Al estudiar las operaciones navales en la Gran Guerra podemos disfrutar documentándonos acerca de grandes y pequeños combates; la persecución del SMS Goeben en el Mediterráneo, la odisea del Escuadrón Alemán de Asia Oriental, la Campaña Naval de los Dardanelos, los triunfos submarinos contra buques de guerra, las incursiones de los cruceros de batalla alemanes en el Mar del Norte y muchos otros capítulos que quedan por narrar, pero todo lo anterior, incluyendo la gran batalla de Jutlandia, se queda en nada ante el hecho decisivo que tuvo para el desarrollo de la guerra el bloqueo británico y sus repercusiones. En este hilo, que intuyo puede resultar extenso, me propongo narrar el inicio del bloqueo, las consecuencias tanto en los países beligerantes como neutrales, así como las medidas adoptadas por el Imperio alemán para contrarrestarlo, siempre con un ojo puesto en EE.UU., lo que produciría intensas tensiones entre los miembros de su Consejo de Guerra, que finalmente desembocarían en la apuesta a todo o nada que significó la Segunda Campaña Submarina Irrestricta.
Para ello me apoyaré principalmente, pero no solo, en los libros “Castles of Steel” de Robert K. Massie, “Submarinos alemanes en la Gran Guerra” de Cristino Castroviejo y “1914-1918: Historia de la Primera Guerra Mundial” de David Stevenson. Como siempre, espero que su lectura os resulte interesante y cualquier apunte o corrección resultarán bienvenidos.
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El bloqueo naval se ha practicado desde la Antigüedad y generalmente con resultados efectivos, como el de Esparta a Atenas tras la batalla de Egospótamos que dio fin a la larga Guerra del Peloponeso o el de Roma a Cartago en la Tercera Guerra Púnica, pasando por el de Tiro por parte de Alejandro Magno. En los tiempos modernos las consecuencias de un bloqueo no solían ser tan inmediatas, la Royal Navy bloqueó el continente europeo durante veinte años en las Guerras Napoleónicas y, sin menospreciar su contribución, no fue el hecho decisivo en la caída de Bonaparte, sin embargo el bloqueo de la Confederación durante más de cuatro años por la Armada de la Unión durante la Guerra de Secesión sí fue una de las principales causas de la derrota sudista. En el siglo XX, tras la revolución industrial y el auge del comercio internacional, se hizo patente que un bloqueo naval en caso de guerra necesitaba ser regulado y por ello, cuando dos conferencias de paz de La Haya intentaron codificar las reglas de la guerra, se decidió que los procedimientos de bloqueo necesitaban más aclaraciones. En consecuencia, en 1908, el gobierno británico invitó a las principales potencias navales a una conferencia en Londres para elaborar reglas específicas de bloqueo y acordar definiciones de contrabando. Diez naciones fueron invitadas: Alemania, el Imperio Austrohúngaro, Francia, Rusia, Holanda, Italia, España, Japón y Estados Unidos. La conferencia tuvo lugar entre el 4 de Diciembre de 1908 y el 26 de Febrero de 1909 y dio como resultado un borrador de declaración que todas las partes acordaron estaba "en conformidad con los principios generalmente aceptados del derecho internacional". La Armada bloqueadora debía determinar la nacionalidad de un mercante y, si pertenecía a una nación hostil, se convertía en una presa justa para la captura, el barco y la carga. Si el barco era neutral, la carga y el destino del barco se convirtieron en el determinante, los bienes legítimamente aptos para la incautación se consideraron contrabando, cuya definición más simple era "todos los materiales útiles para las fuerzas armadas enemigas". Existían varios artículos del Tratado que especificaban qué cargas se podían confiscar o no, el "contrabando absoluto" cubría artículos de indudable uso militar, por ejemplo, armas, municiones y equipo militar, el “contrabando condicional” incluía cargas que podían usarse para fines civiles o militares, como combustibles, equipo ferroviario, ropa adecuada para uso militar, oro y plata. La "lista libre de no ser contrabando" incluía minerales metálicos, fertilizantes, papel, copra, pieles crudas, algodón crudo, lana, seda, lino, cáñamo y, lo más importante, alimentos. Solo el contrabando absoluto siempre puede ser confiscado por la Armada que realiza el bloqueo, el contrabando condicional podría incautarse solo si se puede probar que el destino es un país enemigo, y el “no contrabando” no podía ser incautado en ninguna circunstancia.
La conferencia de Londres también reafirmó los derechos de los neutrales, que podían prohibir a los buques de los Estados beligerantes ingresar en sus aguas territoriales, el incumplimiento de este límite justificaría el internamiento del barco invasor durante la duración de la guerra. Se permitió a las naciones y ciudadanos neutrales comerciar libremente con los beligerantes, si se detenía una nave neutral debía ser registrada y solo si se descubría que el buque transportaba municiones u otro contrabando, estos materiales serían confiscados. Si la carga consistiera en contrabando condicional, el barco podría ser detenido y llevado a un puerto de la nación bloqueadora donde el asunto sería resuelto por un tribunal de premios. Cuando las cargas detenidas resultaban confiscadas, se debía pagar una indemnización.
El 26 de Febrero de 1909 se firmó el documento conocido como la Declaración de Londres y los delegados regresaron a casa. Sin embargo la publicación del documento provocó una violenta reacción en Gran Bretaña, donde los defensores del poder marítimo argumentaron vehementemente que la declaración favorecía el derecho de un neutral a comerciar sobre el derecho de un beligerante al bloqueo, anulando así un beneficio importante de la supremacía naval. Aunque la Cámara de los Comunes apoyó la declaración, la Cámara de los Lores votó en contra de la ratificación. Asimismo el gobierno de los Estados Unidos, influenciado por Alfred Mahan, un defensor del poder marítimo omnipotente y sin restricciones, también se negó a ratificar la declaración. Sin embargo el documento resultante de la conferencia fue la base, junto a la declaración de París de 1856, que ratificaba la libertad de navegación por parte de los países neutrales, de la jurisprudencia que sería argumentada por unos y otros Estados al estallar el conflicto, y que pronto puso en problemas el bloqueo que la Royal Navy estableció nada más entrar Gran Bretaña en guerra.