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Continúo con este capítulo. Fuente:
Winston Spencer Churchill. Sus enfermedades y la medicina de su época. Ricardo Rueda González, MD; FACS. Academia Nacional de Medicina de Colombia. 2008.
Capítulo 5. La Depresión.
Uno de los problemas médicos más importantes de Winston Churchill, que empezó a ser notado desde su niñez y adolescencia y lo acompañó por toda su vida fue la depresión, enfermedad de alta prevalencia, que puede ser inocua o revestir tal gravedad que lleve hasta el suicidio. Es un estado mental que juega un papel preponderante en la personalidad y conducta del ser humano ante las distintas situaciones de la vida y que lo hacer sufrir o gozar intensamente.
El
perro negro como la llamaba cuando la afectaba, es uno de los “misterios recurrentes en la familia, asunto que él mismo concientizó y conoció sus peligros”, dice el historiador J. Pearson. Es una condición patológica tremendamente hereditaria. John, Primer Duque de Malgborough, su vida, sus acciones y su extraordinario palacio, tuvieron gran influencia en la vida de Winston, y constituyeron elementos que lo estimulaban a ser grande, pues su temperamento no era del todo distinto al de su antepasado, del cual como se sabe no descendía directamente, pues sus dos únicos hijos hombres fallecieron en la infancia y una ley especial del parlamento hizo que el ducado pasara a su hija mayor, Henrrieta, cuando su padre falleció en 1722. Pero el hijo único de ésta falleció antes que ella, y así el ducado pasó al hijo de Anne, segunda hermana de Henrrieta casada con Charles Spencer, Conde de Sunderland, quien se convirtió en el Tercer Duque de Malborough. Hasta 1818 todos ellos llevaron el nombre Spencer, cuando le agregaron el nombre de Churchill para revivir la memoria del Duque John.
Repasando la personalidad del Primer Duque de Malborough, es claro cómo los comportamientos de los Churchill fueron transmitidos genéticamente. Aunque el linaje Spencer fue menos melancólico, los decimoctavos y decimonovenos Spencer, Condes de Altrhop, quizá transmitieron la personalidad depresiva a la fallecida Diana, Princesa de Gales.
La dureza de su padre, producto de su enfermedad, la sífilis, que le había comprometido su sistema nervioso central, contribuyó indudablemente para que Churchill hiciera episodios frecuentes de depresión. El quería extraordinariamente a Lord Randolph y gozaba o sufría intensamente con sus triunfos y fracasos políticos y parlamentarios.
La obsesión de toda la vida fue su padre y su frustración ante la a veces indiferencia y otras veces agresividad, seguramente lo llevaron desde muy temprana edad a ser un depresivo y así su recuerdo fue para Winston una amargura terrible a lo largo de su vida.
Tiempo más tarde después de haber desempeñado el cargo de Secretario del Interior, comentaba a su médico: “Durante dos o tres años la luz se esfumó del cuadro. Hice mi trabajo. Ocupé mi lugar en la Cámara de los Comunes, pero una sombría depresión se abatió sobre mí”. En esos tiempos a veces tuvo unas actitudes clásicamente suicidas. Evitaba pararse al borde de la plataforma en las estaciones ferroviarias, se mantenía lejos del borde de los barcos evitando así mirar el agua.
Evitaba también mirar o empuñar armas de fuego. En fin tenía conciencia de los peligros del
perro negro. Se sabe que desde la niñez había apelado a la agresión como forma de rechazo a la depresión.
Uno de los hechos que motivó estados depresivos mayores a Churchill, fue la amistad de su parienta Unity Mintford, quien militaba en la Unión Británica Fascista, con Adolfo Hitler. Se dice que ella frecuentaba a menudo la Hostería Bavaria a donde el Führer asistía a consumir sus alimentos vegetarianos, para verlo y acompañarlo. Cuentan que Hitler le obsequió una moneda de oro nazi grabada con su firma, asunto que provocó un ataque de celos a Eva Brown.
Pero Clementine tenía también rasgos de este transtorno mental muy marcados y estaba permanentemente convencida que había heredado un “gen caprichoso” que compartía con sus hermanos.
Se conoce que antes de casarse con Winston, después de haber roto su compromiso matrimonial con un pretendiente que casi le doblaba la edad, pasó por un largo período de postración completamente desproporcionado a lo ocurrido; también que a lo largo de su vida cualquier hecho que se saliera de la normalidad la llevaba a dramáticos estallidos de histeria que luego pasaban al letargo, la depresión e incapacidad para afrontar los problemas cotidianos. Todos estos hechos, es posible que hubieran tendido su origen en la niñez por la ausencia de su padre y la inseguridad que ello le ocasionaba.
Churchill, también con marcados rasgos depresivos, se daba perfecta cuenta de que su esposa estaba a menudo en riesgo de presentar un “desequilibrio nervioso” y por esto siempre procuraba en esas situaciones que ella cumpliera rigurosamente las indicaciones del médico, que evitara los esfuerzos excesivos y permaneciera en cama el tiempo que fuera necesario para regresar a la normalidad. Los estallidos histéricos seguidos de desesperación y luego de letargo, le preocupaban, pero los entendía lo suficiente como para prestarle todo su apoyo en esas circunstancias.
El “gen caprichoso” de la familia de Clementine era tal, que en 1921, su único hermano de 32 años, Bill Hozier, apuesto y distinguido ex miembro de la Marina Real, se quitó la vida en un hotel de París, de un disparo de revólver en la cabeza.
Clementine, no fingía estar enferma, pero se apoyaba en los “ataques nerviosos” para huir de las tensiones de la vida con su esposo y llevar un vivir sencillo de hogar, evitando los ambientes de opulencia y competencia social. Por ello, muchas veces, no acompañaba a Winston en sus frecuentes viajes de recreo a Montecarlo, en donde su amigo Emery Reves lo alojaba en La Pausa, su casa de campo, y lo llenaba de fastuosas atenciones en compañía de destacados personajes de la política, los negocios, el cine y las artes. Pero sí, en varias oportunidades tuvo que convivir con el enorme ego de su esposo, tolerando sus más descabellados amigos, aceptando su ilimitada capacidad para el trabajo y comprender el desbordante e insistente deseo de poder que siempre llevaba consigo.
Quizás la depresión llevo a Clementine a no ser naturalmente maternal, era evidente su falta de interés por todos sus hijos, especialmente durante su infancia y adolescencia. Siempre estuvo en desacuerdo con Winston, cuando adquirió por una suma importante de dinero en las ruinas en donde reconstruyó Chartwell, su hermosa casa de campo en Kent. Así mismo, le disgustó sobremanera la compra de costosos caballos de carreras que llevaba a competir a los más importantes hipódromos de Inglaterra, espectáculos rodeados de lujos y gran ostentación de dinero y poderío que ella, detestaba.
La “vida familiar” que tanto amaba Clementine se interrumpía con alguna frecuencia por “ataques nerviosos” que obligan los médicos a hospitalizarla y procurarle diversos tratamientos que llegaban hasta los electrochoques. Se recuerda, por ejemplo, que cuando su hija Diana se suicidó, ella se encontraba recluida en un sanatorio víctima muy posiblemente de una depresión mayor.
La depresión también se hizo aparente en tres de los descendientes de la unión Churchill-Hozier. Randolph, su único hijo hombre, fue alcohólico probablemente como escape a sus frecuentes estados depresivos y no logró llegar a la cima que su padre siempre anhelaba. Falleció joven, habiendo pasado su vida plena de frustraciones, problemas sentimentales y fracasos económicos.
Sarah, hija favorita de Churchill, tuvo dos fracasos matrimaniales, además de una apasionada y clandestina relación sentimental con John Gil Winat, Embajador de los Estados Unidos en Inglaterra, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Sin hijos, no se conoce la causa de su infertilidad. Alternaba períodos de encierro y aislamiento con otros de franca disopmanía. Diana, también terriblemente deprimida, fue hospitalizada en varias ocasiones por cuenta de su neurosis. Fracasó, al igual que Randolph y Sarah, en dos matrimonios, y a la edad de 54 años, madre de tres hijos, se quitó la vida tomando una sobredosis de somníferos.
Mary fue la excepción de la infelicidad de sus hermanos. Su matrimonio fue feliz y a sus cinco hijos logró educarlos en forma excepcional. En la SGM su comportamiento fue ejemplar. Se unió al Servicio Aéreo Auxiliar. También en 1941 llegó a ser suboficial subalterna y fue entrenada para trabajar en baterías antiaéreas y luego de participar en la defensa del sur de Inglaterra contra el arma secreta V1 de Hitler, terminó en Bélgica tomando parte activa en la defensa de Bruselas.
Pero en Randolph, Sarah y Diana tampoco todo fue negativo. También en la SGM el hijo se unió al regimiento de su padre, el 4º de Husares, recién iniciado el conflicto, destacándose como un aguerrido soldado. Se cuenta que cayó en paracaídas en la Yugoslavia de Tito de donde logró escapar herido.
Sarah, ya separada, se alistó en las filas de la filas de la Fuerza Auxiliar Aérea Femenina en 1941; en esta fuerza recibió el nombramiento de oficial y se convirtió en una autoridad en la interpretación de aerofotografías, documentos de la mayor importancia en una guerra aérea.
Diana, por esos días casada por segunda vez, tenía muchas obligaciones en su hogar, pero éstas no fueron impedimento para que realizara trabajos voluntarios como el vigilante de ataques aéreos durante los salvajes bombardeos a Londres.
Clementine tampoco llevaba una actividad pasiva, no descansaba y se dedicaba a algunas actividades filantrópicas; la Flumer Chase Maternity Home, para las viudas de los jóvenes oficiales, muchas de ellas pobres y lejos de sus hogares; la Joung Women´s Christian Association´s Wartime Fund, para ayudar a cuidar de las mujeres del ejército también lejos de sus hogares y en condiciones psicológicas no deseables. Así mismo, tomó parte activa en las labores de la Cruz Roja.
Saludos