Mussolini y los orígenes de la IIGM

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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Mussolini y los orígenes de la IIGM

Mensaje por José Luis » Mié Ene 07, 2009 2:25 pm

¡Hola a todos!

Así titula Robert Mallet su estudio sobre la política exterior de Mussolini entre 1933 y 1940 (Mussolini and the Origins of the Second World War, 1933-1940. New York: Palgrave Macmillan, 2003). ¿Hasta qué punto fue determinante la política exterior de Mussolini para posibilitar el estallido de la IIGM? Este tema es muy interesante (y apasionante). Voy a traducir en unos cuantos mensajes el primer capítulo de Mallet (Contrasting Interpretations of Mussolini and the Origins of the Second World War), que es una excelente introducción a la materia.

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La discusión académica sobre los antecedentes inmediatos de la Segunda Guerra Mundial se ha concentrado extensamente en dos elementos claves: la reemergencia del expansionismo alemán tras la subida de Hitler al poder en enero de 1933, y la respuesta que dieron a ello las principales potencias europeas, Francia y Gran Bretaña.

Como observa Philip Bell, tras la Primera Guerra Mundial, Europa, y en particular Europa oriental, se encontraba en una “condición profundamente inestable”. Alemania, cuya deriva expansionista había llevado al estallido de la guerra en 1914, “fue golpeada pero no destruida”, y en la Alemania de entreguerras “persistía la voluntad de tratar de conseguir de nuevo la dominación de Europa, que casi fue lograda en 1914-1918”. Este dominio, como Hitler anotó en Mein Kampf, debía ser expresamente afirmado en Europa central y oriental. Las principales democracias y potencias imperiales europeas, Francia y Gran Bretaña, inicialmente “apaciguaron” el régimen de Hitler, y aceptaron la expansión nazi en la Renania (1936), Austria (1938) y la región de los Sudetes de Checoslovaquia (1938), antes de que determinaran gradualmente, en 1939, detener este expansionismo, incluso si ello resultaba en una segunda grave guerra europea. Los cálculos de Hitler, alimentados por las opiniones de su ministro de Exteriores, Joachim von Ribbentrop, de que los gobiernos británico y francés no intervendrían tras el ataque alemán sobre Polonia a principios de septiembre de 1939, se demostraron incorrectos. El resultado fue el estallido de un segundo mayor conflicto global.

Se ha dedicado considerablemente menos atención académica al papel de la Italia fascista en los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial, mientras que el debate mismo se ha mostrado a menudo profundamente dividido. Fuera de Italia, los académicos están de acuerdo en general en que Mussolini tenía su propia agenda expansionista. Sin embargo, dadas las inherentes debilidades de la infraestructura militar y la economía nacional italianas, la realización de las aspiraciones imperialistas del fascismo en el Mediterráneo y África estaba supeditada al apoyo de una Alemania considerablemente más poderosa. Y Hitler, determinado a hacer de Alemania la potencia líder de Europa, consideraba a Italia, como máximo, como un “socio subalterno”.

Mientras tanto, el debate dentro de Italia ha estado dividido por líneas políticas. En líneas generales, los escritores de la “izquierda” están de acuerdo con las opiniones de los académicos extranjeros en cuanto a las intenciones abiertamente agresivas de Mussolini, mientras que los de la “derecha”, representados fundamentalmente por Renzo de Felice y su escuela, niegan categóricamente que la Italia fascista planificara nunca una expansión territorial de gran escala. Del mismo modo, niegan que Mussolini hubiera forjado una alianza política y militar con el Reich de Hitler diseñada para conseguir los objetivos imperialistas del dictador.

Aunque la división intelectual no es exactamente infrecuente entre los académicos, el profundo nivel de desacuerdo que impregna la actual historiografía del fascismo italiano, y en particular el papel de su Duce en los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial, es tan intenso que merece una atención especial. Sólo analizando estrechamente las interpretaciones existentes del papel de Mussolini en los cruciales hechos que marcaron el descenso de Europa hacia la guerra -la subida de Hitler y la reemergencia del expansionismo alemán, la crisis italo-etíope, y las otras crisis internacionales de 1936-40- se vuelve claro el verdadero alcance de la discrepancia.

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Mensaje por José Luis » Mié Ene 07, 2009 4:21 pm

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The Mussolini-Hitler Relationship

La relación Mussolini-Hitler es indudablemente uno de los temas más perdurables de los años de entreguerras. Ambos hombres fueron líderes carismáticos y ultranacionalistas, y ambos gobernaron sus respectivos países mediante la regla autocrática. Sin embargo, la propia naturaleza de su relación, o dentro del contexto de este libro, cómo veía Mussolini a su homólogo alemán y qué esperaba de él, continúa siendo muy controvertido.

El estudio más famoso de los sucesos que precedieron a la Segunda Guerra Mundial -Origins of the Second World War de A. J. P. Taylor- no niega que Mussolini deseaba extender la influencia italiana en el Mediterráneo. No obstante, Taylor expone que después de la subida de Hitler al poder en enero de 1933, había una buena cantidad de conflicto entre las políticas de Mussolini y Hitler. Mussolini, afirma Taylor, esperaba que Hitler, una vez en el gobierno, demandaría concesiones territoriales de Francia y Polonia, mientras que “dejaría a Austria sola”. De este modo, la Italia fascista se “equilibraría felizmente entre Francia y Alemania, recibiendo recompensas de ambas”, aunque sin comprometerse con ninguna. El problema de Mussolini, concluye Taylor, era que Hitler no intentó dejar a Austria sola.

La tesis de Taylor tuvo su resonancia en en la interpretación de Renzo De Felice sobre las relaciones italo-alemanas. De Felici, también, enfatiza que la relación del Duce con la Alemania de Hitler permaneció equívoca. Los limitados objetivos territoriales de Mussolini reflejaban los de la Casa de Saboya, y los de los gobiernos liberales italianos que precedieron al fascismo. La diplomacia de Mussolini era la de “la política del peso decisivo”. En otras palabras, Italia, la más débil de las mayores potencias europeas, conseguiría sus objetivos políticos haciendo que un bando o el otro pagaran por el apoyo italiano. Por tanto, la subida de Hitler al poder en enero de 1933 no vio a Mussolini ni al liderazgo del Partito Nazionale Fascista deseando crear un “bloque ideológico” con Alemania que proporcionara el motor para el expansionismo de gran escala italiano. En cambio, razona De Felici y, más recientemente, el historiador americano James Burgwyn, el auge del nazismo en Alemania ofrecía a Mussolini una mayor oportunidad para perseguir con más éxito su política de mantener la “equidistancia” entre los principales estados europeos. Mussolini podía de ese modo concentrarse en asegurar sus limitados objetivos coloniales mediante la conquista de Etiopía, y mediante la resolución de los mayores temas territoriales y políticos fuera de la Liga de las Naciones a través de la creación de un “directorio” europeo compuesto por las cuatro principales potencias europeas: Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia. En efecto, concluye De Felici, la política de Mussolini continuó estando gobernada por este criterio fundamental hasta la entrada de Italia en la guerra el 10 de junio de 1940.

Otros estudios de la política de Mussolini no aprueban las tesis de Taylor, De Felici y otros. El prudente estudio de Gerhard Weinberg de la política exterior alemana bajo Hitler razona que Mussolini, determinado a ver revisado el Tratado de Paz de Versalles, había establecido contacto con el floreciente movimiento Nacionalsocialista tiempo antes de que llegara al poder. Mussolini, expone Weinberg, estaba convencido de que “una Alemania más fuerte haría un contrapeso adecuado a Francia”, y, una vez que un gobierno nazi gobernara Alemania, estaba “deseando patrocinar un grado del rearme alemán así como también las revisiones territoriales a su favor”. A mediados de 1935, momento en que las relaciones de Mussolini con Londres y París se habían vuelto cada vez más tirantes por las reclamaciones italianas contra Etiopía, el dictador se movió hacia unas relaciones más estrechas con Hitler. En consecuencia, en enero de 1936, el Duce demostró su “menguante interés” en mantener la independencia austriaca cuando informó al embajador alemán en Roma, Ulrich von Hassell, que no ponía objeciones para que Austria se convirtiera efectivamente en un satélite del Reich. A partir de entonces, las relaciones entre Roma y Berlín se hicieron más estrechas, convergiendo en una intervención conjunta italo-alemana en la Guerra Civil Española, hasta que, tras la visita del ministro de Exteriores italiano, el conde Galeazzo Ciano, a Berlín en octubre de 1936, Mussolini cada vez más “se vio a sí mismo como aliado a Alemania por lazos que eran reales aunque no fuesen concretos”. Así nació el Eje Roma-Berlín.

Los historiadores alemanes Jens Petersen y Gerhard Schreiber por tanto definieron correctamente el debate sobre la conducta de Mussolini en política exterior como estando dividido entre campos divergentes y mutuamente incompatibles. Académicos como Gaetano Salvemini, Luigi Salvatorelli y H. Stewart Hughes ven a Mussolini como un “oportunista sin principios” que, más que tener un designio imperial predeterminado de 1922 en adelante, intentó simplemente, como dice Schreiber, “explotar oportunidades favorables en una especie de improvisación permanente”. Tales conclusiones han caído cada vez más bajo el ataque de académicos que ven “una continuidad de rasgos imperialistas y programáticos en la política de Mussolini después de 1922”. Los historiadores marxistas en particular han mantenido que la política exterior de Mussolini entre 1922 y 1939 buscaba crear “una zona de influencia” italiana en el Mediterráneo, un programa claramente análogo a la búsqueda de Hitler de espacio vital (Lebensraum) en el este.

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Mensaje por José Luis » Mié Ene 07, 2009 5:33 pm

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Mientras tanto, importantes estudios italianos argumentan consistentemente que la política exterior de Mussolini solamente podía ser vista como subordinada a la política socio-económica doméstica. En otras palabras, Mussolini “usó la política exterior con propósitos de propaganda, mientras que en sus planes generales sólo jugó un papel subordinado”. Su principal objetivo era asegurar el consenso interior y una limitada expansión colonial. Incluso después de la subida de Hitler al poder, Mussolini optó por mantener una distancia igual entre Berlín y París, como opuesta a mover a Italia más cerca hacia un alineamiento con el nazismo. Sin embargo, aunque tanto Petersen como Schreiber llegan a la conclusión de que desde al menos mediados de la década de 1920 Mussolini había planeado crear un imperio colonial en el nordeste africano, Schreiber advierte contra análisis basados en juzgar esto como parte de una “estratagema germano-italiana cuidadosamente planificada”. En cambio, concluye, Mussolini se convirtió en la víctima de sus propias “promesas programáticas” al pueblo italiano de que crearía un imperio fascista. Como resultado, a pesar de la desconfianza del Duce de Hitler y el régimen nazi, no tenía alternativa sino unirse en su suerte con Alemania en junio de 1940.

Sin embargo, el solo examen de las fuentes documentales diplomáticas no puede explicar la verdadera naturaleza subyacente del Eje Berlín-Roma proclamada por Mussolini en en noviembre de 1936. Estudios académicos llevados a cabo por MacGregor Knox y el autor presente han comenzado a examinar la relación directa entre la política exterior de la Italia fascista y su política estratégica, una dimensión vital de de la historia de entreguerras relativamente ignorada hasta hace poco. Sus hallazgos de investigación colectiva sugieren que un programa imperial predeterminado formó un componente central de la ideología fascista de Mussolini. De forma crucial, este programa estaba supeditado al apoyo político, económico y militar de un compatible régimen Nacionalsocialista igualmente concentrado en la conqista territorial.

La de Musolini era principalmente una visión geopolítica, y una visión que el dictador había desarrollado incluso antes de asumir el poder en 1922. Para Mussolini, Italia permanecía “encarcelada” en el Mediterráneo, un mar cuyas salidas en Gibraltar y el Canal de Suez estaban dominadas por los británicos y los franceses. Y, para Mussolini, la “misión” de la política italiana era “romper los barrotes de la prisión” y ganar el control de las salidas mediterráneas. La clave para conseguir estos objetivos geopolíticos descansaba primeramente en un programa sostenido de rearme nacional, y en segundo lugar en forjar una alianza eficaz política y militar con Alemania. Como el mismo dictador iba a declarar en 1939: “Confrontar la solución de semejante problema sin tener protegidas nuestras espaldas en el continente es absurdo. La política del Eje Roma-Berlín corresponde por tanto a una una necesidad histórica de fundamental importancia”. En consecuencia, los presupuestos militares italianos aumentaron de un total del 2,6 por ciento del gasto total de 1923-25 al 18,4 por ciento en 1936. No obstante, mientras el gasto militar fascista en términos del presupuesto nacional total sobrepasó el de Francia y Gran Bretaña, las guerras de Mussolini en Libia, Etiopía y España redujeron sustancialmente la efectividad militar general de Italia. Lograr los objetivos territoriales del régimen se volvió consecuentemente cada vez más supeditado al apoyo de Alemania, quien concluyó finalmente con Mussolini el Pacto de Acero en mayo de 1939. En vísperas de la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial, el Duce estaba “enterado del verdadero estado de las fuerzas armadas”, y entró en el conflicto con la certeza de una victoria alemana.

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Mensaje por Sitzkrieg » Mié Ene 07, 2009 7:40 pm

José Luis escribió:Estudios académicos llevados a cabo por MacGregor Knox y el autor presente han comenzado a examinar la relación directa entre la política exterior de la Italia fascista y su política estratégica, una dimensión vital de de la historia de entreguerras relativamente ignorada hasta hace poco.
Del Sr. Knox tengo el trabajo titulado Hitler's italian allies: Royal Armed Forces, Fascist Regime and the War of 1940-43, publicado por Cambridge University Press. Lo recomiendo sin ninguna duda por su claridad en los temas tratados.

Otros trabajos de Knox relacionados con la política exterior y la estrategia militar tanto del régimen fascista como del nacionalsocialista son: Mussolini Unleashed, 1939-1941: Politics and Strategy in Fascist's Italy Last War y Common Destiny: Dictatorship, Foreign Policy and War in Fascist Italy and Nazi Germany.

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Mensaje por José Luis » Mié Ene 07, 2009 9:24 pm

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Mussolinian Expansionism and Ethiopia

La guerra de Italia contra, y la conquista de, el imperio etíope durante el periodo 1935-36 marcó un momento decisivo (“turning point”) en la relación entre las principales potencias europeas. En primer lugar, anunció una importante lucha política entre la Italia de Mussolini por una parte, y Gran Bretaña por la otra, mucho mayor que la que había tenido lugar por la cuestión de Corfú en 1923. En segundo lugar, la crisis contribuyó mucho a la ruptura de la maquinaria de la Liga de las Naciones, establecida como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. La Liga había sido construida como un mecanismo dirigido a prevenir agresiones desenfrenadas por parte de un estado contra otro mediante una acción internacional colectiva. El fracaso de la Liga para evitar la conquista armada de Etiopía por Italia indicó, por tanto, su ineficacia como instrumento para el mantenimiento de la estabilidad y paz internacional, y como era de esperar envió una señal a otros estados potencialmente agresores, principalmente la Alemania de Hitler. En tercer lugar, la ruptura política de Mussolini con los británicos y los franceses por la cuestión etíope condujo a una creciente orientación italiana hacia unas mejores relaciones con el Reich de Hitler. De cualquier manera que los historiadores interpreten los motivos del Duce para reforzar lazos con Berlín, unas mejoradas relaciones bilaterales tuvieron indudablemente un profundo efecto en el curso de la historia europea de entreguerras.

Y aunque todavía reina la confusión con respecto a los verdaderos propósitos y objetivos de Mussolini en conquistar Etiopía, el Origins of the Second World War de A. J. P. Taylor argumenta que la parte de Mussolini en el estallido de la guerra italo-etíope permanece como “una especie de misterio”. Después de la derrota del ejército italiano en Adowa en 1896 a manos del emperador Menelik, cierto sentido de venganza estaba “implícito en el alarde italiano”. Sin embargo, mantiene Taylor, una guerra de venganza italiana contra Etiopía no era “más urgente en 1935 que en cualquier momento desde que Mussolini llegó al poder en 1922. Las condiciones en Italia no demandaban una guerra. El fascismo no estaba políticamente amenazado; y las circunstancias económicas en Italia favorecían la paz, no la inflación de la guerra”. Mussolini, añade Taylor, puso gran énfasis en el hecho de que el ejército italiano tenía que conquistar Etiopía rápidamente para “regresar al Brenner para la defensa de Austria cuando Alemania se hubiera rearmado”. Correctamente, esta explicación la encuentra Taylor absurda. “Si”, concluye, “Austria estuviera amenazada, Mussolini seguramente se habría concentrado en su defensa”, y no se habría visto distraído por una guerra en África. Quizás sintió que Austria pronto se perdería de cualquier manera en favor de Alemania, y capturó Etiopía como consuelo. En cualquier caso, la decisión del Duce todavía es “difícil de entender”.

El sentido de “dificultad” de Taylor al establecer los verdaderos propósitos y motivos de Mussolini en conquistar Etiopía en 1935 ha sido un rasgo del complejo debate que ha seguido la publicación de su tesis en 1961. En realidad, las interpretaciones que han emergido desde entonces han ofrecido una variedad de explicaciones para la decisión de Mussolini de invadir el único territorio africano que permanecía libre de colonizadores europeos. Los estudios de George Baer, Franco Catalano y Giorgio Rochat argumentan que el recurso de Mussolini a una guerra de conquista había estado fundamentalmente influenciado por factores domésticos. El descenso socio-económico de Italia -producto de la depresión económica global de 1929- condujo a que el régimen de Mussolini tomara medidas de emergencia que habían “puesto en peligro el consenso social”. Los importantes programas de rearme nacional diseñados, expone Catalano, a estimular el crecimiento económico también contribuyeron de este modo a una “política de guerra”. Mientras tanto, Alan Cassels mantiene que tras trece años en el poder el régimen fascista comenzó a sufrir un estancamiento en su “dinámica ideológica”. En consecuencia, una exitosa aventura en el exterior era el mejor medio al alcance de Mussolini de restablecer el dinamismo revolucionario del régimen. Denis Mack Smith, aunque aceptando que las consideraciones económicas ciertamente jugaron parte de influencia en la decisión de Mussolini, apunta a consideraciones de prestigio como mejor explicación. El éxito militar estabilizaría el régimen de Mussolini al demostrar que el sistema fascista era un importante y exitosos concepto político.

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PD.: Al final daré la lista de obras y autores citados por Mallet.
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Mensaje por José Luis » Mié Ene 07, 2009 9:31 pm

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Otras escuelas de pensamiento subrayan que los factores internacionales, en oposición a factores domésticos puramente internos, explican la decisión de Mussolini de anexionar Etiopía. De acuerdo con tal pensamiento, los objetivos de Mussolini en Etiopía estaban en línea con el imperialismo europeo tradicional, aunque en variante italiana de esta tradición. La visión imperial de Mussolini no era la de Gran Bretaña o Francia, sino, en cambio, un colonialismo limitado en sus propósitos y “orientado hacia la emigración”; hacia “encontrar tierra y trabajo para un pueblo italiano carente de tales oportunidades en casa”. De forma crucial, este programa de limitada expansión exterior sólo pudo tener lugar cuando el equilibrio de poder europeo favoreció tal empresa. Mussolini calculó que podía conquistar Etiopía, aunque con alguna oposición de británicos y franceses, antes de que una Alemania rearmada amenazara Austria. Habiendo completado la conquista, Mussolini podía entonces regresar a su tradicional política exterior pro-británica y anti-alemana. Otros, como Renato Mori, están de acuerdo en que la política colonial del dictador contenía un elemento internacional, pero subrayan que atribuir simples factores causales al razonamiento de Mussolini no ofrece una explicación adecuada de sus razones. Los factores político-económicos jugaron su parte, pero lo hicieron bajo presión de elementos de la elite dirigente italiana que favorecían la expansión exterior. Sólo cuando la configuración internacional lo favoreció, y sólo cuando la crisis económica de Italia fue suficientemente profunda para justificar un engrandecimiento territorial como medio de traer un alivio doméstico, Mussolini decidió finalmente proceder con la aventura.

Tomadas en su conjunto, ninguna de estas explicaciones ha resistido el paso del tiempo. La teoría de que Mussolini eligió atacar Etiopía como un medio de distracción de la opinión pública de las dificultades económicas internas se tambalea ante el hecho de que la depresión en Italia se había acabado en buena parte en 1935. De forma similar, la idea de que el dictador se embarcó en su guerra como un medio de reforzar la cohesión social dentro de la Italia fascista ha sido contrarrestada sobre la base de que no había un movimiento de oposición interno efectivo. Italia era un estado dictatorial de partido único con un aparato de seguridad interna muy efectivo. La idea de que la elite dirigente de Italia favorecía la aventura etíope, y presionó al dictador para llevarla a cabo, también debe considerarse con cautela dado el alcance de oposición de alto nivel con respecto al calendario de la política colonial de Mussolini que existía dentro de Italia. Finalmente, la teoría de que los objetivos imperiales de Mussolini estaban limitados solamente a Etiopía, y basados en asegurarse al menos el apoyo a regañadientes de París y Londres, también ha sido desafiada. La política fascista, exponen Gerhard Schreiber y Jens Petersen, estaba “dirigida hacia la guerra desde el principio. La expansión colonial había sido el sueño de Mussolini desde principios de la década de 1920, que simplemente dejó a un lado durante las fases inicial y de estabilización del sistema”. Mussolini quería su imperio fascista. La guerra contra Etiopía, llevada a cabo en frente de una dura oposición británica, era sólo una parte de un plan imperialista a largo plazo. Incluso si la desconfianza y la mala fe caracterizaron las relaciones italo-germanas de 1935 en adelante, este periodo estuvo marcado por el sostenido cambio de Mussolini hacia Berlín, con el objetivo de crear una “amplia alianza” para una “guerra de expansión” en el Mediterráneo, la esfera de influencia natural italiana.

Las obras que más estrechamente han examinado el pensamiento de Mussolini desde el periodo de enero de 1935 en adelante han confirmado que, para él, una anexión italiana de Etiopía no marcó una fase limitada de expansión exterior, sino, por el contrario, solamente el comienzo de una política imperial más ambiciosa. Mussolini y sus jefes militares ya estaban considerando la posibilidad de invadir Egipto y el Sudán británico para unir así Libia -una colonia italiana desde 1911- con las posesiones del este africano de Italia. La reciente investigación de archivo en Italia confirma esto mucho más. Las fuentes documentales italianas demuestran que, enfrentado con la oposición política británica a su aventura etíope en la primavera de 1935, Mussolini, determinado a no ser parado, ordenó a las fuerzas armadas italianas atacar y destruir la flota británica en el Mediterráneo. Sin embargo, el gobierno británico dirigido por Stanley Baldwin no quiso arriesgar un conflicto con Italia y, finalmente, Mussolini procedió con su invasión en octubre, sin ser obstaculizado por Gran Bretaña y la Liga de las Naciones.

Tras la guerra italo-etíope el dictador italiano, animado por la reluctancia británica a desafiarlo, y habiendo rechazado todas las ofertas anglo-francesas de una solución de compromiso, reforzó los lazos con Berlín, y ordenó a sus jefes de estado mayor prepararse para una guerra de conquista dirigida a capturar Egipto, Sudán, el Canal de Suez y el Estrecho de Bab-el-Mandeb, en la entrada meridional del Mar Rojo. Esta aventura, caso de éxito, conectaría el norte de Italia y los territorios del este africano, y daría a Mussolini su imperio del Mediterráneo y Mar Rojo, así como su muy pregonado “libre acceso a los océanos”. El logro de esta aventura, es importante observar, probó la justificación para la declaración de guerra de Mussolini contra Francia y Gran Bretaña en junio de 1940.

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Mañana continuamos.
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Mensaje por José Luis » Jue Ene 08, 2009 11:35 am

¡Hola a todos!

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Italy and the International Crises of 1936-1940

Si la relación de Mussolini con Hitler durante el periodo inicial del gobierno nazi, y los verdaderos propósitos y objetivos de Mussolini al anexionar Etiopía han generado un diverso y a menudo acalorado debate académico, entonces la parte del dictador en los otros sucesos que que precedieron directamente, y condujeron, al estallido de la Segunda Guerra Mundial se ha demostrado no menos controvertida. La exposición detallada de los importantes temas historiográficos que dominaron este periodo -la Crisis de Renania, la Guerra Civil Española, el Anschluss, y las crisis checa, albana y polaca, y así sucesivamente- obviamente no puede ser acometida dentro de los límites de este capítulo, y en consecuencia será discutida más tarde. Por tanto, aquí nos concentraremos en un breve análisis de las interpretaciones académicas de las relaciones de Mussolini con las mayores potencias europeas -Alemania, Francia y Gran Bretaña- en el contexto de esas crisis.

En efecto, la discusión académica sobre el papel de Mussolini en cada uno de los sucesos arriba mencionados puede reducirse a dos importantes temas centrales: (1) hasta qué punto el dictador italiano fue culpable de complicidad en las anexiones territoriales de Hitler; y (2) qué esperaba ganar de la implicación italiana en cada una de esas emergencias internacionales.

Muchos análisis de la política de Mussolini después de 1935 subrayan el hecho de que la Crisis de Etiopía presagió un cambio mayor en el equilibrio de poder europeo, y señaló un cambio creciente de Roma hacia la mejora de relaciones con Berlín. Philip Bell, Gerhard Weinberg y Gerhard Schreiber están de acuerdo en general en que, en palabras de Bell, “De ser un miembro de una coalición anti-alemana, Italia comenzó a cultivar la amistad alemana”. Las implicaciones de la modificación de Mussolini de la política italiana se hicieron sentir mucho más inmediatamente. A principios de 1936, Mussolini, como consecuencia de su aventura del este africano, alejó a Italia de su papel como uno de los garantes de la seguridad europea bajo los términos del Tratado de Locarno firmado en 1925. De esta forma, como expone Weinberg, Italia “abandonó este papel en favor de la demolición de Alemania del sistema de Locarno”.

En términos prácticos, esto significó que pronto en enero de 1936 el dictador se había apartado de su papel como “protector de la independencia austriaca”, y efectivamente informó a la administración Hitler, vía el embajador del Reich en Roma, Ulrich von Hassell, de que ya no objetaba por más tiempo si Austria, como estado formalmente independiente, se convertía efectivamente en un “satélite” alemán. Un mes más tarde, en febrero de 1936, Mussolini aseguró tácitamente a Hitler que no se uniría a ninguna acción contra Alemania bajo los términos del Tratado de Locarno. Hitler ocupó rápidamente la Renania -el territorio que se extendía entre Alemania y Francia y que bajo Locarno debía permanecer libre de tropas alemanas- y remilitarizó el territorio. Los gobiernos francés y británico, concluye Bell, envueltos ya en las consecuencias políticas de la guerra de Mussolini en África, eligieron permanecer al margen, no deseando arriesgar una guerra con Alemania por la cuestión de Renania. Los británicos, en particular, argumentaron que la ocupación de Hitler era inevitable; los alemanes simplemente estaban “entrando en la parte trasera de su propio jardín”. La intervención conjunta italo-alemana en el bando de los Nacionalistas de Francisco Franco en la Guerra Civil Española, que estalló en julio, siguió con rapidez. Posteriormente, tuvo lugar una creciente “convergencia de la política alemana e italiana” que culminó con una auténtica alianza política y militar -el Pacto de Acero- en 1939.

La teoría de que Mussolini decidió en favor de unas relaciones más estrechas con Berlín como consecuencia de las rencorosas relaciones con Gran Bretaña y Francia por el ataque de Italia sobre Etiopía no ha sido aceptada universalmente. La tesis original de A. J. P. Taylor enfatizaba que la inflexibilidad francesa y británica, como opuesta a una clara elección política del dictador italiano, “llevó” a Mussolini a los brazos de la Alemania de Hitler. Así, como ha observado un comentarista, Taylor afirma que “la oposición británica a, y la inconsistencia francesa sobre, la conquista italiana de Etiopía se demostró decisiva en la creación del Eje”. Renzo De Felici, nunca partidario de la opinión de que Mussolini persiguió activamente un alineamiento italo-alemán con propósitos de expansión, advierte de que ver el cambio de la política de Mussolini sobre Austria a principios de 1936 como un “cambio en la actitud mussoliniana hacia el Anschluss” es “excesivo”. Para De Felici, la declaración de Mussolini a Hassell sobre el futuro de Austria había sido un “recurso táctico” dirigido a poner fin a la “ambigua política” de Hitler sobre la cuestión etíope. En el fondo, el Duce permaneció firmemente convencido de la necesidad de un “acuerdo general” (un accordo generale) entre Italia y Gran Bretaña, más que cualquier acercamiento a Alemania. Como es lógico, De Felici descarta igualmente la complicidad de Mussolini en la ocupación de la Renania por Hitler. El Duce, mantiene, no había recibido aviso previo de las intenciones de Hitler, sino que fue informado de la decisión de Hitler en la mañana de la ocupación misma, el 7 de marzo de 1936.

Debería observarse que las pruebas documentales públicas y de archivo demuestran claramente que Mussolini había sido enterado de los planes de Hitler para Renania desde al menos mediados de febrero de 1936. De hecho, a esas alturas el dictador italiano había dado puntualmente a Hitler su garantía personal de que Roma no se opondría a la reocupación alemana. Así, el análisis de De Felici sobre esta cuestión debería ser tratado con considerable cautela. Más aún, la conclusión alcanzada por Taylor, que Mussolini no era más que un cabeza-hueca oportunista dispuesto a llegar a acuerdos con cualquier lado que le ofreciera las concesiones mayores, y la de De Felici, que el Duce deseaba con toda sinceridad un duradero y genuino acercamiento con París y Londres, permanecen ilógicas y sin fundamento.

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Mensaje por José Luis » Jue Ene 08, 2009 5:49 pm

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Análisis recientes han confirmado cada vez más que Mussolini escogió alinear a la Italia fascista con la Alemania nazi, en vez de ser “obligado” a hacerlo por las administraciones británica y francesa. Según MacGregor Knox, tal alineamiento formaba parte de la ideología geopolítica de Mussolini incluso antes de que asumiera el poder en Italia en 1922. Para Mussolini, razona Knox, la Alemania del periodo que siguió inmediatamente a la Primera Guerra Mundial “constituía la principal amenaza para el equilibrio de posguerra”, y para el Duce un futuro alineamiento italo-alemán posibilitaría a ambas “machacar” a Francia en una guerra futura. Tan pronto como en 1927 Mussolini comprendió que el apoyo militar alemán para Italia tendría su precio, y este precio sería el Anschluss.

Se requiere una investigación de archivo considerablemente mayor sobre la política exterior fascista en la década de 1920, y en particular sobre la concepción de Mussolini de Alemania y la cuestión del Anschluss durante este periodo. Lo que se puede decir con certeza es que a principios de 1936, el momento en el que las relaciones italianas con las “parásitas” y “burguesas” potencias europeas occidentales -Gran Bretaña y Francia- se habían vuelto irrevocablemente amargas, Mussolini estaba listo para dar un paso decisivo hacia el fortalecimiento de las relaciones entre Roma y Berlín. Su declaración, repetida más tarde, de que ya no objetaba a que Austria se convirtiera virtualmente en un satélite alemán, y su “ánimo” a Hitler en su remilitarización de la Renania, demostraron con amplitud su deseo de forjar una relación política y militar eficaz con el Reich de Hitler.

Las recientes pruebas de archivo disponibles dejan poco margen para dudar que tras la crisis etíope de 1935-36 Mussolini cortejó activamente a la Alemania de Hitler, y alineó la política italiana muy cerca de la del Reich. Sus razones para hacerlo estaban basadas tanto en un imperialismo ostensible como en la ideología. La intervención italiana y alemana en la Guerra Civil Española, ostensiblemente llevada a cabo como una cruzada “anti-bolchevique”, apenas ocultaba en realidad el hecho de que Mussolini, al apoyar el esfuerzo de guerra de Franco, esperaba asegurar el futuro apoyo español para el expansionismo del Eje, o más concretamente italiano. La posición geográfica de España en el Mediterráneo occidental la convertía en un importante aliado de una Italia fascista que buscaba asegurar la hegemonía mediterránea. Tras la guerra española, los militares italianos esperaban completamente el apoyo de Franco en cualquier futura guerra contra Gran Bretaña y Francia, y planearon usar las Islas Baleares como bases operacionales claves en el Mediterráneo occidental.

De igual modo, el papel de Mussolini en otros acontecimientos históricos claves del periodo 1936-40 -el Anschluss, la Crisis Checa, y así sucesivamente-, cuando se examina a la luz de la política político-militar fascista, no demuestran ni oportunismo ni su genuina voluntad de cooperar con París y Londres para detener el revisionismo nazi, como, por ejemplo, fue más tarde discutido por el antiguo embajador en Londres, el conde Dino Grandi. El Anschluss austro-alemán del 12 de marzo de 1938, aunque llegó más pronto de lo que Mussolini había deseado, tuvo lugar sin embargo en un momento en que el Eje Roma-Berlín ya formaba la base política para la planificación estratégica italiana. Las fuentes militares de Italia revelan que tan pronto como en enero de 1936, el alto mando naval italiano preveía que su futuro conflicto con Gran Bretaña y Francia sería llevado a cabo junto con Alemania. El viaje de Mussolini al Tercer Reich en septiembre de 1937 y la visita devuelta por Hitler en el siguiente mes de mayo, por tanto, no vinieron a representar simplemente material para las campañas de propaganda por parte de los dos regímenes. Por el contrario, la visita tuvo lugar en un momento en que los jefes de estado mayor italianos ya habían comenzado a discutir la dimensión estratégica del avance imperialista del fascismo, y en un momento en que los planificadores militares de Italia habían comenzado a preparar planes de contingencia para una guerra anti-británica y anti-francesa en el Mediterráneo. Si se necesitaba alguna prueba del total alineamiento de Mussolini de Roma con Berlín, llegó luego en septiembre de 1938, cuando las reclamaciones de Hitler contra las regiones Sudeten (en alemán) de Checoslovaquia vieron al Duce dando apoyo en apariencia al Führer, y deseando hacer la guerra contra Gran Bretaña y Francia en el Mediterráneo; una guerra cuyo principal objetivo era la captura de Tunicia y el Canal de Suez.

Es cierto que el trato de Hitler de su principal aliado europeo y estrecho adlátere ideológico causó en Mussolini gran descontento. El dictador alemán informó oficialmente a Mussolini del Anschluss solamente el día antes en que tuvo lugar, el 12 de marzo de 1938. Hitler también falló en notificar a Mussolini de su intención de romper el acuerdo de Munich de septiembre de 1938 y ocupar el resto de Checoslovaquia en marzo de 1939. De forma similar, después de que Roma y Berlín hubieran concluido el Pacto de Acero en mayo de 1939, Hitler rompió su promesa a Mussolini de que evitaría una guerra mayor al menos en tres o cuatro años, y presentó al Duce un hecho consumado posterior cuando Alemania concluyó secretamente un Pacto Nazi-Soviético en agosto de 1939. Pero Mussolini no fue menos artero. La invasión italiana de Albania en abril de 1939 tuvo lugar sin ninguna consulta previa con Berlín. De igual forma, mientras, en mitad de las negociaciones para el Pacto de Acero, los militares alemanes habían comenzado a planificar en secreto su ataque sobre Polonia, sus homólogos italianos estaban considerando un conflicto no declarado contra las posesiones británicas y francesas en África del Este.

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Mañana concluimos con el último mensaje.
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Mensaje por José Luis » Vie Ene 09, 2009 9:55 am

¡Hola a todos!

Finalizamos la introducción de Mallet:

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En cualquier caso, a pesar de las claras pruebas que mostraban a Mussolini que su homólogo alemán sería un socio político y militar decididamente informal, el dictador italiano permaneció fiel a la alianza italo-alemana, y en marzo de 1940 -antes de los trascendentales éxitos militares alemanes de esa primavera y verano- reafirmó el compromiso de Italia con el Eje. En consecuencia, la Italia fascista entró en la guerra al lado de su socio ideológico, la Alemania nazi, en junio de 1940 con el objetivo de resolver la cuestión de su “encarcelamiento” geopolítico en el Mediterráneo, un “encarcelamiento” más acentuado por el bloqueo aliado impuesto en septiembre de 1939.

Claramente, muchas de las cuestiones esenciales que yacen en el fondo del debate sobre la parte de Mussolini en el estallido de la Segunda Guerra Mundial permanecen inadecuadamente tratadas y profundamente polémicas. Este libro intentará tratar la dimensión política de esas cuestiones esenciales. Lo que se puede decir es que la noción de Taylor de que el conflicto con Gran Bretaña y Francia sobre la anexión italiana de Etiopía “obligó” a Mussolini a moverse hacia el lado de Alemania contra su voluntad, y, por ese asunto, la decisión del Duce de conquistar el territorio permanece envuelta en misterio, están ahora claramente desfasadas, y no están apoyadas por la última investigación de archivo. De igual forma, la opinión de que Mussolini, incluso tras el amargo resultado de la Crisis Italo-Etíope, continuó pro-británico y no tenía intención alguna de un mayor engrandecimiento territorial a expensas de Gran Bretaña, también tropieza con la nueva investigación académica. Claramente, el debate sobre la naturaleza de las relaciones exteriores de la Italia fascista que ha seguido exclusivamente una notable y nueva investigación académica continúa confirmando las características agresivas y pro-nazis de las políticas del Duce.

Mientras la mayoría de los historiadores acepta en gran medida de facto la mentalidad beligerante y abiertamente imperialista de Mussolini, una mentalidad que formó la base de todo el edificio fascista, el principal academicismo italiano permanece extrañamente reacio a aceptar estas premisas básicas. Extrañamente, la compatibilidad ideológica de los regímenes nazi-fascista, en sí una lógica suficientemente real, y el propósito común que compartían en su búsqueda de volcar el acuerdo de paz de Versalles, no es suficiente para satisfacer la curiosidad intelectual de reconocidos académicos italianos. Niegan en consecuencia que, al menos desde 1935-36 en adelante, Italia y Alemania se acercaran más política y militarmente bajo la guía de sus respectivas figuras paternas. La aceptación de Mussolini de la predominancia alemana en Renania y Austria, su declaración de solidaridad del Eje Roma-Berlín, su intención de hacer la guerra al lado de Alemania durante la crisis checa de septiembre de 1938, su conclusión del Pacto de Acero y la planificación italiana para y de declaración de guerra contra Gran Bretaña y Francia en 1940 son juzgadas por ellos no como dictados lógicos, sino más bien como un extraño intento de un “pragmático” y “responsable” Mussolini para contener la amenaza germánica a la Europa continental.

Sin embargo, los hechos históricos, tal como se encuentran en las fuentes documentales de los depósitos oficiales, continúan siendo hechos históricos. De esta forma, el académico inteligente y equilibrado sólo puede concluir, a partir de la enorme cantidad de material ahora disponible en Italia y en el extranjero, que existe una gran disparidad entre las varias interpretaciones de las acciones de Mussolini a lo largo del periodo entre 1933 y 1940. Este libro pretende corregir esta disparidad.

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Mallet, Op. Cit., pp. 1-15

Autores citados:

P. M. H. Bell, The Origins of the Second World War in Europe (Longman, London and New York), 1996.

M. Knox, ‘Il fascismo e la politica estera italiana’, in R. J. Bosworth and S. Romano (eds.), La politica estera italiana, 1860^1985 (IlMulino, Bologna, 1991)..

A. J. P. Taylor, The Origins of the Second World War (Penguin, London, 1987).

R. De Felice, Mussolini il Duce, II: Lo stato totalitario, 1936^40 (Giulio Einaudi, Turin, 1981).

R. De Felice, Mussolini il Duce, I: Gli anni del consenso, 1929^36 (Giulio Einaudi, Turin, 1974); H. James Burgwyn, ‘Grandi e il mondo teutonico: 1929^1932’, Storia Contemporanea, 19, 2 (1988).

G. Weinberg, The Foreign Policy of Hitler’s Germany. Volume I: Diplomatic Revolution in Europe, 1933^36 (University of Chicago Press, Chicago, 1970).

J. Petersen, ‘La politica estera del fascismo come problema storiografico’, Storia Contemporanea, 3, 4 (1972); G. Schreiber, ‘Political and Military Developments in the Mediterranean Area, 1939^40’, in W. Deist et al. (eds), Germany and the Second World War, Volume III: The Mediterranean, South-East Europe and North Africa, 1939^41 (Clarendon
Press, Oxford, 1995).

M. Knox, Mussolini Unleashed. Politics and Strategy in Fascist Italy’s Last War, 1939^41 (Cambridge University Press, Cambridge, 1988); Knox, ‘Il fascismo’; B. R. Sullivan, ‘The Italian Armed Forces, 1918^40’, in A. R. Millett and W. Murray (eds), Military Effectiveness. Volume II: The Interwar Period (Allen & Unwin, Boston, 1988); R. Mallett, The Italian
Navy and Fascist Expansionism, 1935^40
(Frank Cass, London, 1998).

G. W. Baer, The Coming of the Italian^Ethiopian War (Harvard University Press, Cambridge, MA, 1967); F. Catalano, L’economia italiana di guerra: la politica economico-finanziaria del Fascismo dalla guerra d’Etiopia alla
caduta del regime, 1935^43
(Istituto Nazionale per la Storia, Milan, 1969); G. Rochat, Militari e politici nella preparazione della campagna d’Etiopia: studio e documenti, 1932^36 (Franco Angeli,Milan, 1971).

A. Cassels, ‘Was There a Fascist Foreign Policy? Tradition and Novelty’, International History Review, 5, 2 (1983).

D. Mack Smith, Mussolini’s Roman Empire (Longman, London, 1976).

R. Mori, Mussolini e la conquista dell’Etiopia (Felice le Monnier, Florence, 1978).

G. Weinberg, The Foreign Policy of Hitler’s Germany. Volume II: Starting World War Two, 1937^39 (University of Chicago Press, Chicago, 1980).

R. Mallett, ‘The Anglo-Italian War Trade Negotiations, Contraband Control, and the Failure to Appease Mussolini, 1939^1940’, Diplomacy and Statecraft, 8, 1 (1997), pp. 137^67.

P. Pastorelli, ‘La politica estera italiana, 1936^39’, in Pastorelli, Dalla prima alla seconda guerra mondiale (LED, Milan, 1997), pp. 119^34.
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Mensaje por David L » Sab Ene 10, 2009 3:37 am

Parece que Mallet ha sacado ya unas conclusiones definitivas sobre el claro propósito imperialista de Mussolini en cuanto a su política exterior en el período 1933-1940. Por supuesto, como historiador tiene acceso a fuentes que los aficionados como nosotros no tenemos, por lo tanto debemos confiar en las fuentes primarias y en la aplicación del sentido común para llegar a una conclusión.

Voy a dar mi opinión al respecto de este tema:

La historia de la Italia de Mussolini está totalmente unida, muy a pesar de muchos italianos, a su otro gran aliado alemán, Adolf Hitler. Mussolini se hizo con el poder en 1922 y tardó 18 años en lanzarse definitivamente a una guerra de conquista en grandes proporciones. La comparación con Alemania es inevitable. Hitler accedió al poder en 1933 y solamente 6 años después estaba inmerso en una guerra mundial. Éste tuvo claro desde el principio a dónde y cómo debía Alemania ocupar un lugar importante en el contexto internacional: Europa del Este y la guerra. ¿Podríamos afirmar tan rotundamente como lo hemos hecho con Alemania que Italia tenía un plan a seguir continuista que le llevara a la conquista de su tan ansiado “espacio vital”?

Italia fue una de las democracias victoriosas en la IGM, fueron políticos democráticos los que reclamaron en Versalles que Italia debía salir mucho más fortalecida territorialmente de lo que realmente fue, así que aquí tendríamos en parte una buena excusa para posteriores reclamaciones de los fascistas italianos. Mi sensación es que Italia buscaba el peso en Europa que Versalles le denegó, por supuest,o esto a criterio italiano, y es en la busca de este objetivo por la que Mussolini mostró en más de una ocasión cierta ambigüedad, señal de que no existía un plan claramente preparado. ¿Objetivos económicos, imperialistas o geopolíticos? Es que su política internacional en tan sólo 14 años fue tan discontinua que uno no sabe realmente qué y hacia dónde iba Mussolini. Está claro que el contexto internacional no siempre es el mismo y que a veces los intereses enfrentados hacen del amigo de hoy el enemigo del mañana, pero es que Mussolini iba dando bandazos de un lado para el otro. Ahí están los casos de Locarno, Kellogg-Briand, Austria, la GCE para demostrar algunas de las incongruencias, o al menos, inconsistencias de sus acciones en política exterior.

Otro apunte que creo que no se nos debería pasar por alto es contra quién y de qué manera se enfrentó bélicamente Italia hasta 1940. Grecia, Etiopía, los republicanos españoles, Albania, la Francia derrotada etc... Si nos fijamos bien siempre ha sido con rivales en teoría más débiles y en territorios no muy amplios con lo que tal vez podríamos darle la razón, en cierta manera, a De Felice cuando comenta que la Italia fascista nunca palnificó una expansión territorial a gran escala.

En fin, yo con ciertas matizaciones también me adhiero a la teoría de que la política exterior de la Italia de Mussolini estuvo impregnada de ambigüedad e improvisación.

Un saludo.
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Mensaje por José Luis » Sab Ene 10, 2009 11:01 am

¡Hola a todos!
David L escribió: En fin, yo con ciertas matizaciones también me adhiero a la teoría de que la política exterior de la Italia de Mussolini estuvo impregnada de ambigüedad e improvisación.
Amigo David, el problema radica en la confusión que puede originar la relación de objetivos y viabilidad. Mussolini siempre tuvo claro qué es lo que quería (expansionismo), pero carecía (la Italia fascista) de los medios (fuerza) para llevar a cabo ese propósito geopolítico. La "ambigüedad" no ha de colocarse, pues, en sus objetivos, sino en su estrategia para alcanzarlos, que fue siempre una estrategia de improvisación, pues dependía de contingencias políticas exteriores.

Desde el principio de su andadura en el poder, Mussolini sabía muy bien lo que quería conseguir y en qué lugar pretendía colocar a Italia en el orden europeo. La Italia fascista pertenecía a los países revisionistas, es decir, aquellos que no estaban satisfechos con el status quo establecido tras la IGM en Versalles y demás tratados internacionales. Mussolini quería convertir el Adriático en un mar italiano, quería dominar los Balcanes vaciándolos del predomino austro-húngaro en esa región, quería expandir su esfera de influencia en el Mediterráneo oriental y reforzar su presencia en Libia, la Somalia italiana y Eritrea. Cuestión muy diferente era la capacidad de Italia para alcanzar esos objetivos.

Cuando Mussolini pudo llevar a cabo alguno de sus objetivos, no se detuvo por nada. Por ejemplo, su guerra en Libia, casi diez años de barbarie, con guerra química, campos de concentración y miles de asesinatos de civiles, guerra rematada simbólicamente con la ejecución pública de Omar-El-Mukhtar en el campo de Soluch, cerca del puerto de Bengasi, suceso que levantó las protestas del mundo árabe.

Otras veces quiso y no pudo. Por ejemplo, en 1927 ordenó a sus jefes militares la planificación de una guerra contra Francia y su aliada Yugoslavia, pero sus asesores militares, dada la situación económica y militar italiana, le aseguraron que tal propósito era completamente imposible, ni siquiera una guerra sólo contra Yugoslavia.

Así que Mussolini tuvo que jugar al vaivén de la cambiante situación política europea de los años veinte y treinta, y reprimir, cara al exterior, sus ambiciones imperialistas hasta que unas condiciones políticas más favorables le permitieran ir avanzando en su planificación de conquista territorial. Y cuando llegó esa ocasión no dudó en arriesgar un conflicto con Francia e Inglaterra cuando decidió atacar Etiopía.

La guerra que Mussolini inició contra Etiopía es vista por muchos historiadores como el verdadero momento crucial en el que Europa se encamina hacia una guerra generalizada. Y también se considera como el primer gran fracaso político de las potencias europeas occidentales, Francia y Gran Bretaña. Es difícil refutar estas opiniones. Sin el conflicto de Mussolini contra Etiopía sería realmente difícil, por no decir imposible, que Hitler se decidiera a invadir militarmente la Renania.

En la búsqueda de los acontecimientos que dieron paso a una paulatina escalada hacia la IIGM, es un hecho que fue Mussolini, y no Hitler, quien primero movió pieza en el tablero militar con su ataque a Etiopía, abriendo así la espita de ese tonel de ambiciones que era la Europa de las naciones insatisfechas.

En cuanto a que la ambición imperialista de Mussolini era de un alcance limitado o muy limitado, habrá que explicar qué entendemos por "limitado" y con qué lo comparamos. Es obvio que Mussolini no aspiraba a someter al mundo, ni siquiera a Europa, bajo la Italia fascista. Pero dada la débil situación económica-militar de Italia, es evidente para mí que sus objetivos expansionistas eran realmente desproporcionados, por no decir inviables. Y esto lo sabía Mussolini, de ahí su acercamiento a la Alemania de Hitler, la más voraz de las naciones europeas insatisfechas.

Sólo con la alianza político-militar de Alemania, y una vez rearmadas sus fuerzas armadas, tenía Mussolini la posibilidad de alcanzar sus objetivos geopolíticos. Y eso fue justamente lo que dominó la política exterior de Mussolini desde la consolidación de Hitler en el poder, al margen de que tuviera que ir improvisando su estrategia de acuerdo con sus intereses más inmediatos. Pero nunca hubo "ambigüedad" ni "improvisación" en sus objetivos expansionistas, sólo en su estrategia política para alcanzarlos.

Esta es mi opnión, por supuesto.
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Mensaje por José Luis » Sab Ene 10, 2009 2:19 pm

¡Hola a todos!

Quisiera recomendar igualmente el trabajo de G. Bruce Stranng, "In Dubious Battle: Mussolini's Mentalité and Italian Foreign Policy, 1936-1939", que fue la tesis de su doctorado en la Universidad MacMaster (2000). Esta tesis, 332 páginas, la podeís bajar en http://www.nlc-bnc.ca/obj/s4/f2/dsk2/ftp03/NQ66306.pdf

El autor la resume en su introducción. Os traduzco:

[Esta tesis usa material de archivo recientemente disponible del Archivio Storico del Ministero degli Affari Esteri, especialmente el Gabinetto de Ciano, la Oficina del Ministerio de Exteriores bajo la que Mussolini y Ciano sucesivamente centralizaron y estrecharon el control fascista de la política exterior, así como la Serie Affari Politici, copias de telegramas de embajadas en el extranjero más el tráfico diplomático enviado desde el Gabinetto a las embajadas diversas. Esta investigación representa el estudio de archivo más exhaustivo hasta la fecha. También añade una interpretación sustancialmente nueva al debate histórico. Considera pero rechaza las obras de los recientes historiadores revisionistas italianos, especialmente el difunto Renzo De Felici y varios de sus estudiantes. Su trabajo presenta incorrectamente un cuadro de Italia equilibrada entre Inglaterra y Alemania, esperando jugar el papel del “peso decisivo” en los asuntos europeos.

Este estudio argumenta en cambio que Benito Mussolini fue el principal animador de la política exterior italiana durante la década de 1930. Fue un pensador programático, cuya mentalité ultra-nacionalista incluía el desprecio por las democracias, el bolchevismo europeo occidental, y el orden masónico internacional. De más gravedad, defendió creencias profundamente racistas, militaristas y social-darwinistas, y actuó rutinariamente bajo esos impulsos. Este complejo de creencias irracionales llevó a Mussolini a alinear a Italia con Alemania para expandir el imperio italiano en el Este y Norte de África a expensas de Gran Bretaña y Francia.

De junio de 1936 a principios de febrero de 1939, Mussolini estrechó claramente sus lazos con Alemania. Estos lazos permitieron al Duce desafiar a las potencias occidentales en un amplio número de temas. Aunque Mussolini esperaba conseguir muchas concesiones mediante un proceso de de conciliación e intimidación alternas, supo finalmente que sólo podía conseguir sus principales objetivos territoriales mediante una guerra con Francia y Gran Bretaña. Solamente una alianza con la Alemania de Hitler ofrecía a Mussolini la oportunidad de lograr sus grandiosos planes imperiales, aunque al profundo riesgo de dominación por Alemania y derrota militar contra Gran Bretaña] (pp. Iii-iv).

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Mensaje por David L » Sab Ene 10, 2009 9:55 pm

Hola,

Supongamos que Italia necesitaba de la alianza político-militar de Alemania para llevar a cabo sus ambiciones expansionistas, es un hecho que fue así, y que solamente uniendo su destino a este país iba a lograr este objetivo. Bien. Mi pregunta, o duda, radica en la posición de Italia ante el estallido de la IIGM con el ataque alemán a Polonia. ¿No estaba obligada Italia a haber declarado la guerra a GB y Francia tras declararla estos países a Alemania? ¿No es eso jugar con una ambigüedad con una clara visión de improvisación? Puede ser que, como bien comentabas José Luis, sea improvisación en los medios para alcanzar un “imperio”, pero a mí me da la espina, y vuelvo a repetir, que este hecho no es más que una nueva y desconcertante posición de Mussolini ante un acontecimiento de vital importancia en política exterior. Se me dirá ahora que Italia no estaba preparada en ese momento para entrar en la guerra y que tal vez esperaba una oportunidad más favorable para la entrada en guerra al lado del bando alemán, como así fue. De acuerdo, pero es que Mussolini intentó, o al menos llevó a cabo conversaciones diplomáticas para llevar a cabo otra conferencia de paz que salvara la situación de Polonia aquel septiembre de 1939. ¿A qué esperaba Italia para dar el paso definitivo a sus tan planeados objetivos imperialistas? ¿Cuánto tiempo tendría que esperar Mussolini para decidirse a llevar a la práctica este objetivo?

No sé, José Luis, estoy bastante de acuerdo en gran parte de lo que comentas, pero hay algo en la desconcertante e improvisada política exterior italiana que me hace dudar de tus planteamientos. Como todo régimen dictatorial la personalidad del mandamás de turno da forma y carácter al país, en el caso de Mussolini creo estar en lo cierto al comentar que sus acciones fueron concordantes con la propia personalidad del Duce. Mucho sentimiento, agresividad inesperada, estados de decaimiento....en definitiva bajones y subidas sin un claro y definido propósito.

Un saludo.
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Mensaje por José Luis » Dom Ene 11, 2009 12:36 am

¡Hola a todos!
David L escribió: Mi pregunta, o duda, radica en la posición de Italia ante el estallido de la IIGM con el ataque alemán a Polonia. ¿No estaba obligada Italia a haber declarado la guerra a GB y Francia tras declararla estos países a Alemania? ¿No es eso jugar con una ambigüedad con una clara visión de improvisación? ...... pero es que Mussolini intentó, o al menos llevó a cabo conversaciones diplomáticas para llevar a cabo otra conferencia de paz que salvara la situación de Polonia aquel septiembre de 1939. ¿A qué esperaba Italia para dar el paso definitivo a sus tan planeados objetivos imperialistas? ¿Cuánto tiempo tendría que esperar Mussolini para decidirse a llevar a la práctica este objetivo?
Te quedas en la superficie de los sucesos, pero es necesario escarvar hasta el fondo para intentar despejar esas dudas.

Mussolini concluyó el Pacto de Acero convencido de que Alemania no iniciaría una guerra generalizada hasta al menos 1943. Advirtió a Hitler en varias ocasiones, y cuando finalmente supo que la guerra era inevitable, entonces le ofreció sus "servicios" como país no-beligerante pero decidido a sumarse a la guerra en el más corto periodo de tiempo.

Poco antes de que Ciano y Ribbentrop firmaran el Pacto de Acero el 22 de mayo de 1939, el 4 de mayo Mussolini escribió a Ribbentrop convencido de que una guerra del Eje contra el Oeste era inevitable, pero que el Eje tendría tiempo para prepararse, conjuntamente, para ella. Ese esfuerzo de guerra tendría su mejor oportunidad de éxito en 1943, nunca antes. Hasta entonces, seguía Mussolini, Italia necesitaba tiempo para preparar militarmente sus territorios de ultramar, para preparar sus programas de construcción naval y militar, para trasladar sus industrias de guerra desde el valle del Po a la Italia meridional, y para lograr la autarquía.

En los encuentros de Ribbentrop y Ciano del 6 y 7 de mayo, el italiano subrayó que Italia deseaba gozar de un periodo de paz durante el máximo tiempo posible, y que quería evitar una guerra, si era posible, al menos durante los próximos tres años. A finales de mayo Mussolini volvió a escribir a Hitler reiterando que Italia necesitaba hasta 1943 para completar sus preparaciones para la guerra.

Ciano no jugó limpio con su suegro, pues ya en esa época tenía indicios de que Alemania comenzaría inmediatamente una guerra con Polonia. Esos indicios se hicieron más notorios en julio y agosto. Sin embargo, no informó de ello a Mussolini, concentrándose exclusivamente en la conclusión exitosa del pacto militar. Ha de notarse que desde abril Hitler ya había ordenado secretamente la preparación del “Caso Blanco” para ejecutarlo en algún momento de finales de agosto de 1939.

Así, cuando el embajador británico Sir Percy Loraine advirtió expresamente al Duce el 4 de julio que si Alemania recurría a las armas contra Polonia, ello significaría la guerra para Gran Bretaña, Mussolini le respondió tres días más tarde que si GB estaba preparada para defender militarmente a Polonia, Italia estaba preparada para apoyar militarmente a Alemania. Lamentaría esa respuesta.

Cuando Mussolini comprendió que la situación era más grave de lo que creía, escribió a Hitler a finales de julio advirtiéndole expresamente que bajo ningún concepto debía iniciar una guerra general en esos momentos, pues Italia no estaba preparada para ella. Finalmente, cuando vio que el conflicto era inevitable, Mussolini escribió el 25 de agosto (al día siguiente debía comenzar la invasión alemana de Polonia) a Hitler. Habiendo informado ya a Hitler de que en el caso de un conflicto generalizado asumiría el derecho a tomar cualquier iniciativa estratégica de acuerdo con la muy debilitada posición actual de Italia, pasaba a presentarle sus necesidades puntuales. Si Hitler esperaba que Italia entrara inmediatamente en una guerra de “doce meses” de duración, entonces debía suministrar a Italia con un montón de millones de toneladas de materias primas. Hitler, que había detenido la invasión a última hora, contestó inmediatamente que eso era completamente imposible, y pedía a Mussolini que, permaneciendo fuera del conflicto, clavara tantas fuerzas aliadas como pudiera.

Mussolini prometió a Hitler que nadie en el mundo sabría cuál era la posición de Italia antes del estallido de las hostilidades, asegurando al Führer que todas las fuerzas italianas permanecerían desplegadas contra las “fronteras de las grandes democracias”. Luego, al final del día 29 de agosto apeló vanamente a Hitler para que considerara unas últimas propuestas británicas dirigidas a evitar la guerra.

El 4 de septiembre, día siguiente de las declaraciones de guerra de GB y F contra Alemania, Mussolini declaró su completa y total solidaridad con Hitler y su lealtad al Eje, y poco después aseguró a Mackensen que el “acuerdo era completo tanto en el camino como en los objetivos” y que Italia sólo necesitaba tiempo para prepararse y entrar en la guerra del lado de Alemania. No habría otro Tratado de Londres.

Yo no veo ambigüedad en la posición de Mussolini, que estaba totalmente forzada por la situación económica y militar de Italia. Simplemente, en tales condiciones no podía, aunque quisiera, entrar en una guerra que no sabía cuándo iba a terminar.

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Mensaje por David L » Dom Ene 11, 2009 10:12 pm

Una pregunta JoséLuis, ¿cómo valoras que el Jefe de Gobierno de un dictadura totalitaria como era la Italia de Mussolini trabaje en una dirección( Alemania) y su Ministro de AAEE en la contraria, (Conde Ciano) una vez estallada ya la IIGM?

Un saludo.
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