Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

La guerra en el este de Europa

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maxtor
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Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por maxtor » Vie Mar 29, 2013 6:07 pm

Saludos cordiales.

A mí personalmente siempre me había llamado la atención el porqué el soldado soviético luchó como luchó y creo que durante buena parte de mi vida y formación personal e intelectual he estado errado en cuanto a la valoración de la sociedad soviética y el “hallazgo” de este foro y de las lecturas, que me han estimulado a hacer me han sacado de muchos errores que asumo desde ya que tenía hace años. Mi error principal fue basar mi interpretación en ver únicamente el lado alemán, el ver en una u otra decisión el origen de la derrota alemana y no tener en cuenta lo que hizo el ER que fue increíble.

Creo que la explicación más coherente de porqué la URSS ganó a la Alemania nazi fue por pura determinación y ganas de vencer, y como dice Jose Luis en otro hilo: la URSS ganó poque fue más fuerte que Alemania. Terminando ya el libro de Orlando Figes, "Los que susurran - La represión en la Rusia de Stalin" - ed: edhasa, dicho historiador desgrana las causas fundamentales para entender la determinación y coraje del soldado soviético en su lucha contra el ejército alemán.

Observadores soviéticos, periodistas extranjeros, quedaron asombrados de la capacidad de resistencia y de lucha que mostró el ER en muchas ocasiones, calle por calle, casa por casa enfrentándose a tropas alemanas muy bien preparadas y con equipamiento militar de primera clase. Esta determinación que no creo que pueda explicarse en términos de disciplina militar o ideología fue la que finalmente hizo inclinar la balanza en esta campaña decisiva de toda la Segunda Guerra Mundial, habían problemas logítiscos, de mala planificación, de mal trato a las poblaciones locales, subestimación total de la sociedad soviética y de su ejército, pero en el momento de la verdad estaban hombres contra hombres y los rusos demostraron al final que fueron más duros.

En Stalingrado, en su diario personal el 16 de septiembre, A.S. Chuianov, cabeza del comité de defensa de Stalingrado, registró una conversación que había escuchado entre un grupo de soldados recién llegados y un soldado herido que había sido evacuado de la ciudad en llamas:

“¿Qué está ocurriendo en la ciudad? (le preguntaron los hombres al soldado herido).

“No hay manera de entenderlo. Miren – dijo, señalando con su brazo sano hacia el Volga- , toda la ciudad está en llamas. “.

“¿Pero, por qué arde durante tanto tiempo?, le preguntaron los soldados, perplejos.

“Todo se ha incendiado: las casas, las fábricas, la tierra, todo el metal se funde…”.

“¿Y la gente?.”

“¿La gente?. ¡ La gente resiste! ¡ Resiste y no deja de luchar”… “.


La valerosa determinación de las fuerzas soviéticas fue sin duda decisiva en la guerra, y no es posible considerarla como un mero mito inventado por la propaganda soviética. Sin embargo nunca se ha podido explicar su origen de manera satisfactoria. ¿Por qué tantos soldados soviéticos lucharon con tan poca preocupación por salvar sus vidas en las batallas de Moscú, Kiev, Stalngrado y otras docenas de ciudades soviéticas?.

El terror y la coerción sirven para expliar una parte de la pregunta. Se reimpusieron los métodos del sistema del terror previo a la guerra para mantener a los soldados luchando durante la guerra. En el punto más alto del hundimiento soviético, el 28 de julio de 1942, cuando los alemanes cernían su amenaza sobre Stalingrado, Stalñin emitió la Orden Número 127 (¡ ni un paso atrás!), instando a los soldados a defender cada metro de territorio soviético, “hasta la última gota de sangre”, y amenazando con severos castigos a los “que siembran el pánico” y a los “cobardes” que no cumplieran con su deber. (La orden sólo fue conocida por el público soviético en 1988, cuando fue publicada como parte de la política de glasnot o apertura, aunque en 1942 había sido distribuida a todas las unidades de las fuerzas armadas soviéticas). Se establecieron unidades de bloqueo especiales – zagradotriadi – para reforzar las unidades existentes de la NKVD; sus integrantes debían controlar a cualquier soldado que se hubiera quedado atrás o que intentara huir del combate.

Durante la guerra aproximadamente 158.000 soldados fueron setenciados a morir por fusilamiento (muchos más fueron fusilados sin ninguna sentencia formal y sin ningún registro de sus muertes); 436.000 fueron encarcelados, mientras 422.000 fueron condenados a “expiar con su sangre” los crímenes que habían cometido contra la madre patria, obligándolos a prestar servicio en los batallones penales especiales – shtrafroti – usados en las misiones más peligrosas, tales como limpiar los campos minados o lanzar ataques por sorpresa contra las fortificaciones alemanas. Sin embargo, no hay que exagerar el impacto de la Orden Número 127, ni tampoco su influencia ejercida por el sistema del terror dentro del ER.

La Orden entró en vigencia en momentos desesperados, como el de la batalla de Stalingrado, cuando se estima que alrededor de 13.5000 soldados soviéticos fueron fusilados en el transcurso de unas pocas semanas. Pero por lo demás la Orden era ignorada frecuentemente por los comandantes y sus funcionarios públicos, que sabían por experiencia que la cohesión y la eficacia militar no florecían sometidas a esos castigos generalizados y excesivamente drásticos. De hecho, a pesar de la Orden los niveles de deserción no pararon y crecieron en el ejército, instando al propio Stalin a reconocer que el terror se estaba volviendo ineficaz como medio de obligar a los soldados a luchar (Merridale, Ivan`s War, p. 134-138).

Las apelaciones al patriotismo del pueblo ruso resultaron más exitosas. La enorme mayoría de los soldados soviéticos eran hijos de campesinos: su lealtad no estaba dirigida a Stalin o el Partido, que habían provocado la ruida del campo, sino hacia sus hogares y sus familias: eran leales a su propia visión de la “madre patria”. Tal como lo expresó Stalin a Averell Harriman en septiembre de 1941, el pueblo ruso luchaba “por su tierra natal, no por nosotros”. Para asegurarse llegar mejor a los soldados, la propaganda soviética descartó cada vez más los símbolos soviéticos, reemplazándolos en cambio por imágenes más antiguas de la Madre Rusia, que ejercían mayor influencia sobre las tropas. Entre 1941 y 1942, el período de mayor catástrofe militar, el retrato de Stalin se hizo menos presente (aunque Stalin reapareció como conductor nacional y fuente de inspiración de las victorias soviéticas entre 1943 y 1945); la Internacinoal fue reemplazada por un nuevo himno nacinonal; se fabricaron nuevas medallas y condecoraciones soviéticas con retratos de héroes militares de la historia rusa; y se concedió a la Iglesia un nuevo período vital, al levantar el Estado muchos de sus controles de la actividad religiosa de preguerra a cambio del apoyo moral a la guerra por parte de los líderes eclesiásticos. El resultado fue una curiosa mezcla de fe religiosa y convicciones soviéticas.

Otro factor a destacar y aprovechado al máximo por la propaganda soviética fue el sentimiento de odio y venganza. Para el invierno de 1941 la invasión nazi había ocasionado tanto sufrimiento a las familias soviéticas, que lo único que hacía falta para lograr que el pueblo luchara era avivar un poco la furia que sentían hacia el enemigo. Para algunos historiadores y sociólogos, fue ese odio el factor primordial para que los soldados del ER luchasen como lo hicieron. La fuerza de esa emoción era tan poderosa e impredecible (ya que contenía gran parte de la furia acumulada por los sufrimientos que el pueblo ruso había soportado desde mucho antes de que se desencadenara la guerra) que los propagandistas debían manipular con extremo cuidado para poder concentrarla contra el enemigo, y en este punto los escritores, y poetas desempeñaron un papel vital, como Simonov, Ilia Ehrenburg y Alexei Surkov. “¡Mátalo!” fue el podema más famoso de toda esta llamada a las armas. Escrito por Simonov en julio de 1942 era esencialmente una reiteración del espíritu de lucha hasta la muerte expresado en la Orden Número 127.

La coerción, el patriotismo, el odio al enemigo: todos esos factores desempeñaron un papel, pero tal vez el elemento más importante que definía la determinación con que los soldados iban a la lucha fue el culto al sacrificio. El pueblo soviético fue a la guerra con la psicología de la década de 1930, tras haber vivido en un constante estado de lucha revolucionaria, donde siempre se les pedía a todos que se sacrificasen en nombre de una causa más grande, la gente estaba preparada para las privaciones de la guerra – para perder el nivel de su estilo de vida, para la separación de las familias, para la alteración de la vida cotidiana – porque ya habían pasado por muchas situaciones semejantes en pro de los Plantes Quincenales. (K. Simonov, Pis`ma o voine, 1943 – 1979, Moscú 1990, p.110).

Esta predisposición al sacrificio fue el arma más poderosa de la Unión Soviética. Especialmente durante el primer año de la guerra, fue esencial para la superviviencia de la Unión Soviética, en un momento en que se debatía procurando recobrarse del catastrófico verano de 1941. Las acciones de soldados y civiles comunes, que se sacrificaron en gran número, compensaron los fracasos del mando militar y la parálisis de casi todas las autoridades. El espíritu de sacrificio fue particularmente intenso en la generación de 1941 (las personas nacidas entre la década de 1910 y principios de la década de 1920) cuyos miembros habían crecido escuchando los relatos legendarios sobre los héroes soviéticos que se habían consagrado enteramente a los intereses del Estado: pilotos que rompían records y estajanovistas, exploradores del Ártico, soldados de la Guerra Civil, comunistas que habían luchado en la Guerra Civil española. Fue procurando emular a esos héroes que tantos jóvenes voluntarios marcharon prestos a la guerra y a morir. La llamada a las armas de 1941 los vinculó con la tradició heróica de la Guerra civil rusa y del plan quincenal de 1928 – 1932, los dos grandes episodios románticos de la historia soviética, en los que supuestamente se lograron grandes cosas gracias al emprendimiento y el sacrificio colectivos. En palabras del poeta David Samoilov (que tenía 21 años cuando se alistó al ejército en 1941): “La Guerra Civil… fue de nuestros padres. El Plan Quincenal… fue de nuestros hermanos mayores. Pero la Guerra Patriótica de 1941…. ésa es nuestra”. Muchos soldados sacaron fuerzas del sentimiento de formar parte de esta continuidad.

La generación de 1941 luchó a muerte con desinteresada dedicación y heroica valentía, incluso con temeridad, desde el primer día de la guerra. Fue la que sufrió mayor coste humano. Sólo el 3 % del grupo masculino de soldados nacidos en 1923 sobrevivió hasta 1945. Los veteranos y hombres mayores iban al combate con más cautela, y eran los que en general sobrevivían en mayor número y en muchos casos los soldados más maduros intentaban ayudar a los más jóvenes, refrenándoles.

Simonov intentó explicar en su libro Días y noches (1944) el espíritu de lucha del soldado ruso. Para Simonov no era el miedo o el heroísmo lo que impulsaba a los soldados al combate, sino algo más institintivo relacionado con la defensa de sus propios hogares y comunidades, un sentimiento que se agigantaba, liberando energías y la iniciativa de la gente, a medida que el enemigo se aproximaba. Tal y como se demostró en Stalingrado, la gente luchó mejor cuando sabían por qué peleaban y podían relacionar su destino con la causa. Leningrado y Moscú fueron pruebas de ello. El patriotismo local fue una motivación poderosa. La gente estaba más dispuesta a luchar a muerte cuando identificaban la causa soviética con la defensa de una comunidad en particular, con una red real de vínculos humanos que cuando la identificaban con alguna idea abstraca de la madre patria soviética.

Contrariamente al mito soviético de la unidad nacional durante la guerra, la sociedad soviética estuvo más fracturada en el curso de la guerra que en cualquier otro periodo anterior a partir de la Guerra Civil. El Estado soviético había exarcerbado las divisiones étnicas, que fueron usadas como chivos expiatorios, como en el caso de los tártaros de Crimea, los chechenos y los alemanes del Volga, etnias que fueron exiliadas a regiones donde no fueron bien recibidas por la población local. El antisemitismo que había estado durmiendo en la sociedad soviética antes de la guerra, resurgió en todas partes, floreciendo especialmente en zonas ocupadas por los nazis, en las que gran parte de la població soviética cayó bajo la influenciai de la propaganda racista nazi, pero ideas semejantes se extedieron hasta lugares tan remotos como Kazajstán, Asia Central y Siberia, transmtidas por soldados y evacuados soviéticos procedentes de las regiones occidentales próximas al frente de batalla. Muchos culparon a los judíos de los excesos del régimen estalinista, usualmente siguiendo el razonamiento instalado por la propaganda nazi de que los bolcheviques eran judíos. Asimismo de una forma más general, el abismo abierto entre los soldados del frente y las “ratas” que se quedaban en la retaguardia se convirtió en causa de una división de importancia entre la gente común y la élite soviética, ya que la conciencia política popular llegó a asociar la injusta distribución de las responsabilidades militares con una desigualdad mucho más amplia y generalizada.

No obstante, aunque no existiera una genuida unidad nacional, sí hubo una unión para la defensa de sus comunidades. Para el otoño de 1941 un millón de personas se habían ofrecido voluntarias para la defensa civil, dedicándose a excavar trincheras, custodiar edificios, puentes y caminos, y cuando su ciudad era atacada abocándose a transportar alimentos y medcinas para los soldados que combatían en el frente, transportar heridos e incluso luchar. En Moscú, la defensa civil tenía 178.000 voluntarios de más de 30 nacionalidades, y otro medio millón de personas entrenadas para la defensa; en Leningrado, había 135.000 personas organizadas en unidades de defensa civil, y otros 107.000 trabajdores fabricando armamento en el mes de septiembre de 1941. (David Glantz, The Siege of Leningrand, 1941 – 1944: 900 Days of Terror – Londres, 2001, pp. 75-76). Encendidos por el patriotismo cívico todos lucharon con valentía hasta la muerte y en muchos casos sin entrenamiento militar básico alguno.

La camadería también era un elemento crucial para la cohesión y la eficacia militar. Los soldados tienden a dar lo mejor de sí mismo en combate si sienten alguna clase de lealtad hacia un pequeño grupo de camaradas en los que confiaban, y quien haya cogido un arma alguna vez y prestado servicio de armas sabe que eso es cierto, el apoyo y la camadería con tu compañero de armas es un vínculo muy fuerte y surge una hermandad que dura de por vida, incluso superando la muerte de alguno de sus miembros. En 1942 – 1943 las bajas bajaron algo en el ER y las unidades fueron cohesionándose más que al principio de la guerra, y la camadería empezó a surgir como un elemento importante y se convirtió en un factor motivador de primer orden para impulsar a luchar al ER. La confianza y el apoyo mutuso dentro de esos grupos colectivos era la clave de su superviviencia.

Los veteranos de guerra – y no solo de esa guerra – recuerdan con emoción la intimidad de esas amistades de la época de la guerra, con idealismo y nostalgia. Afirman que las personas tenían entonces “corazones más grandes” y actuaban desde el alma, y que la camadería de la pequeña unidad colectiva fue como una familia para ellos.

La valentía y la capacidad de recuperación de las tropas fue un factor clave y decisivo del éxito militar soviético y buena parte de la respuesta de por qué la URSS ganó a la Alemania nazi fue porque sus soldados lucharon mejor, y considero que el ER fue el mejor ejército de tierra – “¡ me ha costado decirlo!” de toda la Segunda Guerra Mundial.

Saludos desde Benidorm.

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José Luis
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por José Luis » Sab Abr 06, 2013 9:07 am

¡Hola a todos!

El tema que nos plantea nuestro compañero maxtor me parece realmente interesante, y quiero decir que tiene escaso tratamiento en la literatura académica. El único libro monográfico que recuerdo que trata este tema es el del profesor Reese, Why Stalin's Soldiers Fought..., del cual hice en su día unas breves reseñas en:
http://forosegundaguerra.com/viewtopic.php?f=21&t=13679

En dicho hilo expuse las conclusiones finales de Reese:
José Luis escribió: Para explicar por qué el Ejército Rojo derrotó a la Wehrmacht, Reese escapa de la habilidad, la fuerza o el Préstamo y Arriendo aliado, si bien reconoce que todos estos factores están dentro de la ecuación final. Para Reese el Ejército Rojo ganó principalmente porque demostró ser una fuerza de combate mucho más eficaz de lo que los alemanes habían previsto. Pero no fue eficaz porque simplemente ganó, pues la eficacia no determina la victoria en la batalla o la guerra, ni siquiera la habilidad o números superiores lo hacen. Siguiendo a Millet y Murray, Reese opina que la victoria no es en absoluto un criterio de efectividad, y aplica para su libro una definición más rudimentaria de la efectividad militar básicamente como la “capacidad de un ejército para sostener la batalla”, concluyendo que “el Ejército Rojo fue eficaz porque fue capaz de seguir combatiendo a pesar de un liderazgo débil en unidades grandes y pequeñas, entrenamiento inadecuado, planificación chapucera, logística inestable, estructuras de mando confusas, entrometimiento político, economía perturbada y, sobre todo, bajas masivas. La fortaleza de la eficacia del Ejército Rojo fluctuó durante el curso de la guerra. Su capacidad para mantener fuerzas combatiendo y en campaña subió y cayó en relación a la gravedad de los problemas con anterioridad mencionados. Que no se desintegrara bajo el peso de sus problemas internos y la potencia de fuego alemana fue un tributo monumental a, y una prueba de, su efectividad militar”.

Reese saca cinco conclusiones principales al final de su estudio:

1. Aunque inconstante en el grado, el Ejército Rojo fue en todo tiempo militarmente eficaz a pesar de que al mismo tiempo combatiera de forma ineficiente.

2. La moral y la motivación fluctuaron radicalmente durante la guerra, variando por circunstancia, nacionalidad y grupo social.

3. El estado y el stalinismo no siempre figuraron de forma prominente en la decisión de la gente para luchar o no. Por contra, una variedad de factores basados en gran medida en circunstancias personales jugaron el papel más grande en el voluntariado o conformidad con el servicio militar obligatorio.

4. Aunque el estado estaba determinado a hacer cumplir esa conformidad, su capacidad para hacerlo era limitada, y la voluntad de la gente para desafiarlo directamente mediante la evasión al llamamiento a filas y la deserción fue persistente y generalizada. Sin embargo, la voluntad de la gente para arriesgarse a las consecuencias de la resistencia estuvo basada fundamentalmente en sopesar la letalidad del campo de batalla contra la letalidad del estado. De esta forma, la coacción fue un factor mucho menos importante para mantener la efectividad de lo que ha pretendido parecer.

5. El patriotismo soviético fue auténtico, pero ello no se correspondió directamente con el apoyo al sistema stalinista. Y aunque fue auténtico no fue universal, dándose más entre los rusos y menos entre las etnias no eslavas y minorías nacionales. Y no equivalió a un apoyo al régimen stalinista, sino que obedeció a un impulso elemental para defender lo que la gente entendía que era su patria, coincidente algunas veces con las ideas socialistas inherentes a la revolución y expresadas por el partido comunista y Stalin. El estado, casi siempre, fracasó en su intento de generar patriotismo, pero se aprovechó de los sentimientos patrióticos inherentes o latentes y los utilizó.

La eficacia del Ejército Rojo en la Gran Guerra Patriótica fue prefigurada por su comportamiento en la guerra contra Finlandia (Guerra de Invierno), y aunque no se apreció en la época, la guerra contra Finlandia, más que revelar su ineficacia, mostró que el Ejército Rojo fue altamente ineficaz en sus operaciones contra un enemigo decidido, bien organizado y bien entrenado. La reacción militar contra esta ineficacia fue una vuelta a los métodos de intimidación adoptados en los caóticos días de la guerra civil, fusilando a oficiales y comisarios por cobardía. También se emplearon los destacamentos de bloqueo y los batallones penales de combate, todo lo cual se usaría nuevamente en 1941. Y también se repetirían en la guerra contra Alemania los ejemplos de una mala administración de personal, apoyo y planificación logísticos insuficientes, planificación táctica y estratégica inepta, y subestimación del enemigo; pero también siguieron ejemplos de medidas enérgicas e ingeniosas para superarlos.
Realzar las excelencias de algo o alguien subrayando sus defectos es una aproximación crítica que sostuvo y defendió Edgar Poe, como crítico literario, en la primera mitad del siglo XIX. Esta metodología de crítica literaria es muy válida, a mi juicio, para el caso histórico planteado en este hilo. Y lo juzgo así porque solamente señalando y explicando los defectos, carencias y errores en la organización, control y dirección del esfuerzo de guerra soviético, sólo así es posible llegar a comprender el titánico reto a que fue sometida la Unión Soviética y cómo fue capaz de prevalecer ante la terrible maquinaria de guerra nazi, destruyéndola finalmente.

Por qué lucharon los soldados de Stalin, se pregunta Reese. Lucharon finalmente, afirmo yo, porque no encontraron otra alternativa para defender sus vidas, sus familias, sus tierras y sus historias, esa nebulosa conceptual que llamamos “patria”. Pero esa determinación final de luchar no sólo se demostró en los campos de batalla, sino también, de forma crucial, muy a retaguardia del frente, donde se ganan o pierden las guerras prolongadas, en las fábricas de producción de todo el material necesario para sostener y alimentar el esfuerzo de guerra. Y aquí jugó un papel decisivo el liderazgo político; sí, ese estado soviético marcadamente stalinista y de naturaleza y gobierno horriblemente criminales, sin nada que desmerecer en este sentido de la naturaleza y gobierno criminales del estado nazi hitleriano; digo que el estado soviético, cuya estructura política era tan despreciada por los nazis (hasta el punto de que estaban convencidos de que se derrumbaría como un castillo de naipes ante los primeros reveses militares), demostró ser -pese a sus defectos, carencias y errores- mucho más sólido, implacable y eficaz que el estado nazi. La Unión Soviética demostró ser, finalmente, mucho más fuerte que el Tercer Reich, cuyo liderazgo criminal había decidido arrebatarle su alma y su vida.

Saludos cordiales
JL
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sino como un hombre
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maxtor
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por maxtor » Sab Abr 06, 2013 6:06 pm

José Luis escribió:¡Hola a todos!

El tema que nos plantea nuestro compañero maxtor me parece realmente interesante, y quiero decir que tiene escaso tratamiento en la literatura académica. El único libro monográfico que recuerdo que trata este tema es el del profesor Reese, Why Stalin's Soldiers Fought..., del cual hice en su día unas breves reseñas en:
http://forosegundaguerra.com/viewtopic.php?f=21&t=13679

En dicho hilo expuse las conclusiones finales de Reese:
José Luis escribió: Para explicar por qué el Ejército Rojo derrotó a la Wehrmacht, Reese escapa de la habilidad, la fuerza o el Préstamo y Arriendo aliado, si bien reconoce que todos estos factores están dentro de la ecuación final. Para Reese el Ejército Rojo ganó principalmente porque demostró ser una fuerza de combate mucho más eficaz de lo que los alemanes habían previsto. Pero no fue eficaz porque simplemente ganó, pues la eficacia no determina la victoria en la batalla o la guerra, ni siquiera la habilidad o números superiores lo hacen. Siguiendo a Millet y Murray, Reese opina que la victoria no es en absoluto un criterio de efectividad, y aplica para su libro una definición más rudimentaria de la efectividad militar básicamente como la “capacidad de un ejército para sostener la batalla”, concluyendo que “el Ejército Rojo fue eficaz porque fue capaz de seguir combatiendo a pesar de un liderazgo débil en unidades grandes y pequeñas, entrenamiento inadecuado, planificación chapucera, logística inestable, estructuras de mando confusas, entrometimiento político, economía perturbada y, sobre todo, bajas masivas. La fortaleza de la eficacia del Ejército Rojo fluctuó durante el curso de la guerra. Su capacidad para mantener fuerzas combatiendo y en campaña subió y cayó en relación a la gravedad de los problemas con anterioridad mencionados. Que no se desintegrara bajo el peso de sus problemas internos y la potencia de fuego alemana fue un tributo monumental a, y una prueba de, su efectividad militar”.

Reese saca cinco conclusiones principales al final de su estudio:

1. Aunque inconstante en el grado, el Ejército Rojo fue en todo tiempo militarmente eficaz a pesar de que al mismo tiempo combatiera de forma ineficiente.

2. La moral y la motivación fluctuaron radicalmente durante la guerra, variando por circunstancia, nacionalidad y grupo social.

3. El estado y el stalinismo no siempre figuraron de forma prominente en la decisión de la gente para luchar o no. Por contra, una variedad de factores basados en gran medida en circunstancias personales jugaron el papel más grande en el voluntariado o conformidad con el servicio militar obligatorio.

4. Aunque el estado estaba determinado a hacer cumplir esa conformidad, su capacidad para hacerlo era limitada, y la voluntad de la gente para desafiarlo directamente mediante la evasión al llamamiento a filas y la deserción fue persistente y generalizada. Sin embargo, la voluntad de la gente para arriesgarse a las consecuencias de la resistencia estuvo basada fundamentalmente en sopesar la letalidad del campo de batalla contra la letalidad del estado. De esta forma, la coacción fue un factor mucho menos importante para mantener la efectividad de lo que ha pretendido parecer.

5. El patriotismo soviético fue auténtico, pero ello no se correspondió directamente con el apoyo al sistema stalinista. Y aunque fue auténtico no fue universal, dándose más entre los rusos y menos entre las etnias no eslavas y minorías nacionales. Y no equivalió a un apoyo al régimen stalinista, sino que obedeció a un impulso elemental para defender lo que la gente entendía que era su patria, coincidente algunas veces con las ideas socialistas inherentes a la revolución y expresadas por el partido comunista y Stalin. El estado, casi siempre, fracasó en su intento de generar patriotismo, pero se aprovechó de los sentimientos patrióticos inherentes o latentes y los utilizó.

La eficacia del Ejército Rojo en la Gran Guerra Patriótica fue prefigurada por su comportamiento en la guerra contra Finlandia (Guerra de Invierno), y aunque no se apreció en la época, la guerra contra Finlandia, más que revelar su ineficacia, mostró que el Ejército Rojo fue altamente ineficaz en sus operaciones contra un enemigo decidido, bien organizado y bien entrenado. La reacción militar contra esta ineficacia fue una vuelta a los métodos de intimidación adoptados en los caóticos días de la guerra civil, fusilando a oficiales y comisarios por cobardía. También se emplearon los destacamentos de bloqueo y los batallones penales de combate, todo lo cual se usaría nuevamente en 1941. Y también se repetirían en la guerra contra Alemania los ejemplos de una mala administración de personal, apoyo y planificación logísticos insuficientes, planificación táctica y estratégica inepta, y subestimación del enemigo; pero también siguieron ejemplos de medidas enérgicas e ingeniosas para superarlos.
Realzar las excelencias de algo o alguien subrayando sus defectos es una aproximación crítica que sostuvo y defendió Edgar Poe, como crítico literario, en la primera mitad del siglo XIX. Esta metodología de crítica literaria es muy válida, a mi juicio, para el caso histórico planteado en este hilo. Y lo juzgo así porque solamente señalando y explicando los defectos, carencias y errores en la organización, control y dirección del esfuerzo de guerra soviético, sólo así es posible llegar a comprender el titánico reto a que fue sometida la Unión Soviética y cómo fue capaz de prevalecer ante la terrible maquinaria de guerra nazi, destruyéndola finalmente.

Por qué lucharon los soldados de Stalin, se pregunta Reese. Lucharon finalmente, afirmo yo, porque no encontraron otra alternativa para defender sus vidas, sus familias, sus tierras y sus historias, esa nebulosa conceptual que llamamos “patria”. Pero esa determinación final de luchar no sólo se demostró en los campos de batalla, sino también, de forma crucial, muy a retaguardia del frente, donde se ganan o pierden las guerras prolongadas, en las fábricas de producción de todo el material necesario para sostener y alimentar el esfuerzo de guerra. Y aquí jugó un papel decisivo el liderazgo político; sí, ese estado soviético marcadamente stalinista y de naturaleza y gobierno horriblemente criminales, sin nada que desmerecer en este sentido de la naturaleza y gobierno criminales del estado nazi hitleriano; digo que el estado soviético, cuya estructura política era tan despreciada por los nazis (hasta el punto de que estaban convencidos de que se derrumbaría como un castillo de naipes ante los primeros reveses militares), demostró ser -pese a sus defectos, carencias y errores- mucho más sólido, implacable y eficaz que el estado nazi. La Unión Soviética demostró ser, finalmente, mucho más fuerte que el Tercer Reich, cuyo liderazgo criminal había decidido arrebatarle su alma y su vida.

Saludos cordiales
JL
Saludos cordiales a todos.

Estuve a punto de incluir mi anterior mensaje como una continuación del post al que haces referencia estimado Jose Luis, pero al final opté por darle algo más de autonomía ya que en ese hilo se hablaba de causas más generales sobre la guerra entre la URSS y Alemania. Es un tema que ya hace tiempo me ha interesado y se trata de forma marginal en varios libros de temática bélica del Frente Oriental, pero de forma monográfica - en castellano - yo no he encontrado nada, actualmente estoy empezando la lectura del libro de Catherine Merridale, "La guerra de los Ivanes. El Ejército rojo (1939 - 1945) " y hace referencia a los pocos libros que traten la dinámica humana, social, ideológica de los soldados del ejército rojo, de los ivanes.

Hay muchos libros sobre las tropas británicas y estadounidenses ( entre los mejores relatos clásicos se incluyen S. L. A. Marshall, Men Against Fire: The Problem of Battle Command in Future Wars, y Samuel A. Stouffer, The American Soldier, 2 vols) y en cuanto a la guerra entre la URSS y Alemania hay muchos estudios incidiendo en el soldado alemán, como el pionero estudio de posguerra de E. Shils y M. Janowitz, "Cohesion and desintegration in the Wehrmacht in World War Two", Public Opinion Quartely, 12, 2, 1948. El rendimiento de la Wehrmacht se examina en términos comparativos en Marc van Creeveld, Fighting Powe: Germand and US Army Performance, 1939 - 1945, London y Melbourne, 1983, y un análisis más reciente pero clásico es el de Omer Bartov, Hitler`s Army: Soldiers, Nazis and the Third Reich, NY, 1992. Pero los análisis sobre el ER en su dimensión humana y psicológica son escasos, han pasado más de sesenta años desde el triunfo del ER y hoy el estado por el que lucharon ha desaparecido, pero el Iván, el fusilero ruso sigue siendo un misterio. Aquellos millones de reclutas soviéticos parecen desprovistos de personalidad. No sabemos, en muchos casos de dónde venían y aún menos en qué creían o las razones por las que lucharon - cita contundentemente C. Merridale en la introducción de su libro - Tampoco sabemos cómo les cambió la experiencia de la guerra, el cómo la inhumana violencia de esta configuró su propio sentir sobre la vida y la muerte.

Creo que es un tema interesante por un lado y en cuanto a su dimensión humana y al impacto de la violencia sobre los seres humanos es uno de los temas básicos de la Segunda Guerra Mundial junto al Holocausto. Creo que en la dimensión humana el Holocausto - en primer término - y el sufrimiento del pueblo ruso (incluyendo a su ER) son los dos pivotes básicos del sufrimiento humano de la guerra, lógicamente sin menospreciar a otras víctimas - en general - que ocasionó la 2GM.

El libro de C. Merridale aborda mucho de los aspectos humanos de los soldados del ER y creo que puede complementar algo mi anterior post sobre las razones por las que el soldado soviético luchó de la forma como lo hizo, pero por lo poco que llevo leído creo que no se aleja mucho de la tesis aportada por Jose Luis en su último párrafo.

maxtor
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por maxtor » Mié May 29, 2013 1:56 pm

Saludos cordiales.

En junio de 1941 cuando se inició el conflicto alrededor de 6 millones de soldados alemanes y soviéticos, se dispusieron a luchar en un frente que serpenteaba a lo largo de más de 1600 km de bosques y ciénagas, estepas y dunas costeras. Los soviéticos contaban con otros dos millones de soldados ya armados en territorios más alejados hacia el este; a las pocas semanas habrían de recurrir a ellos. A medida que el conflicto avanzó, durante los dos años siguientes, ambos bandos reclutarían más soldados destinados a esta carnicería humana. En 1943 no era raro que en cualquier momento concreto el número total de hombres y mujeres que participaban en la lucha en el frente oriental superara los 11 millones de personas. (G.F. Krivoshéiev).

A los seis meses de iniciado el conflicto el ER había perdido 4.5 millones de hombres. (G. F. Krivoshéiev, ed., Grif sekrétnosti sniat: Poteri vooruzhonnyj sil SSSR v voinaj, boievyj déistviyaj i voiénnyj konfliktaj, Moscú, 1993, p. 141). La carnicería superó lo inimaginable, los testigos describían los campos de batalla como un paisaje de acero carbonizado y cenizas. Los prisioneros eran trasladados multitudinariamente, los alemanes no disponían de guardias y de alambrada necesarios para contener a los 2.5 millones de soldados del ER capturados en los primeros cinco meses. Sigue siendo imposible dar cifras exactas sobre el número de prisioneros de guerra soviéticos principalmente porque muchos de los cautivos murieron. Las cifras alemanas rondan los 2.561.000 para los primeros cinco meses de guerra (Krivoshéiev, id, p. 336), y el total de todo el conflicto podría superar los 4.500.000; N. D. Kozlov, da una cifra de más de cinco millones. Una sola campaña, la defensa de Kiev, costó a los soviéticos cerca de 700.000 muertos o desaparecidos en solo unas semanas. A finales de 1941 casi todos los soldados del ejército de preguerra soviética estaban muertos, desaparecidos, o prisioneros. Y este proceso se repetiría de nuevo, ya que habría otra generación que sería reclutada, embutida en un uniforme y asesinada, capturada o herida sin posibilidad de recuperación. En total, el ER sería destruido y renovado al menos dos veces en el transcurso de la guerra. Los oficiales – cuyo número de bajas rondó el 35 %, unas 14 veces la proporción del ejército zarista en la Primera Guerra Mundial – hubieron de ser destituidos casi con la misma rapidez que los soldados. (John Erickson, “The system and the soldier”, en Paul Addison y Angus Calder, eds, Time to kill: the soldier`s experience of war in the west, Londres, 1997, p. 236).

La rendición no fue una opción, no fue esta una guerra comercial o territorial, su principio rector fue la ideología; su objetivo, la aniquilación de una forma de vida. La derrota habría significado el fin del poder soviético, y el genocidio masivo de más eslavos y judíos. Pero la perseverancia tuvo un precio terrible: el número total de vidas soviéticas que se cobró la guerra superó los 27 millones. La mayoría fueron civiles, desgraciadas vícitmas de la deportación, el hambre, la enfermedad o la violencia directa. El total de bajas del ER excedió la terrible cifra de 8.000.000 de muertos ( la cifra que tiene mayor consenso es la de una “pérdida demográfica” – es decir, excluyendo los prisioneros de guerra que pudieron volver – de 8.688.400 personas. Para un análisis de la cuestión de bajas véase Erickson, “The System…”, p. 236. Es posible que la cifra fuera de varios millones más altas).

Sea cual sea la cifra exacta ya es de por sí suficientemente demostrativa de lo que se vivió en el frente Oriental, es una cifra que supera con creces el número total de militares muertos en los dos bandos – alemanes y aliados – en la Primera Guerra Mundial, al tiempo que contrasta marcadamente con las bajas sufridas por las fuerzas británicas y estadounidenses entre 1939 y 1945 que en ambos casos no llegaba al cuarto de millón de personas.

Han pasado más de 70 años desde el triunfo del ER y hoy el estado por el que combatieron los soldados soviéticos ha desaparecido; pero Ivan, el fusilero ruso sigue siendo un misterio. Aquellos millones de reclutas soviéticos parecen desprovistos de personalidad. No sabemos, de donde venían, y aún menos en qué creían o las razones por las que lucharon, no sabemos cómo les cambió la guerra, cómo la inhumana violencia de esa contienda configuró su propio sentir de la vida y de la muerte. Ignoramos de qué hablaban, sus lecturas, bromas o dichos populares que compartían. Y uno de los objetivos del libro de C. Merridale , “La guerra de los ivanes” es llenar ese hueco histórico y humano.

No fueron los ivanes una generación ordinaria, en 1941 la URSS, cuya vida como estado se inicia en 1918 había sufrido ya una violencia tremenda. Los siete años posteriores a 1914 fueron un tiempo de crisis perpétua. La guerra civil de 1918 a 1921 traería ya ella sola una lucha cruel; una escasez de productos, desde combustible para calentarse hasta pan y mantas; enfermedades epidémicas y un nuevo azote al que Lenin decidió llamar lucha de clases. La hambruna que dejó tras de sí fue también terrible en todos los sentidos: aunque una década más tarde en 1932 – 1933, cuando el hambre se cobró más de siete millones de vidas, la gran hambruna de 1921 llegaría a parecer un juego de niños. Para entonces la URSS vivía los disturbios sociales que provocó el primer plan quincenal de desarrollo económico, forzando a los campesinos a integrarse en colectividades, destruyendo a los adversarios políticos y obligando a algunos ciudadanos a trabajar como esclavos. Los hombres y mujeres llamados a luchar en 1941 eran los supervivientes de una era de confusión que se había cobrado más de 15 millones de vidas en poco más de dos décadas. ( Catherine Merridale, Night of Stone).

“Eran gente especial” decían los viejos soldados y paradójicamente los rusos supervivientes de todos los males anteriores, la generación de 1941 pareció demostrar que las teorías darwinianas sociales se les aplicaron perfectamente a ellos: fueron más fuertes y duros que los apologistas nazis racistas super-hombres. Es difícil escribir la historia de la guerra o del por qué luchó así esa generación sin reconocer que existía cierta idea de un “alma” o “espíritu” ruso que importó a la gente corriente como para tildarla ahora de sentimentalismo: “Patriotismo”, puede que sea cierto y como dice Jose Luis es un concepto algo gaseoso, pero pocos han reflexionado sobre las motivaciones de unos soldados cuyas vidas habían sido envenenadas por el mismo estado por el que estaban luchando.

Existe, por supuesto, una arraigada versión oficial de todo esto: el mito del héroe de la Unión soviética. Se le puede encontrar entallado en piedra en cualquier monumento bélico soviético y en incontables canciones de guerra, durante décadas y hasta bien entrado 1990 los veteranos de guerra hablaban y escribían como si formaran un mundo aparte, pero ni un solo libro soviético sobre la guerra mencionaba jamás el pánico, la automutilación, la cobardía o la violación. La censura oficial que prohibía la obra de escritores como Vassili Grossman por describir el temor de los soldados, iba de la mano de la necesidad que tenían los supervivientes de acallar el clamor de su pasado. Aunque la mayoría de los veteranos se les retratara como victoriosos la mayoría fue también víctima de uno de los régimenes más crueles de los tiempos modernos. Llevaban armas de fuego, y estaban autorizados a utilizarlas; sin embargo, se habían criado en un mundo en el que los ciudadanos vivían a la sombra de una violencia estatal arbitraria y humillante, y al que regresarían cuando su servicio como soldados acabara. Se reconocía su contribución como grupo, pero mucho de aquello por lo que lucharon – un gobierno más abierto, por ejemplo, y el fin del temor – jamás llegaría a realizarse. Resulta irónico que su estado hubiera infundido en ellos un orgullo tan poderoso que muy pocos podían ver hasta qué punto les había desposeído.

La historiadora C. Merridale comenta que hoy en día hay un interés renovado no ya por los nuevos historiadores por desojar por completo la gran Guerra patria, sino por la gente normal y corriente, más que la apertura de archivos o la posibilidad de viajar libremente por el interior de la URSS a investigadores, es ese renovado interés en la guerra de la Unión Soviética despojado ahora de una gran parte de la hipocresía del último medio siglo el que está generando nuevas investigaciones, nuevas conversaciones y nuevos escritos. (Elena Senniávskaia, de la Academia de Ciencias de Moscú, Psijologia voiny v XX veke: istoricheski ópyt Rossii, Moscú 1999).

Es un libro basado en historias orales, aparte del escrutinio de archivos, y es muy humana y cálida su lectura, pero es cierto lo que comenta la historiadora de que se observa que pocos veteranos eran capaces de regresar al propio mundo del combate y es perfectamente comprensible como mecanismo de cortafuego, pero no es algo propio de los soviéticos. Sigue habiendo en Rusia una gran resistencia a cualquier reinterpretación de la guerra y no se fomentan investigaciones sobre el conflicto, existe inquietud por la petición de reparaciones y por la posible demanda europea de que se devuelvan las obras de arte saqueadas; pero no es esa la cuestión clave. El asunto es que la versión oficial con sus conmemoraciones es un bálsamo para los supervivientes y eleva la moral de la nación. Y también contribuye a reforzar la fe en las fuerzas armadas en una época en la que todas las evidencias apuntan a la negligencia moral y a una agravamiento de la crisis económica. Además el secretismo pude ser un hábito. El Ministerio de Defensa todavía custodia una enorme ciudad – archivo de Podolsk, cerca de Moscú.

Aparte de las etiquetas racistas con las que eran visto los soldados del ER por los nazis, lo cierto es que los soldados soviéticos sirvieron a una de las dictaduras más ambiciosas de la historia y la mayor parte fueron educados según sus percepciones, la mayoría estaban saturados de la ideología comunista de forma similar o incluso más que los soldados de la Wehrmacht, ya que cuando Hitler subió al poder la propaganda soviética llevaba ya quince años modelando la conciencia de su nación. Los ciudadanos soviéticos tendían también a estar más aislados de las influencias extranjeras, y pocos habían tenido la oportunidad de viajar fuera de sus fronteras. Compartían asimismo un lenguaje común, una especie de lente que había sido diseñada para mostrar el mundo a la luz del marxismo – leninismo.

La motivación para el combate, como el carácter nacional, era una de las cuestiones que preocupaban a los expertos militares estadounidenses en la década de 1950; el resultado fue una teoría sobre la lealtad a los grupos primarios o pequeños, la noción de que los hombres dan lo mejor de sí mismos en batalla cuando tienen “colegas”, “grupos primarios”, que a diferencia de la ideología o la religión, focalizan su capacidad de amar. En cierta medida, el entrenamiento reforzaba la confianza de los hombres donde la ideología había sido incapaz de convencerlos o consolarlos. En 1941 los reclutas soviéticos se enfrentaron a la fuerza de combate más profesional que había se había visto. Y en 1945 la habían derrotado. Entre estas dos fechas hubo una revolución en el ER en cuanto a la preparación de los soldados, el pensamiento militar, el uso y despliegue de la tecnología, y la relación del ejército con la política. Esos cambios – y una de las claves del triunfo soviético – afectaron a la vida de todos y cada uno de los soldados.

Lealtad entre grupos, odio al enemigo, propaganda y educación junto al concepto de patriotismo que está condicionado o influido por la educación, y reorganización total estructuras militar y entrenamiento liderado por Stalin, fueron las claves de la recuperación del ER que acabó ganando la 2GM.

Saludos desde Benidorm.

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Rubén.
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por Rubén. » Jue May 30, 2013 6:44 pm

Hola Maxtor.

He estado leyendo tu hilo, cuya tema me parece de lo más interesante.

Este es un aspecto de la Segunda Guerra Mundial que apenas se ha tocado, desgraciadamente. Siempre que los autores occidentales miran al Frente del Este, se analiza la psicología del soldado alemán y los motivos de su particular lucha contra sus enemigos. Sorprendentemente esto no pasa con los americanos, británicos o italianos en el Frente Occidental-África, o con los soldados japoneses en el Pacífico que llevó a la prestigiosa Ruth Benedict a escribir ríos de tinta sobre la psicología nipona durante la guerra y su razón de ser. ¿Por qué no se habla del iván? Es un una pregunta que todavía pienso que llevará más de una década o generación en responderse, tanto en Occidente como en la misma Rusia, en donde prefieren dar una visión más simplificadamente patriotera del asunto.

Particularmente coincido con absolutamente todo lo que se ha dicho en este hilo. El tesoro más grande que albergaba el soldado soviético, aunque sea triste decirlo, era el sufrimiento. Sin duda este era su arma milagrosa que cambió posiblemente el curso de la guerra. Los soviéticos estaban completamente inmunizados contra todo mal para cuando Hitler invadió la URSS. El régimen estalinista les había vacunado contra el dolor, la miseria y el horror. Desde 1917 habían vivido en un infierno cada vez más insoportable. Una invasión nazi era sólo un capítulo más en sus tristes vidas, sólo que esta vez los rusos que habían sobrevivido a Stalin eran una raza más fortalezida y con más experiencia, capaz de aguantar cualquier calamidad y mucho más.

A pesar de todo, ¿por qué si la situación de los rusos era mala con Stalin, por qué no permanecieron indiferentes a Hitler y al menos preservaron su vida? Es fácil de explicar. La "Operación Barbarroja" era el infierno invadiendo otro infierno. Pero en este caso los del Infierno B, agredidos por el Infierno A, tenían sus hogares en dicho infierno, así como su familia, seres queridos, forma de vida. Lo poco, o quizá lo último que tenían de ese Infierno B al que detestaban, curiosamente iban a defenderlo con uñas y dientes del Infierno A, sacrificando la vida por ello si era necesario.

Hay una película que refleja muy bien el sentimiento de unidad del pueblo ruso, Estrella del Norte, sobretodo a nivel de agrupaciones vecinales o de aldeas campesinas, que más que defender al comunismo, protegen sus bienes, su hogar, su familia, un motivo más grande que cualquier ideología para levantarse en armas. Esto demuestra sin duda que a partir de 1941 los soviéticos estaban motivados a defender una causa: su propia existencia. Antes eso no había sucedido, como por ejemplo en 1939-1940 durante la Guerra de Invierno, conflicto en el que el soldado ruso se comportó pasivamente o sin interés alguno, ya que la calle intuía que aquel enfrentamiento únicamente servía a los intereses de Stalin y no del pueblo. Por supuesto en 1941 sería diferente porque el motivo también era distinto.

Me gustaría antes de terminar resaltar un ejemplo similar a la URSS en la Segunda Guerra Mundial, concretamente el de China. Al igual que en 1941, en 1937 China sufrió unos reveses militares tremendos con Japón que la llevaron al borde del colapso. Los japoneses, como los alemanes con la URSS, habían pensado que China se derrumbaría como un "castillo de naipes", debido a la profunda división interna entre el Kuomintang, los comunistas y los diferentes señores de la guerra que desde 1911 habían desangrado el país en conflictos civiles dejando millones de muertos y terribles hambrunas. Por eso mismo, cuando se produjo la invasión nipona, los chinos era también inmunes a pasarlo mal, pues como solían decir viejos sabios "los chinos lo que mejor saben hacer es sufrir". Y no sólo eso, sino que además, como los rusos hicieron en sus momento, los chinos también dejaron de lado sus diferencias y se apiñaron en un sólo bando, olvidándose de Chiang Kai-Shek, Mao o el señor de la guerra de turno, y centrándose en defender su aldea, su huerto, su padre, su madre, sus hijos...

Rubén el Stuka.

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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por marioml » Vie May 31, 2013 9:53 am

Desde luego hacia falta un gran sacrificio en vidas para vencer al enorme potencial aleman desplegado en el Este. No me veo a los aliados occidentales, o a su sociedad, aguantando varios millones de bajas militares (civiles aparte).

Creo que algo parecido lei en el libre de Max Hastings, "Armageddon" que no esta mal.

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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por wintermute » Vie May 31, 2013 11:28 pm

Si no recuerdo mal, tendría que repasarlo pero ...en la primera guerra se atribuía al soldado ruso esa misma cualidad.
No es un concepto novedoso el del «sufrido soldado ruso».
Quizás sea una visión occidental ese concepto, no sé quizás por su origen campesino.El campesino de por si es sufrido, sus condiciones de vida hacen que sea de esa manera.
Las guerras se ganan con hombres, suministros y organización.El odio al enemigo y la protección a la familia, a la tierra no son elementos clave a mi modo de ver.

Saludos

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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por Rubén. » Sab Jun 01, 2013 3:10 am

No es un concepto novedoso el del «sufrido soldado ruso».
Quizás sea una visión occidental ese concepto, no sé quizás por su origen campesino.El campesino de por si es sufrido, sus condiciones de vida hacen que sea de esa manera.
Sí, en eso tienes razón. Probablemente desde que Napoleón invadiese Rusia, o Carlos XII de Suecia le imitara antes o en tiempos de Iván el Terrible.
Está claro que los rusos siempre han sido unos sufridos. Pero no es comparable el sufrimiento de los rusos a ningún otro período después de 1917. Lo que vivieron con la Revolución, las nefastas políticas de Lenin que terminaron en hambrunas, la represión política arbitraria y generalizada, millones de muerto y luego Stalin con otros tantos... Se batieron récords inimaginables de dolor, miseria, miedo y sufrimiento, vuelvo a repetir esta palabra.
Sin duda esta experiencia, como ha ido exponiendo Maxtor a lo largo del hilo, supuso una potente vacuna contra la invasión nazi. Y sin duda, el soldado ruso fue más fuerte porque había recibido un entrenamiento más eficaz que cualquier soldado alemán, un adiestramiento en forma de hambre, gulag, terror, etc, que les hacía capaces de aguantar tormentas y huracanes. Los nazis no fueron nada nuevo, unos aficionados con aires de grandeza.

Rubén el Stuka.

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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por wintermute » Sab Jun 01, 2013 9:45 am

Es verdad, existe un componente de ese tipo, totalmente cierto, tanto a nivel individual como colectivo pero no se si es un factor clave.Puede suponer un "plus" pero no se si puedes ganar una guerra con ello.
Tienes que armar y organizar a tus batallones, crear un ejército eficaz. No pasa por otro lado, individualmente un soldado es muy poco, lo que vale es su espíritu de cuerpo.
No estoy diciendo que el ER no lo haya tenido, lo tuvo y sobretodo a partir de 1943.
Decir que los pueblos de la URSS se unieron para combatir al invasor es ,bueno, no fue tan así no te olvides de la reacción de los ucranianos y los bálticos, principalmente y de la cantidad de voluntarios enrolados en el ejército alemán.
En Stalingrado, por ejemplo había, creo, un diez por ciento de voluntarios rusos, en fin ...

Saludos

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José Luis
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por José Luis » Sab Jun 01, 2013 10:30 am

¡Hola a todos!

Yo no veo diferencias sustanciales en la capacidad del pueblo ruso para soportar el sufrimiento producido por injusticias sociales y precariedades económicas derivadadas de una gobernanza autoritaria histórica en Rusia al comparar esa situación con otros pueblos de otras naciones europeas. Dejando al margen la inclemencia del clima, factor natural invariable, y el gran atraso industrial de la Rusia zarista y de la primera fase de la Rusia comunista con respecto a otras naciones de Europa, todos los pueblos europeos sufrieron con una resignación más o menos similar las injusticias de gobernanzas autoritarias y sociedades extremadamente clasistas. Es cierto que esta lastimosa (para el pueblo llano) situación política, económica y social se fue resolviendo gradualmente (a favor de los agraviados) en unas naciones antes que en otras, como también es evidente que esa cuestión, aunque mejorada, todavía permanece sin resolver en la actualidad. No se trata aquí y ahora de analizar el devenir político de las naciones europeas, que fue bien variado, sino de constatar un hecho histórico: que en toda sociedad y en toda nación hubo oprimidos (la gran mayoría) y opresores (la gran minoría), pobreza para los más y riquezas para los menos, y toda suerte de abusos e injusticias de las clases dominantes sobre las dominadas. Incluso en países política y económicamente avanzados, como por ejemplo la Inglaterra victoriana, uno podía contemplar el lujo y la riqueza en el West End de Londres y, sin salir de la capital, la más deprimente de las miserias en el East End. En el primer distrito de la capital se vivía, en gran parte, a expensas de la explotación y miseria de la gran mayoría de la gente del segundo. Esta misma situación, con los matices de rigor, se daba igualmente en San Petersburgo o Moscú, Berlín, Viena o París.

Por tanto, yo no veo una diferencia sustancial entre el soldado “soviético” y el soldado alemán en la línea de frente en cuanto a capacidad de sufrimiento, capacidad de sacrificio, etc., en base a la capacidad de sufrimiento y sacrificio en la historia de sus pueblos. Ejemplos de tenacidad y resistencia fanática en situaciones desesperadas los encontraremos en ambos ejércitos en el Frente Oriental. Incluso la balanza, en este sentido, se inclina a favor del ejército alemán, pues no veremos en la arremetida del Ejército Rojo en territorio alemán al final de la guerra un caso similar de tantas rendiciones de formaciones alemanas y deserciones de sus tropas como observaremos, si miramos en el Ejército Rojo, cuatro años antes cuando la Wehrmacht invadió la URSS. Y si vemos la desesperación y la capacidad de resistencia en el Ejército Rojo para defender Moscú en noviembre de 1941, también vemos un comportamiento similar en el Ostheer para evitar su desmoronamiento durante la contraofensiva soviética de diciembre del mismo año. Y si el Ejército Rojo aguantó lo que le echaron en Stalingrado durante el verano y otoño de 1942, no aguantó menos el ejército de Paulus en el otoño de 1942 y el invierno de 1942-43 durante el asedio soviético en Stalingrado.

Sin embargo, la situación cambia notablemente si trasladamos la vista del frente a la retaguardia, y de un sistema y liderazgo político al otro. Es aquí donde los “soviéticos” ganan por goleada a los "nazis". Aquí la capacidad y aguante para soportar todo tipo de privaciones y penalidades es patente en la sociedad civil “soviética”; está ausente, salvo en los últimos meses de la guerra, en la sociedad civil alemana. El gobierno de Stalin movilizó desde el inicio de la invasión nazi todos los recursos humanos y materiales de la Unión Soviética, y lo hizo de forma implacable. La respuesta de los pueblos de la Unión Soviética fue muy variada al principio, pero gradualmente hubo una tendencia generalizada de la población para contribuir, apoyar y soportar el esfuerzo de guerra de la URSS. El pueblo alemán jamás vivió, durante la guerra, una situación similar, salvo en los últimos meses del catastrófico final del Tercer Reich. Hitler no quiso someter al pueblo alemán siquiera a las mismas privaciones que había sufrido durante la IGM; Stalin no dudó un instante en hacerlo desde el mismo día de la invasión nazi. Curiosamente, Hitler decidió finalmente, cuando ya la guerra tocaba a su fin, condenar a Alemania y su pueblo a una pira funeraria como colofón a la destrucción total.

El Ejército Rojo no frenó al Ostheer, derrotándolo finalmente, porque sus soldados tuvieran más capacidad de sufrimiento o sus oficiales más capacidad de liderazgo que sus homólogos en el Ostheer. En términos generales, la situación fue más bien similar en el primer caso, y al contrario en el segundo. El Ejército Rojo se impuso finalmente a la Wehrmacht porque estaba sustentado por un régimen político mucho más eficiente e implacable que el régimen nazi, porque estaba apoyado por una sociedad dispuesta a sacrificarse y sacrificar a gran parte de sus miembros en pos del esfuerzo de guerra impuesto por Moscú, porque tenía más medios y recursos a su alcance que los que el régimen nazi fue capaz de ofrecer a la Wehrmacht, porque estaba amparado por y familiarizado con un teatro de guerra de increíbles dimensiones y un clima extremo, y finalmente porque contó con el apoyo de una alianza que, en su conjunto, era inmensamente más poderosa que la alianza del Eje. Todos estos factores constituían un muro infranqueable para la Alemania de Hitler, que se desangró ante él.

Quiero recapitular con un ejemplo para ilustrar en qué medida la sociedad civil “soviética” estuvo dispuesta al sacrificio, especialmente en el caso de sus mujeres. Al margen de su aportación en los medios de producción, no muy diferente, más allá de matices, respecto de la contribución de la mujer alemana, la aportación de la mujer “soviética” como elemento activo de las fuerzas armadas no tiene parangón en el bando alemán. Tal como explica Reese en su Why Stalin's Soldiers Fought..., hubo unas 800.000 mujeres que sirvieron activamente en las filas de diferentes organizaciones políticas y en el ejército regular como médicos, enfermeras, operadoras de radio, francotiradoras, soldados de infantería, tripulaciones de tanques y artillería, pilotos y personal de tierra de la fuerza aérea, y en un número incontable de trabajos de apoyo como censores, conductores y personal de lavandería y cocina en el frente. Se estima que unas 310.000 fueron voluntarias, si bien se sospecha de la naturaleza voluntaria de su alistamiento. El Ejército Rojo reclutó, con la ayuda del Komsomol, 490.235 mujeres, predominando las jóvenes, solteras, estudiantes o trabajadoras rusas. Una situación así en Alemania, que el régimen nazi enviara a una gran parte de su población femenina a luchar en el frente, era simplemente inconcebible.

Se ha dicho en este hilo, y con razón, que ningún otro gobierno y sociedad europeos estarían dispuestos a soportar tal cifra de pérdidas como encajó el gobierno y la sociedad “soviéticos” durante la guerra. Quizá la excepción esté en el propio gobierno y sociedad “nazis” hacia el final de la guerra. Pero también es cierto que ningún otro país de Europa como el “soviético” y el régimen político que lo dominaba se vieron abocados a luchar una guerra a vida o muerte, donde la derrota, si llegaba, significaba la extinción de una buena parte de sus habitantes, la explotación implacable del resto y la erradicación de toda una cultura y formas de vida seculares. A los rusos y demás pueblos de la URSS no les quedó otra alternativa para evitar ese destino que la de entregarse por completo a la lucha contra el invasor, ya directamente en el frente, ya indirectamente en el interior de la URSS.

Saludos cordiales
JL
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por Rubén. » Sab Jun 01, 2013 9:01 pm

¡Hola!
Yo no veo diferencias sustanciales en la capacidad del pueblo ruso para soportar el sufrimiento producido por injusticias sociales y precariedades económicas derivadadas de una gobernanza autoritaria histórica en Rusia al comparar esa situación con otros pueblos de otras naciones europeas. Dejando al margen la inclemencia del clima, factor natural invariable, y el gran atraso industrial de la Rusia zarista y de la primera fase de la Rusia comunista con respecto a otras naciones de Europa, todos los pueblos europeos sufrieron con una resignación más o menos similar las injusticias de gobernanzas autoritarias y sociedades extremadamente clasistas. Es cierto que esta lastimosa (para el pueblo llano) situación política, económica y social se fue resolviendo gradualmente (a favor de los agraviados) en unas naciones antes que en otras, como también es evidente que esa cuestión, aunque mejorada, todavía permanece sin resolver en la actualidad. No se trata aquí y ahora de analizar el devenir político de las naciones europeas, que fue bien variado, sino de constatar un hecho histórico: que en toda sociedad y en toda nación hubo oprimidos (la gran mayoría) y opresores (la gran minoría), pobreza para los más y riquezas para los menos, y toda suerte de abusos e injusticias de las clases dominantes sobre las dominadas. Incluso en países política y económicamente avanzados, como por ejemplo la Inglaterra victoriana, uno podía contemplar el lujo y la riqueza en el West End de Londres y, sin salir de la capital, la más deprimente de las miserias en el East End. En el primer distrito de la capital se vivía, en gran parte, a expensas de la explotación y miseria de la gran mayoría de la gente del segundo. Esta misma situación, con los matices de rigor, se daba igualmente en San Petersburgo o Moscú, Berlín, Viena o París.
Coincido en todo lo dicho aquí. Las sociedades europeas en general habían pasado por experiencias similares a la rusa desde tiempos del absolutismo en adelante.
No obstante, si nos referimos a la generación que principalmente combatió en la Segunda Guerra Mundial, ningún alemán, inglés, francés, italiano, estadounidense o japonés, creció durante el período de entreguerras en unas condiciones tan infernales como lo habían hecho los rusos en la URSS. Es innegable decir que antes de que se iniciaran las hostilidades los rusos habían sufrido mucho más (y de calle) que cualquier habitante del resto de las potencias que participaron entre 1939 y 1945 sobre el tablero bélico mundial. Creo que este factor, si además sumamos que el pueblo ruso se jugaba la extinción en caso de una derrota, contribuyeron de manera decisiva a la capacidad de resistencia.

Un saludo.

Rubén el Stuka.

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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por maxtor » Jue Jun 06, 2013 6:52 pm

Rubén. escribió:¡Hola!
Yo no veo diferencias sustanciales en la capacidad del pueblo ruso para soportar el sufrimiento producido por injusticias sociales y precariedades económicas derivadadas de una gobernanza autoritaria histórica en Rusia al comparar esa situación con otros pueblos de otras naciones europeas. Dejando al margen la inclemencia del clima, factor natural invariable, y el gran atraso industrial de la Rusia zarista y de la primera fase de la Rusia comunista con respecto a otras naciones de Europa, todos los pueblos europeos sufrieron con una resignación más o menos similar las injusticias de gobernanzas autoritarias y sociedades extremadamente clasistas. Es cierto que esta lastimosa (para el pueblo llano) situación política, económica y social se fue resolviendo gradualmente (a favor de los agraviados) en unas naciones antes que en otras, como también es evidente que esa cuestión, aunque mejorada, todavía permanece sin resolver en la actualidad. No se trata aquí y ahora de analizar el devenir político de las naciones europeas, que fue bien variado, sino de constatar un hecho histórico: que en toda sociedad y en toda nación hubo oprimidos (la gran mayoría) y opresores (la gran minoría), pobreza para los más y riquezas para los menos, y toda suerte de abusos e injusticias de las clases dominantes sobre las dominadas. Incluso en países política y económicamente avanzados, como por ejemplo la Inglaterra victoriana, uno podía contemplar el lujo y la riqueza en el West End de Londres y, sin salir de la capital, la más deprimente de las miserias en el East End. En el primer distrito de la capital se vivía, en gran parte, a expensas de la explotación y miseria de la gran mayoría de la gente del segundo. Esta misma situación, con los matices de rigor, se daba igualmente en San Petersburgo o Moscú, Berlín, Viena o París.
Coincido en todo lo dicho aquí. Las sociedades europeas en general habían pasado por experiencias similares a la rusa desde tiempos del absolutismo en adelante.
No obstante, si nos referimos a la generación que principalmente combatió en la Segunda Guerra Mundial, ningún alemán, inglés, francés, italiano, estadounidense o japonés, creció durante el período de entreguerras en unas condiciones tan infernales como lo habían hecho los rusos en la URSS. Es innegable decir que antes de que se iniciaran las hostilidades los rusos habían sufrido mucho más (y de calle) que cualquier habitante del resto de las potencias que participaron entre 1939 y 1945 sobre el tablero bélico mundial. Creo que este factor, si además sumamos que el pueblo ruso se jugaba la extinción en caso de una derrota, contribuyeron de manera decisiva a la capacidad de resistencia.

Un saludo.

Rubén el Stuka.
Saludos cordiales.

Más que capacidad de sufrimiento del pueblo ruso - que la había y mucho - el Estado soviético había nacido en la guerra, si hay un país que ha conocido el rostor de la violencia era este. Primero había sido la guerra del zar contra Alemania donde murieron más soldados rusos que de ningún otro estado europeo. La perspectiva de la derrota en esa contienda – la Primera Guerra Mundial – junto con las privaciones que comportó dicho esfuerzo bélico, desencadenaron las revueltas de febrero de 1917, el estallido de ira popular que derribó al zar y llevó al poder a un nuevo gobierno. Pero hizo falta un nuevo levantamiento, el golpe bolchevique encabezado por Lenin para hacer que las exhaustas tropas zaristas volvieran a casa. El tratado de Brest-Litovsk, en el que el nuevo estado bolchevique se desetendía de sus antiguos aliados, Francia y GB, a favor de Alemania, trajo la paz por unas cuantas semanas a comienzos de 1918, pero acto seguido vino la guerra civil, un conflicto que arrasaría el futuro mundo soviético como un fuego devastador, llamando de nuevo a filas a soldados y reclutando civiles de todas las edades. Los pueblos y ciudades arrasados se vieron también asolados por epidemias – especialmente el tifus – al tiempo que se perdieron cosechas y regiones enteras fueron víctimas del hambre. En 1921, cuando terminó la guerra civil en casi todos los rincones del nuevo estado, la mayoría de la población soviética sabía lo que significaba la guerra.

El marxismo – lenninismo emprendió una guerra contra el capitalismo y esa lucha de clases haría estragos en la URSS. En 1938 el número de muertos por causa de esta se aproximaba a los 15 millones, mientras que el de personas sin hogar, arruinadas, huérfanas o afligidas por la muerte de algún ser querido fue incluso superior. Creo que sí hay algo de cierto en afirmar que el sufrimiento del pueblo ruso fue superior a otras sociedades donde indudablemente también había hambre, privaciones, violencia, pero no en un grado e intensidad como tuvo que padecer el pueblo ruso: la auténtica víctima.

La generación que constituyó la mayor parte de las tropas a partir de 1941 crecieron en ese ambiente y es cierto que las personas que conformaron el núcleo del ER y combatieron en la 2GM estaban divididas por muchas razones, desde la generación hasta la clase social, pasando por la etnicidad e incluso la política. Lo que les mantuvo unidos, forjando una nación que seguía siendo distinta de cualquier otra, era su aislamiento casi total del mundo exterior.

En este universo sellado, la cuestión que resultaba más polémica para la mayoría de las personas era la transformación del campo. La URSS era todavía un país en el que cuatro quintas parte de su población procedían de aldeas, ya en el s. XIX Rusia había cambiado drásticamente, pero para los campesinos lo que les importaba era su tierra, ganado y la próxima cosecha, y en 1929 esta forma de vida se vino abajo. El gobierno soviético decidió que su sector agrícola resultaba ineficaz.

La pequeña propiedad agraria, que representaba una cultura aún más profundament arraigada que la religión, se había de racionalizar, había de gestionarse y controlarse con mayor eficacia. En el invierno de 1929 – 1930 policía y voluntarios se diseminaron por todo el campo para imponer una segunda revolución pero esta vez desde arriba. Su objetivo fue crear colectivos, abolir las explotaciones individuales y establecer un sistema basado en el trabajo asalariado mecanizado, lógicamente para darle un matiz revolucionario la campaña se planteó como una nueva lucha de clases donde se identificaba como enemigos a los campesinos más acomodados, los llamados kulaks; una categoría en buena medida inventada a tal fin. Los kulaks estaban destinados a perderlo todo: ganado, herramientas, hogares, derechos civiles, y con frecuencia la vida. En la primavera de 1930 el campo ruso vivió una auténtica guerra abierta. Creo que la colectivización, las hambrunas y el trato a millones de campesinos rusos no tiene parangón en Europa occidental, por duras que fueran las condiciones de vida en algunos países.

En los años siguientes varios millones de trabajadores agrícolas se vieron empujados a trasladarse a las ciudades, incapaces de sustentarse con las irregulares raciones de cereales que habían reemplazado sus salarios. Varios millones pasaron hambre. En 1939 la población rural había descendido de 29 a 19 millones de familias. De los hombres y mujeres que desaparecieron del campo, se calcula que murieron 10 milllones. (Sheila Fitzpatrick, Stalin`s Peasants, Oxford, 1994, pp. 80 – 81). Ninguna otra política causaría más angustia durante el gobierno de Stalin, y ninguna otra provocaría tanta oposición, las víctimas eran como inexistentes, invisibles, y silenciosas hasta morir mientras que los kulaks exiliados se les obligó a esconderse en gran medida de la mirada pública, a los hijos de los kulaks ni siquiera se les consideró aptos para el servicio militar, y así los miembros de la segunda generación tendían a iniciar su servicio militar trabajando como esclavos en batallones de trabajo, construyendo fábricas y excavando la roca, en lugar de luchar en el frente.

Cuando se llamó a filas a estos hijos de las aldeas se convirtieron en soldados inciertos; los campos de colectivización sobrevivieron porque hubo un número suficiente de personas que creyó en ellos con suficiente pasión como para enfrentarse a la violencia que su fanatismo generaba. Durante la campaña de colectivización, las palabras parecen haber cegado a los activistas de Stalin frente a la realidad que tenían ante sus ojos. La “necesidad histórica” exigía bandas armadas y arrestos masivos, y dicha tarea se asignó a agentes de policía secreta. “En la terrible primavera de 1933 vi morir de hambre – recordaría Kópelev – Vi a mujeres y niños con el viente dilatado, amoratados, respirando todavía, pero con la mirada vacía y sin vida. Y cadáveres, cadáveres con zamarras andrajosas y botas baratas de fieltro, cadáveres en chozas campesinas… Vi todo eso y no se me pasó por la cabeza suicidarme… Ni tampoco perdí la fe”. ( citado en Robert Conquest, Harvest of Sorrow, Oxford, 1986, p. 233).

Las fuerzas del régimen estalinista estaban dispuestas a vencer, por una parte, los campesinos por numerosos que fueran seguían constituyendo un grupo remoto y fragmentado por la distancia, el dialecto y por su miseria. Las decisiones se tomaban en Moscú, no en una aldea. En una democracia, los campesinos desposeídos podrían haber formado una poderosa facción, y sus protestas habrían espoleado a otros a adherirse a la causa. Pero para empezar, una democracia ya no habría forzado a los campesinos a formar colectivos. El poder soviético no ofrecía salida alguna a la protesta.

Pero la represión por sí sola no podría haber logrado el triunfo del estado; ni siquiera el idealismo de una elite de jóvenes activistas. El Estado soviético contaba con apoyo real de un gran número de ciudadanos normales y corrientes. La vida para millones de personas era algo mejor, aunque vergonzosamente, era algo mejor. Con Europa y Norteamérica sumidas en la depresión económica los soviéticos podían jactarse de tener pleno empleo y un rápido crecimiento económico, para la generación anterior puede que la vida hubiera sido un infierno pero para la juventud las perspectivas eran prometedoras. Era una situación algo paradoja, ya que la URSS era un estado que mandaba a sus ciudadanos renunciar a la propiedad privada, sin embargo, uno de sus mayores atractivos era la propiedad material que prometía, una abundancia que se medía en relojes de pulser y bicicletas, y no solo en bienes públicos. Y en 1938 había pocos ciudadanos soviéticos que tuvieran la posibilidad de comparar su nivel de vida con los de los extranjeros.

El régimen soviético ofreció también trabajo a muchas personas de origen humilde que en el régimen zarista no hubieran podido ascender en la escala social. Los primeros en descubrir las oportunidades que podían ofrecer el servicio militar bajo el poder soviético fueron los reclutas zaristas que pusieron la experiencia ganada en la Primera GM al servicio del ER. Casi toda la élite de oficiales que integraban el ejército estalinista en la 2GM habían iniciado su vida como campesinos y habían seguido ese camino de ascenso, y no resulta difícil entender como muchos de esos altos oficiales de origen humilde estaban tan agradecidos al régimen de Stalin, y su posterior lealtad en la guerra.

Saludos desde Benidorm.

maxtor
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por maxtor » Vie Jun 07, 2013 9:59 am

Saludos cordiales a todos.

Durante 20 años el estado soviético había inculcado un nuevo tipo de conciencia en los más jóvenes, seguía habiendo privaciones generalizadas, por no hablar del resentimiento de los colectivos y de las duras condiciones de trabajo en las fábricas y en la construcción; pero las generaciones cruciales, los soldados que lucharían en Stalingrado y en Kursk, habían nacido en el sistema soviético y no conocían otro. El asilamiento exterior e interior es un concepto clave en el libro de Merridale, ¿en qué medida se conocía por los campesinos o comunidades agrícolas, lo que estaba pasando?.

Aunque puede ser que las generaciones de más edad nunca se sintieran cómodas o reconciliaran con el comunismo y aunque los más jóvenes hicieran chistes y comentarios escépticos, el lenguaje y prioridades del comunismo soviético proporcionaron a la generación de la guerra el único mundo mental que conocía y cualquier otra alternativa estaba excluida. Ni siquiera los descendientes de los campesinos, el sector de la población más resentido, tenían la oportunidad de desarrollar una visión política distinta; al menos, no en público. La formación de los niños se iniciaba desde el mismo momento en que cruzaban el umbral de la escuela infantil. Como futuros ciudadanos soviéticos, empezaban a aprender sobre la revolución en cuanto eran capaces de reunir las letras del alfabeto cirílico para formar el nombre de Stalin. Allí donde sus abuelos habían recitado fragmentos de los salmos, esos niños coreaban las lecciones sobre el triunfo de la electrificación, la ciencia y la moral comunista. Aprendían asimismo a estar agradecidos por el mero hecho de que existieran ya de entrada sus escuelas elementales. En 1941 había 191.500 escuelas primarias repartidas entre las aldeas y granjas de la Unión Soviética, en las que estaban matriculados 24 millones de niños. Si se esforzaban, los mejores de ellos podrían ser escogidos para formar parte de los 800.000 jóvenes que se matriculaban cada año en los colegios superiores y universidades del país.

A diferencia del nazismo, el comunismo llevaba ya veinte años de predominio cuando vino la guerra, de modo que varias generaciones enteras habían crecido ya bajo su influencia, y no había derrotas que explicar, ni tampoco ninguna traición que vengar, como la que Alemania afirmaba haber sufrido en 1918. Los estudiantes soviéticos recordaban la guerra civil (no las vergonzosas derrotas que había sufrido el nazismo) y celebraban al Partido Comunista como su inspiración, la implicación de dicha educación estribaba en que en el futuro el conflicto sería igual, y en particular que la moral y la pasión ideológica constituirían la clave de la victoria. Muchos creyeron obedientemente que la felicidad de sus propias vidas dependía de la lucha armaday el sacrificio desinteresado.

De ese modo, los escolares – o al menso de las ciudades – asimilaron la ideología junto con el patriotismo, identificando las excursiones campestres y los clubes deportivos con los rostros de Lenin y de Stalin. Los adolescentes soviéticos estudiaban, hacían excursiones y se entrenaban como parte de una campaña de mayor envergadura para mejorar, para cambiar, para construir un mundo mejor. Los jóvenes adultso tendrían muchas oportunidades de poner a prueba su supuesto heroismo. El Estado soviético estaba ansioso de proporcionarles armas, instrucción y mapas. En 1938, la organización de voluntarios de Osoaviajim (Sociedad de Defensa Aérea y Química) llevaba más de una década entrenando a jóvenes. Su número de miembros superaba cada año los tres millones, ofrecía clases que iban desde tiro al blanco hasta la lectura de mapas, pasando por primeros auxilios. La cuestión de los campos de entrenamiento no era meramente una cuestión de defensa ya que para los jóvenes era una vía de ascenso social y de relacionarse; el Komsomol y la Osoaviajim constituían en gran medida una vía para establecer contactos sociales y hacer buenas excursiones. Crecer en aquellos años equivalía a disfrutar del bullicio y la disciplina colectiva de los grupos excusrionistas y los campamentos de verano desfilando bajo banderas rojas.

La afiliación era un acto de fe, las charlas ideológicas constituían una parte importante de la vida cotidiana que a nadie le resultaba extraño escucharlas en un entorno social, incluido los campamentos de Osoaviajim previa a las actividades físicas como esquí o paracaidismo y los jóvenes rusos no conocían otra cosa más que frases como “Fortalezcamos los vínculos internacionales de la clase trabajadora de la URSS con la clase trabajadora del capitalismo”. Aquellas frases sonataban tan mal en ruso como suenan al traducirlas, pero la gente creció escuchándolas, la lengua rusa había evolucionado de la mano del hombre soviético, perdiendo la agudeza y elegancia de los últimos años de la época zarista. Los polisílabos y latinizados esloganes del nuevo régimen eran ahora comunes, cada innovación del gobierno requería un conjunto de nuevos eslógances y varias palabras largas.

Pero había un acrónimo del que nadie se reía, la Cheka. En 1938 este organismo había experimentado varios cambios de nombre, aunque su afición al asesinato, la tortura y el encarcelamiento sin juicio siguió siendo la misma. Desde ese año y durante la guerra se conoció como el NKVD, Comisariado Popular de Asuntos Internos. Su principal tarea consistía en imponer la voluntad del Estado, y entre sus víctimas se incluían miembros del partido, oficiales del ejército, intelectuales e, incluso, leales trabajadores especializados. Ejercía a la vez como fuerza de policía, agencia de espionaje y de vigilancia de prisiones, proveedora de mano de obra forzosa, juez, ejecutora y empresa se servicios funerarios. Durnate la guerra civil, los arrestos ilegales y las ejecuciones masivas se convirtieron en la política del Estado, después el grado de terror se redujo sobremanera, al menos durante más o menos una década. Sin embargo en diciembre de 1934 el popular presidente del Comité del Partido Comunista de Leningrado, Serguéi Kirov fue asesinado a tiros y aquel asesinato fue el pretexto para lanzar una nueva campaña de terror.

A finales de la década de los años 30 la población del llamado Gulag – la red de campo de prisioneros y colonias de trabajo del NKVD – superaba la cifra de 1.670.000 personas (la cifra de la propia NKVD es de 1.672.438 personas. Para un análisis de estas cifras Anne Applebaum, Gulag, pp. 515 – 522). Los que estaban en libertad, los fieles al estalinismo, estaban unidos por el sobrecogimiento compartido, la fe compartida y el terror compartido. Y trataban de encontrar el modo de dar sentido a lo que pasaba: “Yo veía las purgas de 1937 y 1938 como la expresión de una política de largo alcance – escribía Kópelev – Creía que, bien mirado, Stalin hacía bien en decidir aquellas terribles medidas para desacreditar de una vez por todas cualquier forma de oposición política. Éramos una fortaleza sitiada; teníamos que estar unidos, ignorando la vacilación y la duda”. (Kópelev, No fail for Thought, p. 92). Creo que esta frase dice mucho de la posterior lucha del pueblo soviético.

Era como si la gente pudiera construirse muros en sus propias cabezas. En privado podían tener sus propias historias, sus dudas íntimas, pero su postura pública era diferente, soviética, encantada de vivir con Stalin, de los diarios de muchas personas que vivieron esos años se pueden leer frases de auténtico patriotismo y amor a la URSS, y son frases reales no inventadas, cualquiera que fueran sus pensamientos privados, mantenían su fe en el sistema y en la causa utópica, y creían también en la victoria, en el triunfo final que mostraban todas las películas de guerra de 1938. Esa misma fe impulsaría a millones de jóvenes a presentarse voluntarios apenas se supo la noticia de la invasión.

Saludos desde Benidorm.

PD: Poco a poco Dios mediante y si me dejan tranquilo en casa iré desgranando un pequeño resúmen del libro de C. Merridales - La guerra de los ivanes - dado que trata bastante a fondo el mundo que rodeaba al ejército rojo.

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José Luis
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por José Luis » Vie Jun 07, 2013 12:52 pm

¡Hola a todos!

Aunque el tema de este hilo trata de explicar las causas que llevaron a las tropas del Ejército Rojo a luchar tal como lucharon en la IIGM, ciertos comentarios, en particular en la penúltima intervención de maxtor, sobre la capacidad de sufrimiento del pueblo ruso en el contexto histórico de la IGM, la Revolución Rusa y la Guerra Civil Rusa merecen ser contestados, aun a riesgo de iniciar una pequeña deriva marginal.
maxtor escribió: Más que capacidad de sufrimiento del pueblo ruso - que la había y mucho - el Estado soviético había nacido en la guerra, si hay un país que ha conocido el rostor de la violencia era este. Primero había sido . La perspectiva de la derrota en ela guerra del zar contra Alemania donde murieron más soldados rusos que de ningún otro estado europeosa contienda – la Primera Guerra Mundial – junto con las privaciones que comportó dicho esfuerzo bélico, desencadenaron las revueltas de febrero de 1917, el estallido de ira popular que derribó al zar y llevó al poder a un nuevo gobierno. Pero hizo falta un nuevo levantamiento, el golpe bolchevique encabezado por Lenin para hacer que las exhaustas tropas zaristas volvieran a casa. El tratado de Brest-Litovsk, en el que el nuevo estado bolchevique se desetendía de sus antiguos aliados, Francia y GB, a favor de Alemania, trajo la paz por unas cuantas semanas a comienzos de 1918, pero acto seguido vino la guerra civil, un conflicto que arrasaría el futuro mundo soviético como un fuego devastador, llamando de nuevo a filas a soldados y reclutando civiles de todas las edades. Los pueblos y ciudades arrasados se vieron también asolados por epidemias – especialmente el tifus – al tiempo que se perdieron cosechas y regiones enteras fueron víctimas del hambre. En 1921, cuando terminó la guerra civil en casi todos los rincones del nuevo estado, la mayoría de la población soviética sabía lo que significaba la guerra.
La mayoría de los estados que en la historia han sido y son, han tenido su origen en la guerra (externa o interna) o en la revolución (relacionada con una guerra o no). El estado soviético no fue, en este sentido, una excepción, sino la norma.

Si bien no me he detenido a confirmarlo, tengo serias dudas sobre esa afirmación de que en la IGM las mayores bajas militares hayan sido las de los rusos. Veamos, en los años 1914-1917 se estima que hubo un total de 689.600 muertes en acción, 2.651.700 heridos en acción (de los cuales murieron, a consecuencia de las heridas, 970.300), y 5.094.300 prisioneros de guerra (de los cuales murieron 181.900). Al mismo tiempo, durante esos mismos años hubo un total de 2.428.200 que contrajeron alguna enfermedad, de los cuales murieron 155.700. Es decir, que el número de muertes militares rusas durante ese periodo ronda los dos millones. Para ponerlo en perspectiva, las bajas militares rusas durante ese periodo representan en torno a un cinco por ciento de la población masculina en edad de trabajar (de 15 a 49 años de edad). Este porcentaje es aproximadamente equivalente al de las pérdidas sufridas por el Reino Unido. Pero Francia, Italia, Rumania y especialmente Serbia tuvieron pérdidas proporcionalmente mucho más elevadas. Y, por supuesto, Alemania, cuyas pérdidas militares representaron un 13 por ciento de la población masculina en edad de trabajar (8 puntos porcentuales más que Rusia). (Véase Peter Gatrell, Russia's First World War. A Social and Economic History. Edinburgh: Pearson Education Ltd., 2005, p. 244 y ss.).

En cuanto a la cronología que concedes al comienzo de la Guerra Civil Rusa (primavera de 1918), he de decir que es, cuando menos, totalmente discutible. Es cierto que los historiadores de la Rusia actual, tal como comenta Mawdsley, no se ponen de acuerdo para fechar el inicio de la guerra civil, si bien probablemente una mayoría la fechan en el verano de 1918, dando a entender con ello un comienzo pacífico del poder soviético y enfatizando el peso de la “intervención extranjera” (los checoslovacos). Sin embargo, yo me decanto, en este aspecto, por el punto de vista revisionista, que fecha el inicio de la Guerra Civil justamente con la Revolución de Octubre, pues la victoria de los soviéticos en el invierno de 1917-1918 se gestó de forma simultánea con el surgimiento de luchas intestinas de tal intensidad que sólo cabe aplicarles el nombre de guerra civil. De esta forma, la Guerra Civil Rusa comenzó en el otoño de 1917, y por ponerle una fecha concreta, el 25 de octubre al anochecer (Véase Evan Mawdsley, The Russian Civil War. Edinburgh: Birlin Ltd., eBook edition 2011, p. 18 y ss.).

Por tanto, y en resumidas cuentas, las bajas militares rusas durante la IGM (1914-1917) no representan un factor de sufrimiento mayor que el producido en otros países beligerantes. En cuanto a las consecuencias de la guerra, las políticas de los gobiernos y las condiciones de desarrollo (industrial, económico, sanitario, etc.) de los diferentes beligerantes tenidas en cuenta, tampoco Rusia se destaca por un sufrimiento especial con respecto al sufrido por otros países. En Rusia hubo enfermedades y hambrunas, efectivamente, pero no especialmente más dramáticas que las sufridas por otros países (estoy pensando, por ejemplo, en la llamada “gripe española” y sus desastrosos efectos). En cualquier caso, todo esto de un “sufrimiento especial” ruso, en comparación con el de otras naciones, es discutible, pero no hay espacio ni es el hilo para argumentarlo en detalle.

Luego está la Guerra Civil Rusa y la Guerra Soviético-Polaca, un periodo de unos tres años (1917-18/1920) que fue, realmente, una época trágica y de gran sufrimiento. Las estimaciones de muertes producidas durante esta terrible etapa se sitúan, dependiendo de las fuentes y metodologías, entre los 7 y 10 millones. Pero las causas de esas muertes fueron diversas: la propia guerra, pero también las luchas intestinas en la retaguardia, la enfermedad y el hambre.
maxtor escribió: El marxismo – lenninismo emprendió una guerra contra el capitalismo y esa lucha de clases haría estragos en la URSS. En 1938 el número de muertos por causa de esta se aproximaba a los 15 millones, mientras que el de personas sin hogar, arruinadas, huérfanas o afligidas por la muerte de algún ser querido fue incluso superior.
Bien, no sé a qué te refieres exactamente con “emprendió una guerra contra el capitalismo”. Para ser fiel a la realidad de los hechos, por complejos que éstos hayan sido, fue el capitalismo, mediante la llamada “intervención extranjera” de potencias como Francia y Gran Bretaña, verbigracia, el que se involucró en la guerra civil rusa en contra de la revolución bolchevique. Es cierto que, después, los líderes bolcheviques quisieron llevar la revolución a otros países europeos, pero ese deseo no se materializó más allá de la guerra soviético-polaca (donde, no nos olvidemos, también se involucraron las potencias capitalistas).

Decir que en 1938 el número de muertos como consecuencia de la “lucha contra el capitalismo” estaba en torno a los 15 millones es una afirmación infundada, quizás producto de las incontables exageraciones de la historiografía clásica de claro tinte anticomunista (previa a la apertura de los archivos rusos de finales de la década de 1980). En primer lugar, no se pueden atribuir todas las muertes ocurridas durante 1917-18/1920 a esa causa citada de lucha contra el capitalismo. La mayoría de esas muertes se produjeron por otras causas, como la propia guerra civil entro los dos bandos rusos, las enfermedades y epidemias (cuyo origen y desarrollo, su tratamiento médico y sanitario, y sus resultados tienen mucho más que ver con un problema estructural ruso y unos antecedentes y presupuestos históricos dados previamente que con cualquier política de cualquier clase que pudiera imponer el nuevo poder soviético), o los factores económicos coyunturales de un país que, sin salir casi de una guerra mundial, se precipita hacia la revolución y la guerra civil.

Luego, en los años posteriores hasta 1938 habría que matizar las causas de las muertes ocurridas en la URSS. Hasta hace poco más de veinte años, la mayor parte de la historiografía, soviética y occidental, se ha movido en extremos ideológicos, parte exagerando y parte minimizando, ambas sin rubor. De los estudios más recientes, probablemente el más autorizado sea el de A. N. Yakovlev, el presidente de la comisión oficial de Rehabilitación. Aunque los datos analizados son incompletos, Yakovlev ha declarado que entre 1921 y 1953 (casi el periodo completo del régimen personalista de Stalin en la URSS), se arrestaron por razones políticas un total de 5.951.364 personas, de las cuales 4.060.306 recibieron sentencias condenatorias varias (muerte incluida)*. Sin entrar en el número de muertes resultantes de las sentencias a muerte de entre ese total de setencias varias, sólo la cifra total de arrestados por razones políticas evidencia que es un despropósito hablar de 15 millones de muertes, y no sólo hasta 1938 como señala maxtor, sino hasta 1953. Igualmente se han exagerado las cifras de muertes por otras causas, como las víctimas del sistema de Gulag o de la hambruna ucraniana, las cuales ya hemos tratado en sendos hilos en el foro, y a ellos remito. *(Véase Alter Litvin y John Keep, Stalinism. Russian and Western Views at the Turn of the Millennium. Routledge, 2005, p. 58 y ss.).

En fin, no puede haber duda alguna de que muchos millones de personas sufrieron las penalidades impuestas por el régimen soviético, pero las cifras de muertes atribuidas directamente a ese régimen (ya producto de juicios completamente irregulares, bien simplemente del mero asesinato o ya por sus sistema de represión y campos de trabajo) o indirectamente (resultado de sus políticas económicas) han sido completamente exageradas, y hoy en día resultan del todo insostenibles, salvo que se persiga el tinte ideológico y se olvide el rigor histórico. Con esto no pretendo rebajar un ápice el carácter criminal de un sistema totalitario como el que lideró Stalin entre 1923 y 1953, especialmente entre 1928-30 y 1953, pero sí llamar la atención sobre esas exageraciones propagandísticas para poder contextualizar con más cuidado la capacidad de sufrimiento del pueblo ruso que nos ha entretenido en esta última parte del hilo.

En mi opinión, el sufrimiento del pueblo ruso no fue más significativo que el de otros pueblos. Otra cosa es que la naturaleza física del país y la dureza de su clima hayan proporcionado a sus habitantes, familiarizados con ellas, una especial capacidad para poder aguantar y finalmente rechazar las invasiones extranjeras sufridas por Rusia a lo largo de su historia.

PD: A raíz del último mensaje de maxtor, que sólo he leído por el aire, no me gustaría ver que este hilo se convierta en una deriva sistemática del tema central que plantea. Si se van a tratar temas concretos no directamente relacionados (como el caso del Gulag, hambrunas, etc.), búsquense los hilos que ya los tratan o ábranse otros nuevos.

Saludos cordiales
JL
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maxtor
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Re: Ejército Rojo, ¿por qué luchó así?.

Mensaje por maxtor » Lun Jun 10, 2013 2:58 pm

Saludos a todos.

La historiadora Catherine Merridale en cuanto a las cifras sobre soldados rusos muertos en la Primera Guerra Mundial aporta los datos de 1.700.000 soldados rusos muertos frente a los 1.686.000 alemanes, aunque Alemania combatió diez meses más y estuvo luchando en dos frentes durante la mayor parte del tiempo. Las tropas del Imperio Británico sufrieron unas 767.000 bajas y las estadounidenses alrededor de 81.000.

El anterior post fue un resúmen del capítulo de su libro "La guerra de los Ivanes"; “Marchando a paso revolucionario” donde dicha historiadora hace mención a pasajes de la historia soviética que incidieran en su idea de que el sufrimiento del pueblo ruso fue diferente a otras sociedades y por eso lo introduje.

Al hablar de que “el marxismo – leninismo emprendía una prolongada guerra contra el capitalismo” la historiadora lo explica en clave interna y que dicho triunfo costó sangre. ”A medida que se aproximaba la victoria del comunismo dentro de la URSS – explicaban los ideólogos – sus adversariso lucharían cada vez con mayor determinación, aferrándose desesperadamente al poder y la riqueza que habían amasado. Inevitablemente había de estallar alguna clase de conflicto armado antes de que el mundo alcanzara su estado final de fraternidad y plenitud. A escala más local, en el propio territorio seguía habiendo restos de los mismos elementos – capitalismo burgués, opresión imperialista – por doblegar. El estado, autodesignado instrumento de la voluntad popular, era el encargado de extirparlos. La lucha de clases – una violencia de nuevo cuño – haría estratos durante la década siguiente. En 1938 el número de muertos por causa de esta se aproximaba a los 15 millones, mientras que el de personas sin hogar, arruinadas, huérfanas o afligidas por la muerte de algún ser querido era varias veces esa cifra”.

La historiadora habla en clave interna, de esa caza de brujas que emprendió Stalin contra cualquier disidente o adversario, dígase burgués, aristócrata, trotskista, bujarinista, saboteador o no, fascista, sionista, clérigo, ex funcionario zarista, etc – ya fueran reales o imaginarios, pero sobre todo contra su propia población: el campesinado que creo que es la auténtica diferencia de la represión soviética respecto a otros países. La agresión de Stalin se dirigía principalmente contra su propia población y fue una represión que se dio en tiempos de paz principalmente, no hubo una guerra que pudiera “justificar” medidas extremas contra grupos de la propia población y fue una guerra ideológica al objeto de abolir una clase social y convertirla en un instrumento de la política comunista económica.

Los historiadores occidentales tienen menos datos actualizados que sus homólogos soviéticos pero algunas obras no tienen parangón. Al cabo de 40 años el Gran Terror de Robert Conquest se ha convertido en un clásico; aunque disponía de unas fuentes que no eran más que una fracción de las que hoy en día se encuentran a disposición de los historiadores. Night of Stones de C. Merridale es una crítica de muerte y de luto que demostró que los historiadores no rusos pueden ofrecer una visión tan profunda como la de cualquier historiador o sociólogo nativo ( Donald Rayfield – Stalin y los verdugos).

Respecto al dato de muertos sobre 15 millones de personas, simplemente reflejo la información historiográfica a la que tengo acceso y algunos historiadores incluso la toman como conservadora. Por ejemplo el historiador Donald Rayfield en su libro Stalin y los verdugos, página 229 – 230 habla de que “ los sociólogos actuales pueden valorar las vidas que se perdieron estudiando la distribución por género y edad de la generación que sufrió la catástrofe. Otra base de cálculo es la diferencia entre las cifras de población para 1937 que se preveían en 1926 y los datos reales – veinte millones menos – recogidos por los infortunados que elaboraron el censo de 1937 – eran fusilados por su honradez – Teniendo en cuenta las muertes violentas, por hambre, hipotermia o epidemias derivadas del desastre, aún nos queda una cifra de fallecimientos producidos entre 1930 y 1933 y atribuibles a la colectivización que oscila entre los 7.2 millones de personas – según un cálculo conservador – y los 10.8 millones de personas – un dato también plausible. “.

El historiador Orlando Figes en su libro “Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin”, habla de que según estimaciones conservadoras, alrededor de 25 millones de personas sufrieron represión por parte del régimen soviético entre 1928, cuando Stalin asumió el liderazgo del Partido, y 1953, el año en que murió, momento en que su reinado de terror, aunque no el sistema que había desarrollado durante un cuarto de siglo, tocó a su fin. Esos 25 millones de personas – ejecutadas por escuadrones de fusilamiento, prisioneros en el gulag, kulaks enviados a “colonias especiales”, trabajadores de diversas clases y deportados – representan alrededor de una octava parte de la población soviética, aproximadamente un millón de personas en 1941, o un promedio de una persona por cada familia y media de la Unión Soviética. Estas cifras no incluyen a las víctimas del hambre ni a los muertos de guerra. Además de los millones que murieron, o que fueron esclavizados, hubo decenas de millones, los familiares de las víctimas de Stalin, cuyas vidas sufrieron graves perturbaciones, con profundas consecuencias sociales que persisten incluso hasta en nuestros días. Después de años de separaciones causadas por el Gulag, las familias no consiguieron volver a reunirse con facilidad; las relaciones se habían perdido, niños que no reconocían a sus padres y ya la vida nunca fue “normal” para esas personas.

El historiador Figes, basa sus estimaciones en cifras en el trabajo de M. Ellman, “Soviet Repression Statistics: Some Comments”, Europe Asia Studies, vol. 54, nº 7 (noviembre de 2002), donde en la pp. 1115 – 1172, Ellman consigna una cifra de 18.75 millones de sentenciados al Gulag entre 1934 – 1953, pero muchos prisioneros Gulag cumplieron más de una sentencia durante ese período. También consigna los siguientes números para ese mismo lapgo de tiempo: al menos un millón de ejecutados, dos millones de personas en el ejército de mano de obra y otras unidades de trabajos forzados subordinados al Gulag, cinco millones de deportados de diversas nacionalidades. Según las estimaciones más serias, alrededor de diez millones de personas fueron reprimidas por considerarlas kulaks después de 1928. Lo que arroja un total de 36,5 millones de personas. Asumiendo que las sentencias al Gulag se repetían y están duplicadas, una cifra final de alrededor de 25 millones de personas no sólo es razonable sino incluso una subestimación.

Es cierto que la mayoría de las naciones han nacido con violencia, han sufrido guerras civiles o revoluciones y no es exclusivo de las dictaduras el matar en masa, pero no creo que sea una deriva tan marginal el debate que se pueda abrir sobre la situación política y de sufrimiento del pueblo ruso después de su nacimiento como estado comunista ya que puede ser considerado un factor más para analizar a “esa gente especial” que en 1941 empezó a darle la vuelta a la 2GM; pero asumiendo esas condiciones de violencia más o menos generalizada en muchos países tanto en su nacimiento como en los periodos previos a la 2GM, creo que no hay parangón alguno en el trato dado a su propia población por los soviéticos; el campesinado fue sometido a una auténtica “Solución final” y en el resto de Europa no hubo sufrimiento igual o parecido en esos años.

En toda Europa y buena parte del mundo, pudo haber enfermedades, epidemias, pero no hay una vinculación directa entre estas calamidades y las políticas de esos países, con la excepción de las políticas coloniales que sufrieron las poblaciones nativas, GB, Francia, Alemania no sometieron a su propia población a algo parecido a la colectivización y sí que lo veo como un factor endógeno soviético a tener en cuenta.

Saludos desde Benidorm.

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