LOS NORTEAMERICANOS ENTRAN A LA GUERRA
Publicado: Vie Jul 15, 2011 9:58 am
¡Hola a todos!
Quizás el asunto que más consenso ha alcanzado entre los especialistas en Pearl Harbor, "clásicos" y revisionistas (radicales incluidos), es el hecho de que en el pensamiento del liderazgo político y militar de Estados Unidos se consideraba un ataque japonés a Pearl Harbor mediante una operación de ataque aéreo desde portaaviones como algo sumamente improbable. Este es un punto clave que puede ayudar a comprender la razón principal (de la que derivaron todas las demás) de la catástrofe estadounidense del 7 de diciembre: los principales actores en la toma de decisiones, en los estamentos político y militar de USA, estaban convencidos de que Japón carecía de los medios y habilidades requeridos para una empresa tan osada como un ataque en las condiciones que he referido sobre PH. Quizás subyace en este pensamiento una subestimación de naturaleza racista. Tal vez Logan C. Ramsey, un oficial de operaciones del estado mayor del contralmirante Bellinger, resumió el sentir de todos los altos mandos cuando en agosto de 1937 concluyó que un ataque con portaaviones contra un objetivo tan distante contenía riesgos tan enormes (como el de perder toda la flota de portaaviones) que una operación así, de llevarse a cabo, sería la más grande metedura de pata estratégica de la historia naval*. Kimmel compartía esa opinión, y de sentir similar eran Roosevelt, Stimson, Stark o Short.
Demos un cambio de tercio radical. Quien haya leído la historia (o las historias) de la diplomacia y los servicios de inteligencia del gobierno soviético durante las semanas previas a la invasión nazi de 22 de junio de 1941, probablemente haya quedado mudo de asombro al constatar que Stalin desdeñó toda información de inteligencia que le advertía de la inminencia de un ataque alemán. Y aquí se da una circunstancia que, por lo que he leído al respecto, es más frecuente de lo que se pueda imaginar en el mundo de los servicios de inteligencia. Se trata del rechazo instintivo de aquellas informaciones que anuncian circunstancias o sucesos muy contrarias a los que alberga el receptor de dicha información. Stalin estaba convencido en su fuero interno de que Hitler no atacaría a la URSS, pues, en base a las amargas experiencias alemanas de la IGM, consideraba que Hitler no sería tan lunático de abrir un segundo frente antes de que Alemania liquidara el conflicto con Gran Bretaña. Había vigentes un pacto de no-agresión y un tratado comercial muy ventajosos para ambos países; la URSS estaba suministrando importantes cantidades de materias primas estratégicas y de alimentos que Alemania necesitaba para compensar los efectos del bloqueo naval británico en su lucha contra Gran Bretaña. Rusia era un vastísimo teatro de guerra y los soviéticos contaban con enormes cantidades de recursos humanos y materiales. Por estas y otras razones, Stalin estaba convencido de que Hitler no sería tan demente como para romper, de forma tan desfavorable a sus intereses, el equilibrio político-económico nazi-soviético. Así que rechazó como guerra de propaganda varias informaciones solventes de inteligencia que a un observador neutral no le dejarían lugar a la duda de la inminencia de un ataque alemán.
Para un anti-stalinista al uso, ese fracaso se despacha tranquilamente echando mano de cualquiera de los propios defectos o vicios de Stalin, como su paranoia, por ejemplo. No cabe teoría de conspiración alguna.
El caso estadounidense en Pearl Harbor es bastante similar al de Stalin, sólo que con una crucial diferencia (al margen de la certeza de que en este caso no cabía duda alguna de que se iba a producir un ataque): aquí no contaron con informaciones de inteligencia tan solventes y precisas como las que recibió Stalin que indicaran claramente un ataque japonés contra Pearl Harbor. Roosevelt y sus principales colaboradores políticos sabían con certeza que Japón atacaría, pero desconocían cuándo y dónde. Estimaban, una valoración compartida por la mayoría del alto mando militar, que el objetivo más probable de un ataque japonés sería Filipinas, mientras que consideraban sumamente improbable (por no decir imposible) un ataque contra Hawai. Si tenemos en cuenta esta valoración ampliamente compartida y el hecho de que ni una sola información de inteligencia, por sí sola, indicaba un ataque a PH, entonces es más fácil comprender la razón del subsiguiente desastre sin necesidad de recurrir a conspiraciones. Sólo una auténtica organización de coordinación de las diversas informaciones de inteligencia y de cooperación entre sus distintas fuentes podría propiciar la recopilación y análisis de quella información que, en su conjunto, indicaba PH como un objetivo probable del esperado ataque japonés. Pero esta organización no existía entonces en Estados Unidos. Como dijo James Bamford, la parte técnica de la inteligencia "especialmente en la ruptura de Púrpura, se realizó con genio, pero la parte analítica se perdió en desorganización"**.
* Logan C. Ramsey, “Aerial Attack on Fleets at Anchor,” Naval Institute Proceedings (August 1937): 1132; citado en John G. Keegan, "Husband E. Kimmel and the Aftermath of Pearl Harbor", pp. 10-11, tesis presentada en la Universidad de Millersville de Pennsylvania el 17 de febrero de 2010 y disponible en:
http://www.jgkeegan.com/pdf/Thesis021710.pdf" onclick="window.open(this.href);return false;
**James Bamford, The Puzzle Palace: A Report on America’s Most Secret Agency (New York: Penguin, 1983), 58; citado en J. Ransom Clark, Intelligence and National Security: A Reference Handbook (Westport, Connecticut & London: Praeger Security International, 2007), p. 9.
Saludos cordiales
JL
Quizás el asunto que más consenso ha alcanzado entre los especialistas en Pearl Harbor, "clásicos" y revisionistas (radicales incluidos), es el hecho de que en el pensamiento del liderazgo político y militar de Estados Unidos se consideraba un ataque japonés a Pearl Harbor mediante una operación de ataque aéreo desde portaaviones como algo sumamente improbable. Este es un punto clave que puede ayudar a comprender la razón principal (de la que derivaron todas las demás) de la catástrofe estadounidense del 7 de diciembre: los principales actores en la toma de decisiones, en los estamentos político y militar de USA, estaban convencidos de que Japón carecía de los medios y habilidades requeridos para una empresa tan osada como un ataque en las condiciones que he referido sobre PH. Quizás subyace en este pensamiento una subestimación de naturaleza racista. Tal vez Logan C. Ramsey, un oficial de operaciones del estado mayor del contralmirante Bellinger, resumió el sentir de todos los altos mandos cuando en agosto de 1937 concluyó que un ataque con portaaviones contra un objetivo tan distante contenía riesgos tan enormes (como el de perder toda la flota de portaaviones) que una operación así, de llevarse a cabo, sería la más grande metedura de pata estratégica de la historia naval*. Kimmel compartía esa opinión, y de sentir similar eran Roosevelt, Stimson, Stark o Short.
Demos un cambio de tercio radical. Quien haya leído la historia (o las historias) de la diplomacia y los servicios de inteligencia del gobierno soviético durante las semanas previas a la invasión nazi de 22 de junio de 1941, probablemente haya quedado mudo de asombro al constatar que Stalin desdeñó toda información de inteligencia que le advertía de la inminencia de un ataque alemán. Y aquí se da una circunstancia que, por lo que he leído al respecto, es más frecuente de lo que se pueda imaginar en el mundo de los servicios de inteligencia. Se trata del rechazo instintivo de aquellas informaciones que anuncian circunstancias o sucesos muy contrarias a los que alberga el receptor de dicha información. Stalin estaba convencido en su fuero interno de que Hitler no atacaría a la URSS, pues, en base a las amargas experiencias alemanas de la IGM, consideraba que Hitler no sería tan lunático de abrir un segundo frente antes de que Alemania liquidara el conflicto con Gran Bretaña. Había vigentes un pacto de no-agresión y un tratado comercial muy ventajosos para ambos países; la URSS estaba suministrando importantes cantidades de materias primas estratégicas y de alimentos que Alemania necesitaba para compensar los efectos del bloqueo naval británico en su lucha contra Gran Bretaña. Rusia era un vastísimo teatro de guerra y los soviéticos contaban con enormes cantidades de recursos humanos y materiales. Por estas y otras razones, Stalin estaba convencido de que Hitler no sería tan demente como para romper, de forma tan desfavorable a sus intereses, el equilibrio político-económico nazi-soviético. Así que rechazó como guerra de propaganda varias informaciones solventes de inteligencia que a un observador neutral no le dejarían lugar a la duda de la inminencia de un ataque alemán.
Para un anti-stalinista al uso, ese fracaso se despacha tranquilamente echando mano de cualquiera de los propios defectos o vicios de Stalin, como su paranoia, por ejemplo. No cabe teoría de conspiración alguna.
El caso estadounidense en Pearl Harbor es bastante similar al de Stalin, sólo que con una crucial diferencia (al margen de la certeza de que en este caso no cabía duda alguna de que se iba a producir un ataque): aquí no contaron con informaciones de inteligencia tan solventes y precisas como las que recibió Stalin que indicaran claramente un ataque japonés contra Pearl Harbor. Roosevelt y sus principales colaboradores políticos sabían con certeza que Japón atacaría, pero desconocían cuándo y dónde. Estimaban, una valoración compartida por la mayoría del alto mando militar, que el objetivo más probable de un ataque japonés sería Filipinas, mientras que consideraban sumamente improbable (por no decir imposible) un ataque contra Hawai. Si tenemos en cuenta esta valoración ampliamente compartida y el hecho de que ni una sola información de inteligencia, por sí sola, indicaba un ataque a PH, entonces es más fácil comprender la razón del subsiguiente desastre sin necesidad de recurrir a conspiraciones. Sólo una auténtica organización de coordinación de las diversas informaciones de inteligencia y de cooperación entre sus distintas fuentes podría propiciar la recopilación y análisis de quella información que, en su conjunto, indicaba PH como un objetivo probable del esperado ataque japonés. Pero esta organización no existía entonces en Estados Unidos. Como dijo James Bamford, la parte técnica de la inteligencia "especialmente en la ruptura de Púrpura, se realizó con genio, pero la parte analítica se perdió en desorganización"**.
* Logan C. Ramsey, “Aerial Attack on Fleets at Anchor,” Naval Institute Proceedings (August 1937): 1132; citado en John G. Keegan, "Husband E. Kimmel and the Aftermath of Pearl Harbor", pp. 10-11, tesis presentada en la Universidad de Millersville de Pennsylvania el 17 de febrero de 2010 y disponible en:
http://www.jgkeegan.com/pdf/Thesis021710.pdf" onclick="window.open(this.href);return false;
**James Bamford, The Puzzle Palace: A Report on America’s Most Secret Agency (New York: Penguin, 1983), 58; citado en J. Ransom Clark, Intelligence and National Security: A Reference Handbook (Westport, Connecticut & London: Praeger Security International, 2007), p. 9.
Saludos cordiales
JL