Memorias de un tanquista alemán

Recensiones personales de libros leídos

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leytekursk
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Memorias de un tanquista alemán

Mensaje por leytekursk » Dom Oct 14, 2007 4:11 am

Titulo : Nosotros estuvimos en el frente
Autor: J. W. Oechelhaeuser
Editorial : Herrero S.A. Mexico D.F. 1966


Interesante libro de memorias de guerra del autor quien fue comandante de carros en el frente Oriental formando parte de la 23 división Panzer.

El relato recoge sus experiencias desde Francia, el Cáucaso, Stalingrado (integrado al ejercito de Hott), luego el retroceso, Polonia, Hungría, Alemania.

Inicia la guerra comandando un Pz III y luego le es asignado un Panther.

Se destacan los episodios en que relata:

1.- El ataque guerrillero a su carro con bombas molotov
2.- Su encuentro con un KV II (ver post en “carros de Combate KV II)
3.- La pérdida de su radiotelegrafista…¡Devorado por los lobos!
4.- Herido por un mortero ruso
5.- El error en despacho del tren con los heridos (error que le salva la vida por cuanto el otro tren es asaltado por los rusos y todos los heridos asesinados)
6.- Sus encuentros con Fegelein
7.- La pérdida de su Panther (se incendió repentinamente y sin causa aparente)
8.- Su captura por los guerrilleros de Tito.

Llama la atención en este relato, la visión pesimista del autor quien en ningún momento se atribuye acciones heroicas, al contrario, no tiene pudores en contarnos de sus miedos que por momentos rozan la cobardía.. (hay un episodio en que durante un ataque ruso se esconde hasta que el ataque es repelido.
“Los valientes, que buscan las hojas de roble, al frente, los novatos a los flancos…nosotros, al centro” dice alguna vez respecto a la formación de ataque de los carros.

En general, es un libro muy entretenido, que nos enseña que para los alemanes en el frente ruso, el ejército rojo era sólo una de sus muchas preocupaciones, entre las que destacaban su lucha contra el frío, el hambre, los piojos, los lobos, los guerrilleros, la falta de suministros, (El autor debió combatir varias semanas sólo con la ametralladora de su carro por cuanto no había repuesto para su cañón que estaba dañado.) etc.

Muy recomendable para quienes gusten de este tipo de relatos-testimonios de quienes estuvieron en primera línea de fuego.
Reproduciré a continuación parte del capítulo 12 páginas 92 y 93 en que se refleja muy bien la condición de estos soldados en el frente:

Cito:
“…Los tanques restantes del regimiento formaban una posición de defensa en redondo en alguna parte del campo abierto. Desde hacía más de tres días las tripulaciones no llegaron a saborear comida caliente. Allí estaban los vehículos parados e inmóviles. Ya no quedaba gasolina, y a pesar del líquido protector contra el frío, el agua de los radiadores formaba masas de hielo compacto. ¡Hay de aquel que tocara, sin los guantes puestos, el acero de las paredes de los carros! Sus manos quedarían pegadas al acero y si pretendiera desprenderlas, perdería la piel del todo.

En el interior del tanque, un soplete de soldadura permanecía emitiendo ruidos feos y agresivos. Su finalidad era servir de algo así como calefacción. Mas eso era pedir mucho a esa lámpara de soplete; no tenía tanta fuerza como para calentar el interior. Humeaba y apestaba y su combustible apenas alcanzaría para algunas horas más. Luego, seguramente se apagaría y con ella la pequeña ilusión de calor.

Esperábamos que nos llegaran gasolina, alimentos y refuerzos. Pero nuestras esperanzas no se realizaron y aquellas municiones que nos podrían haber facilitado un rompimiento del cerco, fueron empleadas para rechazar los diarios ataques del enemigo. Éramos aún cuatro hombres y cada media hora nos relevábamos en el puesto de guardia en la torreta. Esto significaba que en doce ocasiones al día cada uno de nosotros tenía que exponer su cara negra por la grasa de motor que nos untábamos, a la mordaz furia de la tempestad de nieve; doce veces al día durante treinta minutos temíamos cada quien un nuevo ataque de los rusos y doce veces al día durante treinta minutos se avivaba en cada uno de nosotros, la fútil esperanza de ver por fin la llegada de nuestros refuerzos.

Como a las 14:30, el viejo con su cabo apuntador, nos vino a pasar revista. Pude observar cómo lucharon ambos, con mucho trabajo para atravesar la nieve increíblemente profunda para acercársenos. Subieron al tanque por la parte de atrás y así pudimos entendernos mejor. Reporté la baja del radiotelegrafista durante la noche anterior. A escasos doce pasos del tanque, los lobos lo atacaron y lo devoraron. El había ido a la ambulancia para que le vendaran el brazo derecho, y al regreso, la tempestad de nieve lo sorprendió de modo que, en medio de este alud azotador y blanco de nieve, no fue capaz de encontrar el camino de vuelta hacia nosotros, un camino de unos pocos pasos. Ciego por la nieve, fue torpemente dando vueltas y los lobos se le echaron encima con tal furia que no le dieron tiempo de soltar un solo disparo. Al revisar su pistola lo comprobamos. El cráneo se hallaba cubierto de sangre congelada. Además pudimos localizar una de sus botas y residuos de su abrigo de piel. Los lobos lo habían desmembrado. Luego fueron separando para roer, bajo la protección de la noche helada, los huesos, y por fin, éstos quedaron esparcidos por doquier junto con los restos de su uniforme.

Con los binoculares pudimos reconstruir parte de este espantoso suceso, por lo menos por aquellas huellas que la nieve aún no había cubierto de nuevo. Se lo expliqué al Coronel y le mostré los alrededores. El guardia, sin duda, cerró la escotilla de la torre, debido a la violencia de la tempestad y si hubo gritos de auxilio, no se enteró de nada.”

Fin de la cita.

Saludos...
Última edición por leytekursk el Dom Oct 14, 2007 7:06 pm, editado 1 vez en total.

zimmermann
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Mensaje por zimmermann » Dom Oct 14, 2007 10:50 am

Terrorifico relato leytekursk, a la par que alucinante.
Gracias por compartirlo.
Saludos.

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leytekursk
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Mensaje por leytekursk » Lun Oct 15, 2007 5:35 am

Gracias por tu comentario Zimmermann, es grato saber que lo que uno postea es bien recibido.

Sabiendo que este libro no es fácil de conseguir, postearé algunos episodios que me parecen interesantes.

A continuación, algunos párrafos relativos a los problemas que causaban a las tropas alemanas los partisanos rusos:

cito:

"...Dos días antes de Navidad llegó el grupo de reparaciones, trayendo consigo un repuesto del mecanismo descompuesto. Al día siguiente nos trasladamos al frente. Nuestras unidades de abastecimientos se encontraban en Akseiskaia, y desde allí faltaban solamente unos 100 kilómetros para llegar a Stalingrado.

El 24 de diciembre trajo un frío tal que parecía emitir sonidos estrujantes. Un sol claro y suavemente amarillo iluminaba un cruel cielo frío y no parecía sentir verguenza de ser tan impotente al no emitir calor alguno. En medio de semejante infierno helado la emprendimos sólos hacia adelante y cubrimos el último trecho hasta llegar a los emplazamientos de lucha. El grupo blindado de combate de la división se había visto obligado a tomar durante la noche y a plena intemperie una posición de defensa en erizo. Las tripulaciones tenían un aspecto que daba lástima. Por falta del correspondiente ungüento protector de la piel contra el frío , estos pobres diablos se habían embarrado la cara con aceite de armas o de motores. Resultaba casi imposible relevarlos, ya que los transportes de relevo eran atacados frecuentemente durante la noche y a lo largo de los interminables y nada protegidos caminos de retaguardia por poderosos grupos de bien armados guerrilleros. Estas luchas de guerrilleros carecían de leyes y eran aún mucho más crueles que la crueldad acostumbrada de una guerra.

La única meta era la total aniquilación y la masacre despiadada, usando cualquier método o cualquier forma, y ese era siempre el resultado. Aquel infeliz compatriota que no muriera en combate, sería atado, empapado con agua y abandonado en alguna parte de la campiña. Casi siempre los congelados cuerpos eran utilizados para formar una cruz gamada. Ocho cuerpos hacían falta para eso. En una ocasión encontramos doce de estas cruces gamadas formadas con los cuerpos de los heridos y personal de un hospital militar de nuestra retaguardia."

Fin de la cita.


Saludos...

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Darivo
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Mensaje por Darivo » Lun Oct 15, 2007 9:59 am

mmm que buena pinta tiene....

este libro se puede comprar a precio asequible o es uno de esos libros descatalogados que te cuesta un cojón y tiene las tapas que se caen a trozos?

gracias leytekursk por tus citas

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Audie Murphy
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Mensaje por Audie Murphy » Lun Oct 15, 2007 11:57 am

sigue posteando compañero leytekursk porque está muy interesante el tema y he buscado ya en librerias de antiguo y no aparece este libro en sus catálogos, tendremos que pedir a Jesus Hernandez que use sus "influencias" para que alguna editorial lo reedite :lol: :lol:
"El mal existe cuando las personas buenas no hacen lo que es correcto"

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leytekursk
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Mensaje por leytekursk » Lun Oct 15, 2007 1:26 pm

He buscado referencias a este libro en internet y esto es lo único que he encontrado...

http://www.antiqbook.de/boox/ryl/AY436.shtml

Al parecer no ha sido reeditado

Esta es la portada de la edición en español

Imagen


Saludos...

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leytekursk
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Mensaje por leytekursk » Mar Oct 16, 2007 5:11 am

Veo que esto interesa a los amigos del foro...
Transcribo a continuación el capítulo 7 de este libro...uno de los más interesantes a mi juicio.

Cito
"A la compañía llegó un nuevo teniente. Maestro de profesión y propiamente dicho demasiado grande para las dimensiones interiores de un carro blindado.

Su primera misión fue la de descubrir y rescatar un automóvil que, con tres oficiales de Estado Mayor, había salido de exploración y fue sorprendido por los rusos. Ahora se encontraba en algún lugar de la zona según el radiocomunicado. Dos tanques debían salir a la búsqueda. El Largo teniente, a quien todavía no se había asignado carro, obtuvo la conducción del nuestro, el 921.

Puse al aire libre al enfermero Rubener y me senté en el pequeño asiento entre el depósito de municiones y el cañón. Apenas habíamos comenzado a avanzar y alejado como un cuarto de hora de la compañía, cuando por la mirilla observé infantería rusa a pocos metros de nosotros en el monte bajo.

Di un fuerte golpe contra las rodillas al teniente, quien al parecer no se había dado cuenta aún de las figuras al acecho y tenía medio cuerpo afuera de la torrecilla. Las piernas se le doblaron y cayó resbalando hacia su asiento.

¿Qué le pasa idiota?...me dijo vociferando ruidosamente. Pero en ese mismo momento comenzó a caer petróleo ardiendo al interior de la torrecilla y el teniente se puso a gritar de dolor.

Los rusos habían echado una botella incendiaria en la torrecilla abierta y el material encendido corría por la nuca y espalda de nuestro teniente, penetrando al interior del carro.

Estuve a punto de saltar del carro, pero me acordé de que los rusos nos estaban esperando afuera. En este momento de perplejidad vi el extinguidor de mano que se hallaba próximo y, de acuerdo con las instrucciones, en su agarradero. En realidad los extinguidores siempre estaban vacíos en cualquier carro blindado, pero el buen Dios quiso que éste estuviera lleno y que además funcionara.

Con la misma rapidez con que el combustible había prendido, pude apagarlo de nuevo cuando la espuma del extinguidor absorbió el oxígeno.

Ruhn se asió a las piernas del teniente, quien, atolondrado de miedo y dolor, quería saltar por la torrecilla. Finalmente, se desmayó y se deslizó lentamente al interior del carro. Allí pude rociarlo con lo que quedaba de la espuma del extinguidor, hasta que las llamas se apagaron totalmente. A duras penas me corrí hacia el asiento del comandante, desde donde oí que estábamos en medio de un violento tiroteo. En la parte trasera del carro estallaron dos granadas y las ráfagas de ametralladoras caían como granizo contra las paredes. El carro avanzaba a moderada velocidad. Por la parte de afuera, algo había ante la mirilla.

La abertura de la torrecilla, que yo hubiera querido cerrar, estaba abierta de par en par. Observando hacia arriba, vi una bóveda celeste de verano sin una nube. Ruhn me pasó algo. Mirando más detenidamente, noté que eran los auriculares que habían quitado de la cabeza del teniente. Todavía funcionaban, y gracias a ellos pude oir la voz excitada del sargento Ritsch, comandante del carro que venía detrás del nuestro:

¡Alto!...gritaba ¡Alto el 921!...¿Adónde demonios van?...¿No lo ven idiotas?...Todo está lleno de rusos. Hay que volver atrás con cautela. Por delante, en la capota se treparon dos rusos y otro está sentado en la torrecilla. Cierren bien la escotilla rápido, de lo contrario les lanzarán granadas dentro del carro...Trataré de bajar a tiros a esos tipos...¡Hagan marcha atrás inmediatamente!

No sólo ante mi mirilla, sino también ante la del chofer Longo debió haberse sentado un ruso. Evidentemente estábamos dando vueltas sin sentido por el campo. Yo no tenía un micrófono para comunicarme con los demás. Pasando por encima del agonizante teniente, bajé hacia el asiento del chofer.

Entretanto Ruhn disparaba una ráfaga tras otra. Cuando logré llegar hasta Longo le di un golpecito en el hombro izquierdo y él diestramente viró hacia la izquierda. El tanque comenzó a describir una gran circunferencia. Con aquel ruido infernal de nada servían las palabras. De repente, el conductor tuvo la visual libre. Los rusos debían haberse corrido a la parte posterior y buscado protección detrás de la torrecilla, porque ahora Ritsch podía barrer nuestra parte delantera.

De nuevo se oía una voz en el auricular:

"Así está bien. ¡Sigan así un poco más!..ya eliminé a los "ivanes" del frente. En la parte trasera hay dos más. Esos tendrán que eliminarlos ustedes mismos.

Pensé en una granada de mano. Pero sus esquirlas podrían pasar por la toma de aire a la cámara de motores. Entonces quité rápidamente de la mirilla los bloques de cristal contra disparos y con la pistola disparé contra la masa oscura.

Dos, tres, cuatro disparos. Todo el cargador. La masa oscura del exterior se puso en movimiento y yo ya tenía esperanzas...pero entonces todo se oscureció sobre mí. La apertura de la torrecilla, por donde antes se veía un cielo azul, ahora apareció un brazo oscilante, con una mano sucia, un hombro color pardo y un pedazo de cabeza. Mi pistola estaba vacía. Me deslicé hacia abajo y grité lo más fuerte que pude: “¡Ruhn!”

Pero no me oyó, sino que siguió disparando con la vista puesta en la óptica del arma. Desesperado, dejé caer la pistola vacía y agarré la pistola lanzaseñales. Apunté en dirección a lo alto y apreté. El chorro salió hacia arriba.

“Seguramente no di en el blanco -pensé- ahora él toma su botella incendiaria, la deja caer; ahora quita el seguro de su granada…ahora…”

Me refugié sudando y con todo el cuerpo temblando en el extremo posterior del asiento.

La abertura de la torrecilla seguía oscurecida. Mas nada sucedió. Con el trajín había perdido el auricular. Desde el exterior, las ráfagas de ametralladora golpeaban insistentemente las paredes del carro.

Alguien me tira de la pierna. Me vuelvo y veo el rostro pálido del radiotelegrafista. Me tiende la pistola recargada. ¡Gracias a Dios! Vuelvo a meter el brazo en la torrecilla y disparo verticalmente hacia arriba. Dos, tres, cuatro disparos…nada. Sigue la oscuridad. De repente el carro se detiene. ¡Sólo eso nos faltaba!

Me arrastro de nuevo con dificultad hacia la torre y, haciendo un esfuerzo, miro para arriba; me caen en la cara gotas calientes de sangre. Tomo de nuevo impulso y con toda mi fuerza empujo desde abajo el brazo colgante y el hombro que derrama sangre. No es tan difícil apartarlo. ¡Por fin vuelvo a ver el cielo consolador!

Afuera la balacera ya no es tan recia. Con un gesto rápido saco la cabeza por el borde de la torrecilla y miro directamente a la boca de las dos ametralladoras del carro blindado de Ritsch, quien a menos de tres metros de nosotros sigue apuntándonos con su torre. En la capota yace un ruso muerto y en el techo de la torre, el segundo, el que yo aparté a un lado. Cerca del “Ivan” hay todavía dos botellas incendiarias sin usar.

De los demás rusos ya no se ve ninguno. Ritsch, quien con su carro maniobró hacia atrás por precaución, hace salir su auricular por la torrecilla indicando que quiere comunicarse conmigo. Yo me arrastro al asiento del comandante y pongo el pie en el pecho del desdichado.

Ruhn sigue con la mirada puesta en el periscopio y hace girar lentamente la torrecilla de un lado para otro. Sigue disparando la ametralladora contra el monte bajo. Grito con todas mis fuerzas por el auricular, pero el ruido no permite que me oiga. Por último, tiro con fuerza la pistola vacía al lomo del radiotelegrafista, éste se vuelve y con un gesto de disculpa me envía hacia arriba el auricular. Por fin puedo hablar con Ritsch.

Ritsch me manifiesta que su carro está todavía en condiciones de lucha. Yo le contesto que no ocurre así con el nuestro y que tenemos que regresar a la compañía. Además el teniente necesita ser tratado inmediatamente por personal médico.

-Bueno- Dijo Ritsch, asintiendo-, entonces volveremos atrás e iremos a casa.

Yo quería poner vendas al teniente y le dije a Longo que siguiera al otro carro. En el nuestro reinaba un asqueroso hedor a pólvora, extinguidor y carne quemada. Cuando después de un cuarto de hora de viaje llegamos de nuevo al reducto de la compañía, yo salté antes de que el carro parara y corrí detrás de unas matas. Tenía imperiosa necesidad de evacuar el vientre y el estómago. Rubener me encontró y sin decir palabra se marchó para regresar luego con una olla llena de agua fría con la cual me lavó como si fuera un niño y vendó mi brazo izquierdo. Cuando hubo terminado, me dijo que tenía que presentarme inmediatamente ante el jefe.

El Coronel estaba sentado entre dos orugas de su carro. Pegada a él había una camilla con el teniente envuelto en gruesos vendajes blancos. Me presenté y saludé.

¿Por qué no siguieron buscando a los oficiales? Es una maldita indecencia eso de volverse atrás. Si un día quiere llegar a mandar, primero tiene usted que aprender a obedecer. Siempre encontrará dificultades. La guerra no es una lección de baile. ¿Es grave su herida?

No señor.

Entonces vuelvan a salir inmediatamente usted y Ritsch. Ya conocen el lugar y por fin, cumplan las órdenes recibidas…

Me cuadré saludando y me volví con lágrimas en los ojos…¡Dios mio, volver nuevamente a ese infierno!

Los dos carros estaban ya de nuevo a punto de marchar y Ritsch se hallaba en su torrecilla. Me encaramé al cañón y penetré al interior de mi carro.. Cuando el motor se puso en marcha, me enjugué la nariz y los ojos con la venda de mi brazo…seguramente debí sollozar bastante porque Ritsch me preguntó por radio si estaba bien.

Luego volvimos a estar en el mismo lugar de antes. Con las ametralladoras rociamos la maleza y con toda cautela nos aproximamos a un claro en el cual se hallaba el automóvil del Estado Mayor. Ya no se veía ningún ruso. Delante del automóvil, en la hierba, yacía una figura gris, el chofer, un suboficial. Nos acercamos y Ritsch salió del carro. En dos saltos llegó al lado del vehículo abatido, se aproximó al cadáver y lo volvió de espaldas para arrancarle su placa de identificación. Luego regresó a rastras, me miró interrogativamente y se encogió de hombros. Ni una huella de los oficiales. Con los gemelos exploramos el monte bajo circundante. Ni una sola señal.

Entonces, examiné el panorama y pensé dónde habría buscado yo protección si me hubiese sorprendido un ataque aquí. Hacia allí dirigí mi carro. Y, efectivamente, allí yacían, en una zanja llana, un coronel, un mayor, y un teniente muy joven. Dos de mis hombres colocaron los cadáveres cuidadosamente sobre la capota del carro. Luego emprendimos el regreso.

Me presenté al Jefe, a quien encontré aún en el mismo sitio de antes. Mientras mis hombres descargaban los cadáveres, el Jefe escuchaba mi informe en silencio. Cuando hube terminado, por fin oí su voz con tono indiferente:

“Si la primera vez, sin contemplaciones y con sangre fría hubiera seguido usted adelante y hubiese cumplido sus órdenes..tal vez estos cuatro cadáveres aún vivirían.”

No pude objetar nada. Sentí que tenía razón."

Fin de la cita.


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leytekursk
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Mensaje por leytekursk » Mié Oct 17, 2007 10:41 pm

He encontrado un sitio en que tienen el libro a la venta.

http://www.ellibroviejo.com/guerrasmundialesb.htm


Saludos...

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edumardo
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Mensaje por edumardo » Dom Sep 25, 2011 3:33 am

EDITADO: posteé en el lugar equivocado :sgm118: .

Un saludo.

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vonHosch
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Re: Memorias de un tanquista alemán

Mensaje por vonHosch » Vie May 17, 2013 9:14 pm

Buenas tardes:
Termine de leer este libro (publicado por Ediciones Sieghels 2009), a mi modesto parecer un libro interesante, crudo, si se me permite la expresión, basta con leer algunos parrafos de los transcriptos en este mismo post, revelando detalles que muchas veces son obviados para no herir sensibilidades de los lectores. Da un pantallazo de la dureza de la guerra del frente del este,con actos de gran valor, pero tambien de cobardia. Hubo algunos pasajes que me desorientaron, como por ejemplo cuando relata que estando de guardia se le aparece un soldado ruso que supuestamente habia muerto la mañana anterior, no quedando claro si fue su imaginación o realmente no estaba muerto. En fin mas alla de eso lo recomiendo.

Saludos

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