Todavía más tarde
Publicado: Dom Sep 03, 2006 6:40 pm
Girando en torno a la cuestión de que a muy poca gente se le ocurrió en su momento darse cuenta entre la relación directa entre el frente mediterráneo y el frente ruso, especulé que Hitler estuvo a punto de verlo cuando en Agosto de 1941 comenzó a desconfiar de la insistencia de sus generales en alcanzar una “victoria decisiva” en Moscú, optando por los “objetivos económicos” en el sur de Rusia con vistas a una guerra de desgaste. Finalmente se decidió el ataque a Moscú pese a la inminencia del invierno y el Mediterráneo ni siquiera fue considerado.
Ahora bien, creo que incluso TODAVIA MÁS TARDE, hubo ocasión de cambiar el sentido de la guerra. En la primavera de 1942, Estados Unidos y Japón han entrado en la guerra. En Rusia, los alemanes han logrado detener, a duras penas, la contraofensiva de invierno del Ejército Rojo.
Para los alemanes, pese a su apariencia de fortaleza, la situación es crítica: cada día que pase, los aliados serán más fuertes y el Ejército Rojo ha demostrado su combatividad y su capacidad de renovar sus reservas.
Alemania necesita de un nuevo planteamiento del conflicto que pueda dar la vuelta a la situación. Luchar frontalmente contra los rusos conlleva tremendas pérdidas. Es preciso buscar un camino menos costoso para derrotar al enemigo en lo que va a ser una larga guerra de desgaste. Por lo tanto, al plan originario de Hitler de conquistar el Mar Negro y el Cáucaso, y avanzar desde allí hasta Medio Oriente enlazando con Rommel que vendría desde África, se le hacen importantes modificaciones.
Se utilizará el Mar Negro y el tráfico fluvial a partir de éste (particularmente el Don, navegable desde el puerto marítimo de Rostov hasta Voronej) como eje de los aprovisionamientos en la zona sur de Rusia. Para ello, por supuesto, es preciso esperar a que Rommel capture Suez a mediados de julio de 1942. Esto supondría un retraso en el inicio de la ofensiva, pero una vez establecido el control del Mar Negro por la flota del Eje (con buques italianos, alemanes y tal vez franceses y turcos), la conquista de las tierras circundantes sería mucho más rápida, segura y causaría menos bajas a los atacantes. Podría prescindirse, por ejemplo, de la conquista terrestre de Crimea, que sería asediada desde el mar y se conquistaría el sur del Cáucaso (fronterizo con Turquía) mediante una gran operación anfibia apoyada por la marina y aviación del Eje.
Los países ribereños del Mediterráneo (Turquía, España, Francia) no podrían seguir siendo no beligerantes, y Rommel, tras conquistar Suez en verano, podría hacerse con oriente medio y el petroleo irakí en otoño. De ahí en adelante, con los británicos fuera de juego, el ejército móvil de Rommel se incorporaría a la guerra contra el Ejército Rojo, pues serían estos quienes habrían de defender el ferrocarril ruso-iraní (vital en sus suministros) y sus propios territorios de población musulmana en Asia Central.
Stalingrado, por supuesto, se ganaría para los alemanes, y estos acortarían el frente sur, del bajo Volga (Astrakán-Stalingrado) hasta el río Don (hasta Voronej). Una frontera natural, estable y mucho más fácil de defender, contando con la valiosa colaboración de la infantería turca y los musulmanes ex-soviéticos.
La penetración de Rommel por Asia Central permitiría a medio plazo establecer contacto con los japoneses en las despobladas regiones de Mongolia y, más importante aún, cortar el transiberiano en algún punto de Siberia Central, todo ello abasteciéndose de petróleo árabe y utilizando las mismas comunicaciones creadas por los soviéticos. La intervención japonesa se haría entonces inevitable y se contaría además con la previsible y mercenaria cooperación de los pueblos musulmanes de Asia, y con la convulsión de la India, acosada por el Este (japoneses) y el Oeste (alemanes) y sus propios problemas internos (guerra civil hindu-musulmana).
Sería una guerra de desgaste en la que el tiempo correría a favor de los alemanes, que evitarían en lo posible el conflicto frontal, pero que podría prolongarse varios años hasta que Stalin, completamente aislado del resto del mundo, perdiese las esperanzas de ser auxiliado por los angloamericanos.
En cuanto a Estados Unidos, su límite serían siempre las elecciones presidenciales de noviembre de 1944. Si para entonces no hay esperanza de vencer a los alemanes, es lógico que la opinión pública exigirá algún tipo de final pactado del conflicto.
Ahora bien, creo que incluso TODAVIA MÁS TARDE, hubo ocasión de cambiar el sentido de la guerra. En la primavera de 1942, Estados Unidos y Japón han entrado en la guerra. En Rusia, los alemanes han logrado detener, a duras penas, la contraofensiva de invierno del Ejército Rojo.
Para los alemanes, pese a su apariencia de fortaleza, la situación es crítica: cada día que pase, los aliados serán más fuertes y el Ejército Rojo ha demostrado su combatividad y su capacidad de renovar sus reservas.
Alemania necesita de un nuevo planteamiento del conflicto que pueda dar la vuelta a la situación. Luchar frontalmente contra los rusos conlleva tremendas pérdidas. Es preciso buscar un camino menos costoso para derrotar al enemigo en lo que va a ser una larga guerra de desgaste. Por lo tanto, al plan originario de Hitler de conquistar el Mar Negro y el Cáucaso, y avanzar desde allí hasta Medio Oriente enlazando con Rommel que vendría desde África, se le hacen importantes modificaciones.
Se utilizará el Mar Negro y el tráfico fluvial a partir de éste (particularmente el Don, navegable desde el puerto marítimo de Rostov hasta Voronej) como eje de los aprovisionamientos en la zona sur de Rusia. Para ello, por supuesto, es preciso esperar a que Rommel capture Suez a mediados de julio de 1942. Esto supondría un retraso en el inicio de la ofensiva, pero una vez establecido el control del Mar Negro por la flota del Eje (con buques italianos, alemanes y tal vez franceses y turcos), la conquista de las tierras circundantes sería mucho más rápida, segura y causaría menos bajas a los atacantes. Podría prescindirse, por ejemplo, de la conquista terrestre de Crimea, que sería asediada desde el mar y se conquistaría el sur del Cáucaso (fronterizo con Turquía) mediante una gran operación anfibia apoyada por la marina y aviación del Eje.
Los países ribereños del Mediterráneo (Turquía, España, Francia) no podrían seguir siendo no beligerantes, y Rommel, tras conquistar Suez en verano, podría hacerse con oriente medio y el petroleo irakí en otoño. De ahí en adelante, con los británicos fuera de juego, el ejército móvil de Rommel se incorporaría a la guerra contra el Ejército Rojo, pues serían estos quienes habrían de defender el ferrocarril ruso-iraní (vital en sus suministros) y sus propios territorios de población musulmana en Asia Central.
Stalingrado, por supuesto, se ganaría para los alemanes, y estos acortarían el frente sur, del bajo Volga (Astrakán-Stalingrado) hasta el río Don (hasta Voronej). Una frontera natural, estable y mucho más fácil de defender, contando con la valiosa colaboración de la infantería turca y los musulmanes ex-soviéticos.
La penetración de Rommel por Asia Central permitiría a medio plazo establecer contacto con los japoneses en las despobladas regiones de Mongolia y, más importante aún, cortar el transiberiano en algún punto de Siberia Central, todo ello abasteciéndose de petróleo árabe y utilizando las mismas comunicaciones creadas por los soviéticos. La intervención japonesa se haría entonces inevitable y se contaría además con la previsible y mercenaria cooperación de los pueblos musulmanes de Asia, y con la convulsión de la India, acosada por el Este (japoneses) y el Oeste (alemanes) y sus propios problemas internos (guerra civil hindu-musulmana).
Sería una guerra de desgaste en la que el tiempo correría a favor de los alemanes, que evitarían en lo posible el conflicto frontal, pero que podría prolongarse varios años hasta que Stalin, completamente aislado del resto del mundo, perdiese las esperanzas de ser auxiliado por los angloamericanos.
En cuanto a Estados Unidos, su límite serían siempre las elecciones presidenciales de noviembre de 1944. Si para entonces no hay esperanza de vencer a los alemanes, es lógico que la opinión pública exigirá algún tipo de final pactado del conflicto.