Campanadas de traición. P.E. Caquet.
Publicado: Vie Sep 24, 2021 10:28 am
“Campanadas de traición” es un libro escrito con el tono de un académico, pero con la soltura que da tirar por la borda ciertas cadenas formales.
El libro es una crónica la crisis de Múnich escrita principalmente desde el punto de vista checoslovaco. Una crónica combinada con muchas dosis de análisis. No hay más de 25 actores entre el dramatis personae, Chamberlain y su camarilla y embajadores, igual con Daladier y los suyos, los checoslovacos y Hitler. Cuatro grupos, y un patetismo tremendo, en el tono del autor y en la actitud de los protagonistas. Y esta pléyade de personajes aterriza en, prácticamente mayo de 1938, con Austria ya anexionada. De ahí parte la historia, hasta llegar al 30 de septiembre. De modo que el libro cubre 5 meses de crónica.
La tesis que defiende Caquet es bastante razonable, y ortodoxa: que el año que ganaron Gran Bretaña y Francia para rearmarse también lo ganó Alemania, y además las primeras perdieron un importante ejército como era el checoslovaco.
Un argumento repetido a favor del apaciguamiento es que, a cambio de toda esta destrucción y este sufrimiento, los aliados tuvieron tiempo para rearmarse. Quizás fuera así, aunque en este libro se ha planteado lo contrario. (p240)
En la página 160 reflexiona sobre esto, muy finamente:
El diablo está en los detalles y eso Caquet lo sabe muy bien. He recordado con mucho afecto la lectura de “Contrapunto”, una novela poco conocida de Aldous Huxley, en la que el inglés describe con una habilidad pasmosa la psicología de la convivencia marital. De forma parecida Caquet acompaña de una pátina psicológica las angustiosas negociaciones con Hitler, los miedos de los checoslovacos y los de franceses e ingleses. Cada mensaje emitido por un actor no solo es reportado; es analizado, se desgajan las implicaciones que pudiera tener, y cómo afectaría a cada jugador y a la partida en global. Esta labor de análisis es la que realmente da valor a esta obra.
El poder de los libros
En 1993, el escritor y periodista Robert Kaplan publicó un libro sobre el conflicto yugoslavo, que tituló “Fantasmas balcánicos”. El propio Kaplan escribió lo siguiente: “ Se cuenta que en 1993, mientras el presidente Clinton estaba planteándose una acción contundente para detener la guerra en Bosnia, él y su esposa leyeron el libro. La historia de la rivalidad étnica que se detallaba pormenorizadamente en el libro reforzó el pesimismo del presidente sobre la región y, según se dice, fue un factor decisivo para no emprender una respuesta militar clara de apoyo a los bosnios musulmanes…”(p75) Unas páginas más adelante Caquet retoma la historia (p80), para contar que “en Checoslovaquia, el papel de Robert Kaplan lo representó una valiente, diligente e igualmente bien intencionada historiadora de Cambridge llamada Elisabeth Wiskemann. El libro de Wiskemann contenía una extensa investigación histórica que presentaba a checos y alemanes en guerra desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, explica Caquet, se obviaba que gran parte de la historia de Bohemia había sido prenacional, o que Henlein y Hitler explotaban activamente la cultura, los símbolos y la historia con fines ideológicos. El problema de presentar el conflicto con términos étnicos o nacionales era que ello eclipsaba por completo los argumentos clave de los checoslovacos contra la secesión de los Sudetes: que Bohemia llevaba con sus fronteras fijas mil años, y que la naturaleza brutal y autoritaria del régimen nazi debería haberse tenido más en cuenta que saber cuántos colegios alemanes había por habitante en la zona.
Pero triunfó la versión nazi del conflicto, anclada en la cuestión de la raza.
Pues bien, “en verano de 1938 el ministro de asuntos exteriores británico nombró a un mediador, Walter Runciman, para persuadir a los checoslovacos de que alcanzasen un acuerdo con Henlein y el SdP (Sudetendeutsche Partei). Runciman fue fotografiado en el tren que le llevaría de la estación de Victoria a Praga. En la fotografía sostiene entre sus manos el libro de Wiskemann. No sabemos lo que pensaba de él, pero en una carta a Chamberlain el día antes de su partida escribió: ¡Menudo reñidero ha sido siempre Bohemia! Durante 800 años han disputado y guerreado… ¿Cómo vamos a tener éxito?”.
Es curioso que Caquet no sea prolijo en adjetivos, y sin embargo describa las situaciones de forma bastante precisa.
Por otra parte el análisis geoestrátegico, muy de soslayo pero no menos bueno, de los países limítrofes con Checoslovaquia está bien traído. Destacaría el ejercicio empático que el autor hace con los dirigentes polacos. No solo hay egoísmo y carroñerismo, si se me permite la palabra. Hay también una lógica geoestratégica, si bien perversa, que los impulsa a pedir parte del pastel.
Tanto Gran Bretaña como Francia se comprometieron en Munich a garantizar las nuevas fronteras de Checoslovaquia. Pero es que el cinismo, es supino. Si no se han comprometido a defender a Checoslovaquia cuando era un país poderoso, analiza Caquet, con un ejército movilizado y unas fortificaciones bien defendidas, ¿cómo lo van a hacer cuando carece ya de todo esto?
El autor se ocupa muy poco de la posición y actitud de la Unión Soviética ( por lo demás, la URSS estaba comprometida a defender Checoslovaquia en virtud del tratado de ayuda mutua firmado en 1935, un acuerdo que exigía como condición previa que Francia cumpliera sus obligaciones con Praga) y tampoco se detiene en bucear en las fuerzas de la historia que, cual placas tectónicas, habrían llevado a la situación. No, nos vuelca directamente en mayo del 38, nos empuja y nos indigna con su fino análisis, el de un autor inteligente y perspicaz.
Y, terminando con la reseña, ¿cómo no terminar con España? El abandono de Gran Bretaña y Francia al gobierno legalmente constituido de la República española cuando más los necesitaba es parte del mismo relato que Caquet nos cuenta. Británicos y franceses fueron sacando parientes pobres de la barca y al final les pasó como termina el poema de Niemöller. Estaban solos.
Saludos cordiales.
El libro es una crónica la crisis de Múnich escrita principalmente desde el punto de vista checoslovaco. Una crónica combinada con muchas dosis de análisis. No hay más de 25 actores entre el dramatis personae, Chamberlain y su camarilla y embajadores, igual con Daladier y los suyos, los checoslovacos y Hitler. Cuatro grupos, y un patetismo tremendo, en el tono del autor y en la actitud de los protagonistas. Y esta pléyade de personajes aterriza en, prácticamente mayo de 1938, con Austria ya anexionada. De ahí parte la historia, hasta llegar al 30 de septiembre. De modo que el libro cubre 5 meses de crónica.
La tesis que defiende Caquet es bastante razonable, y ortodoxa: que el año que ganaron Gran Bretaña y Francia para rearmarse también lo ganó Alemania, y además las primeras perdieron un importante ejército como era el checoslovaco.
Un argumento repetido a favor del apaciguamiento es que, a cambio de toda esta destrucción y este sufrimiento, los aliados tuvieron tiempo para rearmarse. Quizás fuera así, aunque en este libro se ha planteado lo contrario. (p240)
En la página 160 reflexiona sobre esto, muy finamente:
El principal valor del libro reside en que el autor expone de forma elocuente y trepidante los hechos que llevaron a Munich el 30 de septiembre de 1938, y cómo lo vivieron los máximos mandatarios checoslovacos. Para ello emplea sobre todo memorias y fuentes secundarias de los actores implicados. Y eso es lo que más me ha gustado, comprender el problema desde dentro: la población nativa, la opinión pública checoslovaca o los periódicos.De la misma manera que la derrota de Francia de 1940 nos oculta sus posibilidades reales antes de Múnich [se refiere a la posibilidad que podría haber tenido de vencer a Alemania antes o en septiembre de 1938, junto a sus aliados, como Checoslovaquia], la derrota polaca de 1939 distorsiona retrospectivamente las posibilidades de Checoslovaquia. (p 160)
El diablo está en los detalles y eso Caquet lo sabe muy bien. He recordado con mucho afecto la lectura de “Contrapunto”, una novela poco conocida de Aldous Huxley, en la que el inglés describe con una habilidad pasmosa la psicología de la convivencia marital. De forma parecida Caquet acompaña de una pátina psicológica las angustiosas negociaciones con Hitler, los miedos de los checoslovacos y los de franceses e ingleses. Cada mensaje emitido por un actor no solo es reportado; es analizado, se desgajan las implicaciones que pudiera tener, y cómo afectaría a cada jugador y a la partida en global. Esta labor de análisis es la que realmente da valor a esta obra.
El poder de los libros
En 1993, el escritor y periodista Robert Kaplan publicó un libro sobre el conflicto yugoslavo, que tituló “Fantasmas balcánicos”. El propio Kaplan escribió lo siguiente: “ Se cuenta que en 1993, mientras el presidente Clinton estaba planteándose una acción contundente para detener la guerra en Bosnia, él y su esposa leyeron el libro. La historia de la rivalidad étnica que se detallaba pormenorizadamente en el libro reforzó el pesimismo del presidente sobre la región y, según se dice, fue un factor decisivo para no emprender una respuesta militar clara de apoyo a los bosnios musulmanes…”(p75) Unas páginas más adelante Caquet retoma la historia (p80), para contar que “en Checoslovaquia, el papel de Robert Kaplan lo representó una valiente, diligente e igualmente bien intencionada historiadora de Cambridge llamada Elisabeth Wiskemann. El libro de Wiskemann contenía una extensa investigación histórica que presentaba a checos y alemanes en guerra desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, explica Caquet, se obviaba que gran parte de la historia de Bohemia había sido prenacional, o que Henlein y Hitler explotaban activamente la cultura, los símbolos y la historia con fines ideológicos. El problema de presentar el conflicto con términos étnicos o nacionales era que ello eclipsaba por completo los argumentos clave de los checoslovacos contra la secesión de los Sudetes: que Bohemia llevaba con sus fronteras fijas mil años, y que la naturaleza brutal y autoritaria del régimen nazi debería haberse tenido más en cuenta que saber cuántos colegios alemanes había por habitante en la zona.
Pero triunfó la versión nazi del conflicto, anclada en la cuestión de la raza.
Pues bien, “en verano de 1938 el ministro de asuntos exteriores británico nombró a un mediador, Walter Runciman, para persuadir a los checoslovacos de que alcanzasen un acuerdo con Henlein y el SdP (Sudetendeutsche Partei). Runciman fue fotografiado en el tren que le llevaría de la estación de Victoria a Praga. En la fotografía sostiene entre sus manos el libro de Wiskemann. No sabemos lo que pensaba de él, pero en una carta a Chamberlain el día antes de su partida escribió: ¡Menudo reñidero ha sido siempre Bohemia! Durante 800 años han disputado y guerreado… ¿Cómo vamos a tener éxito?”.
Es curioso que Caquet no sea prolijo en adjetivos, y sin embargo describa las situaciones de forma bastante precisa.
Por otra parte el análisis geoestrátegico, muy de soslayo pero no menos bueno, de los países limítrofes con Checoslovaquia está bien traído. Destacaría el ejercicio empático que el autor hace con los dirigentes polacos. No solo hay egoísmo y carroñerismo, si se me permite la palabra. Hay también una lógica geoestratégica, si bien perversa, que los impulsa a pedir parte del pastel.
Tanto Gran Bretaña como Francia se comprometieron en Munich a garantizar las nuevas fronteras de Checoslovaquia. Pero es que el cinismo, es supino. Si no se han comprometido a defender a Checoslovaquia cuando era un país poderoso, analiza Caquet, con un ejército movilizado y unas fortificaciones bien defendidas, ¿cómo lo van a hacer cuando carece ya de todo esto?
El autor se ocupa muy poco de la posición y actitud de la Unión Soviética ( por lo demás, la URSS estaba comprometida a defender Checoslovaquia en virtud del tratado de ayuda mutua firmado en 1935, un acuerdo que exigía como condición previa que Francia cumpliera sus obligaciones con Praga) y tampoco se detiene en bucear en las fuerzas de la historia que, cual placas tectónicas, habrían llevado a la situación. No, nos vuelca directamente en mayo del 38, nos empuja y nos indigna con su fino análisis, el de un autor inteligente y perspicaz.
Y, terminando con la reseña, ¿cómo no terminar con España? El abandono de Gran Bretaña y Francia al gobierno legalmente constituido de la República española cuando más los necesitaba es parte del mismo relato que Caquet nos cuenta. Británicos y franceses fueron sacando parientes pobres de la barca y al final les pasó como termina el poema de Niemöller. Estaban solos.
Saludos cordiales.