EL CASO SORGE POR WALTER SCHELLENBERG
Comando en Jefe del Ejército – Jefatura II Inteligencia
Manual de Informaciones
Espionaje – Selección de los casos mundiales más famosos del Espionaje mundial – Tomo 1 – 1979 – Bs As, Argentina.
OTRA VERSIÓN
En 1940 hube de intervenir en otro caso de espionaje ruso: el de Richard Sorge. Fue a instancias de von Ritgen, jefe del DNB (Oficina Alemana de Información). En aquella época Sorge trabajaba indirectamente para el DNB y, al mismo tiempo, para la Frankfurter Zeitung. Mantenía con von Ritgen una correspondencia personal que, aunque en forma de cartas, estaba constituida por informes muy importantes.
Por aquel tiempo el Partido Nazi, y sobre todo los organismos de éste en el extranjero, ponían todo género de obstáculos a Sorge por causa de su pasado político. Me rogó von Ritgen que echase un vistazo a los antecedentes personales de Sorge que figuraban en el Negociado III (SD, Interior) y en el Negociado IV (Gestapo), para ver cómo se podrían allanar esos obstáculos, pues él no podía prescindir de los informes de Sorge. Este último conocía perfectamente los problemas de Extremo Oriente y había estudiado principalmente el de las tensiones políticas existentes entre Japón, China y la URSS por una parte, y entre Estados Unidos e Inglaterra por otra. Según von Ritgen, las opiniones de Sorge siempre habían sido muy ajustadas a la realidad.
SOSPECHAS FUNDADAS
Leí los antecedentes, y lo que éstos decían no favorecían gran cosa a Sorge. Aunque no se tenía la prueba absoluta de que perteneciera al Partido Comunista alemán, resultaba imposible no creer que era, por lo menos, un simpatizante. Estaba probado que había mantenido estrechas relaciones con bastantes personas conocidas de nuestros servicios secretos por ser agente del Komintern, pero gracias a su amistad con personajes influyentes no le habían perjudicado tales rumores. Entre 1923 y 1928 sostuvo relaciones con los nacionalistas y con los grupos de extrema derecha, así como también con los nacionalsocialistas. El retrato de Sorge, que pintaba sus antecedentes personales, resultaba un poco oscuro.
Yo no compartía enteramente la opinión de von Ritgen. Sorge seguía siendo sospechoso a despecho de lo bien que conocía los problemas de China y Japón, a pesar de su colaboración con el General-Profesor Karl Haushofer –el geopolítico-, pese a los excelentes artículos que había publicado sobre los negocios internos de Japón: a von Ritgen le parecía que tales artículos eran lo mejor que se había escrito sobre el estado de tensión social de aquel país. Se podía sospechar de él, por ejemplo, a causa de las relaciones que sostuvo con Stennes, uno de los jefes de las SA (Sturm Abteilung), que en 1934 huyó de Alemania y estuvo en contacto con Gregor y Otto Strasser y también con otras facciones del Partido consideradas como prorusas. Por aquel tiempo Stennes residía en China y era uno de los consejeros militares de Chang Kai-shek.
SE SIGUE UTILIZANDO
Von Ritgen llegó a la conclusión de que, aún cuando fuese verdad que Sorge había tenido algunos contactos con los servicios secretos rusos, nosotros debíamos aprovecharnos de la gran experiencia adquirida por aquel hombre. Decidimos, al final, que yo protegería a Sorge de los ataques del Partido, pero con la condición de que nos suministrara informes confidenciales interesantes sobre la Unión Soviética, China y Japón. Oficialmente trabajaría sólo para eso con von Ritgen.
Expuse este proyecto a Heydrich, y éste lo aprobó, pero exigiendo que Sorge fuese sometido a estrecha vigilancia y que sus informes fueran comprobados, pues podría darse el caso de que en el momento decisivo intentara suministrarnos informaciones falsas. Me dieron orden de tratar de ese asunto con Jahnke.
En la práctica era muy difícil satisfacer la exigencia de Heydrich en lo tocante a la vigilancia. Los agentes que teníamos en Japón eran muy jóvenes y, en general, poco experimentados. No podía dar instrucciones por escrito a aquellos agentes, y por eso vacilaba en obrar antes que Sorge se hubiera puesto a trabajar para nosotros. He de confesar que cometí un error haciendo eso.
Cumpliendo las órdenes de Heydrich hablé con Jahnke sobre Sorge. Jahnke me dijo que sabía muy pocas cosas de la vida de Sorge –von Ritgen me había dicho que sabía muchas-, y no quise insistir.
CRIMINALES PROTEGIDOS
Fui a ver también, para hablarle de Sorge, al jefe de inspectores Meissinger. Estuve en su despacho el día antes de su partida para Japón. Meissinger era uno de los peores individuos de la banda de asesinos a sueldo de Heydrich. Había desempeñado un papel siniestro en los sucesos del 30 de Junio de 1934 (“Noche de los Cuchillos Largos”) y también en el caso de los Generales von Blomberg y Fritsch. Meissinger era también jefe de la oficina especial para los Bienes de los Judíos, un organismo cuya importancia seguía creciendo desde el año 1938. Al parecer era amigo íntimo de Müller, el jefe de la Gestapo, pues ambos habían empezado su carrera como policías en Baviera. En el fondo era enemigo encarnizado de Müller y sólo estaba esperando el momento de poder quitar el puesto al otro.
Era un ser que daba miedo: un hombre de cara muy ancha, horrorosamente feo. Sin embargo, como muchos individuos de su calaña, poseía cierta simpatía, energía y una especie de inteligencia exenta de todo escrúpulo. Siempre se mostraba amabilísimo conmigo y jamás me apeaba el tratamiento. Solamente una vez creyó que me había vencido. Yo me encontraba en una situación embarazosa por haber cometido el error de proteger a un hombre que al final resultó culpable. Meissinger me amenazó con contárselo todo a Heydrich. Me defendí a mi manera, dejando pasar el tiempo necesario para poder resolver el asunto a conveniencia y fabricando a la vez mis redes en torno de él. Yo había recibido de Varsovia muchísimos informes sobre Meissinger; formé con ellos un importante expediente, del que se deducía que era un ser brutal, corrompido e inhumano. Entregué el expediente a Müller, diciéndole que había venido a parar a mis manos mientras trabajaba en otro asunto. Se abrió una investigación y se descubrieron tantas atrocidades cometidas por Meissinger, que Himmler ordenó que el autor de ellas fuese juzgado por un Consejo de Guerra. Pero intervino Heydrich, porque Meissinger sabía demasiadas cosas. Heydrich impidió la celebración del juicio y salvó a aquella fiera. Sigo ignorando lo que hizo Heydrich para lograr eso.
INVESTIGACIÓN A FONDO
Con el fin de alejar a Meissinger se acordó –el acuerdo fue una torpeza que tuvo malas consecuencias- mandarlo a Tokio en calidad de agregado de Policía. Su capacidad para beber litros de sake y fumar veinte cigarros seguidos en tanto hablaba jovialmente era la única aptitud que poseía para desempeñar ese cargo. Sin embargo debo reconocer que, gracias a su larga experiencia de policía, sabía muchas cosas acerca de las actividades y los métodos del Komintern. Desde 1933 era el brazo derecho de Müller y había contribuido a la destrucción de diversos organismos clandestinos del Partido Comunista. Conocía a mucha gente y tenía numerosas relaciones entre los elementos de los organismos internacionales. Iba a ser el jefe de los representantes de nuestra Policía en Tokio. Antes de su marcha le hablé del caso de Richard Sorge. El me prometió que haría una investigación a fondo y nos tendría al corriente de la misma por teléfono. Lo hizo; pero generalmente conversaba con Müller. Los dos hablaban con fuerte acento bávaro, y yo no los entendía. Era aquello una clave excelente. Si no recuerdo mal, los informes que dio Meissinger sobre Sorge fueron todos favorables a éste. Según Meissinger decía, Sorge era una persona grata en la Embajada de Alemania y mantenía muy buenas relaciones con el gobierno japonés.
continuará...
Comando en Jefe del Ejército – Jefatura II Inteligencia
Manual de Informaciones
Espionaje – Selección de los casos mundiales más famosos del Espionaje mundial – Tomo 1 – 1979 – Bs As, Argentina.
OTRA VERSIÓN
En 1940 hube de intervenir en otro caso de espionaje ruso: el de Richard Sorge. Fue a instancias de von Ritgen, jefe del DNB (Oficina Alemana de Información). En aquella época Sorge trabajaba indirectamente para el DNB y, al mismo tiempo, para la Frankfurter Zeitung. Mantenía con von Ritgen una correspondencia personal que, aunque en forma de cartas, estaba constituida por informes muy importantes.
Por aquel tiempo el Partido Nazi, y sobre todo los organismos de éste en el extranjero, ponían todo género de obstáculos a Sorge por causa de su pasado político. Me rogó von Ritgen que echase un vistazo a los antecedentes personales de Sorge que figuraban en el Negociado III (SD, Interior) y en el Negociado IV (Gestapo), para ver cómo se podrían allanar esos obstáculos, pues él no podía prescindir de los informes de Sorge. Este último conocía perfectamente los problemas de Extremo Oriente y había estudiado principalmente el de las tensiones políticas existentes entre Japón, China y la URSS por una parte, y entre Estados Unidos e Inglaterra por otra. Según von Ritgen, las opiniones de Sorge siempre habían sido muy ajustadas a la realidad.
SOSPECHAS FUNDADAS
Leí los antecedentes, y lo que éstos decían no favorecían gran cosa a Sorge. Aunque no se tenía la prueba absoluta de que perteneciera al Partido Comunista alemán, resultaba imposible no creer que era, por lo menos, un simpatizante. Estaba probado que había mantenido estrechas relaciones con bastantes personas conocidas de nuestros servicios secretos por ser agente del Komintern, pero gracias a su amistad con personajes influyentes no le habían perjudicado tales rumores. Entre 1923 y 1928 sostuvo relaciones con los nacionalistas y con los grupos de extrema derecha, así como también con los nacionalsocialistas. El retrato de Sorge, que pintaba sus antecedentes personales, resultaba un poco oscuro.
Yo no compartía enteramente la opinión de von Ritgen. Sorge seguía siendo sospechoso a despecho de lo bien que conocía los problemas de China y Japón, a pesar de su colaboración con el General-Profesor Karl Haushofer –el geopolítico-, pese a los excelentes artículos que había publicado sobre los negocios internos de Japón: a von Ritgen le parecía que tales artículos eran lo mejor que se había escrito sobre el estado de tensión social de aquel país. Se podía sospechar de él, por ejemplo, a causa de las relaciones que sostuvo con Stennes, uno de los jefes de las SA (Sturm Abteilung), que en 1934 huyó de Alemania y estuvo en contacto con Gregor y Otto Strasser y también con otras facciones del Partido consideradas como prorusas. Por aquel tiempo Stennes residía en China y era uno de los consejeros militares de Chang Kai-shek.
SE SIGUE UTILIZANDO
Von Ritgen llegó a la conclusión de que, aún cuando fuese verdad que Sorge había tenido algunos contactos con los servicios secretos rusos, nosotros debíamos aprovecharnos de la gran experiencia adquirida por aquel hombre. Decidimos, al final, que yo protegería a Sorge de los ataques del Partido, pero con la condición de que nos suministrara informes confidenciales interesantes sobre la Unión Soviética, China y Japón. Oficialmente trabajaría sólo para eso con von Ritgen.
Expuse este proyecto a Heydrich, y éste lo aprobó, pero exigiendo que Sorge fuese sometido a estrecha vigilancia y que sus informes fueran comprobados, pues podría darse el caso de que en el momento decisivo intentara suministrarnos informaciones falsas. Me dieron orden de tratar de ese asunto con Jahnke.
En la práctica era muy difícil satisfacer la exigencia de Heydrich en lo tocante a la vigilancia. Los agentes que teníamos en Japón eran muy jóvenes y, en general, poco experimentados. No podía dar instrucciones por escrito a aquellos agentes, y por eso vacilaba en obrar antes que Sorge se hubiera puesto a trabajar para nosotros. He de confesar que cometí un error haciendo eso.
Cumpliendo las órdenes de Heydrich hablé con Jahnke sobre Sorge. Jahnke me dijo que sabía muy pocas cosas de la vida de Sorge –von Ritgen me había dicho que sabía muchas-, y no quise insistir.
CRIMINALES PROTEGIDOS
Fui a ver también, para hablarle de Sorge, al jefe de inspectores Meissinger. Estuve en su despacho el día antes de su partida para Japón. Meissinger era uno de los peores individuos de la banda de asesinos a sueldo de Heydrich. Había desempeñado un papel siniestro en los sucesos del 30 de Junio de 1934 (“Noche de los Cuchillos Largos”) y también en el caso de los Generales von Blomberg y Fritsch. Meissinger era también jefe de la oficina especial para los Bienes de los Judíos, un organismo cuya importancia seguía creciendo desde el año 1938. Al parecer era amigo íntimo de Müller, el jefe de la Gestapo, pues ambos habían empezado su carrera como policías en Baviera. En el fondo era enemigo encarnizado de Müller y sólo estaba esperando el momento de poder quitar el puesto al otro.
Era un ser que daba miedo: un hombre de cara muy ancha, horrorosamente feo. Sin embargo, como muchos individuos de su calaña, poseía cierta simpatía, energía y una especie de inteligencia exenta de todo escrúpulo. Siempre se mostraba amabilísimo conmigo y jamás me apeaba el tratamiento. Solamente una vez creyó que me había vencido. Yo me encontraba en una situación embarazosa por haber cometido el error de proteger a un hombre que al final resultó culpable. Meissinger me amenazó con contárselo todo a Heydrich. Me defendí a mi manera, dejando pasar el tiempo necesario para poder resolver el asunto a conveniencia y fabricando a la vez mis redes en torno de él. Yo había recibido de Varsovia muchísimos informes sobre Meissinger; formé con ellos un importante expediente, del que se deducía que era un ser brutal, corrompido e inhumano. Entregué el expediente a Müller, diciéndole que había venido a parar a mis manos mientras trabajaba en otro asunto. Se abrió una investigación y se descubrieron tantas atrocidades cometidas por Meissinger, que Himmler ordenó que el autor de ellas fuese juzgado por un Consejo de Guerra. Pero intervino Heydrich, porque Meissinger sabía demasiadas cosas. Heydrich impidió la celebración del juicio y salvó a aquella fiera. Sigo ignorando lo que hizo Heydrich para lograr eso.
INVESTIGACIÓN A FONDO
Con el fin de alejar a Meissinger se acordó –el acuerdo fue una torpeza que tuvo malas consecuencias- mandarlo a Tokio en calidad de agregado de Policía. Su capacidad para beber litros de sake y fumar veinte cigarros seguidos en tanto hablaba jovialmente era la única aptitud que poseía para desempeñar ese cargo. Sin embargo debo reconocer que, gracias a su larga experiencia de policía, sabía muchas cosas acerca de las actividades y los métodos del Komintern. Desde 1933 era el brazo derecho de Müller y había contribuido a la destrucción de diversos organismos clandestinos del Partido Comunista. Conocía a mucha gente y tenía numerosas relaciones entre los elementos de los organismos internacionales. Iba a ser el jefe de los representantes de nuestra Policía en Tokio. Antes de su marcha le hablé del caso de Richard Sorge. El me prometió que haría una investigación a fondo y nos tendría al corriente de la misma por teléfono. Lo hizo; pero generalmente conversaba con Müller. Los dos hablaban con fuerte acento bávaro, y yo no los entendía. Era aquello una clave excelente. Si no recuerdo mal, los informes que dio Meissinger sobre Sorge fueron todos favorables a éste. Según Meissinger decía, Sorge era una persona grata en la Embajada de Alemania y mantenía muy buenas relaciones con el gobierno japonés.
continuará...