anglo-franco-soviéticas en Moscú. Sin embargo, los documentos alemanes disponibles desde finales de la década de 1950, así como documentos rusos recientemente publicados, no sustentan esta afirmación. De hecho, un documento ruso arroja nueva luz sobre el pensamiento de Stalin justo antes de que llegara a Moscú la misión anglo-francesa. El 7 de agosto, Stalin dictó instrucciones a Voroshilov sobre cómo conducir las negociaciones con las delegaciones militares británica y francesa. A estas alturas, por supuesto, el “Vozhd” sabía que Hitler estaba preparado para ofrecerle lo que quisiera con respecto a Polonia, los Estados Bálticos y Europa suroriental. Lo que es sorprendente en estas instrucciones es la profunda desconfianza de Stalin de Francia y Gran Bretaña y la enumeración de las demandas rusas que esperaba rechazaran sus representantes. Merece la pena citar las instrucciones al completo:
1. acuerdo por ambas partes en el secreto;
2. primero, presente nuestros plenos poderes para conducir las negociaciones, y luego pregunte a los líderes de la delegación anglo-francesa si ellos también tienen plenos poderes de sus gobiernos para firmar un convenio militar con la URSS.
3. Si no tienen esos plenos poderes, muestre sorpresa, levante sus manos, y “respetuosamente” pregunte cuál fue el propósito de sus gobiernos para enviarlos a la URSS.
4. Si responden que fueron enviados para negociar y preparar el terreno para firmar el convenio militar, pregúnteles si tienen algún plan para defender a los futuros aliados, a saber, Francia, Inglaterra, la URSS, etc., contra una agresión del bloque de agresores en Europa.
5. Si sucede que no tienen ningún plan de defensa concreto contra una agresión en una u otra variante, que es improbable, entonces pregúnteles sobre la base de qué cuestiones, qué plan de defensa, piensan los franceses e ingleses conducirán negociaciones con la delegación militar de la URSS.
6. Si los franceses e ingleses insisten todavía en negociaciones, entonces dirija éstas a la discusión de cuestiones principales e independientes, fundamentalmente sobre el permiso de paso de nuestros ejércitos a través del corredor de Vilna y Galicia y también a través de Rumania.
7. Si sucede que el libre paso de nuestros ejércitos a través del territorio de Polonia y Rumania está descartado, entonces declare que sin [el cumplimiento de] esta condición el acuerdo es imposible, porque sin el libre paso de ejércitos soviéticos a través de los territorios indicados, cualquier variante de defensa contra una agresión está condenada al fracaso, [y] que no consideramos posible participar en una empresa que está condenada a fracasar.
8. A peticiones de que mostremos a las delegaciones francesa e inglesa nuestras fábricas de defensa, institutos, unidades militares y centros de instrucción militar, diga que después de la visita del piloto Lindbergh a la URSS en 1938, el gobierno soviético prohibió mostrar empresas de defensa y unidades militares a extranjeros, excepto a nuestros aliados, cuando éstos aparecen en la escena (117).
Es cierto que en su anterior memorando sobre las ideas soviéticas para las negociaciones, el jefe del Estado Mayor General soviético, Boris M. Shaposhnikov, había especificado el paso de tropas soviéticas a través de Polonia (contra Alemania) y a través de Rumania (para ayudar a Turquía) (118). En realidad, éstas serían las direcciones lógicas de la acción militar soviética contra Alemania, si se pretendía eso. Sin embargo, ningún documento ruso ha aparecido para probar que fuera así. Además, las instrucciones de Stalin a Voroshilov indican que no se esperaba una aceptación franco-británica a las demandas soviéticas. De hecho, Voroshilov dijo a un miembro de la delegación francesa casi al principio que no creía que los gobiernos polaco y rumano estuvieran pidiendo ayuda soviética, y según un informe francés, las demandas soviéticas para el paso de tropas a través de esos países no parecían ser sinceras (119).
De hecho, el gobierno soviético no había planteado el tema hasta que lo hizo Voroshilov en la primera reunión oficial de las delegaciones el 12 de agosto, e hizo de ello la condición principal rusa dos días más tarde. Merece la pena observar que en ese día, 14 de agosto, Voroshilov pidió una pausa de quince minutos cuando el jefe de la delegación británica, almirante Ernle Drax, preguntó cómo serían usadas las fuerzas armadas soviéticas si se concediera permiso de paso a través de Polonia y Rumania. Tras la pausa -cuando Voroshilov claramente consultó a Stalin- leyó una declaración de que las conversaciones no podían continuar ya que, sin una solución positiva a esta cuestión, el intento de concluir un convenio militar estaba “condenado al fracaso”. No obstante, una vez se recibiese una respuesta positiva, la misión militar soviética estaría dispuesta “a exponer su plan para una acción conjunta contra una agresión en Europa”. Tres días más tarde, al principiar la tarde del 17 de agosto, anunció que las negociaciones quedaban suspendidas hasta el 20 ó 21 de agosto, justificando esto por la falta de una respuesta franco-británica sobre el paso de tropas soviéticas a través de Polonia y Rumania. Sin embargo, estaba de acuerdo con la sugerencia británica de que las negociaciones se reanudaran en la fecha posterior (120).
La suspensión de las conversaciones de Moscú condujo a agotadores esfuerzos anglo-franceses -más franceses que británicos- para asegurar la aceptación del gobierno polaco al paso de tropas soviéticas. Sin embargo, los polacos dijeron que no se podía confiar en los rusos. No había seguridad, dijeron, de que una vez estuvieran en suelo polaco, combatieran a los alemanes. Se esperaba que la URSS fuese neutral en una guerra polaco-alemana, así que una vez entraran, no combatirían, sino que permanecerían, esto es, anexión de Polonia oriental. También se mencionó el dogma de Pilsudski de que no podía permitirse ninguna tropa extranjera en suelo polaco, y la creencia polaca de que mientras los alemanes amenazaban a los polacos con la destrucción física, los soviéticos amenazaban con destruir sus almas. En última instancia, todo lo que se pudo obtener el 19 de agosto fue el acuerdo polaco para que la misión militar anglo-francesa transmitiera la respuesta negativa de los polacos, o para decir que la cuestión no había sido planteada en Varsovia. El capitán Beaufre, enviado a la capital polaca desde Moscú, partió con este mensaje el 20 de agosto, llegando a Moscú el día siguiente. El agregado militar francés en Varsovia, general Félix Musse, telegrafió la noticia a París esa tarde y, según Beaufre, también al general Doumenc en Moscú (121).
JL
Como ya se ha mencionado, Polonia fue culpada frecuentemente por fuentes soviéticas y occidentales, tanto en la época como desde entonces, de la ruptura de las negociaciones militares anglo-franco-soviéticas en Moscú. Sin embargo, los documentos alemanes disponibles desde finales de la década de 1950, así como documentos rusos recientemente publicados, no sustentan esta afirmación. De hecho, un documento ruso arroja nueva luz sobre el pensamiento de Stalin justo antes de que llegara a Moscú la misión anglo-francesa. El 7 de agosto, Stalin dictó instrucciones a Voroshilov sobre cómo conducir las negociaciones con las delegaciones militares británica y francesa. A estas alturas, por supuesto, el “Vozhd” sabía que Hitler estaba preparado para ofrecerle lo que quisiera con respecto a Polonia, los Estados Bálticos y Europa suroriental. Lo que es sorprendente en estas instrucciones es la profunda desconfianza de Stalin de Francia y Gran Bretaña y la enumeración de las demandas rusas que esperaba rechazaran sus representantes. Merece la pena citar las instrucciones al completo:
1. acuerdo por ambas partes en el secreto;
2. primero, presente nuestros plenos poderes para conducir las negociaciones, y luego pregunte a los líderes de la delegación anglo-francesa si ellos también tienen plenos poderes de sus gobiernos para firmar un convenio militar con la URSS.
3. Si no tienen esos plenos poderes, muestre sorpresa, levante sus manos, y “respetuosamente” pregunte cuál fue el propósito de sus gobiernos para enviarlos a la URSS.
4. Si responden que fueron enviados para negociar y preparar el terreno para firmar el convenio militar, pregúnteles si tienen algún plan para defender a los futuros aliados, a saber, Francia, Inglaterra, la URSS, etc., contra una agresión del bloque de agresores en Europa.
5. Si sucede que no tienen ningún plan de defensa concreto contra una agresión en una u otra variante, que es improbable, entonces pregúnteles sobre la base de qué cuestiones, qué plan de defensa, piensan los franceses e ingleses conducirán negociaciones con la delegación militar de la URSS.
6. Si los franceses e ingleses insisten todavía en negociaciones, entonces dirija éstas a la discusión de cuestiones principales e independientes, fundamentalmente sobre el permiso de paso de nuestros ejércitos a través del corredor de Vilna y Galicia y también a través de Rumania.
7. Si sucede que el libre paso de nuestros ejércitos a través del territorio de Polonia y Rumania está descartado, entonces declare que sin [el cumplimiento de] esta condición el acuerdo es imposible, porque sin el libre paso de ejércitos soviéticos a través de los territorios indicados, cualquier variante de defensa contra una agresión está condenada al fracaso, [y] que no consideramos posible participar en una empresa que está condenada a fracasar.
8. A peticiones de que mostremos a las delegaciones francesa e inglesa nuestras fábricas de defensa, institutos, unidades militares y centros de instrucción militar, diga que después de la visita del piloto Lindbergh a la URSS en 1938, el gobierno soviético prohibió mostrar empresas de defensa y unidades militares a extranjeros, excepto a nuestros aliados, cuando éstos aparecen en la escena (117).
Es cierto que en su anterior memorando sobre las ideas soviéticas para las negociaciones, el jefe del Estado Mayor General soviético, Boris M. Shaposhnikov, había especificado el paso de tropas soviéticas a través de Polonia (contra Alemania) y a través de Rumania (para ayudar a Turquía) (118). En realidad, éstas serían las direcciones lógicas de la acción militar soviética contra Alemania, si se pretendía eso. Sin embargo, ningún documento ruso ha aparecido para probar que fuera así. Además, las instrucciones de Stalin a Voroshilov indican que no se esperaba una aceptación franco-británica a las demandas soviéticas. De hecho, Voroshilov dijo a un miembro de la delegación francesa casi al principio que no creía que los gobiernos polaco y rumano estuvieran pidiendo ayuda soviética, y según un informe francés, las demandas soviéticas para el paso de tropas a través de esos países no parecían ser sinceras (119).
De hecho, el gobierno soviético no había planteado el tema hasta que lo hizo Voroshilov en la primera reunión oficial de las delegaciones el 12 de agosto, e hizo de ello la condición principal rusa dos días más tarde. Merece la pena observar que en ese día, 14 de agosto, Voroshilov pidió una pausa de quince minutos cuando el jefe de la delegación británica, almirante Ernle Drax, preguntó cómo serían usadas las fuerzas armadas soviéticas si se concediera permiso de paso a través de Polonia y Rumania. Tras la pausa -cuando Voroshilov claramente consultó a Stalin- leyó una declaración de que las conversaciones no podían continuar ya que, sin una solución positiva a esta cuestión, el intento de concluir un convenio militar estaba “condenado al fracaso”. No obstante, una vez se recibiese una respuesta positiva, la misión militar soviética estaría dispuesta “a exponer su plan para una acción conjunta contra una agresión en Europa”. Tres días más tarde, al principiar la tarde del 17 de agosto, anunció que las negociaciones quedaban suspendidas hasta el 20 ó 21 de agosto, justificando esto por la falta de una respuesta franco-británica sobre el paso de tropas soviéticas a través de Polonia y Rumania. Sin embargo, estaba de acuerdo con la sugerencia británica de que las negociaciones se reanudaran en la fecha posterior (120).
La suspensión de las conversaciones de Moscú condujo a agotadores esfuerzos anglo-franceses -más franceses que británicos- para asegurar la aceptación del gobierno polaco al paso de tropas soviéticas. Sin embargo, los polacos dijeron que no se podía confiar en los rusos. No había seguridad, dijeron, de que una vez estuvieran en suelo polaco, combatieran a los alemanes. Se esperaba que la URSS fuese neutral en una guerra polaco-alemana, así que una vez entraran, no combatirían, sino que permanecerían, esto es, anexión de Polonia oriental. También se mencionó el dogma de Pilsudski de que no podía permitirse ninguna tropa extranjera en suelo polaco, y la creencia polaca de que mientras los alemanes amenazaban a los polacos con la destrucción física, los soviéticos amenazaban con destruir sus almas. En última instancia, todo lo que se pudo obtener el 19 de agosto fue el acuerdo polaco para que la misión militar anglo-francesa transmitiera la respuesta negativa de los polacos, o para decir que la cuestión no había sido planteada en Varsovia. El capitán Beaufre, enviado a la capital polaca desde Moscú, partió con este mensaje el 20 de agosto, llegando a Moscú el día siguiente. El agregado militar francés en Varsovia, general Félix Musse, telegrafió la noticia a París esa tarde y, según Beaufre, también al general Doumenc en Moscú (121).
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
Debería observarse que antes y durante las negociaciones de Moscú, las indirectas soviéticas a los alemanes parecían destinadas a incrementar el deseo de Berlín por un acuerdo con la URSS. Así, el 10 de agosto, Schulenburg reportó desde Moscú que según “una fuente fiable”, los británicos estaban concediendo el derecho soviético, en el caso de un ataque directo sobre un estado báltico, a trasladar tropas bajo la garantía, incluso si el estado en cuestión no solicitaba ayuda. Esto se puede haber referido a una nueva fórmula discutida en la Oficina de Exteriores. En este caso, pudo haber sido obtenida por King y pasada a Moscú. El 14 de agosto, la embajada alemana en Londres pasó otro informe de la “fuente fiable” de que Strang, que acababa de regresar de Moscú, era optimista acerca de una alianza entre Gran Bretaña, Francia y la URSS. Además, como ya se mencionó, el 16 de agosto, el Ministerio de Exteriores alemán supo que, según Astakhov y Smirnov, el bando soviético estaba alargando deliberadamente las negociaciones hasta que la cuestión Danzig-Corredor fuese resuelta a favor de Alemania. Finalmente, el 17 de agosto, la embajada alemana en Londres reportó que según la “fuente fiable”, las negociaciones de Moscú estaban yendo bien y los polacos estaba preparados para comenzar conversaciones de estado mayor con los soviéticos (122). Esta noticia es improbable que haya venido de la misión anglo-francesa o de las oficinas de Exteriores o Guerra británicas, así que puede haber sido una invención soviética ideada para preocupar a los alemanes.
A fin de cuentas, los líderes soviéticos no esperaron por los resultados de los esfuerzos anglo-franceses en Varsovia, sino que decidieron suspender las negociaciones militares antes de que comenzaran esos esfuerzos. De hecho, había una conexión directa entre la instrucción de Hitler de 16 de agosto a Schulenburg para ver a Molotov, y la suspensión de las negociaciones militares por Voroshilov al día siguiente. La directiva de Hitler a Schulenburg para buscar una cita inmediata con Molotov llevó al embajador a instruir al consejero Hilger a las 10 a. m. del 17 de agosto a solicitar una audiencia para el embajador con el comisario. Al saber esto, Stalin ordenó a Voroshilov confrontar a los delegados militares franceses y británicos con la demanda de que proporcionaran una respuesta al paso de tropas soviéticas a través de Polonia, y como ya se mencionó, las negociaciones fueron suspendidas esa tarde hasta el 21 de agosto. Stalin también instruyó a Molotov el 17 de agosto para ver al embajador alemán a las 8 p. m. lo más tardar, para escuchar lo que tenía que decir (123). Cuando Molotov se encontró con Schulenburg esa noche, el embajador alemán declaró que su gobierno estaba preparado para concluir un pacto de no-agresión con la URSS y a dar una garantía conjunta germano-soviética a los Estados Bálticos. También estaba dispuesto a usar sus mediaciones para mejorar las relaciones soviético-japonesas. Además, Hitler creía que dada la peligrosa situación -guerra inminente con Polonia- Ribbentrop estaba listo para ir a Moscú como plenipotenciario alemán cualquier momento después del 18 de agosto, para negociar y firmar el acuerdo de no-agresión. Schulenburg también dio al comisario un recordatorio para este efecto. Por su parte, Molotov dio al embajador un recordatorio declarando que el primer paso debería ser la conclusión del acuerdo de crédito-comercial, y luego la firma de un pacto de no-agresión o confirmación del tratado de neutralidad de 1926; éste sería firmado simultáneamente con un protocolo secreto sobre el interés de las dos partes en éstas y otras cuestiones de política exterior. El protocolo sería una parte orgánica del pacto. Schulenburg preguntó sobre el protocolo secreto, pero Molotov dijo que primero debía haber un borrador del pacto de no-agresión, o la confirmación de un acuerdo de neutralidad. Ribbentrop podía venir a Moscú esa semana, o la siguiente (124).
Dos días más tarde, el 19 de agosto a las 9.30 p. m. hora de París -11.30 p. m. hora de Moscú- Daladier recibió un mensaje telefónico del general Musse en Polonia sobre el fracaso de los esfuerzos franceses para conseguir que los polacos aceptaran el paso de tropas soviéticas. Aunque esta noticia llegara a Stalin inmediatamente, bien desde Varsovia o desde París, es improbable que pudiera ser descifrada hasta muy de noche, y en cualquier caso, Molotov había propuesto un acuerdo de no-agresión y un protocolo secreto al embajador alemán dos días antes. Lo que es más, en la tarde del 19 de agosto -es decir, antes de que la respuesta polaca fuera reportada por Musse a Daladier en París y/o a Doumenc en Moscú- Molotov llamó dos veces a Schulenburg para verle. En la segunda ocasión, entregó al embajador el texto soviético propuesto del tratado de no-agresión, aunque no suministró un borrador del protocolo secreto, diciendo que esto sería negociado más tarde. Es importante que, a diferencia de los anteriores pactos de no-agresión soviéticos, este pacto no estipulaba su derogación si una de las partes se veía involucrada en una agresión contra un tercer país. Así, Hitler sabía que Moscú no tenía objeción a su ataque sobre Polonia. Y en el recordatorio soviético de 17 de agosto, la postdata al borrador soviético de 19 de agosto declaraba que el pacto entraría en vigor sólo con la firma simultánea de un protocolo secreto basado en puntos de interés a la política exterior de ambas partes, y que este protocolo iba a formar una parte integral del pacto (125). De esta forma, está claro que la parte soviética estipuló esta condición. Con respecto al acuerdo de crédito-comercial germano-soviético, fue firmado en Berlín el 19 de agosto. No obstante, como dijo Schnurre a Fleischhauer muchos años más tarde, la directiva para Babarin para firmar no llegó de Moscú hasta muy tarde esa noche (126).
No se sabe exactamente qué movió a Stalin para que Molotov entregara a Schulenburg un borrador del pacto de no-agresión el 19 de agosto, aunque se puede suponer que la presión de Hitler para la visita de Ribbentrop a Moscú dentro de los días siguientes debió haber sido el factor clave. Sin embargo, Fleischhauer y la mayoría de los historiadores rusos ofrecen otra explicación, que está en general de acuerdo con parte del informe de Yakovlev de 23 de diciembre de 1989, sobre el pacto de no-agresión. Yakovlev declaró que el 19-20 de agosto, Stalin recibió indicios documentados de que Inglaterra, Francia y Polonia no cambiarían su actitud. Yakovlev llegó a decir que Stalin aparentemente esperaba influir a Francia y Gran Bretaña concluyendo el pacto, pero calculó mal, pues después de que fue firmado, las potencias occidentales perdieron todo interés constructivo en la URSS (127). Sin embargo, debería observarse con respecto a la primera declaración que Molotov había hecho a Schulenburg dos días antes, el 17 de agosto, que el gobierno soviético estaba preparado para firmar un pacto de no-agresión con Alemania, y que un protocolo secreto debía ser una parte integral de él. En cuanto a la segunda declaración de Yakovlev, no es cierto que Francia y Gran Bretaña perdieron interés en un tratado con la URSS, como atestigua el acuerdo de Daladier de 21 de agosto para el paso de tropas soviéticas a través de Polonia. Los británicos declararon su acuerdo el 24 de agosto, es decir, después de la firma del pacto de no-agresión (véase abajo). Aún así, es posible que Stalin intentara usar el pacto como una palanca para obligar a las potencias occidentales a garantizar su demanda con respecto a Polonia y Rumania, pues sólo podía haber dado la bienvenida a la aprobación británica y francesa de la entrada militar soviética en esos países. O podría haber calculado que si tenía acuerdo con ambas partes y Alemania se apoderaba de Polonia occidental, septentrional y central, podía anexionar Polonia oriental y justificar esto por razones de seguridad soviética sin poner en peligro una alianza con las potencias occidentales. Cualesquiera que fuesen los cálculos de Stalin, el 21 de agosto aceptó la petición personal de Hitler para que Ribbentrop fuese a Moscú y se fijó la fecha para el 23 de agosto (128). Difícilmente podía rehusar la petición del Führer sin arriesgar la pérdida del pacto de no-agresión.
Como ya se mencionó, los gobiernos alemán y soviético anunciaron la firma del acuerdo económico y la próxima visita de Ribbentrop a Moscú el 21 y 22 de agosto respectivamente. Las conversaciones anglo-franco-soviéticas, suspendidas el 17 de agosto, se reanudaron a las 11.03 a. m. el 21 de agosto, pero fueron pospuestas a las 5.25 p. m. por un tiempo indefinido. No fueron reanudadas pese a la instrucción de Daladier, enviada al general Doumenc en la noche del 21 de agosto, de que Francia aceptaba el paso de tropas soviéticas a través de Polonia, es decir, a través del corredor Wilno y, de ser necesario, también a través de Galicia y Rumania. La entrega de esta instrucción fue demorada por la inteligencia soviética durante varias horas, por lo que fue transmitida por el general francés a Voroshilov a las 6.30 p. m. el día siguiente. El último no la encontró suficiente porque la delegación británica no había anunciado el acuerdo de su gobierno, incluso aunque no disentía. [Se instruyó a Drax para que se vinculara con Doumenc el 24 de agosto]. Además, Voroshilov hizo ahora una nueva demanda: que los propios gobiernos polaco y rumano dieran su acuerdo, y Molotov repitió la misma demanda a Naggiar (129). El gobierno francés se agarró a este clavo ardiendo para perseguir un acuerdo con la URSS independientemente del pacto de no-agresión. En 1946, Daladier se defendió públicamente contra las acusaciones de impedir una alianza anglo-franco-soviética en 1939. Afirmó haber llamado al embajador polaco Lukasiewicz la mañana del 21 de agosto y que le dijo que si no le informaba esa tarde, tras telefonear a Varsovia, que el gobierno polaco consentía el paso de tropas soviéticas, él, Daladier, plantearía toda la cuestión de la alianza franco-polaca en una reunión del Consejo de Ministros. Si, no obstante, el embajador no manifestaba la oposición polaca por la tarde, Daladier telegrafiaría al general Doumenc autorizándole a firmar el convenio militar que fue propuesto [por los soviéticos]. Sin embargo, el embajador Lukasiewicz negó que Daladier le hubiera presentado este ultimátum. El embajador escribió que si esto hubiera ocurrido, habría rechazado aceptarlo, o propuesto que fuese enviado al embajador Noël para su entrega en Varsovia, o hubiera amenazado con dimitir y hacer esto público, algo que habría sido muy inconveniente para Daladier (130). Como se mencionó arriba, de cualquier forma Daladier envió la aceptación francesa a Doumenc.
JL
A fin de cuentas, los líderes soviéticos no esperaron por los resultados de los esfuerzos anglo-franceses en Varsovia, sino que decidieron suspender las negociaciones militares antes de que comenzaran esos esfuerzos. De hecho, había una conexión directa entre la instrucción de Hitler de 16 de agosto a Schulenburg para ver a Molotov, y la suspensión de las negociaciones militares por Voroshilov al día siguiente. La directiva de Hitler a Schulenburg para buscar una cita inmediata con Molotov llevó al embajador a instruir al consejero Hilger a las 10 a. m. del 17 de agosto a solicitar una audiencia para el embajador con el comisario. Al saber esto, Stalin ordenó a Voroshilov confrontar a los delegados militares franceses y británicos con la demanda de que proporcionaran una respuesta al paso de tropas soviéticas a través de Polonia, y como ya se mencionó, las negociaciones fueron suspendidas esa tarde hasta el 21 de agosto. Stalin también instruyó a Molotov el 17 de agosto para ver al embajador alemán a las 8 p. m. lo más tardar, para escuchar lo que tenía que decir (123). Cuando Molotov se encontró con Schulenburg esa noche, el embajador alemán declaró que su gobierno estaba preparado para concluir un pacto de no-agresión con la URSS y a dar una garantía conjunta germano-soviética a los Estados Bálticos. También estaba dispuesto a usar sus mediaciones para mejorar las relaciones soviético-japonesas. Además, Hitler creía que dada la peligrosa situación -guerra inminente con Polonia- Ribbentrop estaba listo para ir a Moscú como plenipotenciario alemán cualquier momento después del 18 de agosto, para negociar y firmar el acuerdo de no-agresión. Schulenburg también dio al comisario un recordatorio para este efecto. Por su parte, Molotov dio al embajador un recordatorio declarando que el primer paso debería ser la conclusión del acuerdo de crédito-comercial, y luego la firma de un pacto de no-agresión o confirmación del tratado de neutralidad de 1926; éste sería firmado simultáneamente con un protocolo secreto sobre el interés de las dos partes en éstas y otras cuestiones de política exterior. El protocolo sería una parte orgánica del pacto. Schulenburg preguntó sobre el protocolo secreto, pero Molotov dijo que primero debía haber un borrador del pacto de no-agresión, o la confirmación de un acuerdo de neutralidad. Ribbentrop podía venir a Moscú esa semana, o la siguiente (124).
Dos días más tarde, el 19 de agosto a las 9.30 p. m. hora de París -11.30 p. m. hora de Moscú- Daladier recibió un mensaje telefónico del general Musse en Polonia sobre el fracaso de los esfuerzos franceses para conseguir que los polacos aceptaran el paso de tropas soviéticas. Aunque esta noticia llegara a Stalin inmediatamente, bien desde Varsovia o desde París, es improbable que pudiera ser descifrada hasta muy de noche, y en cualquier caso, Molotov había propuesto un acuerdo de no-agresión y un protocolo secreto al embajador alemán dos días antes. Lo que es más, en la tarde del 19 de agosto -es decir, antes de que la respuesta polaca fuera reportada por Musse a Daladier en París y/o a Doumenc en Moscú- Molotov llamó dos veces a Schulenburg para verle. En la segunda ocasión, entregó al embajador el texto soviético propuesto del tratado de no-agresión, aunque no suministró un borrador del protocolo secreto, diciendo que esto sería negociado más tarde. Es importante que, a diferencia de los anteriores pactos de no-agresión soviéticos, este pacto no estipulaba su derogación si una de las partes se veía involucrada en una agresión contra un tercer país. Así, Hitler sabía que Moscú no tenía objeción a su ataque sobre Polonia. Y en el recordatorio soviético de 17 de agosto, la postdata al borrador soviético de 19 de agosto declaraba que el pacto entraría en vigor sólo con la firma simultánea de un protocolo secreto basado en puntos de interés a la política exterior de ambas partes, y que este protocolo iba a formar una parte integral del pacto (125). De esta forma, está claro que la parte soviética estipuló esta condición. Con respecto al acuerdo de crédito-comercial germano-soviético, fue firmado en Berlín el 19 de agosto. No obstante, como dijo Schnurre a Fleischhauer muchos años más tarde, la directiva para Babarin para firmar no llegó de Moscú hasta muy tarde esa noche (126).
No se sabe exactamente qué movió a Stalin para que Molotov entregara a Schulenburg un borrador del pacto de no-agresión el 19 de agosto, aunque se puede suponer que la presión de Hitler para la visita de Ribbentrop a Moscú dentro de los días siguientes debió haber sido el factor clave. Sin embargo, Fleischhauer y la mayoría de los historiadores rusos ofrecen otra explicación, que está en general de acuerdo con parte del informe de Yakovlev de 23 de diciembre de 1989, sobre el pacto de no-agresión. Yakovlev declaró que el 19-20 de agosto, Stalin recibió indicios documentados de que Inglaterra, Francia y Polonia no cambiarían su actitud. Yakovlev llegó a decir que Stalin aparentemente esperaba influir a Francia y Gran Bretaña concluyendo el pacto, pero calculó mal, pues después de que fue firmado, las potencias occidentales perdieron todo interés constructivo en la URSS (127). Sin embargo, debería observarse con respecto a la primera declaración que Molotov había hecho a Schulenburg dos días antes, el 17 de agosto, que el gobierno soviético estaba preparado para firmar un pacto de no-agresión con Alemania, y que un protocolo secreto debía ser una parte integral de él. En cuanto a la segunda declaración de Yakovlev, no es cierto que Francia y Gran Bretaña perdieron interés en un tratado con la URSS, como atestigua el acuerdo de Daladier de 21 de agosto para el paso de tropas soviéticas a través de Polonia. Los británicos declararon su acuerdo el 24 de agosto, es decir, después de la firma del pacto de no-agresión (véase abajo). Aún así, es posible que Stalin intentara usar el pacto como una palanca para obligar a las potencias occidentales a garantizar su demanda con respecto a Polonia y Rumania, pues sólo podía haber dado la bienvenida a la aprobación británica y francesa de la entrada militar soviética en esos países. O podría haber calculado que si tenía acuerdo con ambas partes y Alemania se apoderaba de Polonia occidental, septentrional y central, podía anexionar Polonia oriental y justificar esto por razones de seguridad soviética sin poner en peligro una alianza con las potencias occidentales. Cualesquiera que fuesen los cálculos de Stalin, el 21 de agosto aceptó la petición personal de Hitler para que Ribbentrop fuese a Moscú y se fijó la fecha para el 23 de agosto (128). Difícilmente podía rehusar la petición del Führer sin arriesgar la pérdida del pacto de no-agresión.
Como ya se mencionó, los gobiernos alemán y soviético anunciaron la firma del acuerdo económico y la próxima visita de Ribbentrop a Moscú el 21 y 22 de agosto respectivamente. Las conversaciones anglo-franco-soviéticas, suspendidas el 17 de agosto, se reanudaron a las 11.03 a. m. el 21 de agosto, pero fueron pospuestas a las 5.25 p. m. por un tiempo indefinido. No fueron reanudadas pese a la instrucción de Daladier, enviada al general Doumenc en la noche del 21 de agosto, de que Francia aceptaba el paso de tropas soviéticas a través de Polonia, es decir, a través del corredor Wilno y, de ser necesario, también a través de Galicia y Rumania. La entrega de esta instrucción fue demorada por la inteligencia soviética durante varias horas, por lo que fue transmitida por el general francés a Voroshilov a las 6.30 p. m. el día siguiente. El último no la encontró suficiente porque la delegación británica no había anunciado el acuerdo de su gobierno, incluso aunque no disentía. [Se instruyó a Drax para que se vinculara con Doumenc el 24 de agosto]. Además, Voroshilov hizo ahora una nueva demanda: que los propios gobiernos polaco y rumano dieran su acuerdo, y Molotov repitió la misma demanda a Naggiar (129). El gobierno francés se agarró a este clavo ardiendo para perseguir un acuerdo con la URSS independientemente del pacto de no-agresión. En 1946, Daladier se defendió públicamente contra las acusaciones de impedir una alianza anglo-franco-soviética en 1939. Afirmó haber llamado al embajador polaco Lukasiewicz la mañana del 21 de agosto y que le dijo que si no le informaba esa tarde, tras telefonear a Varsovia, que el gobierno polaco consentía el paso de tropas soviéticas, él, Daladier, plantearía toda la cuestión de la alianza franco-polaca en una reunión del Consejo de Ministros. Si, no obstante, el embajador no manifestaba la oposición polaca por la tarde, Daladier telegrafiaría al general Doumenc autorizándole a firmar el convenio militar que fue propuesto [por los soviéticos]. Sin embargo, el embajador Lukasiewicz negó que Daladier le hubiera presentado este ultimátum. El embajador escribió que si esto hubiera ocurrido, habría rechazado aceptarlo, o propuesto que fuese enviado al embajador Noël para su entrega en Varsovia, o hubiera amenazado con dimitir y hacer esto público, algo que habría sido muy inconveniente para Daladier (130). Como se mencionó arriba, de cualquier forma Daladier envió la aceptación francesa a Doumenc.
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
El gobierno y la prensa polaca recibieron la noticia del pacto de no-agresión tranquilamente. En una instrucción de 23 de agosto a los puestos diplomáticos polacos, Beck escribió que el pacto era prueba del doble juego de los soviéticos, indicando que no querían involucrarse en ningún bando, pero darían la bienvenida a la posibilidad de una guerra europea. Se consoló suponiendo que como otros pactos de no-agresión soviéticos, este pacto también debía tener una cláusula derogando el acuerdo si una de las partes se veía envuelta en hostilidades con una tercera parte (131). El embajador británico Kennard reportó el 24 de agosto que la reacción polaca a la noticia del pacto fue tranquila; la prensa polaca estaba asumiendo la línea de que Rusia se estaba retirando de Europa, y que nada había cambiado (132). Esta opinión, así como el hecho de que Gran Bretaña apoyaba el paso de tropas soviéticas sólo si Alemania atacaba a Polonia, hizo más fácil para los polacos acordar una fórmula que permitiera la continuación de las conversaciones franco-británico-soviéticas en Moscú. Como escribió el general Musse en su informe final, el embajador Noël presentó una urgente diligencia a Beck al anochecer del 23 de agosto, y el ministro de exteriores polaco aceptó una fórmula que el general Doumenc debía usar al hablar con el jefe de la delegación soviética en Moscú. Podía declarar:
Hemos adquirido la certeza de que, en caso de una acción común contra una agresión alemana, la colaboración entre Polonia y la URSS, en condiciones técnicas por determinar, no está excluida (o es posible)
Por tanto los Estados Mayores Generales francés y británico consideran que todas las hipótesis para la colaboración deberían estudiarse inmediatamente.
El texto del mensaje británico a Moscú, tal como fue acordado con los polacos, era más específico y cercano al pensamiento polaco. Rezaba:
Damos por cierto que en el caso de una acción común contra una agresión alemana, la colaboración bajo condiciones técnicas a ser convenida posteriormente entre Polonia y la URSS, no debe ser excluida (133).
Sin embargo, no hubo comunicación entre la misión militar anglo-francesa y Voroshilov, quien no respondió a su carta conjunta a él destinada hasta el 25 de agosto cuando se reunió separadamente con los líderes de las delegaciones británica y francesa. Cuando Doumenc reiteró su mensaje a Voroshilov, se le dijo que las conversaciones entre las delegaciones militares no podían continuar porque “habían cambiado las condiciones políticas”. [El Tratado de Asistencia Mutua Anglo-Polaco se firmó en Londres esa tarde]. Cuando el almirante británico Drax preguntó si, en vista del cambio en la situación internacional, el gobierno soviético todavía deseaba continuar las conversaciones, Voroshilov dijo que había sido incapaz de responder a la carta conjunta de las delegaciones francesa y británica, ¡porque había estado en una caza de patos! Entonces dijo que, para su pesar, el cambio en la situación internacional hacía inútil cualquier conversación posterior (134).
Como es sabido, el Pacto de No-Agresión nazi-soviético fue firmado el 23 de agosto, mientras el protocolo secreto fue desarrollado y firmado en el Kremlin en la noche del 23-24 de agosto. Ningún registro ruso de esas negociaciones ha sido publicado, pero es evidente que los alemanes renunciaron rápidamente a cualquier reclamación que pudieran haber tenido sobre Galicia oriental. Además, según fuentes alemanas, Stalin exigió la inclusión de los puertos de Latvia de Libau (Liepaja) y Windau (Ventspils) en la esfera de influencia soviética, y Ribbentrop recibió la aceptación de Hitler a esto por teléfono. El 28 de agosto, se añadió el río Pisa, a petición de Molotov, a la parte septentrional de la línea de demarcación en Polonia (135). En realidad, esta línea, que discurría por el medio de Varsovia, fue mostrada como la línea de demarcación entre los ejércitos soviético y alemán en el mapa publicado en Pravda el 23 de septiembre. Este mapa fue publicado en varios periódicos soviéticos durante los siguientes días.
A primeras horas del 17 de septiembre, después de que Stalin informara al embajador alemán que las tropas soviéticas estaban a punto de entrar en Polonia, Potemkin leyó una nota oficial, firmada por Molotov, al embajador polaco Grzybowski, que fue llamado a la oficina de Potemkin a las 2 a. m. La nota -que el embajador rechazó aceptar, pero que fue entregada en la embajada polaca durante su entrevista con Potemkin- rezaba así:
La guerra polaco-alemana ha revelado la quiebra interna del Estado polaco. En diez días de hostilidades, Polonia ha perdido todas sus regiones industriales y centros culturales. Varsovia ya no existe como capital de Polonia. El gobierno polaco ha colapsado y no da señales de vida. Por tanto, los tratados concluidos entre la URSS y Polonia han dejado de operar. Abandonada a su destino y sin liderazgo, Polonia se ha convertido en un terreno fértil para cualquier contingencia accidental e inesperada, que puede constituir una amenaza para la URSS. Por esta causa, el gobierno soviético, que había sido neutral hasta ahora, ya no puede mantener una actitud neutral hacia estos hechos.
Ni puede el gobierno soviético permanecer indiferente cuando sus hermanos de sangre, los ucranianos y bielorrusos que viven en territorio polaco, han sido abandonados a su destino y han sido dejados sin protección.
En vista de este estado de cosas, el gobierno soviético ha dado instrucciones al alto mando del Ejército Rojo para ordenar a las tropas cruzar la frontera y tomar bajo su protección las vidas y propiedades de la población de Ucrania Occidental y la Rusia Blanca Occidental.
Al mismo tiempo, el gobierno soviético intenta tomar toda medida para librar al pueblo polaco de la desastrosa guerra en la que ha sido metido por sus insensatos líderes, y darle una oportunidad para vivir una vida pacífica (136).
Molotov repitió estas declaraciones en su discurso de radio del mismo día. A sus socios alemanes explicó que esas declaraciones eran necesarias para la opinión exterior e interna (137). En realidad, la opinión soviética se vio conmocionada por el pacto de agosto y una vez que el Ejército Rojo se puso en marcha en septiembre, algunos ciudadanos se mostraron críticos con la evidente connivencia de la URSS con los alemanes en la destrucción de Polonia (138).
En cuanto a la fecha de la agresión soviética contra Polonia, el cese al fuego firmado por los comandantes soviéticos y japoneses en Nomonhan/Ghalkkin Gol el 16 de septiembre de 1939, no parece haber sido decisivo para el consentimiento de Stalin esa noche a los ruegos alemanes para la acción militar soviética y la orden para que el Ejército Rojo entrara en Polonia oriental al día siguiente. De hecho, los frentes ucraniano y bielorruso habían sido movilizados el 7 de septiembre y sólo esperaban órdenes de marcha. Éstas fueron fechadas originalmente el 14 de septiembre, pero la fecha de preparación, última hora del 16 de septiembre, fue insertada más tarde. También fue en esta fecha que los alemanes informaron a Stalin de la caída supuestamente inminente de Varsovia, y esta noticia, junto con los informes de que el gobierno polaco había cruzado la frontera con Rumania, pudo haber sido decisiva para el líder soviético, pues si el estado polaco ya no existía, esto podía al menos técnicamente absolver a la URSS de atacarlo. Sin embargo, en contra de la afirmación con respecto a la caída de Varsovia, que estaba basada en desinformación alemana, y proclamada por Molotov ese día por radio, y repetida por el historiador Fleischhauer cincuenta años más tarde (139), la capital todavía se estaba defendiendo. En cuanto al gobierno polaco, todavía estaba en suelo polaco. El 17 de septiembre, Beck telegrafió a las embajadas polacas en París y Londres como sigue:
El embajador Grzybowski ha rechazado aceptar la nota de Molotov y ha presentado una protesta contra la agresión. He aprobado su actitud, instruyéndole para que pida su pasaporte y se retire de Moscú. El gobierno polaco, que está funcionando en territorio polaco y está en contacto con el cuerpo diplomático, ha realizado una protesta contra la insinuación soviética. Nuestras tropas fronterizas han resistido a la invasión.
También instruyó a las embajadas polacas en Londres y París para protestar la invasión soviética (140).
Sin embargo, ese mismo día, al saber de la rapidez del avance del Ejército Rojo en Polonia, que amenazaba la seguridad del propio gobierno polaco, éste decidió cruzar a la vecina Rumania. A estas alturas, habiéndose retirado al este y sudeste por delante de los ejércitos alemanes, estaba localizado, junto con el cuerpo diplomático -que incluía al embajador estadounidense Anthony J. Drexel Biddle- y al alto mando, en la frontera polaco-rumana. El mariscal Edward Smigly-Rydz cursó una orden a las tropas polacas de no combatir al Ejército Rojo a menos que fuesen atacadas o amenazadas con el desarme. El presidente Moscicki hizo un llamamiento a la nación, condenando la agresión alemana y soviética contra Polonia y explicando que el gobierno se estaba dirigiendo al extranjero para asegurar la continuidad constitucional de la soberanía polaca (141). El gobierno y el alto mando cruzaron a Rumania la noche del 17-18 de septiembre, con la intención de seguir hasta Francia para continuar la lucha allí y con una invitación francesa para hacerlo. Sin embargo, fueron internados en Rumania aunque todavía fueron formalmente reconocidos por los representantes diplomáticos polacos en el extranjero y por los aliados de Polonia como el gobierno polaco hasta que se estableció uno nuevo en París el 30 de septiembre (142). Varsovia se defendió hasta que no hubo comida ni agua, y capituló tras un asedio de tres semanas el 27 de septiembre, aunque las tropas del general Franciszek Kleeberg, la última fuerza polaca combatiendo a los alemanes, rindió sus armas en Kock el 5 de octubre (145). También hubo algunas batallas entre las tropas polacas y soviéticas, y la ciudad de Grodno se defendió durante tres días (144).
JL
Hemos adquirido la certeza de que, en caso de una acción común contra una agresión alemana, la colaboración entre Polonia y la URSS, en condiciones técnicas por determinar, no está excluida (o es posible)
Por tanto los Estados Mayores Generales francés y británico consideran que todas las hipótesis para la colaboración deberían estudiarse inmediatamente.
El texto del mensaje británico a Moscú, tal como fue acordado con los polacos, era más específico y cercano al pensamiento polaco. Rezaba:
Damos por cierto que en el caso de una acción común contra una agresión alemana, la colaboración bajo condiciones técnicas a ser convenida posteriormente entre Polonia y la URSS, no debe ser excluida (133).
Sin embargo, no hubo comunicación entre la misión militar anglo-francesa y Voroshilov, quien no respondió a su carta conjunta a él destinada hasta el 25 de agosto cuando se reunió separadamente con los líderes de las delegaciones británica y francesa. Cuando Doumenc reiteró su mensaje a Voroshilov, se le dijo que las conversaciones entre las delegaciones militares no podían continuar porque “habían cambiado las condiciones políticas”. [El Tratado de Asistencia Mutua Anglo-Polaco se firmó en Londres esa tarde]. Cuando el almirante británico Drax preguntó si, en vista del cambio en la situación internacional, el gobierno soviético todavía deseaba continuar las conversaciones, Voroshilov dijo que había sido incapaz de responder a la carta conjunta de las delegaciones francesa y británica, ¡porque había estado en una caza de patos! Entonces dijo que, para su pesar, el cambio en la situación internacional hacía inútil cualquier conversación posterior (134).
Como es sabido, el Pacto de No-Agresión nazi-soviético fue firmado el 23 de agosto, mientras el protocolo secreto fue desarrollado y firmado en el Kremlin en la noche del 23-24 de agosto. Ningún registro ruso de esas negociaciones ha sido publicado, pero es evidente que los alemanes renunciaron rápidamente a cualquier reclamación que pudieran haber tenido sobre Galicia oriental. Además, según fuentes alemanas, Stalin exigió la inclusión de los puertos de Latvia de Libau (Liepaja) y Windau (Ventspils) en la esfera de influencia soviética, y Ribbentrop recibió la aceptación de Hitler a esto por teléfono. El 28 de agosto, se añadió el río Pisa, a petición de Molotov, a la parte septentrional de la línea de demarcación en Polonia (135). En realidad, esta línea, que discurría por el medio de Varsovia, fue mostrada como la línea de demarcación entre los ejércitos soviético y alemán en el mapa publicado en Pravda el 23 de septiembre. Este mapa fue publicado en varios periódicos soviéticos durante los siguientes días.
A primeras horas del 17 de septiembre, después de que Stalin informara al embajador alemán que las tropas soviéticas estaban a punto de entrar en Polonia, Potemkin leyó una nota oficial, firmada por Molotov, al embajador polaco Grzybowski, que fue llamado a la oficina de Potemkin a las 2 a. m. La nota -que el embajador rechazó aceptar, pero que fue entregada en la embajada polaca durante su entrevista con Potemkin- rezaba así:
La guerra polaco-alemana ha revelado la quiebra interna del Estado polaco. En diez días de hostilidades, Polonia ha perdido todas sus regiones industriales y centros culturales. Varsovia ya no existe como capital de Polonia. El gobierno polaco ha colapsado y no da señales de vida. Por tanto, los tratados concluidos entre la URSS y Polonia han dejado de operar. Abandonada a su destino y sin liderazgo, Polonia se ha convertido en un terreno fértil para cualquier contingencia accidental e inesperada, que puede constituir una amenaza para la URSS. Por esta causa, el gobierno soviético, que había sido neutral hasta ahora, ya no puede mantener una actitud neutral hacia estos hechos.
Ni puede el gobierno soviético permanecer indiferente cuando sus hermanos de sangre, los ucranianos y bielorrusos que viven en territorio polaco, han sido abandonados a su destino y han sido dejados sin protección.
En vista de este estado de cosas, el gobierno soviético ha dado instrucciones al alto mando del Ejército Rojo para ordenar a las tropas cruzar la frontera y tomar bajo su protección las vidas y propiedades de la población de Ucrania Occidental y la Rusia Blanca Occidental.
Al mismo tiempo, el gobierno soviético intenta tomar toda medida para librar al pueblo polaco de la desastrosa guerra en la que ha sido metido por sus insensatos líderes, y darle una oportunidad para vivir una vida pacífica (136).
Molotov repitió estas declaraciones en su discurso de radio del mismo día. A sus socios alemanes explicó que esas declaraciones eran necesarias para la opinión exterior e interna (137). En realidad, la opinión soviética se vio conmocionada por el pacto de agosto y una vez que el Ejército Rojo se puso en marcha en septiembre, algunos ciudadanos se mostraron críticos con la evidente connivencia de la URSS con los alemanes en la destrucción de Polonia (138).
En cuanto a la fecha de la agresión soviética contra Polonia, el cese al fuego firmado por los comandantes soviéticos y japoneses en Nomonhan/Ghalkkin Gol el 16 de septiembre de 1939, no parece haber sido decisivo para el consentimiento de Stalin esa noche a los ruegos alemanes para la acción militar soviética y la orden para que el Ejército Rojo entrara en Polonia oriental al día siguiente. De hecho, los frentes ucraniano y bielorruso habían sido movilizados el 7 de septiembre y sólo esperaban órdenes de marcha. Éstas fueron fechadas originalmente el 14 de septiembre, pero la fecha de preparación, última hora del 16 de septiembre, fue insertada más tarde. También fue en esta fecha que los alemanes informaron a Stalin de la caída supuestamente inminente de Varsovia, y esta noticia, junto con los informes de que el gobierno polaco había cruzado la frontera con Rumania, pudo haber sido decisiva para el líder soviético, pues si el estado polaco ya no existía, esto podía al menos técnicamente absolver a la URSS de atacarlo. Sin embargo, en contra de la afirmación con respecto a la caída de Varsovia, que estaba basada en desinformación alemana, y proclamada por Molotov ese día por radio, y repetida por el historiador Fleischhauer cincuenta años más tarde (139), la capital todavía se estaba defendiendo. En cuanto al gobierno polaco, todavía estaba en suelo polaco. El 17 de septiembre, Beck telegrafió a las embajadas polacas en París y Londres como sigue:
El embajador Grzybowski ha rechazado aceptar la nota de Molotov y ha presentado una protesta contra la agresión. He aprobado su actitud, instruyéndole para que pida su pasaporte y se retire de Moscú. El gobierno polaco, que está funcionando en territorio polaco y está en contacto con el cuerpo diplomático, ha realizado una protesta contra la insinuación soviética. Nuestras tropas fronterizas han resistido a la invasión.
También instruyó a las embajadas polacas en Londres y París para protestar la invasión soviética (140).
Sin embargo, ese mismo día, al saber de la rapidez del avance del Ejército Rojo en Polonia, que amenazaba la seguridad del propio gobierno polaco, éste decidió cruzar a la vecina Rumania. A estas alturas, habiéndose retirado al este y sudeste por delante de los ejércitos alemanes, estaba localizado, junto con el cuerpo diplomático -que incluía al embajador estadounidense Anthony J. Drexel Biddle- y al alto mando, en la frontera polaco-rumana. El mariscal Edward Smigly-Rydz cursó una orden a las tropas polacas de no combatir al Ejército Rojo a menos que fuesen atacadas o amenazadas con el desarme. El presidente Moscicki hizo un llamamiento a la nación, condenando la agresión alemana y soviética contra Polonia y explicando que el gobierno se estaba dirigiendo al extranjero para asegurar la continuidad constitucional de la soberanía polaca (141). El gobierno y el alto mando cruzaron a Rumania la noche del 17-18 de septiembre, con la intención de seguir hasta Francia para continuar la lucha allí y con una invitación francesa para hacerlo. Sin embargo, fueron internados en Rumania aunque todavía fueron formalmente reconocidos por los representantes diplomáticos polacos en el extranjero y por los aliados de Polonia como el gobierno polaco hasta que se estableció uno nuevo en París el 30 de septiembre (142). Varsovia se defendió hasta que no hubo comida ni agua, y capituló tras un asedio de tres semanas el 27 de septiembre, aunque las tropas del general Franciszek Kleeberg, la última fuerza polaca combatiendo a los alemanes, rindió sus armas en Kock el 5 de octubre (145). También hubo algunas batallas entre las tropas polacas y soviéticas, y la ciudad de Grodno se defendió durante tres días (144).
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
Un día después de la rendición de Varsovia, se firmó en Moscú un “Tratado de Amistad y Fronteras” germano-soviético. Establecía una nueva frontera entre los dos países en Polonia, discurriendo en el norte bien al este de la línea de 23 de agosto. Daba más territorio polaco a Alemania (Lublin y la parte oriental de la provincia de Varsovia) a cambio del reconocimiento alemán de toda Lituania -excepto de la parte meridional del país incluyendo el territorio de Memel [Klaipeda]- como perteneciente a la esfera de influencia soviética, por la que Stalin se comprometió a pagar $7 millones en oro. También, la Unión Soviética dio la región de Wilno [Vilnius] a Lituania. Uno de los protocolos secretos firmados el 28 de septiembre preveía la cooperación contra “cualquier agitación polaca que afecte a los territorios de la otra parte” (145), es decir, contra cualquier intento polaco de restaurar un estado polaco. La nueva frontera germano-soviética en Polonia se conoció como la Línea Molotov-Ribbentrop, similar en el centro y el sur a la Línea Curzon -propuesta por el Secretario de Exteriores británico Lord Curzon como línea de armisticio entre los ejércitos soviético y polaco en julio de 1920- y a la frontera polaco-soviética establecida en 1944-45.
Está claro del estudio de los documentos disponibles rusos y alemanes que la política exterior polaca no jugó parte alguna en la decisión de Stalin de alinearse con Hitler. Incluso en la época, un alto funcionario soviético ya lo admitió. El comisario suplente de exteriores Solomon S. Lozovskii dijo a un diplomático noruego el 23 de agosto que la actitud independiente de Polonia no tenía nada que ver con la conclusión del pacto germano-soviético, porque las relaciones políticas siguieron naturalmente del acuerdo económico. También presentó el pacto de no-agresión como una medida pacífica, señalando que los anteriores acuerdos de no-agresión soviéticos siempre contenían una cláusula que si una de las partes se convertía en agresor, esto no involucraba a la otra (146). Esto indica que o ignoraba los detalles del pacto, lo que es improbable, o deliberadamente engañó al diplomático noruego. Por supuesto, es cierto que la actitud soviética hacia Polonia fue siempre una actitud de profunda desconfianza. Su gobierno fue retratado como pro-alemán y fascista. Se esperaba que cediera a las demandas alemanas, e incluso se juntara a los alemanes en un ataque sobre la URSS. Aún así, antes de que Gran Bretaña concediera una garantía a Polonia, Stalin parece haber jugado brevemente con la idea de un gobierno de Frente Popular en Varsovia, presumiblemente para ser organizado y dirigido por comunistas polacos. Pero había disuelto el Partido Comunista Polaco en 1938 bajo la acusación de infiltraciones por la policía polaca, así que permitió el establecimiento de un “Grupo de Iniciativa” en París en enero de 1939. Comprendía comunistas polacos selectos a quienes aparentemente consideraba como el embrión de un nuevo Partido Comunista Polaco. Publicaron tres números de un boletín hasta abril de 1939 (incluido), pidiendo un gobierno de coalición polaco para resistir a Alemania. Sin embargo, tras la garantía británica, pidieron su derrocamiento. Stalin los despachó en abril de 1939, cuando decidió aparentemente que ya no los necesitaba (147). Quizás percibió un ataque alemán sobre Polonia como más probable a causa de la aceptación de la garantía británica, y decidió en esta época tratar de conseguir un acuerdo con Hitler para la partición de Polonia.
Cualquiera que fuese el caso, la política soviética hacia Polonia en la primavera y verano de 1939 se caracterizó por declaraciones amistosas así como conversaciones de ayuda soviética y neutralidad benevolente. No obstante, al mismo tiempo está documentada una gran desconfianza en la correspondencia entre Litvinov y luego Molotov, con los embajadores soviéticos en Londres y París, así como por las demandas soviéticas con respecto a la eventual alianza política y militar con Francia y Gran Bretaña. Jamás fue hecha ninguna oferta oficial soviética a Polonia, ni hubo ninguna propuesta oficial para el paso de tropas soviéticas, aunque se registró un sondeo soviético a bajo nivel en Wilno en la primavera de 1939 (148). De hecho, Lituania no fue incluida en la lista soviética de estados a ser garantizados por la Unión Soviética y las potencias occidentales, quizás porque no hacía frontera con la URSS. También, Litvinov pudo haber asumido -o pretendido asumir- que Polonia, por su propio interés, saldría en defensa de Lituania en caso de una agresión alemana. Jamás fue hecha ninguna propuesta oficial soviética al gobierno polaco para que los oficiales polacos participasen en las negociaciones de Moscú. En realidad, es posible que si el gobierno polaco hubiera consentido en la demanda soviética para el paso de tropas, Stalin podía haber interpretado esto en el momento oportuno como para sancionar la ocupación soviética y luego la anexión de Polonia oriental. Ésta tuvo lugar oficialmente a principios de noviembre de 1939, cuando el Soviet Supremo accedió a las “solicitudes” de los soviéticos [asambleas] de Bielorrusia occidental y Ucrania occidental [Galicia del Este] -elegidos bajo normas soviéticas en una atmósfera de terror- para la unión con las Repúblicas Soviéticas de Bielorrusia y Ucrania. Según las estimaciones polacas de tiempo de guerra, alrededor de un millón de ciudadanos polacos fueron deportados de esos territorios a las profundidades de la URSS, de los cuales alrededor del 50 por ciento eran polacos étnicos y el 30 por ciento judíos, con ucranianos y bielorrusos completando el resto. (Las cifras soviéticas, compiladas en la época por el NKVD y dadas a conocer después de 1991, ponen el número de ciudadanos polacos deportados en unos 325.000, que parece demasiado bajo). Además, se ha estimado que unos cuatrocientos mil polacos fueron muertos por las autoridades soviéticas en la antigua Polonia oriental entre el 17 de septiembre de 1939 y el 21 de junio de 1941. Finalmente, según fuentes soviéticas, de unos doscientos mil prisioneros de guerra polacos tomados en septiembre de 1939, 21.857 oficiales y algunos civiles fueron mantenidos en campos especiales así como prisiones en Bielorrusia y Ucrania. Fueron asesinados por tropas especiales del NKVD por órdenes firmadas por el Politburó soviético el 5 de marzo de 1940 (149). Así fue como Stalin trajo una “vida pacífica” a la población polaca de Ucrania y Bielorrusia occidental. Al mismo tiempo, la “liberación” de los ucranianos y bielorrusos significó terror, arrestos y deportaciones por “enemigos del pueblo soviético”, con colectivizaciones de la tierra y nacionalización de todos los medios de producción impuestas a la población.
Así que, ¿cuándo decidió Stalin alinear a la URSS con la Alemania nazi? Sobre la base de toda la documentación disponible hasta ahora, está claro que el “Vozhd” estaba muy interesado en un acuerdo con Hitler, si no ya en 1934 -como afirma Krivitsky- entonces ciertamente en 1935-36, como prueban las propuestas hechas por Litvinov a Schulenburg en mayo de 1935, y aún más las de Kandelaki a Schacht a finales de 1936 y principios de 1937. Si Stalin no decidió buscar la cooperación con Alemania antes, podría haberlo hecho tras la garantía británica a Polonia el 31 de marzo de 1939, que él aparentemente sospechaba que estaba dirigida contra la URSS. O podría haberlo hecho con la destitución de Litvinov el 3 de mayo de ese año, como conjeturaron Jonathan Haslam y Lev I. Ginzburg, y afirmó años más tarde Andrei Gromyko. Si esto fue así, el principal objetivo de la diplomacia soviética, al menos desde este momento en adelante, fue un acuerdo con Alemania. En cualquier caso, Molotov dijo a Schulenburg el 20 de mayo que tenía que encontrarse una base política para el acuerdo económico entre los dos países. Tras una pausa en las conversaciones Molotov-Schulenburg -aunque las conversaciones continuaron en Berlín- los alemanes se volvieron ansiosos por hacer un trato. El 11 de agosto de 1939, el agregado soviético en Berlín, Georgii Astakhov, enumeró las concesiones territoriales que los alemanes estaban dispuestos a hacer y Molotov las encontró de gran interés, pero dijo que ahora dependía de los alemanes. Quizás la decisión final para comenzar negociaciones concretas se hizo ese día, como afirmó Yakovlev en diciembre de 1989, diciendo que fue debido al inminente ataque de Hitler sobre Polonia en cualquier momento después del 25 de agosto. Sin embargo, no hay evidencia documental de que Hitler tomara esta decisión antes de que estuvo seguro que podía llegar a un acuerdo con Stalin, y esto ocurrió el 21 de agosto. En cualquier caso, se le dijo a los alemanes el 15 de agosto que podían enviar un negociador a Moscú. El 17 de agosto, Molotov entregó un recordatorio a Schulenburg, proponiendo un pacto de no-agresión, y el 19 de agosto dio al embajador alemán el borrador soviético de este pacto. Yakovlev declaró que esto se hizo en ese día porque Stalin supuestamente se enteró de “fuentes documentadas” de que las potencias occidentales y Polonia no cambiarían su actitud. Fleischhauer escribe que Stalin tomó esta decisión el 21 de agosto, cuando estuvo claro que las potencias occidentales no habían persuadido a los polacos para conceder la principal demanda soviética del paso de tropas y también a causa de la lucha soviético-japonesa en Extremo Oriente. Sin embargo, Yakovlev dijo que la decisión para negociar con los alemanes se había tomado el 11 de agosto. Si el 21 de agosto fue la fecha de la decisión final para hacer un trato con Berlín, probablemente Stalin tuvo que tomarla porque no podía permitirse rechazar la demanda de Hitler para que Ribbentrop llegase a Moscú el 23 de agosto.
JL
Está claro del estudio de los documentos disponibles rusos y alemanes que la política exterior polaca no jugó parte alguna en la decisión de Stalin de alinearse con Hitler. Incluso en la época, un alto funcionario soviético ya lo admitió. El comisario suplente de exteriores Solomon S. Lozovskii dijo a un diplomático noruego el 23 de agosto que la actitud independiente de Polonia no tenía nada que ver con la conclusión del pacto germano-soviético, porque las relaciones políticas siguieron naturalmente del acuerdo económico. También presentó el pacto de no-agresión como una medida pacífica, señalando que los anteriores acuerdos de no-agresión soviéticos siempre contenían una cláusula que si una de las partes se convertía en agresor, esto no involucraba a la otra (146). Esto indica que o ignoraba los detalles del pacto, lo que es improbable, o deliberadamente engañó al diplomático noruego. Por supuesto, es cierto que la actitud soviética hacia Polonia fue siempre una actitud de profunda desconfianza. Su gobierno fue retratado como pro-alemán y fascista. Se esperaba que cediera a las demandas alemanas, e incluso se juntara a los alemanes en un ataque sobre la URSS. Aún así, antes de que Gran Bretaña concediera una garantía a Polonia, Stalin parece haber jugado brevemente con la idea de un gobierno de Frente Popular en Varsovia, presumiblemente para ser organizado y dirigido por comunistas polacos. Pero había disuelto el Partido Comunista Polaco en 1938 bajo la acusación de infiltraciones por la policía polaca, así que permitió el establecimiento de un “Grupo de Iniciativa” en París en enero de 1939. Comprendía comunistas polacos selectos a quienes aparentemente consideraba como el embrión de un nuevo Partido Comunista Polaco. Publicaron tres números de un boletín hasta abril de 1939 (incluido), pidiendo un gobierno de coalición polaco para resistir a Alemania. Sin embargo, tras la garantía británica, pidieron su derrocamiento. Stalin los despachó en abril de 1939, cuando decidió aparentemente que ya no los necesitaba (147). Quizás percibió un ataque alemán sobre Polonia como más probable a causa de la aceptación de la garantía británica, y decidió en esta época tratar de conseguir un acuerdo con Hitler para la partición de Polonia.
Cualquiera que fuese el caso, la política soviética hacia Polonia en la primavera y verano de 1939 se caracterizó por declaraciones amistosas así como conversaciones de ayuda soviética y neutralidad benevolente. No obstante, al mismo tiempo está documentada una gran desconfianza en la correspondencia entre Litvinov y luego Molotov, con los embajadores soviéticos en Londres y París, así como por las demandas soviéticas con respecto a la eventual alianza política y militar con Francia y Gran Bretaña. Jamás fue hecha ninguna oferta oficial soviética a Polonia, ni hubo ninguna propuesta oficial para el paso de tropas soviéticas, aunque se registró un sondeo soviético a bajo nivel en Wilno en la primavera de 1939 (148). De hecho, Lituania no fue incluida en la lista soviética de estados a ser garantizados por la Unión Soviética y las potencias occidentales, quizás porque no hacía frontera con la URSS. También, Litvinov pudo haber asumido -o pretendido asumir- que Polonia, por su propio interés, saldría en defensa de Lituania en caso de una agresión alemana. Jamás fue hecha ninguna propuesta oficial soviética al gobierno polaco para que los oficiales polacos participasen en las negociaciones de Moscú. En realidad, es posible que si el gobierno polaco hubiera consentido en la demanda soviética para el paso de tropas, Stalin podía haber interpretado esto en el momento oportuno como para sancionar la ocupación soviética y luego la anexión de Polonia oriental. Ésta tuvo lugar oficialmente a principios de noviembre de 1939, cuando el Soviet Supremo accedió a las “solicitudes” de los soviéticos [asambleas] de Bielorrusia occidental y Ucrania occidental [Galicia del Este] -elegidos bajo normas soviéticas en una atmósfera de terror- para la unión con las Repúblicas Soviéticas de Bielorrusia y Ucrania. Según las estimaciones polacas de tiempo de guerra, alrededor de un millón de ciudadanos polacos fueron deportados de esos territorios a las profundidades de la URSS, de los cuales alrededor del 50 por ciento eran polacos étnicos y el 30 por ciento judíos, con ucranianos y bielorrusos completando el resto. (Las cifras soviéticas, compiladas en la época por el NKVD y dadas a conocer después de 1991, ponen el número de ciudadanos polacos deportados en unos 325.000, que parece demasiado bajo). Además, se ha estimado que unos cuatrocientos mil polacos fueron muertos por las autoridades soviéticas en la antigua Polonia oriental entre el 17 de septiembre de 1939 y el 21 de junio de 1941. Finalmente, según fuentes soviéticas, de unos doscientos mil prisioneros de guerra polacos tomados en septiembre de 1939, 21.857 oficiales y algunos civiles fueron mantenidos en campos especiales así como prisiones en Bielorrusia y Ucrania. Fueron asesinados por tropas especiales del NKVD por órdenes firmadas por el Politburó soviético el 5 de marzo de 1940 (149). Así fue como Stalin trajo una “vida pacífica” a la población polaca de Ucrania y Bielorrusia occidental. Al mismo tiempo, la “liberación” de los ucranianos y bielorrusos significó terror, arrestos y deportaciones por “enemigos del pueblo soviético”, con colectivizaciones de la tierra y nacionalización de todos los medios de producción impuestas a la población.
Así que, ¿cuándo decidió Stalin alinear a la URSS con la Alemania nazi? Sobre la base de toda la documentación disponible hasta ahora, está claro que el “Vozhd” estaba muy interesado en un acuerdo con Hitler, si no ya en 1934 -como afirma Krivitsky- entonces ciertamente en 1935-36, como prueban las propuestas hechas por Litvinov a Schulenburg en mayo de 1935, y aún más las de Kandelaki a Schacht a finales de 1936 y principios de 1937. Si Stalin no decidió buscar la cooperación con Alemania antes, podría haberlo hecho tras la garantía británica a Polonia el 31 de marzo de 1939, que él aparentemente sospechaba que estaba dirigida contra la URSS. O podría haberlo hecho con la destitución de Litvinov el 3 de mayo de ese año, como conjeturaron Jonathan Haslam y Lev I. Ginzburg, y afirmó años más tarde Andrei Gromyko. Si esto fue así, el principal objetivo de la diplomacia soviética, al menos desde este momento en adelante, fue un acuerdo con Alemania. En cualquier caso, Molotov dijo a Schulenburg el 20 de mayo que tenía que encontrarse una base política para el acuerdo económico entre los dos países. Tras una pausa en las conversaciones Molotov-Schulenburg -aunque las conversaciones continuaron en Berlín- los alemanes se volvieron ansiosos por hacer un trato. El 11 de agosto de 1939, el agregado soviético en Berlín, Georgii Astakhov, enumeró las concesiones territoriales que los alemanes estaban dispuestos a hacer y Molotov las encontró de gran interés, pero dijo que ahora dependía de los alemanes. Quizás la decisión final para comenzar negociaciones concretas se hizo ese día, como afirmó Yakovlev en diciembre de 1989, diciendo que fue debido al inminente ataque de Hitler sobre Polonia en cualquier momento después del 25 de agosto. Sin embargo, no hay evidencia documental de que Hitler tomara esta decisión antes de que estuvo seguro que podía llegar a un acuerdo con Stalin, y esto ocurrió el 21 de agosto. En cualquier caso, se le dijo a los alemanes el 15 de agosto que podían enviar un negociador a Moscú. El 17 de agosto, Molotov entregó un recordatorio a Schulenburg, proponiendo un pacto de no-agresión, y el 19 de agosto dio al embajador alemán el borrador soviético de este pacto. Yakovlev declaró que esto se hizo en ese día porque Stalin supuestamente se enteró de “fuentes documentadas” de que las potencias occidentales y Polonia no cambiarían su actitud. Fleischhauer escribe que Stalin tomó esta decisión el 21 de agosto, cuando estuvo claro que las potencias occidentales no habían persuadido a los polacos para conceder la principal demanda soviética del paso de tropas y también a causa de la lucha soviético-japonesa en Extremo Oriente. Sin embargo, Yakovlev dijo que la decisión para negociar con los alemanes se había tomado el 11 de agosto. Si el 21 de agosto fue la fecha de la decisión final para hacer un trato con Berlín, probablemente Stalin tuvo que tomarla porque no podía permitirse rechazar la demanda de Hitler para que Ribbentrop llegase a Moscú el 23 de agosto.
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
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¿Fue Polonia culpable?
Resumen
Aunque la falta de documentos rusos sobre el proceso de toma de decisiones en la época no permite fijar la fecha exacta de la decisión de Stalin, está claro que las conversaciones de Astakhov con funcionarios alemanes en Berlín desde mediados de abril hasta el 12 de agosto prepararon el camino para el acuerdo nazi-soviético. La tesis de Gorlov, apoyada por Roberts, de que la ausencia de cualquier instrucción de Molotov a Astakhov durante esta época prueba que el último estaba actuando por su propia iniciativa es claramente insostenible. Los funcionarios alemanes, incluyendo Ribbentrop, no sólo trataron a Astakhov como un representante de buena fe del gobierno soviético, sino que también está claro que estuvo en estrecho contacto con Molotov todo el tiempo. En realidad, incluso la correspondencia publicada de Astakhov con Moscú muestra que no estaba actuando de sí propio. De esta forma, es del todo posible que Stalin y Molotov decidieran sobre un acuerdo con Alemania al menos ya cuando la destitución de Litvinov a principios de mayo, si no antes, y luego jugaron un consumado juego diplomático hasta que estuvieron seguros que Hitler les concedería todas sus demandas. Esta suposición está apoyada por las conversaciones de Astakhov de Berlín, así como por las “filtraciones” suministradas a la embajada alemana en Londres por la “fuente fiable” que era muy probablemente el agente soviético en el Departamento de Comunicaciones de la Oficina de Exteriores, Francis Herbert King. Es sorprendente que fuesen hechas tan pocas indirectas y filtraciones de las negociaciones germano-soviéticas a las potencias occidentales, y éstas procedían de los alemanes que informaron a los franceses. También, el tono de Molotov en sus reuniones con los diplomáticos británicos y franceses fue casi siempre duro, incluso grosero, mientras que la política occidental fue duramente criticada en la prensa soviética como insincera, en el mejor de los casos, y explotadora, en el peor. Esto contrastaba con el tono generalmente amable adoptado por la prensa soviética hacia Alemania y por Molotov hacia Schulenburg.
Lo que es particularmente perceptible es el paralelismo entre las conversaciones germano-soviéticas y las negociaciones franco-británico-soviéticas entre mediados de abril y finales de julio. Esto llegó a ser incluso más sorprendente en agosto. Así, Astakhov dijo a los alemanes el 12 de agosto -el día que se abrieron en Moscú las negociaciones franco-británico-soviéticas- que el gobierno soviético estaba preparado para negociar y aceptaría un negociador alemán en la capital soviética. La disposición de Stalin para firmar un pacto de no-agresión fue expresada por Molotov a Schulenburg el 17 de agosto, el día que fueron suspendidas las negociaciones militares con los franceses y británicos después de que Stalin se enterara de un mensaje de Hitler que tenía que ser entregado por Schulenburg. Esto fue antes de que tuvieran lugar en Varsovia los intensivos esfuerzos anglo-franceses para persuadir a los polacos que aceptaran el paso de tropas soviéticas. Molotov entregó el borrador soviético de un pacto de no-agresión a Schulenburg a últimas horas de la tarde del 19 de agosto, antes de que el gobierno francés, y presumiblemente Doumenc en Moscú, recibiera la noticia del rechazo polaco ese día. Es posible que Stalin juzgara el momento oportuno para negociar un acuerdo con Alemania en algún momento de agosto de 1939, supuestamente porque supo que las delegaciones francesa y británica fracasaron en recibir una respuesta positiva de Polonia con respecto al paso de tropas soviéticas. De hecho, parece que Stalin esperaba un resultado negativo de las negociaciones militares. En tal caso, las pudo haber consentido para presionar a Hitler hacia un acuerdo con la URSS, y quizás, al mismo tiempo, recibir una autorización occidental para entrar en Polonia oriental. En cuanto a la lucha soviético-japonesa en Extremo Oriente, no se convirtió en una guerra de envergadura. Además, un agente de la inteligencia soviética muy bien situado en Tokio (Richard Sorge) reportó en Junio que Japón no estaba planeando atacar a la URSS, así que es improbable que este combate jugara un papel importante en la decisión de Stalin.
¿Temía Stalin un ataque alemán sobre la URSS? Quizás, pero los documentos alemanes no indican que Hitler intentara atacar a la Unión Soviética a través de Polonia en 1939, y la inteligencia soviética habría reportado esto a Stalin. D. C. Watt puede tener razón en su juicio de que Stalin esperaba que Hitler atacara a Francia y Gran Bretaña, no a la URSS. Cualquiera que fuese el caso, es dable preguntarse si Hitler habría atacado a Polonia si la URSS tuviera una alianza con Francia y Gran Bretaña. Dejando esta pregunta al margen, está claro que la ausencia de una cláusula derogando el pacto de no-agresión germano-soviético en caso de que una de las dos partes se involucrase en una guerra de agresión contra un tercer país -una cláusula presente en otros pactos de no-agresión firmados por la URSS antes de agosto de 1939 (150)- fue ciertamente un fuerte espaldarazo para que Hitler atacara a Polonia. Teniendo en cuenta todo esto, ¿puede la política de Stalin describirse simplemente como apaciguamiento de Alemania, y puede ser considerado como un estadista prudente por concluir el pacto de no-agresión con Hitler? (151).
La falta de documentación autorizada soviética permite la continuación del debate sobre la datación de la decisión política clave de Stalin, y lo mismo rige sobre la interpretación de los motivos de Stalin para concluir el pacto con Hitler. En cuanto a los objetivos a corto plazo concierne, se puede preguntar, por ejemplo, si Stalin pensaba que podía firmar una alianza militar con las potencias occidentales si obtenía su acuerdo para entrar en Polonia oriental mientras estaba atado por un pacto de no-agresión a la Alemania nazi. Daladier, por lo pronto, estaba ciertamente deseoso de dejar entrar a las tropas soviéticas en Polonia oriental, y presumiblemente se mantuvo ahí, como atestigua su cable de 21 de agosto a Doumenc. Los británicos aceptaron esto el 24 de agosto. Esto puede haber animado al líder soviético a especular que podía nadar y guardar la ropa, es decir, que podía tener una alianza con las potencias occidentales y un pacto de no-agresión con la Alemania nazi. Esta hipótesis parece estar apoyada por el hecho de que, entre el 23 y 25 de agosto, Molotov y la prensa soviética proclamaron que no había contradicción entre una alianza militar con las potencias occidentales y un pacto de no-agresión con Alemania. El embajador soviético en Polonia habló también como si la situación no hubiera cambiado. En realidad, ya el 2 de septiembre, cuando Polonia ya estaba bajo ataque alemán, sugirió que los polacos pidieran suministros a la URSS, mencionando la declaración positiva de Voroshilov sobre esto tal como se publicó en la prensa soviética el 27 de agosto (152). ¿Fue esto simplemente un camuflaje destinado a fortalecer la moral polaca y de esta forma hacer que los polacos combatieran a los alemanes tanto tiempo como fuera posible, o fue algo más? ¿Reflejaba la política de Stalin el discurso soviético de 23-25 de agosto sobre que el pacto y la alianza no eran inherentemente contradictorios? Es posible que pueda haber permitido el discurso sobre la compatibilidad de una alianza con las potencias occidentales y un pacto de no-agresión con Alemania para asegurar el consentimiento occidental a su demanda con respecto al paso del Ejército Rojo a través de Polonia, o para ejercer presión sobre Hitler para hacer más concesiones a la URSS, o por ambas cosas. Por supuesto, sin acceso a documentos relevantes soviéticos, estas preguntas permanecerán sin respuesta.
JL
Aunque la falta de documentos rusos sobre el proceso de toma de decisiones en la época no permite fijar la fecha exacta de la decisión de Stalin, está claro que las conversaciones de Astakhov con funcionarios alemanes en Berlín desde mediados de abril hasta el 12 de agosto prepararon el camino para el acuerdo nazi-soviético. La tesis de Gorlov, apoyada por Roberts, de que la ausencia de cualquier instrucción de Molotov a Astakhov durante esta época prueba que el último estaba actuando por su propia iniciativa es claramente insostenible. Los funcionarios alemanes, incluyendo Ribbentrop, no sólo trataron a Astakhov como un representante de buena fe del gobierno soviético, sino que también está claro que estuvo en estrecho contacto con Molotov todo el tiempo. En realidad, incluso la correspondencia publicada de Astakhov con Moscú muestra que no estaba actuando de sí propio. De esta forma, es del todo posible que Stalin y Molotov decidieran sobre un acuerdo con Alemania al menos ya cuando la destitución de Litvinov a principios de mayo, si no antes, y luego jugaron un consumado juego diplomático hasta que estuvieron seguros que Hitler les concedería todas sus demandas. Esta suposición está apoyada por las conversaciones de Astakhov de Berlín, así como por las “filtraciones” suministradas a la embajada alemana en Londres por la “fuente fiable” que era muy probablemente el agente soviético en el Departamento de Comunicaciones de la Oficina de Exteriores, Francis Herbert King. Es sorprendente que fuesen hechas tan pocas indirectas y filtraciones de las negociaciones germano-soviéticas a las potencias occidentales, y éstas procedían de los alemanes que informaron a los franceses. También, el tono de Molotov en sus reuniones con los diplomáticos británicos y franceses fue casi siempre duro, incluso grosero, mientras que la política occidental fue duramente criticada en la prensa soviética como insincera, en el mejor de los casos, y explotadora, en el peor. Esto contrastaba con el tono generalmente amable adoptado por la prensa soviética hacia Alemania y por Molotov hacia Schulenburg.
Lo que es particularmente perceptible es el paralelismo entre las conversaciones germano-soviéticas y las negociaciones franco-británico-soviéticas entre mediados de abril y finales de julio. Esto llegó a ser incluso más sorprendente en agosto. Así, Astakhov dijo a los alemanes el 12 de agosto -el día que se abrieron en Moscú las negociaciones franco-británico-soviéticas- que el gobierno soviético estaba preparado para negociar y aceptaría un negociador alemán en la capital soviética. La disposición de Stalin para firmar un pacto de no-agresión fue expresada por Molotov a Schulenburg el 17 de agosto, el día que fueron suspendidas las negociaciones militares con los franceses y británicos después de que Stalin se enterara de un mensaje de Hitler que tenía que ser entregado por Schulenburg. Esto fue antes de que tuvieran lugar en Varsovia los intensivos esfuerzos anglo-franceses para persuadir a los polacos que aceptaran el paso de tropas soviéticas. Molotov entregó el borrador soviético de un pacto de no-agresión a Schulenburg a últimas horas de la tarde del 19 de agosto, antes de que el gobierno francés, y presumiblemente Doumenc en Moscú, recibiera la noticia del rechazo polaco ese día. Es posible que Stalin juzgara el momento oportuno para negociar un acuerdo con Alemania en algún momento de agosto de 1939, supuestamente porque supo que las delegaciones francesa y británica fracasaron en recibir una respuesta positiva de Polonia con respecto al paso de tropas soviéticas. De hecho, parece que Stalin esperaba un resultado negativo de las negociaciones militares. En tal caso, las pudo haber consentido para presionar a Hitler hacia un acuerdo con la URSS, y quizás, al mismo tiempo, recibir una autorización occidental para entrar en Polonia oriental. En cuanto a la lucha soviético-japonesa en Extremo Oriente, no se convirtió en una guerra de envergadura. Además, un agente de la inteligencia soviética muy bien situado en Tokio (Richard Sorge) reportó en Junio que Japón no estaba planeando atacar a la URSS, así que es improbable que este combate jugara un papel importante en la decisión de Stalin.
¿Temía Stalin un ataque alemán sobre la URSS? Quizás, pero los documentos alemanes no indican que Hitler intentara atacar a la Unión Soviética a través de Polonia en 1939, y la inteligencia soviética habría reportado esto a Stalin. D. C. Watt puede tener razón en su juicio de que Stalin esperaba que Hitler atacara a Francia y Gran Bretaña, no a la URSS. Cualquiera que fuese el caso, es dable preguntarse si Hitler habría atacado a Polonia si la URSS tuviera una alianza con Francia y Gran Bretaña. Dejando esta pregunta al margen, está claro que la ausencia de una cláusula derogando el pacto de no-agresión germano-soviético en caso de que una de las dos partes se involucrase en una guerra de agresión contra un tercer país -una cláusula presente en otros pactos de no-agresión firmados por la URSS antes de agosto de 1939 (150)- fue ciertamente un fuerte espaldarazo para que Hitler atacara a Polonia. Teniendo en cuenta todo esto, ¿puede la política de Stalin describirse simplemente como apaciguamiento de Alemania, y puede ser considerado como un estadista prudente por concluir el pacto de no-agresión con Hitler? (151).
La falta de documentación autorizada soviética permite la continuación del debate sobre la datación de la decisión política clave de Stalin, y lo mismo rige sobre la interpretación de los motivos de Stalin para concluir el pacto con Hitler. En cuanto a los objetivos a corto plazo concierne, se puede preguntar, por ejemplo, si Stalin pensaba que podía firmar una alianza militar con las potencias occidentales si obtenía su acuerdo para entrar en Polonia oriental mientras estaba atado por un pacto de no-agresión a la Alemania nazi. Daladier, por lo pronto, estaba ciertamente deseoso de dejar entrar a las tropas soviéticas en Polonia oriental, y presumiblemente se mantuvo ahí, como atestigua su cable de 21 de agosto a Doumenc. Los británicos aceptaron esto el 24 de agosto. Esto puede haber animado al líder soviético a especular que podía nadar y guardar la ropa, es decir, que podía tener una alianza con las potencias occidentales y un pacto de no-agresión con la Alemania nazi. Esta hipótesis parece estar apoyada por el hecho de que, entre el 23 y 25 de agosto, Molotov y la prensa soviética proclamaron que no había contradicción entre una alianza militar con las potencias occidentales y un pacto de no-agresión con Alemania. El embajador soviético en Polonia habló también como si la situación no hubiera cambiado. En realidad, ya el 2 de septiembre, cuando Polonia ya estaba bajo ataque alemán, sugirió que los polacos pidieran suministros a la URSS, mencionando la declaración positiva de Voroshilov sobre esto tal como se publicó en la prensa soviética el 27 de agosto (152). ¿Fue esto simplemente un camuflaje destinado a fortalecer la moral polaca y de esta forma hacer que los polacos combatieran a los alemanes tanto tiempo como fuera posible, o fue algo más? ¿Reflejaba la política de Stalin el discurso soviético de 23-25 de agosto sobre que el pacto y la alianza no eran inherentemente contradictorios? Es posible que pueda haber permitido el discurso sobre la compatibilidad de una alianza con las potencias occidentales y un pacto de no-agresión con Alemania para asegurar el consentimiento occidental a su demanda con respecto al paso del Ejército Rojo a través de Polonia, o para ejercer presión sobre Hitler para hacer más concesiones a la URSS, o por ambas cosas. Por supuesto, sin acceso a documentos relevantes soviéticos, estas preguntas permanecerán sin respuesta.
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
También hay cuestiones concernientes a los objetivos a largo plazo de Stalin al concluir el pacto con Hitler. Como ya se ha mencionado, algunos historiadores occidentales, unos cuantos rusos y la mayoría de los polacos creen que Stalin aseguró deliberadamente el ataque de Hitler sobre Polonia, arriesgando así el estallido de una guerra europea en la que la URSS ganaría algún territorio, permanecería al margen, y luego se aprovecharía del agotamiento de las potencias occidentales para expandir el poder y el comunismo soviéticos. Esta opinión pareció encontrar confirmación en un informe de un periódico alemán de julio de 1996 sobre un “hallazgo” documental de un académico ruso. Era el texto de un discurso que supuestamente dio Stalin al Politburó el 19 de agosto de 1939. Resulta que el discurso ya había sido publicado en 1939, y Stalin lo negó en la época. Algunos historiadores creen que es una falsificación, mientras que otros creen que es auténtico. Ninguna opinión se puede probar correcta sin otros documentos que la confirmen, pero la fecha de 19 de agosto citada por Yakovlev para la decisión final de Stalin, y el documento reflejan el pensamiento soviético tal como se registró en otros lugares. Por estas razones se da el texto abajo:
¿Paz o guerra? Esta pregunta ha entrado en su fase crítica. Su solución depende enteramente de la posición tomada por la Unión Soviética. Estamos absolutamente convencidos de que si concluimos un tratado de alianza con Francia y Gran Bretaña, Alemania se verá obligada a retirarse de Polonia y a buscar un modus vivendi con las potencias occidentales. De esta forma, la guerra podía ser evitada y luego, más tarde, el desarrollo de este estado de cosas tomará un carácter peligroso para nosotros.
Por otra parte, si aceptamos la propuesta de Alemania, que vosotros conocéis, de concluir con ella un pacto de no-agresión, Alemania seguro que atacará a Polonia y será inevitable la intervención de Inglaterra y Francia.
En estas circunstancias, tendremos una oportunidad muy buena para permanecer fuera del conflicto, y podremos esperar un cambio ventajoso para nosotros. Esto es precisamente lo que demanda nuestro interés.
Así, nuestra elección está clara: deberíamos aceptar la propuesta alemana y mandar la misión anglo-francesa de vuelta a sus países con un rechazo cortés.
No es difícil prever la ventaja que sacaremos de esta forma de proceder. Para nosotros es evidente que Polonia será destruida antes incluso de que Inglaterra y Francia sean capaces de acudir en su ayuda. En este caso, Alemania nos cede una parte de Polonia justo hasta los alrededores de Varsovia, junto con la Galicia ucraniana.
Alemania nos deja completa libertad de acción en los tres estados bálticos. No se opone al regreso de Besarabia a Rusia. Está dispuesta a cedernos Rumania, Bulgaria y Hungría como esfera de influencia nuestra.
Queda la cuestión de Yugoslavia, cuya solución depende de la posición tomada por Italia. Si Italia permanece del lado de Alemania, pedirá que Yugoslavia sea incluida en nuestra esfera de influencia, y también a través de Yugoslavia obtendrá ella acceso al Adriático. Pero si Italia no marcha con Alemania, ésta tendrá acceso al Adriático a expensas de Italia, y en ese caso Yugoslavia pasará a nuestra esfera de influencia.
Es decir, si Alemania vence en la guerra.
Sin embargo, deberíamos prever la posibilidad resultante tanto de la derrota como de la victoria de Alemania. Examinemos el caso de una derrota alemana. Inglaterra y Francia tendrán entonces suficiente poder para ocupar Berlín y destruir Alemania, y nosotros no seremos capaces de dar una ayuda efectiva a la última.
Por tanto, nuestro objetivo es que Alemania sea capaz de continuar la guerra tanto como sea posible, para que Inglaterra y Francia estén cansadas y exhaustas hasta tal punto que no puedan ya destruir a Alemania.
En consecuencia nuestra posición es que mientras que permaneciendo neutrales, ayudamos a Alemania económicamente y la abastecemos con materias primas y productos alimenticios. Pero resulta obvio que nuestra ayuda no debería rebasar un cierto límite en cuanto a no comprometer nuestra situación económica y debilitar la fuerza de nuestro ejército.
Al mismo tiempo, deberíamos conducir, de forma general, una propaganda comunista activa, especialmente en el bloque anglo-francés, y especialmente en Francia. Deberíamos esperar que, en este país, nuestro partido se verá obligado, en tiempo de guerra, a abandonar medidas legales y pasar a la actividad clandestina. Sabemos que esta actividad requiere un montón de dinero, pero deberíamos consentir en estos sacrificios sin dudar. Si este trabajo preparatorio se lleva a cabo debidamente, la seguridad alemana estará asegurada. Ésta puede contribuir a la sovietización de Francia.
Examinemos ahora la segunda hipótesis, la de una victoria alemana. Alguna [gente] es de la opinión que esta posibilidad representa el peligro más grande para nosotros. Hay algo de verdad en esta afirmación, pero sería erróneo pensar que este peligro es tan próximo y tan grande como algunos imaginan.
Si Alemania gana, saldrá de la guerra demasiado cansada como para hacernos la guerra durante la década siguiente. Sus principales preocupaciones serán mantener la vigilancia sobre las derrotadas Inglaterra y Francia para impedir que se recuperen.
Por otra parte, una Alemania victoriosa tendrá vastas colonias a su disposición. Su explotación y adaptación a los métodos alemanes absorberá a Alemania en igual grado durante varias décadas. Es evidente que Alemania estará ocupada en cualquier parte para volverse contra nosotros.
Camaradas, concluyó Stalin, os he expuesto mis consideraciones. Repito que está en vuestro* interés que estalle la guerra entre el Reich y el bloque anglo-francés. Es esencial para nosotros que esta guerra dure lo máximo posible, para que las dos partes queden exhaustas. Es por estas razones que deberíamos aceptar el pacto propuesto por Alemania y trabajar para que la guerra, una vez declarada, se prolongue al máximo. Al mismo tiempo, deberíamos intensificar el trabajo económico** en los países beligerantes, para que estemos bien preparados para el momento en que termine la guerra.
El caso fue que el informe del periódico alemán estaba basado en un documento encontrado unos años antes por la historiadora rusa Tatiana Bushueva, quien los descubrió entre documentos capturados a los nazis y luego almacenados en el antiguo archivo de botín de guerra soviético. Lo publicó en ruso en el periódico ruso Novy Mir en octubre de 1994. Bushueva creía que ya que el texto estaba en francés, fue escrito probablemente por un miembro del comité de habla francesa presente en la reunión (153). No hay confirmación del texto de fuentes rusas, y muchos historiadores creen que es una falsificación (154). Sin embargo, el 7 de septiembre, Georgii M. Dimitrov, entonces jefe del Comintern, anotó a Stalin diciendo:
No tenemos nada contra su lucha y debilitamiento entre ellos. No sería malo si los alemanes sacuden a los países capitalistas más ricos (especialmente Inglaterra). Hitler, aunque no lo comprende o desea, está sacudiendo y socavando el sistema capitalista.
Sobre el papel de la Unión Soviética en la guerra, dijo: “Podemos maniobrar, apoyar a un bando contra el otro, para que se combatan entre sí aún más” (155). Sería extraño, realmente, que Stalin no tuviera tales pensamientos antes de la conclusión del pacto con Hitler. Además, hay informes checos y polacos sobre declaraciones hechas por altos funcionarios soviéticos en 1940-41 acerca de planes soviéticos para que el Ejército Rojo marchara sobre una Europa agotada, que se convertiría luego en comunista (156).
Por supuesto, es posible explicar la decisión de Stalin de alinear a la URSS con Alemania porque esperaba que ésta invadiera Polonia sin ninguna reacción militar importante de Francia y Gran Bretaña, y porque necesitaba tiempo para rearmarse. En esta hipótesis, sería obviamente del interés soviético evitar que los alemanes tomaran toda Polonia y quizás también Lituania, Latvia y Estonia, mientras hacía un aliado de Finlandia. No obstante, parece bastante restrictivo ver la política de Stalin sólo en términos de “realpolitik” tradicional, basada en la necesidad de garantizar la seguridad soviética mientras se ignoraba totalmente el papel de la ideología comunista. En cambio, parece más apropiado ver la política de Stalin en 1939 como una combinación de “realpolitik” y el viejo objetivo de revolución mundial, en este caso, el establecimiento de gobiernos comunistas dominados por los soviéticos en Europa después de una guerra agotadora.
En conclusión, parece más probable que Stalin decidió alinearse con Hitler en algún momento de la primavera de 1939. Debió haber calculado que podía arriesgarse a tener al ejército y fuerza aérea alemanes mucho más cerca de Moscú mediante una partición de Polonia, porque esperaba que Hitler se empantanase en una guerra larga con Francia y Gran Bretaña. Por tanto, condujo negociaciones con las potencias occidentales para presionar a Hitler hacia un acuerdo con la URSS. Una política así formaría parte del objetivo a largo plazo soviético de ganar una seguridad duradera para la URSS, que estuvo siempre identificada con la propagación del comunismo por el mundo, pero antes que nada en Europa. Como Lenin en 1917-19, Stalin parece haber esperado tal estado de cosas sólo después de una guerra agotadora. De nuevo, como Lenin, parece haber visto a Alemania como el país europeo clave en un extendido bloque comunista, que incluía Polonia como el puente terrestre entre Alemania y la URSS. Finalmente, toda la documentación disponible indica que Polonia no jugó ningún papel en la decisión de Stalin de alinearse con Hitler en 1939, excepto como un chivo expiatorio conveniente para romper las negociaciones con Francia y Gran Bretaña. La opinión de Stalin sobre Polonia probablemente está mejor reflejada en una declaración anotada por Dimitrov durante la reunión de éste con el “Vozhd” el 7 de septiembre de 1939. Stalin la caracterizó como un “estado fascista” que oprimía a ucranianos y bielorrusos, y dijo:
¡La destrucción de este estado en las circunstancias actuales significaría un estado burgués y fascista menos! ¿Sería malo si, como resultado de la derrota de Polonia, extendemos el sistema socialista a nuevos territorios y poblaciones? (157).
Es más que probable que éstos fueran también los pensamientos de Stalin sobre Polonia durante mucho tiempo antes de que concluyera su fatídico acuerdo con Hitler en agosto de 1939.
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Mañana comenzaremos con las notas.
JL
¿Paz o guerra? Esta pregunta ha entrado en su fase crítica. Su solución depende enteramente de la posición tomada por la Unión Soviética. Estamos absolutamente convencidos de que si concluimos un tratado de alianza con Francia y Gran Bretaña, Alemania se verá obligada a retirarse de Polonia y a buscar un modus vivendi con las potencias occidentales. De esta forma, la guerra podía ser evitada y luego, más tarde, el desarrollo de este estado de cosas tomará un carácter peligroso para nosotros.
Por otra parte, si aceptamos la propuesta de Alemania, que vosotros conocéis, de concluir con ella un pacto de no-agresión, Alemania seguro que atacará a Polonia y será inevitable la intervención de Inglaterra y Francia.
En estas circunstancias, tendremos una oportunidad muy buena para permanecer fuera del conflicto, y podremos esperar un cambio ventajoso para nosotros. Esto es precisamente lo que demanda nuestro interés.
Así, nuestra elección está clara: deberíamos aceptar la propuesta alemana y mandar la misión anglo-francesa de vuelta a sus países con un rechazo cortés.
No es difícil prever la ventaja que sacaremos de esta forma de proceder. Para nosotros es evidente que Polonia será destruida antes incluso de que Inglaterra y Francia sean capaces de acudir en su ayuda. En este caso, Alemania nos cede una parte de Polonia justo hasta los alrededores de Varsovia, junto con la Galicia ucraniana.
Alemania nos deja completa libertad de acción en los tres estados bálticos. No se opone al regreso de Besarabia a Rusia. Está dispuesta a cedernos Rumania, Bulgaria y Hungría como esfera de influencia nuestra.
Queda la cuestión de Yugoslavia, cuya solución depende de la posición tomada por Italia. Si Italia permanece del lado de Alemania, pedirá que Yugoslavia sea incluida en nuestra esfera de influencia, y también a través de Yugoslavia obtendrá ella acceso al Adriático. Pero si Italia no marcha con Alemania, ésta tendrá acceso al Adriático a expensas de Italia, y en ese caso Yugoslavia pasará a nuestra esfera de influencia.
Es decir, si Alemania vence en la guerra.
Sin embargo, deberíamos prever la posibilidad resultante tanto de la derrota como de la victoria de Alemania. Examinemos el caso de una derrota alemana. Inglaterra y Francia tendrán entonces suficiente poder para ocupar Berlín y destruir Alemania, y nosotros no seremos capaces de dar una ayuda efectiva a la última.
Por tanto, nuestro objetivo es que Alemania sea capaz de continuar la guerra tanto como sea posible, para que Inglaterra y Francia estén cansadas y exhaustas hasta tal punto que no puedan ya destruir a Alemania.
En consecuencia nuestra posición es que mientras que permaneciendo neutrales, ayudamos a Alemania económicamente y la abastecemos con materias primas y productos alimenticios. Pero resulta obvio que nuestra ayuda no debería rebasar un cierto límite en cuanto a no comprometer nuestra situación económica y debilitar la fuerza de nuestro ejército.
Al mismo tiempo, deberíamos conducir, de forma general, una propaganda comunista activa, especialmente en el bloque anglo-francés, y especialmente en Francia. Deberíamos esperar que, en este país, nuestro partido se verá obligado, en tiempo de guerra, a abandonar medidas legales y pasar a la actividad clandestina. Sabemos que esta actividad requiere un montón de dinero, pero deberíamos consentir en estos sacrificios sin dudar. Si este trabajo preparatorio se lleva a cabo debidamente, la seguridad alemana estará asegurada. Ésta puede contribuir a la sovietización de Francia.
Examinemos ahora la segunda hipótesis, la de una victoria alemana. Alguna [gente] es de la opinión que esta posibilidad representa el peligro más grande para nosotros. Hay algo de verdad en esta afirmación, pero sería erróneo pensar que este peligro es tan próximo y tan grande como algunos imaginan.
Si Alemania gana, saldrá de la guerra demasiado cansada como para hacernos la guerra durante la década siguiente. Sus principales preocupaciones serán mantener la vigilancia sobre las derrotadas Inglaterra y Francia para impedir que se recuperen.
Por otra parte, una Alemania victoriosa tendrá vastas colonias a su disposición. Su explotación y adaptación a los métodos alemanes absorberá a Alemania en igual grado durante varias décadas. Es evidente que Alemania estará ocupada en cualquier parte para volverse contra nosotros.
Camaradas, concluyó Stalin, os he expuesto mis consideraciones. Repito que está en vuestro* interés que estalle la guerra entre el Reich y el bloque anglo-francés. Es esencial para nosotros que esta guerra dure lo máximo posible, para que las dos partes queden exhaustas. Es por estas razones que deberíamos aceptar el pacto propuesto por Alemania y trabajar para que la guerra, una vez declarada, se prolongue al máximo. Al mismo tiempo, deberíamos intensificar el trabajo económico** en los países beligerantes, para que estemos bien preparados para el momento en que termine la guerra.
El caso fue que el informe del periódico alemán estaba basado en un documento encontrado unos años antes por la historiadora rusa Tatiana Bushueva, quien los descubrió entre documentos capturados a los nazis y luego almacenados en el antiguo archivo de botín de guerra soviético. Lo publicó en ruso en el periódico ruso Novy Mir en octubre de 1994. Bushueva creía que ya que el texto estaba en francés, fue escrito probablemente por un miembro del comité de habla francesa presente en la reunión (153). No hay confirmación del texto de fuentes rusas, y muchos historiadores creen que es una falsificación (154). Sin embargo, el 7 de septiembre, Georgii M. Dimitrov, entonces jefe del Comintern, anotó a Stalin diciendo:
No tenemos nada contra su lucha y debilitamiento entre ellos. No sería malo si los alemanes sacuden a los países capitalistas más ricos (especialmente Inglaterra). Hitler, aunque no lo comprende o desea, está sacudiendo y socavando el sistema capitalista.
Sobre el papel de la Unión Soviética en la guerra, dijo: “Podemos maniobrar, apoyar a un bando contra el otro, para que se combatan entre sí aún más” (155). Sería extraño, realmente, que Stalin no tuviera tales pensamientos antes de la conclusión del pacto con Hitler. Además, hay informes checos y polacos sobre declaraciones hechas por altos funcionarios soviéticos en 1940-41 acerca de planes soviéticos para que el Ejército Rojo marchara sobre una Europa agotada, que se convertiría luego en comunista (156).
Por supuesto, es posible explicar la decisión de Stalin de alinear a la URSS con Alemania porque esperaba que ésta invadiera Polonia sin ninguna reacción militar importante de Francia y Gran Bretaña, y porque necesitaba tiempo para rearmarse. En esta hipótesis, sería obviamente del interés soviético evitar que los alemanes tomaran toda Polonia y quizás también Lituania, Latvia y Estonia, mientras hacía un aliado de Finlandia. No obstante, parece bastante restrictivo ver la política de Stalin sólo en términos de “realpolitik” tradicional, basada en la necesidad de garantizar la seguridad soviética mientras se ignoraba totalmente el papel de la ideología comunista. En cambio, parece más apropiado ver la política de Stalin en 1939 como una combinación de “realpolitik” y el viejo objetivo de revolución mundial, en este caso, el establecimiento de gobiernos comunistas dominados por los soviéticos en Europa después de una guerra agotadora.
En conclusión, parece más probable que Stalin decidió alinearse con Hitler en algún momento de la primavera de 1939. Debió haber calculado que podía arriesgarse a tener al ejército y fuerza aérea alemanes mucho más cerca de Moscú mediante una partición de Polonia, porque esperaba que Hitler se empantanase en una guerra larga con Francia y Gran Bretaña. Por tanto, condujo negociaciones con las potencias occidentales para presionar a Hitler hacia un acuerdo con la URSS. Una política así formaría parte del objetivo a largo plazo soviético de ganar una seguridad duradera para la URSS, que estuvo siempre identificada con la propagación del comunismo por el mundo, pero antes que nada en Europa. Como Lenin en 1917-19, Stalin parece haber esperado tal estado de cosas sólo después de una guerra agotadora. De nuevo, como Lenin, parece haber visto a Alemania como el país europeo clave en un extendido bloque comunista, que incluía Polonia como el puente terrestre entre Alemania y la URSS. Finalmente, toda la documentación disponible indica que Polonia no jugó ningún papel en la decisión de Stalin de alinearse con Hitler en 1939, excepto como un chivo expiatorio conveniente para romper las negociaciones con Francia y Gran Bretaña. La opinión de Stalin sobre Polonia probablemente está mejor reflejada en una declaración anotada por Dimitrov durante la reunión de éste con el “Vozhd” el 7 de septiembre de 1939. Stalin la caracterizó como un “estado fascista” que oprimía a ucranianos y bielorrusos, y dijo:
¡La destrucción de este estado en las circunstancias actuales significaría un estado burgués y fascista menos! ¿Sería malo si, como resultado de la derrota de Polonia, extendemos el sistema socialista a nuevos territorios y poblaciones? (157).
Es más que probable que éstos fueran también los pensamientos de Stalin sobre Polonia durante mucho tiempo antes de que concluyera su fatídico acuerdo con Hitler en agosto de 1939.
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Mañana comenzaremos con las notas.
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
NOTAS
1. Para una primera versión de algunos de estos cargos, véase el discurso de Vyacheslav M. Molotov de 31 de agosto de 1939 al Soviet Supremo: God Krizisa, 1938-1939 (Moscow, 1990), vol. 2 [en adelante: GK 2] no. 620; Jane Degras, ed., Soviet Documents on Foreign Policy, vol. [en adelante: Degras SDFP III] (Oxford, 1953), 363-371. Para la vieja línea del partido en 1939, véase Boris Ponomaryov et al., eds., History of Soviet Foreign Policy, 1917-1945 (Moscow, 1969), cap. 11; y Vilnis Sipols, Diplomatic Battles Before World War II (Moscow, 1982), cap. IV. Sobre el tratamiento típico de la política exterior polaca de entreguerras, véase Anna M. Cienciala, "Marxism and History: Recent Polish and Soviet Interpretations of Polish Foreign Policy in the Era of Appeasement. An Evaluation," East European Quarterly 1, no. 1 (1967): 92-117.
2. Molotov, que firmó el protocolo secreto junto con Ribbentrop, dijo a un periodista ruso: "No pudo haber habido ningún acuerdo secreto semajante.....Le puedo asegurar que esto es incuestionablemente una fabricación". Véase Albert Resis, ed., Molotov Remembers. Inside Kremlin Politics. Conversations with Felix Chuev (Chicago, 1993), 13.
3. La primera información sobre la negociación para el protocolo secreto fue dada en los Juicios de Nuremberg por el abogado que defendía a Rudolf Hess, citando una deposición del experto legal del Ministerio de Exteriores alemán, Friedrich Gauss, que estuvo presente en las negociaciones; véase Alfred Seidl, Der Fall Rudolf Hess 1941–1987. Dokumentation des Verteidigers, 3rd, edición ampliada (Munich, 1988), 93-95. No obstante, los fiscales aliados aceptaron la petición soviética para que esta evidencia fuese inadmisible en los Juicios de Nuremberg.
Sobre la historia del microfilme conteniendo el protocolo secreto, véase: Ingeborg Fleischhauer, Der Pakt. Hitler, Stalin unter die Initiative der deutschen Diplomatie 1938–1939 (Berlin, Frankfurt-am-Main, 1990), nota 139, 533–534. El protocolo secreto de 23 de agosto de 1939 fue primeramente publicado en la prensa británica por el Manchester Guardian, 30 de mayo de 1946. Fue publicado luego en Nazi-Soviet Relations 1939–1941. Documents from the Archives of the German Foreign Office, Washington,1948, 78, y vuelto a publicar en Documents on German Foreign Policy (en adelante: DGFP) ser. D, vol. VII (London, Washington, 1956), no. 229; para los textos rusos véase GK 2 (Moscow, 1990), nos. 602, 603 y Dokumenty Vneshnei Politiki. Vol. XXII, 1939 god. Kniga I, [en adelante: DVP 1939 I] (Moscow, 1992), no, 485.
Sobre el hallazgo de copias verificadas del protocolo secreto, véase el discurso de Alexander N. Yakovlev al Segundo Congreso de Diputados del Pueblo, 24 de diciembre de 1989, texto ruso, Izvestiia, 25 de diciembre de 1989, reimpreso en: O.A. Rzheshevskii, ed., 1939 God. Urokii Istorii [en adelante: 1939 God] (Moscow, 1990), apéndice, 492–493. Para la condena del Congreso de los protocolos secretos anunciada el 25 de diciembre, véase: Mikhail S. Gorbachev, Pravda, 28 de diciembre de 1989, reimpreso en 1939 God, 496-497; breve pasaje en Current Digest of the Soviet Press, 1990, no. 42, #09, 11.1; para el texto completo de los informes, véase On the Political and Legal Assessment of the Soviet-German Non-Aggression Treaty of 1939 (Moscow, 1990).
Sobre el primer descubrimiento de las copias originales alemana y rusa del protocolo secreto en los Archivos Presidenciales Rusos, cuando Gorbachev pasó el poder a Boris N. Yeltsin, véase la entrevista concedida por Yakovlev -que estaba presente- a Michael Dobbs, en su: Down with Big Brother. The Fall of the Soviet Empire (New York, 1996), 447–448. Sobre el descubrimiento del protocolo secreto por archivistas e historiadores rusos en octubre de 1992, véase Dmitri Volkogonov, Autopsy for an Empire. The Seven Leaders Who Built the Soviet Regime, trad. y ed. Harold Shukman (New York and London), 1998, 528, cf. Lev Bezymensky, “The Secret Protocols of 1939 as a Problem of Soviet Historiography,” en Gabriel Gorodetsky, ed., Soviet Foreign Policy 1917–1991. A Retrospective (London, 1994), 83–84.
4. Para una breve visión general del debate entre historiadores rusos, véase: M.I. Mel’miukhov, “Predyistoriia Velikoi Otechestvennoi Voiny v sovremennykh diskusiiakh,” en G.A. Bordiagov, ed., Istoricheskie Issledovaniia v Rossii. Tendentsii
poslednikh let (Moscow, 1996), 278–307; on 1939, ibid., 278–283. Para una condena de Stalin por firmar el pacto, véase: V.L. Doroshenko, “Stalinskaia provokatsiia vtoroi mirovoi voiny,” en: Drugaia Voina 1939–1945 (Moscow), 1996, 60–72; Lev I. Ginzburg, “Sovetsko-Germanskii pakt: Zamysel i ego realizatsiia,” Otechestvennai Istoriia, no 3 (1996), 29–40; y M. I. Semiriaga, Tainy stalinskoi diplomatsii, 1939–1941 (Moscow, 1992), una primera versión de la cual apreció como “Sovetsko-Germanskiie dogovorennosti v 1939—iunie 1941: Vzgliad istorika,” Sovetskiie Gosudarstvo i Pravo, no.9 (1989), 92–104.
5. Lord Strang, At Home and Abroad (London, 1956), 189–190. Strang había sido el encargado de negocios británico en Moscú a `comienzos de la década de 1930. Para un brebe esbozo biográfico, véase Donald Cameron Watt, How War Came. The Immediate Origins of the Second World War, 1938–1939 (London, 1989), 361–362.
6. Para la cuenta de Beaufre de su misión a Varsovia, véase General [André] Beaufre, Mémoires 1920—1940—1945 (Paris, 1965), 144–151.
A seguir
JL
1. Para una primera versión de algunos de estos cargos, véase el discurso de Vyacheslav M. Molotov de 31 de agosto de 1939 al Soviet Supremo: God Krizisa, 1938-1939 (Moscow, 1990), vol. 2 [en adelante: GK 2] no. 620; Jane Degras, ed., Soviet Documents on Foreign Policy, vol. [en adelante: Degras SDFP III] (Oxford, 1953), 363-371. Para la vieja línea del partido en 1939, véase Boris Ponomaryov et al., eds., History of Soviet Foreign Policy, 1917-1945 (Moscow, 1969), cap. 11; y Vilnis Sipols, Diplomatic Battles Before World War II (Moscow, 1982), cap. IV. Sobre el tratamiento típico de la política exterior polaca de entreguerras, véase Anna M. Cienciala, "Marxism and History: Recent Polish and Soviet Interpretations of Polish Foreign Policy in the Era of Appeasement. An Evaluation," East European Quarterly 1, no. 1 (1967): 92-117.
2. Molotov, que firmó el protocolo secreto junto con Ribbentrop, dijo a un periodista ruso: "No pudo haber habido ningún acuerdo secreto semajante.....Le puedo asegurar que esto es incuestionablemente una fabricación". Véase Albert Resis, ed., Molotov Remembers. Inside Kremlin Politics. Conversations with Felix Chuev (Chicago, 1993), 13.
3. La primera información sobre la negociación para el protocolo secreto fue dada en los Juicios de Nuremberg por el abogado que defendía a Rudolf Hess, citando una deposición del experto legal del Ministerio de Exteriores alemán, Friedrich Gauss, que estuvo presente en las negociaciones; véase Alfred Seidl, Der Fall Rudolf Hess 1941–1987. Dokumentation des Verteidigers, 3rd, edición ampliada (Munich, 1988), 93-95. No obstante, los fiscales aliados aceptaron la petición soviética para que esta evidencia fuese inadmisible en los Juicios de Nuremberg.
Sobre la historia del microfilme conteniendo el protocolo secreto, véase: Ingeborg Fleischhauer, Der Pakt. Hitler, Stalin unter die Initiative der deutschen Diplomatie 1938–1939 (Berlin, Frankfurt-am-Main, 1990), nota 139, 533–534. El protocolo secreto de 23 de agosto de 1939 fue primeramente publicado en la prensa británica por el Manchester Guardian, 30 de mayo de 1946. Fue publicado luego en Nazi-Soviet Relations 1939–1941. Documents from the Archives of the German Foreign Office, Washington,1948, 78, y vuelto a publicar en Documents on German Foreign Policy (en adelante: DGFP) ser. D, vol. VII (London, Washington, 1956), no. 229; para los textos rusos véase GK 2 (Moscow, 1990), nos. 602, 603 y Dokumenty Vneshnei Politiki. Vol. XXII, 1939 god. Kniga I, [en adelante: DVP 1939 I] (Moscow, 1992), no, 485.
Sobre el hallazgo de copias verificadas del protocolo secreto, véase el discurso de Alexander N. Yakovlev al Segundo Congreso de Diputados del Pueblo, 24 de diciembre de 1989, texto ruso, Izvestiia, 25 de diciembre de 1989, reimpreso en: O.A. Rzheshevskii, ed., 1939 God. Urokii Istorii [en adelante: 1939 God] (Moscow, 1990), apéndice, 492–493. Para la condena del Congreso de los protocolos secretos anunciada el 25 de diciembre, véase: Mikhail S. Gorbachev, Pravda, 28 de diciembre de 1989, reimpreso en 1939 God, 496-497; breve pasaje en Current Digest of the Soviet Press, 1990, no. 42, #09, 11.1; para el texto completo de los informes, véase On the Political and Legal Assessment of the Soviet-German Non-Aggression Treaty of 1939 (Moscow, 1990).
Sobre el primer descubrimiento de las copias originales alemana y rusa del protocolo secreto en los Archivos Presidenciales Rusos, cuando Gorbachev pasó el poder a Boris N. Yeltsin, véase la entrevista concedida por Yakovlev -que estaba presente- a Michael Dobbs, en su: Down with Big Brother. The Fall of the Soviet Empire (New York, 1996), 447–448. Sobre el descubrimiento del protocolo secreto por archivistas e historiadores rusos en octubre de 1992, véase Dmitri Volkogonov, Autopsy for an Empire. The Seven Leaders Who Built the Soviet Regime, trad. y ed. Harold Shukman (New York and London), 1998, 528, cf. Lev Bezymensky, “The Secret Protocols of 1939 as a Problem of Soviet Historiography,” en Gabriel Gorodetsky, ed., Soviet Foreign Policy 1917–1991. A Retrospective (London, 1994), 83–84.
4. Para una breve visión general del debate entre historiadores rusos, véase: M.I. Mel’miukhov, “Predyistoriia Velikoi Otechestvennoi Voiny v sovremennykh diskusiiakh,” en G.A. Bordiagov, ed., Istoricheskie Issledovaniia v Rossii. Tendentsii
poslednikh let (Moscow, 1996), 278–307; on 1939, ibid., 278–283. Para una condena de Stalin por firmar el pacto, véase: V.L. Doroshenko, “Stalinskaia provokatsiia vtoroi mirovoi voiny,” en: Drugaia Voina 1939–1945 (Moscow), 1996, 60–72; Lev I. Ginzburg, “Sovetsko-Germanskii pakt: Zamysel i ego realizatsiia,” Otechestvennai Istoriia, no 3 (1996), 29–40; y M. I. Semiriaga, Tainy stalinskoi diplomatsii, 1939–1941 (Moscow, 1992), una primera versión de la cual apreció como “Sovetsko-Germanskiie dogovorennosti v 1939—iunie 1941: Vzgliad istorika,” Sovetskiie Gosudarstvo i Pravo, no.9 (1989), 92–104.
5. Lord Strang, At Home and Abroad (London, 1956), 189–190. Strang había sido el encargado de negocios británico en Moscú a `comienzos de la década de 1930. Para un brebe esbozo biográfico, véase Donald Cameron Watt, How War Came. The Immediate Origins of the Second World War, 1938–1939 (London, 1989), 361–362.
6. Para la cuenta de Beaufre de su misión a Varsovia, véase General [André] Beaufre, Mémoires 1920—1940—1945 (Paris, 1965), 144–151.
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"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
¿Fue Polonia culpable?
7. Para la opinión del general T. G. Heywood, véase el punto 8 en su carta de 23 de agosto al director de Operaciones e Inteligencia Militar, Documents on British Foreign Policy [en adelante: DBFP], serie 3ª, vol. VII (London, 1954), ap. II, no. 6, 607. Para Seeds a Molotov sobre mala fe, véase Seeds a Halifax, 29 de agosto de 1939, en D.C. Watt, ed., British Documents on Foreign Affairs: Reports and Papers from the Foreign Office Confidential Print, Part II, Serie A. The Soviet Union 1917–1939, vol. 15 (Lanham, MD., 1986), 144.
8. Para ejemplos de las desdeñosas opiniones de Taylor sobre el ministro de Exteriores Józef Beck y la política exterior polaca, véase The Origins of the Second World War (London, 1961), 80–81, 251; sobre el Pacto Nazi-Soviético, 262. Para una aguda crítica de las opiniones de Taylor sobre Polonia, véase Piotr S.Wandycz, “Poland between East and West,” cap. 8 en
Gordon Martel, ed., The Origins of the Second World War Reconsidered. The A.J.P. Taylor Debate After Twenty-Five Years (Boston, London, Sydney, 1986), 187–209.
9. Anthony Reed y David Fisher, The Deadly Embrace. Hitler, Stalin, and the Nazi-Soviet Pact, 1939–1941 (New York and London, 1988), 214–215. William L. Shirer (1904–93) fue el corresponsal en Berlín del Universal News Service, 1934-37 y también corresponsal en Viena del Columbia Broadcasting Service, 1935-37, Praga y Berlín, 1937-40, y luego corresponsal de guerra, 1941-45; véase su Berlin Diary, 1934– 1941 (New York, 1941), y The Rise and Fall of the Third Reich (New York, 1961).
10. Ingeborg Fleischhauer, “Soviet Foreign Policy and the Origins of the Hitler-Stalin Pact,” en Bernd Wegner, ed., From Peace to War. Germany, Soviet Russia and the World, 1939–1941 (Oxford, 1997), 31, 43. Para la opinión que Stalin tenía para expandir el comunismo tras una guerra europea, véase Gottfried Schramm, “Basic Features of German Ostpolitik, 1918–1939,” Wegner, ibid., 24; para una opinión similar, véase Rolf Ahmann, “Der Hitler-Stalin Pakt: Nichtangriffs- und Angriffsvertrag?” en: Erwin Oberländer, ed., Hitler-Stalin Pakt 1939: Das Ende Mitteleuropas? (Frankfurt-am- Main, 1989), 26–42; y Jorg K. Hoensch, ibid., 50.
11. Véase la nota 3 arriba. VDP 1939 I contiene más documentos rusos nuevos que God Krizisa, publicado en 1990.
12. Geoffrey Roberts, The Soviet Union and the Origins of the Second World War. Russo-German Relations and the Road to War, 1933–1941 (New York, 1995), 86, 92. Para un trabajo previo de este autor, con similares conclusiones, véase The Unholy Alliance. Stalin’s Pact with Hitler (Bloomington, IN., 1989).
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8. Para ejemplos de las desdeñosas opiniones de Taylor sobre el ministro de Exteriores Józef Beck y la política exterior polaca, véase The Origins of the Second World War (London, 1961), 80–81, 251; sobre el Pacto Nazi-Soviético, 262. Para una aguda crítica de las opiniones de Taylor sobre Polonia, véase Piotr S.Wandycz, “Poland between East and West,” cap. 8 en
Gordon Martel, ed., The Origins of the Second World War Reconsidered. The A.J.P. Taylor Debate After Twenty-Five Years (Boston, London, Sydney, 1986), 187–209.
9. Anthony Reed y David Fisher, The Deadly Embrace. Hitler, Stalin, and the Nazi-Soviet Pact, 1939–1941 (New York and London, 1988), 214–215. William L. Shirer (1904–93) fue el corresponsal en Berlín del Universal News Service, 1934-37 y también corresponsal en Viena del Columbia Broadcasting Service, 1935-37, Praga y Berlín, 1937-40, y luego corresponsal de guerra, 1941-45; véase su Berlin Diary, 1934– 1941 (New York, 1941), y The Rise and Fall of the Third Reich (New York, 1961).
10. Ingeborg Fleischhauer, “Soviet Foreign Policy and the Origins of the Hitler-Stalin Pact,” en Bernd Wegner, ed., From Peace to War. Germany, Soviet Russia and the World, 1939–1941 (Oxford, 1997), 31, 43. Para la opinión que Stalin tenía para expandir el comunismo tras una guerra europea, véase Gottfried Schramm, “Basic Features of German Ostpolitik, 1918–1939,” Wegner, ibid., 24; para una opinión similar, véase Rolf Ahmann, “Der Hitler-Stalin Pakt: Nichtangriffs- und Angriffsvertrag?” en: Erwin Oberländer, ed., Hitler-Stalin Pakt 1939: Das Ende Mitteleuropas? (Frankfurt-am- Main, 1989), 26–42; y Jorg K. Hoensch, ibid., 50.
11. Véase la nota 3 arriba. VDP 1939 I contiene más documentos rusos nuevos que God Krizisa, publicado en 1990.
12. Geoffrey Roberts, The Soviet Union and the Origins of the Second World War. Russo-German Relations and the Road to War, 1933–1941 (New York, 1995), 86, 92. Para un trabajo previo de este autor, con similares conclusiones, véase The Unholy Alliance. Stalin’s Pact with Hitler (Bloomington, IN., 1989).
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sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
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¿Fue Polonia culpable?
13. Jonathan Haslam, The Soviet Union and the Struggle for Collective Security in Europe, 1933–1939 (New York, 1984), 231.
14. Haslam: “Litvinov, Stalin and the Road not Taken,” en Gorodetsky, ed., Soviet Foreign Policy, 58; también Ginzburg, “Sovetsko-germanskii pakt,” 30. Sin embargo, la opinión mayoritaria está expresada por Vladimir Sokolov: "La cuestión de la dimisión de Litvinov estaba lista para la decisión si el gobierno soviético no intentaba perseguir una política orientada a Gran Bretaña y Francia, sino una política independiente que atendiera a las necesidades nacionales del país más que a las necesidades ideológicas". Sokolov, “People’s Commissar Maxim Litvinov,” International Affairs, no. 5, (Moscow, 1991): 93–107.
15. Fleischhauer, Der Pakt, 339; Teddy J. Uldricks, “Soviet Security in the 1930s,” in Gorodetsky, Soviet Foreign Policy, 73; véase también Gabriel Gorodetsky, Grand Illusion. Stalin and the German Invasion of Russia (New Haven and London, 1999), 8–9.
16. Michael Jabara Carlay, 1939: The Alliance That Never Was And The Coming Of World War II (Chicago, 1999), p. 68.
17. Wladyslaw Pobóg-Malinowski, Najnowsza historia polityczna Polski, 1864– 1945, vol. II, 1864–1939 (London, 1956, reprint Warsaw, 1981), cap. 22; Stanislaw Gregorowicz, Michal J. Zacharias, Polska—Zwi¹zek Sowiecki. Stosunki polityczne 1925–1939 (Warsaw, 1995), cap. XV; Wojciech Materski, Tarcza Europy. Stosunki polsko-sowieckie 1918–1939 (Warsaw, 1994), cap. VI, sección 5.
18. Sobre estos historiadores alemanes, véase nota 10 arriba. Según Gerhard L. Weinberg, "Una guerra entre Alemania y las potencias occidentales parecía al líder soviético como la mejor posibilidad para la seguridad y futura expansión del poder soviético", Germany, Hitler and World War II. Essays in Modern German History (Cambridge, England, 1995), 176. D. C. Watt distribuye la culpa por el fracaso de las negociaciones de Moscú igualmente entre franceses y británicos por un lado y soviéticos por el otro. Sin embargo, añade la salvedad que teniendo un espía pagado soviético en el centro de comunicaciones de la oficina de exteriores (Francis Herbert King), y un experto espía en Japón (Richard Sorge), el director de las negociaciones soviéticas con Gran Bretaña y Alemania era "parecido a un jugador de póker con cartas marcadas". Watt sospecha de que la convicción de que los principales objetivos de Hitler eran Gran Bretaña y Francia fue fundamental en la política soviética, How War Came, 231, 369.
19. Para Polonia bajo dominio ruso y levantamientos nacionales, véase Piotr S.Wandycz, The Lands of Partitioned Poland, 1795–1918 (Seattle, WA, and London, 1974); y Norman Davies, God’s Playground. A History of Poland. Vol. II. 1795 to the Present (New York, 1982), cap. 2.
20. Para la historia diplomática de la guerra soviético-polaca, véase Wandycz, Soviet-Polish Relations 1917–1921 (Cambridge, MA., 1969); sobre el aspecto militar, véase Norman Davies, White Eagle, Red Star. The Polish-Soviet War, 1919–20 (London, 1972). Para las declaraciones de Lenin en sesión cerrada de la Novena Conferencia del Partido el 22 de septiembre de 1920 (publicado primero en Rusia en 1992), sobre las razones para el rechazo soviético de la Línea Curzon y la decisión de avanzar hacia Polonia, véase Richard Pipes, Russia under the Bolshevik Regime (New York, 1993), 181–183.
Para el Tratado de Riga, véase Documents on Polish-Soviet Relations 1939–1945, vol. 1. 1939–1943 [en adelante: DPSR] (London, 1961), no. 3.
21. Para los textos del pacto de no-agresión polaco-soviético de 25 de julio de 1932 y su ampliación por diez años el 5 de mayo de 1934, véase DPSR, nos. 6, 10; para la Declaración de No-Agresión polaco-germana de 26 de enero de 1934, véase DGFP, C, vo. II (London and Washington, 1959), no.291.
22. Para un breve estudio de la política exterior polaca de entreguerras, véase Anna M. Cienciala, “Polish Foreign Policy, 1926–1939; ‘Equilibrium,’ Stereotype and Reality,” Polish Review, vol. XX, no. 1 (1975): 42–58.
23. Para extractos del discurso de Stalin de 10 de marzo de 1939 al 18º Congreso del Partido Comunista Soviético, véase Degrass, SDFP III, 315-322.
24. Para la indagación británica, véase Secretario de Exteriores Vizconde Halifax al embajador Seeds, March 17, DBFP, 3ª ser., vol. IV (London, 1951). no. 389; para la conversación de Seeds con Litvinov el 18 de marzo, y su informe sobre las propuestas de Litvinov de 19 de marzo, ibid., nos. 403, 421; para el texto ruso de la propuesta soviética de 18 de marzo, véase Litvinov a Stalin, DVP 1939 I, no. 150, también Litvinov a los embajadores soviéticos en Londres y París, 18 de marzo de 1939, Soviet Peace Efforts on the Eve of World War II [en adelante: SPE] (Moscow, 2nd printing, 1976), no. 109. Para los documentos británicos sobre la declaración de consultas, véase DBFP, ibid., capítulo V.
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14. Haslam: “Litvinov, Stalin and the Road not Taken,” en Gorodetsky, ed., Soviet Foreign Policy, 58; también Ginzburg, “Sovetsko-germanskii pakt,” 30. Sin embargo, la opinión mayoritaria está expresada por Vladimir Sokolov: "La cuestión de la dimisión de Litvinov estaba lista para la decisión si el gobierno soviético no intentaba perseguir una política orientada a Gran Bretaña y Francia, sino una política independiente que atendiera a las necesidades nacionales del país más que a las necesidades ideológicas". Sokolov, “People’s Commissar Maxim Litvinov,” International Affairs, no. 5, (Moscow, 1991): 93–107.
15. Fleischhauer, Der Pakt, 339; Teddy J. Uldricks, “Soviet Security in the 1930s,” in Gorodetsky, Soviet Foreign Policy, 73; véase también Gabriel Gorodetsky, Grand Illusion. Stalin and the German Invasion of Russia (New Haven and London, 1999), 8–9.
16. Michael Jabara Carlay, 1939: The Alliance That Never Was And The Coming Of World War II (Chicago, 1999), p. 68.
17. Wladyslaw Pobóg-Malinowski, Najnowsza historia polityczna Polski, 1864– 1945, vol. II, 1864–1939 (London, 1956, reprint Warsaw, 1981), cap. 22; Stanislaw Gregorowicz, Michal J. Zacharias, Polska—Zwi¹zek Sowiecki. Stosunki polityczne 1925–1939 (Warsaw, 1995), cap. XV; Wojciech Materski, Tarcza Europy. Stosunki polsko-sowieckie 1918–1939 (Warsaw, 1994), cap. VI, sección 5.
18. Sobre estos historiadores alemanes, véase nota 10 arriba. Según Gerhard L. Weinberg, "Una guerra entre Alemania y las potencias occidentales parecía al líder soviético como la mejor posibilidad para la seguridad y futura expansión del poder soviético", Germany, Hitler and World War II. Essays in Modern German History (Cambridge, England, 1995), 176. D. C. Watt distribuye la culpa por el fracaso de las negociaciones de Moscú igualmente entre franceses y británicos por un lado y soviéticos por el otro. Sin embargo, añade la salvedad que teniendo un espía pagado soviético en el centro de comunicaciones de la oficina de exteriores (Francis Herbert King), y un experto espía en Japón (Richard Sorge), el director de las negociaciones soviéticas con Gran Bretaña y Alemania era "parecido a un jugador de póker con cartas marcadas". Watt sospecha de que la convicción de que los principales objetivos de Hitler eran Gran Bretaña y Francia fue fundamental en la política soviética, How War Came, 231, 369.
19. Para Polonia bajo dominio ruso y levantamientos nacionales, véase Piotr S.Wandycz, The Lands of Partitioned Poland, 1795–1918 (Seattle, WA, and London, 1974); y Norman Davies, God’s Playground. A History of Poland. Vol. II. 1795 to the Present (New York, 1982), cap. 2.
20. Para la historia diplomática de la guerra soviético-polaca, véase Wandycz, Soviet-Polish Relations 1917–1921 (Cambridge, MA., 1969); sobre el aspecto militar, véase Norman Davies, White Eagle, Red Star. The Polish-Soviet War, 1919–20 (London, 1972). Para las declaraciones de Lenin en sesión cerrada de la Novena Conferencia del Partido el 22 de septiembre de 1920 (publicado primero en Rusia en 1992), sobre las razones para el rechazo soviético de la Línea Curzon y la decisión de avanzar hacia Polonia, véase Richard Pipes, Russia under the Bolshevik Regime (New York, 1993), 181–183.
Para el Tratado de Riga, véase Documents on Polish-Soviet Relations 1939–1945, vol. 1. 1939–1943 [en adelante: DPSR] (London, 1961), no. 3.
21. Para los textos del pacto de no-agresión polaco-soviético de 25 de julio de 1932 y su ampliación por diez años el 5 de mayo de 1934, véase DPSR, nos. 6, 10; para la Declaración de No-Agresión polaco-germana de 26 de enero de 1934, véase DGFP, C, vo. II (London and Washington, 1959), no.291.
22. Para un breve estudio de la política exterior polaca de entreguerras, véase Anna M. Cienciala, “Polish Foreign Policy, 1926–1939; ‘Equilibrium,’ Stereotype and Reality,” Polish Review, vol. XX, no. 1 (1975): 42–58.
23. Para extractos del discurso de Stalin de 10 de marzo de 1939 al 18º Congreso del Partido Comunista Soviético, véase Degrass, SDFP III, 315-322.
24. Para la indagación británica, véase Secretario de Exteriores Vizconde Halifax al embajador Seeds, March 17, DBFP, 3ª ser., vol. IV (London, 1951). no. 389; para la conversación de Seeds con Litvinov el 18 de marzo, y su informe sobre las propuestas de Litvinov de 19 de marzo, ibid., nos. 403, 421; para el texto ruso de la propuesta soviética de 18 de marzo, véase Litvinov a Stalin, DVP 1939 I, no. 150, también Litvinov a los embajadores soviéticos en Londres y París, 18 de marzo de 1939, Soviet Peace Efforts on the Eve of World War II [en adelante: SPE] (Moscow, 2nd printing, 1976), no. 109. Para los documentos británicos sobre la declaración de consultas, véase DBFP, ibid., capítulo V.
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sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
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