![Imagen](http://img202.imageshack.us/img202/4681/hitlerstalinparallelliv.jpg)
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Fuente: http://www.tower.com
Título: "Hitler and Stalin: vidas paralelas".
(“Hitler y Stalin: parallel lives”)
Autor: Alan Bullock, historiador británico
Editorial: Alfred A. Knopf, Nueva York, 1992
Originalmente publicada en la Gran Bretaña por HarperCollins Publishers, Ltd., London, 1991.
Páginas: 1082.
Idioma: inglés.
ISBN: 0-394-58601-8
Esta obra ha sido traducida al Castellano y publicada por Plaza & Janés, Círculo de lectores, Barcelona (1994), traducción de Pedro Gálvez, 1709 páginas distribuídas en dos volúmenes, con el título “Hitler y Stalin: vidas paralelas”, encuadernación en tapa dura de editorial, con sobrecubierta ilustrada con cofre.
ISBN 8401375363 9788401375361 y 8422651882 9788422651888.
Esta es una obra extensa que incluye -además de sus más de mil páginas de texto- 46 fotografías en blanco y negro, mapas, extensas notas explicativas, un glosario y una bibliografía de varios centenares de obras.
Alan Bullock analiza extensamente la vida de los dos dictadores que asolaron el continente europeo, comparando sus orígenes y desarrollo, su ascenso al poder, sus opuestas visiones del mundo, estilos personales, estrategias y tácticas de guerra. Sin embargo, esta obra es mucho más que una doble biografía: es un análisis comparativo de esos dos tenebrosos personajes, sus similitudes y diferencias, fortalezas y debilidades, sus triunfos, esperanzas, temores y obsesiones.
El autor presenta alternativamente capítulos detallando sus individualidades y capítulos analizando las vidas de ambos personajes conjuntadamente, comparándolas y contrastándolas en un mismo período. A lo largo de la obra, Bullock va entrelazando ambas vidas con el trasfondo histórico del Siglo XX. En otras palabras: para conocer “in extenso” la vida de cada uno de los dictadores, existen innumerables biografías individuales; lo que esta obra trata es el paralelismo de ambas vidas y las intersecciones entre ellas, es una cronología histórica de los momentos cumbres de ambos personajes.
Ambos dictadores nacieron en las orillas de las naciones que estaban destinados a dirigir: al igual que Alejandro Magno (nacido en Macedonia) y Napoleón Bonaparte (nacido en Córcega), Hitler y Stalin nacieron casi afuera de sus propios países.
Aquí un mapa que muestra –entre otras naciones- a Georgia, en donde nació Stalin, al Sur de la inmensa Rusia, frente al Mar Negro:
![Imagen](http://img836.imageshack.us/img836/2725/81091834.jpg)
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Fuente: mapsof.net
Ambos dictadores, en el camino hacia descubrir su vocación, intentaron otros senderos: Hitler pintaba acuarelas para ir resolviendo la cotidianeidad de su vida en Viena. Sin embargo, la vida temprana de Hitler nunca fue tan ardua ni pobre como la de Stalin, pues el futuro líder alemán siempre contó con un padre proveedor (Oficial Imperial) e inclusive cuando éste murió les dejó una pensión asegurada.
Una de las pocas fotos conocidas de Hitler en su juventud:
![Imagen](http://img843.imageshack.us/img843/1530/84198000.jpg)
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Fuente: http://www.huffingtonpost.com
Por su parte, Stalin en su infancia cantaba en el Coro de la Iglesia, en su juventud estudió en un Seminario, años de educación que en la Rusia de cambio de siglo significaba un privilegio pues el analfabetismo masculino rondaba el 35 % -el femenino llegaba al 90 %.
Stalin a los 23 años de edad:
![Imagen](http://img526.imageshack.us/img526/9854/stalin1902.jpg)
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Fuente: Wikipedia.com
Ambos conocieron la cárcel desde adentro: Stalin supo lo que era el encarcelamiento en Siberia, durante cuatro años (regresó después del colapso del régimen zarista); Hitler fue encarcelado nueve meses (de una sentencia de cinco años) después del “Pustch” en 1923.
En Junio del 1913, mientras Stalin viajaba largos días en tren hacia su encarcelamiento en la Siberia, Hitler se mudaba de Viena a Munich (“Esa Babilonia de razas!”) y solicitaba ingreso a la Academia de Arte, el cual le fue negado.
Ambos escribieron libros: Hitler “Mi lucha” y “El segundo libro”; Stalin fue mucho más productivo en este sentido: decenas de obras a cual más interesante: “Los fundamentos del Leninismo”, “Materialismo histórico y dialéctico”, “Marxismo y la cuestión colonial”, “Problemas del Leninismo”, “Marxismo y los problemas lingüísticos”, “Anarquismo o socialismo?”, “Stalin sobre la Revolución China”, “Lenin”, “Trotskismo o Leninismo?” entre tantos otros títulos; él mismo decía “Yo soy solamente un intérprete de Lenin”.
Ambos llegaron al poder supremo asegurándolo desde adentro: Stalin explotando su posición como Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética y Hitler explotando su posición de Canciller en el gobierno de coalición de las fuerzas de derecha.
Portada de la revista “Times” de Febrero de 1933 con el rostro de Stalin:
![Imagen](http://img826.imageshack.us/img826/5999/timestalin.jpg)
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Fuente: http://www.darrelplant.com
Una vez en el poder, lo ejercieron con estilos muy distintos: Stalin siempre otorgó prioridad a la organización y administración, estuvo siempre al tanto de los más pequeños detalles, controlaba los procedimientos internos y dedicaba tiempo y paciencia a revisarlo y supervisarlo todo. Hitler -en cambio- siempre vio esas áreas como delegables y secundarias, centrándose exclusivamente en la arena internacional. Alguna vez dijo que le gustaría delegar todo lo doméstico a uno de sus colaboradores y al final terminó haciéndolo: Hitler siempre mantuvo a distancia casi todo lo administrativo.
Composición fotográfica de ambos dictadores, cada uno con el símbolo de su ideología:
![Imagen](http://img163.imageshack.us/img163/9990/88730123.jpg)
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Fuente: http://www.moddb.com
Las relaciones entre cada uno de estos dos dictadores con la Iglesia fueron también muy distintas: mientras Stalin perseguía y expropiaba la inmensa fortuna de la Iglesia Ortodoxa Rusa, cerraba sus templos y monasterios, fundía sus campanas, quemaba sus íconos y deportaba a miles de curas a la Siberia, Hitler firmaba el infame “Concordato” con el Vaticano, según el cual se permitía la continuación de las escuelas parroquiales católicas a cambio de la prohibición de las actividades políticas de los miembros de la Iglesia Católica.
![Imagen](http://img844.imageshack.us/img844/523/31580927.jpg)
Saludos muy cordiales entre líderes Nazis y líderes católicos…
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Fuente: http://www.maybusher.com
Stalin luchaba denodadamente por la industrialización soviética: la enorme estación eléctrica del Río Dnieper (la más grande del mundo), complejos metalúrgicos, fábricas de maquinaria, industria química, la planta de maquinaria agrícola de Rostov, la fábrica de tractores en Cheliabinsk y Stalingrado, fábricas de automóviles en Moscú, etc.; tenía buenos motivos para ello “Estamos entre cincuenta y cien años atrasados en relación a las naciones más avanzadas: o nos ponemos al día en diez años o nos aplastan…”. Ciertamente que Rusia estaba atrasada en muchos aspectos: la educación básica, por ejemplo, la cual se convirtió en una prioridad para el Partido Comunista, la disciplina laboral y la industrialización, todo eso con lo cual los soviéticos soñaban, había sido una realidad en Alemania desde hacía mucho tiempo.
En cuanto al Plan de industrialización y colectivización, Stalin no lo hizo nada mal pues para 1934 Rusia había duplicado su producción industrial y colectivizado el 85 % de su agricultura.
Hitler, en cambio, siempre priorizó el rearmamento alemán y no dejó nada que desear: en el ataque a Polonia participaron más de un millón de tropas alemanas, dejando en el olvido el límite máximo impuesto por el Tratado de Versalles a Alemania -cien mil soldados.
Hubo también una gran diferencia de estilos entre los dos dictadores, parcialmente debida a sus distintos a caracteres y temperamentos: Stalin fue siempre más reservado, Hitler siempre más exhibicionista y voluble; Stalin operaba en las sombras, Hitler actuaba bajo las luces. Stalin fue más calculador y prudente, Hitler más arriesgado. Stalin fue un “Hombre de gobierno”, un administrador experimentado con una disciplinada rutina de trabajo; Hitler odiaba la rutina y la evitaba excepto en algunas contadas ocasiones.
La diferencia también se debió a las circunstancias: Hitler ciertamente desconfiaba de casi todos alrededor suyo pero en mucho menor grado que Stalin, especialmente después de que éste hubiera liquidado a más de 40.000 soviéticos -algunos muy cercanos- cuya sentencia de muerte él había firmado y decenas de miles a quienes había enviado a la Siberia.
Finalmente, ambos tenían a su disposición instrumentos especialmente creados para llevar a cabo sus más arbitrarias decisiones (NKVD y SS-Gestapo), cuerpos subordinados directamente a ellos y con licencia para usar la fuerza, la tortura y la muerte sin importarles las leyes ni las cortes.
Ambos estimularon, además, el culto a la personalidad como medio para reforzar su autoridad.
Ambos llegaron a ejercer un poder prácticamente ilimitado, con una diferencia: en Alemania la ley era lo que HItler decía, en la Unión Soviética la ley era lo que Stalin decía que Lenin decía...
Ni uno de ellos le rendía cuentas a nadie, al grado de que –por ejemplo- después de la derrota de Polonia, los generales alemanes se sorprendieron al saber que Rusia estaba invadiendo la parte Este de ese país, lo cual formaba parte de los “Protocolos secretos” del "Pacto Ribbentrop-Molotov", de los cuales no tenían conocimiento.
Cada uno permanecía cuidadosamente atento a las acciones del otro, veamos:
El ataque alemán a Polonia fue rápido, furioso y aplastante: el resultado estuvo definido después de la primera semana y el resultado final después de apenas tres semanas. El mundo quedó atónito por el triunfo de un nuevo estilo de guerra que le había costado a los alemanes menos de 11.000 muertos y unos 30.000 heridos para apoderarse de más de la mitad de Polonia, en contraste con las inmensas bajas sufridas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial; pero en ninguna parte hizo una mayor impresión que en Moscú, en donde nada parecido había sido anticipado, al grado de que el 8 de Septiembre Ribbentrop envió un mensaje urgente a los rusos para que ocuparan la parte Este del territorio polaco acordado en los protocolos secretos del tratado Nazi-Soviético. Stalin observaba los acontecimientos desde Moscú con creciente preocupación y llegaba a conclusiones…
Esa era la otra cara de la moneda: en Moscú, Stalin observaba –cauteloso, aprensivo-, cómo las Fuerzas Armadas alemanas, conducidas hábilmente por Hitler, habían derrotado al Ejército Polaco e inmediatamente después al Ejército Francés, uno de los más fuertes en Europa y el mundo, en apenas 35 días, para asombro de todos: durante la Primera Guerra Mundial ambos ejércitos habían luchado entre sí durante años sin que uno de ellos lograra una victoria clara e incontestable como el que Hitler había logrado ahora. Stalin tomaba notas y llegaba a sus propias conclusiones, mientras se acrecentaban su temor y desconfianza.
La otra cara de la moneda fue la Guerra fino-soviética: el ataque soviético a Finlandia comenzó el 30 de Noviembre del ’39 pero se encontró con un ejército finlandés muy bien equipado y mucho mejor preparado que el ruso para enfrentar las inclemencias del Invierno, infligieron fuertes pérdidas al Séptimo Ejército Soviético, una buena parte del cual fue rodeado y derrotado dentro de Finlandia. Un general soviético lo resumía amargamente: “Con tantas pérdidas y solamente hemos conquistado una mínima parte del territorio finlandés, lo suficiente para enterrar a nuestros muertos”.
Las Fuerzas Armadas Soviéticas aventajaban en una proporción de 50 a 1 - de acuerdo al historiador Thomas Childers; y sin embargo la URSS aparecía ante el mundo como un tigre de papel, hondamente debilitado internamente por las extensas, prolongadas y profundas purgas; además, sus tropas se mostraban carentes del dinamismo y la pasión que las tropas alemanas recién habían demostrado en la arrolladora campaña que sometió a Polonia.
La situación había llegado a ser tan humillante para los soviéticos que tuvieron que recurrir a un bombardeo masivo que duró dieciséis días, más de mil tanques y más de 140.000 tropas fueron enviados y aún con todo eso los finlandeses se mantuvieron firmes por más de dos semanas. El Ejército finlandés reportó 25.000 muertos; el Ejército soviético nunca publicó sus bajas pero Alan Bullock las estima en alrededor de 200.000 muertos. Hitler, por supuesto, observaba desde Berlín el triste papel del Ejército Soviético y también llegaba a conclusiones…
No es de extrañar, entonces, que mientras Hitler se enredaba más y más en hostilidades en contra de la Gran Bretaña y Francia, las cuales lo mantenían lo suficientemente ocupado como para que no volviera sus ojos al Este, Stalin se sintiera más aliviado y complacido y deseoso de proporcionarle a Alemania todas las materias primas que necesitara para continuar su lucha en contra de esos enemigos en el Oeste…
Luego de la indiscutible y aplastante victoria alemana sobre Francia, las preocupaciones de Stalin se agigantaron, pues él contaba con que se llegaría a un empate largo y desgastante como en 1914 o, al menos, que esa guerra en el frente occidental alemán duraría uno o dos años, debilitando las fuerzas alemanas aún en caso de que éstas terminaran siendo victoriosas; todo ello daría tiempo suficiente a Rusia para reforzar sus defensas y prepararse mejor para un eventual ataque alemán. La respuesta de Stalin fue, en palabras de Bullock, “movilizarse lo más rápidamente posible para asegurarse las ganancias estipuladas en el Pacto nazi-soviético”.
Mientras en Stalin se acrecentaba la alarma y el desasosiego, Hitler gozaba del más alto grado de seguridad y apoyo de su pueblo; el Verano del ’40 la imagen del Führer llegaba hasta la estratósfera, marcando el punto más alto de toda su vida y también del prestigio de la Wehrmacht. Dos elementos se combinaban para ese apoyo incondicional de las masas alemanas a su líder: el entusiasmo por las incontestables victorias militares y el alivio del temor a una guerra prolongada.
![Imagen](http://img7.imageshack.us/img7/1460/19044787.jpg)
Hitler frente a la Torre Eiffel: a su derecha el Arquitecto Albert Speer y a su izquierda el escultor Arno Breker conocido como “El Miguel Angel alemán”.
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Fuente: ww2today.com
En cuanto a comunicarse con sus pueblos, Stalin la tenía más difícil: carecía de la excelente oratoria de Hitler, debía transmitir sus pensamientos e ideología a una población mucho mayor (150,000.000, Alemania 90,000.000) y diseminada en una territorio infinitamente más extenso que el alemán (la Unión Soviética ocupaba aproximadamente una sexta parte del territorio total del planeta); además, esa población estaba constituida mayoritariamente por campesinos (75 %) con un pobre nivel de vida y una mínima educación.
En cuanto a confianza en sus colaboradores inmediatos, Bullock observa que mientras Stalin aplicaba una desconfianza paranoica en quienes lo rodeaban, repitiéndose a sí mismo su máxima predilecta “En política no hay lugar para la confianza”, Hitler sí confiaba en sus asistentes cercanos, por ejemplo en Goering y en Himmler, a quienes delegó grandes áreas de poder y esa confianza nunca fue traicionada (bueno, excepto en el acto final de la tragedia).
En cuanto a la manera en que manejaban a sus funcionarios, sin embargo, ambos dictadores aplicaban un sistema similar: ambos acostumbraban atizar intrigas y discusiones entre ellos, para su propio provecho en el sentido de poder manipularlos a su conveniencia. Otro aspecto en el cual ambos sátrapas coincidieron siempre es en su desconfianza hacia los expertos, la cual en tiempos de guerra se extendió a sus Generales.
Dice Alan Bullock:
Ni una de ambas “misiones” podría haberse llevado a cabo sin incontables sacrificios materiales y humanos (…) La historia los justificaría y los perdonaría, así como lo había hecho con sus predecesores -siempre que fueran exitosos.
En el caso de Alemania, ideología era lo que Hitler decía; en el caso de Rusia, ideología era lo que Stalin decía que Marx y Lenin habían dicho.
Una forma de comparar la política exterior de Hitler y la de Stalin es estudiando su rol en la Guerra Civil Española, de 1936 a 1938: ni uno de ellos había mostrado un particular interés en España antes de 1936. Aunque Hitler respaldó al ganador de la Guerra Civil Española y Stalin respaldó al perdedor, existen similitudes en las actitudes de ambos hacia esa Guerra: En una reunión sobre política internacional, en Noviembre de 1937, Hitler expresó que un triunfo de Franco en un 100 % no era conveniente para Alemania pues “Nuestro interés radica en la continuación de la guerra y en mantener la tensión en el Mediterráneo”.
Tanto Hitler como Stalin valoraban mucho el efecto distractor de la Guerra Civil Española: Hitler porque le permitía a Alemania continuar con su programa de rearme masivo y Stalin porque al mantener a los países y fuerzas europeas divididas él podía continuar con sus purgas internas sin preocuparse por intervenciones y amenazas extranjeras.
Además, ambos usaron su participación limitada en el conflicto español con propósitos propagandísticos: Hitler por su cruzada anti bolchevique y Stalin por su identificación con la causa antifascista.
Ambos regímenes, además, aprovecharon la oportunidad para probar sus nuevas armas y entrenar a sus oficiales y pilotos en combates reales. Ambos se beneficiaron de las materias primas españolas.
En resumen: al mismo tiempo que ambos dictadores apoyaban y ayudaban a los bandos en conflicto, también se beneficiaban de la continuación del mismo, para su propio beneficio.
Las naciones que dirigían nuestros dos siniestros personajes vivieron varios momentos opuestos, durante la misma época, por ejemplo: en menos de cinco años la Alemania de Hitler era crecientemente percibida como una renovada potencia con una economía líder en Europa; la extensión de su rearmamento podría haber sido exagerada, pero ello era un tributo a la impresión de fuerza y confianza Alemania y su líder exudaban; cuando aviones alemanes bombardearon Guernica y buques de guerra alemanes cañonearon Almería (1937), el mundo se conmovió y se indignó, pero también se mostró muy impresionado por la nueva y potente fuerza mostrada por Alemania. En claro contraste, Rusia en esa época aparecía aislada internacionalmente y desangrada internamente por las purgas estalinistas; nadie confiaba en la URSS y la URSS no confiaba en nadie.
El punto de máximo acercamiento entre Hitler y Stalin fue, por supuesto, la firma del “Tratado Ribbentrop – Molotov”, sobre lo cual me abstendré de comentar debido a que existe ingente información en muchas fuentes, incluyendo varios Hilos en este excelente Foro.
Me referiré sin embargo a lo expresado por Hitler el 22 de Agosto del ‘39, justo un día antes de la firma de ese histórico Tratado, ante los comandantes de la Armada, la Marina, la Fuerza Aérea y las SS, convocados en Berghof:
Alan Bullock, a lo largo de esta interesante obra, sostiene que una de las diferencias cruciales entre Hitler y Stalin era que Hitler no sabía en qué momento detenerse, no sabía poner límites a su ambición y objetivos; en cambio Stalin siempre supo hacerlo, se trazaba metas más razonables y una vez garantizadas éstas tomaba nuevas decisiones.
El párrafo citado arriba lo demuestra, pues las ganancias del Tratado con Rusia reportaba inmensas ventajas para Alemania en todo sentido: desvanecía anticipadamente el aislamiento de Alemania, se garantizaba un mercado enorme para sus productos industriales y manufacturados, se aseguraba el suministro de ilimitadas cantidades de materias primas y productos mineros, etc.; sin embargo poco tiempo después decidía atacar a la Unión Soviética, con los resultados desastrosos que todos conocemos.
Ribbentrop, Stalin y Molotov durante las conversaciones conducentes al Pacto:
![Imagen](http://img12.imageshack.us/img12/7082/79934851.jpg)
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Fuente: http://www.ushmm.org
![Imagen](http://img198.imageshack.us/img198/3474/316836.jpg)
Portada de la revista norteamericana “Newsweek” el 9 de Octubre de 1939, anunciando el Pacto Ribbentrop-Molotov. La leyenda al pie de la fotografía dice “Stalin y Ribbentrop sellan un hecho consumado”
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Fuente: http://www.ww2incolor.com
![Imagen](http://img5.imageshack.us/img5/1969/18288348.jpg)
Caricatura de ambos dictadores después de la firma del Pacto Nazi-Soviético. La leyenda dice “Me pregunto cuánto durará la luna de miel…?”
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Fuente: geopedrados.blogspot.com
Mapa que muestra la nueva frontera entre Alemania y la Unión Soviética, luego de haber ocupado cada una de ellas una parte del territorio polaco: entre ambas potencias terminaron la vida de Polonia como nación.
![Imagen](http://img27.imageshack.us/img27/5801/nazisoviet1941.png)
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Fuente: en.academic.ru
Tanto para Hitler como para Stalin, la guerra germano-soviética fue el pináculo de sus carreras; cada uno de ellos se aproximó a ella, sin embargo, por caminos muy distintos.
En 1936 repitió públicamente:
La rica e inmensa Rusia proveería a Alemania no solamente cuanta materia prima necesitase sino también fuerza humana:
Los planes de dominación forzosa de todos estos territorios para ponerlos al servicio de Alemania llegaron a tal extremo en la mente de Hitler, que encomendó a Rosenberg el trabajo de organizar tres“Protectorados”: uno para los Estados Bálticos, otro para Bielorusia y otro para Ucrania.
En otras ocasiones Hitler decía que “Rusia será la India de Alemania”, haciendo alusión a los vastísimos territorios que Inglaterra había sometido por la fuerza en todas las latitudes del mundo, por lo cual era calificado de “Imperio micro cefálico” pues la extensión territorial de Inglaterra es mínima en comparación a territorios tan inmensos como India, Libia, Egipto, Australia, etc.
Algo similar a la relación entre la extensión territorial de Francia continental y sus extensísimas colonias en el continente africano, el Medio Este, etc.
Hitler declaró repetidamente que la destrucción del Imperio Británico (a diferencia del Estado Soviético) nunca había estado ni estaba en sus planes, que admiraba mucho el aporte civilizatorio que la Gran Bretaña había ofrecido al mundo y que, en caso de fragmentarse, serían otros poderes, no Alemania, quienes saldrían beneficiados por ello.
Qué pensaba Hitler del Tratado Ribbentrop-Molotov ante su inminente ataque a la Unión Soviética ? él mismo lo revela en la carta que envió a Mussolini justo un día antes de iniciar la “Operación Barbarrosa”:
Si Alemania no atacaba primero, argumentaba, si no lo hacía antes de que el rearme soviético estuviera completo, entonces tanto Alemania como el resto de Europa Occidental estarían a merced de un ataque masivo de parte de Rusia y sus satélites, los cuales dispondrían de fuerzas infinitamente superiores; ese argumento luego se transformó en justificación al constatar (en los primeros días de Barbarrosa) que la Unión Soviética ya estaba amasando grandes cantidades de tropas, equipo y munición en preparación para un eventual ataque preventivo. Sobre este tema existen muchas teorías distintas, algunos autores sostienen este punto de vista, otros lo niegan. En todo caso, el Ejército Rojo había sido más que duplicada en el período comprendido entre 1939 y 1941.
“La existencia misma de Rusia -repetía Hitler- es una amenaza fatal para Alemania, Rusia debe de ser borrada del tablero europeo; nuestra única oportunidad real de derrotar a Rusia es anticiparnos a un ataque de su parte, el tiempo está en contra nuestra; en el curso de las semanas finales yo llegué a obsesionarme con el temor de que Stalin pudiera adelantársenos…Con Rusia fuera de juego, Japón podrá concentrarse en enfrentar a los Estados Unidos y prevenir la entrada de los norteamericanos en la guerra".
Cuando Barbarrosa comenzó, el 22 de Junio del ’41, Hitler tenía 52 años de edad, Stalin 63.
Algunos pronósticos eran estremecedores: la Oficina de Guerra Británica (British War Office) advertía que no se albergaran expectativas muy altas pues la resistencia soviética podría colapsar en cuestión de semanas, algunos estimaban apenas seis semanas; Frank Knox, el Secretario de la Marina Norteamericana, escribió a Roosevelt: “La mejor opinión que puedo formarme es que a Hitler le llevará entre seis semanas y dos meses para barrer a Rusia”.
Las fuerzas alemanas preparándose para el ataque eran enormes: 8 millones de hombres, 17 Divisiones Panzer, 13 Divisiones motorizadas, 3.350 tanques, además del apoyo de las Fuerzas Armadas de Finlandia, Rumania… se necesitaron 17.000 trenes para mover tropas, armamento y equipo hacia la frontera con Rusia;
A diferencia de Hitler, quien -como vimos un par de párrafos arriba- se sintió aliviado y revigorizado al liberarse de los compromisos firmados en el Pacto Germano-Soviético, Stalin hizo todo lo que pudo para preservarlo y cumplir con todas sus cláusulas, reusando repetidamente reconocer y aceptar las evidencias de que Alemania estaba preparando un ataque en contra de Rusia.
Mientras que la confianza en sí mismo llegaba a su máximo nivel en la psique de Hitler, Stalin se mostró más inseguro que nunca antes en su vida, con el peligro de perder el control del poder que le había sido asignado, evitando por todos los medios a su alcance desarrollar acciones que pudieran ser interpretadas por Hitler como una provocación. Incluso cuando Hitler atacó Yugoeslavia Stalin no hizo una contra-jugada y ni siquiera protestó.
Cuando las fuerzas alemanas, incontenibles, comenzaron el ataque y rebasaron la frontera soviética, Stalin sufrió un colapso nervioso: permaneció varios días en estado de shock e inclusive se retiró a su casa de campo.
La hija de Stalin, Svetlana, escribió sus impresiones sobre la crisis que padeció su padre:
Cuando Molotov y otros miembros del Politburó llegaron hasta la Dacha a la cual se había retirado, Stalin pareció pensar que venían a arrestarlo; ellos sin embargo, llegaban a urgirlo a que organizara un Comité de Defensa y ponerse al frente del mismo. Desde ese momento Stalin pareció recuperar su confianza en sí mismo y reapareció en en Kremlin.
Con el desarrollo de la guerra esa confianza en sí mismo fue acrecentándose paulatinamente; más adelante, con el triunfo sobre el Sexto Ejército Alemán en Stalingrado, llegaba a niveles insospechados, pues representaba la más grande victoria soviética desde el inicio del conflicto, hacía pedazos el mito de la invencibilidad de la Wehrmacht, elevaba la moral de las tropas hasta la estratósfera y significaba el cambio en la dirección de la marea de la guerra.
La habilidad con la cual esa operación había sido planificada y ejecutada, además de sus dimensiones en cuanto al elemento humano y armamentístico era motivo de justo orgullo: más de un millón de hombres fueron utilizados para encerrar al Sexto Ejército Alemán en Stalingrado (“Operación Urano”), la coordinación entre la Fuerza Aérea y las Fuerzas terrestres, el uso masivo de la artillería y la evidente mejoría en las comunicaciones, todo ello ilustraba lo mucho que la Armada Roja había mejorado en poco tiempo. Nadie estaba más exultante que Stalin…!
Ahora el estado emocional de ambos dictadores era opuesto a lo que comentábamos antes pues a partir de la rendición de von Paulus y su Sexto Ejército en Stalingrado el 31 de Enero del ’43, las angustias de Stalin fueron disminuyendo progresivamente mientras las de Hitler fueron aumentando hasta su suicidio en el bunker de la Cancillería, dos años y tres meses después.
Después de la Guerra, la Unión Soviética impuso su influencia -y sus tropas- en muchos países de Europa del Este, según lo ilustra la siguiente caricatura en la cual vemos a Stalin adueñándose de todos esos ricos e inmensos territorios y colocando la bandera de la hoz y el martillo sobre ellos:
![Imagen](http://img62.imageshack.us/img62/6302/soviettakeover.gif)
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Fuente: http://www.ibhistorytopics.com
Stalin -nacido diez años después que Hitler- murió el 5 de Marzo de 1953, es decir que lo sobrevivió ocho años, suficiente tiempo para ver los horrores de Hiroshima y Nagasaki, para construir la “Cortina de hierro” desde Lübeck hasta Trieste, para presenciar la creación del Estado de Israel en 1948 (la Unión Soviética fue uno de los primeros en reconocer oficialmente su existencia), para desarrollar la capacidad nuclear soviética (la primera prueba nuclear soviética se realizó en 1949), para presenciar el triunfo de la Revolución Comunista en China en 1952 y para enviar MIG15 a la Guerra de Corea (del ’50 al ’53).
Austera tumba de Stalin, en el Kremlin:
![Imagen](http://img39.imageshack.us/img39/7238/52776018.jpg)
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Fuente: bearinahat.blogspot.com
En los capítulos finales (“Perspectivas”) Alan Bullock expresa varias reflexiones interesantes, entre ellas la siguiente:
Recordemos que así como Hitler persiguió y asesinó a Judíos, Gitanos, homosexuales, etc., Stalin persiguió y asesinó ucranianos y millones de potenciales enemigos políticos mediante las purgas generalizadas.
Alan Bullock estima que alrededor de 50 millones de muertes pueden ser atribuidas a Hitler y Stalin, conjuntamente.
In sum: ésta es una excelente obra, un análisis comparativo extenso y profundo de los dos dictadores; un estudio altamente provechoso para quienes deseen conocer más sobre el paralelismo de las vidas y carreras de ambos déspotas y -por extensión- su proyección sobre sus respectivos Estados.
Para quienes han leído separadamente biografías de Hitler y biografías de Stalin, esta interesante y extensa obra significará el corolario perfecto.
Al tratarse de una obra de grandes dimensiones, en algunas áreas y capítulos el estilo pierde dinámica y su impulso languidece: mi percepción es que -por ejemplo- Bullock a ratos cita demasiados textos y detalles que se centran en los árboles y hasta en las ramas de los árboles; sin embargo lo anterior es la excepción, pues el carácter general de la obra es panorámico, centrado en el bosque no en las ramas y su lectura es -en casi todo momento- una experiencia estimulante, absorbente, lo cual es un logro admirable para cualquier escritor en una obra de más de 1000 páginas.
Antonio Arenas (Aceprensa) comenta sobre esta obra: (Texto tomado de http://www.aceprensa.com)
Admito que el redactar recensiones de obras tan extensas y hondas es siempre un desafío, pues aún haciendo acopio de toda nuestra capacidad de síntesis, es inevitable el dejar aspectos interesantes por comentar; al intentar incluirlos todos se excedería la dimensión razonable de una reseña, por lo cual termino aquí con los aspectos de fondo y pasaré a otros aspectos formales y periféricos relacionados con la obra:
Sobre Alan Bullock y su obra:
Alan Bullock, el autor de esta obra:
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Nació en Inglaterra en 1914, se graduó de la Universidad de Oxford, trabajó como Asistente de investigación para Winston Churchill; durante la SGM trabajó para la BBC de Londres. Vicerrector de la Universidad de Oxford. En 1972 la Reina de Inglaterra lo nombró “Caballero”, siendo desde entonces “Sir Alan Bullock”, posteriormente fue investido también como “Baron”.
Otras obras de este destacado historiador británico:
“Hitler: un estudio sobre tiranía”
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La vida y los tiempos de Ernest Bevin:
Volumen I Líder de la Unión de Comercio
Volumen II Ministro de Trabajo
Volumen III Secretario de Estado
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El Diccionario Fontana del Pensamiento Moderno (Editor)
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El Diccionario Fontana de los Pensadores Modernos (Editor)
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La tradición humanista en Occidente.
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La tradición liberal desde Fox hasta Keynes (con Maurice Shock)
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Genios del Siglo XX: 250 biografías de personajes que dieron forma al más grande período de la historia humana.
Los rostros de Europa (Editor)
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El Siglo XX: tiempos de Prometeo.
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Construyendo Jerusalén: un retrato de mi padre
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Lecturas adicionales sugeridas:
- “Tierras sangrientas: Europa entre Hitler y Stalin” de Timothy Snyder.
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- “Dictadores: la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin” de Richard J. Overy.
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- “Lenin, Stalin and Hitler: la edad de la catástrofe social” de Robert Gellately: leí esta obra y encuentro similitudes y diferencias con la obra que nos ocupa. Obra de lectura muy recomendable.
Estimados amigos, distinguidos foristas: espero que la presente recensión haya sido de vuestro interés y agrado.
Saludos cordiales desde Nueva York,
Antonio Machado.