Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

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Moderador: Francis Currey

SMS Derfflinger
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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 3:09 pm

Arthur Zimmermann, el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores del Imperio, era "una especie de alemán grandote y muy alegre", según le describió el Embajador Gerard. Zimmermann había cruzado América en tren una sola vez, pasando dos días en San Francisco y tres en Nueva York. En Berlín, esto lo cualificó como un experto en asuntos estadounidenses equivalente a Bernstorff, que había pasado ocho años como Embajador en los Estados Unidos. El ex-Canciller Bernhard von Bulow no estaba impresionado por su compatriota recién ascendido: "Está lleno de las mejores intenciones, uno de esos alemanes que tienen buenos propósitos, cuya laboriosidad es incuestionable, sus virtudes son sólidas, un tipo excelente que habría hecho un trabajo muy bueno y útil si se hubiera quedado en el servicio consular. Podría haberlo hecho aún mejor como fiscal, la gente lo habría saludado por todos lados cuando fuese por las mañanas a tomar su aperitivo en el hotel local; buenos días, buena salud, su señoría."

A Zimmermann le gustaba hablar sin rodeos, durante la crisis del RMS Lusitania , cuando todavía estaba bajo las órdenes de Jagow, le recordó a Gerard la gran población germano-estadounidense en los Estados Unidos: “Su país no se atreverá a hacer nada contra Alemania porque tenemos quinientos mil reservistas alemanes en Estados Unidos que se levantarán en armas contra su Gobierno si se atreve a tomar cualquier medida contra nosotros", al tiempo que golpeaba la mesa con su puño. "Le dije", respondió el Embajador, "que tenemos quinientos mil postes de luz en Estados Unidos y allí es donde los reservistas alemanes terminarían si intentaran cualquier levantamiento". Durante el asunto del SS Sussex, Zimmermann dijo a un grupo de reporteros alemanes: "Caballeros, no tiene sentido desperdiciar palabras sobre la desvergüenza y el descaro del Sr. Wilson, pero le hemos quitado la máscara de la cara". Ahora, frente a otra crisis submarina, Zimmermann confiaba en que él podría manejar a los estadounidenses; Alemania, le aseguró a Gerard, no comenzaría una guerra submarina sin restricciones sin llegar primero a un acuerdo con Estados Unidos, a sabiendas de la decisión tomada en Pless. En una gran cena el 6 de Enero para honrar al Embajador, Gerard les dijo a los invitados que "las relaciones entre los dos países nunca habían sido mejores" y que "siempre y cuando hombres como Hindenburg y Ludendorff, Muller, Holtzendorff y el Secretario de Estado Zimmermann estén a la cabeza de los servicios civiles, militares y navales en Alemania, sin duda será posible mantener intactas estas buenas relaciones". Si detrás de estas palabras había ironía o ingenuidad, porque todos los nombrados tramaban una acción que pondría a Estados Unidos al borde de la guerra, no está claro.

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Arthur Zimmermann.

Detrás de su máscara de bonhomía, el alegre Zimmermann estaba tramando un asunto desagradable para su amigo estadounidense. Durante las semanas posteriores a la decisión de Pless, el Ministro de Asuntos Exteriores buscó la forma de contribuir a la próxima campaña submarina, y no tuvo mejor ocurrencia que idear un plan extraordinario diseñado para mantener a Estados Unidos ocupado en su propio lado del Atlántico una vez que los submarinos comenzaran a hundir barcos estadounidenses: ofrecer una alianza a México. Sin mayor reparo Zimmermann decidió utilizar el cable del Departamento de Estado que Wilson había puesto a disposición de Bernstorff para comunicar las propuestas de paz estadounidenses a Berlín. Bernstorff, por supuesto, había prometido que este canal se usaría solo para este propósito, pero Zimmermann no vio la necesidad de honrar la palabra del Embajador. El 16 de Enero envió un telegrama codificado a Washington con el fin de que desde allí se hiciese llegar al Embajador en México, Von Eckhardt:

Nos proponemos comenzar el primero de Febrero la guerra submarina sin restricciones. No obstante, nos esforzaremos para mantener la neutralidad de los Estados Unidos de América.

En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: hacer juntos la guerra, declarar juntos la paz; aportaremos abundante ayuda financiera; y el entendimiento por nuestra parte de que México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona. Los detalles del acuerdo quedan a su discreción.

Queda usted encargado de informar al Presidente de México de todo lo antedicho, de la forma más secreta posible, tan pronto como el estallido de la guerra con los Estados Unidos de América sea un hecho seguro. Debe además sugerirle que tome la iniciativa de invitar a Japón a adherirse de forma inmediata a este plan, ofreciéndose al mismo tiempo como mediador entre Japón y nosotros.

Haga notar al Presidente que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses.


El telegrama llegó al Departamento de Estado en Washington el 17 de Enero y fue entregado, codificado e ilegible para los estadounidenses, a la Embajada alemana. Bernstorff decodificó y leyó su copia informativa y, al no tener otra opción, envió el original a México. Mientras tanto el telegrama, rápidamente descodificado, también estaba en manos de la Room 40, pues los servicios de inteligencia británicos tenían pinchada la línea, además de haber descifrado el código diplomático germano. Obviamente no podían entregarlo de inmediato y comprometer las relaciones con Estados Unidos si este país supiese que sus comunicaciones por cable estaban siendo interceptadas, pero urdieron un plan según el cual el telegrama habría sido interceptado entre Washington y México, y el 23 de Febrero el Ministro de Asuntos Exteriores británico presentó formalmente el telegrama de Zimmermann a Walter Page, el Embajador estadounidense, quien lo transmitió a Washington. Cuando Lansing, que siempre había sentido que no se podía confiar en los alemanes, le dijo al Presidente cómo se había enviado el telegrama de Zimmermann, Wilson se agarró la cabeza y gritó: "¡Dios mío! ¡Buen señor!"

El 28 de Febrero, mientras se debatía en la Cámara de Representantes un proyecto de ley que autorizaba el armamento de buques mercantes estadounidenses, la Casa Blanca entregó el telegrama a la prensa. Al día siguiente, 1 de Marzo, el New York Times anunció: "Alemania busca alianza contra Estados Unidos: pide a Japón y México que se unan a ella". La noticia de que el Gobierno alemán estaba conspirando para entregar territorios de los Estados Unidos a México enfureció al público estadounidense, y en una oleada de emoción patriótica, el proyecto de ley para armar buques mercantes fue aprobado por la Cámara con 403 votos a favor y 13 en contra. Activistas por la neutralidad y ciudadanos pro-alemanes manifestaron que el telegrama era falso, un intento de Gran Bretaña de involucrar a Estados Unidos en la guerra, logrando crear cierto clima de incredulidad al respecto, que no duró mucho porque el iluminado de Zimmermann, pensando que a esas alturas la hostilidad o no de Estados Unidos no tenía mayor importancia, reconoció su autoría el 3 de Marzo.

Durante otro mes Wilson esperó el "acto manifiesto" que hiciese inevitable la guerra. El 12 de Marzo el vapor estadounidense Algonquin fue hundido a cañonazos, pero la tripulación pudo escapar y alcanzar tierra después de veintisiete horas en botes abiertos. El 18 de Marzo, otros tres buques mercantes estadounidenses, Illinois, City of Memphis y Vigilancia, fueron torpedeados sin previo aviso; quince tripulantes de este último fallecieron. "Si no va a la guerra", escribió en privado Theodore Roosevelt a Henry Cabot Lodge, "lo desollaré vivo". Sin embargo, durante otras dos semanas, el Presidente esperó. En una reunión de Gabinete el 20 de Marzo, dio la vuelta a la mesa y pidió consejo a cada miembro; la recomendación unánime fue la guerra, pero Wilson no dio pistas de su propia opinión. Al día siguiente, convocó al Congreso a una sesión especial el 2 de Abril para escuchar "una comunicación sobre asuntos graves de política nacional".

Estaba lloviendo en Washington esa noche cuando el Presidente fue al Capitolio. Su automóvil estaba escoltado por un escuadrón de caballería por la insistencia de Lansing y el Fiscal General, quienes temían que un "fanático anarquista o pacifista pro-alemán" pudiera intentar un asesinato. "Nunca lo olvidaré", escribió el Embajador británico Spring-Rice. “El Capitolio estaba iluminado desde abajo, blanco contra un cielo negro. Me senté en el suelo del Congreso, el Presidente entró, y con una voz perfectamente calmada, recitó de palabra y obra lo que Alemania había dicho y hecho". "La actual guerra submarina alemana contra el comercio es una guerra contra la humanidad", dijo Wilson. “Hay una elección que no podemos hacer, somos incapaces de hacer: no elegiremos el camino de sumisión." Pidió un reconocimiento formal de que "el status de beligerante nos ha sido impuesto", y luego dijo: "Es algo terrible llevar a nuestro pacífico pueblo a la guerra, pero el derecho es más precioso que la paz. El mundo debe ser seguro para la democracia, ha llegado el día en que Estados Unidos tiene el deber de gastar su sangre y su fuerza por los principios que la dieron a luz. Con la ayuda de Dios, no puede hacer otra cosa”. El Congreso debatió y el 4 de Abril el Senado votó a favor de la guerra, 82–6. Dos días más tarde, el Congreso confirmó la decisión, 373–50.

Todo sucedió como temían el Presidente estadounidense, el Canciller alemán y el Embajador Bernstorff: la decisión de comenzar una nueva campaña submarina sin restricciones había llevado a Estados Unidos a la guerra. Para los nombrados era una noticia funesta, pero no pareció preocupar gran cosa a los Generales y Almirantes germanos, quienes tenían todas las esperanzas depositadas en los submarinos, cuyos éxitos durante los primeros meses de la campaña parecían darles la razón

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 5:58 pm

Alemania inició la campaña submarina con unos 105 submarinos operativos, cifra que se esperaba aumentase gradualmente a lo largo de los próximos meses a más de 120 (incluyendo la previsión de pérdidas) pese a que los astilleros no estaban construyendo sumergibles al ritmo previsto por falta de materiales y trabajadores especializados. Esta cifra seguía estando lejos de los 222 que la escuela de Kiel había considerado necesarios para estrangular económicamente a Gran Bretaña, hecho que se compensaba en parte porque la evolución tecnológica del submarino resultaba notable en los últimos cuatro años; los actuales eran más veloces, podían permanecer más tiempo sumergidos, su autonomía era mayor y su capacidad de cargar torpedos doblaba a la de clases anteriores.

En Febrero no se alcanzó la cifra prevista de 600.000 toneladas hundidas previstas en el memorándum de Holtzendorff, pero no se alejó demasiado dado que se alcanzaron las 520.000, que se incrementaron a 564.000 en Marzo y se dispararon a 860.000 en Abril; parecía que los defensores de la campaña submarina irrestricta no se equivocaban cuando aseguraron que la misma acabaría poniendo a Gran Bretaña de rodillas. Otro punto del memorándum, el miedo de los neutrales a navegar en la zona de guerra, también pareció cumplirse en un principio cuando hasta 600 mercantes de países no beligerantes se negaron a zarpar de los puertos británicos, donde se encontraban en el momento de anunciarse públicamente al inicio de la campaña.

En las memorias de Von Tirpitz o Scheer podemos leer que el fracaso de los submarinos se debe a que no se les concedió vía libre en 1916 (cuando su número apenas superaba las cincuenta unidades), y que se concedió a los británicos un año entero para prepararse, pero como veremos a continuación esto no es cierto, los Aliados no estaban en absoluto preparados para enfrentarse al peligro submarino, las 860.000 toneladas hundidas en Abril resultan significativas a este respecto.

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Zona de guerra establecida por el Imperio alemán el 1 de Febrero de 1917.

Tres grandes rutas comerciales transportaban alimentos y materias primas a Gran Bretaña, una de ellas cruzaba el Mar de Irlanda desde el suroeste hasta Liverpool y Bristol, otra se extendía por el norte de Irlanda y desde allí a Liverpool y una tercera trascurría a través del Canal hasta Southampton y otros puertos. El punto focal para la mayor parte de este comercio radicaba en lo que la Royal Navy denominaba los Enfoques Occidentales: la amplia extensión de aguas entre Lands End, la costa irlandesa y el Golfo de Vizcaya, y era aquí donde los U-boats estaban creando, en palabras de Churchill, "un verdadero cementerio de embarcaciones británicas".

Las primeras líneas de defensa de Gran Bretaña contra estos enemigos consistían en poco eficaces campos de minas y redes a través del Canal, y una vez que los submarinos alcanzaban alta mar, la Royal Navy se basó en barcos de superficie de todo tipo para intentar cazarlos, ya sea con las escasas cargas de profundidad disponibles en ese momento o embistiéndolos. Los destructores británicos, diseñados para atacar a buques de guerra de superficie enemigos, podían navegar a 34 nudos, muy por encima de los 15 a 17 nudos que podía hacer un submarino, pero una vez sumergido, este estaba a salvo porque los primitivos hidrófonos solo podían ser utilizados con el buque parado, pues el ruido de sus propias hélices camuflaba el que emitía un U-boat.

La incapacidad de atacar a un enemigo sumergido era solo una parte del problema que involucraba a los destructores británicos, otra complicación era que había muy pocos de ellos. La Royal Navy simplemente no poseía suficientes destructores para escoltar la Grand Fleet, mantener la Fuerza Harwich, asegurar los cruces del Canal y, simultáneamente, proteger a los mercantes de los submarinos. En Abril de 1917 Gran Bretaña tenía en comisión unos 250 destructores, muchos de ellos viejos y desgastados después de tres años de servicio, y los cien más modernos fueron asignados a la Grand Fleet, nadie deseaba enviar a los acorazados a la batalla sin su pantalla protectora. Aun así, en Febrero de 1917 Beatty permitió a regañadientes que se tomaran prestados ocho de sus destructores para labores antisubmarinas en el Sur del Mar del Norte, mientras desde cualquier otra estación, los Almirantes al cargo dijeron que sus flotillas no podían ser despojadas sin comprometer sus misiones: la Fuerza Harwich cubría el sur del Mar del Norte y la costa holandesa, la patrulla de Dover se enfrentaba a treinta submarinos alemanes y otros tantos destructores alemanes con base en Flandes, las expediciones militares en Grecia y Oriente Medio requerían destructores para proteger sus transportes. Tampoco había mucha esperanza en las nuevas construcciones, Gran Bretaña estaba botando solo entre cuatro y cinco destructores por mes, una tasa que los astilleros dijeron que no podría aumentar durante mucho tiempo.

Durante la fatídica primavera de 1917 los submarinos no solo estaban agotando las existencias de alimentos importados que necesitaba la población civil de Gran Bretaña, sino que también estaban minando directamente a la propia Royal Navy, pues los acorazados más nuevos y poderosos de la Flota, buena parte de los cruceros ligeros y casi todos sus destructores se movían con petróleo, proveniente de Hampton Roads, Estados Unidos, transportado en buques grandes y lentos, presentando objetivos fáciles para los submarinos. En un momento dado se habían hundido tantos petroleros que la reserva de combustible de Gran Bretaña se había reducido de manera alarmante; pasando de un suministro suficiente para seis meses a solo ocho semanas.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:03 pm

En Noviembre de 1916 Jellicoe fue nombrado Primer Lord del Mar y su puesto como Comandante en Jefe de la Grand Fleet ocupado por Beatty. Cuando acudió al Almirantazgo los submarinos alemanes seguían actuando bajo la Ley de Presas, pero aún así el tonelaje mensual hundido dejó perplejo a Jellicoe; 341.000 toneladas en Octubre, 326.000 en Noviembre, para un total cercano a los dos millones de toneladas a lo largo del año. "La situación de los suministros es, con mucho, la cuestión más seria del momento", le escribió a Beatty a fines de Diciembre de 1916, "casi temo que sea demasiado tarde para recuperarnos, se deberían haber tomado medidas drásticas hace meses para detener las importaciones innecesarias, racionar el país y construir barcos. Todo se está comenzando a hacer ahora, pero quizá sea demasiado tarde”. Tarde era mejor que nunca; se puso en marcha un plan para construir barcos más rápido de lo que el enemigo los hundía, el diseño de los buques mercantes se estandarizó y 35.000 trabajadores cualificados fueron retirados del servicio militar y devueltos a los astilleros. Con el fin de proporcionar acero a los nuevos mercantes y escoltas, amén de descongestionar el trabajo en los astilleros, el Almirantazgo canceló los pedidos de cinco nuevos cruceros ligeros y tres grandes cruceros de batalla de la clase Admiral, con el consiguiente enfado de Beatty. Se estableció una red de búsqueda para localizar y comprar naves neutrales: “Los puertos de todo el mundo fueron saqueados, se pagaron precios extraordinarios por barcos de vapor decrépitos e incluso los viejos veleros, abandonados o utilizados como depósitos en puerto, fueron reacondicionados y enviados nuevamente al mar", escribió Ernest Fayle, el historiador oficial de la marina mercante británica en la Gran Guerra. El resultado de todo ello fueron 1.163.000 toneladas añadidas a la flota mercante en 1917, aunque esta adición equivalió solo a poco más de una cuarta parte de las pérdidas británicas, cuatro millones de toneladas, más de seis incluyendo los buques neutrales, durante el mismo periodo de tiempo.


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John Jellicoe.

El 18 de Diciembre de 1916 Jellicoe nombró al Contralmirante Alexander Duff como Jefe de una nueva División Antisubmarina, quien presentó nuevas rutas comerciales protegidas para los mercantes que navegaban independientemente a Gran Bretaña, cambiándolas con frecuencia para confundir a los Comandantes de los submarinos. Se desplegaron destructores y naves auxiliares para patrullar estas “carreteras” oceánicas, se colocaron más minas y se armaron más mercantes, pero aun así la tasa de pérdidas continuó aumentando: "La posición es extremadamente grave", escribió Jellicoe al Primer Lord del Almirantazgo y al Gabinete de Guerra el 21 de Febrero de 1917. Pronto, temió, el Gobierno debería "determinar cuánto tiempo podemos continuar en guerra si las pérdidas del transporte comercial continúan al ritmo actual".

El plan de Holtzendorff para estrangular el comercio británico parecía que podría obtener los resultados apetecidos y que el Imperio alemán se alzaría con la victoria, pero varios factores contribuyeron a su fracaso final, uno de ellos la intervención estadounidense en la guerra. A finales de Marzo de 1917 el Contralmirante William S. Sims, Presidente del Colegio de Guerra Naval de Estados Unidos en Newport, Rhode Island, recibió la orden de presentarse de inmediato y en secreto a Washington, donde recibió instrucciones para viajar de incógnito a Gran Bretaña para coordinar la cooperación estadounidense con la Royal Navy. Sims navegó hacia Inglaterra como "Sr. SW Davidson", vestido con ropa civil y sin uniforme en su equipaje, y pronto fue consciente del peligro submarino cuando su barco golpeó una mina cerca de Liverpool, pero el buque no se hundió, los pasajeros fueron transferidos a otra embarcación y llegaron a Gran Bretaña con seguridad el 9 de Abril. Allí, el "Sr. Davidson” fue recibido por un tren especial que le llevó a Londres; para entonces su alias era innecesario, tres días antes el Congreso había declarado la guerra a Alemania.

William Sims, un hombre alto, erguido y canoso nacido en Canadá, se convirtió en ciudadano estadounidense, ingresó a la Armada y consiguió reputación como especialista en artillería. Había sido inspector de prácticas de tiro, Capitán del acorazado USS Minnesota y luego comandado una flotilla de destructores antes de ir al War College. La razón obvia para enviar a Sims a Gran Bretaña fue que cinco años antes había pronunciado un discurso en Londres que en ese momento pareció arruinar su carrera: en 1910, estando en Inglaterra, había prometido ante una gran audiencia que, en caso de guerra con Alemania, Gran Bretaña podría "confiar en el último barco, el último dólar, el último hombre y la última gota de sangre de su parentela más allá del mar”, gesto de anglofilia pública no autorizado por el que Sims había recibido una reprimenda directa del Presidente Taft. Ahora, sin embargo, cuando se necesitaba un Oficial superior para coordinar la planificación con la Armada británica, el entusiasmo de Sims fue recordado favorablemente. No todos los Oficiales estadounidenses compartían sus puntos de vista, antes de que Sims abandonara Washington, el Almirante William S.Benson, Jefe de Operaciones Navales, le previno: “No dejes que los británicos te engañen, no es asunto nuestro sacarles las castañas del fuego, tan pronto lucharíamos contra los británicos como contra los alemanes".

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Contralmirante Sims.

En Londres Sims descubrió que el pueblo británico no era consciente del peligro al que se enfrentaba su país, el Gobierno había dejado de publicar las cifras de toneladas hundidas y las multitudes que atestaban los teatros todas las noches ignoraban alegremente el hecho de que solo quedaba suministro de trigo para seis semanas. Pensó que en realidad los alemanes habían descubierto una forma de ganar la guerra y estaban en camino de lograrlo; a menos que la terrible destrucción del tonelaje mercante pudiera ser sustancialmente controlada, la retirada de Gran Bretaña de la guerra no estaba muy lejos.

En la mañana del 10 de Abril Sims visitó a Jellicoe en el Almirantazgo. Los dos hombres eran amigos, se habían conocido en China en 1901 y habían mantenido el contacto debido a su interés mutuo en la artillería naval. Sims admiraba mucho al Almirante británico, el Primer Lord del Mar era "un hombre pequeño, poderoso en su estructura, infatigable, profundo, simple y directo, el ídolo de los Oficiales y hombres de la Grand Fleet. El éxito le hizo más callado, suave y digno, era todo cortesía, todo cerebro, accesible, franco, de mente abierta". Saludando a su visitante, Jellicoe sacó un papel de su cajón y lo tendió sobre la mesa. Era un registro del tonelaje perdido de buques británicos y neutrales de los últimos meses.

"Estaba bastante asombrado", escribió Sims más tarde, “porque nunca había imaginado algo tan terrible. Expresé mi consternación al Almirante Jellicoe”.

"Sí", dijo tan calmadamente como si estuviera hablando del tiempo y no del futuro del Imperio Británico. "Es imposible para nosotros continuar la guerra si continúan las pérdidas como hasta ahora".

"¿Qué vas a hacer al respecto?", Le pregunté.

“Todo lo que podamos. Estamos aumentando nuestras fuerzas antisubmarinas de todas las formas posibles, utilizando todas las naves con las que podemos luchar contra los submarinos, construyendo destructores, arrastreros y otras naves similares tan rápido como podemos. Pero la situación es muy grave y necesitaremos toda la ayuda que podamos obtener".

"Parece que los alemanes están ganando la guerra", comenté.

"Ganarán a menos que podamos detener estas pérdidas, y detenerlas pronto", respondió el Almirante.

“¿No hay solución para el problema?”, Pregunté.

"Absolutamente ninguna que podamos ver ahora", respondió Jellicoe.


Por mala que fuera, Jellicoe esperaba que la situación empeorara. Se acercaba el verano, lo que ofrecería a los submarinos más luz natural y una mejor climatología, Jellicoe podía calcular y aplicar la aritmética tan bien como Holtzendorff, fue relativamente fácil determinar cuánto tiempo podían resistir los Aliados, lo que indicaban las cifras era que, a menos que se pudiera hacer algo rápidamente, el final llegaría aproximadamente en Noviembre.

Jellicoe no era el único alarmado, el Rey Jorge V invitó a Sims a pasar una noche en el castillo de Windsor y, después de la cena, mientras fumaban unos puros, le dijo que los hundimientos debían detenerse o los Aliados perderían la guerra. Solo el Primer Ministro se mantuvo optimista, Lloyd George, "un niño grande y exuberante", como lo describió Sims, "siempre se reía y bromeaba, y se entregaba constantemente a la réplica y al juego”. Su rostro nunca traicionó la más mínima ansiedad: "Oh, sí, las cosas están mal", decía con una sonrisa y un movimiento de su mano, "pero lograremos derrotar a los submarinos, ¡no temas!".

Sims le dijo a Jellicoe que nadie en los Estados Unidos era consciente de que la situación resultaba tan grave y preguntó cómo podrían ayudar. La mayor necesidad, enfatizó Jellicoe, era "todos los destructores, arrastreros, yates, remolcadores y otras pequeñas embarcaciones disponibles con suficiente velocidad para lidiar con los submarinos". Pidió que Estados Unidos construyera más barcos mercantes para reemplazar las pérdidas, también sugirió que Estados Unidos podría reparar y poner en servicio todos los transatlánticos alemanes y buques de carga internados en puertos estadounidenses. Sims telegrafió a Washington describiendo la gravedad de la crisis submarina, dijo que la mejor manera de que Estados Unidos ayudara de inmediato era enviando destructores y otras naves ligeras para servir en las aguas al Oeste de Irlanda a lo largo de las cuales se establecían las rutas de envío que significaban vida o muerte para la causa aliada. El Embajador Page apoyó de todo corazón a Sims y personalmente le pidió al presidente Wilson que enviara treinta destructores. El 13 de Abril informaron a Sims que seis destructores estadounidenses zarparían de inmediato, a los que seguirían otros lo antes posible. El 14 de Abril la 8ª Flotilla de destructores, con sede en York River, Virginia, partió hacia Boston con el fin de prepararse para un "servicio largo y distante".

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:04 pm

Durante los primeros treinta y dos meses de guerra, los mercantes británicos habían navegado independientemente, estableciendo su propio rumbo y velocidad, ajustándose vagamente a un sistema de enrutamiento establecido por el Almirantazgo. Se pensaba que la seguridad radicaba en un gran número de buques mercantes ampliamente dispersos, en el manto de la noche y las tormentas, en el equipamiento de algunos con cañones, en zigzagueos ocasionales y, lo más importante, en la suerte. En Enero de 1917, un memorándum del Almirantazgo reiteró específicamente esta política y condenó cualquier otra: “Siempre que sea posible, los buques deben navegar solos, el sistema de varios barcos que navegan en conserva o como convoy no se recomienda en ningún área donde sea posible un ataque submarino. Es evidente que cuanto mayor sea el número de barcos que forman el convoy, mayores serán las posibilidades de que un submarino pueda atacar con éxito”

Para Abril de 1917 la realidad había hecho trizas estas suposiciones, con 372 mercantes hundidos en ese mes, una media superior a los doce al día. La nueva solución, aceptada a regañadientes por el Almirantazgo, pasaba por el sistema de convoyes que acababa de condenar. Irónicamente, la Armada británica ya había tenido un éxito sustancial con el convoy, los Escuadrones de Batalla de la Grand Fleet habían navegado repetidamente en el Mar del Norte bajo escolta de destructores sin sufrir ninguna pérdida. Ciertamente era un convoy un tanto sui géneris, con buques navegando a una velocidad que doblaba a las de los mercantes y con tripulaciones bien entrenadas, pero tampoco los transportes de tropas con escolta enviados al Mediterráneo habían sufrido pérdidas sustanciales, o incluso en aguas propias la Royal Navy escoltaba tropas y suministros a través del Canal hasta Francia todos los días sin perder un hombre, un arma o un caballo. También los barcos que transportaban carbón a Francia empezaron a navegar en convoy, dado que el carbón era una importante exportación británica y esencial para la economía y la producción de guerra de sus aliados, solo Francia necesitaba importar 1,5 millones de toneladas de carbón cada mes y los carboneros realizaban 800 viajes de ida y vuelta cada treinta días. En Febrero, cuatro convoyes, que el Almirantazgo prefería denominar salidas controladas, navegaban todos los días escoltados por arrastreros armados. Entre el 10 de Febrero, cuando zarpó el primer convoy, y finales de Abril, se realizaron 2.600 salidas de convoyes de ida y vuelta a Francia y solo 5 carboneros resultaron hundidos, la tasa de pérdida fue de 0.19 por ciento. El 4 de Abril se tomó la decisión de convoyar el comercio escandinavo; carbón británico en dirección a Noruega y minerales metálicos, nitratos, madera y alimentos a Gran Bretaña. En el primer mes de este arreglo, la tasa de pérdidas se desplomó del 25 por ciento al 0.24 por ciento.

¿Por qué, entonces, el Almirantazgo esperó tanto antes de extender el sistema de convoyes a la zona vital de los Enfoques Occidentales? La respuesta de Jellicoe se basaba, en gran parte, en la falta de destructores. Cuando Sims preguntó si los convoyes podrían funcionar en esta área crítica, Jellicoe dijo que la cantidad de escoltas disponibles era "totalmente insuficiente". Fue para compensar esta escasez que el Primer Lord del Mar había presionado a Sims, y Sims, a su vez, había presionado al El Departamento de la Marina para que enviara destructores estadounidenses a Europa. Pero el Almirantazgo tenía otras razones para la cautela, los Oficiales navales dudaban de la capacidad de los buques mercantes que navegaban en columnas para mantener una formación cerrada, especialmente de noche; los mercantes, según la Armada, no podrían seguir las señales y zigzaguear al unísono; variaban en velocidad y tendían a rezagarse, una dificultad que solo podía superarse reduciendo la velocidad del convoy a la del barco más lento. Además, se pensaba que la llegada simultánea de una gran cantidad de barcos congestionaría gravemente los puertos y las instalaciones de los muelles, lo que ralentizaría la descarga de las mercancías.

Las dudas del Almirantazgo eran compartidas por los curtidos hombres que capitaneaban los mercantes británicos; el 23 de Febrero de 1917, tres semanas después de que comenzara la campaña submarina irrestricta, Jellicoe invitó a diez Capitanes de barcos mercantes a visitarlo en el Almirantazgo, donde el Primer Lord del Mar solicitó sus puntos de vista sobre la viabilidad de navegar en convoy como protección contra los submarinos. Enfatizó la necesidad de mantener el puesto en estrecha formación, lo ideal sería que los barcos viajaran en líneas separadas por sólo 400 metros. "Absolutamente imposible", respondieron a coro los diez Capitanes: "Tenemos tan pocos Oficiales de cubierta competentes que el Capitán tendría que estar en el puente las 24 horas". Además carecían de telégrafos adecuados en la sala de máquinas con los que ajustar la velocidad, sus inexpertos ingenieros no podían hacer los delicados ajustes necesarios, la mala calidad del carbón que quemaban proporcionaba una potencia variable a las hélices, lo que hacía imposible las constantes y ligeras variaciones de velocidad necesarias para mantener el puesto. En general, sus barcos no tenían suficiente personal y este era inexperto, no podían maniobrar de noche o con niebla en formación cerrada sin luces, estaban seguros de que perderían más barcos debido a colisiones de los que los submarinos podrían hundir. Por todo ello los Capitanes declararon enfáticamente que no querían convoyes, preferían navegar solos y correr el riesgo.

En el tiempo trascurrido entre esta reunión y finales de Abril la situación no dejó de empeorar, en tres meses casi dos millones de toneladas de mercantes habían sido enviadas al fondo del mar, y en el mismo periodo de tiempo la Royal Navy solo había logrado hundir siete submarinos. Estos sombríos datos obligaron al Almirantazgo a reconsiderar los convoyes atlánticos, Duff ya estaba monitorizando los resultados de los convoyes de carbón a Francia y Jellicoe había aprobado la institución de convoyes a Escandinavia, el obstáculo para extender el convoy a los Enfoques Occidentales seguía siendo la falta de escoltas. Jellicoe fue muy criticado por su tardanza en autorizar el convoy oceánico, pero para él se trataba de sacar conclusiones de datos técnicos, no se opuso al convoy puramente por principio, su naturaleza era ser cauteloso, como demostró en la batalla del Jutlandia, no era dado a tomar iniciativas sin disponer primero de toda la información necesaria, pero el tiempo apremiaba a Gran Bretaña.

SMS Derfflinger
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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:09 pm

Los métodos de Lloyd George eran muy diferentes a los de Jellicoe. Viendo cómo se disparaban las pérdidas de barcos, rugió de rabia y vertió su desprecio hacia el "paralizado y confuso Almirantazgo" con su "atmósfera de nerviosismo agazapado", su "condición de total desesperación" y sus "documentos paralizantes". “Había mirado a los atemorizados ojos de nuestros Almirantes y sólo vi pesimismo aturdido". Los "Altos Almirantes" eran "hombres cuya cautela excedía su valor", que "andan con sombría tristeza y corazones abatidos, cuyos informes están llenos de desesperación". Durante la última semana de Abril, el Primer Ministro organizó un pequeño teatro, o eso es lo que dijo más tarde. El 23 de Abril planteó en el Gabinete de Guerra la cuestión de las pérdidas de embarcaciones y la posibilidad del convoy. Jellicoe, que estaba presente en la reunión, dijo que el convoy estaba siendo considerado, que el obstáculo era la escasez de escoltas, que se habían prometido destructores estadounidenses pero ninguno había llegado todavía. Esa noche en el Almirantazgo Duff fue a la oficina de Jellicoe y le dijo que las pérdidas de mercantes lo habían convencido de que debía intentarse ampliar el sistema de convoyes, y Jellicoe le pidió que redactara un acta en la que se detallara esta recomendación. El 25 de Abril el Gabinete de Guerra se volvió a reunir para discutir la crisis de los submarinos. Según Lord Beaverbrook, que no estaba presente, Lloyd George "anunció su intención de ir él mismo al Almirantazgo y tomar decisiones perentorias", fijándose la visita para el 30 de Abril. El 26 Duff redactó su informe para Jellicoe y al día siguiente el Primer Lord del Mar aprobó las recomendaciones y autorizó un convoy experimental desde Gibraltar al Canal. Como resultado, cuando Lloyd George llegó al Almirantazgo tres días después, Jellicoe le dijo al Primer Ministro que el sistema de convoyes estaba siendo probado. Según Hankey, que estaba presente, Lloyd George se alegró "y pasó todo el día allí muy agradablemente, almorzando con el Almirante Jellicoe y su esposa y cuatro niñas pequeñas". La versión de Beaverbrook, que una vez más no estaba allí, era que "el 30 de Abril el Primer Ministro aterrizó en el Almirantazgo, se sentó en la silla del Primer Lord y tomó las riendas"

Diecisiete años después, Lloyd George anunció en sus Memorias de Guerra que era responsable de la decisión de adoptar el convoy: "Al parecer, la perspectiva de ser anulado en su propio santuario galvanizó al Almirantazgo. En consecuencia, cuando llegué allí y encontré a la Junta en un estado de ánimo decaído, insistí en que estudiasen el convoy de Gibraltar". El profesor AT Patterson, biógrafo de Jellicoe y editor de sus cartas, califica el relato de Lloyd George como "una parodia de los hechos". El informe de Duff era lo suficientemente largo y detallado, dice Patterson, como para "virtualmente excluir la posibilidad de que se haya elaborado en unas pocas horas" después del anuncio de la visita del Primer Ministro. En 1928 Duff escribió a Jellicoe y declaró enfáticamente que su propia propuesta de convoyes había sido influenciada sólo por las crecientes pérdidas de embarcaciones: "Mi impresión fue que él (Lloyd George) vino a investigar la organización del Almirantazgo en general. No hay ningún fundamento para creer que su visita fuera de alguna manera la causa de mi sugerencia de que había llegado el momento de iniciar los convoyes". El propio Jellicoe escribió más tarde que cualquier declaración de que su aprobación del acta de Duff y la decisión de iniciar los convoyes de prueba "fue el resultado de la presión ejercida sobre el Almirantazgo por el Gabinete de Guerra es bastante incorrecta. Las opiniones de los Oficiales navales experimentados sobre una cuestión técnica que implica la más grave responsabilidad no podrían verse afectadas por la opinión externa, por muy alta que fuese la posición de donde emanaba esa opinión". Sir Edward Carson, que era Primer Lord del Almirantazgo en ese momento, leyó con indignación la afirmación de Lloyd George en las Memorias de Guerra del ex primer ministro. "El pequeño petimetre", dijo de Lloyd George, había escrito "la mayor mentira jamás contada".

Más tarde, Jellicoe escribió: “Uno puede deducir de algunos libros escritos tras la guerra que aparentemente hubo ciertos Oficiales menores que fueron recibidos por el Sr. Lloyd George, quien les dio sus ideas para lidiar con la amenaza submarina. Es cierto que el Sr. Lloyd George me hizo una o dos sugerencias para enfrentar la amenaza, pero estas eran de tal naturaleza que no podrían haber emanado del cerebro de ningún Oficial naval".El lenguaje y el comportamiento de Lloyd George en este episodio eran totalmente característicos de este galés de elevado ego, incapaz de aceptar una derrota y dispuesto a alcanzar el éxito sin tener en cuenta el costo que podía tener para los demás. Su hijo mayor Richard lo describía del siguiente modo:

"Mi padre", explicó Richard Lloyd George, "una vez bajo el hechizo del ejercicio de su propio encanto, tanto si se trataba de una audiencia en una reunión pública como si consistía en una sola persona, se dejaba llevar completamente, sin ninguna otra idea en su cabeza, sin pensar en las consecuencias. Mi padre fue probablemente el mayor Don Juan natural en la historia de la política británica, toda su vida, incluyendo 53 años de matrimonio con mi madre, estuvo involucrado en una serie de asuntos con mujeres. La principal salvaguarda de mi padre en estas cuestiones fue que casi nunca se involucró emocionalmente en serio, no tenía sentido de lealtad hacia sus amantes y podía presentar una defensa indignada, con protestas rotundas de que estaba siendo "víctima de estas arpías vanagloriosas que querían presumir de su conquista". Casi nunca había una relación continuada en el tiempo, así que en cualquier momento podía declarar sin miedo a contradecirse: "Apenas conozco a esa mujer, no la he visto durante meses y no tengo la menor intención de volver a verla". "Retratar su vida sin tener en cuenta este lado de su personalidad", concluye el hijo, "es como no relatar la discapacidad auditiva de Beethoven durante la composición de sus grandes obras"

El 10 de Mayo dieciséis buques mercantes, navegando en tres columnas y escoltados por dos mercantes y tres yates armados, partieron de Gibraltar hacia Inglaterra, navegando a seis nudos y medio. Ocho días más tarde el convoy fue recibido en el borde exterior de la zona de peligro submarino por seis destructores de Devonport, y el 20 de Mayo los dieciséis mercantes llegaron ilesos a Plymouth. No se habían encontrado submarinos y, lo que es igualmente importante, los Capitanes de los mercantes se dieron cuenta de que podían mantener la posición, obedecer las señales y zigzaguear al unísono, y además que "habían disfrutado de más sueño del que habían tenido durante meses". Este éxito tuvo como consecuencia que se formase otro convoy experimental, esta vez a través del Atlántico Norte. El 24 de Mayo doce barcos mercantes partieron de Hampton Roads hacia Gran Bretaña, navegando a 9 nudos. Fueron escoltados la mayor parte del camino por el crucero HMS Roxburgh y, al llegar a la zona de peligro, recibidos por ocho destructores. Dos vapores se rezagaron y abandonaron el convoy, uno de los cuales fue torpedeado, mientras el resto de barcos alcanzaron su destino sin novedad el 7 de Junio. A pesar de la niebla y el mal tiempo, la Armada informó que el mantenimiento de la formación había sido excelente.

El éxito de estos dos convoyes de prueba animó al Almirantazgo a ampliar el esfuerzo, en Junio sesenta y cuatro buques mercantes, reunidos en cuatro convoyes, fueron escoltados desde Hampton Roads a Gran Bretaña. Reunidos de forma segura y recibiendo instrucciones dentro de los puertos americanos en lugar de en mar abierto, los convoyes del Atlántico Norte empezaron a partir cada cuatro días. A finales de Julio, veintiún convoyes formados por 354 barcos habían cruzado el Atlántico, de los cuales los submarinos solo hundieron dos. Este descenso en las pérdidas de embarcaciones destruyó la objeción de "demasiados huevos en una sola cesta" que para primeros de año representaba el sentir del Almirantazgo respecto al convoy. La presencia de escoltas eliminaba la amenaza de ataque artillero y obligaba a los submarinos a utilizar sus torpedos, si sus Comandantes eran capaces de sortear a la escolta y encontrar una buena posición de disparo. Esencialmente, como Sims lo describió gráficamente, el convoy se las arreglaba para "establecer una milla cuadrada de la superficie del Océano en la que los submarinos no podían operar y luego mover esa milla cuadrada hasta llegar a puerto".

A menudo, los submarinos nunca llegaron a ver el convoy o sus escoltas, como escribiría más tarde Churchill: "La inmensidad del mar es tan grande que la diferencia entre el tamaño de un convoy y el de un solo barco se reduce en comparación con la insignificancia. De hecho, había casi tantas posibilidades de que un convoy de cuarenta barcos en orden cerrado se deslizara sin ser percibido entre los submarinos de patrulla como las que había para un solo barco, y cada vez que esto ocurría, cuarenta barcos escapaban en lugar de uno" Este fenómeno también fue observado por Karl Doenitz, por entonces Comandante de un submarino: “Los Océanos se quedaros vacíos de repente. Durante largos períodos de tiempo, los submarinos, operando individualmente, no veían nada en absoluto; y luego, de repente, se localizaba una enorme multitud de barcos, treinta o cincuenta o más de ellos, rodeados por una fuerte escolta de buques de guerra de todo tipo. El submarino solitario, que probablemente había visto el convoy por pura casualidad, atacaría entonces, acometiendo una y otra vez durante varios días y noches hasta alcanzar el agotamiento físico del Comandante y la tripulación. El solitario submarino podría hundir uno o dos barcos, o incluso varios, pero eso era un pobre porcentaje del total. El convoy seguiría navegando, en la mayoría de los casos ningún otro submarino alemán lo vería y llegaría a Gran Bretaña, llevando un precioso cargamento de alimentos y materias primas”.

El éxito del convoy obligó a los Oficiales navales que luchaban contra los submarinos a cambiar su forma de pensar. Formados en la tradición de guerra ofensiva de la Royal Navy, anteriormente habían considerado el convoy como una táctica defensiva en la que los buques de guerra entregaban la iniciativa al enemigo, la mayoría de los Oficiales preferían la caza agresiva de submarinos, pero la experiencia puso estas tácticas patas arriba. El convoy concentraba las fuerzas navales de superficie donde el enemigo sumergido estaba obligado a acudir si deseaba causar daños, el convoy actuaba como un imán donde las fuerzas de escolta podían combatir y hundir a los submarinos. Sin embargo, para que el convoy funcionara, tenía que haber suficientes barcos de escolta. ¿Dónde los encontraría Gran Bretaña?

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:17 pm

El viernes 4 de Mayo de 1917, seis modernos destructores de la US Navy atracaban en el puerto irlandés de Queenstown, causando una gran impresión en los marinos británicos, pues los buques de la clase Tucker habían sido asignados recientemente, estaban bien armados, tenían una velocidad de 30 nudos y una gran autonomía de 4.600 kilómetros a 20 nudos, cualidad que resultaría de gran ayuda para actuar en los Enfoques Occidentales. Los barcos sitos en el puerto dieron la bienvenida a los recién llegados enarbolando la bandera estadounidense en sus mástiles, en la ciudad la bandera de las barras y estrellas ondeaba en edificios públicos y casas particulares, a lo largo de la costa, miles de personas vitoreaban y saludaban a los recién llegados. El Comandante estadounidense era Joseph K. Taussig, quien en 1900, cuando era un guardiamarina de 21 años, había sido herido cerca de Tientsin durante la rebelión de los bóxer, compartiendo Hospital con un Capitán de la Royal Navy de 40 años llamado John Jellicoe, que había sido gravemente herido el mismo día. Diecisiete años después, cuando Taussig desembarcó en Queenstown, el Primer Lord del Mar lo recibió en nombre de "la nación y el Almirantazgo británico y con todos los buenos deseos posibles de mi parte. Todos tendremos que hacer nuestro trabajo para someter a la piratería”.

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Destructor clase Tucker.

Taussig también fue recibido por el Vicealmirante Sir Lewis Bayly, el Comandante en Jefe británico en Queenstown, quien debía tener el control operativo de docenas de destructores estadounidenses durante los próximos dieciocho meses. Taussig y sus Capitanes subieron por la empinada colina hasta el Admiralty House y encontraron en la cima un hombre serio, con el rostro curtido por el mar y cabello gris como el hierro, parado en un uniforme gastado con las manos detrás de la espalda. Se saludaron, luego se volvió hacia Taussig y le preguntó: "¿Cuándo estarás listo para zarpar?" "Estamos listos ahora, Señor, tan pronto como terminemos de cargar combustible", dijo Taussig.

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Joseph K. Taussig.

El 17 de Mayo otros seis destructores estadounidenses llegaron a Queenstown, seguidos de otros tantos una semana después. Estos y todos los buques estadounidenses posteriores que arribaron a Irlanda fueron puestos bajo el mando de Bayly porque Sims había convencido a sus superiores en Washington de que los buques de guerra estadounidenses en Europa, y la Armada de los EE. UU. en su conjunto, deberían usarse como un grupo de refuerzo para las fuerzas navales aliadas. Al contrario que Pershing y el US Army, Sims convenció a sus superiores en Washington para rechazar cualquier idea de intentar operar una flota estadounidense independiente en Europa, dejando de lado el orgullo nacional en aras de ganar efectividad con el fin de vencer en la guerra. Bayly jugó su papel a la perfección, poco después de que los destructores americanos llegaran a Queenstown la mayoría de los destructores británicos de Bayly fueron transferidos al Canal y al Mar del Norte, dejando al Vicealmirante británico al mando de una fuerza mayoritariamente estadounidense. "Cuidaba de nuestros barcos y sus hombres con el ojo celoso de un padre", dijo Sims. "Siempre se refería a 'mis destructores' y 'mis americanos' y ay de cualquiera que intentara interferir con ellos. Una o dos veces surgió una disputa entre un Capitán americano y uno británico, en tales casos el Vicealmirante Bayly defendió enérgicamente a los estadounidenses: "Hicisteis lo correcto", decía a nuestros hombres y luego reprendía a los británicos". El esfuerzo de Bayly por crear una fuerza internacional tuvo éxito, los Oficiales americanos le llamaban Tío Lewis y hacía sentir a los estadounidenses que la Casa del Almirantazgo era su hogar temporal. También se desarrolló un fuerte vínculo personal entre Bayly y Sims, hasta el punto de que cuando el primero debió cogerse cinco días de licencia a finales de Junio, solicitó al segundo que se hiciese cargo de la base en Queenstown, de tal modo que durante este periodo de tiempo Sims fue Comandante en Jefe de todas las fuerzas navales británicas y estadounidenses que operaban en la costa de Irlanda.

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Sir Lewis Bayly.

A finales de Junio Bayly tenía bajo su mando veintiocho destructores estadounidenses; para el 5 de Julio, treinta y cuatro; a finales de ese mes, treinta y siete. Finalmente, 8.000 marineros estadounidenses se asentaron en Queenstown; cuando terminó la guerra, había setenta y nueve destructores estadounidenses en aguas europeas, no solo en Irlanda, también en Brest y Gibraltar. De todos ellos solo uno se perdió por la acción del enemigo, el USS Jacob Jones, torpedeado el 6 de Diciembre de 1917, hundiéndose ocho minutos más tarde con la pérdida de 66 tripulantes, la mayor parte de ellos debido al estallido de las cargas de profundidad una vez el destructor se fue a pique. El autor de este hundimiento fue el submarino SM U-53, comandado por el célebre Hans Rose, cuya inesperada visita en Octubre de 1916 había asombrado a los ciudadanos de Newport, Rhode Island. Rose tuvo el gesto humanitario de emerger tras el ataque y recoger a dos heridos graves, al tiempo que radiaba su posición aproximada con el fin de que se auxiliase a los náufragos, antes de desaparecer de la escena.

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Hans Rose.

En Mayo de 1918, en el aniversario de la llegada de los primeros destructores estadounidenses a Queenstown, Bayly emitió un memorándum para todas las fuerzas navales de los Estados Unidos bajo su mando: "Mandarte es un honor, trabajar contigo es un placer, y conocerte es conocer las mejores cualidades de la raza anglosajona."

No solo el incremento en el número de escoltas resultó decisivo para complicar la misión de los U-boats, también sus prestaciones antisubmarinas mejoraron con el trascurso de los meses, desde hidrófonos más modernos que ya empezaban a ser capaces de señalar la presencia de un sumergible aun con el buque que los portaba en movimiento, hasta el uso masivo de cargas de profundidad. Estas ya se habían desarrollado en 1916 y en Diciembre de ese año se cobraban su primera víctima, pero su producción fue lenta y la asignación normal a principios de 1917 era de dos cargas de profundidad por buque antisubmarino, para aumentar un año más tarde a entre 35-40 cargas por cada destructor.

Ni el convoy ni las mejoras en las escoltas marcaron la diferencia rápidamente, en Mayo de 1917 las pérdidas de mercantes se redujeron a 616.000 toneladas, una disminución significativa respecto a la masacre de Abril, pero esto no se debió ni al comienzo del convoy oceánico ni a la llegada de buques de guerra estadounidenses; ninguno de los dos había tenido tiempo de surtir efecto, las pérdidas disminuyeron porque la flota submarina simplemente no pudo mantener el tremendo esfuerzo que había realizado en Abril y hubo menos efectivos en las zonas de caza, pero la perspectiva para el personal naval alemán seguía siendo brillante. En Mayo solo dos U-boats resultaron hundidos, mientras que ocho nuevos fueron asignados, de modo que en Junio los submarinos lograron hundir otras 696.000 toneladas, pero a partir de ese momento las disposiciones aliadas empezaron a ofrecer réditos y la marea gradualmente comenzó a cambiar. En Julio se hundieron 555.000 toneladas, en Agosto, la cifra se redujo a 472.000 toneladas; el promedio fue de más de medio millón de toneladas al mes, pero el plazo que había dado el Almirante Holtzendorff para la rendición de Gran Bretaña estaba pasando y no había signos de que los británicos tuviesen ninguna intención de demandar la paz. En Septiembre las pérdidas se redujeron a 353.000 toneladas y diez submarinos resultaron hundidos; en este mes ochenta y tres convoyes cruzaron el Atlántico. En Octubre, las pérdidas aumentaron nuevamente hasta las 466.000 toneladas, pero cayeron drásticamente en Noviembre a 302,000 toneladas, cuando el 90% del transporte marítimo británico navegaba en convoy. Aunque las pérdidas aumentaron nuevamente en Diciembre hasta las 411.000 toneladas, lo peor ya había pasado; de Enero a Abril las pérdidas mensuales promediaron 325.000 toneladas, desde Mayo hasta el final de la guerra, alrededor de 230.000 toneladas, cuando el 92% de los mercantes aliados navegaban en convoy, con una tasa de pérdidas inferior al 0,5%.

Para la Armada alemana la curva de pérdidas había ido en la dirección opuesta, entre Mayo y Julio de 1917 se perdieron quince submarinos, pero se asignaron veinticuatro nuevos y la proporción se mantuvo favorable: cincuenta y tres buques mercantes se hundieron por cada submarino perdido. El Alto Mando alemán entendió que la campaña submarina irrestricta no iba a poner a Gran Bretaña de rodillas en seis meses, pero en lugar de darse por vencido, el Estado Mayor Naval extendió el límite de tiempo y a principios de Julio se ordenó la construcción y entrega de noventa y cinco nuevos submarinos a partir del verano de 1918. Las pérdidas alemanas aumentaron drásticamente en los últimos cinco meses de 1917, se hundieron treinta y siete submarinos, más otros veinticuatro de Enero a Abril de 1918, y a partir de este último mes los astilleros estadounidenses y británicos estaban construyendo más tonelaje comercial del que estaba siendo destruido, los submarinos habían resultado derrotados. En realidad no fue el número de U-boats hundidos el hecho determinante para hacer fracasar la campaña submarina, más bien fue la tasa de supervivencia de los buques mercantes. El hundimiento de submarinos era una ventaja, no una necesidad, lo que resultaba realmente decisivo era que los barcos mercantes sobrevivieran y entregaran sus cargas; si podían lograrlo, ya fuese porque los sumergibles habían sido evitados u obligados a mantenerse alejados de los convoyes, no importaba cuántos submarinos se enviaran a pique.

Tal y como temían Bethmann Hollweg y Bernstorff, la campaña submarina no solo no había sacado a Gran Bretaña de la guerra sino que sumó a sus enemigos el tremendo potencial económico, industrial y humano de Estados Unidos, sellando el destino del Imperio alemán. Pero una última ventana de esperanza se abrió con la Revolución rusa, sino para ganar la guerra, si al menos para poder negociar en condiciones favorables, pues el derrumbe del Imperio zarista no solo permitía concentrar tropas en el Frente Occidental, también en cierto modo rompía en parte el bloqueo que asfixiaba Alemania; veremos cómo sus líderes dilapidaron esta última oportunidad que les había sido concedida.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:22 pm

El Imperio ruso estaba prácticamente fuera de combate desde que a mediados de Julio de 1917 la Ofensiva de Kérenski, que buscaba poder negociar la paz desde una posición más favorable, fracasó y hundió definitivamente la moral de las tropas rusas. La Revolución bolchevique de Noviembre, auspiciada por los alemanes, tuvo como consecuencia el caos absoluto y la imposibilidad de que Rusia pudiese oponerse a cualquier término de paz propuesto por Alemania, por mucho que Trotski intentase retrasar el final todo lo posible en la esperanza de que la Revolución prendiese entre las tropas de las Potencias Centrales. Pese a las desorbitadas pretensiones germanas, que incluían la administración de toda Polonia, Bielorrusia y Lituania, así como la independencia de Ucrania y Finlandia, finalmente hubo de ceder y el Tratado de Brest-Litovsk se firmaba el 3 de Marzo de 1918.


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Mapa con el Tratado de Brest-Litovsk.

Por entonces el Imperio alemán tenía en armas aproximadamente a 4.750.000 hombres, se había asegurado una gran cantidad de materias primas en los territorios ocupados o en los países satélites, como el carbón del Donetsk, los cereales de Ucrania y los de Rumanía (que también había firmado la paz y comprometido a ceder toda su cosecha a los Imperios Centrales), y de no ser por la entrada en el conflicto de Estados Unidos, se habría asegurado la victoria en el Este y al menos un empate en el Oeste, pero el error de la campaña submarina irrestricta conllevaba que cientos de miles de hombres se estuviesen preparando al otro lado del Atlántico para ser destinados al Frente Occidental, y esos soldados, que un año y medio antes a Ludendorff le “importaban un comino”, ahora comprometían toda la estrategia alemana. Existía la opción realista, la de aceptar que la idea de jugárselo todo a una carta con la campaña submarina había resultado un fracaso, que a medio plazo la guerra estaba perdida y buscar el modo de negociar con Wilson en base a sus Catorce Puntos, que fueron promulgados el 8 de Enero, desde una posición de fuerza, pues gracias a las ganancias en el Este el Imperio alemán estaba capacitado para resistir al menos dos años, causando grandes bajas a sus enemigos. Para ello habría que haber adoptado una estrategia defensiva en la cual el sostenimiento de sus aliados, por débiles que fuesen, resultaba decisivo, pues el Imperio Austrohúngaro mantenía a raya a Italia y Bulgaria a la Fuerza Expedicionaria de Salónica, que contaba con 700.000 hombres; el Imperio otomano resultaba más complicado de ayudar dada su deficiente logística, pero su caída no supondría una gran pérdida una vez cumplida la misión de haber bloqueado a Rusia durante casi toda la guerra. Con 200.000 soldados apoyando a cada aliado, ejerciendo de amalgama de las tropas locales y siempre manteniendo una actitud defensiva, se podrían haber consolidado ambos frentes, el italiano y el balcánico, mientras con 3.350.000 hombres el Frente Occidental nunca hubiese estado tan fuertemente defendido. El millón restante era necesario en el antiguo Frente Oriental, tanto por la cantidad de territorio a controlar como por la inestable situación en el mismo, con bolcheviques, rusos blancos e intervencionistas aliados enfrentados, pero sobre todo era vital que esos hombres hubiesen sido utilizados con el fin de consolidar gobiernos títeres, principalmente en Ucrania, asegurándose una buena cosecha para alimentar a la población y a las tropas alemanas durante el próximo invierno. En estas circunstancias, y dado que los Aliados no hubiesen podido emprender una ofensiva hasta como pronto finales de 1918, es de esperar que Alemania hubiese resistido un combate generalizado a lo largo de todo el Frente Occidental en 1919, sufriendo sin duda muchas bajas, pero probablemente causando más, de tal modo que a finales de año Wilson, muy sensible a la muerte de sus compatriotas y preocupado por la revolución bolchevique, hubiese podido aceptar debatir sus Catorce Puntos, cediendo en temas sensibles para el Imperio alemán como la salida al mar de Polonia, Imperio que podría haber convencido a unos agotados británicos y franceses a concluir un tratado de paz en base a devolver Bélgica, ceder Alsacia-Lorena y el pago de algunas compensaciones económicas, con lo que Alemania podría haber salido bien librada de una guerra estratégicamente mal llevada.

Las ideas de Ludendorff eran otras, el mismo hombre que había echado en cara al Embajador Bernstorff que no confiaba en la fuerza de Alemania, dudaba de la moral de sus tropas para mantener una serie de grandes batallas defensivas en el Frente Occidental, y por lo tanto, decidió volver a jugárselo todo a una nueva carta con una serie de ofensivas en la primavera de 1918 que debían obtener la victoria total; el dictador de facto del Imperio no estaba dispuesto a negociar una paz que no contemplase las ganancias territoriales obtenidas por Alemania durante la guerra, Bélgica incluida. El Kaiser, que ya debería estar chasqueado ante las promesas incumplidas de que Gran Bretaña sería puesta de rodillas o que ningún soldado estadounidense pisaría suelo europeo, se dejó embaucar de nuevo con el proyecto de la prevista ofensiva hasta el punto de declarar: "Si una delegación británica viniese a demandar la paz, primero debe arrodillarse ante el estandarte imperial alemán, porque esta es una victoria de la monarquía sobre la democracia". La receta para el desastre estaba servida.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:26 pm

Para Marzo de 1918 Ludendorff había reunido unos 3.600.000 hombres en el Frente Occidental, tropas escogidas incluyendo todos los soldados menores de 35 años, alcanzando una ligera ventaja numérica sobre los efectivos aliados, que se sabía resultaba circunstancial por la llegada masiva de estadounidenses, que el General alemán calculó no resultarían determinantes hasta mediados del verano. Fue en lo único que no se equivocó, efectivamente las tropas procedentes de Estados Unidos durante la primavera ascendían a 318.000 hombres pero estaban faltos de equipamiento e instrucción; en Abril llegaron 119.000 más, para el 1 de Junio había 650.000 soldados estadounidenses en Francia, ese mes llegaron otros 279.000 y en Julio 250.000, de modo que para el 31 de Julio más de un millón de soldados estadounidenses estaban en el continente europeo.

No existía un plan estratégico u operacional más allá de atacar en el punto de encuentro de las líneas francesas y británicas, con la esperanza de expulsar a estos últimos del continente para luego lidiar con un Ejército francés supuestamente desmoralizado. Para Ludendorff todo consistía en abrir una brecha y lo demás vendría rodado, sin marcarse ningún objetivo operacional, lo que supondría un grave error que aceleraría el derrumbe de Alemania. Cuando el 21 de Marzo se inició la ofensiva denominada Michael las tácticas artilleras de Bruchmuller y de los stosstruppen obtuvieron un extraordinario éxito táctico aplastando al Quinto Ejército británico, rompiendo sus líneas y logrando un avance como no se había visto en el Frente Occidental desde 1914, pero los británicos lograron restablecer nuevas líneas defensivas y los problemas logísticos de los atacantes hicieron que finalmente su avance se detuviese a siete kilómetros de Amiens, que solo una vez iniciada la ofensiva y al fracasar el ataque sobre Arras, se tomó como objetivo. Si hubo una mínima oportunidad de que las Ofensivas de Primavera hubiesen logrado éxito, este pasaba por haber tomado Amiens (lo que se pudo haber logrado si hubiese sido el objetivo principal del ataque) para acto seguido realizar otra ofensiva más al Norte con el fin de capturar Hazebrouck, pues ambas ciudades eran importantes nudos ferroviarios por donde pasaba más del 50% del suministro de la BEF, que seguramente se hubiese visto obligada a abandonar Ypres y necesitaría mucho tiempo para reorganizar sus líneas de abastecimiento, lo que hubiese otorgado a los alemanes la posibilidad de continuar presionándoles hacia los puertos del Canal. Aunque aún habrían de trascurrir varios meses de ofensivas germanas, con nuevas victorias tácticas pero sin el menor sentido estratégico, la guerra estaba definitivamente perdida cuando no se logró ocupar Amiens, pues no solo en Michael los alemanes sufrieron casi 240.000 bajas de hombres insustituibles, además sirvió para que los Aliados creasen un mando único en la figura del Mariscal Foch y que en Estados Unidos Wilson ampliase el reclutamiento hasta los cuatro millones de efectivos, de los que la mitad fueron trasladados a Europa antes del Armisticio.

El golpe final de la Kaiserschlacht se lanzó el 15 de Julio, cuando Ludendorff atacó entre Reims y Soissons; seis puntas de lanza alemanas cruzaron el Marne y avanzaron siete kilómetros, pero luego se detuvieron en seco. Dos días después Foch contraatacó el saliente del Marne con veintitrés divisiones, incluidas cinco divisiones estadounidenses que contaban con el doble de efectivos que cualquier División aliada o germana. En la noche del 18 de Julio Ludendorff ordenó a las tropas alemanas que habían cruzado el Marne tres días antes que se retiraran a través del río. Tres semanas después, en el Norte, el Ejército británico inició una nueva ofensiva, el 8 de Agosto un ataque encabezado por 600 tanques rompió las estiradas líneas germanas y avanzó más de diez kilómetros el primer día capturando miles de prisioneros y cientos de cañones. Después de que se les hubiese prometido la victoria antes de iniciarse las fracasadas Ofensivas de Primavera, la moral de las tropas se quebró: "Estáis prolongando la guerra" o "esquiroles", gritaban quienes se retiraban a las unidades de refuerzo que se acercaban. "El 8 de Agosto fue el día negro del Ejército alemán en la historia de esta guerra", dijo Ludendorff más tarde.

"No conoces a Ludendorff, que es genial en un momento de éxito", dijo una vez Bethmann-Hollweg a un colega "pero si las cosas van mal, pierde los nervios". Esta sentencia se hizo muy evidente después del 8 de Agosto, cuando el estado de ánimo de Ludendorff se movía entre el pánico, la rabia indiscriminada y un optimismo alegre e irracional. El 14 de Agosto, solo seis días después del "Día Negro", Ludendorff y Hindenburg se encontraron con el Kaiser, el Canciller von Hertling, el Príncipe Heredero y el Emperador austríaco Karl en el Cuartel General de Spa, Bélgica. Karl había venido a anunciar que el Imperio austrohúngaro no podía continuar la guerra durante el invierno: "Estamos totalmente acabados", pero Ludendorff propuso en cambio "paralizar gradualmente la voluntad del enemigo de luchar con una defensa estratégica", que hubiese sido la decisión correcta en Marzo, pero en las condiciones actuales, tras haber sufrido casi un millón de bajas durante la Kaiserschlacht, resultaba una quimera. El Alto Mando alemán continuaba estando totalmente alejado de la realidad, Ludendorff admitía que no se podía ganar la guerra, pero afirmaba que si se podía mantener un frente defensivo, Alemania aún podría conservar Bélgica y Luxemburgo, y Austria podría salvar su imperio multiétnico. Para lograr esta "defensa estratégica", Ludendorff exigió ayuda para reforzar el Frente Occidental, y el emperador Karl, desviado de su propósito original, se encontró prometiendo enviar Divisiones austriacas a Francia. Hindenburg cerró la conferencia diciendo: "Espero que podamos defendernos en suelo francés y, por lo tanto, al final imponer nuestra voluntad al enemigo". Unos días después, el Príncipe Heredero Rupprecht de Baviera hizo una evaluación diferente y más realista de la situación, escribiendo al Príncipe Max de Baden: "Debido a la errónea operación más allá del Marne y la serie de fuertes reveses que la siguieron, absolutamente fatales tanto material como moralmente, nuestra situación militar se ha deteriorado tan rápidamente que ya no creemos que podamos resistir durante el invierno, incluso es posible que ocurra una catástrofe antes”.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:32 pm

Todo el fantasioso andamiaje existente en la mente de Ludendorff se empezó a venir abajo un mes más tarde de la reunión en el Cuartel General de Spa; cuando el Emperador Karl regresó a Viena se olvidó de las Divisiones prometidas y el 10 de Septiembre volvió a su intención original y dirigió una oferta de paz a los Estados Unidos, pero no sirvió de nada, el Secretario de Estado Lansing rechazó de inmediato la nota. El 20 de Septiembre los socialdemócratas en el Reichstag exigieron que el Canciller von Hertling solicitase un armisticio inmediato sobre la base de ninguna anexión territorial y la democratización completa del sistema político alemán. El 27 del mismo mes Bulgaria abogó por un armisticio, ofreciendo desmovilizar su Ejército y devolver todo el territorio conquistado. Mientras tanto en Spa, en la tarde del 28 de Septiembre, Ludendorff se vino abajo. Temblando, comenzó a imprecar contra el Kaiser, el Gobierno y los políticos del Reichstag, hasta el punto de que su personal tuvo que cerrar la puerta de su cuarto para silenciar sus lamentaciones hasta que gradualmente se calmó. A las seis de la tarde, todavía pálido, Ludendorff descendió a la suite de Hindenburg para explicar sus razones para exigir un armisticio inmediato; creía que en el Oeste Alemania tendría que aceptar los Catorce Puntos de Wilson, pero que en el Este aún se podría mantener el inmenso botín obtenido en el Tratado de Brest-Litovsk con los bolcheviques. Al día siguiente, el Kaiser, el Canciller von Hertling y el Ministro de Asuntos Exteriores Paul von Hintze llegaron a Spa. Ludendorff anunció bruscamente que debía alcanzarse un armisticio "de inmediato, lo antes posible", lo mejor sería organizarlo dentro de las siguientes veinticuatro horas. El Kaiser, Hertling y Hintze estaban estupefactos, la única forma de terminar la lucha tan rápido sería rendirse. Guillermo II acordó que Wilson debería ser abordado acerca de un armisticio, y como Hertling estaba enfermo y gastado debido a su avanzada edad, el 1 de Octubre el Kaiser le pidió a su primo el Príncipe Maximilian, heredero del Gran Ducado de Baden, que se convirtiera en Canciller y negociara un armisticio inmediato. Max aceptó, pero dijo que las negociaciones llevarían tiempo; rogó "diez, ocho o incluso cuatro días antes de que tenga que apelar al enemigo". Ludendorff respondió diciendo: "Quiero salvar a mi Ejército", y bombardeó al Príncipe Max con telegramas, seis en un solo día, e intento apresurar al Kaiser. "No soy un mago", respondió Guillermo II con irritación, “deberías haberme dicho eso hace catorce días". El 4 de Octubre el Rey Fernando de Bulgaria abdicó y huyó a Viena, al día siguiente el Príncipe Max envió una nota a Wilson a través de Suiza, aceptando los Catorce Puntos del Presidente como base para las negociaciones de paz. Lansing respondió en nombre de Wilson el 8 de Octubre, exigiendo la pronta evacuación alemana de todo el territorio ocupado en Francia y Bélgica como garantía de buena fe, y el Gobierno alemán se comprometió a ello cuatro días más tarde. Mientras tanto los Ejércitos aliados avanzaban de forma lenta pero constante en todo el frente, el 17 de Octubre la Armada perdía Ostende y dos días más tarde fue evacuado Zeebrugge después de cuatro años de ocupación alemana, teniendo que dinamitar cuatro submarinos y cinco destructores que no estaban listos para navegar. En cuatro años de guerra los alemanes habían derrotado a rusos y rumanos y habían mantenido a raya a los Ejércitos combinados de Francia y el Imperio británico, pero ahora se enfrentaron a un enemigo nuevo con (para fines prácticos) recursos ilimitados. Esta situación insostenible fue el resultado directo del colosal error de juicio de los líderes militares y navales de Alemania al autorizar la guerra submarina sin restricciones; el Ejército estadounidense llegó a Francia, no solo a pesar de los submarinos, sino debido a ellos. Como señala David Zabecki, el principal historiador de las Ofensivas de Primavera: "En mi análisis final sobre Ludendorff tengo que concluir que, en muchos sentidos, fue un reflejo del Ejército alemán en su conjunto en la primera mitad del siglo XX: dotados tácticamente, operacionalmente defectuosos y estratégicamente una ruina".

La continuación de la guerra en el mar amenazó con alterar el impulso hacia la paz, el 4 de Octubre el buque de pasajeros Hirano Maru fue torpedeado frente a las costas de Irlanda con la pérdida de 292 vidas, el 10 de Octubre un submarino torpedeó el vapor irlandés Leinster; de las 720 personas a bordo, 176 se ahogaron, incluyendo mujeres y niños. El 14 de Octubre Wilson exigió el fin de la campaña submarina y anunció que ni Estados Unidos ni sus aliados "consentirán en considerar un armisticio mientras las fuerzas armadas de Alemania continúen con sus prácticas ilegales e inhumanas. En el mismo momento en que el Gobierno alemán se acerca a los Estados Unidos con propuestas de paz, sus submarinos se dedican a hundir barcos de pasajeros". Balfour fue más conciso: "Brutos que eran y brutos que permanecen".

El mando de la Armada alemana estaba ahora en manos nuevas, el 11 de Agosto el Almirante von Holtzendorff, que padecía una enfermedad cardíaca grave, fue reemplazado como Jefe del Estado Mayor Naval por Scheer, quien a su vez entregó la Flota de Alta Mar a Von Hipper. Scheer rápidamente trasladó la sede del personal naval desde Berlín a Spa, de este modo podría coordinar la política más estrechamente con Ludendorff, a quien admiraba. Desafiando la realidad de que la guerra casi había terminado, Scheer se negó a renunciar a la campaña irrestricta de submarinos e inmediatamente exigió un absurdo programa de choque para construir 450 nuevos sumergibles a razón de treinta y seis por mes. Cuando Wilson insistió en la terminación de la campaña submarina sin restricciones, Scheer y Ludendorff se unieron en una feroz oposición: "La Armada no necesita un armisticio", declaró Scheer el 16 de Octubre, mientras que Ludendorff dijo al día siguiente: "Permitirnos ser privados de nuestro arma submarina equivaldría a la capitulación". Pero ambos perdieron esta batalla cuando el Príncipe Max, al amenazar con renunciar, obtuvo una orden del Kaiser y, el 20 de Octubre, Alemania renunció a la campaña submarina contra el tráfico mercante. Más tarde Ludendorff se quejó de que “esta concesión a Wilson fue el golpe más fuerte para el Ejército y especialmente para la Armada, el Gobierno había arrojado la toalla”, palabras cuanto menos curiosas en boca de alguien que exigía a gritos un armisticio, y en un momento en el cual la campaña submarina no tenía ninguna relevancia en el conjunto de la guerra. El 21 de Octubre Scheer puso todos los U-Boat a disposición del Comandante de la Hochseeflotte para actuar contra los buques de guerra aliados; después de veintiún meses, la campaña submarina irrestricta había concluido.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:36 pm

El 17 de Octubre, durante una conferencia en Berlín, Ludendorff de repente negó haber exigido un armisticio en veinticuatro horas y ahora declaró que Alemania poseía la fuerza suficiente para seguir luchando, bien porque había perdido completamente la cabeza o posiblemente pensando en culpar a otros del inevitable desastre, del que él era uno de los principales responsables. El 23 de Octubre Wilson agregó una nueva condición para la paz, la renuncia del Kaiser: “Si el Gobierno de los Estados Unidos debe tratar con los mandos militares y los autócratas monárquicos de Alemania debe exigir, no negociaciones de paz, sino la rendición". Al ser informado Guillermo II y su esposa Dona, cayeron en la histeria. "El hipócrita de Wilson finalmente se quitó la máscara", dijo el Kaiser, "el objetivo de esto es derribar mi Casa, dejar a un lado la monarquía". La Emperatriz se enfureció ante "la audacia del advenedizo al otro lado del mar, que se atreve a humillar una casa principesca que puede recordar siglos de servicio a su pueblo y su país". Ludendorff se rebeló contra las condiciones militares de Wilson, diciendo que iban mucho más allá del simple armisticio en el campo de batalla que estaba buscando, y el 24 de Octubre, desafiando la autoridad del Canciller, emitió una proclamación al Ejército refrendada por Hindenburg. Las propuestas de Wilson, declaró, son "una demanda de rendición incondicional y, por lo tanto, son inaceptables para nosotros como soldados". El Príncipe Max de Baden, enfurecido por esta insubordinación, nuevamente le dio al Kaiser una opción: o Ludendorff o él mismo. El 26 de Octubre, Guillermo II convocó a Hindenburg y Ludendorff en el castillo de Bellevue de Berlín. Hablando primero con Ludendorff, el Káiser reprendió al General por refrendar un anuncio al Ejército que estaba en conflicto directo con la política del Canciller y el Gobierno; Ludendorff inmediatamente ofreció su renuncia, que fue aceptada sin reparos; chocando los talones, el General que había dominado Alemania durante veintiséis meses, partió. Posteriormente Hindenburg ofreció su propia renuncia, pero se le dijo perentoriamente: "Quédate". Después de este suceso el pueril Guillermo II se mostró feliz: “Los gemelos siameses", declaró, “ahora están separados”.

El 27 de Octubre Alemania aceptó todas las condiciones de Wilson, dos días más tarde el Imperio austrohúngaro acordó un armisticio con Italia, y el 2 de Noviembre, con el resto de potencias aliadas. El 31 de Octubre el Imperio otomano también acordó un armisticio, poco después de que lo hubiese hecho Bulgaria; el Imperio alemán había perdido a todos sus aliados.

Durante la agonía de Alemania, dos grupos de la Armada, primero los Almirantes, luego los marineros, tomaron el asunto en sus propias manos. La Hochseeflotte seguía siendo una fuerza poderosa, de modo que Scheer y el personal naval decidieron usar los buques de superficie en una última acción ofensiva, una variación audaz de los anteriores intentos fallidos de atraer a una porción de la Grand Fleet. La diferencia esta vez era que los alemanes tenían la intención de disputar una batalla, independientemente de si los submarinos habían logrado reducir la superioridad numérica de la flota enemiga o no. Además, para los Almirantes no resultaba lo más importante si la Flota de Alta Mar ganaba o perdía, solo les interesaba que infligiera un gran daño en la Grand Fleet. Von Hipper estuvo de acuerdo con Scheer en que "una batalla honorable por parte de la flota, incluso si se tratara de una lucha a muerte, sembrará la semilla de una nueva Armada alemana en el futuro". Además de preservar el honor, una batalla que infligiese graves daños en la Grand Fleet también podría influir en las negociaciones de paz a favor de Alemania, aunque resulta probable que en la mente de Scheer la operación lograse torpedearlas y de este modo continuar la guerra.

La operación se puso en marcha el 22 de Octubre cuando el Capitán Magnus von Levetzow, del Departamento de Operaciones del Personal Naval, llegó a Wilhelmshaven y le dio la orden de Scheer a Hipper: "La Flota de Alta Mar zarpará para atacar la flota inglesa lo antes posible". Nada se puso por escrito ni se radió, por dos razones: primero, Scheer deseaba mantener el plan en secreto de los británicos; segundo, sabiendo el impacto que tendría la operación en las negociaciones de armisticio, deseaba ocultarlo también al Gobierno alemán en Berlín, ni el Kaiser ni el Canciller fueron informados. Scheer explicó más tarde que ya le había mencionado a Guillermo II que abandonar la guerra submarina significaba que la flota de superficie volvería a tener "total libertad de acción", y como el Kaiser no había reaccionado, Scheer entendió su silencio como una aprobación tácita.

Hipper emitió sus órdenes tácticas el 24 de Octubre, toda la Flota de Alta Mar saldría de Heligoland Bight por la noche y avanzaría hasta el extremo de sus campos de minas; cinco cruceros de batalla, dieciocho acorazados, doce cruceros ligeros y setenta y dos destructores. El propósito de la operación era atraer a la Grand Fleet sobre campos de minas recién colocados y seis líneas de submarinos en su probable ruta hacia el sur del Mar del Norte, donde la Hochseeflotte esperaría para enfrentarse a su contraparte, a última hora de la tarde, con la luz favorable y cerca de los campos de minas propios. Con el fin de crear un señuelo para el agresivo Beatty, cruceros ligeros y destructores realizarían dos incursiones, a lo largo de la costa belga y hacia el estuario del Támesis; luego se retirarían a la costa holandesa, donde se concentraría toda la Flota de Alta Mar. Si por casualidad ambas flotas de batalla no se encontraban, todos los destructores alemanes tenían órdenes de buscar a los británicos durante la noche y lanzar sus torpedos en andanadas, no menos de tres por cada destructor a un tiempo. La operación, a pesar de su apariencia de Götterdämmerung, estaba bien planificada y tenía posibilidades de éxito, al menos para salvaguardar el honor de la Armada, o como esperaba Scheer: "Un éxito táctico podría revertir la posición militar y evitar la rendición", aunque esto último no dejaba de ser una nueva quimera, tanto por la abrumadora superioridad numérica de la Armada aliada como por la desesperada situación militar de Alemania. Así lo entendieron buena parte de los marineros, que pronto tomarían las riendas de la flota.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:41 pm

El 27 de Octubre Scheer aprobó el plan de Hipper y la operación se programó para ser ejecutada tres días más tarde. Veintidós submarinos tomaron posiciones a lo largo de la probable línea de avance de la Grand Fleet desde Escocia, mientras los buques de superficie de la Flota de Alta Mar se reunían en Schillig durante la tarde del 29 de Octubre, con la salida programada para el amanecer del día siguiente. Sin embargo los Oficiales no habían tenido en cuenta el cansancio de la guerra y el derrotismo de las tripulaciones alemanas, los rumores sobre la operación inminente y las palabras "misión suicida" se difundieron de boca en boca y de barco en barco. El 27 de Octubre, cuando se ordenó a los cruceros ligeros del 4º Grupo de Reconocimiento cargar minas en Cuxhaven, cuarenta y cinco fogoneros del SMS Strassbourg se escondieron en el astillero y tuvieron que ser detenidos y devueltos a su barco. Cuando los cruceros de batalla atravesaron las esclusas de Wilhelmshaven, 300 hombres de los SMS Derfflinger y Von der Tann saltaron a tierra y desaparecieron, ¿quién quiere morir combatiendo en una guerra que ya estaba perdida?

La reunión de todos los buques en Wilhelmshaven fortaleció el falso rumor de que la flota estaba a punto de zarpar para buscar un glorioso fin frente a las costas de Inglaterra. A diferencia de los Almirantes y Oficiales los marineros no tenían intención de ser sacrificados por el honor, y además consideraban la operación como un intento deliberado de sabotear las negociaciones de paz, y probablemente en este punto no estaban muy equivocados. Cuando un marinero de SMS Markgraf saltó sobre una torre y pidió tres hurras por el Presidente Wilson, una cubierta llena de hombres rugió de aprobación. La insubordinación también brotó en los acorazados SMS König, Kronprinz Wilhelm, Kaiserin, Thüringen y Helgoland , en todos estos barcos los marineros declararon que no tenían interés en "una muerte honorable por la gloria de la flota"; querían rendirse, ser licenciados y regresar a sus casas.

Alrededor de las 19:00 horas del 29 de Octubre Von Hipper convocó a sus Almirantes y Capitanes a bordo de su buque insignia, el SMS Baden, para una reunión informativa final, pero la conferencia se retrasó porque en el SMS Thüringen la tripulación causó problemas para dejar desembarcar a su Comandante. Al principio Hipper intentó ignorar las noticias de estos disturbios, pero a las 22:00 horas cambió de opinión y decidió que la flota no estaba lista para navegar. A la mañana siguiente, cuando las tripulaciones de los destructores se enteraron de los disturbios en los acorazados, pidieron continuar solos con la operación planificada y Hipper consideró esta posibilidad, pero cuando fue informado de que los actos de desobediencia se habían extendido a los SMS Friedrich der Grosse y König Albert y que los disturbios en los SMS Thüringen y Helgoland se habían convertido en motines a gran escala, decidió que no tenía más remedio que cancelar toda la operación. Para evitar la expansión del motín, ordenó dispersar a los Escuadrones de acorazados en Kiel, Cuxhaven y Wilhelmshaven, lo que no resultó buena idea porque propagó la insurrección, a finales de la primera semana de Noviembre el motín se había convertido en una revolución, que se extendió por los grandes puertos comerciales de Hamburgo y Bremen, más tarde por ciudades del interior como Colonia, Hannover, Frankfurt, Dresden, Munich y, finalmente, Berlín. Más tarde estos acontecimientos sirvieron de pretexto a altos mandos militares para crear el mito de “la puñalada por la espalda”, según el cual el Ejército nunca hubiese sido vencido de no haber sido traicionado por las revueltas en la retaguardia, una falsedad obvia, la revolución fue consecuencia de la derrota y no al contrario, pero el mito perviviría durante los siguientes lustros para desgracia de Alemania, pues fue una de las fuentes de las que se nutrió el nazismo.

En la mañana del 8 de Noviembre el Mariscal Foch, en representación de todos los Ejércitos aliados, y el Primer Lord del Mar, el Almirante Wemyss, en representación de sus Armadas, esperaron en un tren estacionado en el bosque de Compiègne la llegada de la delegación de Alemania, y Foch aseguró a Wemyss que si los alemanes se negaban a aceptar los términos del armisticio aliado, él podría forzar la capitulación de todo el Ejército alemán dentro de tres semanas. A las 7:00 horas, el tren que transportaba a los delegados alemanes, dirigido por el líder del Reichstag, Matthias Erzberger, llegó al claro del bosque y la reunión comenzó dos horas más tarde. Las demandas navales incluían la desmilitarización de Heligoland, el acceso libre a todas las naciones del Canal de Kiel, la entrega de todos los submarinos y el internamiento de los diez acorazados más modernos de la Kaiserliche Marine, seis cruceros de batalla, ocho cruceros ligeros y los cincuenta destructores más recientes; el incumplimiento de cualquiera de estos términos permitiría a los Aliados reanudar la guerra en las siguientes cuarenta y ocho horas. El representante naval alemán, Capitán Vanselow, protestó porque el internamiento de la Hochseeflotte no podía ser aceptado dado que nunca había sido vencida, pero Wemyss respondió que si eso era lo que se necesitaba, la flota alemana solo tenía que salir de sus puertos, tras lo que se levantó la sesión para que la delegación alemana pudiera comunicar estos términos a Berlín.

El 9 de Noviembre el Almirante Scheer informó al Kaiser que ya no podía confiar en la armada. "Mi querido Almirante", respondió Guillermo II, "ya no tengo una Armada". De hecho estaba perdiendo mucho más que eso, antes del final de ese día, el Kaiser había abdicado, tanto como Emperador alemán como Rey de Prusia, y el nacimiento de la República alemana había sido proclamado desde un balcón del Reichstag.
La delegación alemana regresó a Compiègne el domingo 10 de Noviembre y fue recibida a medianoche. A las 5:10 de la mañana del 11 de noviembre, el día 1.586 de la Gran Guerra, los cansados delegados finalmente firmaron el documento que ponía fin a las hostilidades ese día a las 11 de la mañana. Antes de firmar, Erzberger miró a Foch y dijo: "El pueblo alemán, que se mantuvo firme contra un mundo de enemigos durante cincuenta meses, preservará su libertad y unidad sin importar cuán grande sea la presión externa. Un pueblo de setenta millones puede sufrir, pero no puede morir", a lo que el Mariscal se limitó a responder "très bien".

El armisticio equivalía a una rendición, los mejores buques de la Armada serían internados, el Ejército tuvo que entregar buena parte de sus aviones, cañones y ametralladoras, la orilla derecha del Rhin fue ocupada por los Ejércitos aliados para evitar que el gran río pudiese convertirse en una futura línea defensiva, Alemania no tenía ninguna posibilidad de reanudar la guerra y solo le quedaba aceptar los términos de paz que le fuesen impuestos, pero aún así se mantuvo el bloqueo total, incluido el de alimentos, en una acción criminal. No existen estadísticas sobre los muertos en Alemania debido a la hambruna, pero los estudiosos piensan que rondan desde unas 400.000 hasta más de 750.000 personas, buena parte de ellas entre la firma del Armisticio y finales de Marzo de 1919, cuando se llegó a un acuerdo para que mercantes alemanes pudiesen trasladar alimentos a su patria desde Estados Unidos.

Como hemos podido leer a lo largo de estas páginas, el bloqueo británico de Alemania tuvo importantes efectos tanto en la industria como en la población germana, creando desabastecimientos de todo tipo que socavaron su moral, pero paradójicamente no fue el bloqueo lo que derrotó definitivamente al Imperio alemán, sino la respuesta al mismo, fundamentalmente la segunda campaña submarina irrestricta que conllevó la entrada en guerra de Estados Unidos; fueron los altos mandos de la Armada y del Ejército, con sus nefastas decisiones estratégicas, los máximos responsables de la derrota alemana en la Gran Guerra.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:47 pm

Cierro este hilo con una pequeña biografía de algunos de los personajes que han transitado por el mismo, unas pocas líneas sobre cada uno en plan "qué fue de...", pasadas por el tamiz de mi propia impresión sobre los mismos tras haber recorrido junto a ellos cuatro años de guerra, todo muy subjetivo porque tras empaparse de los acontecimientos narrados uno siente empatía por algunos, indiferencia por otros e incluso ojeriza hacia unos cuantos...

Guillermo II

Según Confucio, aprender sin pensar es inútil, y pensar sin aprender, peligroso, y esto es lo que parece deducirse de la actuación de Guillermo II durante la Gran Guerra, muy dado a pronunciar frases aparentemente ingeniosas (“los acorazados no tienen ruedas”, desdeñando la entrada en guerra del Imperio británico, que por otra parte temía) pero incapaz de mantener un criterio propio ante las presiones de militares, políticos o la opinión pública. En el texto anterior hemos visto como cambia de opinión en distintas ocasiones, primero manteniéndose firme y apoyando al Canciller ante la petición del Alto Mando Naval de iniciar una campaña submarina irrestricta, posteriormente firmando la autorización en un momento de euforia, para arrepentirse poco más tarde, y finalmente ponerse en manos de la dupla Ludendorff/Hindenburg dejando caer a Bethmann-Hollweg y con él la última esperanza del Imperio alemán. Dejándose engatusar por unos y otros, pasa de reconocer que “esta guerra no terminará con una victoria completa” a “si los británicos vienen a pedir la paz tendrán que arrodillarse ante el estandarte imperial” o “esta será una victoria de la monarquía sobre la democracia”, demostrando de paso su talante cuasi dictatorial y escasa capacidad para comprender los cambios que se estaban produciendo en la sociedad alemana. Su infantilismo queda patente cuando, tras conocer la petición de Wilson sobre el desmantelamiento de la Monarquía y con el Imperio desmoronándose, aún muestra alegría por haber despedido a Ludendorff y de este modo separarle de Hindenburg, encerrado en su micromundo aparentemente sin comprender los vertiginosos sucesos que acontecen a finales de Octubre y principios de Noviembre de 1918.

Tras exiliarse en Holanda no andaría falto de efectivo, porque compró una gran casa de campo conocida como Huis Doorn, y a falta de algo mejor que hacer, escribió unas memorias tituladas “The Kaiser's Memoirs, Wilhelm II, Emperor of Germany, 1888-1918”, un tostón de 350 páginas donde, como en cualquier memoria que se precie de serlo, no reconoce el más mínimo error por su parte. Dedica la mayor parte de las mismas a asuntos políticos y escaso espacio para la Gran Guerra, donde defiende sin fundamento alguno que el Imperio alemán siempre buscó mantener la paz y que fue un complot ruso-franco-británico quien la inició; que Alemania no fue la única culpable no es debatible, que no tiene responsabilidad alguna, indefendible. Para explicar la derrota el bueno de Guillermo II no duda en hacer propio el mito de “la puñalada por la espalda”, su abdicación en que buscaba con la misma mejores condiciones de paz para Alemania, y la renuncia a entregarse ante un tribunal como pedían los miembros de la Entente, a que este no sería imparcial, y en esto seguramente no se equivocaba, pero no resulta creíble su disposición a “entregarse por el bien de la patria si fuese necesario”.

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Guillermo II, con barba y sin su característico bigote elevado en Huis Doorn.

Convertido en una figura irrelevante, contempló desde la distancia los acontecimientos que se vivían en Alemania, pensando ingenuamente que el ascenso del nazismo podría traer una restauración de la monarquía. Continuando con la escasa coherencia que mostró durante su reinado, por una parte se mostraba profundamente antisemita (olvidando los 12.000 judíos alemanes que murieron combatiendo en la Gran Guerra) y al tiempo se mostró muy disgustado al ser informado de lo acaecido durante la “Noche de los cristales rotos”, llegando a expresar que por primera vez se sentía avergonzado de ser alemán. Ello no evitó que tras estallar la Segunda Guerra Mundial y tras la rápida caída de Polonia escribiese a Hitler que contaba con el apoyo leal de la Casa de Hohenzollern, y se entusiasmó tras la caída de Francia, Bélgica y el propio país que le ofrecía asilo, escribiendo de nuevo telegramas como "Mi Fuhrer, le felicito y espero que bajo su maravilloso liderazgo la Monarquía Alemana sea restaurada por completo" o "Felicitaciones, consiguió la victoria usando mis tropas"; posiblemente chocheaba, así lo debió entender Hitler que exclamó: “¡Qué idiota!”. Finalmente murió el 4 de Junio de 1941 en su residencia de Huis Doorn de una embolia pulmonar, a los 82 años. No quiso ser enterrado en Alemania hasta que la monarquía fuese restaurada y se respectó su deseo, no así el que en su funeral, estrictamente militar y al que acudió con su uniforme de húsar Von Mackensen, no se mostrasen esvásticas.

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Tumba de Guillermo II.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:49 pm

Erich Ludendorff.

La elección de un desconocido Erich Ludendorff como Jefe de Estado Mayor de Hindenburg a finales de Agosto de 1914, puede resultar un buen ejemplo de lo que se denomina “El efecto mariposa”; por entonces nadie podía prever que esta decisión pudiese resultar trascendental tanto para el desarrollo de la Gran Guerra como de la Historia de Europa en el siglo XX. Ludendorff era un militar capacitado, de los muchos con los que contaba el Imperio alemán al iniciarse el conflicto, que tuvo la fortuna de servir bajo un General como Hindenburg que pronto delegó en él tanto las decisiones tácticas como estratégicas, y también que para cuando ambos llegaron al Frente Oriental el Coronel Hoffman ya había tomado las disposiciones principales para lograr una aplastante victoria en la batalla de Tannenberg, cuya resonancia en Alemania pronto les convertiría en héroes nacionales. Cuando Falkenhayn resultó defenestrado y su cargo como Jefe del Estado Mayor ocupado por Hindenburg, la tormenta perfecta tomó forma y Ludendorff, cuyo cargo era simplemente el de Intendente General, se convirtió de facto en la persona que lideró el Imperio entre mediados de 1916 hasta casi el fin de la guerra, ya hemos leído con qué resultados tras sus presiones para iniciar la campaña submarina irrestricta, su menosprecio hacia Estados Unidos y finalmente sus mal planificadas Ofensivas de Primavera. No hemos de pensar por ello que Ludendorff era un simple patán, demostró habilidad y gran capacidad de trabajo tanto en el Frente Oriental como en sus medidas defensivas en el Occidental, sabía que Alemania no podía permitirse un nuevo Somme y organizó defensas en profundidad que dieron buenos resultados en 1917, tanto en Chemins des Dames contra la Ofensiva de Nivelle como en Passchendaele contra los británicos, donde las líneas resistieron a cambio de sufrir unas bajas inferiores a las de 1916. Uno de los dos grandes problemas de Ludendorff era su incapacidad para no admitir otro resultado de la guerra que no fuese una completa victoria germana, lo que le llevó a doblar la apuesta en cada ocasión, con el resultado final de dejar el país en bancarrota; el otro, no aceptar la menor responsabilidad por sus actos y buscar cualquier excusa para explicar sus fracasos, una actitud compartida por muchos de sus colegas, que tuvo como resultado último no solo que Alemania perdiese la Gran Guerra, además que abonase el terreno para ser derrotada en una segunda, mucho más catastrófica, tanto para el mundo como la propia Alemania.

Aquel que tras pedir desesperadamente un armisticio en un plazo de veinticuatro horas porque el frente se hundía y luego pasó a abogar una defensa sin esperanzas hasta el último hombre, debió haber perdido el coraje que demostró en Lieja al inicio de la guerra, pues al instaurarse la República de Weymar se disfrazó con una barba postiza y unas gafas azules con el fin de huir a Suecia. No está claro si escapaba de la Revolución o si en el fondo era consciente de ser el principal culpable de la derrota alemana y sería juzgado por ello, el caso es que regresó tres meses más tarde cuando las aguas se habían calmado bastante, pero mientras tanto tuvo tiempo de escribir sus memorias, tituladas “My War Memoirs, 1914-1918”, básicamente un compendio de justificaciones inconsistentes de su actuación durante la guerra y un echar balones fuera, culpando a políticos, revolucionarios, judíos y demás de la derrota, siendo uno de los destacados propagandistas del mito de la puñalada por la espalda.

Como Dios los cría y ellos se juntan, después de participar en el Putsch de Kapp en 1920 y tras su fracaso huir de nuevo, en esta ocasión a Baviera, en 1923 conoce a Hitler y rápidamente traban amistad, participando también el Putsch de Múnich, y aunque juzgado, resultó absuelto. Un año más tarde es elegido como diputado nazi en el Reichstag, en 1925 se deja convencer por Hitler para presentarse a las elecciones para Presidente de la República, y es un consuelo saber que de 24 millones de votos emitidos solo obtuvo 280.000. Que Hindenburg fuese el vencedor le hizo distanciarse nuevamente de su antiguo superior nominal, y también se fue alejando de Hitler según crecían sus excentricidades, como crear una sociedad exotérica denominada “Sociedad para el conocimiento de Dios”, pasar a adorar a Wotan, desear una nueva guerra de Alemania contra toda Europa, expresar que la dictadura militar era el la forma de gobierno natural, la guerra “el fundamento de la sociedad” o escupir su veneno sobre judíos o cristianos: "Rechazo el cristianismo porque es judío, porque es internacional y porque, de manera cobarde, predica la paz en la Tierra"; un dechado de virtudes el hombre. Finalmente murió debido a un cáncer de hígado el 20 de Diciembre de 1937, a la edad de 72 años, y su epitafio más adecuado quizá sea el escrito por el analista militar Hans Delbrück: “Bismarck y Moltke (el Viejo) crearon el Imperio, Tirpitz y Ludendorff lo destruyeron”. (Tirpitz no es ni mucho menos tan responsable como Ludendorff, pero quizá solo porque no le dejaron…).

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Tumba de Ludendorff en Tutzing, Baviera.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 6:57 pm

Theobald von Bethmann-Hollweg.

Quienes hayan leído este hilo no se sorprenderán porque exprese mi reconocimiento por la figura del Canciller, un hombre que buscaba lo mejor para su patria sin dejarse influenciar por intereses partidistas, personales o ideológicos, quizá por ello en ocasiones se puede leer que era una persona falta de carácter, acusación pienso que desmontada a poco que estudiemos su actuación en el relato anterior, pues no dudó en enfrentarse a políticas que en su opinión ponían en riesgo el futuro del Imperio alemán; que fuese calificado por los nacionalistas de derecha como un “peligroso liberal”, mientras para socialdemócratas y liberales alemanes era un “ultraconservador poco fiable”, lo entiendo más como un halago hacia una persona que intentaba escuchar y complacer en lo posible todas las tendencias políticas existentes en el país que como una crítica; en realidad Bethmann-Hollweg era por encima de todo un monárquico.

Su actuación durante la crisis de Julio de 1914, que desembocó en la Gran Guerra, sigue siendo muy debatida, en especial la concesión del conocido como “cheque en blanco” al Imperio austrohúngaro. Hay que entender que Bethmann, desde que fue elegido Canciller en 1909, tuvo que lidiar con una posición más complicada que sus antecesores, con la Entente tomando forma y teniendo que sortear crisis como las Guerras de los Balcanes o Marruecos. Su política anterior al estallido del conflicto estuvo enfocada a restablecer lazos con Gran Bretaña, consciente de que Alemania podría vencer en una guerra solo contra Francia y Rusia, pero sus esfuerzos no fructificaron debido a la oposición de parte de las Fuerzas Armadas, y en especial de Von Tirpitz, por limitar la expansión naval. En Julio de 1914 entendió que Alemania no podía abandonar a su único aliado, y que Austria/Hungría tenía derecho a una reparación tras el atentado de Sarajevo, pero en su política de “riesgo calculado”, su intención era un rápido escarmiento de los austrohúngaros a Serbia, limitando el conflicto a los Balcanes, sin buscar nunca una guerra a gran escala. Su apoyo al Imperio Austrohúngaro también se vio influenciado por los militares, si habría de haber guerra (y pocos dudaban que la habría), Moltke le comunicó que mejor ahora que dentro de dos años, cuando los franceses dispondrían de un renovado parque de artillería pesada y los rusos habrían construido más vías férreas hacia Prusia. El estallido de una conflagración general resultó un duro golpe para el Canciller, que años más tarde, en pleno conflicto, respondió a una pregunta al respecto con unas palabras que le honran: “Confieso honestamente que tenemos cierta parte de responsabilidad. Si dijera que este pensamiento me oprime diría muy poco, este pensamiento nunca me abandona, tengo que convivir con él".

Tras el fracaso del Plan Schlieffen fue de los primeros en intuir (junto al propio Moltke el Joven, el principal responsable) que Alemania no podría vencer en la guerra, ya hemos visto sus esfuerzos por alcanzar acuerdos de paz, o al menos, para no sumar más enemigos a los ya existentes. Quizá su mayor error fue alentar la sustitución de Falkenhayn como Jefe del Estado Mayor, ni estaba de acuerdo con el desarrollo de la batalla de Verdún ni con el cambio de actitud del General ante la propuesta de una campaña submarina irrestricta, pero su sustitución por la dupla Hindenburg/Ludendorff dio lugar a que fuese peor el remedio que la enfermedad. Tras tener que ceder finalmente en la conferencia de Pless y la consecuente entrada en guerra de Estados Unidos, su influencia en los asuntos de Estado se vio muy menguada, y el golpe final vino cuando en Julio de 1917 una nueva mayoría en el Reichstag formada por socialdemócratas y centristas votó por amplia mayoría aprobar una resolución de paz sin anexiones y la democratización de Alemania. La resolución en sí no tuvo mayores consecuencias pero para el Estado Mayor era una muestra de que Bethmann no era capaz de manejar el Parlamento, de modo que tanto Hindenburg como Ludendorff aprovecharon la coyuntura para librarse de un personaje al que aborrecían, y lo hicieron poniendo al Kaiser entre la espada y la pared al decirle que si no destituía a Bethmann, ambos dimitirían.

Tras la guerra se retiró a la casa familiar en el pequeño pueblo de Hohenfinow, desde donde se postuló ante los Aliados para ser juzgado en lugar del Kaiser, y escribió sus memorias tituladas "Reflections on the world war" en dos volúmenes; el primero donde trata su gestión como Canciller hasta el estallido del conflicto, que atribuye principalmente al paneslavismo ruso y al posicionamiento de Gran Bretaña; el segundo no he podido leerlo pero al parecer desmonta las teorías conspiratorias de los más acérrimos nacionalistas y los motivos de la derrota. En realidad se lo podría haber ahorrado, le hubiese bastado con escribir: ¡Os lo advertí!

Tras coger un fuerte resfriado en Diciembre de 1920, este degeneró en neumonía y falleció el 1 de Enero de 1921, a la edad de 64 años.

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Tumba de Theobald von Bethmann-Hollweg en Hohenfinow, Brandenburg.

SMS Derfflinger
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Re: Bloqueo y contrabloqueo, la partida decisiva.

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 08, 2021 7:01 pm

Alfred von Tirpitz.

Este caballero se merece todos mis agradecimientos como creador de la moderna Kaiserliche Marine, de no ser por él no sé a qué campo hubiese dedicado tantos años de estudios, igual hubiese perdido mi vida interesándome por artefactos voladores sin mayor relevancia… :) Bueno, le habíamos perdido de vista cuando dimitió como Ministro de Marina en Marzo de 1916, pero ello no significa que se estuviese quieto tras ello, de hecho en 1917 fue uno de los fundadores del denominado Partido de la Patria, surgido en oposición a la resolución del Reichstag de una paz sin anexiones, extremadamente nacionalista, con pinceladas supremacistas arias y antisemita. Cuando se vislumbraba el final de la guerra se adhirió al bando de la resistencia a ultranza, escribiendo varias cartas a personalidades como el Príncipe Heredero o el Canciller Max de Baden para defender su postura, según la cual aún se podría resistir hasta la primavera de 1919, fantaseando con que tal actitud hubiese supuesto una paz más beneficiosa.

Tras la guerra, por eso de no perder las tradiciones, se dedica a escribir sus memorias; no se rompe mucho la cabeza con el título (“My memoirs”), pero resulta una obra entretenida, sobre todo en su primera parte, cuando explica el nacimiento y desarrollo de la Kaiserliche Marine y defiende la necesidad de su existencia. La segunda es otro cantar, estoy de acuerdo con él en algunos temas, como que la Hochseeflotte debió presentar batalla en 1914, pero buena parte de la obra la dedica a escupir su bilis contra Bethmann-Hollweg, a quien por poco no acusa de agente británico infiltrado, cargándole con la culpa de todos lo errores, incluso de las decisiones del Kaiser, al parecer un pelele en manos del Canciller y del Almirante von Muller. Se saca de la manga que, de no ser por la política de Bethmann, se habría podido alcanzar una paz por separado con Rusia, incluso imagina posibles textos de las notas de intercambio que habrían llevado a que el Zar reconsiderase su postura, hecho que sabemos nunca hubiese ocurrido. Hace una buena valoración y resumen de la guerra en el mar, pero pierde completamente los papeles cuando se trata de la campaña submarina, insistiendo en que de haberse llevado a cabo en 1916 Alemania hubiese ganado la guerra pese a que entonces disponía de poco más que cincuenta submarinos, basándose en el tonelaje hundido por cada uno de ellos y comparándolo con el obtenido en 1917, incluso tiene respuesta a quienes argumentan que entonces el número de U-boats era demasiado pequeño para estrangular a Gran Bretaña, indicando que Alemania pronto dispondría de nada menos que 205 sumergibles, en una especie de ingeniería financiera donde suma los existentes, las unidades en construcción e incluso las previstas sine die. Asegura que se hubiesen podido hundir hasta un millón de toneladas al mes, cuando los datos de Abril de 1917, el mejor mes de la campaña submarina, con casi 120 submarinos disponibles, se quedó en 870.000 toneladas; pero argumenta que para entonces los británicos estaban mejor preparados (ya sabemos que no), al tiempo que no dice una palabra sobre el sistema de convoyes, que probablemente se hubiese adoptado con antelación, y desdeña la entrada en guerra de Estados Unidos, por una parte debido a las elecciones presidenciales y por otra porque aunque se hubiese involucrado en el conflicto su repercusión hubiese sido menor en 1916 porque Alemania estaba más fuerte que un año más tarde. En resumen, se suma a quienes habiendo perdido la guerra crean el mito de la puñalada por la espalda, culpando a políticos, demócratas, francmasones y judíos de la derrota, sin la menor autocrítica hacia quienes tomaron funestas decisiones estratégicas que conllevaron la ruina del Imperio.

Durante la República de Weimar se unió al Partido Nacional del Pueblo Alemán, el principal partido conservador que aglutinó a varios otros como el Partido de la Patria, con un perfil semejante en lo referente a pangermanismo, antisemitismo y contrario a la Constitución, lo que no impidió que durante cuatro años fue diputado en el Reichstag, apoyando la presidencia de Hindenburg.

Falleció debido a una bronquitis el 6 de Marzo de 1930 a los 80 años, siendo enterrado en el cementerio de Múnich.

Imagen
Tumba de Alfred von Tirpitz.

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