Division Azul. Una vision americana

La guerra en el este de Europa

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Mensaje por Antonio » Mié Dic 08, 2010 8:11 pm

DIVISION AZUL. Una visión americana
Gerald L. Kleinfeld y Lewis A. Tambs

Toque de retreta

El primer contingente de legionarios españoles repatriados llegó a Irún el 31 de marzo de 1.944. En el plazo de una quincena arribó el ultimo transporte, y con él el coronel Navarro, el último mando español en la campaña de Rusia.
Muchos de los voluntarios, tanto de la legión como de la división azul, eran fervientes anticomunistas o aventureros indomables, que deseaban volver a la refriega. Algunos habían incluso rehusado regresar, a pesar de la proclamación de neutralidad de España y de la declaracion oficial de que “todas las personas que presten servicio militar a gobiernos beligerantes, están sujetos a la perdida de la nacionalidad española”.

A pesar de los deseos de Franco, la embajada alemana en Madrid recibió un auténtico bombardeo de peticiones de veteranos que deseaban volver al frente. Los diplomaticos se mostraron cautelosos y prudentes, pero la Wehrmach respondió con entusiasmo. Haxel fue destinado a la capital española para organizar el reclutamiento y establecer una red clandestina para sacar a los españoles subrepticiamente a través de los Pirineos al sur de Francia. En Lourdes, la plana mayor especial F, a las ordenes del capitán Karl Taegert, reunía a los impacientes reclutas. A diferencia de sus predecesores en la division azul y en la legión, que habían servido en la Wehrmacht, estos hombres se incorporaron ulteriomente a las Waffen SS. Durante abril y mayo de 1.945, el batallón español de las SS, mandado por el capitán Miguel Ezguera Sanchez, defendió Berlín hasta el final junto con otras fuerzas extranjeras: franceses, italianos, letones, lituanos y rumanos.

Los voluntarios que volvieron presenciaron el Gotterdammerung (el crepúsculo de los dioses), desde las terrazas de los cafés de Madrid, Barcelona y Sevilla. Mientras los ejercitos aliados aplastaban el Nuevo Orden y pulverizaban el III Reich, esos excombatientes se preguntaban si sus esfuerzos y los sacrificios de los camaradas habían sido en vano. Sus 4.500 muertos estaban ahora en manos soviéticas. La bandera roja ondeaba sobre los cementerios españoles de Sitno, Grigorovo, Pavlosk, Mestelevo, Riga, Koenigsberg y Berlín. Trescientos prisioneros españoles habían desaparecido en el pozo sin fondo de la Siberia soviética, y no iban a volver a sus hogares hasta 1.954. Los hospitales militares españoles continuaban tratando a algunos de los 8.000 heridos, 7.800 enfermos y 1.600 congelados de la campaña. Del total de 47.000 oficiales y soldados que combatieron en el Frente Oriental, 22.000 resultaron muertos, heridos, lesionados, enfermaron o fueron dados por desaparecidos; si bien algunos de ellos sufrieron heridas en varias ocasiones, y se les consideró bajas cada vez, elevando así la cifra total, muchos guripas firmaron por un 2º o un 3º reenganche, aumentando bastante el número de los que sirvieron. Sin embargo, teniendo en cuenta ambos factores, queda aún un indice de bajas del 47% , o casi la mitad de los que participaron.

Según los cálculos, las pérdidas causadas al ejercito rojo durante los dos años que estuvo la division azul en el frente, totalizan 49.300 hombres. Los guripas estaban orgullosos de esa proporcion de dos bajas a una con los “ivanes”, pese a lo cual guardaban gran respeto por el soldado soviético. Creían que los rusos eran firmes combatientes con gran paciencia y aguante, capaces de soportar el tiempo más frio y vivir al raso durante el invierno con un mínimo de cobijo y suministros. El soldado del ejercito rojo tenía mucha habilidad para vivir de lo que daba el terreno y sacar partido de los bosques. Cada uno de ellos actuaba de zapador y hacía carreteras, fortificaciones y campamentos con relativa facilidad.

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Mensaje por Antonio » Mié Dic 08, 2010 8:20 pm

Al cruzar el Niemen, los soldados españoles tuvieron la primera visión de la guerra relámpago alemana. Diseminados por las colinas al oeste del ancho río, aparecían los primeros restos de la batalla. Una brigada acorazada soviética entera, 50 carros de combate calcinados del ejercito rojo, se alzaban inmóviles entre camiones retorcidos y carros volcados. Este escenario de una lucha salvaje impresionó a los guripas de ojos atónitos. Los oficiales, veteranos muchos de ellos de la guerra de España y de las campañas africanas, veían sin embargo el cementerio de carros de combate como signo de algo más. El coronel Esparza observó que la victoria alemana había sido duramente reñida y pagada a buen precio. Los soviéticos no se habían desintegrado. El ejercito rojo había sido batido por un mando y una tactica superiores, pero no por un valor superior.

En el ataque los soviéticos tenían tendencia a carecer de espíritu y entusiasmo. Avanzaban lenta y mecánicamente, en masas compactas, y vacilaban en llegar al choque. En un asalto final, generalmente se mantenían atrás, pegados al terreno, y lanzaban granadas en vez de atacar a la bayoneta. Al alcanzar las trincheras españolas, los infantes rojos se detenían a saquear, perdiendo así su ventaja inicial. Vacilando y apoderandose de todo lo alcoholico que podían encontrar, el soldado soviético se sorprendía fácilmente y se dispersaba ante los contraataques españoles. Los ataques en masa rusos, apoyados por magníficos blindados, excelente artillería y cobertura aérea eran, no obstante, formidables.

Las pequeñas piezas anticarro alemanas de 37 mm resultaban inútiles. Dado que los rojos tenían superioridad aérea táctica y los españoles no controlaban las defensas antiaéreas, los aviones soviéticos atacaban a placer. La táctica de las masas de infanteria se hacía necesaria por la falta de adiestramiento y educación y la estructura de mando centralizada. La Stavka estaba dispuesta a sacrificar unidades de castigo, ucranianos y otras minorías, y reclutas sin instrucción. Las compactas masas constituían un blanco ideal para el fuego de la artillería y de las armas automáticas españolas. Una vez rotas y dispersas las formaciones, el infante, individualmente, era presa facil o se rendía. El soldado ruso carecía de iniciativa y, aislado, se venía abajo moralmente.

Por la noche, los soviéticos casi tenían la primacía. Las patrullas rusas resultaban peligrosas siempre. Los tanteos y los ataques surgidos de la oscuridad que precede al alba, suponían una constante amenaza. Debido al descuido de los centinelas españoles, los rojos tenían casi la certeza de alcanzar las líneas españolas. Allí, sin embargo, fracasaban los asaltos, a causa del pillaje y de la capacidad del guripa individual para reaccionar con rapidez, una vez despierto.
En la defensa, los rusos eran tenaces y resistían los bombardeos artilleros con ánimo estólido. Una y otra vez, sin embargo, solían ceder ante un avance impetuoso y rendirse en vez de combatir hasta la muerte. Hacían unos prisioneros ideales. Tras ser cogidos, inmediatamente se mostraban mansos, dulces y cooperativos, exhibiendo la actitud bovina de cambiar un amo por otro: comisario por captor.

La artillería resultaba, indudablemente, la reina de las armas soviéticas. Los cañones rusos estaban bien servidos y eran certeros y poderosos. El alcance y la precisión de las piezas rojas mejoró a medida que avanzaba la guerra. Los españoles se sorprendían por la diferencia entre los bombardeos en los frentes del Volchov y de Leningrado, y tenían gran respeto a la potencia de fuego soviética. Los profesionales y bien adiestrados artilleros españoles, agachados sobre sus obuses, deseaban haber dispuesto de algo que pudiera compararse a los cañones de largo alcance de los rojos.

Imagen
Artilleria rusa de largo alcance castiga la linea Marnenheim
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Tecnica y numéricamente, los blindados rusos eran superiores. Sólo la falta de habilidad de las tripulaciones y la timidez de los jefes de carro, opinaban los oficiales españoles, impidieron al ejercito rojo explotar su superioridad. La comunicación entre los vehículos resultaba también deficiente. Más aun, la tactica de usar sus maravillosos carros en apoyo de la infantería en vez de cómo caballería volante acorazada, combinada con el exceso de preocupación de los jefes carristas, les hizo desperdiciar gran parte de su ventaja.

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Un KV1 atraviesa un puente improvisado en el frente de Leningrado. Enero de 1.942
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A pesar de estas deficiencias, los soviéticos hacían hincapié en la fuerza arrolladora. Aplastantes bombardeos artilleros, masas de tropas y gran número de carros de combate se juntaban para dar al asalto del ejercito rojo el avasallador aspecto de una apisonadora irresistible. La singular doctrina militar soviética de aniquilamiento, no meramente de derrotar o machacar al enemigo, sino de su aniquilación literal, se aplicó a los españoles en Posad y en Krasni Bor.

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Mensaje por Antonio » Mié Dic 08, 2010 10:00 pm

El guripa individual no se consideraba inferior a nadie, fuera éste ruso o alemán. Los guripas pensaban en si mismos en términos de guerreros, mientras que los alemanes se miraban como soldados. Aunque los oficiales de la Wehrmacht mostraban iniciativa e incluso ímpetu, los españoles opinaban que los landser estaban supercontrolados y superespecializados. Parecían convencidos de que los alemanes dependian exclusivamente de su organizacion militar y de su sistema de abastecimiento y que, cuando estos fallaban, tendían a venirse abajo. Una vez, en el Volchov, al recibirse una munición defectuosa, los españoles la aceptaron como algo que ocurre en la guerra. Los alemanes, por el contrario, se mostraron transtornados.

Las tácticas española y alemana constituían mundos aparte. Mientras que la Wehrmacht, siguiendo la tradición del frente occidental en la I WW, prefería aún las líneas defensivas contínuas en un frente estático, los españoles, aprovechando sus experiencias de Marruecos y de la Guerra Civil, se inclinaban por la construccion de puntos fuertes aislados. Estos islotes proporcionaban defensa en profundidad, permitían la interconexión y hacían posible la economía de fuerzas.

Los españoles se creían maestros de la improvisación. Intentarían hacer lo que fuera con los elementos de que disponían. Lo mismo que los rusos, preferían vivir del terreno, cualquiera que pudiera ser el coste de ello para la población civil. La conducta española a retaguardia del frente era ingobernable, mas a diferencia de los nazis, miraban a los rusos como seres humanos, no como untermenschen. A pesar de las requisas, tal actitud permitió a los guripas forjar firmes lazos con los campesinos. Tanto en el Volchov como en Krasni Bor, los paisanos protegían a los españoles de los partisanos y del ejercito rojo. A lo largo del Ilmen, las panienkas alertaban a los centinelas dormidos cuando el peligro amenazaba.

En el frente, los españoles demostraban gran valor e ímpetu, Aunque sus esperanzas de penetrar hasta Moscú con la operación Tifón se frustraron pronto, entraron en linea a tiempo de participar en la operación Tikhvin, el gran intento de aislar Leningrado y enlazar con los finlandeses. Concentrándose en Novgorod, los guripas forzaron el Volchov y trataron desesperadamente de abrir la carretera a Msta, Borovichi y las colinas Valdai. Pero la resistencia rusa y la rasputitsa les forzaron a aceptar un papel defensivo escudando el flanco meridional del saliente de Tikhvin. Endurecidos por la amarga realidad del Volchov en Otenskii y Posad, los divisionarios se convirtieron finalmente en una fuerza profesional de combate por la crisis del 23 de diciembre de 1.941. A partir de esa fecha, mostraron estoica disposición a emprender cualquier cometido –como el Ilmen, Teremets, La bolsa del Volchov- , independientemente de su coste. La division azul fue el sólido pivote del 38 cuerpo de ejercito durante el intento ruso de liberar Leningrado en el invierno de 1941-42, y luchó hombro con hombro con las unidades alemanas e internacionales en la destrucción de las fuerza soviéticas.

Con la rotación a la patria de la primera división a mediados de 1942, y al ser reemplazados los estudiantes, poetas intelectuales y africanistas por mecánicos, campesinos y oficinistas, las esperanzas de la division azul en cuanto a la accion ofensiva, volvieron a elevarse. La operación Luz del Norte, en el frente de Leningrado, a las ordenes del mariscal Von Manstein, ofrecía a los guripas esa oportunidad, pero de nuevo les asignaron un papel defensivo en Pushkin. Esta fase alcanzó su clímax en Krasni Bor, en febrero de 1943.

Durante sus 2 años en primera línea, la division 250 fue encargada por el grupo de ejercitos Norte de dos pilares cruciales del sitio de Leningrado: Novgorod y Pushkin. Tanto en el Volchov como ante Leningrado, y a pesar de las dudas del alto mando alemán, estos animosos y no ortodoxos soldados se ganaron la admiración de sus camaradas. Hitler proclamó que los españoles eran la unica raza latina viril.

Aunque proclives a desdeñar las faenas aburridas de limpiar armas o cavar trincheras -tales tareas manuales, creian ellos, eran para los alemanes y los prisioneros de guerra- , los divisionarios se mostraban audaces en el ataque y firmes en la defensa. Resguardarse se consideraba casi cobardía. Su fuerte era el choque; en el combate cuerpo a cuerpo estaban en su elemento. De este modo, sin mucho adiestramiento, a menudo se comportaban con salvaje indisciplina en el asalto, corrían adelante con gran espíritu e incluso llegaban a abandonar. A veces se le hacía difícil a los oficiales volver a controlarlos. Estos oficiales, aunque aferrados al sistema de castas, encabezaban las acciones. A diferencia de sus colegas alemanes, que dirigian sus secciones y compañías desde la retaguardia, ellos iban los primeros, lo que, junto con la escasez de suboficiales, explica el alto numero de bajas entre la oficialidad.

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Mensaje por Antonio » Sab Dic 11, 2010 5:47 pm

Los oficiales y clases de tropa de las divisiones primera y segunda eran de un calibre relativamente igual. La diferencia de tono entre ambas, que frecuentemente se pensó que reflejaba la calidad del personal, se debía mas en verdad, a una cuestion de mando. Incluso aunque la primera division incluía un alto porcentaje de estudiantes e idealistas, los soldados eran en esencia, los mismos: españoles ardorosos y sin instrucción militar.

Muños Grandes y sus hombres habían sido probados el día que entraron en línea. Ninguno de ellos tenía, hasta entonces, experiencia en la campaña rusa. Por tanto, la rotacion de personal no puede explicar por entero la diferencia en reputación de las divisiones primera y segunda. El desigual Frontschwein creaba la division a su propia imagen. Agresivo, dinámico, duro, Muñoz Grandes galvanizó la division por la fuerza de su voluntad. Sus ordenes en Posad: “Compartir la gloria y el peligro” , a la Posicion Intermedia en el Volchov: “Resistir como clavados al terreno” , y a Ordás en el hielo del lago Ilmen: “Seguirá usted sólo, si es necesario, hasta la muerte …” imbuían de su espíritu acerado a la división y hacía a sus hombres mejores de lo que eran.

Sencillez y justicia conformaban el estilo de Muñoz Grandes. Aunque estaba siempre dispuesto a escuchar a sus soldados y siempre a disposición del último guripa, no toleraba la cobardía. Cuando se le planteaban casos de automutilación o deserción, mandaba fusilar inmediatamente a los culpables. Los comandantes y jefes le temían. Muy a menudo en el frente, le adoraban los oficiales y soldados de primera línea. Y cuando daba una orden, se obedecía ciegamente. Tenía tendencia a descuidar las cuestiones logísticas y de suministros, que se encauzaron por primera vez gracias a Esteban-Infantes.

Este último, como hombre de estado mayor, logró mejorar los servicios y las trasmisiones, para los que su predecesor había tenido poco tiempo. La División funcionaba con mayor suavidad, pero carecía del plumaje de los primeros días. La tensión de la primera división se hizo plástica. Ambos jefes dieron a sus oficiales considerable autonomía, pero los coroneles se sentían siempre en la sombra del Frontschwein, mientas que su sucesor parecía muy alejado en el cuartel general. La primera división, por tanto, luchó como una unidad; la segunda, como regimientos individuales. Muñoz Grandes conducía entonces a sus hombres, en tanto Esteban-Infantes buscaba ser un padre para ellos. Enfrentado a numerosos casos de heridas autocausadas y de deserción, trataba de comprender y prefería imponer penas de prisión, en vez de la sentencia de muerte; mostraba piedad, y Muñoz Grandes, justicia. La disciplina y la moral se resintieron.

Ambos generales se daban perfecta cuenta de su mision. La Division Azul era una fuerza expedicionaria española con un propósito tanto político como militar. La División tenía que probar a Hitler que los españoles querían y podían luchar, que estaban dispuestos a aceptar pérdidas. La orden: “Defenderéis Posad como si fuera España” , tenía un doble significado. En tanto la Wehrmacht montara guardia en los Pirineos, Posad era España. El ejército español no se hacía ilusiones de poder detener una invasión alemana. Lo mejor que podía hacer era convencer al Fuhrer de que el costo sería prohibitivo.

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Mensaje por Antonio » Mié Ene 05, 2011 1:56 pm

Por otra parte, el anticomunismo no era una fachada, ni para los voluntarios ni para sus jefes. La Union Sovietica había intervenido en la Guerra Civil española, y ellos veían el imperio de Stalin como el corazón de un sistema ateo y bárbaro que tenía por objetivo la destrucción de la cristiandad. Algunos de los voluntarios eran idealistas, y se consideraban como cruzados. En toda Europa, muchos jóvenes, tanto de derechas como de izquierdas, se creían mutuamente parte integrante de una generacion de lucha. No podían sentarse inmóviles en un mundo torturado, sino que se levantaban y peleaban, y ofrecían sus vidas para dar la vuelta a la sociedad. No es, pues, extraño, que mientras unos pocos de sus camaradas se habían hecho comunistas ardorosos, otros fueran fascistas fervientes. Ellos buscaron, y encontraron, líderes.

Muñoz Grandes y la Falange, que temían tanto el dominio ruso como el anglo-norteamericano de Europa, buscaron un lugar para España en el Nuevo Orden de Hitler. Como Asensio y Yague, estaban dispuestos a arriesgarlo todo para llevar a España a la guerra, al lado del Eje. Revolucionarios sociales, y fascistas, trataban de hallar en Hitler y Mussolini espíritus afines.

Franco era también anticomunista y europeo, pero no confiaba en nadie. Por ello, nunca pondría el destino de España en manos de cualquier otro. Atraído hacia Alemania, especialmente por la ayuda del Eje en la Guerra Civil, recordaba el pacto Ribbentrop-Molotov, la depredacion de Polonia y el sacrificio de Finlandia. Consciente de que su inestable gobierno y su rota nación difícilmente podían reñir una nueva guerra, decidió mantenerse en la paz hasta el último momento, y la Division Azul fue parte de sus maniobras para confinar el conflicto fuera de la peninsula iberica.

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Mensaje por Antonio » Mié Ene 05, 2011 3:58 pm

La Division Azul fue también un conveniente terreno de desfogue para los falangistas ardorosos que abogaban por la revolucion social y se mostraban impacientes por las contemporizaciones del Caudillo. Muchos de ellos murieron en Rusia y, si regresaban como Muñoz Grandes aún con ganas de acción, solía vigilarles de cerca.


El costo fue alto. Desde las terrazas de los cafés, los veteranos se preguntaban: “¿Valió todo la pena?” . En abril de 1944, la Legión había regresado con relatos de desastre. La Falange era una cáscara vacía, sujeta a la voluntad de Franco (incluso Muñoz Grandes, Asensio y Yague), meramente un instrumento del Jefe del Estado. Los Aliados avanzaban por todas partes.


Los periódicos del 27 de abril de 1944 (Informaciones, pag. 10) , anunciaron la muerte de otro héroe. Al lado de la cama del agonizante teniente Escobedo en el Hospital Militar de Jaén, el comandante Román contemplaba al frágil joven cuya herida nunca cicatrizó y debió de haberse preguntado si tantos no habían caído en vano. ¡Una gesta heroica! Mucho más de lo que los guripas imaginaban, habían ayudado a mantener a ejércitos extranjeros lejos de su patria.



19 de Octubre de 1941. Cruce del Volchov
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Gesto heroico, fanatismo fascista, cruzada cristiana, la División Azul fue todo eso y más. Los voluntarios y aquellos en los que se influyó para que lo fueran, actuaron de peones en una partida de ajedrez diplomático y de fichas en un complot para llevar a España a la guerra. La Division Azul constituyó una fuerza expedicionaria que reflejaba la posición de Franco como el aliado más independiente de Hitler. La División ayudó al Caudillo a evaluar la relativa potencia del III Reich y de la Union Soviética. Impresionado por lo que descubrió del poderío ruso, se acercó más a los Aliados occidentales e hizo lo posible por llevar a los anglo-norteamericanos a hacer la paz con Alemania.

La Division Azul fue un microcosmos del Frente Oriental. La tragedia humana del conflicto, a menudo queda oscurecida en relatos del gigantesco choque de ejércitos de millones de hombres. La historia de esta sola unidad, de mediterráneos constreñidos al sitio de Leningrado, presta dimensión y perspectiva a la feroz lucha por la gran metrópoli del Norte.


Fuentes:
Memoriablau.com
Division 250 , Tomás Salvador
La Division española de Hitler, Gerald L.Kleinfeld/Lewis A. Tambs
Division Azul, Coronel Martinez Esparza

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