El coronel Arturo Castellanos y George Mantello
Publicado: Sab Oct 06, 2007 12:30 pm
Documentos salvadores
Uno de los elementos que caracterizan a los verdaderos héroes es precisamente su falta de interés en serlo. Otros pueden ser intrépidos, osados, pero hay intención de notoriedad. Los héroes se descubren, ya que sus actos se realizan sin alarde y tienden a permanecer ocultos. Somos nosotros, el público, tan necesitados de héroes, los que los sacamos a la luz.
El coronel Arturo Castellanos y George Mantello formaron un equipo que, sin mucho ruido ni interés personal, salvó a muchos judíos de los campos de exterminio nazi. Pudieron no hacerlo, nada los obligaba a arriesgarse, pero lo hicieron y eso hizo la diferencia.
La historia es parecida a "La Lista de Schindler". Salvoconductos que, en aquellos tiempos, eran la diferencia entre la vida y la muerte. Los de Schindler eran constancias de trabajo, los de Castellanos certificados de ciudadanía salvadoreña. Schindler tuvo el mérito de seguir un impulso de misericordia, siendo un alemán miembro del partido nazi. Castellanos y Mantello el de hacer lo que era bueno en el momento decisivo. Schindler salvó 1200, Castellanos y Mantello 30,000.
El coronel Arturo Castellanos era en los años del avance alemán por Europa cónsul general de El Salvador en Suiza. George Mantello fungía como su primer secretario. Los países iban cayendo como fichas de dominó bajo el dominio nazi que, aparte de su apetito territorial, había diseñado su "Solución Final" al "Problema Judío": exterminio completo. Seis millones de hombres, mujeres y niños sucumbieron en campos de concentración en la pesadilla histórica más atroz que el mundo ha conocido.
Auque este aniquilamiento sistemático se intentó mantener oculto no pasó mucho tiempo para que el mundo se enterara. Relatos de escapados, fotografías y documentos daban cuenta exacta de lo que estaba sucediendo. Sin embargo nada se hizo. Era difícil de creer y toda acción directa de rescate fue aplazada. Había una guerra que pelear, los judíos debían protegerse solos. Fue una guerra dentro de otra guerra, una que era muy desigual y en la que había un claro dominador.
Cuando Hungría cayó, los judíos de ese país supieron de inmediato el destino que les esperaba. Era el mismo de los judíos de otras partes en Auschwitz-Birkenau (para muchos fue, en realidad, el mismo). No había escape. De pronto una luz de esperanza apareció. Venía de una embajada en Suiza de un país del que probablemente nunca habían oído hablar. El nombre de ese país era significativo, pues expresaba exactamente lo que buscaban. Mantello tuvo la idea y Castellanos fue el instrumento para hacerla posible. De la embajada salieron miles de certificados de ciudadanía salvadoreña, que fueron entregados a personas judías que tenían, como última esperanza, el documento salvador.
La acción, incluso en Suiza, no estaba exenta de riesgos. Era evidente que en la embajada algo estaba pasando. No hubiese sido extraño que alguien, dispuesto a acabar con la conspiración, decidiera darle fin con un par de balas bien colocadas. Aunque supo y, en cierta medida, permitió la acción, no había un permiso expreso del gobierno salvadoreño. En la práctica el cónsul y el secretario estaban actuando por su cuenta.
Con riesgos cada vez mayores la actividad no disminuyó. Por el contrario, se trabajaba día y noche. Ninguno se dio descanso, pues sabían que cada minuto de trabajo se traducía en vidas salvadas.
Fuente: Artículo aparecido en el diario El Salvador, el 5 de octubre de 2007
Uno de los elementos que caracterizan a los verdaderos héroes es precisamente su falta de interés en serlo. Otros pueden ser intrépidos, osados, pero hay intención de notoriedad. Los héroes se descubren, ya que sus actos se realizan sin alarde y tienden a permanecer ocultos. Somos nosotros, el público, tan necesitados de héroes, los que los sacamos a la luz.
El coronel Arturo Castellanos y George Mantello formaron un equipo que, sin mucho ruido ni interés personal, salvó a muchos judíos de los campos de exterminio nazi. Pudieron no hacerlo, nada los obligaba a arriesgarse, pero lo hicieron y eso hizo la diferencia.
La historia es parecida a "La Lista de Schindler". Salvoconductos que, en aquellos tiempos, eran la diferencia entre la vida y la muerte. Los de Schindler eran constancias de trabajo, los de Castellanos certificados de ciudadanía salvadoreña. Schindler tuvo el mérito de seguir un impulso de misericordia, siendo un alemán miembro del partido nazi. Castellanos y Mantello el de hacer lo que era bueno en el momento decisivo. Schindler salvó 1200, Castellanos y Mantello 30,000.
El coronel Arturo Castellanos era en los años del avance alemán por Europa cónsul general de El Salvador en Suiza. George Mantello fungía como su primer secretario. Los países iban cayendo como fichas de dominó bajo el dominio nazi que, aparte de su apetito territorial, había diseñado su "Solución Final" al "Problema Judío": exterminio completo. Seis millones de hombres, mujeres y niños sucumbieron en campos de concentración en la pesadilla histórica más atroz que el mundo ha conocido.
Auque este aniquilamiento sistemático se intentó mantener oculto no pasó mucho tiempo para que el mundo se enterara. Relatos de escapados, fotografías y documentos daban cuenta exacta de lo que estaba sucediendo. Sin embargo nada se hizo. Era difícil de creer y toda acción directa de rescate fue aplazada. Había una guerra que pelear, los judíos debían protegerse solos. Fue una guerra dentro de otra guerra, una que era muy desigual y en la que había un claro dominador.
Cuando Hungría cayó, los judíos de ese país supieron de inmediato el destino que les esperaba. Era el mismo de los judíos de otras partes en Auschwitz-Birkenau (para muchos fue, en realidad, el mismo). No había escape. De pronto una luz de esperanza apareció. Venía de una embajada en Suiza de un país del que probablemente nunca habían oído hablar. El nombre de ese país era significativo, pues expresaba exactamente lo que buscaban. Mantello tuvo la idea y Castellanos fue el instrumento para hacerla posible. De la embajada salieron miles de certificados de ciudadanía salvadoreña, que fueron entregados a personas judías que tenían, como última esperanza, el documento salvador.
La acción, incluso en Suiza, no estaba exenta de riesgos. Era evidente que en la embajada algo estaba pasando. No hubiese sido extraño que alguien, dispuesto a acabar con la conspiración, decidiera darle fin con un par de balas bien colocadas. Aunque supo y, en cierta medida, permitió la acción, no había un permiso expreso del gobierno salvadoreño. En la práctica el cónsul y el secretario estaban actuando por su cuenta.
Con riesgos cada vez mayores la actividad no disminuyó. Por el contrario, se trabajaba día y noche. Ninguno se dio descanso, pues sabían que cada minuto de trabajo se traducía en vidas salvadas.
Fuente: Artículo aparecido en el diario El Salvador, el 5 de octubre de 2007