Los crímenes del 101º
Publicado: Jue Nov 16, 2006 2:38 pm
¡Hola a todos!
Los crímenes de genocidio perpetrados por el régimen nacionalsocialista durante la guerra son tan horrorosos como inconcebibles. Horrorosos porque nos conmocionan su naturaleza y su magnitud; inconcebibles porque fueron ejecutados en muchas ocasiones por hombres normales, padres de familias, y en muchos casos hombres que en la preguerra tenían relaciones de amistad con los alemanes judíos, en el caso del genocidio nazi contra los judíos, el más numeroso de los genocidios nazis. Quizás el mejor ejemplo que existe para comprender, si es que alguna vez se puede llegar a comprender, las circunstancias que rodearon a muchos de los ejecutores de las órdenes de exterminio procedentes de la jefatura nazi es el caso del 101º Batallón de Policía de Reserva (Polizeireserve) de Hamburgo y la masacre que cometió contra los judíos de Józefów.
Christopher R. Browning tuvo la oportunidad de acceder a los expedientes del largo proceso que entre 1962 y 1972 siguió en su investigación y acusación contra el 101º el fiscal estatal de Hamburgo. Dice Browning que probablemente no existe una masacre de las cometidas por los nazis que esté tan bien documentada como la del 101º, pues en el juicio se interrogaron a más de 200 hombres del batallón que dejaron unos testimonios sobrecogedores de lo que sucedió en Józefów el 13 de julio de 1942. Los resultados del trabajo de Browning están recogidos en su libro Ordinary Men: Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland (Harper Perennial, 1993).
El libro de Browning es todo un lujo de detalles sobre el batallón del mayor Wilhelm Trapp y sobre las acciones de esta unidad desde su compromiso en la campaña polaca de 1939. También es una reflexión del autor y una tácita invitación al lector para la reflexión, para la incómoda tarea de intentar escudriñar entre las sombras de esa extraña cosa que llamamos naturaleza humana. No tengo intención de mentar aquí siquiera la historia del 101º Batallón ni los escabrosos hechos que Browning relata en su libro. Quien desee conocer un poco esa historia sin necesidad de leer a Browning tiene la posibilidad de acceder a la página web de Struan Robertson, quien bebe de Browning, entre otras fuentes. La página es excelente y su enlace es:
http://www1.uni-hamburg.de/rz3a035//police101.html
Pero si alguien quiere conocer la masacre de Józefów a fondo, que se haga con el libro de Browning.
Yo quiero simplemente reseñar unas cuantas cosas. El 101º asesinó a unos 1.200 judíos en las inmediaciones del pueblo polaco de Józefów el 13 de julio de 1942. Józefów contaba entre su población con una comunidad judía de unas 1.800 personas. Las órdenes recibidas por el mayor Wilhelm Trapp consistían en detener a esos judíos, separar a aquellos varones que estuvieran en condiciones de trabajar y enviarlos a un campo de trabajo, y asesinar al resto de los judíos, niños, mujeres y viejos. Y el batallón llevó a cabo esas órdenes. Lo increíble, aparte del crimen, es lo siguiente.
Primero, el propio comandante. Trapp era un policía profesional de 53 años de edad a quienes sus hombres llamaban “Papá Trapp”. Cuando reunió a sus hombres para comunicarles la horrorosa tarea que les habían encomendado, el mismo día de autos, lo hizo con una voz entrecortada, nervioso y con lágrimas en los ojos. Les explicó que esa orden detestable venía de arriba y que ellos debían obedecer, pero que si alguno de sus hombres no se sentía con fuerzas para llevarla a cabo, él lo entendería y le asignaría otra tarea. El 101º estaba formado por 502 hombres naturales de Hamburgo o de la región, guarnición del batallón, de los cuales 11 eran oficiales y 5 administradores.
Cuando Trapp hizo una pausa para ver si alguno de los hombres del batallón se pronunciaba en contra de ejecutar esa tarea, un hombre de la 3ª Compañía llamado Otto-Julius Schimker se adelantó, solicitando se le eximiese de esa misión. El día anterior, Trapp se había reunido con los comandantes de las compañías 1ª y 2ª, el capitán Wohlauf y el teniente Gnade, para enterarles de la tarea que tenían que realizar. Faltaba el comandante de la 3ª Compañía, capitán Hoffmann, que estaba estacionado en Zakrzów. El ayudante de Trapp, teniente primera Hagen, debió enterar en detalle a otros oficiales del batallón, pues el teniente Heinz Buchmann (38 años, 1ª Sección de la 1ª Compañía) se enteró de los detalles por Hagen. Buchmann le dijo a Hagen que él, como hombre de negocios de Hamburgo y teniente de la reserva, “en ningún caso participaría en semejante acción, en la cual mujeres y niños indefensos iban a ser asesinados.” Pidió otra asignación, y Hagen le encomendó escoltar a los judíos varones aptos para el trabajo que habrían de seleccionarse para ser llevados a Lublin.
Bien, cuando al día siguiente llegó el capitán Hoffmann a Józefów, donde ya estaba el mayor Trapp informando a sus hombres de la tarea a realizar, y se enteró de que uno de los hombres de su compañía había sido el primero en desentenderse, de acuerdo con la oferta de Trapp, de la misión del asesinato de los judíos, comenzó a reprenderle. Pero Trapp defendió a Schimker y cortó al capitán Hoffmann. En ese momento, otros diez o doce hombres se sumaron a la oferta de Trapp.
La mayoría de esos hombres eran padres de familia de edad media, gente normal como indica el título del libro de Browning. Lo que resulta realmente inconcebible es que de los 502 hombres del batallón sólo una docena se mostrara contraria a participar en el asesinato de mujeres, niños y viejos. El resto, por una u otra razón, no puso, en principio, reparo alguno. Sólo cuando comenzaron a ejecutar su misión y comprendieron el horroroso cuadro que estaban pintando, muchos pidieron con éxito ser retirados de esas ejecuciones y otros simplemente se escaquearon.
¿Qué llevó a esta gente corriente a aceptar la ejecución de un crimen tan execrable? ¿Cómo el mayor Trapp había consentido en llevar a cabo una orden tan repugnante y criminal? Se dice que Trapp no asistió a las ejecuciones (que solían realizarse con un tiro a bocajarro en la nuca mientras la víctima estaba arrodillada, entre otros cosas que el pudor me impide relatar), y que cuando todo acabó, y antes, era un hombre destrozado, acosado por su conciencia, intentando calmar a sus hombres que se encontraban igualmente deprimidos y desolados, incapaces de encontrar alivio en la ingente cantidad de alcohol digerida tras las fechorías. No hacía falta guardar secreto, ni que ese tema fuese tabú en el futuro.
Se dice que tras el primer crimen, los que siguen son más llevaderos. Probablemente le sucedió así a los desgraciados del 101º. Trapp fue condenado a muerte y ejecutado por los polacos tras un juicio al poco de acabar la guerra, en 1948, junto con otros dos oficiales. El juicio de Hamburgo condenó a ocho años de cárcel a varios integrantes del batallón. La imagen de un niño llorando entre los brazos de una madre aterrada que son fríamente asesinados de un tiro en la nuca, quizás esa visión sea la condena más severa para el arrepentido. Para otros, como el capitán Hoffmann (uno de los condenados en el juicio de Hamburgo), ese recuerdo estaría probablemente oculto por su falta de conciencia.
Saludos cordiales
José Luis
Los crímenes de genocidio perpetrados por el régimen nacionalsocialista durante la guerra son tan horrorosos como inconcebibles. Horrorosos porque nos conmocionan su naturaleza y su magnitud; inconcebibles porque fueron ejecutados en muchas ocasiones por hombres normales, padres de familias, y en muchos casos hombres que en la preguerra tenían relaciones de amistad con los alemanes judíos, en el caso del genocidio nazi contra los judíos, el más numeroso de los genocidios nazis. Quizás el mejor ejemplo que existe para comprender, si es que alguna vez se puede llegar a comprender, las circunstancias que rodearon a muchos de los ejecutores de las órdenes de exterminio procedentes de la jefatura nazi es el caso del 101º Batallón de Policía de Reserva (Polizeireserve) de Hamburgo y la masacre que cometió contra los judíos de Józefów.
Christopher R. Browning tuvo la oportunidad de acceder a los expedientes del largo proceso que entre 1962 y 1972 siguió en su investigación y acusación contra el 101º el fiscal estatal de Hamburgo. Dice Browning que probablemente no existe una masacre de las cometidas por los nazis que esté tan bien documentada como la del 101º, pues en el juicio se interrogaron a más de 200 hombres del batallón que dejaron unos testimonios sobrecogedores de lo que sucedió en Józefów el 13 de julio de 1942. Los resultados del trabajo de Browning están recogidos en su libro Ordinary Men: Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland (Harper Perennial, 1993).
El libro de Browning es todo un lujo de detalles sobre el batallón del mayor Wilhelm Trapp y sobre las acciones de esta unidad desde su compromiso en la campaña polaca de 1939. También es una reflexión del autor y una tácita invitación al lector para la reflexión, para la incómoda tarea de intentar escudriñar entre las sombras de esa extraña cosa que llamamos naturaleza humana. No tengo intención de mentar aquí siquiera la historia del 101º Batallón ni los escabrosos hechos que Browning relata en su libro. Quien desee conocer un poco esa historia sin necesidad de leer a Browning tiene la posibilidad de acceder a la página web de Struan Robertson, quien bebe de Browning, entre otras fuentes. La página es excelente y su enlace es:
http://www1.uni-hamburg.de/rz3a035//police101.html
Pero si alguien quiere conocer la masacre de Józefów a fondo, que se haga con el libro de Browning.
Yo quiero simplemente reseñar unas cuantas cosas. El 101º asesinó a unos 1.200 judíos en las inmediaciones del pueblo polaco de Józefów el 13 de julio de 1942. Józefów contaba entre su población con una comunidad judía de unas 1.800 personas. Las órdenes recibidas por el mayor Wilhelm Trapp consistían en detener a esos judíos, separar a aquellos varones que estuvieran en condiciones de trabajar y enviarlos a un campo de trabajo, y asesinar al resto de los judíos, niños, mujeres y viejos. Y el batallón llevó a cabo esas órdenes. Lo increíble, aparte del crimen, es lo siguiente.
Primero, el propio comandante. Trapp era un policía profesional de 53 años de edad a quienes sus hombres llamaban “Papá Trapp”. Cuando reunió a sus hombres para comunicarles la horrorosa tarea que les habían encomendado, el mismo día de autos, lo hizo con una voz entrecortada, nervioso y con lágrimas en los ojos. Les explicó que esa orden detestable venía de arriba y que ellos debían obedecer, pero que si alguno de sus hombres no se sentía con fuerzas para llevarla a cabo, él lo entendería y le asignaría otra tarea. El 101º estaba formado por 502 hombres naturales de Hamburgo o de la región, guarnición del batallón, de los cuales 11 eran oficiales y 5 administradores.
Cuando Trapp hizo una pausa para ver si alguno de los hombres del batallón se pronunciaba en contra de ejecutar esa tarea, un hombre de la 3ª Compañía llamado Otto-Julius Schimker se adelantó, solicitando se le eximiese de esa misión. El día anterior, Trapp se había reunido con los comandantes de las compañías 1ª y 2ª, el capitán Wohlauf y el teniente Gnade, para enterarles de la tarea que tenían que realizar. Faltaba el comandante de la 3ª Compañía, capitán Hoffmann, que estaba estacionado en Zakrzów. El ayudante de Trapp, teniente primera Hagen, debió enterar en detalle a otros oficiales del batallón, pues el teniente Heinz Buchmann (38 años, 1ª Sección de la 1ª Compañía) se enteró de los detalles por Hagen. Buchmann le dijo a Hagen que él, como hombre de negocios de Hamburgo y teniente de la reserva, “en ningún caso participaría en semejante acción, en la cual mujeres y niños indefensos iban a ser asesinados.” Pidió otra asignación, y Hagen le encomendó escoltar a los judíos varones aptos para el trabajo que habrían de seleccionarse para ser llevados a Lublin.
Bien, cuando al día siguiente llegó el capitán Hoffmann a Józefów, donde ya estaba el mayor Trapp informando a sus hombres de la tarea a realizar, y se enteró de que uno de los hombres de su compañía había sido el primero en desentenderse, de acuerdo con la oferta de Trapp, de la misión del asesinato de los judíos, comenzó a reprenderle. Pero Trapp defendió a Schimker y cortó al capitán Hoffmann. En ese momento, otros diez o doce hombres se sumaron a la oferta de Trapp.
La mayoría de esos hombres eran padres de familia de edad media, gente normal como indica el título del libro de Browning. Lo que resulta realmente inconcebible es que de los 502 hombres del batallón sólo una docena se mostrara contraria a participar en el asesinato de mujeres, niños y viejos. El resto, por una u otra razón, no puso, en principio, reparo alguno. Sólo cuando comenzaron a ejecutar su misión y comprendieron el horroroso cuadro que estaban pintando, muchos pidieron con éxito ser retirados de esas ejecuciones y otros simplemente se escaquearon.
¿Qué llevó a esta gente corriente a aceptar la ejecución de un crimen tan execrable? ¿Cómo el mayor Trapp había consentido en llevar a cabo una orden tan repugnante y criminal? Se dice que Trapp no asistió a las ejecuciones (que solían realizarse con un tiro a bocajarro en la nuca mientras la víctima estaba arrodillada, entre otros cosas que el pudor me impide relatar), y que cuando todo acabó, y antes, era un hombre destrozado, acosado por su conciencia, intentando calmar a sus hombres que se encontraban igualmente deprimidos y desolados, incapaces de encontrar alivio en la ingente cantidad de alcohol digerida tras las fechorías. No hacía falta guardar secreto, ni que ese tema fuese tabú en el futuro.
Se dice que tras el primer crimen, los que siguen son más llevaderos. Probablemente le sucedió así a los desgraciados del 101º. Trapp fue condenado a muerte y ejecutado por los polacos tras un juicio al poco de acabar la guerra, en 1948, junto con otros dos oficiales. El juicio de Hamburgo condenó a ocho años de cárcel a varios integrantes del batallón. La imagen de un niño llorando entre los brazos de una madre aterrada que son fríamente asesinados de un tiro en la nuca, quizás esa visión sea la condena más severa para el arrepentido. Para otros, como el capitán Hoffmann (uno de los condenados en el juicio de Hamburgo), ese recuerdo estaría probablemente oculto por su falta de conciencia.
Saludos cordiales
José Luis