Cuarteles de Dubrovka. La Legion en la URSS

La guerra en el este de Europa

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Antonio
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Cuarteles de Dubrovka. La Legion en la URSS

Mensaje por Antonio » Sab Ene 30, 2010 9:04 pm

“Cuando más rudo era el fuego y la pelea más fiera, defendiendo su bandera el legionario avanzó …”

El novio de la muerte
LA LEGION EN LA URSS


La batalla librada por las tropas de la Legión en los "Cuarteles" de Dubrovka es, por lo general, poco conocida. Y más sus protagonistas. Esta es una pequeña parte de esa historia:

El batallón de reserva 250, -apodado “Tia Bernarda”- era una de las mejores unidades de la Azul. Aunque en las TO&E aparecía encubierto como batallón depósito, servia en realidad como fuerza de choque, ya que estaba compuesto en su mayor parte por tropas de Regulares y de la Legión. De su experiencia en la guerra civil, estos duros profesionales sabían bien de la calidad de las armas rusas. Al cruzar el Volchov, los africanistas actuaron como aspiradoras: morteros, ametralladoras pesadas y ligeras, fusiles automáticos y pistolas ametralladoras capturados fueron absorbidos, hasta que “Tia Bernarda” se convirtió en la unidad más armada de la Division Azul. En la guerra civil se daba el nombre de “rusos” a las pistolas ametralladoras. Ahora empezaban a llamarles “naranjeros”. Por desgracia, no estaban reequipados por entero cuando tomaron la vanguardia al mando del comandante Osés.

Tigoda y Dubrovka eran los objetivos del coronel Esparza. Osés atacaría Dubrovka mientras Suárez Roselló caía sobre Tigoda. La hora 0 se fijó para las 8 de la mañana del 28 de octubre, pero el retraso en el desplazamiento del 3º del 263 obligó a un aplazamiento hasta mediodía.

Osés empujaba hacia el sur, en dirección a Dubrovka. Tras 15 minutos de fuego de barrera, el comandante encabezó el ataque. La 1ª compañía de la reserva móvil formaba la vanguardia en los campos entre el rio y la carretera. A la izquierda, la 3ª de “Tia Bernarda” y la 2ª de zapadores se alineaban entre la carretra y la barranca; cubria la retaguardia la 3ª del 269.

Apoyada de cerca por los 75 de Barbudo y los 37 de la 1ª compañía de anticarros divisionaria, la línea avanzó. Un intenso fuego de ametralladoras pesadas contuvo el avance por la izquierda. En 3 minutos, la 2ª de zapadores tuvo 3 muertos y 13 heridos, pero se infiltró por la barranca en dirección a Dubrovka. A lo largo del río, a la derecha, la 3ª de “Tia Bernarda” flanqueó a los defensores de la localidad y se reagrupó al sur de la aldea. Pero al lanzarse los legionarios sobre la retaguardia enemiga, el granizo artillero llovió sobre su sector. Abriéndose paso con granadas a través del fuego enemigo, cayeron en un campo de minas. Cuerpos destrozados quedaron sembrados en una senda hacia las posiciones soviéticas. Entonces, los legionarios se cerraron. Luchando fieramente sin dar cuartel, los novios de la muerte cortaron, empujaron, golpearon y aplastaron, con cuchillos, bayonetas, herramientas de trinchera y culatas de fusiles las filas soviéticas. Los 100 supervivientes rusos se rindieron.

Osés partió de nuevo hacia el sur. Delante del campo de minas se alzaba la inmensa mole de ladrillo y cemento del cuartel Muravevskiia. El comandante, ya con el ánimo inflamado de lucha, quería atacar aquel punto fuerte de inmediato, pero habia rebasado ya el objetivo que tenía asignado y su flanco izquierdo quedaba al descubierto. Ordenó que “Tia Bernarda” y los zapadores se atrincheraran.

Observando con sus prismáticos, el comandante Osés vigilaba el cuartel Muravevskiia. Distinguía la cuadrada estructura principal, de tres pisos de hormigón, a unos 2 km de distancia. No había señales de movimiento. Parecía abandonado.


La orden del coronel Esparza de mejorar posiciones fue interpretada muy ampliamente por el comandante de “Tía Bernarda”, intentando el asalto directo. A medianoche, “Tia Bernarda” atacó. ¡mala suerte! Habia rusos por todas partes. El 1000 regimiento de fusileros estaba atrincherado allí con armas automáticas. Maldiciendo, Osés se retiró.

Apenas había pasado la medianoche, el timbre del teléfono despertó a Esparza en su puesto de mando. Sonó la voz de Muñoz Grandes:

“¿Ordenó un ataque al cuartel? Oí una conversación telefónica entre Osés y el 1º grupo.”

No del todo despierto, el acosado jefe del 269 vaciló un momento y luego respondió: “Si, mi general”.

Naturalmente, no lo había hecho, pero resultaba bastante aparente que Osés “habia mejorado su posición” ¡Maldita sea! El general era como una araña sentada en el centro de la tela escuchando mensajes de radio y partes telefónicos. Lo sabía todo, incluso probablemente, que la orden no se había dado. Sin pronunciar palabra, el general colgó. “Bueno”, pensó Esparza “sera mejor tomar el cuartel”

El coronel se dirigió a Leliavino, frente a Dubrovka, desde donde pensaba observar el ataque a los Cuarteles. Al pasar por Krutik, Esparza se tropezó con el jefe del grupo, el general alemán von Roques, que se le unió inmediatamente.


Imagen
Comandante Osés
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Al acercarse ambos a Leliavino, oyeron el fuego de artillería. Las piezas de 105 castigaban ya el bastión de cemento. Las granadas rebotaban.

Del cuartel general querían que las cosas se aclarasen, y las cosas no se aclaraban. Otra vez las prisas de gloria:

Vino luego una escena que podía haber sido llevada desde las dunas de Marruecos al asaltar la Legión un fuerte enemigo. “Tia Bernarda” avanzó en línea por los ventisqueros hacia los campos minados, con los oficiales al frente. La 1ª compañía, con su flanco derecho descansando en el río, se deslizó hacia el sur por la ribera, la 2ª, con el flanco izquierdo en la carretera, giró a la derecha en tanto las minas y las ametralladoras desviaban a sus hombres hacia el Volchov.

Las explosiones de las minas abrieron brechas en las filas atacantes, mientras las armas automáticas de los pisos altos segaban a los tenaces guripas. Los heridos gritaban “¡A mí la Legión!”, como en las arenas marroquíes. Sus camaradas corrían a ponerlos a salvo. Grupos aislados de los que aún vivían presionaban hacia delante encabezados por los capitanes Echevarría y Escalera. Llegaron a los muros del recinto, pero fueron rechazados.

Osés mandó reanudar el ataque. Las compañías zigzagueron por los campos de minas, salpicada la blanca nieve de lodo y sangre, y alcanzaron de nuevo los muros. Grupos de 2 o 3 hombres lograron penetrar en algunos de los edificios exteriores, pero fueron aplastados. Otro asalto infructuoso. La Legión porfió una y otra vez. Era ya media tarde. Habían caído los capitanes y la mayoría de los tenientes. Reuniéndose para hacer un intento postrero, un puñado de legionarios cargó contra el núcleo principal del cuartel Muravevskiia. Mandados por el último oficial, el alférez Leston, los escasos restos de 2 compañías se lanzaron en vano contra los muros al caer el día.

Agotado emotivamente tras presenciar 6 horas de matanza, Esparza ordenó el alto a las tres y cuarto.

- “Es una labor de titanes, mi general”, ... -Von Roques estaba conmovido-
-“¿Tomarían el cuartel con Stukas y artillería pesada?” , preguntó el alemán.
-“Sin duda, mi general”

Ambos partieron, y von Roques fue a llamar a Busch. Pero los Stukas nunca llegaron. La primera flota aérea del general Keller tenía bastantes problemas tratando de apoyar el asalto principal a Tikhvin.

Furioso y frustrado, Osés se retiró y estableció una línea en una colina de escasa altura al sur de Dubrovka. Como es tradicional en la Legión, sus hombres retiraron sus muertos y heridos. Los 2 capitanes estaban heridos; los 5 tenientes, muertos, y 2 alféreces heridos también. Entre los sargentos, 2 muertos y 6 heridos. Y entre los legionarios las bajas fueron 21 muertos y 82 heridos.


Fuentes:
La division española de Hitler, G.Kleinfeld y L.Tambs
Division 250, Tomás Salvador
http://memoriablau.foros.ws
Division Azul, Martinez Esparza

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Los cuarteles de Dubrovka

Mensaje por homer5275 » Sab Ene 30, 2010 11:56 pm

Hola Antonio

Historia poco conocida en verdad. Espero que cuentes mas. Enhorabuena.

Un saludo

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Mensaje por Antonio » Dom Feb 07, 2010 11:44 am

Los cuarteles de Dubrovka

O más bien lo poco que queda de ellos. Pero todavía se aprecia el grosor de los muros que hicieron inútiles los ataques de la artilleria de 105 española, y contra los que se estrellaron los ataques de la Legión.


Imagen
Fuente: http://i12.tinypic.com/2q37xvm.jpg
Fuente: http://www.elgrancapitan.org/foro/viewt ... &start=120

Esto es lo que queda de los Cuarteles de Muravevskkia. Más arriba, a la derecha, está Dubrovka y más arriba Sitno. Enfrente se ven algunas casas de Téremets y enmedio está el rio Wolchov, que no se ve porque aquí están las orillas más altas.


Imagen
Fuente: http://www.elgrancapitan.org/foro/viewt ... &start=120

El 2/269 antes del ataque a Téremets: de los 200 que fueron volvieron 50.

Saludos

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Mensaje por Antonio » Dom Abr 18, 2010 5:10 pm

Este relato está tomado del libro "División 250", y fue hecho por un oficial de órdenes bajo el mando directo del coronel Esparza. Da fe de que el valor y la determinación no son suficientes para alcanzar la victoria. Y valor derrocharon a raudales. Los oficiales duraban menos que unos zapatos, debido a su afán de gloria:

"El día 29 de octubre tuvo un nombre para Veloz: Los Cuarteles. Se encontraban los tales no lejos de la orilla del río, entre Dubrowka y Murawji. Desde las posiciones de Sapolje, a donde se traslado el puesto de mando, se tenía una información casi precisa. El batallon 250 “Tía Bernarda”, unidad sin ametralladoras pesadas, estaba situado enfrente. El coronel Esparza habia ordenado que se mejorasen las posiciones y se ocuparan los edificios en caso de estar abandonados.

La orden de mejorar posiciones fue interpretada muy ampliamente, intentando el asalto directo. Del Cuartel General querian que se aclarasen las cosas y las cosas no se aclaraban. Otra vez las prisas por la gloria. Se encontró una resistencia seria, inquebrantable con los escasos medios de que se disponía.


Imagen
Coronel Esparza
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El general del cuerpo de ejercito, Von Roques, se dejó caer hasta Sapolje, tratando de ver que clase de hombres eran aquellos españoles. Su presencia no mejoró la situación. El empeño era no quedar mal ante un personaje de tal calibre. Del cuartel general propio no subía nadie, aunque la comunicación telefonica era constante.

Los heridos iban dando la pauta al instante. Las tres compañías del batallon de reserva llevaban varias horas atacando. Los Cuarteles tenían recios muros y la artilleria no causaba grandes daños. Enfilados todos los claros del bosque, la infantería avanzaba, se incorporaba para el asalto final y desde los pisos altos se desencadenaba un verdadero infierno. Muchas bajas en el asalto y en los intentos de retirar a los heridos. El enemigo no respetaba a los camilleros ni a nadie. Se llegó a alcanzar los edificios, siendo preciso retirarse.

Y así una y otra vez. Entre asalto y asalto, la tropa esperaba tras los arboles. Hubo muchos casos de congelación. Las bajas entre los oficiales eran crecidísimas. Sección había que era mandada por un cabo. Desde Sapolje se escuchaba el tremendo jaleo, algunas veces decreciente, lo que hacía concebir esperanzas. Los soldados en posición escuchaban absortos. El mayor gasto de ruídos lo hacían las ametralladoras. Su rítmico tic-tac se apagaba algunas veces, crecía otras, se convertía en un aullido constante en ocasiones, y en todo momento tenía ecos de trágica grandeza. Estremecía pensar que alguna de aquellas ráfagas pudieran estar segando vidas españolas.

A las tres de la tarde ordenó el coronel que se suspendiera el asalto y que el batallon 250 pasara a la reserva, ocupando la línea de Dubrowka la mejor unidad de la Division Azul, el batallón del comandante Román. Así se hizo, al cabo, después de muchas dificultades, pues los españoles rodeaban los edificios y costaba localizarlos. Se abandonaron los muertos que estaban demasiado lejos para ser rescatados. Los rusos gritaban sus ¡Hurrah! y los españoles respondieron con cantos rabiosos. El jefe alemán se retiró, prometiendo stukas y más artillería para el día siguiente.

La noche trajo problemas de abastecimiento y un doloroso cómputo de bajas. Las bajas por congelación, que hasta entonces habían permanecido por debajo de las traumáticas, aumentaban pavorosamente, amenazando sobrepasarlas. Las especiales condiciones de ataque a los Cuarteles lo imponían. Los heridos contaban y no acababan. Horas enteras tumbados en la nieve, entre ataque y ataque, calentandose las manos en los cañones de las ametralladoras; rachas alocadas de ataques rabiosos ante unos muros que escupían fuego; un aguardar bajo la metralla la orden de retirada; minas que estallaban en cadena, dejando en la nieve su gigantesco girasol; heridos que era preciso abandonar, por lo menos hasta que aclarara el fuego enemigo, pues su rescate costaba algunas veces dos y tres heridos más. En fin, contaban y cantaban lo que era la guerra."


Fuentes:
Division 250, Tomás Salvador
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