Mensaje
por José Luis » Mar Sep 28, 2021 11:37 am
¡Hola a todos!
Quisiera añadir aquí mi opinión sobre el libro de Caquet, añadiendo algo más a lo expresado por Chuikov en su favorable reseña.
P. E. Caquet, Campanadas de Traición. Por qué Gran Bretaña y Francia entregaron Checoslovaquia a Hitler (Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2021).
Dos comentarios previos. Caquet presentó su tedis doctoral en la Universidad de Cambridge (Reino Unido) con el título The Orient, the Liberal Movement, and the Eastern Crisis of 1839-1941, publicándose en forma de libro en 2016 por la Palgrave Macmillan. Dos años después se publicó su segundo y hasta el momento último libro, que yo sepa, sobre otra crisis más, la de Checoslovaquia: The Bell of Treason. The 1938 Munich Agreement in Czechoslovakia (London: Profile Books Ltd., 2018), que ahora, en 2021, publicó Galaxia Gutemberg en español.
Se observa una ligera licencia editorial en la traducción del título de Galaxia Gutemberg, especialmente en el subtítulo. No es fiel al inglés, pero es totalmente fiel al discurso narrativo que hace Caquet en su libro: cómo y por qué los gobiernos de Gran Bretaña y Francia, liderados por Chamberlain y Daladier, respectivamente, traicionaron al gobierno de una de las democracias más avanzadas de la época para aplacar al matón nazi ante el estupor, la impotencia y la soledad del gobierno checoslovaco.
La historia política y diplomática de 1938 en relación con la “crisis de los Sudetes” es, en román paladino, la historia de las injerencias, presiones y amenazas de un bravucón sin escrúpulos, llamado Hitler, proferidas sobre un gobierno firme de Checoslovaquia que es ofendido y humillado por un indigente moral, llamado Chamberlain, y su reluctante vasallo, llamado Daladier. De esta relación de engaños, doble moral, egoísmo e hipocresía resultó la traición política anglo-francesa al gobierno y a la ciudadanía de Checoslovaquia, consumada en el vergonzoso e imborrable Acuerdo de Munich de septiembre de 1938.
Hay muchas maneras de contarla, sobresaliendo en la mayoría de los trabajos publicados, en todo o en parte, la aproximación diplomática. La historia que Caquet nos cuenta en su libro tiene más aproximaciones, todas ellas integradas bajo un eje conductor que permite al lector la comprensión de todas sus aristas. Así, integra la historia política y diplomática de los principales gobiernos involucrados (Checoslovaquia, en primer lugar, y al compás los de Alemania, Gran Bretaña y Francia), la historia social y cultural de Checoslovaquia y las reacciones en todos sus ámbitos al desarrollo de la crisis. Narra igualmente los éxitos de la democracia checoslovaca desde 1919 hasta 1938, el desarrollo periodístico (en esos 4 países) de la crisis y la postura de sus opiniones públicas, el contexto, preparativos y correlación de sus fuerzas militares, etc. Todo ello lo manifiesta no sólo a través de las posiciones, preocupaciones, problemas y dilemas de los principales dirigentes políticos (Benes, Chamberlain, Daladier, Hitler y el diferente personal de sus gobiernos), sino también a través de personalidades famosas del mundo de la cultura y las artes, e individuos corrientes, con nombre y apellido, de la nación checa.
El primer capítulo del libro sienta las bases de esta narración múltiple. Caquet comienza con la reunión que el embajador checoslovaco en Londres, Jan Masaryk, mantuvo con Lord Halifax, recién nombrado jefe del Foreign Office, el 12 de marzo de 1938 para tratar de la invasión alemana del territorio austriaco, esto es el Anschluss, que estaba teniendo lugar en esos momentos. Esta reunión, cuya conversación detalla, da paso de inmediato a unas pinceladas sobre la República checa, su nacimiento tras la guerra, sus líderes fundadores (el presidente Tomas Masaryk y su socio Edvard Benes, que fue ministro de exteriores, primer ministro y segundo presidente de la república); sus países vecinos y sus socios de la Pequeña Entente; sus lazos de todo tipo, comerciales incluidos, con Gran Bretaña y Francia; su amistosa relación con la República de Weimar; su ambiente intelectual, político, industrial, periodístico, artístico, cultural, arquitectónico, etc. “El fundador del movimiento surrealista, el poeta francés André Breton, llamó a Praga la capital mágica de Europa”, comenta Caquet. Pero aparte de todo ese esplendor democrático y cultural, especialmente en Praga, su capital, Checoslovaquia era “un antagonista ideológico que daba refugio tanto a sus opositores políticos como a los que huían de sus purgas” (de Hitler): “En la década de 1930, Checoslovaquia funcionó como primera escala para gran parte de las ciento cincuenta mil personas que huyeron del terror hitleriano. Aunque la mayoría continuaba su viaje – hacia Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Palestina, e incluso hacia América Latina – , cerca de diez mil se quedaron y Checoslovaquia se convirtió en el segundo país con más exiliados”. Aquí Caquet aprovecha para dar otra pincelada sobre algunos de los alemanes más famosos que encontraron refugio o asilo en la democracia checa: Hans Vogel (presidente del SPD alemán), Otto Wels (también presidente del SPD), Otto Strasser (antiguo miembro del NSDAP alemán y hermano de Gregor Strasser, que fue presidente del NSDAP entre 1923 y 1925, y más tarde asesinado por los nazis durante la Noche de los Cuchillos Largos en 1934), el Premio Nobel Thomas Mann, o el artista expresionista Oskar Kokoschka, entre otros. Todos ellos habían huido de Alemania al poco de la llegada de Hitler al poder. Caquet finaliza su capítulo introduciendo la cuestión de los Sudetes, esto es los habitantes germanizados de algunas de las regiones de Bohemia y Moravia, y sus organizaciones políticas, especialmente el partido político nazificado Sudetendeutsche Partei (SdP), cuya raíz original había sido el partido nacionalsocialista DNSAP (1918). Los líderes del SdP fueron Hans Krebs y, sobre todo, Konrad Henlein, en el que se concentra Caquet por su papel en la crisis checa: “No cabe duda de que, desde sus inicios, el Partido de Henlein fue primero apoyado y más adelante dirigido desde Berlín”.
De este tenor, con mayor énfasis en unos u otros aspectos, discurre el hilo de sus restantes ocho capítulos. Algunos análisis de Caquet resultan brillantes e ilustrativos. Por ejemplo, en su capítulo segundo permite observar ya en 1938 las tácticas mafiosas que los nazis habrían de utilizar como pretexto para su invasión de Polonia en 1939. Fueron esbozadas ya en marzo de 1938 por Hitler-Henlein: “A finales de marzo, Henlein volvió a encontrarse con Hitler y éste le dio nuevas instrucciones. Con el Anschluss ya completado, la atención del Reich se centraría ahora en Checoslovaquia. El SdP tenía que exigir al Estado demandas que éste no pudiera atender. En una estrecha colaboración con Berlín, exigirían medidas equivalentes a la secesión de los Sudetes. Henlein tenía que convertir a Checoslovaquia en el enemigo, proporcionando así una excusa para la intervención”. Otro ejemplo es la reunión de abril de 1938 entre los primeros ministros y ministros de exteriores británicos y franceses en Londres, donde se arma ya la estrategia diplomática apaciguadora que dominaría toda la crisis de principio a fin, con intervalos de lavados de cara. Narra Caquet: “Abrió las conversaciones Halifax, señalando que la situación se estaba volviendo peligrosa y que 'la minoría alemana se estaba convirtiendo cada vez más en una estructura compacta bajo el liderazgo de Herr Henlein'. Y añadió: 'Al otro lado de la frontera, la opinión alemana también está muy exaltada, y el impacto causado por los sucesos de Austria podría, bajo determinadas circunstancias, inducir al gobierno alemán a emprender nuevas operaciones'. Debido a los compromisos contraídos por Francia, esto podría conducir a una guerra, posibilidad que provocaba en el ministro de Exteriores 'una considerable inquietud', dada la falta de preparación de los miembros de la Entente. Halifax llegó a menospreciar las fuerzas militares de la Rusia soviética, de Polonia y de la propia Checoslovaquia. El resultado fue que 'todo el esfuerzo para alcanzar una solución al problema de la minoría alemana debería hacerlo el Dr. Beneš', y que el papel de Gran Bretaña y Francia era dejarles esto muy claro a los checoslovacos; asimismo, 'veía como algo esencial que a dicho acuerdo se llegara a través de negociaciones directas con el Partido de Herr Henlein'”. La opinión de Daladier, en cambio, era distinta de la de Halifax: “Daladier estuvo de acuerdo en que se deberían de aunar esfuerzos para evitar la guerra, pero no pudo dejar de confesar su profunda convicción de que, en la situación actual, sólo se podría evitar la guerra si Gran Bretaña y Francia dejaban clara su determinación de mantener la paz en Europa respetando las libertades y los derechos de las naciones independientes [...] Si, por el contrario, nos viéramos obligados a capitular al encontrarnos ante una nueva amenaza, estaríamos abriendo la puerta a esa misma guerra que intentábamos evitar». A Chamberlain la perspectiva de Daladier le pareció “demasiado sombría y poco informada”. Narra Caquet: “'«El señor Chamberlain se ha preguntado si la escena es tan negra como el señor Daladier la ha pintado. Por su parte, tenía serias dudas de que Herr Hitler realmente deseara destruir el Estado checoslovaco'. De hecho, pensaba que el motivo por el que Henlein no había reclamado el Anschluss de los Sudetes, como deseaban sus propios seguidores, era que el mismo Hitler le había aconsejado no hacerlo. Animó a sus colegas franceses a mirar las cosas desde la perspectiva de los alemanes y a ser más comprensivos con sus temores de quedar cercados”. Al final los franceses se sometieron a la voluntad británica, que quería que los checos llegasen a un acuerdo con Henlein, y a tal fin había que presionarlos.
Uno de los capítulos más interesantes del libro de Caquet, el sexto, lo es porque el autor dedica tiempo y espacio a informar y analizar en profundidad cuál era el estado de los ejércitos involucrados en esta crisis, no sólo de los 4 países citados, sino también de la Unión Soviética, Polonia y Hungría. Armamento principal, fuerza de personal y organización, movilizaciones, planes, etc. Es un tema que apenas se toca en la literatura clásica al respecto, especialmente en relación a los soviéticos (con la salvedad del libro de Ragsdale, que utiliza Caquet para lo concerniente al Ejército Rojo). Otra de las claves de la narración de Caquet son las reservas del autor sobre las aproximaciones retrospectivas que muchas veces sesgan las valoraciones políticas y militares de toda esta crisis diplomática de 1938. Especialmente a la hora de especular sobre las posibilidades del resultado de un enfrentamiento armado como alternativa a la infame rendición política de Munich. Y aquí Caquet hace un análisis objetivo y sólido, sin permitir que lo ocurrido uno o dos años después (Polonia 1939, Francia 1940) desvirtúe la realidad militar de septiembre de 1938, cuando Alemania no era tan fuerte como lo sería después, entre otras cosas gracias a las ganancias checas otorgadas en el Acuerdo de Munich. Y es que en septiembre de 1938 Alemania se encontraba en desventaja, prácticamente en todos los ámbitos, en un hipotético enfrentamiento contra Francia y Checoslovaquia (un total de 127 divisiones franco-checas contra 69 divisiones alemanas, que en disponibilidad inmediata se traducía en 97 contra 58). No digamos ya si a la ecuación se suma la Unión Soviética. Caquet cita a Churchill, quien escribió en sus memorias: “El ejército alemán no era capaz de derrotar al francés en 1938 o 1939. La vasta producción de tanques con los que entraron en el frente francés no comenzó hasta 1940 y, frente a la superioridad numérica de los franceses en el oeste y ante una Polonia aún no conquistada en el este, ciertamente no podrían haber dirigido toda su fuerza aérea contra Inglaterra como fueron capaces de hacer cuando Francia se vio obligada a rendirse. No estoy teniendo en cuenta la actitud de Rusia y la resistencia que pudo haber presentado Checoslovaquia. He considerado conveniente presentar las cifras relativas de las fuerzas aéreas en este periodo, lo que no altera en absoluto mis conclusiones. Por todas estas razones, ese 'año de respiro' que supuestamente se ganó en Múnich dejó a Francia y a Gran Bretaña en una posición mucho peor, en comparación con la Alemania de Hitler, que la que se encontraron en el momento de la crisis de Múnich”. Luego escribe Caquet: “De la misma manera que la derrota de Francia de 1940 nos oculta sus posibilidades reales antes de Múnich, la derrota polaca de 1939 distorsiona retrospectivamente las posibilidades de Checoslovaquia. Hay grandes diferencias entre el enfrentamiento germano-polaco de 1939 y la hipotética campaña contra Checoslovaquia de 1938. Primero, el terreno era completamente distinto: los polacos fueron masacrados en una llanura a campo abierto; los checoslovacos podían aprovechar sus fronteras montañosas para la defensa. En segundo lugar, el Plan Verde no contemplaba una concentración de los tanques alemanes (en ese momento inferiores); esa táctica se utilizaría por primera vez contra los polacos un año después. Tercero, los checoslovacos tenían una línea de fortificaciones fronterizas muy amplia. Cuarto, su ejército estaba mejor equipado, sus unidades podían hacer frente a las alemanas. Quinto, Polonia fue atacada por sorpresa en medio de su movilización y sólo pudo reunir las dos terceras partes de su ejército, perdiendo toda su fuerza aérea en unas horas; en cambio, los checoslovacos estaban completamente movilizados. En sexto lugar, en 1939 la proporción de fuerzas era aproximadamente de dos a uno a favor de los alemanes, mientras que en 1938 Checoslovaquia habría podido luchar casi de igual a igual contra los alemanes. En séptimo lugar, en 1939 los soviéticos eran enemigos de los polacos, y participaron en su invasión, mientras que en 1938 eran aliados de los checoslovacos”.
En resumidas cuentas, la traducción de este libro al español será de sumo interés para el aficionado a la historia, no sólo porque su autor traslada, sin actitud maniquea, una imagen amplia, por las aristas que toca, y objetiva, construida sobre fuentes impecables, sino también porque lo hace con un estilo ágil, comprensible y alejado del no pocas veces soporífero estilo académico.
La historia inmediata que condujo finalmente al Acuerdo de Munich de 1938 es una de las más tristes e indignas de la política de apaciguamiento, una historia que comenzó años antes de la llegada de Chamberlain al Nº. 10 de Downing Street, y que contó entre sus víctimas a Etiopía, la Segunda República española, Austria, Checoslovaquia y Polonia. Es la historia de la claudicación democrática de los dos principales creadores del orden europeo posVersalles ante la voracidad incesante del fascismo. Es la historia de una conducta política deshonrosa por parte de las partes dominantes en los gobiernos británico y francés, quienes para evitar una guerra en 1938 que les sería teóricamente favorable decidieron vender Checoslovaquia a los nazis para enfrentarse contra éstos en circunstancias mucho más adversas en 1939-40. Y esta historia la narra Caquet de forma brillante y cristalina.
Saludos cordiales
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)