Publicado: Vie Oct 12, 2007 3:58 am
Estoy leyendo un interesante libro llamado "Nosotros estuvimos en el frente" del autor Julius W. Oechenhaeuser. El libro consiste en las memorias de guerra del autor quien fue comandante de tanques en el frente ruso. (23 división Panzer)
En el capítulo 12, narra el asalto a la ciudad rusa de Alagir, en donde este comandante tuvo su primer encuentro con un KVII
Creo interesante reproducir estos párrafos, que corroboran en mucho lo expresado en post anteriores por los amigos foristas.
Cito: "Un teniente de infantería se nos acercó corriendo; todo excitado. Nos informó que dos esquinas más adelante se encontraba colocado un gran tanque ruso. "A éste, dijo con mucha confianza, deben aniquilarlo antes que nada".
Pronto llegamos a la siguiente esquina. A la segunda. Otros treinta metros. Nos acercamos muy despacio y metimos con cuidado nuestras narices hacia aquel lado de la calle.
Efectivamente. A una distancia de escasos 200 metros y bien atravesado frente a nosotros estaba parado uno de esos monstruosos tanques KW II, armado con su corto y grueso cañón de 10 centímetros.
Disparaba hacia la otra calle y mantenía la torre dirigida para allá. Esperé. pues, que no nos viera en el acto, pero teníamos que acercarnos mucho más, quizá hasta 50 metros. De otro modo no lograríamos un impacto perforante con nuestro endeble cañoncito.
El acercamiento se hizo con éxito. ¡Cincuenta metros, granada con cabeza hueca!... ¡Fuego! Cual cometa, la carga luminosa de la granada ascendió rumbo al cielo, luego de rebotar en la coraza de la bestia. Segundo disparo y luego el tercero. La misma cosa. Me empezaba a brotar el sudor frío. Invulnerable, cual monstruo prehistórico, este gigante gris seguía en pleno cruce de caminos. Hasta ahora, ni siquiera había sido sacudido. Cuarto disparo. Sin efecto alguno.
Ahora sí empezaba a reaccionar y giraba su torre hacia nosotros. Con semejante calibre en su cañón, al primer disparo nos haría papilla. Otro intento más, el quinto disparo. ¡Impacto directo! ¡Y otra vez rebotó bien y bonito!
¡Retroceder de inmediato!...vociferé desesperadamente por el micrófono. El carro aullaba horriblemente al meter la reversa y el cabo apuntador disparó la granada número seis. Otro rebote.
El grueso tubo del cañón ruso apuntaba ahora directamente sobre nosotros. Yo me quedé viendo el negro agujero redondo del cañón. Ahora sí. En segundos todo habrá acabado. Aún seguíamos retrocediendo a toda velocidad rumbo a una esquina salvadora. ¿Cuándo por fin dispararía este desgraciado?...Quizá si deberíamos saltar rápidamente de la torre y abandonar el carro.
Nuestro pequeño cañón de cinco centímetros vuelve a ladrar. El impacto es perfecto sobre la protección lateral del cañón. Pero aquel no se mueve...no se mueve y tampoco contesta el fuego. Quizá después de todo logremos llegar hasta la esquina.
Ya por fin, nuestro tanque va saliendo del apuro y da la vuelta a la esquina. Aullando y crujiendo. Aquel agujero negro se pierde de mi campo visual.
Pronto busco algún reparo en donde recuperar el aliento y descansar. El teniente de infantería gesticula, y se estrecha el mismo, por tanta alegría, ambas manos. Va subiendo por la popa del carro.
"Imagínense, los "Ivan" abandonaron el carro...se quedaron sin municiones"
Nos acercamos al monstruo solitario. Salté de la torre e inspeccioné nuestros siete impactos. Ninguno había logrado perforar el grueso blindaje".
Fin de la cita.
En cuanto termine de leer este libro postearé un comentario en detalle sobre él en la sección Biblioteca.
Saludos...
En el capítulo 12, narra el asalto a la ciudad rusa de Alagir, en donde este comandante tuvo su primer encuentro con un KVII
Creo interesante reproducir estos párrafos, que corroboran en mucho lo expresado en post anteriores por los amigos foristas.
Cito: "Un teniente de infantería se nos acercó corriendo; todo excitado. Nos informó que dos esquinas más adelante se encontraba colocado un gran tanque ruso. "A éste, dijo con mucha confianza, deben aniquilarlo antes que nada".
Pronto llegamos a la siguiente esquina. A la segunda. Otros treinta metros. Nos acercamos muy despacio y metimos con cuidado nuestras narices hacia aquel lado de la calle.
Efectivamente. A una distancia de escasos 200 metros y bien atravesado frente a nosotros estaba parado uno de esos monstruosos tanques KW II, armado con su corto y grueso cañón de 10 centímetros.
Disparaba hacia la otra calle y mantenía la torre dirigida para allá. Esperé. pues, que no nos viera en el acto, pero teníamos que acercarnos mucho más, quizá hasta 50 metros. De otro modo no lograríamos un impacto perforante con nuestro endeble cañoncito.
El acercamiento se hizo con éxito. ¡Cincuenta metros, granada con cabeza hueca!... ¡Fuego! Cual cometa, la carga luminosa de la granada ascendió rumbo al cielo, luego de rebotar en la coraza de la bestia. Segundo disparo y luego el tercero. La misma cosa. Me empezaba a brotar el sudor frío. Invulnerable, cual monstruo prehistórico, este gigante gris seguía en pleno cruce de caminos. Hasta ahora, ni siquiera había sido sacudido. Cuarto disparo. Sin efecto alguno.
Ahora sí empezaba a reaccionar y giraba su torre hacia nosotros. Con semejante calibre en su cañón, al primer disparo nos haría papilla. Otro intento más, el quinto disparo. ¡Impacto directo! ¡Y otra vez rebotó bien y bonito!
¡Retroceder de inmediato!...vociferé desesperadamente por el micrófono. El carro aullaba horriblemente al meter la reversa y el cabo apuntador disparó la granada número seis. Otro rebote.
El grueso tubo del cañón ruso apuntaba ahora directamente sobre nosotros. Yo me quedé viendo el negro agujero redondo del cañón. Ahora sí. En segundos todo habrá acabado. Aún seguíamos retrocediendo a toda velocidad rumbo a una esquina salvadora. ¿Cuándo por fin dispararía este desgraciado?...Quizá si deberíamos saltar rápidamente de la torre y abandonar el carro.
Nuestro pequeño cañón de cinco centímetros vuelve a ladrar. El impacto es perfecto sobre la protección lateral del cañón. Pero aquel no se mueve...no se mueve y tampoco contesta el fuego. Quizá después de todo logremos llegar hasta la esquina.
Ya por fin, nuestro tanque va saliendo del apuro y da la vuelta a la esquina. Aullando y crujiendo. Aquel agujero negro se pierde de mi campo visual.
Pronto busco algún reparo en donde recuperar el aliento y descansar. El teniente de infantería gesticula, y se estrecha el mismo, por tanta alegría, ambas manos. Va subiendo por la popa del carro.
"Imagínense, los "Ivan" abandonaron el carro...se quedaron sin municiones"
Nos acercamos al monstruo solitario. Salté de la torre e inspeccioné nuestros siete impactos. Ninguno había logrado perforar el grueso blindaje".
Fin de la cita.
En cuanto termine de leer este libro postearé un comentario en detalle sobre él en la sección Biblioteca.
Saludos...