¡Hola a todos!
Prometeo escribió:
Me parece llamativa la falta de estrategia que se observa en las fuerzas del Eje.
¿A qué os parece que sea debida?
Lo que llama la atención, más bien, es la ausencia de una estrategia político-militar conjunta en la dirección de la guerra en las llamadas potencias del Eje. Pero esta ausencia es llamativa hasta cierto punto, el que yace en la superficie, porque en el fondo es una consecuencia lógica implícita en la naturaleza dictatorial de los regímenes políticos de dichas potencias. Y en este último aspecto destaca por encima de todo el carácter excluyente en la figura del
Führer Adolf Hitler, un carácter incompatible con cualquier noción de poder o estrategia de poder compartido, ni siquiera para ser un
primus inter pares.
Los pactos concluidos entre las llamadas potencias del Eje fueron esencialmente pactos de naturaleza ideológica o simple propaganda política dirigida contra terceros. El Pacto Anti-Comintern concluido entre Alemania y Japón en noviembre de 1936, al que se sumaría Italia el año siguiente (y España, Hungría y Manchukuo en 1939 antes del inicio de la guerra), fue fundamentalmente un acto de propaganda ideológica dirigido contra la Unión Soviética. Mientras que el Pacto Tripartito concluido entre Alemania, Italia y Japón en septiembre de 1940, ya en guerra (al que se sumarían más países después), fue un acuerdo defensivo dirigido contra los Estados Unidos que obligaba a los signatarios a la asistencia mutua con todos los medios políticos, económicos y militares
en el caso de que una de las tres potencias firmantes fuese atacada por una potencia que en el momento de la firma del pacto no estuviese involucrada en la guerra europea o en el conflicto chino-japonés (es decir, Estados Unidos).
Fuera de ese componente ideológico y propagandístico, los pactos carecían de cualquier acuerdo para establecer una estrategia político-militar conjunta entre sus firmantes, antes de la guerra o, después, durante la guerra. Más bien se dio lo contrario, que cada una de las tres grandes potencias del Eje intentó dirimir sus conflictos, potenciales o reales, al margen del resto, produciendo situaciones totalmente contradictorias con cualquier noción de una estrategia, política o militar, conjunta o participativa. Así la guerra no declarada (se llamó conflicto militar) entre China y Japón en julio de 1937, el llamado incidente de Nomonhan o Batalla de Khalkhin Gol de verano de 1939 entre Japón y la Unión Soviética, el Pacto de No-Agresión concluido entre Alemania y la Unión Soviética en agosto de 1939 (para asombro de los japoneses), o el Pacto de Neutralidad concluido entre la Unión Soviética y Japón en abril de 1941 (para asombro de los alemanes), por nombrar unas cuantas contradicciones entre Japón y Alemania después de las firmas de sus pactos Anti-Comintern y Tripartito. Y casos similares pueden citarse entre Alemania e Italia, antes de la guerra y durante la guerra.
Así que es perfectamente válido afirmar que cada una de las tres grandes potencias del Eje fue a la guerra (o no fue) e hizo la guerra por su propia cuenta, no existiendo en lo más mínimo una estrategia conjunta en el terreno miliar y político, al margen de aportaciones o colaboraciones técnicas, económicas y diplomáticas (propaganda) y la voluntad de no hacer una paz por separado. Y en realidad, esto era lo esperable. ¿Por qué?
Principalmente porque lo que acordaron esas tres potencias del Eje antes de la guerra en sus distintos pactos y acuerdos, multilaterales o bilaterales, fue consensuar sus esferas de influencia o expansión, que no eran comunes sino excluyentes. Así, Japón en el sudeste asiático y el Pacífico, Italia en el Mediterráneo y África, y Alemania en Europa y Rusia. Y en consecuencia, cada una fue a lo suyo sin contar con el resto, aunque las acciones de una pudiesen ir en contra de los intereses políticos, económicos o militares de las otras dos. Así Italia se embarcó en una guerra contra Grecia en octubre de 1940 que, además de no ser advertida de antemano a los alemanes, perjudicó la estrategia político-militar de una Alemania que entonces trabajaba en la invasión de la Unión Soviética, haciendo estallar el polvorín de los Balcanes. Por su parte, Alemania invadió la Unión Soviética en junio de 1941 sin buscar (habría que decir menospreciando) el apoyo militar de Japón, quien de todas formas estaba decantando su estrategia de guerra hacia el sudeste asiático y no hacia la Unión Soviética, con la que había firmado un pacto de neutralidad.
Pero además de lo anterior, estaba la naturaleza del
Führer (cuasidivina para los nazis) que excluía cualquier noción de poder compartido, incluso dentro de la propia Alemania. Esto explica en el terreno militar la inexistencia de un Estado Mayor General de la
Wehrmacht como institución estratégica y de coordinación de las tres ramas de las fuerzas armadas, cuyo remedo el
Alto Mando de la Wehrmacht (OKW) no sirvió ni podía servir para tal fin. Un caso que tiene su aplicación en el resto de las instituciones del estado y del gobierno nazi, competidoras entre sí, dispersando en vez de concentrar esfuerzos, animadas por un
Führer que quería ser y era el gran árbitro del que dependía toda decisión final.
La cara contraria de la moneda está en la alianza angloamericana con un estado mayor conjunto y unos gobiernos cuyos líderes deliberaban, discutían y compartían finalmente sus decisiones estratégicas, al margen de que los estadounidenses jugasen la baza más fuerte. Y aunque no funcionó en los mismos términos, la alianza angloamericana con la Unión Soviética en la guerra contra Alemania y Japón llegó a acuerdos políticos estratégicos y ayudas económicas sustanciales que, al margen de sus recelos y tensiones, no tuvieron parangón en el Eje.
Saludos cordiales
JL