Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Una invitación mensual a la reflexión y discusión, sobre temas escogidos por los usuarios invitados a escribir.

Moderador: Francis Currey

SMS Derfflinger
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Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Dom Nov 21, 2021 10:23 pm

Abro este hilo con permiso de José Luis, en la esperanza de que resulte de vuestro agrado, aunque no sea un tema de la WWII, sino de su predecesora.

Al estudiar las operaciones navales en la Gran Guerra podemos disfrutar documentándonos acerca de grandes y pequeños combates; la persecución del SMS Goeben en el Mediterráneo, la odisea del Escuadrón Alemán de Asia Oriental, la Campaña Naval de los Dardanelos, los triunfos submarinos contra buques de guerra, las incursiones de los cruceros de batalla alemanes en el Mar del Norte y muchos otros capítulos que quedan por narrar, pero todo lo anterior, incluyendo la gran batalla de Jutlandia, se queda en nada ante el hecho decisivo que tuvo para el desarrollo de la guerra el bloqueo británico y sus repercusiones. En este hilo, que intuyo puede resultar extenso, me propongo narrar el inicio del bloqueo, las consecuencias tanto en los países beligerantes como neutrales, así como las medidas adoptadas por el Imperio alemán para contrarrestarlo, siempre con un ojo puesto en EE.UU., lo que produciría intensas tensiones entre los miembros de su Consejo de Guerra, que finalmente desembocarían en la apuesta a todo o nada que significó la Segunda Campaña Submarina Irrestricta.

Para ello me apoyaré principalmente, pero no solo, en los libros “Castles of Steel” de Robert K. Massie, “Submarinos alemanes en la Gran Guerra” de Cristino Castroviejo y “1914-1918: Historia de la Primera Guerra Mundial” de David Stevenson. Como siempre, espero que su lectura os resulte interesante y cualquier apunte o corrección resultarán bienvenidos.

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El bloqueo naval se ha practicado desde la Antigüedad y generalmente con resultados efectivos, como el de Esparta a Atenas tras la batalla de Egospótamos que dio fin a la larga Guerra del Peloponeso o el de Roma a Cartago en la Tercera Guerra Púnica, pasando por el de Tiro por parte de Alejandro Magno. En los tiempos modernos las consecuencias de un bloqueo no solían ser tan inmediatas, la Royal Navy bloqueó el continente europeo durante veinte años en las Guerras Napoleónicas y, sin menospreciar su contribución, no fue el hecho decisivo en la caída de Bonaparte, sin embargo el bloqueo de la Confederación durante más de cuatro años por la Armada de la Unión durante la Guerra de Secesión sí fue una de las principales causas de la derrota sudista. En el siglo XX, tras la revolución industrial y el auge del comercio internacional, se hizo patente que un bloqueo naval en caso de guerra necesitaba ser regulado y por ello, cuando dos conferencias de paz de La Haya intentaron codificar las reglas de la guerra, se decidió que los procedimientos de bloqueo necesitaban más aclaraciones. En consecuencia, en 1908, el gobierno británico invitó a las principales potencias navales a una conferencia en Londres para elaborar reglas específicas de bloqueo y acordar definiciones de contrabando. Diez naciones fueron invitadas: Alemania, el Imperio Austrohúngaro, Francia, Rusia, Holanda, Italia, España, Japón y Estados Unidos. La conferencia tuvo lugar entre el 4 de Diciembre de 1908 y el 26 de Febrero de 1909 y dio como resultado un borrador de declaración que todas las partes acordaron estaba "en conformidad con los principios generalmente aceptados del derecho internacional". La Armada bloqueadora debía determinar la nacionalidad de un mercante y, si pertenecía a una nación hostil, se convertía en una presa justa para la captura, el barco y la carga. Si el barco era neutral, la carga y el destino del barco se convirtieron en el determinante, los bienes legítimamente aptos para la incautación se consideraron contrabando, cuya definición más simple era "todos los materiales útiles para las fuerzas armadas enemigas". Existían varios artículos del Tratado que especificaban qué cargas se podían confiscar o no, el "contrabando absoluto" cubría artículos de indudable uso militar, por ejemplo, armas, municiones y equipo militar, el “contrabando condicional” incluía cargas que podían usarse para fines civiles o militares, como combustibles, equipo ferroviario, ropa adecuada para uso militar, oro y plata. La "lista libre de no ser contrabando" incluía minerales metálicos, fertilizantes, papel, copra, pieles crudas, algodón crudo, lana, seda, lino, cáñamo y, lo más importante, alimentos. Solo el contrabando absoluto siempre puede ser confiscado por la Armada que realiza el bloqueo, el contrabando condicional podría incautarse solo si se puede probar que el destino es un país enemigo, y el “no contrabando” no podía ser incautado en ninguna circunstancia.

La conferencia de Londres también reafirmó los derechos de los neutrales, que podían prohibir a los buques de los Estados beligerantes ingresar en sus aguas territoriales, el incumplimiento de este límite justificaría el internamiento del barco invasor durante la duración de la guerra. Se permitió a las naciones y ciudadanos neutrales comerciar libremente con los beligerantes, si se detenía una nave neutral debía ser registrada y solo si se descubría que el buque transportaba municiones u otro contrabando, estos materiales serían confiscados. Si la carga consistiera en contrabando condicional, el barco podría ser detenido y llevado a un puerto de la nación bloqueadora donde el asunto sería resuelto por un tribunal de premios. Cuando las cargas detenidas resultaban confiscadas, se debía pagar una indemnización.

El 26 de Febrero de 1909 se firmó el documento conocido como la Declaración de Londres y los delegados regresaron a casa. Sin embargo la publicación del documento provocó una violenta reacción en Gran Bretaña, donde los defensores del poder marítimo argumentaron vehementemente que la declaración favorecía el derecho de un neutral a comerciar sobre el derecho de un beligerante al bloqueo, anulando así un beneficio importante de la supremacía naval. Aunque la Cámara de los Comunes apoyó la declaración, la Cámara de los Lores votó en contra de la ratificación. Asimismo el gobierno de los Estados Unidos, influenciado por Alfred Mahan, un defensor del poder marítimo omnipotente y sin restricciones, también se negó a ratificar la declaración. Sin embargo el documento resultante de la conferencia fue la base, junto a la declaración de París de 1856, que ratificaba la libertad de navegación por parte de los países neutrales, de la jurisprudencia que sería argumentada por unos y otros Estados al estallar el conflicto, y que pronto puso en problemas el bloqueo que la Royal Navy estableció nada más entrar Gran Bretaña en guerra.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Dom Nov 21, 2021 10:25 pm

Hasta 1912 no existieron en Gran Bretaña planes específicos para un bloqueo del comercio alemán, simplemente se asumió que ocurriría a la antigua usanza, como un subproducto de las operaciones navales para contener una flota enemiga en un bloqueo cerrado. La Royal Navy ocuparía las islas alemanas de Sylt y Heligoland en el Mar del Norte y las usaría como puestos de observación, mientras la Grand Fleet se ubicaría a 170 millas por detrás para detener cualquier nave que intentase llegar a los puertos alemanes o evitar que la Hochseeflotte zarpase de sus bases en Wilhelmshaven o Kiel. Este plan cambió en 1912 con la llegada de Churchill al Almirantazgo, cuando los planificadores navales observaron que ambas islas habían sido fuertemente fortificadas y que las minas y submarinos podrían causar severas pérdidas a una flota estacionada en las cercanías de la costa alemana. El nuevo plan, designado como el 'bloqueo de observación', preveía que cruceros y destructores patrullasen desde el extremo Suroeste de Noruega hasta el centro del Mar del Norte, y luego hacia el Sur hasta la costa de Holanda. La Grand Fleet volvería a estar estacionada más atrás, lista para interceptar a la Hochseeflotte y detener a los buques mercantes que intentan deslizarse por el bloqueo. Esta segunda estrategia fue finalmente revisada por última vez en Julio de 1914, el bloqueo de observación se convirtió en "bloqueo distante". En esta revisión final, las dos entradas al Mar del Norte fueron bloqueadas primero entre el Estrecho de Dover y el norte de Francia, y luego entre Noruega y Escocia.

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Bloqueo cerrado, intermedio y distante.

El cambio al bloqueo distante planteó dificultades legales y prácticas. Por ley internacional, un bloqueo es simplemente un ejercicio de papel o ficticio a menos que se haga efectivo: cada puerto del país bloqueado debe ser patrullado y bloqueado y todos los buques deben ser interceptados, abordados y examinadas sus cargas. Incluso los juristas británicos acordaron que ningún lugar podría ser denominado como bloqueado a menos que sea vigilado por una fuerza de buques de guerra que cortara toda comunicación entre el puerto bloqueado y los mares exteriores. En la situación que enfrentó Gran Bretaña en 1914, no fue posible un bloqueo legal verdadero porque ciertos puertos alemanes no podían ser bloqueados, la flota británica no controlaba el Báltico y no podía evitar que Suecia y Dinamarca comerciaran libremente con Alemania.

Sin embargo, legalmente o no, Gran Bretaña tenía un poderoso incentivo para aislar a una Alemania hostil de los proveedores y mercados mundiales. Antes de la guerra el comercio marítimo internacional desempeñaba un papel primordial en la economía alemana, las importaciones de alimentos y materias primas excedieron en gran medida las exportaciones, que consistieron en gran medida en productos manufacturados. Alemania importó alrededor del 25% de sus alimentos, particularmente huevos, productos lácteos, aceites vegetales, pescado y carne. Anualmente llegaban un millón y medio de toneladas de trigo de América, y por otra parte tres millones de toneladas de cebada consumidas por animales de granja, la mitad del requerimiento anual de Alemania, provenían de Rusia. Aunque el imperio alemán produjo 40 millones de toneladas de patatas, suficientes para las necesidades de la nación, la agricultura alemana dependía notoriamente de los fertilizantes: potasa, fosfatos, y nitratos, de los cuales el 50% fueron importados de los Estados Unidos, Chile y el Norte de África. En cuanto a las materias primas, Estados Unidos suministraba todo el algodón de Alemania y el 60% de su cobre, mientras Argentina proporcionaba lana y pieles. El 60% de todas estas importaciones se transportaban en embarcaciones alemanas pertenecientes a una marina mercante alemana que totalizaba 5.5 millones de toneladas, aproximadamente el 12% del tonelaje en buques mercantes del mundo. Pero a partir del 5 de agosto de 1914 el poder marítimo aliado extinguió rápidamente el comercio marítimo internacional de las Potencias Centrales, 623 buques mercantes alemanes y 101 austrohúngaros, con un total 1.875 millones de toneladas de desplazamiento, se refugiaron en puertos neutrales, mientras que Gran Bretaña y sus aliados confiscaron 675.000 toneladas. En los primeros cinco meses de guerra los buques de guerra aliados interceptaron y capturaron otras 405,000 toneladas de mercantes de las Potencias Centrales, principalmente alemanes, que pasaron a disponer de solo poco más de dos millones de toneladas, aunque dado el bloqueo resultaba una cantidad más que suficiente para el comercio en el Báltico, el único Mar bajo control de Alemania.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Nov 24, 2021 2:20 am

Antes de 1914 Von Tirpitz había advertido que en una guerra con Gran Bretaña la Royal Navy bloquearía Alemania (aunque el Almirante deseaba que fuese un bloqueo cercano con el fin de poder presentar batalla en aguas germanas), pero confiaba en que esto podría compensarse expandiendo el comercio alemán con países neutrales cercanos como Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia y Suiza. Los buques neutrales, en la visión de Tirpitz, navegarían a puertos holandeses o escandinavos, como Rotterdam o Copenhague, por ejemplo, donde sus cargas serían descargadas y posteriormente transbordadas a Alemania por ferrocarril o en mercantes que bordearían la costa. Cuando estalló la guerra esta maquinaria comenzó a funcionar rápidamente y, en las primeras dos semanas, el Almirantazgo británico se enteró de que se estaban descargando grandes cargas de trigo en Rotterdam y posteriormente eran enviadas en barcazas a través del Rhin. Durante los siguientes meses este comercio se expandió en gran manera, de modo que si las importaciones alemanas a los Estados Unidos cayeron de un valor de 32 millones de dólares en Diciembre de 1913 a solo 2 millones en Diciembre de 1914, durante el mismo período, las importaciones alemanas de Suecia se dispararon de 2.2 millones de dólares a 17.7 millones, de Noruega pasaron de 1.5 millones a 7.2, de Dinamarca de 3 millones a 14.5 y de Holanda de 19 millones a 27 millones.

El Gabinete británico se movió rápidamente para intentar bloquear estos canales, una orden en el Consejo emitida el 20 de Agosto decretó que el comercio neutral con Alemania en contrabando condicional estaría regulado por la doctrina del viaje continuo. Esto significaba que el destino final de las cargas marítimas, no su punto de parada inicial, se convertiría en el factor determinante. Los británicos argumentaron que si una nación en guerra tenía derecho a bloquear a un enemigo y evitar que el contrabando lo alcanzara directamente, también tenía el deber de hacer cumplir estos derechos contra un enemigo que se abastecía a sí mismo a través de Estados neutrales. Los bienes de contrabando enviados a un país neutral, pero destinados al país bloqueado, debían considerarse como incautados por el hecho de que el paso por el país neutral era simplemente parte de un viaje continuo al país bloqueado. Posteriormente ni el contrabando absoluto o condicional destinado al uso por el Estado enemigo o sus fuerzas armadas podría enviarse libremente simplemente porque fue enviado a un receptor neutral. Finalmente, para potenciar aún más la fuerza del bloqueo, la orden declaró que "el destino puede inferirse de cualquier evidencia suficiente”. Además, la orden en el Gabinete revisó las listas de contrabando absoluto y condicional establecidas por la Declaración de Londres. Las listas nuevas y más completas incluían muchos artículos que antes no figuraban en ellas: cuero para sillas de montar, caucho para neumáticos, cobre, plomo, algodón, lana cruda, textiles crudos e incluso papel, que ahora se pasaban a la categoría de resultar materiales convertibles para uso militar. El efecto práctico de hacer que el contrabando condicional esté sujeto a captura cuando iba a ser descargado en un puerto neutral era transformar todo lo que había sido contrabando condicional en contrabando absoluto.

Por el momento, las cargas más controvertidas (principalmente alimentos) no se vieron afectadas por la orden del Gabinete, pues originalmente Gran Bretaña no tenía la intención de detener el suministro de alimentos con destino a Alemania si fueran a ser consumidos por la población civil alemana. Esta política fue explicada en un telegrama del Secretario de Relaciones Exteriores Sir Edward Gray al Embajador británico en Washington, Sir Cecil Spring-Rice, el 29 de Septiembre de 1914: “Solo tenemos dos objetivos, restringir los suministros para el Ejército alemán y restringir el suministro a Alemania de materiales esenciales para la fabricación de municiones de guerra. Tenemos la intención de alcanzar estos objetivos con la mínima interferencia con los Estados Unidos y otros países neutrales”. Posteriormente el Almirantazgo recibió información de que el Gobierno alemán había tomado el control del suministro y distribución de todos los alimentos en el Imperio. Estirando este punto, se podría considerar que Alemania convirtió a casi todos sus comerciantes de productos alimenticios en un contratista estatal o un agente del gobierno y, por lo tanto, proclamar que toda la comida que se dirigía a Alemania por cualquier ruta era un contrabando condicional o incluso absoluto. Ante las quejas procedentes de países neutrales el Gobierno británico recordó a los Estados Unidos que el Artículo 33 de la Declaración de Londres había declarado que "el contrabando condicional puede capturarse si se demuestra que está destinado al uso de las fuerzas armadas o de un departamento gubernamental del Estado enemigo".

Inevitablemente el bloqueo aliado traspasó los derechos de los países neutrales, al aplicar los derechos beligerantes de bloqueo (detener y registrar barcos y confiscar el contrabando), las Armadas aliadas insistían en regular el comercio de las naciones neutrales en un grado sin precedentes en la Historia. Anticipándose a que esto podría suceder, los Estados Unidos, el 6 de Agosto de 1914, solicitó formalmente a todos los beligerantes que declararan su adhesión a la Declaración de Londres como base legal para las operaciones navales relacionadas con el bloqueo, pero Sir Edward Gray, que acababa de enterarse del hundimiento del crucero HMS Amphion en un campo de minas recién establecido frente a la costa inglesa, respondió que, dado que el enemigo evidentemente se consideraba libre de poner en peligro el tráfico marítimo neutral en aguas internacionales, dudaba que el gobierno británico podría comprometerse a observar cada artículo en la declaración. El Almirantazgo, dijo, debe decidir qué reglas se pueden seguir y cuáles deben dar paso a "la conducción eficiente de las operaciones navales". Cuando apareció la orden del 20 de Agosto los estadounidenses estaban particularmente ofendidos por la doctrina del viaje continuo; parecía intolerable que se permitiera a la Armada británica incautar mercancías en tránsito desde un puerto estadounidense neutral a un puerto neutral holandés o escandinavo, cualquiera que sea el destino final de las mercancías. Posteriormente, en respuesta a las quejas estadounidenses sobre la aplicación de esta doctrina, Londres respondió que en la práctica el poder de la Royal Navy se había aplicado de forma ligera, desde el 4 de Agosto de 1914 hasta el 3 de Enero de 1915, 773 buques mercantes habían navegado desde Estados Unidos a Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia e Italia. De estos, los cargamentos de solo cuarenta y cinco habían sido colocados en la corte de premios y, en última instancia, solo ocho habían sido confiscados permanentemente.

Sin embargo, las quejas estadounidenses incomodaron a Gran Bretaña. Como una guerra larga parecía cada vez más probable, los Aliados sabían que tendrían que recurrir a los Estados Unidos para obtener alimentos, armas y dinero. Apretar y hacer cumplir el bloqueo de Alemania y al mismo tiempo mantener la amistad con Estados Unidos neutral se hizo simultáneamente necesario y dolorosamente difícil. Como cada restricción adicional sobre el envío neutral suscitó otra protesta de Washington, se hizo evidente para Gran Bretaña que en última instancia podría tener que decidir cuál de las dos políticas era la más importante. Si tuviera que tomar una decisión, Sir Edward Gray nunca tuvo dudas sobre qué camino seguiría. "La forma más segura de perder la guerra sería antagonizar a Estados Unidos", dijo. El esfuerzo del Gobierno británico, agregó, sería "asegurar el máximo bloqueo posible que podría aplicarse sin una ruptura con Estados Unidos". El Secretario de Estado del Presidente Wilson, William Bryan, aconsejó una mayor firmeza contra las medidas adoptadas por Gran Bretaña, pero en las notas de protesta de Estados Unidos ni se exigió claramente la revocación de tales medidas ni se planteó ninguna amenaza, lo que conllevó a que los británicos pudiesen continuar con su política de vulnerar la Declaración de Londres, aunque los alemanes les ayudaron a ello con sus acciones, como veremos más adelante.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Jue Nov 25, 2021 2:41 pm

El Almirantazgo confió la labor diaria del bloqueo a doce cruceros obsoletos, que ya no resultaban aptos para combatir contra buques de guerra modernos. Cuatro de ellos fueron enviados al extremo Occidental del Canal donde, junto a un Escuadrón francés, patrullaron la entrada desde el Atlántico. Ocho viejos cruceros protegidos de la clase Edgar fueron los encargados de vigilar la salida más amplia del Mar del Norte, la brecha de 200 millas entre las Shetlands y Noruega. Raramente los ocho cruceros patrullaban juntos, periódicamente cada barco tenía que ir a las Shetlands a carbonear, por lo tanto, durante los primeros cuatro meses de guerra, el bloqueo del Imperio alemán en el Mar del Norte fue realizado de forma rutinaria por unos seis buques de guerra viejos y oxidados, con una separación entre ellos que variaba entre 20 y 30 millas según los buques disponibles.

En la práctica el deber de bloqueo significaba una rutina siempre agotadora, a veces peligrosa. Cuando se detenía un buque de carga, un grupo de abordaje naval que incluía a dos oficiales se dirigía al buque neutral. La primera tarea era estudiar los documentos del barco y establecer su identidad utilizando una copia del registro de Lloyds; más difícil para los Oficiales navales, la mayoría de los cuales no conocían otro idioma que el inglés, era descubrir si los miembros de la tripulación y los pasajeros que se autodenominaban noruegos, suecos, finlandeses, daneses u otros, no eran, de hecho, alemanes. Para soslayar este problema en la Royal Navy crearon un examen básico de lenguaje, según nos cuenta AC Bell, el historiador británico oficial del bloqueo, este "se realizó con la ayuda de una lista impresa de palabras inusuales en todos los idiomas europeos y con la ayuda de dibujos de objetos familiares". Un ciudadano alemán o austriaco que intentase engañar a los examinadores "podría tener un conocimiento excepcional del idioma que profesaba hablar como nativo, pero no era probable que, en rápida sucesión, pudiera conocer la palabra correcta para un pedal de bicicleta, un empeine, un pómulo, una capuchina o una sartén”. Las respuestas vagas o erróneas conllevaban una inspección minuciosa del equipaje de la persona y en cuanto a la carga, los Oficiales de embarque leerían el manifiesto de la misma y luego descenderían a la bodega para mirar alrededor. El descubrimiento de cualquier cosa que sugiera contrabando, absoluto o condicional, era motivo para que la embarcación fuese escoltada hasta un puerto británico, generalmente Kirkwall, en las Orcadas, para un examen riguroso. Allí, incluso cuando el barco y su carga se inspeccionaban por completo y no podía ser considerada como contrabando, podrían pasar varias semanas antes de que el barco fuera liberado, con el resultado de causar frustración y resentimiento entre los países neutrales.

Sin embargo, las dificultades de los marineros y armadores neutrales fueron pequeñas en comparación con las sufridas por los hombres del Escuadrón de bloqueo, sin apenas descanso y navegando en un mar cada vez más áspero cuando los vendavales de otoño hicieron descender los vientos del Ártico. En mares turbulentos el grupo de inspección debía bajar un bote, remar hacia el mercante neutral y subir a él, siempre con el peligro de que un movimiento inesperado del mar arrojase su bote contra el casco, convirtiéndolo en astillas y sus ocupantes en náufragos. Pero los barcos se rindieron ante los hombres, como ya conocemos por otros hilos el HMS Hawke, uno de los ocho cruceros, fue hundido por un torpedo del SM U-9 el 15 de Octubre. A finales de ese mismo mes, el HMS Theseus informó que el agua de la sentina se filtró en sus tanques de alimentación, y poco después el HMS Endymion declaró la necesidad urgente de reparar el motor, y el HMS Crescent, buque insignia, tuvo un problema de fugas en el condensador. Como remate del viejo Escuadrón el 11 de Noviembre fue azotado por una tormenta con olas monstruosas, que dio lugar a que la mitad de los buques tuviesen que entrar en el Clyde para reparaciones. Una vez allí los inspectores informaron de manera tan desfavorable sobre el estado de los barcos que, el 20 de Noviembre, el Almirantazgo ordenó la retirada del servicio de los siete clase Edgar restantes. Los reemplazos estaban disponibles en forma de transatlánticos convertidos en cruceros auxiliares, de los cuales Gran Bretaña poseía más de cien antes de la guerra. Con un desplazamiento de hasta 20,000 toneladas resultaban más adecuados para resistir los temporales, su velocidad resultaba suficiente para cazar cualquier mercante esquivo, fueron armados con cañones de 152 y 101 mm para intimidar a los buques mercantes enemigos o neutrales y tripulados en parte por las tripulaciones de los siete clase Edgar retirados. En Diciembre el Contralmirante de Chair cambió su buque insignia por el SS Alsatian, de 18,000 toneladas, 18 nudos de andar y capaz de permanecer en el mar durante cuarenta y dos días consecutivos. A finales de Diciembre de 1914 dieciocho transatlánticos patrullaban las líneas de bloqueo, aunque eventualmente llegaron a ser veinticuatro.

Alemania había contado con una guerra corta en la que el bloqueo de sus costas no sería un factor importante, en la mente del Conde Alfred von Schlieffen, cuando redactó su gran movimiento de flanqueo para invadir Francia a través de Bélgica, temía los peligros de una larga guerra. "Una campaña se prolonga sola, sin embargo una guerra larga resulta imposible cuando la existencia de una nación depende de un movimiento ininterrumpido de comercio e industria". Detrás de esta necesidad de apresuramiento estaba la estructura económica básica de un Imperio joven que solo cuarenta y tres años de existencia. En 1914, el Reich alemán todavía estaba dividido en dos unidades económicas distintas, las ciudades industriales y manufactureras del Oeste siempre habían recibido alimentos y materias primas del extranjero, importadas a través de Rotterdam y Amberes y desde allí a sus fábricas a través del Rhin, mientras que las áreas agrícolas orientales de Alemania estaban acostumbradas a enviar sus excedentes de productos agrícolas a la industria de Bohemia o hacia Rusia. El sistema ferroviario alemán, por lo tanto, nunca había llevado los excedentes de alimentos de las provincias orientales del imperio hacia el Oeste y ahora, desviado en gran medida para fines militares, no pudo hacerlo. A menos que se pudiera mantener el flujo de importaciones de alimentos a través de puertos neerlandeses, las poblaciones de las ciudades industriales seguramente sufrirían. Debido a esto, el Almirante Von Tirpitz, temiendo que la guerra fuera más larga de lo que Schlieffen esperaba, y revisando el impacto potencial de un bloqueo británico, declaró que se deberían utilizar los Estados neutrales para llevar suministros a Alemania. Aun así, los expertos alemanes creían que la capacidad de resistencia del Imperio dependía de un éxito militar rápido y decisivo; en general, la conclusión fue que Alemania podía mantenerse con sus propios recursos durante nueve o diez meses, pero no más.

Debido a que el Gobierno alemán confiaba en el Plan Schlieffen y creía firmemente en el poder del Ejército alemán para lograr una victoria rápida, la Armada alemana no se utilizó en las primeras semanas de guerra, pese al ofrecimiento de Tirpitz de que actuase contra los convoyes que trasladaban la BEF a Francia, rechazado por Moltke. El plan de guerra de la Armada, en cualquier caso, había sido defensivo, en espera de una ofensiva de la Royal Navy en mares propios. Los planificadores alemanes habían sido conscientes de la intención del Almirante Wilson de atacar Heligoland y apoderarse de las islas en la costa alemana; de modo que, anticipando esta ofensiva, los germanos tenían la intención de usarla en su propio beneficio. Los alemanes esperaban que la batalla se libraría en el interior del Bight en presencia de sus propios campos de minas y submarinos, donde podrían hundir o paralizar una parte significativa de la flota atacante. De alguna manera, debido a un fallo de la Inteligencia, el Estado Mayor Naval alemán no fue informado cuando en 1912 la Royal Navy abandonó su agresivo plan. Hubo sospechas de que el Almirantazgo podría adoptar una defensa estratégica al sellar el Mar del Norte en el Estrecho de Dover y desde las Orcadas hasta la costa noruega, poco antes de la guerra, un resumen de Inteligencia alemán señalaba: “No hay nada seguro acerca de cómo Gran Bretaña librará la guerra. Una serie de maniobras de la Flota en años anteriores sugería un bloqueo cercano de nuestras costas, maniobras posteriores apuntan que se habría elegido un bloqueo distante como punto de partida del plan de guerra británico". Pero incluso si les hubieran dicho que el plan británico sobre el bloqueo había cambiado, la mayoría de los Oficiales navales alemanes probablemente no habrían abandonado su creencia de que la Grand Fleet al completo penetraría en la Bahía de Heligoland durante las primeras semanas de guerra. Cuando el ataque esperado no se materializó la premisa en la que se había basado la estrategia naval alemana fue revocada, el temor de Von Tirpitz en lo referente a que todo el esfuerzo en construir una gran Armada no sirviese de gran cosa si los británicos adoptaban una postura defensiva se hacía realidad.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Vie Nov 26, 2021 6:28 pm

Pese a la evidencia de un bloqueo distante, el personal naval alemán todavía creía que los británicos mantendrían fuerzas ligeras cerca de las bases alemanas y que estas serían apoyadas por Escuadrones de Batalla. Sobre estos supuestos, la Armada alemana continuó basando su plan de guerra naval; debido a que el Kaiser se negó a permitir una acción temprana de la Flota, la Royal Navy se vería reducida por el desgaste al que se vería sometida gracias a las minas y los submarinos y, cuando se hubiesen infligido pérdidas suficientemente grandes y las dos Flotas tuviesen aproximadamente la misma fuerza, la Hochseeflotte zarparía en busca de una batalla decisiva.

Como sabemos la campaña de minado comenzó nada más estallar el conflicto cuando el SMS Konigin Luise sembró un campo de minas donde resultó hundido el crucero HMS Amphion. Gran Bretaña reaccionó rápidamente, la colocación de minas en mar abierto, más allá del límite costero de tres millas de la costa enemiga, violaba la Segunda Convención de La Haya (aunque Alemania, anticipando el potencial de la guerra contra las minas, se había negado a aceptar este artículo de la Convención). El 10 de Agosto el Ministerio de Asuntos Exteriores británico envió una nota a las potencias neutrales acusando a los alemanes de sembrar minas ilegal e indiscriminadamente alrededor del Mar del Norte, poniendo en peligro buques mercantes de todas las naciones. Este peligro, advirtió el Almirantazgo, aumentaría porque Gran Bretaña se reservaba el derecho de colocar campos defensivos propios. Además, según la nota, el Almirantazgo comenzaría a desviar los barcos de todas las banderas neutrales que comerciaban con los puertos del Mar del Norte antes de que ingresaran en áreas de peligro excepcional. Los holandeses, creyendo que estas posiciones eran un pretexto para desviar el comercio de Rotterdam, se mostraban furiosos, aunque en cualquier caso, por el momento, la mayoría de los buques neutrales ignoraron la advertencia.

En la noche del 25 de Agosto los alemanes colocaron otros dos campos de minas en las afueras del Humber y del Tyne, y aunque los Oficiales británicos de limpieza de minas estaban convencidos de que los campos habían sido colocados por minadores alemanes perfectamente equipados, el Almirantazgo concluyó que el trabajo había sido realizado por arrastreros disfrazados de neutrales. Inmediatamente todos los puertos de la costa Este se cerraron a las embarcaciones de pesca neutrales, y los sus Gobiernos fueron advertidos nuevamente sobre la minería alemana indiscriminada. Cuando el SMS Berlín minó los alrededores de la Isla Tory donde, el 27 de octubre, una de sus minas hundió al acorazado HMS Audacious, el hecho conmocionó al Almirantazgo británico y proporcionó una excusa para una escalada dramática de la guerra en el mar. El 2 de Noviembre, durante la visita de Jellicoe a Londres para conversar con Jacky Fisher, quien acababa de convertirse en el Primer Lord del Mar, el Gobierno británico emitió un duro comunicado:

Durante la última semana los alemanes han dispersado minas indiscriminadamente en mar abierto, en la ruta comercial principal de América a Liverpool a través del Norte de Irlanda. Estas minas no pueden haber sido instaladas por ningún barco de guerra alemán, han sido colocados por un buque mercante que enarbolaba pabellón neutral, característica ordinaria de la guerra naval alemana. Por lo tanto el Almirantazgo notifica que todo el Mar del Norte debe considerarse una zona de guerra, donde el envío comercial de todo tipo, los mercantes de todos los países, las embarcaciones de pesca y todos los demás buques estarán expuestos a los peligros más graves. Se recomienda que los barcos de todos los países que deseen comerciar desde y hacia Noruega, el Báltico, Dinamarca y Holanda lo hagan por el Canal de la Mancha y el Estrecho de Dover. Allí se les dará instrucciones de navegación para poder alcanzar de forma segura la costa Este de Inglaterra. Cualquier desviación, incluso de unas pocas millas del curso indicado, puede conllevar consecuencias fatales.

Esta declaración, que en la práctica venía a decir que todo el Mar del Norte estaba fuera del alcance del transporte marítimo mundial sin el permiso expreso de la Royal Navy, tuvo como consecuencias una oleada de protestas, los Gobiernos neutrales interpretaron el anuncio como una declaración de que el Gobierno británico tenía la intención de cortar la comunicación entre Escandinavia y Estados Unidos. En Alemania el decreto fue interpretado como una declaración ilegal de guerra económica, el Almirante Scheer, que ya consideraba a los británicos como "Lores de la hipocresía" por no haber ratificado la Declaración de Londres, se mostró muy indignado: “Gran Bretaña no se consideraba obligada por ninguna ley internacional que nos hubiera permitido obtener alimentos y otros artículos no relacionados con el contrabando a través de países neutrales", escribió. “De este modo, cuando se eliminó la distinción entre contrabando absoluto y relativo, todo el comercio de importación alemán por tierra y mar se estranguló, en particular la importación de alimentos. Además los Estados neutrales se vieron obligados por Gran Bretaña a prohibir casi todas las exportaciones de bienes a Alemania con el fin de obtener sus propias importaciones en el extranjero. El libre comercio de buques mercantes neutrales en el Mar del Norte se hizo imposible porque todos los envíos se vieron obligados a pasar por aguas inglesas y someterse al control inglés. El bloqueo, destinado a matar de hambre a Alemania, requirió tiempo para lograr su pleno efecto, el éxito se lograría gradual y silenciosamente, lo que significaba la ruina de Alemania tan seguramente como la llegada del invierno significaba la caída de las hojas de los árboles".

La tarea de intentar romper el bloqueo recaía sobre los hombros de la Armada, sin embargo, en los primeros meses de la guerra, se había mostrado totalmente ineficaz al respecto, en parte por las instrucciones del Káiser sobre la limitación de movimientos de los buques capitales, y las operaciones ofensivas de minería y submarinos contra buques de guerra británicos habían producido resultados sonoros y propagandísticos pero en la práctica insignificantes, excepto en lo referente al hundimiento del HMS Audacious. Los submarinos habían demostrado ser ineficaces contra buques de guerra modernos, rápidos y con escolta, no habían logrado interrumpir el movimiento a través del Canal y no habían hundido un solo transporte de tropas. Para Diciembre de 1914 la mayoría de los Oficiales navales alemanes no creían que los submarinos pudieran desempeñar un papel importante en la guerra de desgaste contra la Royal Navy, cada vez en mayor número el personal naval y los Oficiales de la flota exigieron un nuevo plan, nuevas tácticas, un nuevo liderazgo. ¿Cómo podría la Flota alemana, la segunda más poderosa del mundo, disputar el dominio del mar? La guerra de minas y los ataques submarinos habían fallado, y el Kaiser había prohibido forzar una acción entre las Flotas ¿Qué otras posibilidades existían? En este estado de frustración, la Armada y el Gobierno alemán consideraron propuestas para una campaña submarina contra el tráfico de mercantes que suministraban todo tipo de mercancías a Gran Bretaña, si no se podía romper el bloqueo al que estaban sometidos, los submarinos bloquearían a su vez al enemigo.

SMS Derfflinger
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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Sab Nov 27, 2021 6:08 pm

Durante los primeros meses de guerra, cuando la misión ofensiva de los submarinos alemanes era localizar y atacar a la Flota británica y hundir los transportes de tropas que se movían a través del Canal, los mercantes que se dirigían o partían de Gran Bretaña no tenían nada que temer. Sin embargo, el Comodoro Hermann Bauer, al mando del arma submarina, al hablar con sus Capitanes cuando regresaron a la base tras una misión, se enteró de que, a través de sus periscopios, estos jóvenes Oficiales podían observar un importante flujo de tráfico comercial marítimo a lo largo de las costas inglesas. A principios de Octubre Bauer informó de estas observaciones a su superior, Von Ingenohl, destacando el potencial mortal de usar submarinos para atacar el comercio británico. Bauer argumentó la inutilidad de mantener la mayor parte de la flota de submarinos estacionada en círculos defensivos alrededor de Heligoland y que resultarían más útiles para el esfuerzo de guerra hundiendo mercantes enemigos. Ingenohl, impresionado por la información, envió la recomendación de Bauer al Jefe del Estado Mayor Naval, Hugo von Pohl. "Desde un punto de vista puramente militar", escribió Ingenohl, "una campaña de submarinos contra el tráfico comercial en las costas británicas golpeará al enemigo en su punto más débil y resaltará que su poder marítimo es insuficiente para proteger sus importaciones”. Pohl estuvo de acuerdo en que utilizar los submarinos contra el envío de mercantes podría dañar a Gran Bretaña pero dudó, la guerra submarina contra el comercio sería una violación del derecho marítimo internacional, al que se ajustaba el artículo 112 del Reglamento del Premio Naval alemán. Además, cualquier destrucción accidental de buques mercantes neutrales podría provocar que sus naciones entrasen en guerra con Alemania. En consecuencia, a Pohl le pareció que la guerra submarina contra buques mercantes solo podía justificarse como una represalia por algún acto ilegal y atroz por parte del enemigo y por lo tanto, sin consultar a ningún líder político, Pohl decidió ignorar la propuesta de Ingenohl.

Sin embargo algunos Capitanes de submarinos empezaron a actuar por su cuenta contra el tráfico mercante enemigo. El 20 de Octubre el carguero británico Glitra, de 866 toneladas, con destino de Grangemouth a Stavanger, Noruega, con un cargamento de carbón, petróleo y lingotes de hierro, fue detenido a catorce millas de la costa noruega por el SM U-17, Capitán Feldkirchner, que intentaba actuar contra la línea de bloqueo, sin éxito. Un trozo de presa, actuando en estricta conformidad con el derecho internacional, le dio tiempo a la tripulación para bajar y ocupar sus botes, abrió los grifos de fondo del Glitra para hundirlo, el primero de 5.554 mercantes de más de cien toneladas hundidos durante todo el conflicto, y luego el SM U-17 remolcó los botes salvavidas a una distancia cercana a la costa.

La nota del Almirantazgo británico del 2 de Noviembre, declarando que todo el Mar del Norte pasaba a ser zona de guerra, cambió drásticamente el punto de vista de Pohl. La decisión británica de detener los envíos de contrabando condicional ahora parecía una violación grave del derecho internacional y el comienzo de una campaña para matar de hambre al pueblo alemán. En consecuencia, dos días después de la publicación de la declaración británica, Pohl se retractó y presentó al Canciller Theobald von Bethmann-Hollweg una propuesta de guerra submarina contra el comercio.

El concepto de usar submarinos como bloqueo de barcos fue tecnológicamente revolucionario y planteó numerosos problemas, para cumplir con la legislación internacional el submarino tendría que salir a la superficie, detener a su presa, enviar un trozo de abordaje al buque para establecer su nacionalidad y, si era un enemigo, tomar las medidas adecuadas para la seguridad de la tripulación y los pasajeros antes de hundirlo. Al ser evidentemente imposible para un pequeño y abarrotado submarino subir a bordo la tripulación y los pasajeros de un gran barco, lo mejor que se podía hacer era permitirles ocupar los botes salvavidas antes de que su buque fuera destruido. Si esto sucedía lejos de tierra, dejando a la tripulación y los pasajeros a su suerte en botes abiertos, tales arreglos no cumplirían con los requisitos del derecho marítimo internacional Durante los debates en la Armada sobre cómo llevar a cabo una Campaña submarina contra el tráfico mercante se estudiaron dos estrategias operativas básicas: campaña restringida y sin restricciones. La guerra submarina "restringida" significaba que los submarinos, antes de torpedear los buques mercantes enemigos, emergerían, advertirían a sus víctimas y les darían tiempo para abandonar el barco. Se evitarían todas las naves neutrales y no se hundirían trasatlánticos de ninguna nacionalidad, incluso los enemigos. La guerra submarina "irrestricta" significaba que todas las formalidades anteriores serían ignoradas y que los U-boats torpedearían sin avisar a todos los buques mercantes y de pasajeros, armados o desarmados, neutrales o enemigos, sin distinguir entre contrabando absoluto o condicional y sin tener en cuenta el destino de la tripulación o los pasajeros. El argumento para este método de guerra aparentemente bárbaro se basaba, irónicamente, en la fragilidad de la nave atacante: los submarinos eran pequeños, lentos, buques de guerra desarmados, o solo con un pequeño cañón en cubierta y algunos torpedos, su defensa principal era su habilidad para permanecer bajo el agua, una vez en superficie para detener y examinar un buque mercante y esperar mientras la tripulación abordaba los botes salvavidas, un submarino se convertía en el más vulnerable de todos los buques de guerra. Por esta razón, la mayoría de los Oficiales navales alemanes no solo respaldaron la propuesta de Bauer y Pohl, sino que deseaban actuar inmediatamente siguiendo la estrategia de la guerra submarina sin restricciones. "La gravedad de la situación", dijo el almirante Scheer, "exige que nos liberemos de todos los escrúpulos que ciertamente ya no tienen ninguna justificación".

Cuando el Canciller Bethmann-Hollweg escuchó por primera vez la propuesta del Almirante Von Pohl, se inclinó a respaldarla: "visto desde el punto de vista del derecho internacional, la guerra submarina es una represalia contra el bloqueo del hambre de Inglaterra", escribió a Pohl en Noviembre de 1914, "cuando consideramos las reglas puramente utilitarias por las cuales el enemigo regula su conducta, así como su presión despiadada sobre los neutrales, podemos concluir que tenemos derecho a adoptar cualquier medida de guerra que conlleve su rendición". Pero aunque el Canciller no vio nada ilegal o inmoral en la propuesta de una campaña submarina argumentó que la decisión debe tomarse por razones prácticas, involucrando consideraciones tanto políticas como militares. Temía que un bloqueo de Gran Bretaña provocaría fuertes reacciones en las naciones neutrales y, por lo tanto, solo podría emplearse cuando la posición militar de Alemania en el continente fuese tan segura que no podría haber ninguna duda sobre el resultado final, una vez que esto se lograra, la Armada podría hacer lo que quisiera porque la intervención de los Estados neutrales no tendría mayor impacto. Ahora, en Noviembre de 1914, Bethmann-Hollweg le dijo a Pohl que estas condiciones no existían.

Tampoco el Kaiser estaba preparado para aprobar una campaña submarina y apoyó al Canciller. Guillermo II estaba informado de que tanto los barcos neutrales como los aliados transportaban material de guerra de contrabando desde Estados Unidos a Gran Bretaña y Francia, y le molestaba profundamente este hecho, pero por otra parte temía que los hundimientos indiscriminados de los submarinos envenenarían las relaciones con Holanda y Escandinavia y podrían desembocar en una guerra con los Estados Unidos. El lado más humano del Kaiser también jugó un papel, la guerra submarina sin restricciones y la muerte de civiles en el mar entraban en conflicto con su noción de señorío y su propia imagen de caballero. Bajo estas premisas se dirigió a un grupo de Almirantes en Noviembre de 1914: "Caballeros, siempre tengan presente que nuestra espada debe permanecer limpia, no estamos librando una guerra contra mujeres y niños, deseamos pelear esta guerra como caballeros, sin importar lo que la otra parte pueda hacer ¡Tomen nota de esto!”

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mar Nov 30, 2021 2:44 am

Pese a la arenga a sus Almirantes, cuando Guillermo II habló con Tirpitz, con quien no mantenía una buena relación tras el estallido de la guerra pero por quien sentía un profundo respeto, explicó al Gran Almirante que, aunque no se oponía a la guerra submarina en sí misma, estaba decidido a esperar hasta que pudiera librarse de manera efectiva. Pohl, por otra parte, era un hombre de pequeña estatura que no resultaba nada intimidante, pero que contaba con una gran astucia. El 14 de Diciembre, solo tres semanas después de que el Kaiser se opusiera a una campaña submarina contra el tráfico mercante, Pohl regresó con una propuesta más específica: la planificación se completaría a finales de Enero, una declaración previa daría un amplio aviso de advertencia a los neutrales y las operaciones submarinas comenzarían a finales de Febrero. De nuevo Bethmann-Hollweg se opuso, ¿por qué provocar antagonismo hacia Alemania justo cuando Gran Bretaña, por su bloqueo coercitivo, exasperaba a la mayoría de los países neutrales? Llegados a este punto, Pohl recibió ayuda inesperada. Un mes antes, cuando Tirpitz se dio cuenta de que su Majestad Imperial no tenía la menor intención de arriesgar sus preciados acorazados, el Gran Almirante había comenzado a defender la idea de la guerra submarina como el único medio alternativo para romper el poderío de Inglaterra en el mar, y el 21 de Diciembre los periódicos alemanes publicaron una entrevista ofrecida por Tirpitz a finales de Noviembre a Charles von Wiegand, un periodista estadounidense nacido en Alemania. Las circunstancias de la entrevista habían sido inusuales: Tirpitz recibió a Wiegand en su habitación en el Cuartel General Supremo alemán en Charleville, en la Francia ocupada, y el Gran Almirante se sentó en una silla junto a su cama sin hacer. Antes de hablar, le pidió al periodista que presentara la entrevista al Ministerio de Relaciones Exteriores para su aprobación, Wiegand estuvo de acuerdo y Tirpitz dijo lo siguiente: "Estados Unidos no ha protestado y ha hecho poco o nada para evitar el cierre del Mar del Norte al tráfico de buques neutrales ¿Qué dirá si Alemania instituye un bloqueo submarino de Gran Bretaña para detener todo el tráfico mercante?" Wiegand preguntó si se contemplaba tal medida. “¿Por qué no, si somos conducidos al extremo? Gran Bretaña se esfuerza por matarnos de hambre, podemos hacer lo mismo, torpedear y hundir cada barco que intente romper el bloqueo”. Una vez que la transcripción estuvo en su cuaderno, Wiegand no la presentó al Ministerio de Relaciones Exteriores, y Tirpitz nunca se molestó en informar al Canciller o mencionar el asunto a Pohl. Cuando Wiegand publicó su historia en un periódico holandés, Bethmann-Hollweg no tuvo más remedio que permitir su publicación en Alemania. Tirpitz, al enterarse de que el Kaiser estaba irritado, explicó alegremente que "deseaba conocer la opinión estadounidense sobre la guerra submarina".

La entrevista reverberó a través de la prensa germana, muchos alemanes, al aceptar al famoso Gran Almirante como la principal autoridad de la nación en asuntos navales, ahora creían que era inminente la decisión de utilizar submarinos contra el envío de mercantes enemigos y que esto pronto daría un final victorioso a la guerra. Aparecieron una serie de artículos y documentos, escritos por eminentes financieros, magnates industriales y del transporte marítimo, políticos, científicos y académicos universitarios, instando al gobierno a no ser disuadido de usar un arma decisiva por falsas dudas. Pohl, con la esperanza de capitalizar este apoyo público, llegó a la Sede Suprema en Charleville el 7 de enero de 1915 y una vez más presentó su propuesta de Campaña submarina al Kaiser y al Canciller. De nuevo Bethmann-Hollweg se opuso al plan de Pohl, argumentando que la incertidumbre de los neutrales conllevaba que la campaña fuese demasiado arriesgada, siendo apoyado por Guillermo II, que optó por el aplazamiento.

Pohl no se rindió, el 1 de febrero, reforzado por el hecho de que había sido elegido para suceder a Ingenohl como Comandante en Jefe de la Flota de Alta Mar, repitió su propuesta de Campaña submarina a Bethmann-Hollweg por cuarta vez. Cuando el Canciller reiteró su preocupación de que la guerra submarina antagonizaría a Estados Unidos y a otros neutrales, Pohl argumentó que si la proclamación de una zona de guerra alrededor de Gran Bretaña ahuyentaba a los mercantes neutrales, como las autoridades navales predecían que sucedería, la confrontación diplomática con los neutrales a resultas de un buque hundido no tendría lugar. Además, en esta entrevista, Pohl le mintió deliberadamente al Canciller: nunca había puesto un pie en un submarino en el mar, pero afirmó, falsamente, que los Capitanes de los submarinos podrían distinguir entre barcos enemigos y neutrales, torpedeando solo a los primeros. Al escuchar este razonamiento Bethmann-Hollweg dijo que no plantearía más objeciones. Para Pohl el resto fue fácil, cuando el Almirante Gustav Bachmann relevó a Pohl como Jefe del Estado Mayor Naval le informó que el lanzamiento de una campaña submarina había sido aprobada al más alto nivel y que el Kaiser no quería que se volviera a plantear el asunto. El consentimiento implícito de Guillermo II no existía, pero Pohl sabía cómo asegurarlo. El 4 de Febrero de 1915 fue el último día de Pohl como Jefe del Estado Mayor Naval y el primero como Comandante en Jefe de la Hochseeflotte y el Kaiser se desplazó a Wilhelmshaven para asistir a la ceremonia de cambio de mando. Cuando visitaba el crucero de batalla SMS Seydlitz, gravemente dañado en la batalla de Dogger Bank, Pohl cogió la orden de guerra submarina de un bolsillo interior y se la entregó a Guillermo II para que la firmara. El Kaiser, emocionado por la solemnidad de la ceremonia sobre un fondo de gigantescos buques de guerra grises, garabateó su nombre. A la mañana siguiente, la declaración fue publicada en la Gaceta Imperial oficial:

Se declara que las aguas que rodean Gran Bretaña e Irlanda, incluido todo el Canal de la Mancha, son zonas militares. A partir del 18 de Febrero todos los buques mercantes enemigos en estas aguas serán destruidos, independientemente de la imposibilidad de evitar en todos los casos los riesgos para los pasajeros y la tripulación.

El envío neutral también estará en peligro en la zona de guerra porque, en vista del mal uso de banderas neutrales ordenadas por el gobierno británico el 31 de enero y de las incertidumbres de la guerra naval, no siempre es posible evitar que los buques neutrales sufran ataques no intencionados.


La orden se hizo pública antes de que se informara a otros Almirantes, Von Muller, Jefe del Gabinete Naval, más adelante criticó a Pohl porque el momento había sido mal elegido al no existir medios suficientes. "Fue desleal a Tirpitz por no haber discutido con él la declaración", dijo Muller, “también lo fue conmigo, pero Pohl estaba ansioso porque se emitiera la declaración bajo su propio nombre y el 4 de Febrero fue sin duda el último día en que esto fue posible ". En privado Tirpitz se enfureció diciendo que "Pohl, por su vanidad y falta de juicio, ha causado un desastre”. Considerando la poca disponibilidad de submarinos, Tirpitz había recomendado declarar un bloqueo adecuado y efectivo de un área limitada, como la desembocadura del Támesis. “En lugar de eso, resuenan las trompetas, la intimidación y, en consecuencia, Inglaterra estaba advertida y disponía de catorce días para hacer preparativos”. Sin embargo, a pesar de las quejas, Pohl había obtenido lo que Tirpitz y la mayoría de los Oficiales navales alemanes deseaban: la aprobación imperial para que la Armada pudiese golpear a Gran Bretaña, si el Kaiser había prohibido el uso de los acorazados, ahora, al menos, permitiría que los submarinos lo intentaran. Fue en estas confusas circunstancias en las que la guerra submarina contra el tráfico mercante aliado y neutral tuvo su inicio.

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Juan M. Parada C.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por Juan M. Parada C. » Mar Nov 30, 2021 2:33 pm

Simplemente brillante lo que se ha expuesto sobre este tópico en cuestión, que es una suerte de un detallado análisis sobre la efectividad de los bloqueos y contrabloqueos durante la gran guerra de 19114-18. Es innegable el papel que jugaría tal hecho para los bandos enfrentados y las consecuencias que propiciaría la misma, como sería la entrada a la guerra de los Estados Unidos en marcar la diferencia.
Claro está, a manera de acotación, que los bloqueos en la historia han sido siempre una forma de cerrar toda posibilidad de abastecimiento de un país enemigo que realiza su oponente, para tratar de acortar así la contienda. No cabe duda, como bien expresa nuestro amigo, los resultados son muchas veces los deseados o contraproducentes, como fue el caso de las guerras napoleónicas.
Dado que en la misma, en esos veinte años de duración, se produjeron algunas interesantes contramedidas que permitieron a los galos poder sustituir aquellos rublos, tanto alimentarios y de materias varias para un esfuerzo bélico, a través de una política autosustentable, como fue la obtención de azúcar con la remolacha y la conservación de alimentos al vacío en envases de vidrio, que daría después a las primeras conservas enlatadas en surgir y marcar tal innovación en las contiendas del futuro la posibilidad de tener alimentos fuera de toda temporada que antes obligaba a los mandos tener en cuenta.
Sin embargo, como bien se señala, la complejidad de hacer la guerra, con su tecnificación e industrialización masiva, como se vio en este primer conflicto global del siglo XX, llevaría a los bandos en poder materializar tan importante premisa de privar de todo aquello de utilidad de sus adversarios. Siendo la guerra submarina una de las mayores innovaciones en facilitar a los alemanes dicha premisa, con resultados un tanto alentadores al principio, en tener a raya a sus oponentes. Pero a la larga sería contraproducente para los alemanes en propiciar la ira del resto de los países neutrales, por la víctimas en jalonar sus naves submarinas en esas acciones. Mientras que en su frente interno estaban pasando por grandes penurias por la terrible escasez de materias primas, las cuales llevarían al colapso de los germanos en 1918. De hecho, a manera de ejemplo, el invierno de 1917-18 fue denominado por los civiles alemanes el "invierno de los nabos" que los estaban llevando a la inanición total en quebrar posteriormente la capacidad de lucha del pueblo germano.

Saludos y bendiciones por siempre.
Última edición por Juan M. Parada C. el Mié Dic 01, 2021 1:31 am, editado 1 vez en total.
"¡Ay,señor! Tú sabes lo ocupado que tendré que estar hoy.Si acaso te olvido por un instante,tu no te olvides de mi". Sir Jacob Astley antes de la batalla de Edge Hill el 23 de octubre del año de nuestro señor de 1642

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mar Nov 30, 2021 11:48 pm

Gracias, me alegra que le resulte una lectura interesante. Aún queda mucho por narrar sobre los vaivenes en la relación entre el Imperio alemán y Estados Unidos, que como bien comenta, finalmente resultaron decisivos para la resolución del conflicto. También incluiré un post sobre las consecuencias del bloqueo en Alemania, y el ansia de revancha que nubló las mentes de los mayores responsables militares del país, llevándolo a la catástrofe.

Saludos.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 01, 2021 2:29 am

Tanto para la Armada como para el Gobierno alemán la decisión de emprender una campaña submarina contra el tráfico mercante aliado fue una especie de salto al vacío, tras como hemos visto poca o ninguna deliberación de como llevarla a cabo, y basada en premisas falsas como la de que los Capitanes de submarinos podían diferenciar a través de sus periscopios la nacionalidad de un buque mercante. La persistencia de Pohl había convertido la campaña en realidad, pero ni él ni nadie de su personal estaban familiarizados con los submarinos, solo Bauer y sus Capitanes eran conocedores de las capacidades reales de los sumergibles, y pronto hicieron saber a Pohl que el número de submarinos disponibles era totalmente insuficiente para imponer un bloqueo submarino al conjunto de las Islas Británicas, "no estamos en condiciones de cortar las importaciones de Gran Bretaña hasta el punto de que el país sufra hambre", dijeron los analistas del personal naval a su superior. De hecho, en Mayo de 1914, un estudio no oficial del personal especialista en Kiel había calculado, con mucha precisión, como demostraría la experiencia posterior, que un bloqueo efectivo de las Islas Británicas requeriría al menos de 222 submarinos operativos para mantener patrullas permanentes, teniendo en cuenta que un tercio estaría en astilleros para mantenimiento y descanso del personal, otro en ruta hacia su zona de patrulla o de regreso de ella y un último ejerciendo el bloqueo efectivo. Sin embargo Tirpitz había descuidado la construcción de submarinos en tiempos de paz, como sabemos más interesado por los buques capitales, aunque ahora los consideraba “un arma milagrosa”; cuando se proclamó la zona de guerra en febrero de 1915, la Armada alemana disponía de solo 32 submarinos, de los cuales una veintena disponían de motor diésel con suficiente autonomía, el resto eran pequeños y obsoletos, útiles solo para actuar cerca de la costa. Con optimismo injustificado, el personal naval asumió que la mitad de los submarinos diésel podrían estar en el mar en cualquier momento, pero pronto la experiencia demostró que debido a el largo viaje a las zonas de caza occidentales, el Mar de Irlanda y el extremo occidental del Canal de la Mancha, y la necesidad de un mantenimiento adecuado de los submarinos y el descanso de las tripulaciones, solo un tercio de la fuerza podía estar patrullando en sus zonas de caza en un momento determinado, por lo tanto, de Marzo a Septiembre de 1915, el número promedio de modernos submarinos en patrulla no superó los siete u ocho al día.

Pohl, que ahora comandaba la fuerza submarina de la Hochseeflotte, no se desanimó y adoptó el plan recomendado por Bauer, tres submarinos operarían en los Enfoques Occidentales y en el Mar de Irlanda para interceptar las principales rutas comerciales del Atlántico a Liverpool y los puertos del Canal de Bristol, un submarino permanecería estacionado frente al Támesis en el Canal de la Mancha, otro frente al Tyne y otro más frente a la costa Noreste, cubriendo las rutas desde Gran Bretaña a Escandinavia. Seis submarinos no podían hundir suficientes barcos para detener el comercio británico, ni siquiera para dañarlo de forma significativa, pero Pohl esperaba que simplemente haciendo acto de presencia aterrorizaran a los marinos mercantes, tanto británicos como neutrales. Sin embargo a Pohl no se le permitió comenzar la campaña sin que le pusieran una mano nerviosa en la manga, antes de que los U-boats navegaran el Kaiser envió un telegrama al Estado Mayor Naval exigiendo una garantía de que dentro de las seis semanas posteriores a la apertura de la campaña "Inglaterra se vería obligada a modificar su actitud". Tirpitz y Bachmann respondieron de inmediato que seis semanas serían suficientes: "una pregunta tonta merece una respuesta tonta”, señaló Tirpitz de este intercambio. El 14 de Febrero, a Pohl, a bordo de SMS Friedrich der Grosse, se le entregó otro telegrama imperial directamente dirigido a él: “Por razones políticas urgentes, envíe órdenes por radio a los U-boats en trayecto para no atacar barcos que enarbolen pabellón neutral, a menos que se reconozca con certeza ser enemigos”, mensaje debido a las protestas estadounidenses que veremos más adelante. Pohl estaba consternado, si a los neutrales se les prometía inmunidad, no había posibilidad de intimidarlos para que no comerciaran con Gran Bretaña, "esta orden hace que el éxito sea imposible ya que los submarinos no pueden determinar la nacionalidad de los barcos sin exponerse a un gran peligro", telegrafió al Estado Mayor Naval, “la reputación de la Armada, en mi opinión, sufrirá enormemente si esta empresa, anunciada públicamente y esperada con grandes esperanzas por el pueblo, no logra resultados. Envíe mis puntos de vista a Su Majestad”. A este mensaje Pohl no recibió respuesta, sin embargo, al día siguiente, otro telegrama de la Sede Suprema cuestionó la fecha fijada para la apertura de la campaña: "El Kaiser ha ordenado que la campaña submarina para atacar el comercio, como se indica en el anuncio del 4 de Febrero, comenzará el 18 de Febrero, pero solo cuando se reciban órdenes de hacerlo por parte de Su Majestad".

Para el 18 de Febrero se habían emitido las siguientes instrucciones a los Capitanes de los submarinos: se destruirían los buques mercantes hostiles, todos los barcos que enarbolan banderas neutrales debían salvarse, aunque las banderas neutrales o las marcas por sí solas no debían considerarse suficientes garantías de nacionalidad neutral, para asegurarse, a los Capitanes de submarinos se les ordenó tener en cuenta pruebas adicionales; la silueta, el lugar de registro, el rumbo y el comportamiento general del buque interceptado. Se evitarían los barcos hospitales, así como los pertenecientes a la Comisión de Socorro belga, financiados en Estados Unidos para proporcionar alimentos a la empobrecida Bélgica ocupada por los alemanes. Por otro lado, a los Comandantes de submarinos se les prometió que "si, a pesar de todas las precauciones, se cometieran errores", no serían considerados responsables. De este modo, a un puñado de Oficiales navales, la mayoría de ellos menores de treinta años, sin información sobre la política internacional y aislados del resto del mundo por la naturaleza de su misión, se les habían ofrecido unas instrucciones vagas e indefinidas en lo referente a las consecuencias políticas que podría suponer disparar sus torpedos contra un blanco equivocado.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Jue Dic 02, 2021 1:43 am

La reacción británica al anuncio de que los submarinos alemanes estaban a punto de atacar a los buques mercantes aliados estaba dividida, algunos consideraban que la amenaza resultaba siniestra, otros que los alemanes estaban haciendo postureo y que había poco peligro. Arthur Balfour advirtió que la amenaza era real, el 6 de Mayo de 1913 había escrito a Fisher: "La cuestión que realmente me preocupa no es si nuestros submarinos podrían hacer intolerable la posición del enemigo, sino si sus submarinos podrían hacer que nuestra posición sea intolerable". Fisher había respondido reiterando su credo: "la guerra no tiene comodidades" y que, en lo que respecta a sus reglas, "¡Podrías hablar de humanizar el infierno!". Señaló que los submarinos no tenían otra alternativa que hundir a sus víctimas y, por lo tanto, eran "una amenaza verdaderamente temible para el comercio británico. Puede que resulte un método de guerra totalmente bárbaro, pero la esencia de la guerra es la violencia y la moderación en la guerra es una imbecilidad ". Agregó que el comercio neutral no podría ser inmune porque “una bandera es muy parecida a otra vista a través de un periscopio". Churchill, al recibir una copia del informe de Fisher lo había calificado de "brillante", pero también dijo: "Hay algunos puntos en los que no estoy convencido, de estos, el más importante es la cuestión del uso de submarinos para hundir buques mercantes, no creo que esto lo haga un Estado civilizado ”. En Febrero de 1915 el Almirantazgo estaba convencido de que los submarinos no podrían causar mucho daño al enorme tráfico mercante de Gran Bretaña. Churchill, al dirigirse a la Cámara de los Comunes el 15 de Febrero sobre el tema de la proclamación de la zona de guerra alemana, declaró que "sin duda se incurrirá en pérdidas, de eso doy una advertencia completa, pero creemos que no podrán causar daños vitales si nuestro tráfico mercante se mantiene regularmente. Si toman las precauciones adecuadas y legítimas, esperamos que las pérdidas se circunscriban dentro de límites manejables, incluso desde el principio, cuando se debe esperar que el enemigo haga su mayor esfuerzo para producir un sobresalto”. Por su parte el Ministerio de Asuntos Exteriores dudaba de que el Gobierno alemán fuera lo suficientemente imprudente como para torpedear buques mercantes neutrales, incluidos los estadounidenses, y concluyó que la proclamación alemana era falsa en gran medida.

Al final, los cálculos y suposiciones de los dos beligerantes — la creencia alemana de que los submarinos podrían aterrorizar y ahuyentar a los neutrales y la estimación británica de que la guerra submarina era un farol— estaban equivocados. Bauer y Pohl habían sobrestimado el temor que la amenaza submarina causaría entre el tráfico mercante neutral y rápidamente se hizo evidente que las repercusiones diplomáticas, advertidas por Bethmann-Hollweg y descontadas por Pohl, serían graves. Por otra parte, a lo largo de los siguientes años, la campaña submarina alemana, lejos de ser un farol, estuvo cerca de ganar la guerra… de no ser por los Estados Unidos.

El 10 de Febrero el Gobierno de los Estados Unidos se opuso enfáticamente a la proclamación alemana de una zona de guerra y advirtió que cualquier daño que ocurriera a los barcos bajo la bandera estadounidense, o a ciudadanos estadounidenses, incluso si fueran pasajeros de un buque beligerante, sería considerado en Washington como "una violación indefendible de los derechos neutrales". La nota estadounidense advirtió que "si los Comandantes de los buques de guerra alemanes hundían en alta mar un barco estadounidense o ponían en peligro la vida de los ciudadanos estadounidenses, el Gobierno de los Estados Unidos imputaría al Gobierno Imperial la responsabilidad por tales actos”.

El tono inesperadamente duro de la nota de protesta estadounidense enfrentó al Canciller alemán con la situación que esperaba evitar, Estados Unidos anunciaba que no tenía intención de dejarse atemorizar y estaba preparado para defender su derecho a la libertad de comercio marítimo. Fue a partir de este momento en el que la diplomacia alemana hacia los Estados Unidos se enfrentó al esfuerzo de combinar dos políticas en última instancia incompatibles: continuar empleando la guerra submarina contra el tráfico mercante y al mismo tiempo evitar que Estados Unidos se uniese a los Aliados. Esta primera nota estadounidense convenció a Bethmann-Hollweg de que podía lograr ambos objetivos solo dando garantías absolutas de que los U-boats no atacarían a las naves neutrales. El Comando Naval inmediatamente protestó porque esta limitación haría imposible el éxito, el Almirante Bachmann dijo rotundamente que si se ofrecía este compromiso a los estadounidenses la campaña submarina tendría que ser abandonada por completo. Tirpitz reprochó amargamente a Bethmann-Hollweg que defendiese el cumplimiento de la nota estadounidense, aunque, si en contra de su consejo, se deben hacer concesiones, entonces, "en interés del prestigio alemán", exigió a cambio el levantamiento del bloqueo británico a los alimentos y materias primas y el retorno de todos los buques mercantes alemanes internados. Al ser informado de esto, el Almirante Muller, que se posicionó del lado del Canciller, escribió en su diario que las ideas de Tirpitz eran "absolutamente delirantes". El mismo Müller creía que "las estimaciones del efecto de la guerra submarina en el comercio resultaban exageradas" y estuvo de acuerdo con Bethmann-Hollweg en que la protesta estadounidense podría aceptarse sin el abandono total de la ofensiva submarina. Guillermo II, atrapado en medio de la polémica, se quejó de que Pohl le había planteado esta complicada cuestión en un momento en que su mente estaba en otras cosas y admitió que su consentimiento en el puerto de Wilhelmshaven podría haberse dado demasiado a la ligera. Finalmente el Kaiser respaldó la posición del Canciller, el 18 de Febrero, en vísperas del comienzo de la campaña submarina, Alemania respondió a la nota estadounidense diciendo que insistía en su derecho fundamental de usar la guerra submarina contra el comercio y que sus Capitanes de submarinos hundirían mercantes británicos y aliados, pero no molestarían a los buques estadounidenses "cuando sean reconocibles como tales".

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Jue Dic 02, 2021 5:37 pm

Antes de que se proclamasen como zona de guerra todas las aguas que rodean a Gran Bretaña e Irlanda, o que se anunciara el inicio de la campaña submarina con inicio el 18 de Febrero, varios mercantes habían resultado hundidos por los U-boat, como sabemos el primero de ellos el Glitra, y otros nueve durante los siguientes tres meses, con un total de 20.000 toneladas, ateniéndose a las leyes de presa y permitiendo que las tripulaciones bajasen sus botes antes de hundirlos. Entre el 22 de Febrero, cuando se inició la campaña de forma efectiva, y el 28 de marzo, los submarinos alemanes hundieron veinticinco buques mercantes, dieciséis de ellos torpedeados sin previo aviso con la pérdida de 52 tripulantes, 38 de estos hombres murieron en un solo ataque, cuando explotó un carguero con nitratos. Sin embargo, a bordo de los veinticinco barcos hundidos, ningún pasajero murió y veinte de los veinticinco no sufrieron ninguna pérdida de vidas. Los buques hundidos eran una gota de agua para el tráfico mercante que suministraba todo tipo de alimentos y materiales a las islas, más de 4.000 barcos entraban o salían de sus puertos todos los meses, pero la declaración de zona de guerra y las bajas civiles hicieron perder muchas de las simpatías que el Imperio alemán podía despertar entre los neutrales ante el ilegal bloqueo británico, amén de colocar a su diplomacia en una posición que a la larga se haría insostenible. Iniciar la campaña con los 222 submarinos que los estudios pre-guerra preveían necesarios para aislar a Gran Bretaña del resto del mundo hubiese podido resultar cruel pero, como el propio Fisher reconocía, un acto válido para poder ganar una guerra por definición inhumana, hacerlo con poco más de treinta solo representó un manotazo de ahogado, una represalia por un bloqueo que se intuía podría resultar devastador para el futuro del país, alentada por la Armada y secundado por casi toda Alemania, sin reparar en las consecuencias a medio y largo plazo.

En cualquier caso al iniciarse la campaña parecía que la Royal Navy poco podía hacer para luchar contra los submarinos. El Almirantazgo aconsejó a los Capitanes de los mercaderes británicos que izaran banderas neutrales en la zona de guerra, un acto cuestionable que pudo haber salvado algunos barcos pero también provocó una tormenta de protestas de las naciones neutrales cuyas banderas ondeaban. En cuanto a atacar a los submarinos, nadie sabía cómo. Antes de la guerra se había pensado poco en los submarinos como armas ofensivas y menos aún en tácticas o armamento antisubmarino, los primeros intentos británicos de hacer frente a la amenaza fueron primitivos, incluso quijotescos. Yates costeros y lanchas motoras patrullaban fuera de los puertos británicos, pero solo uno de cada diez estaba armado con algo más grande que un rifle, de modo que portaban a dos nadadores, uno armado con una bolsa negra y el otro con un martillo. Si se avistaba un periscopio el barco se acercaría todo lo posible, los nadadores se lanzarían al agua y uno de ellos intentaría colocar su negra bolsa sobre el periscopio; si fallaba, el otro trataría de romper el cristal a martillazos. La forma más efectiva de ataque, la embestida o el disparo de cañones, exigía que el submarino fuese atrapado en la superficie, porque mientras un submarino permaneciera sumergido, resultaba indetectable e invulnerable. Se colocaron campos minados como defensas pasivas para proteger el Canal de los submarinos, se sembraron veintidós campos con un total de 7.154 minas al Este del estrecho de Dover entre Octubre y Febrero, pero la medida resultó bastante ineficaz porque las minas británicas eran de baja calidad, visibles en la superficie durante la marea baja y cuando resultaban golpeadas con frecuencia no explotaban, además de que al poco tiempo unas 4.000 se hundieron hasta el fondo o se soltaron de sus anclajes. Un esfuerzo por construir una barrera de redes de acero para a través del Canal entre las veinte millas que separaban Folkestone de Cap Gris-Nez fracasó porque las mareas suponían una tensión demasiado elevada para los cables de amarre.

Sin embargo no todas las pérdidas en el mar fueron británicas, el 4 de Marzo de 1915 el SM U-8 quedó atrapado en una red cerca de Dover y hundido por el destructor HMS Ghurka, el 10 de Marzo el SM U-12 fue descubierto en superficie en la costa Oriental de Escocia y embestido por el destructor HMS Ariel cuando intentaba sumergirse, siendo rematado por los destructores HMS Acheron y Attack. Ocho días más tarde tuvo lugar otra gran pérdida para las flotillas alemanas de submarinos, cuando el SM U-29, comandado por el famoso Otto Weddigen, que había hundido a los HMS Aboukir, Hogue, Cressy y Hawke, patrullaba frente a Scapa Flow y se encontró con dos Escuadrones de acorazados de la Grand Fleet navegando por el Pentland Firth. Maniobrando para atacar al HMS Neptune Weddigen no se percató de la presencia cercana del HMS Dreadnought, desde donde se divisó su periscopio y se puso rumbo al mismo a toda velocidad, embistiendo al submarino y hundiéndole junto a toda su tripulación. En total 49 U-boat se perdieron en los primeros veintiocho meses de guerra, ya sea por ser localizados en superficie o por efecto de las minas, pero la Royal Navy no tenían medios para detectar submarinos ni armas para destruirlos bajo el agua, no fue hasta finales de 1916 cuando un primer submarino resultó hundido por una carga de profundidad.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Jue Dic 02, 2021 5:39 pm

Cada vuelta de tuerca en la guerra naval provocaba represalias, el 2 de Noviembre de 1914 el anuncio de bloqueo de Alemania por parte de Gran Bretaña se había presentado como una respuesta a la minería alemana "indiscriminada" en el Mar del Norte. A su vez, la proclamación como zona de guerra por parte de Alemania de todas las aguas que rodeaban las islas el 4 de Febrero de 1915 se describió como una represalia por la proclamación británica del 2 de Noviembre. El 11 de marzo de 1915 Gran Bretaña decidió subir la apuesta y anunció que, en respuesta a la campaña submarina, las Armadas aliadas establecerían un bloqueo total de Alemania, ningún buque mercante podría navegar hasta el país germano. Una orden del Gabinete de Guerra declaró que, al crear una zona en la que todos los buques mercantes aliados podrían ser destruidos sin determinar la naturaleza de sus cargas y el propósito o destino de sus viajes, y sin prestar atención a la seguridad de sus pasajeros o tripulaciones , Alemania, a todos los efectos, estaba imponiendo un bloqueo total "con el objetivo declarado de evitar que productos de todo tipo, incluidos los alimentos para la población civil, lleguen o salgan de las Islas Británicas". En respuesta, por lo tanto, las Armadas aliadas ahora evitarían que cualquier mercancía, contrabando o no, pudiese llegar hasta Alemania. El Gobierno de los Estados Unidos protestó por esta restricción adicional de la libertad de los mares, declarando que la nueva declaración estaba en contra de los acuerdos de Londres, pues solo se podía considerar un puerto bloqueado si este lo estaba efectivamente por buques de guerra, era ilegal establecer una línea de bloqueo a cientos de kilómetros de los puertos alemanes, como hacía la Royal Navy patrullando entre Escocia y Noruega. Sin embargo la protesta estadounidense fue relativamente moderada y fue tomada por un triunfo en Gran Bretaña, hasta el punto de que Sir Cecil Spring-Rice, el Embajador británico en Washington, le escribió a Sir Edward Gray a finales de Abril: "Creo que podemos decir que, en términos generales, usted ha logrado un gran éxito diplomático en sus negociaciones con el Gobierno estadounidense. Usted ha afirmado los derechos de un beligerante en una forma muy clara porque estos derechos son necesarios para la existencia de nuestro país".

Las mismas razones sobre supuestos derechos de un país beligerante eran los que la buena parte de los Almirantes alemanes deseaban invocar para llevar a cabo una campaña submarina irrestricta, aunque se toparon con el muro del Canciller, muy consciente de lo que supondría para Alemania sumar más enemigos a los ya existentes, en especial Estados Unidos. Durante los primeros meses de la campaña submarina los Comandantes alemanes de los U-boot habían hecho todo lo posible para cumplir con la política de guerra submarina restringida, y como resultado de ello el Gobierno de los Estados Unidos había encontrado pocos motivos de queja. Varias naves neutrales se habían hundido por error, pero ninguna era de registro estadounidense; también habían muerto ciudadanos neutrales en mercantes torpedeados, pero ninguno era estadounidense, hasta el 28 de Marzo, cuando en el Canal de San Jorge, frente a la costa irlandesa, el SM U-28 disparó un disparo de advertencia al buque de pasajeros británico de 5.000 toneladas SS Falaba. Cuando el barco se detuvo, a su Capitán se le concedieron diez minutos para abandonarlo, tarea que se empezó a llevar a cabo mientras el SS Falaba continuó enviando mensajes inalámbricos solicitando asistencia; aun así el SM U-28 extendió el período de abandono del barco otros diez minutos, hasta que apareció en lontananza un arrastrero británico armado, con lo que el SM U-28 lanzó un torpedo contra el SS Falaba al tiempo que se sumergía con celeridad. Dado que el buque llevaba como contrabando trece toneladas de explosivos, el torpedo causó una gran explosión en la que se perdieron 104 vidas, incluida la de un pasajero estadounidense, Leon C. Thrasher, que entró en la Historia como el primer ciudadano de dicho país muerto en el mar por un submarino alemán. El Gobierno de Woodrow Wilson estaba dividido sobre cómo reaccionar: el Consejero del Departamento de Estado, Robert Lansing, describió el hundimiento como "un acto atroz de barbarie" y argumentó que los alemanes deben ser sometidos a la amenaza de "estricta responsabilidad", mientras el Secretario de Estado Bryan insistió en que los ciudadanos estadounidenses que viajaban en barcos de países beligerantes que navegaban por una zona de guerra, no tenían más derecho a reclamar inmunidad del que tendrían si estuvieran viajando a través de un campo de batalla terrestre mientras se libraba una batalla. El presidente Woodrow Wilson, aunque no se mostraba de acuerdo con la premisa de Bryan, por el momento solicitó Embajador alemán más información. Cuando se conocieron las circunstancias exactas del hundimiento del SS Falaba la tensión disminuyó momentáneamente, hasta que el 3 de Mayo el petrolero estadounidense Gulflight, que transportaba un cargamento de petróleo desde Estados Unidos a Francia, fue torpedeado por un submarino. La explosión causó un gran boquete en la amura de estribor pero ninguna pérdida de vidas a bordo y el barco no se hundió. Por desgracia dos marineros aterrorizados saltaron por la borda y se ahogaron, y esa noche el Capitán del petrolero murió de un ataque al corazón. Lansing caracterizó el ataque como "desenfrenado e indiscriminado" y de nuevo Wilson pidió más detalles al Embajador alemán. Cuando se conocieron las circunstancias del ataque la tensión volvió a remitir, pues se supo que el Gulflight había sido detenido por dos arrastreros armados británicos, que poco convencidos de su destino final, le ordenaron dirigirse hacia un puerto británico mientras cada uno de ellos se situaba en sus costados, lo que le convertía en un objetivo legítimo según las Normas internacionales al ser un buque escoltado.

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SS Gulflight tras resultar torpedeado.

Alarmado por estos incidentes, el Canciller Bethmann-Hollweg escribió el 6 de Mayo al Almirante Bachmann protestando por "el creciente número de naves neutrales que son víctimas de la guerra submarina", lo que puede "conducir a las potencias neutrales al campamento de nuestros enemigos". Exigiendo una vez más que se garantice la seguridad de las naves neutrales, el Canciller advirtió que "no podría ser responsable de la dirección política del Imperio alemán si las naciones neutrales eran continuamente antagonizadas por la guerra submarina". Irónicamente esta carta fue escrita un día antes del episodio de pesadilla que el Canciller alemán había temido que se hiciese realidad: el 7 de Mayo de 1915, a pocos kilómetros de Old Head of Kinsale, un promontorio rocoso en la costa suroeste de Irlanda, el SM U-20 observaba a un gran barco a través de su periscopio, se trataba del RMS Lusitania.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Vie Dic 03, 2021 1:33 am

Cuando fueron construidos siete años antes de la Gran Guerra, los gemelos de la naviera Cunard Line RMS Lusitania y RMS Mauretania eran los dos barcos de pasajeros más grandes, rápidos y lujosos a flote. Cada uno tenía ocho cubiertas, 240 metros de eslora, 26,5 metros de manga, desplazaban 30.395 toneladas, y podían transportar 3.000 personas entre pasajeros y tripulación. Ambos buques eran propulsados por cuatro turbinas, que quemaban 1.000 toneladas de carbón al día y propulsaban el barco a una velocidad máxima de 25 nudos, cuatro más que los dreadnought con menor desplazamiento que se construían en la misma época, pero existían dos razones para buscar esta velocidad, una obvia y la otra sombría. El propósito declarado de Cunard era derrotar a los famosos "galgos del Atlántico" de las navieras North German Lloyd y Hamburg-America, recuperando para Gran Bretaña el famoso "Gallardete Azul", el reconocimiento de que el buque que lo portaba era el barco de pasajeros más rápido a flote. El RMS Lusitania logró este éxito durante su segundo viaje de Liverpool a Nueva York, para el cual solo necesitó de cuatro días, diecinueve horas y cincuenta y dos minutos, aunque este récord fue batido por su gemelo el RMS Mauretania, que lo mantuvo en su poder durante dos décadas. En pocos años, los dos buques de la Cunard (y un tercer gemelo, el RMS Aquitania, que entró en servicio en 1914) fueron superados en tamaño por los transatlánticos de la White Star RMS Olympic y RMS Titanic de 52.000 toneladas y luego por dos inmensos transatlánticos de la Hamburg-América de 54.000 toneladas, los SS Vaterland e Imperator, cada uno de los cuales tenía capacidad para transportar 5.500 personas entre pasajeros y tripulación, pero en lo relativo a velocidad, las naves de Cunard nunca fueron superadas.

Existía otra razón menos pública para dotar de una elevada velocidad a estos buques, pues antes de la guerra el Almirantazgo no veía a los submarinos como una amenaza para las líneas de suministro marítimo de Gran Bretaña, el peligro para el comercio británico provendría de los rápidos trasatlánticos alemanes reconvertidos en cruceros auxiliares. En consecuencia el Almirantazgo subvencionó la construcción del RMS Lusitania y sus gemelos con un préstamo de 2,6 millones de libras a largo plazo y bajo interés, así como 75.000 libras anuales como subvención. A cambio la Cunard acordó poner los buques a disposición del Gobierno previa solicitud, con el uso obvio de convertirlos en cruceros auxiliares en caso de guerra y asignados para cazar sus equivalentes alemanes. Ambos buques fueron diseñados para llevar hasta doce cañones de 152 mm, con los cargadores necesarios, los elevadores de proyectiles y las plataformas giratorias para colocar las armas en la cubierta principal. Cuando estalló la guerra los RMS Mauretania y Aquitania fueron requisados, pero el RMS Lusitania quedó en servicio de la Cunard. El 24 de Septiembre de 1914, el Gobierno informó oficialmente a la naviera que el papel del RMS Lusitania sería continuar prestando un servicio de alta velocidad entre Liverpool y Nueva York con el Almirantazgo teniendo prioridad en su espacio de carga.


Imagen
RMS Lusitania.

Fue en este papel principal que el RMS Lusitania se alejó de su muelle hacia el río Hudson justo después del mediodía del 1 de mayo de 1915, y se abasteció en el puerto de Nueva York para comenzar su viaje número 202 a través del Atlántico. A bordo llevaba 1.266 pasajeros, entre ellos 129 niños pequeños y bebés, el empresario millonario Alfred Gwynne Vanderbilt, viajando a Inglaterra por negocios relacionados con caballos de carreras, el productor teatral Charles Frohman*, y una tripulación de 696 personas.

*Frohman, uno de los empresarios más exitosos de su época, era famoso por su mordaz ingenio. Cuando la célebre actriz inglesa Mrs. Patrick Campbell reaccionó a las críticas sobre su actuación alegando que “era una artista”, Frohman le replicó rápidamente: "Señora, su secreto está a salvo conmigo".

Pero este viaje se inició con sombríos presentimientos cuando apareció un anuncio con bordes negros publicado en cincuenta periódicos estadounidenses el 22 de Abril:

Aviso

A los viajeros que pretenden embarcarse en el viaje por el Atlántico se les recuerda que existe un estado de guerra entre Alemania y sus aliados y Gran Bretaña y sus aliados, que la zona de guerra incluye aguas adyacentes a las Islas Británicas, que de acuerdo con la notificación formal dada por el Gobierno Imperial Alemán, los buques que enarbolan la bandera de Gran Bretaña o de cualquiera de sus aliados pueden destruirse en esas aguas y que los viajeros que navegan en la zona de guerra en barcos de Gran Bretaña o sus aliados lo hacen bajo su propio riesgo.

Embajada Imperial Alemana

Washington, D.C.


El anuncio fue obra de diplomáticos y simpatizantes alemanes en los Estados Unidos que poseían lo que consideraban una fuerte evidencia de que el RMS Lusitania llevaba contrabando en forma de municiones y suministros militares en sus viajes hacia Gran Bretaña. En la Embajada alemana estaban frustrados por frecuentes artículos en la prensa estadounidense sobre los horrores de la guerra submarina en comparación con el bloqueo. "El pueblo estadounidense no puede visualizar el espectáculo de cien mil, incluso un millón, de niños alemanes hambrientos como resultado del bloqueo británico, pero pueden contemplar el rostro de un niño pequeño ahogándose en medio de los restos causados por un torpedo alemán", dijo el Dr. Bernhard Dernburg, agregado de prensa de la Embajada alemana.

Si el aviso alemán preocupaba a los pasajeros de Lusitania, no sirvió para persuadir a ninguno de ellos para que desembarcara. El viaje parecía seguro, desde que Alemania anunciase en Febrero su campaña submarina contra buques mercantes, el transatlántico había hecho cuatro viajes de ida y vuelta sin ser molestado. Si un submarino llegase a detectar al RMS Lusitania en la zona de guerra, el transatlántico estaría enarbolando una bandera neutral estadounidense. (El coronel Edward House, enviado especial del presidente Wilson, que viajó a Europa varias veces en el RMS Lusitania después de que comenzara la guerra, señaló en su diario el 5 de Febrero de 1915, "Esta tarde, cuando nos acercamos a la costa irlandesa, la bandera estadounidense fue izada."). La naviera y el Capitán del barco habían asegurado a los pasajeros que el gran buque podía escapar fácilmente de cualquier submarino gracias a su velocidad. Incluso si sucediera lo peor, habría suficientes botes salvavidas; después del desastre del RMS Titanic, la Cunard había aumentado el número de botes salvavidas del RMS Lusitania de veintidós a cuarenta y ocho.

De hecho había razones de preocupación, pero por motivos que los pasajeros del buque desconocían; tal como afirmaban los alemanes, el espacio de carga del trasatlántico se utilizaba para trasportar municiones estadounidenses a Gran Bretaña, en este viaje 1.248 cajas de proyectiles de artillería de 76 mm, a razón de cuatro proyectiles por caja, y otras 4.927 cajas de munición para rifle, cada una de las cuales contenía 1.000 cartuchos.

El viaje se desarrolló sin mayor novedad, y cuando el RMS Lusitania se acercó a la zona de guerra designada por Alemania, el Capitán pidió a los pasajeros que no encendiesen sus cigarros en la cubierta después de la cena con el fin de mantener el buque oscurecido. A las 8:00 horas del 7 de mayo, el Capitán Turner, debido a que la densa niebla había disminuido la visibilidad, redujo la velocidad de 21 a 15 nudos. A media mañana, cuando la niebla se levantó, aumentó la velocidad a 18 nudos y estableció un rumbo hacia Queenstown, en la costa irlandesa. Su plan era pasar por el Canal de San Jorge, entre Irlanda y Gales, y alcanzar el puerto de Liverpool a la mañana siguiente sobre las 4:30.

Mientras tanto, esa misma mañana del 7 de Mayo, el Capitán Walther Schwieger estaba de pie en la vela del SM U-20 cerca de la entrada del Canal de San Jorge, contemplando la niebla que envolvía su submarino mientras cargaba sus baterías eléctricas. El día anterior le había traído éxito, usando tres torpedos, había hundido dos barcos británicos, pero ahora, bajo de combustible y con sólo tres torpedos restantes, Schwieger tomó una decisión: si la niebla no se había despejado antes del mediodía, daría fin a su crucero y regresaría a Wilhelmshaven. Ordenó inmersión y bajó a desayunar, cuando justo antes del mediodía oyó el sonido de los motores de una nave que provenían de la superficie sobre su cabeza. Dejando trascurrir diez minutos para que el barco se alejara, Schwieger emergió cuidadosamente a profundidad de periscopio y vio al crucero ligero británico HMS Juno zigzagueando lejos de él con dirección a Queenstown. La niebla se había despejado, el mar estaba en calma, y el sol era brillante. El SM U-20 emergió y a las 13:20 Schwieger vio una columna de humo a más de veinte kilómetros que parecía dirigirse hacia su posición, de modo que esperó hasta que pudo contemplar un enorme barco con cuatro altas chimeneas. De nuevo sumergido, Schwieger estableció un rumbo que interceptaría esta nave en un punto a unos 18 kilómetros de un promontorio costero rocoso llamado Old Head of Kinsale.

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SM U-20, en primer plano el segundo por la izquierda.

Dos publicaciones británicas, las ediciones de 1914 de Jane's Fighting Ships y el Brassey's Naval Annual se portaban a bordo de cada submarino alemán, y en ambas figuraban los clase Lusitania en la categoría de "Royal Navy Reserved Merchant Cruiser", un transatlántico armado. El SM U-20 también transportaba a un Oficial de la marina mercante alemana cuyo deber era ayudar a identificar los buques cuya nacionalidad estaba en duda. Al observar el barco que se acercaba a través del periscopio, este Oficial civil lo identificó correctamente : "O el Lusitania o el Mauretania, ambos cruceros armados utilizados para transportar tropas", le dijo a Schwieger. (De hecho, en ese momento, el RMS Mauretania estaba a 250 kilómetros de distancia en Avonmouth, embarcando 5.000 soldados con destino a los Dardanelos.) Schwieger tenía en su punto de mira lo que él consideraba un objetivo legítimo.

A las 14:10 lanzó un solo torpedo a una distancia de 750 metros, que impactó en la amura de estribor justo detrás del puente y ligeramente hacia proa de la primera chimenea. No se disparó ningún segundo torpedo, pero la detonación del primero fue seguida por una segunda explosión mayor en la misma parte del buque, no se sabe con seguridad si debido a las municiones que trasportaba o al estallido de una caldera. El trasatlántico perdió velocidad al tiempo que su proa se hundía, escoraba a estribor y se desataban algunos incendios. Todavía sumergido, el SM U-20 se acercó y rodeó el barco que se hundía, mirando a través del periscopio, el piloto civil dijo: "Sí, por Dios, es el Lusitania".

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Vie Dic 03, 2021 10:25 pm

A bordo de RMS Lusitania algunos pasajeros todavía se encontraban almorzando y otros paseando por la cubierta disfrutando del sol de primavera cuando el torpedo estalló. Al principio hubo preocupación pero no cundió el pánico, Alfred Gwynne Vanderbilt se dedicó a poner chalecos salvavidas a mujeres y niños, a Charles Frohman, fumando un cigarro en cubierta después de comer, se le entregó un chaleco salvavidas, pero se lo dio a una mujer. Cuando se hizo evidente que la rápida escora de la nave a estribor haría difícil bajar los botes la preocupación se convirtió en alarma, pronto en terror, el buque se hundía de proa con rapidez y la precipitación causó varios desastres. Los botes salvavidas en el costado de estribor colgaban lejos sobre el mar y resultaba complicado abordarlos, mientras que los del costado de babor corrían el riesgo de chocar contra la obra viva al bajarlos. Debido al mal manejo de los pescantes el primer bote que se intentó arriar por estribor se soltó de un solo extremo, estaba repleto de mujeres y niños, que cayeron al agua desde una altura de veinte metros. Otros fueron bajados demasiado inclinados, tocaron primero con un extremo en el agua y se inundaron inmediatamente, en el costado de babor varios se estrellaron contra el casco, aplastando a sus pasajeros al tiempo que el bote se convertía en astillas. Mientras la proa del RMS Lusitania se hundía en el abismo la popa se elevó en el aire, y en un acusado ángulo, que conllevó que chimeneas y mástiles se rindiesen a causa de la excesiva tensión, el buque desaparecía bajo las aguas entre explosiones internas; desde que el torpedo le alcanzó, solo habían transcurrido dieciocho minutos. Solo seis de los cuarenta y ocho botes salvavidas del transatlántico flotaban entre los escombros mientras cientos de hombres y mujeres luchaban por permanecer a flote en un mar tranquilo e iluminado por el sol.

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Hundimiento del RMS Lusitania, cortesía de Lukasz Kasperczyk.

1.198 personas perecieron en la catástrofe, entre ellas 94 niños, de los cuales 35 eran bebés. Vanderbilt, Frohman y otros 126 ciudadanos estadounidenses murieron, sobrevivieron 764 personas, incluyendo el Capitán Turner, aunque tres de ellas fallecieron más tarde a causa de las heridas. El S.O.S. emitido por el RMS Lusitania fue recibido en varias estaciones, incluyendo el crucero HMS Juno, que hubiese podido salvar más vidas de no haber recibido una orden perentoria del Almirantazgo ordenándole regresar a puerto, debido a las instrucciones emitidas tras la catástrofe de los tres clase Cressy, de modo que transcurrieron casi dos horas antes de que los arrastreros llegasen al lugar del naufragio y rescatasen a quienes se debatían entre las aguas.

La noticia causó consternación y reacciones de condena en todo el mundo, incluso los Imperios Austrohúngaro y Otomano deploraron el hundimiento, mientras en Alemania los periódicos más afines al SPD criticaban el suceso mientras otros como el del Partido del Centro Católico Koln-ische Volkszeitung escribía: "El hundimiento del enorme vapor británico es un éxito cuya importancia moral es aún mayor que el éxito material. Con gozoso orgullo contemplamos esta acción de nuestra Armada. No será la última. Los ingleses desean aislar al pueblo alemán hasta la muerte por inanición. Somos más humanos. Simplemente hundimos un barco inglés con pasajeros que, bajo su propio riesgo y responsabilidad, entraron en la zona de operaciones". Walther Schwieger dejó registrado en el diario del SM U-20 que había contemplado la calamidad con sentimientos encontrados, pero sus superiores y muchos de sus compatriotas estaban jubilosos. El Almirante Von Pohl señaló: "Mi mayor estima por el Comandante y la tripulación por el éxito alcanzado, del cual la Hochseeflotte se muestra orgullosa". El medallista y escultor de Múnich Karl X. Goetz creó una medalla de cobre que representaba, por un lado, a los pasajeros haciendo cola en una cabina de Cunard desde la cual un esqueleto estaba emitiendo billetes, junto al lema "Gesch-ft éber Alles" ("Negocios por encima de todo") y por el otro lado, el hundimiento de RMS Lusitania, abarrotado de armas y con la leyenda “Keine Bannware!” (¡No al contrabando!). No fue buena idea, aunque se fabricaron menos de 500 medallas, una fue a parar a manos británicas, y el Gobierno encargó al estadounidense afincado en Gran Bretaña Gordon Selfridge que acuñase 250.000 copias con el fin de distribuirlas por todo el mundo y mostrar así la barbarie germana.

Imagen
Medalla de Goetz.

Como no podía ser de otro modo Gran Bretaña intentó sacar todo el partido propagandístico posible a la catástrofe, los primeros cuerpos rescatados fueron fotografiados y las imágenes, en su mayoría de niños muertos, se distribuyeron en los periódicos, aparentemente para ayudar a los familiares a identificar a sus allegados, mientras el jurado forense de Kinsale acusó a los Oficiales del submarino "y al Emperador y al Gobierno de Alemania, bajo cuyas órdenes actuaron, del delito de asesinato intencionado".

Todas las miradas estaban puestas en Estados Unidos, desde el punto de vista del derecho estadounidense e internacional, las municiones a bordo de RMS Lusitania habrían justificado la detención del barco y, una vez que su carga hubiese sido identificada y sus pasajeros y tripulación estuviesen a salvo en los botes, su destrucción. Pero el torpedeamiento sin aviso previo y la abrumadora pérdida de vidas inocentes conmocionaron a su sociedad; antes del hundimiento los estadounidenses se mostraban disgustados con Gran Bretaña debido al bloqueo; era probable que, con el tiempo, este resentimiento hubiese empeorado, pero después del hundimiento de RMS Lusitania, la indignación estadounidense y su de su prensa se centró en la guerra submarina alemana, no en el bloqueo británico.

La pregunta crítica para Gran Bretaña y Alemania era cómo reaccionaría el Gobierno estadounidense ante la pérdida de 128 de sus ciudadanos. Dos ex-presidentes, Roosevelt y Taft, pidieron entrar en guerra; desde Londres, el Embajador de los Estados Unidos, Walter H. Page, informó que la opinión no oficial en Inglaterra era que los Estados Unidos deben luchar o perder todo el respeto. El coronel Edward House, amigo y emisario confidencial del Presidente e invitado de honor de Page en una cena de la Embajada, comentó a los demás comensales alrededor de la mesa que dentro de un mes Estados Unidos estaría en guerra. En Berlín, el Embajador estadounidense James W. Gerard tuvo una premonición similar, reservó un pasaje en un tren con destino a Suiza para él y su esposa. Ahora todo estaba en manos del Presidente Wilson.

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