Para las 8 de la mañana del 19 de octubre se fijo un nuevo intento de establecer la cabeza de puente al otro lado del Volchov, pero las lanchas de goma llegaron tarde. Una pausa en las heladas junto con la lluvia convirtieron la carretera de Miasno Bor a Urdanik en un lodazal, y la zona entera en un pantano. Botes y esquifes fueron maltratados por entre los arboles hasta el borde del agua.“¡Qué limpio está hoy el cielo! ¡Qué buen día para morir!”.
Teniente Jaime Galiana, cruz Laureada de San Fernando
Generales Muñoz Grandes y Franz Von Roques planeando la ofensiva
"La Division Española de Hitler"
A las 3 de la tarde, el teniente José Escobedo se lanzó a la carga sin preparación de artilleria. La sorpresa fue completa. Escobedo condujo su sección de 36 hombres a través de los campos de minas y cayó sobre los rusos, que se habían atrincherado en una elevación en la cresta topográfica oriental de la carretera. Los rusos huyeron dejando atrás diverso botín y 42 prisioneros. Tras emplazar sus dos ametralladoras en previsión del esperado contraataque, Escobedo evacuó a los heridos. Los prisioneros tuvieron que descargar las municiones y suministros que se mandaban a través del río, de 250 metros de ancho. Las municiones resultarían muy necesarias.
La artillería rusa comenzó a bombardear con intensidad las dos orillas del Volchov para impedir la llegada de refuerzos, señal de que iban a atacar la cabeza de puente con fuerza. El 2º batallón del 848 regimiento atacó a las siete de la tarde. Y fue rechazado. Reforzados por el 3º batallón del mismo regimiento, los rusos, con las orejeras de sus puntiagudos gorros mogoles sueltas, volvieron al cabo de una hora. Penetraron en la posición de Escobedo, pero tras una breve lucha cuerpo a cuerpo, se retiraron. Con el escozor de las bajas sufridas, trataron de recuperarse, y su asalto de las 11 de la noche careció de la ferocidad del anterior. Una vez más, desencadenaron otro ataque a medianoche. Apoyados por la potente artillería rusa, se lanzaron en oleadas al pavoroso grito de “¡Urrah!” “¡Urrah!” , y rompieron la línea española. Todo parecía perdido. Pero Escobedo tenía en reserva 2 pelotones de la 6ª compañía. Los guripas atacaron con toda la furia de 4 siglos de tradición de la infantería española. Sorprendidos, los rusos vacilaron, y luego se dispersaron por el bosque. La cabeza de puente del mejor batallón de la division Azul, el 2º del 269, estaba asegurada.
El amanecer reveló la amplitud de la carnicería. La altura estaba rodeada de muertos y heridos soviéticos. Escobedo permitió a los rusos que retiraran a sus sangrantes camaradas. Desde Urdanik, el coronel Esparza observaba la escena y, en honor a un amigo caído, dio a aquella posición el nombre de “Capitán Navarro”.
Los exitos de Escobedo y su victorioso establecimiento de una cabeza de puente española en “Capitan Navarro” eran desconocidos para el 16 ejercito y el grupo de ejercitos norte. La mañana del 20 de octubre, tanto Busch como Von Leeb estaban preocupados por la resistencia del enemigo a retirarse.
Recreación del forista Armia Krajowa
Olvidando las vacilaciones y dudas del alto mando, Esparza y Román comenzaron a mandar refuerzos a través del río. Dos compañías del 2º del 269 cruzaron bajo un intenso pero carente de puntería fuego artillero. Esparza lanzó aquella tarde su reserva regimental, la 11 compañia ciclista, y la 11 compañía del 3º batallon del 263, las compañias 9ª y 10ª del 3º del 263, así como la 2ª compañía de anticarros divisionaria, que esperaban confiadamente retar a los T-26 rusos de la 3ª division acorazada. El capitán Barbudo, de la 13ª compañía (apoyo artillero directo), reforzó la cabeza de puente haciendo pasar 4 obuses de 75 mm en el transbordador de pontones que los alemanes habian establecido prontamente. Estas 4 piezas de tiro directo quebrantarían seriamente a los rusos en las siguientes fases de la ofensiva.
Mientras tanto, los hombres de la 11ª compañía ciclista del 263 avanzaron 4 kilometros hacia el norte desde Capitan Navarro. Justo en las afueras de Shevelevo, se encontraron con una unidad montada de reconocimiento de la 126 division alemana. Las cabezas de puente alemana y española se unieron.
Más que ampliar su posición moviéndose al este, Esparza buscaba profundizar hacia Novgorod lo más pronto posible. Su objetivo era el cuartel Muravevskiia, frente a Podbereze. La batalla que más tarde libraría en los Cuarteles el batallon de reserva “Tia Bernarda”, formado por veteranos del Pingarrón y legionarios del batallon Ceuta, es otra historia.
El día 22, el comandante Román lanzo el ataque sobre Sitno. El ataque se inició justo a mediodía. Los rusos estaban atrincherados en los oscuros bosques. Dando cara al norte, los servidores de las ametralladoras del 848 regimiento sovietico, tenían un despejado campo de fuego contra el 2º del 269, que avanzaba por campo abierto a lo largo del río. La artillería española, aunque sacudía de firme, sólo era parcialmente eficaz contra los bien construidos nidos de ametralladoras y los fusileros sovieticos escondidos en los arboles.
Román ordenó ¡Adelante!. El teniente Galiana se desplegó con su seccion de 30 hombres. Cayeron soldados bajo el fuego ruso. Se detuvo el resto. De pronto, dos figuras se lanzaron hacia las armas enemigas. Estallaron granadas de mano en el nido, matando e hiriendo a sus servidores. Galiana y su cabo saltaron dentro, entregandolo a la seccion que se acercaba. Una ametralladora disparaba aún. Galiana y el cabo corrieron por la linde del bosque. Una ráfaga cogió a la pareja en pleno grito de ¡Arriba España!. Galiana dio unos pocos pasos y cayó inerte en la humeda hierba. En ese mismo instante, el ametrallador ruso se retorció y quedó derrumbado sobe el cañon de su Maxim. Atónitos, los rusos escaparon. Galiana fue propuesto por esta acción para la Laureada de San Fernando. En Alicante, en la Plaza de Castelar, su madre María, recibió llorando la noticia de la heroica muerte de su hijo.
Teniente Jaime Galiana
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El cabo Armengol lo vivió asi:
En un bosque se topó con unos nidos de ametralladoras medio enterrados. Las piezas antitanque se emplazaron enfrente y la seccion de asalto, llevando explosivos en la punta de unas perchas, comenzó a arrastrase en aquella dirección. Hubo muertos. Armengol vió como los españoles caían casi al pie de las ametralladoras enemigas. Pero se consiguió hacerlas callar y se reanudo el avance. Uno de los muertos era el teniente Galiana, un tío con unas pelotas enormes. Lo evacuaron en una manta sus propios soldados, con los rostros demudados.
El avance sobre Sitno continuó entonces. En las cunetas, sentados, con las manos encima de la cabeza, algunos rusos esperaban clemencia. Sobre las 4 de la tarde se llegó al poblado, ocupando las casas junto a la carretera, aunque las situadas cerca del río permanecían en poder ruso. Pero al caer la noche quedó ocupado todo el pueblo.
Teniente José Escobedo
Por sus acciones en "Capitan Navarro", donde rechazaría dos feroces contraataques rusos,
y en los combates de Sitno, donde resultaría herido de gravedad, el jovencísimo teniente fué
condecorado con la Medalla Militar individual y la Cruz de Hierro, que luce en sus vendajes.
"La Division española de Hitler"
Pero lo peor aun habría de venir. Se temían siempre los contraataques rusos al filo de la medianoche. Se les tenía preparado un gran recibimiento. Pero las horas fueron transcurriendo sin que hubiera más que algunos tiros sueltos, entre patrullas que se asustaban mutuamente. Relajada un tanto la vigilancia, cuando los españoles dormían con el sopor del cansancio, estalló en el centro mismo del pueblo una tremenda batahola. El enemigo se había infiltrado y estaba dentro. Cinco minutos después ardía todo el pueblo.
La luz del día trajo un recrudecimiento del combate, una vez establecidas las posiciones. Las casas arrebatadas por los rusos fueron reconquistadas a golpe de bomba. Armengol contempló asombrado a un capitán español combatir con una vara en la mano por todo armamento, si bien detrás suyo tenía a su asistente, que manejaba una ametralladora rusa de disco como si fuera el mismísimo dios Marte.
Confiando en que el comandante Román disponia de suficientes fuerzas para capear cualquier temporal, Esparza se sorprendió solo en parte cuando le llamó el general Muñoz Grandes. El fiero coronel nunca estaba más tranquilo que cuando el estado mayor empezaba a preocuparse. Ahora tenía una helada calma. Tras asegurar a su jefe que todo iria bien, cruzó el Volchov. Al desembarcar, se encontró con un grupo de guripas heridos. En vez de quejarse de sus males, le dieron pormenores de la accion. Despues de unos cuantos abrazos y apretones de manos, el coronel continuó hacia Sitno. Al acercarse al arroyo al norte de Sitno, se tropezó con los 75 de Barbudo que, tirando a cero, disparaban granadas de metralla a nubes de sombrías figuras apenas 100 metros de distancia.