HORTHY. "El hombre que quiso reinar"

Todos los personajes de la Segunda Guerra Mundial

Moderadores: José Luis, Audie Murphy

Responder
Avatar de Usuario
Blue_Max
Miembro
Miembro
Mensajes: 400
Registrado: Lun Feb 26, 2007 2:07 pm
Ubicación: Guadalajara (España)
Contactar:

HORTHY. "El hombre que quiso reinar"

Mensaje por Blue_Max » Dom Jun 10, 2007 11:27 am

HORTHY. "El hombre que quiso reinar"

Imagen

Miklos von Horthy

El Almirante MIKLOS von HORTHY, regente de Hungría, gozó del favor de la fortuna durante casi toda su larga vida. Von Horthy (Kenderes, 1868 – Estoril, 1.957) fue uno de los pocos marinos austrohúngaros que cosechó algunos éxitos durante la Gran Guerra, lo que le llevó a la jefatura de la flota al final del conflicto. Al desintegrarse el Imperio asumió, en 1.920 la regencia de Hungría, permaneciendo en ella, con poderes de Jefe de Estado, hasta 1.945, tras haber rechazado las pretensiones de Carlos IV, el soberano con derechos a ocupar el trono húngaro.

En 1.941, el gobierno de Budapest, presidido por el conde Pal Teleki fue muy presionado para que uniera su destino al III Reich, mientras que su ejército no necesitaba incentivos para mostrarse progermano, y su jefe de Estado Mayor, general Henrik Werth, planificaba con sus colegas alemanes su participación en la contienda. En marzo de 1.941, antes de de que pusiera en marcha la Operación Barabarroja, el jefe del Estado Mayor Alemán, Hans Halder, entró en contacto con Werth pidiéndole su colaboración en la siguiente campaña, y el húngaro, tras consultar con el primer ministro, “accedió, en principio, a movilizar, al menos, el Octavo Cuerpo de Ejército, así como las unidades mecanizadas solicitadas”

Desbordado por las presiones alemanas y por las de su propio ejército, el primer ministro Teleki se suicidó en abril de 1.941, y Horthy le sustituyó por Ladislav Bárdossy, un personaje tan encantador como débil, que fue un títere en manos de Berlín. Primero permitió a las tropas alemanas penetrar en Hungría para atacar a la URSS desde sus fronteras; a continuación, el 23 de junio de 1.941, se declaró neutral y al día siguiente, ante la protesta alemana, rompió relaciones con Moscú.

Como el Parlamento rechazó declarar la guerra a Rusia, logró directamente el plácet del regente, al que engañó asegurando que aviones soviéticos estaban bombardeando Hungría y, finalmente, el 27 de junio entró en guerra con la URSS, sin el permiso final expreso y documentado del Parlamento ni de Horthy.

Que la intervención húngara se hizo en contra del criterio del Parlamento, de gran parte del país y del regente, es buena muestra que el general progermano Werth fuese sustituido por Ferenc Szonmbathelyi, partidario de la neutralidad húngara y que el propio Horthy viajara a Prusia Oriental para entrevistarse, el 8 de septiembre, con Hitler para solicitarle que retirara las tropas húngaras del frente.

La tibieza bélica húngara era manifiesta. El Conde Ciano, que pasó por Budapest en enero de 1.942, se asombró ante el aspecto de la ciudad, que mantenía el tráfico habitual, los espectáculos, la iluminación y los buenos restaurantes, como en tiempos de paz.

El ministro italiano informó a su suegro de que la participación húngara en la guerra no pasaba de lo simbólico, “puesto que incluso las escasas fuerzas militares enviadas a Rusia se han establecido en cómodos cuarteles de invierno, en aldeas de tercera línea”. En sus Diarios anota: ”La realidad es que los húngaros están exasperados con los alemanes; no puede uno quedarse solo con un magiar cualquier sin que comienza a hablar mal de Alemania. Todos, desde el regente al último desgraciado, que pase por la calle” (15 de enero).


PRESIONES Y ESPERANZAS

Con todo, Budapest no pudo evitar unirse al esfuerzo militar nazi por encima de cuanto hubieran deseado. En 1.941, su aportación – sólo tres brigadas – era poco más que testimonial, como había advertido Ciano, pero, en enero de 1.942, Horthy fue obligado a una movilización general y el propio Keitel se presentó en Budapest para exigirle que enviara un tercio de sus fuerzas al frente del Este. Así, en la ofensiva de 1.942 combatieron en Rusia 150.000 soldados húngaros. Esto permitió a Horthy cierta maniobrabilidad política, sustituyendo al “entregado” Bárdossy por Miklos von Kállay, que durante su jefatura de Gobierno hizo un notable esfuerzo posibilista para salirse de la guerra, alcanzar algún acuerdo con soviéticos y Aliados y eludir las presiones nazis para que exterminase a su población judía.

Entre las importantes pérdidas humanas sufridas por los húngaros en el frente del Este, se contó István Horthy, el hijo mayor del regente, cuyo avión fue derribado en agosto de 1.942. István era un hombre valeroso en el que su padre veía un heredero político, tanto que logró hacerle vicepresidente poco antes de su muerte. Incluso parecía un hombre capaz de fundar una dinastía, “de ceñir la corona de San Esteban”, comentaba maliciosamente Hitler. Este, mientras las operaciones militares progresaron a su favor, tuvo buena opinión del Almirante: “…ha sido una pena que el hijo de Horthy cayese. La estabilidad del país hubiese quedado mejor asegurada con él. El viejo se halla animado por una voluntad fanática de conservar su salud. Es fuerte como un toro. Con toda seguridad, Horthy ha debido ser el oficial más valiente de la Marina austrohúngara. La aristocracia húngara es, fundamentalmente, de sangre alemana…”

La opinión de los historiadores ha sido comprensiva con Horthy. Según Arnold Toynbee: "El regente se vio abrumado por presiones militares de varias clases, así como por la esperanza de obtener ganancias territoriales. En aquélla época tenía 74 años y conviene señalar, también, que su claridad de juicio nunca había sido notable por su agudeza. Y, además, en aquella época muchos hombres más inteligentes que él creían que Alemania tenía todas las de ganar”.

Pero esa idea respecto al triunfo alemán se desvaneció después de Stalingrado y del desembarco aliado en el norte de África, en el otoño de 1.942. A comienzos del año siguiente, tras la capitulación de von Paulus en Stalingrado, las tropas húngaras en el Este superaban los 210.000 – 230.000 hombres, lo que significaba un importante esfuerzo para un pequeño país que a la sazón contaba con unos 13 millones de habitantes, pero Kállay logró, al menos, que gran parte de ellas se quedaran en posiciones defensivas de los Cárpatos.

(...continúa...) :arrow:
"Si vas a Esparta caminante, diles que cumpliendo la Ley, hemos caído"

"Austria es sin duda el pueblo más inteligente de toda Europa; nos hizo creer que Mozart era austríaco y Hitler alemán "(En algún sitio escuché esto)

ImagenImagen

Avatar de Usuario
Blue_Max
Miembro
Miembro
Mensajes: 400
Registrado: Lun Feb 26, 2007 2:07 pm
Ubicación: Guadalajara (España)
Contactar:

Mensaje por Blue_Max » Dom Jun 10, 2007 11:38 am

(...)

NO ABANDONEN EL BARCO

En los meses siguientes, abrumada por los retrocesos del Eje en la URSS, desengañada por las promesas incumplidas y consciente de la gravísima amenaza que pendía sobre ella, Hungría entró en conversaciones secretas con los Aliados. Hitler debió sospecharlo porque, en la primavera de 1.943, durante una visita de Horthy a Berlín, le dijo directamente: “Estamos en el mismo barco, el que salte, se ahogará”.

El almirante prorrumpió en juramentos de lealtad, pero el espionaje alemán confirmó que los húngaros estaban realizando sondeos de paz en el Reino Unido, que remitió el asunto a la URSS. Hitler, que estimaba mucho la situación estratégica de Hungría y sus recursos agrícolas y mineros, exigió a Horthy, en marzo de 1.944, la apertura de sus fronteras a las tropas alemanas.

Eso ocurrió durante la visita que el regente hubo de hacer al Führer, acompañado por varios ministros. Hitler se entrevistó a solas con él, le reprochó encolerizado las traidoras negociaciones emprendidas por su gobierno y exigió la ocupación militar de Hungría. Horthy, aunque intimidado por el arrebato de cólera de Hitler, rechazó su exigencia, se levantó, dio por terminada la entrevista y pidió que le prepararan su tren para regresar a Budapest.

Hitler, tras haber intentado aterrorizarle – como había hecho con el presidente Emil Hacha cinco años antes, cuando ocupó Checoslovaquia -, se conformó, como mal menor, con entorpecer su regreso, al menos durante el tiempo que necesitaba para sus designios. Así, pretextando un ataque aéreo y especiales medidas de seguridad, prácticamente le incomunicó y retrasó su partida. Finalmente, tras diversos pretextos y dilaciones , el convoy se puso en marcha, pero su camino fue reiteradamente interrumpido y los servicios secretos alemanes se ocuparon de que no pudiera hablar por teléfono. Cuando finalmente llegó a Budapest, el 19 de marzo, Hungría estaba ocupada por tropas alemanas y el primer ministro Kállay, que había rehusado viajar a Alemania temiendo una encerrona como la que realmente se produjo, se hallaba refugiado en la embajada de Turquía.

Tres días después, se formaba un gobierno colaboracionista dirigido por el general Döne Sztójai, cuyo consejero y guía sería Edmund Veesenmayer, un jefe de la SS. Ese gabinete contaría con el apoyo de la minoría alemana de Hungría, y también, con la de los nacionalsocialistas, los cruces flechadas de Szálasi y con los fascistas. Gran parte de los políticos liberales y moderados, de los intelectuales y periodistas que habían logrado mantener cierto margen de libertad durante la guerra, terminaron en la cárcel o en los campos de concentración.


MISIÓN EXTERMINIO.

Ese y aún peor sería el destino de los judíos húngaros, hasta entonces respetados, al menos en lo que a sus vidas atañía. En la primavera de 1.944, llegó a Budapest Adolf Eichmann con la misión de aniquilar en un semestre un millón de judíos húngaros. Horthy, bajo las continuas presiones y amenazas de Hitler, había accedido al envío de cien mil judíos como trabajadores para la industria nazi, pero muy pronto esa cifra fue superada por la maquinaria deportadora de Eichmann. El país se llenó de agentes de la Gestapo y de tropas de la SS, encargadas de ratstrillar a los judíos y conducirlos a los mataderos polacos. Increíblemente, mientras los Aliados preparaban el desembarco en Normandía y seis millones de soldados rusos se aprestaban a aplastar las defensas alemanas en el Este, muchos millares de soldados alemanes, húngaros y rumanos se empleaban a fondo para exterminar a los judíos de Hungría y Rumania, utilizando grandes recursos en material de transporte para cumplir su misión asesina. El representante de España ante el Gobierno húngaro, Miguel Angel Muguiro, escribía a Madrid: “La ciudad aparece llena de individuos que ostentan la insignia amarilla de David. Muchas casas de judíos han sido saqueadas por la Gestapo y sus habitantes, maltratados y arrestados por esa despiadada policía…”

El 6 de julio, inesperadamente, el regente comenzó a zancadillear a Eichmann. Declaró públicamente que no se consentiría nuevas deportaciones, pidió a Hitler que retirara de Hungría a la Gestapo y la SS, y comenzó a disponer la sustitución del primer ministro, el progermano Sztójai, pero el Führer, lejos de ceder, reforzó los efectivos militares alemanes en el país y exigió la erradicación de su comunidad judía. El desafío subió detono cuando Horthy ordenó a su policía que detuviera en la frontera un tren cargado de deportados judíos y lo hiciera regresar. Pero Eichmann no era un funcionario que se amilanara ante las dificultades: hizo detener a los miembros del Consejo Judío y, junto con los deportados de aquel convoy, los subió en camiones y los envió hacia Auschwitz… Luego se pavoneó de su habilidad para engañar “al viejo ingenuo”, que era su forma habitual de denominar al almirante.

Por esa época dirigía la legación española en Budapest, Angel Sanz Briz, sucesor de Muguiro. A su esfuerzo e ingenio heroicos, y al apoyo igualmente valeroso y arriesgado de unos pocos colaboradores, debieron su salvación más de cinco mil judíos húngaros. El 24 de julio, Sanz Briz comunicaba a Madrid: “El nuncio Monseñor Rotta nos notificó que han sido deportados casi medio millón de judíos, de los cuales dos tercios habrían sido ya asesinados y entre esos desgraciados deportados se hallaban numerosas mujeres, ancianos y niños, perfectamente incapacitados para el duro trabajo y sobre cuya suerte corren los rumores más pesimistas”.

La tensión en Budapest y Berlín subía de tono. Eichmann había subestimado a Horthy que, indignado por su desafío e impulsado por el signo de la guerra, ideó la manera de dificultar el trabajo de los deportadores: comunicó a los judíos de Budapest que deberían dispersarse por los campos húngaros. Hitler sopesó la situación y advirtió que el asunto podía desembocar en la defección húngara y retiró a Eichmann y su gente de Budapest, lo que procuró un instante de tregua a los judíos.

No fue muy amplia porque, en agosto, Sanz Briz comunicaba a Madrid “las monstruosas crueldades que nazis y cruzflechados están perpetrando en Hungría contra individuos de raza judía”. Es decir, se había ido Eichmann, pero allí seguía la SS y los fascistas húngaros para proseguir el trabajo. En ocho o nueve meses, mientras la tormenta rugía en el Este y Rumania deportaron entre 600.000 y 700.000 de sus judíos ( de un total de 1.052.000


HUNGRÍA ES IMPRESCINDIBLE.

Entre tanto, el Führer sólo tenía una prioridad: controlar el país. En verano de 1.944 comentaba con Alfred Jodl, jefe de planificación de su OKW: “La situación más crítica es y será la zona de Hungría; hay que asegurar el control de ese territorio, el único posible sustituto de la producción de alimentos perdida y, asimismo, una fuente insustituible de numerosas materias primas: bauxita, manganeso y demás (…). Tenemos que pensar qué nuevas unidades podemos llevar allí u organizarlas en la misma Hungría, de modo que fuéramos capaces de impedir un golpe de Estado del señor Horthy”.

Ni las tropas de ocupación ni la presencia de la SS y la Gestapo en Budapest pudieron impedir que prosiguieran las negociaciones secretas emprendidas por el regente con los soviéticos y que se terminara firmando un acuerdo en Moscú, el 11 de octubre de 1.944. Aunque ignorara los detalles, Hitler sabía que algo estaba a punto de ocurrir y se dispuso a impedirlo. El hombre encargado de hacerlo fue Otto Skorzeny, (al que David Solar, autor de este artículo, entrevistó en 1.973).

“El 10 de septiembre de 1.944 se me citó en el cuartel general del Führer, en la Guarida del Lobo. Allí me informaron de que el regente de Hungría, almirante Miklos von Horthy, estaba tratando de acercarse tanto a los occidentales como a los rusos para negociar con ellos una paz por separado(…). La defección de Hungría hubiera abierto a los soviéticos las puertas de Austria y amenazado de cerco a todas nuestras tropas de Rumania y Grecia.

Expuesta la situación, Hitler me ordenó: <<Usted preparará la ocupación de la Montaña del Castillo de Budapest por si el regente violara nuestros tratados de alianza>>. Yo debería dirigirme a Budapest con un potente grupo de comandos, con atribuciones, incluso, para secuestrarle.

En cuatro días tenía reunidas esas fuerzas y poco a poco fueron enviadas a Budapest, donde ya nuestros agentes seguían las andanzas del hijo de Horthy que se llamaba como él, Miklos, y para distinguirlo le denominábamos “Micky” de donde derivaría su nombre en clave <<Micky Mouse>>. Micky estaba en tratos con agentes del yugoslavo Tito para entrar en contacto con los soviéticos.

Durante varios días, pasee por la zona en que deberíamos operar si llegaba el caso, al tiempo que, con la máxima discreción, me informaba en los diversos servicios que Alemania tenía en la capital húngara sobre la situación local y las posibilidades de actuación, que eran complicadísimas, pues la Montaña del Castillo, donde se hallaban las dependencias gubernamentales era una zona tan amplia como fácil de defender.

Entretanto, nuestros hombres controlaban de cerca de Micky, y lograron enterarse de que se reuniría el 15 de octubre con agentes yugoslavos. Tendimos la emboscada y, aunque nos costó algunas bajas, a las diez de la mañana del 15 de octubre logramos capturarlo y, media hora después, lo teníamos envuelto en una alfombra a bordo de una avión camino de Viena. Se trataba de que su padre, ente el secuestro de su hijo, guardara los acuerdos firmados”.

Sin embargo, el regente Horthy, a las 13 horas del 15 de octubre, leyó por radio que había firmado un armisticio con la URSS, porque para “cualquiera que razone con cordura, Alemania ha perdido la guerra. Todos los gobiernos responsables del destino de sus países se ven obligados a sacar las consecuencias de esta constatación, pues como un día dijo ese gran hombre de Estado alemán que fue Bismark, ninguna nación está obligada por sus compromisos a sacrificarse a sí misma en aras de una alianza…”

“Habíamos llegado tarde – explica Skorzeny - .El acuerdo húngaro – soviético había sido firmado el día 11 y la locución del almirante estaba grabada. Recuerdo muy bien lo que nos contrarió ese mensaje radiofónico. La policía húngara había tomado la Montaña del Castillo y controlaba todos los accesos. Por eso, comenzamos a estudiar la manera de asaltarla. El momento fue fijado para las seis de la madrugada del día 16 de octubre.


- ¿No intentaron negociar en vez de intentar una operación tan arriesgada?

“La situación era muy confusa. Por un lado, nuestro embajador visitó a Horthy y le halló sumido en un ataque de locura. Le dijo que anularía todo, que no habría armisticio, pero que liberaran a su hijo(…) corría al teléfono, pero luego no hablaba (…) Esa noche, según me enteraría más tarde, el jefe del gobierno húngaro, Geisa Lakatos, comunicó a nuestros diplomáticos que, para evitar la guerra civil entre los húngaros, dimitiría junto a su gobierno a primera hora de la mañana siguiente y de que el regente lo haría también. Más aún, Horthy solicitaba asilo político en Alemania para él, su familia y un grupo de amigos y colaboradores y pedía comprensión para la medida adoptada la víspera, provocada por la gravísima situación que vivía Hungría. Hitler respondió afirmativamente a estas demandas".

- Y ¿por qué siguieron adelante?.

“Porque nosotros nada supimos entonces. Seguramente el Führer trataba de que el escurridizo Horthy no le gastara otra broma (…) Sea como fuere, cuando comenzaba a clarear ya estábamos dispuestos. A las seis iniciamos la operación y aunque vimos soldados húngaros, ametralladoras en posición, policías, etcétera, llegamos a la explanada del castillo, recorriendo como dos kilómetros, in que sonara un tiro (…)

El acto final fue entrar en el edificio de la Presidencia, el Castillo. Un blindado arrolló el parapeto que protegía la entrada y entró en el patio. Allí había varios anticarros, pero sus dotaciones se apartaron. Seguía sin sonar un solo tiro y el silencio de la mañana sólo era interrumpido por el ruido de nuestros motores y la voladura de algunas puertas. (…) El comandante de la fortaleza capituló sin resistencia y a las 6.15 había cesado el fuego".


- ¿Y Horthy?

“Horthy había madrugado más que nosotros. Se hallaba en casa de un general de la SS, a cuya protección se había acogido a las 5.30 de la madrugada; su familia había pedido asilo en la Legación del Vaticano. El día 18 me presentaron al Almirante y a su familia y se me ordenó que custodiara el tren en que partiríamos hacia Baviera, en cuyo castillo de Hirschberg establecería su residencia”

Horthy narraría estos sucesos en sus “Memorias” sin apenas variaciones esenciales, aunque adornados de gestos teatrales: “No había podido alcanzar mi objetivo de conseguir la paz para mi país, pero la protesta de Hungría contra la opresión era ahora conocida en el mundo entero gracias a mi proclama de radio. Nadie debía morir por mi. Por tanto di la orden de no oponer resistencia (…)”



DE HERODES A PILATOS.-

Horthy, su esposa, su hijo, su nuera y sus nietos vivieron en Hirschberg, vigilados por la SS y la Gestapo. En diciembre, se autorizó a que se les uniera un hermano del almirante. Su vida debió ser relativamente cómoda hasta diciembre; luego empeoró la alimentación y, según los alemanes retrocedían en todos los frentes, se acrecentó su miedo a que la SS recibiera la orden de eliminarlos. El 29 de abril desaparecieron los temidos guardias y, dos días después, entraron en el parque del castillo las vanguardias norteamericanas.

El regente fue detenido, llevado a Francia e interrogado. Luego fue alojado en el palacio de Lesbioles – “un alojamiento confortable” – bajo una correcta custodia anglo – americana, donde se hallaba un conocido suyo, Franz von Papen

El diplomático le encontró envejecido: “La pérdida de su hijo mayor le había afectado mucho y el trato ignominioso que había recibido por parte de Hitler y de la Gestapo le había desgastado. Se habían comportado con él como gángsters, exigiéndole su abdicación a cambio de la promesa de que se le permitiera ver a su segundo hijo (…) Horthy estaba exasperado de verse tratado como un prisionero por los norteamericanos (…)

En mayo se nos obligó a otro viaje, que terminó en Mondorf, cerca de Luxemburgo. Con asombro comprobábamos que no sólo estaba rodeado de dos altas alambradas de púas, con torrecillas de vigilancia y guardias armados, sino que estaba desprovisto de todo mobiliario, excepto camas de campaña y mesas de caballete (…) Horthy estaba espantado: <<¿Este es el modo de tratar a un jefe de Estado, aunque sea de un país derrotado?>>, preguntó”.


Al parecer, sí. En Ashcan – “el basurero” en terminología norteamericana – permaneció como acusado de crímenes de guerra bajo estricto régimen impuesto por el coronel Andrus. “Nuestra alimentación, si tal puede llamarse, era llevada en un viejo bote de estaño desde el otro hotel y llegaba siempre fría – cuenta von Papen - .Horthy era incapaz de comerla y su salud pronto desmejoró, hasta el punto de parecer inevitable su derrumbamiento total (…). Al poco tiempo Horthy sufrió un desvanecimiento y obligué a uno de nuestros oficiales guardianes a que fuese de prisa al Gran Hotel en busca de un doctor, que llegó pronto, acompañado del coronel Andrus (…)

¿Qué pretenden ustedes tratando al jefe de un Estado de un modo tan desconsiderado? Grité. ¿No sabe usted que los Estados Unidos han firmado la Convención de la Haya, que establece las normas para el trato de los prisioneros de guerra? ¿Cómo es posible que se trate a un caballero anciano, con más de setenta años, de manera tan escandalosa que le ha llevado a las puertas de la muerte?

El coronel pareció completamente desconcertado. << No tenía idea de quién estaba encerrado aquí>>, dijo <<no sabía nada de un jefe de Estado. Soy responsable de los guardianes y nada más me compete>>.

Entonces póngase en contacto con su Cuartel General y diga allí qué hay que hacer para mejorar las condiciones aquí, le repliqué enardecido.

Aunque el alimento se hizo más abundante y era mejor servido, todas las ventanas fueron sustituidas por tela metálica y las camas, por colchones de paja (…). Seis personas fuimos alojadas en una habitación, y aunque pedí que a Horthy se le diese un cuarto para el solo, no se accedió a ello. Su criado personal, que voluntariamente estaba con él, fue enviado a un campo de prisioneros, aunque nunca había sido soldado. Se nos quitó la mayoría de nuestra ropa (…).

Horthy – continúa Papen - deseaba aprovechar la autorización de escribir cartas para tratar con los Aliados el tema de su desgraciado país, y me pidió que le hiciese el borrador de una carta a Mr. Churchill. En ella se apelaba a los países occidentales para que permitiesen a Hungría conservar sus fronteras naturales y para asegurar que sus tradiciones occidentales subsistían vivas. Hungría, decía, era un país en que el cristianismo estaba profundamente arraigado y que durante siglos había actuado como guardián del legado europeo en el área balcánica. Si su estabilidad económica era garantizada, concediéndosele alguna especia de fideicomiso sobre Croacia, con acceso al Mediterráneo, el país resultaría ser un poderoso baluarte contra el bolchevismo. Esas fueron sus palabras.

Acentuando el hecho de que él había permanecido en su puesto en la hora de la necesidad y no había dejado su país, como Benes había abandonado Checoslovaquia después del Acuerdo de Munich, Horthy pedía que se le reconociese esta actuación suya. Envió, también, una súplica al rey de Inglaterra, mientras yo remitía una carta al rey de Suecia a favor suyo”


Luego pasó por Nuremberg como testigo. El regente tuvo fortuna. Tras sufrir una ligera investigación, en la que pudo demostrar que Hungría entró en guerra contra su voluntad, y que nada tenía que ver con el Holocausto y que, por el contrario, había luchado por impedirlo, se le permitió establecerse en Portugal, en 1.949, junto a toda su familia. Para entonces, los principales colaboracionistas húngaros, Ladislav Bárdossy, Ferenc Szálasi y Döne Sztójai, habían sido ejecutados.

Miklos von Horthy falleció a los 89 años de edad, el 8 de febrero de 1.957, en Estéril, tierra portuguesa como la que cubría los restos del rey al que él apartó del trono, Carlos IV, quien por sus virtudes fue canonizado en 2.004.

____________________________________

FUENTE.- Este artículo fue publicado por su autor, DAVID SOLAR, en la Revista "La Aventura de la Historia" (número 103) del mes de mayo de 2.007, Pags. 36 y ss

PARA SABER MÁS

CIANO, G. Memorias, 1.937 – 1.934. Barcelona, Ed. Crítica. 2.003.
HEIBER, H, Hitler y sus Generales. Barcelona. Ed. Crítica. 2.004.
JUDT, T., Posguerra, una historia de Europa desde 1.945. Madrid, Ed. Taurus. 2.006.
SOLAR, D., Un mundo en ruinas. Madrid, Ed. La Esfera de los Libros, 2.007.
TOYNBEE, A., La Europa de Hitler. Madrid, Ed. Sarpe, 1.995
"Si vas a Esparta caminante, diles que cumpliendo la Ley, hemos caído"

"Austria es sin duda el pueblo más inteligente de toda Europa; nos hizo creer que Mozart era austríaco y Hitler alemán "(En algún sitio escuché esto)

ImagenImagen

Avatar de Usuario
José Luis
Administrador
Administrador
Mensajes: 9944
Registrado: Sab Jun 11, 2005 3:06 am
Ubicación: España

Mensaje por José Luis » Dom Jun 10, 2007 12:48 pm

¡Hola a todos!

Pues aprovechando el topic que ha abierto Blue_Max quisiera hacer dos cosas:

* Recomendar la lectura de las memorias (1) de Horthy (que están accesibles en la Red, no recuerdo ahora dónde, pero si buscáis en Google seguro que os conducirá al enlace pertinente).

* Narrar una anécdota (off topic) que me resultó muy placentare por las implicaciones españolas.

Horthy entró en la Academia Naval austro-húngara en 1882 (de 612 candidatos fueron seleccionados 42, y durante los cuatro años que duró el curso de cadetes cayó eliminado un tercio de esos 42). Tras graduarse fue destinado a la fragata Radetzky, buque insignia de la escuadra de invierno que constaba de tres unidades.

Esta escuadra partió de Dalmacia rumbo a España, y el capitán del Hum era el archiduque Carlos, hermano de la reina de España, madre del futuro rey Alfonso XIII. El recibimiento en Málaga fue extraordinario, y Horthy, con dos amigos, recorrió la ciudad y se acercó hasta Sierra Nevada, Granada, Córdoba. Luego partieron rumbo Barcelona, con otro recibimiento apoteósico. En Barcelona, por una transgresión del servicio, Horthy estaba castigado sin poder dejar el buque (algo que le parecía exagerado). Así que se vistió con ropa de civil, poco después de que sus compañeros abandonaran el barco, embarcó en un bote que había divisado y al que había hecho señas para que se acercase, y siguió tras sus compañeros. Al llegar a puerto vio al capitán que estaba esperando desembarcar, y Horthy se escabulló por otra parte del puerto hacia un café donde sabía que estarían sus compañeros. Pero en el proceso se cruzó con el capitán en la Calle Larga (en el original inglés), sin que aparentemente se fijara en Horthy. Éste se cubrió la cara con un pañuelo, se metió por un callejón y echó a correr hacia el puerto a toda prisa.

Una vez en la Radetzky, Horthy fue llamado a presencia del capitán, quien al ver el aspecto somnoliento de Horthy (teatro), pareció dudar de que lo hubiera visto en la ciudad, dejándolo marchar. Años después, cuando el capitán era almirante y Horthy oficial, le preguntó cómo se había arreglado Horthy para embarcar en la Radetzky en la historia de Barcelona. Éste tuvo que confesarle que cuando lo vio en la calle, echó a correr y llegó a la lancha de embarque antes de que lo hiciera el entonces capitán, y allí se escondió con el beneplácito de sus compañeros. Cuando llegó el capitán y embarcó finalmente, la lancha enfiló hacia la fragata y de esta forma, Horthy, en la misma lancha del capitán, consiguió subir a bordo sin que éste se diera cuenta.

Dieciocho meses después de ese viaje a Barcelona, Horthy volvería para una ehibición marítima de todas las naves del mundo, congregándose en el puerto de Barcelona 76 navíos de guerra, recepcionados por la reina y su hijo Alfonso, entonces de 18 años de edad.

En fin, esa es la anécdota que quería contar.

(1) Admiral Nicholas Horthy, Memoirs (Andrew L. Simon, 2000). ISBN 0-9665734-9

Saludos cordiales
José Luis
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

Avatar de Usuario
Blue_Max
Miembro
Miembro
Mensajes: 400
Registrado: Lun Feb 26, 2007 2:07 pm
Ubicación: Guadalajara (España)
Contactar:

Mensaje por Blue_Max » Vie Jun 15, 2007 9:56 pm

Estimados compañeros,

Y saludos a tí José Luis por tan "entrañable" anécdota. Aunque Hungría no tenga la "tradición" marinera de España o Gran Bretaña no cabe duda que el Almirante, aunque sin barcos, se sentía un verdadero marino. Un personaje casi siempre desconocido o tratado de "refílón".... pero a decir verdad su biografía, que ya está en mis manos ( cosa que te agradezco por la cita) no deja de ser ciertamente interesante. Permitid que la termine y pueda opinar sobre ella con más criterio.


Saludos y gracias.
"Si vas a Esparta caminante, diles que cumpliendo la Ley, hemos caído"

"Austria es sin duda el pueblo más inteligente de toda Europa; nos hizo creer que Mozart era austríaco y Hitler alemán "(En algún sitio escuché esto)

ImagenImagen

Responder

Volver a “Biografías”

TEST