U-47. El hurón en la madriguera del oso
Publicado: Sab Jul 09, 2005 6:57 am
Poco después de las siete de la tarde del 13 de octubre de 1939, junto a las islas Orcadas, las aguas del mar del Norte se abrieron a la ascendente tortea del submarino alemán U-47, y unos segundos más tarde alguien echaba hacia atrás la escotilla. El capitán de corbeta Günther Prien, uno de los más prometedores comandantes de submarinos de Hitler, tenso tras un día pasado en el fondo, subió al puente. Al hacerlo, reprimió una maldición.
La naturaleza le había jugado un truco enfurecedor. Aunque las condiciones climáticas eran perfectas, como se había predicho –una noche sin luna, un mar picado pero no demasiado revuelto, y una fresca brisa-, todo se veía estropeado por un espectacular fenómeno de luces árticas, la aurora boreal. Ondulaciones de coloreada luz cruzaba el horizonte septentrional, iluminando la mitad del cielo y amenazando con traicionar la presencia del submarino.
Prien consideró por unos momentos abandonar su misión. Pero pasarían semanas antes de que las condiciones ideales de marea y luna se presentaran de nuevo. Además, la moral que había transmitido a los hombres del U-47 cuando les puso al corriente de su misión tal vez fuera imposible de recapturar.
Para Prien, entonces con 31 años, e U-47 era su primer mando, y ésta su primera gran misión. Había sido elegido por el comodoro Karl Dönitz, jefe del ejército submarino alemán, para llevar a cabo la primera operación submarina especial de a guerra: un audaz ataque contra la flota británica en medio miso de su base de Scapa Flow.
Prien parte para Scapa Flow desde Kiel
En toda la segunda guerra mundial, a ningún otro comandante de submarino alemán se le pediría que efectuara una misión más atrevida o difícil. Scapa Flow, una cuenca de aguas profundas casi pegada a tierra firme en las islas Orcadas, era uno de los fondeaderos más celosamente guardados del mundo. Su entrada estaba bloqueada por barcos hundidos, minas y redes, y patrullada por la Marina Real. Más aún, un submarino que intentara deslizarse a su interior iba a encontrarse con toda probabilidad con una serie de corrientes excepcionalmente fuertes.
Scapa Flow tenía un significado especial, amargo, para los alemanes. Las principales unidades de la flota alemana habían sido internadas allí después de la Primera Guerra Mundial. En 1919, mientras los aliados discutían sobre el destino final de la flota, las tripulaciones alemanas de mantenimiento que se ocupaban de los barcos escaparon con ellos y hundieron la mayoría.
U-47 a la vuelta de Scapa.
Ahora los alemanes regresaban a Scapa Flow. El propio Dönitz había planeado la operación, tras estudiar una serie de fotografías aéreas para hallar la mejor ruta hasta el interior del fondeadero, y eligió personalmente a Prien para llevar a cabo el ataque (recordó a Prien, al hacerlo, que en la I GM dos submarinos alemanes habían intentado un ataque similar contra la flota británica en Scapa Flow, y que no habían regresado).
La mañana del 8 de octubre, el U-47 se deslizó de sus amarras en Kiel, en el norte de Alemania, , y cruzó el canal de Kiel en dirección al mar del Norte. Los miembros de la tripulación ignoraban todavía la naturaleza de su misión, pero las sospechas de que se trataba de algo especial no tardaron en florecer cuando el submarino divisó una columna de humo en e horizonte y Prien ordenó sumergirse sin ni siquiera investigarla. Sólo cuando el submarino se hallaba en la superficie no lejos de las Orcadas, recargando sus baterías y renovando su provisión de aire comprimido, divulgó Prien la noticia a su primer oficial de guardia, Engelbert Endrass. “Agárrese a algo, Endrass –le dijo- vamos a Scapa Flow”.
U-47: Type VII B
Luego Prien se lo dijo a resto de la tripulación, y ordenó una fiesta especial para celebrar la ocasión. Fue una extraña celebración, con el submarino sumergido y los hombres sentados ante una comida de costillas de cerdo y col. Para rehuir el riesgo de detección, el cocinero, mientras servía la comida, andaba suavemente con los pies envueltos en telas.
Siete horas y media más tarde, el U-47, ahora en la superficie, se deslizó al interior de Holm Sound, una de las tres entradas a Scapa Flow. Las fotografías aéreas habían indicado a Dönitz que la entrada de Kirk Sound al norte de Holm Sound –un estrecho canal entre islas, que estaba casi completamente bloqueado por tres barcos hundidos- podía ser franqueada por un navegante osado con una embarcación pequeña. A medida que se acercaba la medianoche, Prien permaneció en su puente observando el canal, brillantemente iluminado por la parpadeante aurora. La tierra se cerraba a ambos lados, y las chimeneas y los mástiles de los barcos hundidos se alzaban amenazadoramente sobre el agua allá delante. “Es una fantasmagórica visión –escribió Prien en su diario de a bordo-. En tierra todo está oscuro, y muy alto ene l cielo pueden verse las parpadeantes luces septentrionales, de modo que la bahía, rodeada por altas montañas, se hall a directamente iluminada desde arriba. El bloqueo que forman los barcos yace hundido ahí delante, fantasmal como las bambalinas de un teatro”.
La tripulación.
Al norte, a lo largo de la carretera de la costa de la isla a su derecha, Prien pudo ver a un ciclista de las Orcadas que se encaminaba de vuelta a casa con el faro de su bicicleta brillando débilmente en la oscuridad. Prien había memorizado el mapa, y no se molestó en orientarse por él mientras guiaba al submarino a través del paso. Había rebasado sin problema uno de los barcos hundidos –una goleta de dos mástiles hundida en aproximadamente 10 metros de agua-, cuando una corriente repentina hizo girar el submarino a estribor. El submarino rozó un cable de uno de los barcos hundidos, y Prien notó que el caso tocaba fondo. Cuidadosamente, delicadamente, desprendió el U-47, lo hizo girar ligeramente a babor, y luego, con una difícil y rápida maniobra, lo hizo pasar a través del hueco. A las 12:30 de la madrugada del 14 de octubre estaba dentro de Scapa Flow.
Donde le aguardaba el sobresalto de otra sorpresa. Mientras el U-47 avanzaba hacia el anclaje principal con la escotilla de su torreta abierta y las cubiertas ligeramente hundidas, Prien se halló rodeado por un amplia extensión de agua vacía allá donde había esperado hallar la flota británica. Con creciente impaciencia y ansiedad, giró hacia el norte. Al fin vio recompensada su persistencia. Primero divisó las bajas formas de los destructores anclados junto a al orilla, luego, emergiendo de la silueta de una colina tras ellos, los mástiles de dos grandes barcos se alzaron contra el cielo. Uno de ellos era el acorazado Royal Oak, y el otro el portahidroaviones Pegasus (en realidad Prien lo confundió con el acorazado Repulse). El comandante del submarino alemán contempló fascinado el Royal Oak, luego se volvió hacia Endrass. “Eche una mirada a eso –le dijo –hay otro detrás”.
Ruta seguida por Prien en la incursión
El U-47 estaba ahora a 3600 metros de su presa, en posición para un golpe sensacional. Los cuatro tubos de los torpedos de proa estaban apuntados a las siluetas sobrepuestas de los dos barcos británicos, y Prien dio la orden de abrir fuego. Siguió el silbido de la presión de aire, el submarino retrocedió un poco ante el shock de al descarga, y los lentos y deliberados segundos tictaquearon mientras los torpedos cubrían la distancia que los separaba de su blanco.
Tres minutos más tarde, con un sólido y sordo golpe, un solitario torpedo estalló inofensivamente, a todas luces contra la proa del Royal Oak o la cadena de su ancla. Desconcertado y amargamente decepcionado, Prien hizo dar la vuelta a su submarino. Mientras lo hacía disparó su torpedo de popa; también falló el blanco.
El Royal Oak
Por aquel entonces la situación del U-47 era precaria; seguramente toda la flota británica se hallaba ya alerta. El instinto de Prien fue correr en busca de seguridad. Pero, mientras aguardaba aprensivamente el contraataque que a buen seguro se produciría, empezó a darse cuenta de que , sorprendetemente, nadie a bordo de ninguno de los barcos anclados a su alrededor sospechaba todavía de su presencia. No tenía forma de saberlo, pero tanto el capitán W.G. Benn del Royal Oak como el comandante del 2º escuadrón de Combate, el contralmirante H E C Blagrowe, que también estaba a bordo, atribuyeron la explosión del torpedo a alguna causa interna indeterminada.
Increíblemente, los británicos le habían concedido a Prien otra oportunidad, y esta vez se propuso aprovecharla al máximo. Mientras los miembros de su tripulación recargaban los tubos de los torpedos, dio fríamente la vuelta de nuevo a fin de situarse otra vez en posición bajo las aún parpadeantes luces septentrionales.
Otra imagen del HMS Royal Oak
Dio por segunda vez la orden de disparar. De nuevo los tripulantes del submarino aguardaron tensamente mientras los torpedos avanzaban hacia sus blancos. De pronto, todo ocurrió a la vez. “Se produce una fuerte explosión, un rugir y un retumbar –anotó Piren en su diario de a bordo-. Luego brotan columnas de agua, seguidas por columnas de fuego, y multitud de fragmentos vuelan por los aires. El puerto nace a la vida. Los destructores se iluminan, empiezan a sonar avisos por todas partes, y en tierra firme, a 200 metros de distancia de mí, los coches rugen por las carreteras. Un acorazado ha sido hundido, un segundo ha resultado dañado, y los tros tres torpedos han provocado incendios”.
Trece minutos después del ataque, el golpeado casco del Royal Oak volcaba de lado y se deslizaba bajo la superficie de Scapa Flow, llevándose consigo a 833 oficiales y marinos. Los tripulantes del submarino se sintieron exultantes; pero todavía tenían que pasar su peor prueba. Mientras Prien hacía dar la vuelta al U-47 y se dirigí a toda velocidad hacia el canal de escape, detrás del submarino se formó una claramente visible estela de agua blanca. Hacia babor la tierra firme se acercaba cada vez más, y un automóvil que recorría a toda velocidad la carretera a lo largo de la costa frenó bruscamente cuando sus faros captaron la torreta del U-47. Bruscamente, el coche dio la vuelta y partió a toda velocidad por el mismo camino por el que había venido, dejando a Prien con la seguridad de que había sido localizado y pronto sería atacado.
Portahidros HMS Pegasus
La marea estaba entrando desde el este; incluso con los motores diesel y eléctricos al máximo, el U-47 se arrastró a una velocidad sólo ligeramente superior a un nudo, pero creaba una alta y rizada ola a ambos lados. A popa, Scapa Flow hervía de actividad, y uno de los destructores de búsqueda se estaba acercando, con su faro sondando ominosamente. Metro a metro, el U-47 forzó su camino hacia el estrecho hueco por el que había entrado, evitando apenas, en un punto determinad, una colisión con un muelle de madera que asomaba desde la orilla de la isla.
Mientras el submarino giraba hacia Holm Sound, el destructor perseguidor giró y dejó caer toda una andanada de cargas de profundidad muy atrás, probablemente debido a que el dispositivo electrónico rastreador de submarinos había confundido unos restos hundidos con el U-47. Fue el último roce cercano. Mientras el submarino alemán se deslizaba triunfante de vuelta al mar del Norte, Prien introdujo en su diario de abordo una nota más larga: “El resplandor de Scapa Flow todavía es visible.......”
Pecio del HMS Royal Oak
Durante años, la Marina de guerra alemana había sido la hijastra del Tercer Reich, olvidada a favor del Ejército, la niña mimada del ex-cabo Hitler, y de la Luftwaffe, la preferida de Göring. Dönitz había argumentado repetidamente que la única arma que podía dominar a Gran Bretaña era una gran flota de submarinos; siempre fue ignorado. Pero la hazaña de Scapa Flow hizo abrir los ojos a muchos. Dos días más tarde, el 16 de octubre, el gran almirante Erich Raeder, comandante en jefe de la Marina de guerra alemana, distribuyó un memorando: “el Führer concede el permiso para las siguientes medidas”, empezaba. Sigue toda una serie de Odense de guerra; la más importante decía: “Todos los barcos mercantes definitivamente reconocidos como enemigos (británicos o franceses) pueden ser torpedeados sin advertencia previa”.
Cuatro días más tarde de la visita del U-47 a Scapa Flow, Günther Prien y su tripulación eran invitados de su Führer en la Chancillería de Berlín; allá, Prien fue condecorado con la codiciada Ritterkreutz, la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro.
Prien felicitado por Raeder y Dönitz
La Batalla del Atlántico. Editorial Optima
www.u-47.org
Saludos
La naturaleza le había jugado un truco enfurecedor. Aunque las condiciones climáticas eran perfectas, como se había predicho –una noche sin luna, un mar picado pero no demasiado revuelto, y una fresca brisa-, todo se veía estropeado por un espectacular fenómeno de luces árticas, la aurora boreal. Ondulaciones de coloreada luz cruzaba el horizonte septentrional, iluminando la mitad del cielo y amenazando con traicionar la presencia del submarino.
Prien consideró por unos momentos abandonar su misión. Pero pasarían semanas antes de que las condiciones ideales de marea y luna se presentaran de nuevo. Además, la moral que había transmitido a los hombres del U-47 cuando les puso al corriente de su misión tal vez fuera imposible de recapturar.
Para Prien, entonces con 31 años, e U-47 era su primer mando, y ésta su primera gran misión. Había sido elegido por el comodoro Karl Dönitz, jefe del ejército submarino alemán, para llevar a cabo la primera operación submarina especial de a guerra: un audaz ataque contra la flota británica en medio miso de su base de Scapa Flow.
Prien parte para Scapa Flow desde Kiel
En toda la segunda guerra mundial, a ningún otro comandante de submarino alemán se le pediría que efectuara una misión más atrevida o difícil. Scapa Flow, una cuenca de aguas profundas casi pegada a tierra firme en las islas Orcadas, era uno de los fondeaderos más celosamente guardados del mundo. Su entrada estaba bloqueada por barcos hundidos, minas y redes, y patrullada por la Marina Real. Más aún, un submarino que intentara deslizarse a su interior iba a encontrarse con toda probabilidad con una serie de corrientes excepcionalmente fuertes.
Scapa Flow tenía un significado especial, amargo, para los alemanes. Las principales unidades de la flota alemana habían sido internadas allí después de la Primera Guerra Mundial. En 1919, mientras los aliados discutían sobre el destino final de la flota, las tripulaciones alemanas de mantenimiento que se ocupaban de los barcos escaparon con ellos y hundieron la mayoría.
U-47 a la vuelta de Scapa.
Ahora los alemanes regresaban a Scapa Flow. El propio Dönitz había planeado la operación, tras estudiar una serie de fotografías aéreas para hallar la mejor ruta hasta el interior del fondeadero, y eligió personalmente a Prien para llevar a cabo el ataque (recordó a Prien, al hacerlo, que en la I GM dos submarinos alemanes habían intentado un ataque similar contra la flota británica en Scapa Flow, y que no habían regresado).
La mañana del 8 de octubre, el U-47 se deslizó de sus amarras en Kiel, en el norte de Alemania, , y cruzó el canal de Kiel en dirección al mar del Norte. Los miembros de la tripulación ignoraban todavía la naturaleza de su misión, pero las sospechas de que se trataba de algo especial no tardaron en florecer cuando el submarino divisó una columna de humo en e horizonte y Prien ordenó sumergirse sin ni siquiera investigarla. Sólo cuando el submarino se hallaba en la superficie no lejos de las Orcadas, recargando sus baterías y renovando su provisión de aire comprimido, divulgó Prien la noticia a su primer oficial de guardia, Engelbert Endrass. “Agárrese a algo, Endrass –le dijo- vamos a Scapa Flow”.
U-47: Type VII B
Luego Prien se lo dijo a resto de la tripulación, y ordenó una fiesta especial para celebrar la ocasión. Fue una extraña celebración, con el submarino sumergido y los hombres sentados ante una comida de costillas de cerdo y col. Para rehuir el riesgo de detección, el cocinero, mientras servía la comida, andaba suavemente con los pies envueltos en telas.
Siete horas y media más tarde, el U-47, ahora en la superficie, se deslizó al interior de Holm Sound, una de las tres entradas a Scapa Flow. Las fotografías aéreas habían indicado a Dönitz que la entrada de Kirk Sound al norte de Holm Sound –un estrecho canal entre islas, que estaba casi completamente bloqueado por tres barcos hundidos- podía ser franqueada por un navegante osado con una embarcación pequeña. A medida que se acercaba la medianoche, Prien permaneció en su puente observando el canal, brillantemente iluminado por la parpadeante aurora. La tierra se cerraba a ambos lados, y las chimeneas y los mástiles de los barcos hundidos se alzaban amenazadoramente sobre el agua allá delante. “Es una fantasmagórica visión –escribió Prien en su diario de a bordo-. En tierra todo está oscuro, y muy alto ene l cielo pueden verse las parpadeantes luces septentrionales, de modo que la bahía, rodeada por altas montañas, se hall a directamente iluminada desde arriba. El bloqueo que forman los barcos yace hundido ahí delante, fantasmal como las bambalinas de un teatro”.
La tripulación.
Al norte, a lo largo de la carretera de la costa de la isla a su derecha, Prien pudo ver a un ciclista de las Orcadas que se encaminaba de vuelta a casa con el faro de su bicicleta brillando débilmente en la oscuridad. Prien había memorizado el mapa, y no se molestó en orientarse por él mientras guiaba al submarino a través del paso. Había rebasado sin problema uno de los barcos hundidos –una goleta de dos mástiles hundida en aproximadamente 10 metros de agua-, cuando una corriente repentina hizo girar el submarino a estribor. El submarino rozó un cable de uno de los barcos hundidos, y Prien notó que el caso tocaba fondo. Cuidadosamente, delicadamente, desprendió el U-47, lo hizo girar ligeramente a babor, y luego, con una difícil y rápida maniobra, lo hizo pasar a través del hueco. A las 12:30 de la madrugada del 14 de octubre estaba dentro de Scapa Flow.
Donde le aguardaba el sobresalto de otra sorpresa. Mientras el U-47 avanzaba hacia el anclaje principal con la escotilla de su torreta abierta y las cubiertas ligeramente hundidas, Prien se halló rodeado por un amplia extensión de agua vacía allá donde había esperado hallar la flota británica. Con creciente impaciencia y ansiedad, giró hacia el norte. Al fin vio recompensada su persistencia. Primero divisó las bajas formas de los destructores anclados junto a al orilla, luego, emergiendo de la silueta de una colina tras ellos, los mástiles de dos grandes barcos se alzaron contra el cielo. Uno de ellos era el acorazado Royal Oak, y el otro el portahidroaviones Pegasus (en realidad Prien lo confundió con el acorazado Repulse). El comandante del submarino alemán contempló fascinado el Royal Oak, luego se volvió hacia Endrass. “Eche una mirada a eso –le dijo –hay otro detrás”.
Ruta seguida por Prien en la incursión
El U-47 estaba ahora a 3600 metros de su presa, en posición para un golpe sensacional. Los cuatro tubos de los torpedos de proa estaban apuntados a las siluetas sobrepuestas de los dos barcos británicos, y Prien dio la orden de abrir fuego. Siguió el silbido de la presión de aire, el submarino retrocedió un poco ante el shock de al descarga, y los lentos y deliberados segundos tictaquearon mientras los torpedos cubrían la distancia que los separaba de su blanco.
Tres minutos más tarde, con un sólido y sordo golpe, un solitario torpedo estalló inofensivamente, a todas luces contra la proa del Royal Oak o la cadena de su ancla. Desconcertado y amargamente decepcionado, Prien hizo dar la vuelta a su submarino. Mientras lo hacía disparó su torpedo de popa; también falló el blanco.
El Royal Oak
Por aquel entonces la situación del U-47 era precaria; seguramente toda la flota británica se hallaba ya alerta. El instinto de Prien fue correr en busca de seguridad. Pero, mientras aguardaba aprensivamente el contraataque que a buen seguro se produciría, empezó a darse cuenta de que , sorprendetemente, nadie a bordo de ninguno de los barcos anclados a su alrededor sospechaba todavía de su presencia. No tenía forma de saberlo, pero tanto el capitán W.G. Benn del Royal Oak como el comandante del 2º escuadrón de Combate, el contralmirante H E C Blagrowe, que también estaba a bordo, atribuyeron la explosión del torpedo a alguna causa interna indeterminada.
Increíblemente, los británicos le habían concedido a Prien otra oportunidad, y esta vez se propuso aprovecharla al máximo. Mientras los miembros de su tripulación recargaban los tubos de los torpedos, dio fríamente la vuelta de nuevo a fin de situarse otra vez en posición bajo las aún parpadeantes luces septentrionales.
Otra imagen del HMS Royal Oak
Dio por segunda vez la orden de disparar. De nuevo los tripulantes del submarino aguardaron tensamente mientras los torpedos avanzaban hacia sus blancos. De pronto, todo ocurrió a la vez. “Se produce una fuerte explosión, un rugir y un retumbar –anotó Piren en su diario de a bordo-. Luego brotan columnas de agua, seguidas por columnas de fuego, y multitud de fragmentos vuelan por los aires. El puerto nace a la vida. Los destructores se iluminan, empiezan a sonar avisos por todas partes, y en tierra firme, a 200 metros de distancia de mí, los coches rugen por las carreteras. Un acorazado ha sido hundido, un segundo ha resultado dañado, y los tros tres torpedos han provocado incendios”.
Trece minutos después del ataque, el golpeado casco del Royal Oak volcaba de lado y se deslizaba bajo la superficie de Scapa Flow, llevándose consigo a 833 oficiales y marinos. Los tripulantes del submarino se sintieron exultantes; pero todavía tenían que pasar su peor prueba. Mientras Prien hacía dar la vuelta al U-47 y se dirigí a toda velocidad hacia el canal de escape, detrás del submarino se formó una claramente visible estela de agua blanca. Hacia babor la tierra firme se acercaba cada vez más, y un automóvil que recorría a toda velocidad la carretera a lo largo de la costa frenó bruscamente cuando sus faros captaron la torreta del U-47. Bruscamente, el coche dio la vuelta y partió a toda velocidad por el mismo camino por el que había venido, dejando a Prien con la seguridad de que había sido localizado y pronto sería atacado.
Portahidros HMS Pegasus
La marea estaba entrando desde el este; incluso con los motores diesel y eléctricos al máximo, el U-47 se arrastró a una velocidad sólo ligeramente superior a un nudo, pero creaba una alta y rizada ola a ambos lados. A popa, Scapa Flow hervía de actividad, y uno de los destructores de búsqueda se estaba acercando, con su faro sondando ominosamente. Metro a metro, el U-47 forzó su camino hacia el estrecho hueco por el que había entrado, evitando apenas, en un punto determinad, una colisión con un muelle de madera que asomaba desde la orilla de la isla.
Mientras el submarino giraba hacia Holm Sound, el destructor perseguidor giró y dejó caer toda una andanada de cargas de profundidad muy atrás, probablemente debido a que el dispositivo electrónico rastreador de submarinos había confundido unos restos hundidos con el U-47. Fue el último roce cercano. Mientras el submarino alemán se deslizaba triunfante de vuelta al mar del Norte, Prien introdujo en su diario de abordo una nota más larga: “El resplandor de Scapa Flow todavía es visible.......”
Pecio del HMS Royal Oak
Durante años, la Marina de guerra alemana había sido la hijastra del Tercer Reich, olvidada a favor del Ejército, la niña mimada del ex-cabo Hitler, y de la Luftwaffe, la preferida de Göring. Dönitz había argumentado repetidamente que la única arma que podía dominar a Gran Bretaña era una gran flota de submarinos; siempre fue ignorado. Pero la hazaña de Scapa Flow hizo abrir los ojos a muchos. Dos días más tarde, el 16 de octubre, el gran almirante Erich Raeder, comandante en jefe de la Marina de guerra alemana, distribuyó un memorando: “el Führer concede el permiso para las siguientes medidas”, empezaba. Sigue toda una serie de Odense de guerra; la más importante decía: “Todos los barcos mercantes definitivamente reconocidos como enemigos (británicos o franceses) pueden ser torpedeados sin advertencia previa”.
Cuatro días más tarde de la visita del U-47 a Scapa Flow, Günther Prien y su tripulación eran invitados de su Führer en la Chancillería de Berlín; allá, Prien fue condecorado con la codiciada Ritterkreutz, la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro.
Prien felicitado por Raeder y Dönitz
La Batalla del Atlántico. Editorial Optima
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Saludos