Stalin y Hitler se encuentran en Berlín
Publicado: Jue Oct 18, 2007 3:36 pm
La noche del 18 de Noviembre de 1944, un avión de transporte de la Luftwaffe aterriza lo más discretamente posible en el aeródromo de Tempelhof. Hermann Goering se dispone a recibir al visitante a pie del avión. Acompañado de Heinrich Himmler, Josef Stalin acaba de llegar a Berlín para rendir pleitesía, como vasallo, al Führer.
Por supuesto, la publicidad de este fin de la Segunda Guerra Mundial no dejará de explotar esta visita, pero no antes de que se hagan las fotografías con Hitler en la Cancillería. De momento, discreción.
Dos semanas antes, gracias a la mediación japonesa, Hitler ha aceptado el cese el fuego con los soviéticos. La firma de la paz con británicos y norteamericanos no ha dejado otra opción a Stalin si quiere mantenerse en el poder. A través de los japoneses, Hitler ha impuesto sus condiciones, que son catastróficas, pero previsibles.
Militarmente, hasta ese momento, Stalin ha resistido en Moscú la cuarta ofensiva alemana de verano, recrudecida tras el fracaso angloamericano en su intento de desembarcar en Normandía. A pesar de eso, a finales de septiembre, y pese a que se acaba de firmar la paz en Dublín con los emisarios de Roosevelt y Churchill, el mariscal Von Mannstein, a cargo de la descomunal ofensiva, informa de que la resistencia en las calles de Moscú es feroz y la batalla podría prolongarse hasta el invierno.
A estas alturas, Hitler está aburrido de la guerra. Tiene ganas de dedicarse a construir su nueva capital, cumpliendo su sueño de arquitecto y fundador de un Imperio milenario. Está harto también de los generales de la Wehrmacht. No quiere necesitarlos más. Quiere condecorarlos, recompensarlos económicamente y mandarlos a todos al retiro, y dejar que la SS termine de apoderarse de todo el Estado y las fuerzas armadas. Sólo entonces podrá deshacerse de la Iglesia y crear un Reich racialmente germánico, de 120 millones de habitantes, anexionándose los Países Bajos, Suecia, Suiza, Noruega y Dinamarca.
Además, siente cierta admiración por Stalin, y quiere conocerlo. Desde finales de 1943, la URSS está reducida a doce millones de kilómetros cuadrados y 100 millones de habitantes. Ya no tiene comunicaciones con el mundo exterior y sin duda los rusos se están muriendo de hambre... Pero siguen luchando con casi diez millones de soldados (hombres y mujeres). Algunas de sus unidades son muy modernas, hábiles y bien equipadas, pero otras son meras bandas de partisanos (aunque enormes) armadas con fusiles. Todavía Hitler tiene a 3 millones de soldados propios y otros 3 millones de aliados y renegados, envueltos en la descomunal lucha.
Las condiciones que impone a Stalin incluyen un punto difícil: Stalin debe abandonar Moscú y retirarse a la orilla oriental del Volga, de forma que se complete la línea Arkangel-Astrakan. El Führer piensa que no es poco sacrificio por su parte, renunciar a poner la frontera oriental del III Reich en el Volga y no en los Urales. Con Moscú, se abandonará otro medio millón de kilómetros cuadrados de Rusia Central, hasta el Volga.
Hay condiciones políticas: debe abolirse el comunismo y el nacionalismo eslavo, y el NKVD cooperará con las SS en el exterminio de los judíos en toda la nueva Rusia. La nueva Rusia podrá conservar la plena independencia y sus fuerzas armadas, pero sin aviación y -obviamente- sin Marina. Más adelante, quizá se permita que los rusos utilicen algún puerto marítimo (Arkangel). Se ofrece a la nueva élite rusa una cooperación económica con el Gran Reich, que, al fin y al cabo, puede que siga necesitando mano de obra extranjera.
Para aceptar semejantes condiciones, Stalin sólo puede apoyarse en Beria y su NKVD. Convoca a sus grandes generales, Zhukov, Rokosovski, Koniev y los arresta y fusila, acusándolos de intento de golpe de Estado. Anuncia el alto el fuego y proclama que toda la culpa del malentendido entre Rusia y Alemania es culpa de los judíos. Sabe que el pueblo ruso aceptará cualquier tipo de paz que les permita, al menos, seguir existiendo como país. A Lenin le salió bien en Brest-Litovsk, en 1918, ¿por qué no a él?
Así que a media tarde del día 19 de Noviembre de 1944, en Berlín, Hitler recibe a Stalin ante un gran despliegue mediático. Stalin ha claudicado en todos los detalles, tan sólo solicita que no se dé demasiada publicidad a la retirada de Moscú. Hitler se pregunta por qué la renuncia de los rusos a Moscú ha de ser peor que la renuncia de los griegos a Constantinopla (episodio histórico que los eslavos ortodoxos conocen bien). Al fin y al cabo, el corazón de Rusia son el Volga y los Urales, y habla de la cooperación futura entre el Gran Reich alemán de 120 millones de habitantes y la Nueva Rusia de 100.
Tras la sesión fotográfica, en la que ha de quedar claro que Stalin ha llegado a Berlín como vasallo, hay una charla distendida en la que Hitler disfruta conociendo a su más duro enemigo. Aprovecha para recomendarle que renuncie al vodka y al consumo de carne.
Por su parte, Stalin cobra alguna esperanza al ver a Hitler de cerca. No vivirá mucho, mientras que él, montañés del Cáucaso, espera vivir bastantes más años. Cuando Hitler muera, tal vez el caos se desate en Alemania, a la vista de los cortesanos que lo rodean. Tal vez entonces Rusia pueda tener una nueva oportunidad.
Por supuesto, la publicidad de este fin de la Segunda Guerra Mundial no dejará de explotar esta visita, pero no antes de que se hagan las fotografías con Hitler en la Cancillería. De momento, discreción.
Dos semanas antes, gracias a la mediación japonesa, Hitler ha aceptado el cese el fuego con los soviéticos. La firma de la paz con británicos y norteamericanos no ha dejado otra opción a Stalin si quiere mantenerse en el poder. A través de los japoneses, Hitler ha impuesto sus condiciones, que son catastróficas, pero previsibles.
Militarmente, hasta ese momento, Stalin ha resistido en Moscú la cuarta ofensiva alemana de verano, recrudecida tras el fracaso angloamericano en su intento de desembarcar en Normandía. A pesar de eso, a finales de septiembre, y pese a que se acaba de firmar la paz en Dublín con los emisarios de Roosevelt y Churchill, el mariscal Von Mannstein, a cargo de la descomunal ofensiva, informa de que la resistencia en las calles de Moscú es feroz y la batalla podría prolongarse hasta el invierno.
A estas alturas, Hitler está aburrido de la guerra. Tiene ganas de dedicarse a construir su nueva capital, cumpliendo su sueño de arquitecto y fundador de un Imperio milenario. Está harto también de los generales de la Wehrmacht. No quiere necesitarlos más. Quiere condecorarlos, recompensarlos económicamente y mandarlos a todos al retiro, y dejar que la SS termine de apoderarse de todo el Estado y las fuerzas armadas. Sólo entonces podrá deshacerse de la Iglesia y crear un Reich racialmente germánico, de 120 millones de habitantes, anexionándose los Países Bajos, Suecia, Suiza, Noruega y Dinamarca.
Además, siente cierta admiración por Stalin, y quiere conocerlo. Desde finales de 1943, la URSS está reducida a doce millones de kilómetros cuadrados y 100 millones de habitantes. Ya no tiene comunicaciones con el mundo exterior y sin duda los rusos se están muriendo de hambre... Pero siguen luchando con casi diez millones de soldados (hombres y mujeres). Algunas de sus unidades son muy modernas, hábiles y bien equipadas, pero otras son meras bandas de partisanos (aunque enormes) armadas con fusiles. Todavía Hitler tiene a 3 millones de soldados propios y otros 3 millones de aliados y renegados, envueltos en la descomunal lucha.
Las condiciones que impone a Stalin incluyen un punto difícil: Stalin debe abandonar Moscú y retirarse a la orilla oriental del Volga, de forma que se complete la línea Arkangel-Astrakan. El Führer piensa que no es poco sacrificio por su parte, renunciar a poner la frontera oriental del III Reich en el Volga y no en los Urales. Con Moscú, se abandonará otro medio millón de kilómetros cuadrados de Rusia Central, hasta el Volga.
Hay condiciones políticas: debe abolirse el comunismo y el nacionalismo eslavo, y el NKVD cooperará con las SS en el exterminio de los judíos en toda la nueva Rusia. La nueva Rusia podrá conservar la plena independencia y sus fuerzas armadas, pero sin aviación y -obviamente- sin Marina. Más adelante, quizá se permita que los rusos utilicen algún puerto marítimo (Arkangel). Se ofrece a la nueva élite rusa una cooperación económica con el Gran Reich, que, al fin y al cabo, puede que siga necesitando mano de obra extranjera.
Para aceptar semejantes condiciones, Stalin sólo puede apoyarse en Beria y su NKVD. Convoca a sus grandes generales, Zhukov, Rokosovski, Koniev y los arresta y fusila, acusándolos de intento de golpe de Estado. Anuncia el alto el fuego y proclama que toda la culpa del malentendido entre Rusia y Alemania es culpa de los judíos. Sabe que el pueblo ruso aceptará cualquier tipo de paz que les permita, al menos, seguir existiendo como país. A Lenin le salió bien en Brest-Litovsk, en 1918, ¿por qué no a él?
Así que a media tarde del día 19 de Noviembre de 1944, en Berlín, Hitler recibe a Stalin ante un gran despliegue mediático. Stalin ha claudicado en todos los detalles, tan sólo solicita que no se dé demasiada publicidad a la retirada de Moscú. Hitler se pregunta por qué la renuncia de los rusos a Moscú ha de ser peor que la renuncia de los griegos a Constantinopla (episodio histórico que los eslavos ortodoxos conocen bien). Al fin y al cabo, el corazón de Rusia son el Volga y los Urales, y habla de la cooperación futura entre el Gran Reich alemán de 120 millones de habitantes y la Nueva Rusia de 100.
Tras la sesión fotográfica, en la que ha de quedar claro que Stalin ha llegado a Berlín como vasallo, hay una charla distendida en la que Hitler disfruta conociendo a su más duro enemigo. Aprovecha para recomendarle que renuncie al vodka y al consumo de carne.
Por su parte, Stalin cobra alguna esperanza al ver a Hitler de cerca. No vivirá mucho, mientras que él, montañés del Cáucaso, espera vivir bastantes más años. Cuando Hitler muera, tal vez el caos se desate en Alemania, a la vista de los cortesanos que lo rodean. Tal vez entonces Rusia pueda tener una nueva oportunidad.