La doctrina militar francesa

El impacto de la Gran Guerra en el pensamiento militar. Cambios y evolución en las doctrinas militares. Regulaciones de campaña.

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La doctrina militar francesa

Mensaje por José Luis » Mar Oct 26, 2021 8:01 pm

¡Hola a todos!

La doctrina militar francesa del periodo de entreguerras no es un tema que, en lo que yo sé, haya sido muy tratado en la literatura especializada, tanto dentro como fuera de Francia. Tiene muchísimas referencias de pasada en la literatura publicada sobre la derrota de Francia en 1940, pero son escasas las monografías publicadas al respecto. En lengua inglesa cabe mencionar los libros de Doughty (The Seeds of Disaster. The Development of French Army Doctrine 1919-1939, 1985), el comparado de Barry R. Posen (The Sources of Military Doctrine. France, Britain, and Germany between the World Wars, 1984), y un artículo de tecnología comparada de James S. Corum (A Clash of Military Cultures: German & French Approaches to Technology between the World Wars, 1994).

De los tres trabajos citados, sólo el de Doughty presenta un estudio casi integral de la doctrina francesa y su evolución durante los años de entreguerras, y su libro, pese a su antigüedad, sigue siendo, en lo que yo he leído tanto en la literatura francesa como inglesa, el estudio más completo y atinado que se ha realizado sobre el tema. Incluso Karl-Heinz Frieser reconoce una deuda inmensa con Doughty para su libro The Blitzkrieg Legend, que recordemos no es un libro sobre doctrina miliar.

El historiador militar Robert Allan Doughty (1943), General de Brigada retirado, se graduó en la Academia Militar (West Point) de Estados Unidos en 1965 y se licenció en Historia en la Universidad de California en Los Angeles en 1972, doctorándose en la Universidad de Kansas en 1979. Fue comandante de una compañía de tanques y oficial de operaciones de batallón en Alemania. Sirvió también en Vietnam como asesor de un escuadrón de caballería blindada vietnamita, y fue profesor del Departamento de Historia de la Academia Militar de los Estados Unidos. Aparte de su libro citado, escribió otro libro titulado The Breaking Point. Sedan and the Fall of France, 1940 (1990), que es igualmente una obra maestra.

Pues bien, para introducir el tema de la doctrina militar francesa de entreguerras he traducido el primer capítulo de The Seeds of Disaster, que lleva por título "The Framework of French Doctrine". He dejado las notas al margen para no hacer más extensa la exposición. Creo que para muchos compañeros de foro no tendrá desperdicio. Haré dos partes, a continuación la primera.

Saludos cordiales
JL
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Re: La doctrina militar francesa

Mensaje por José Luis » Mar Oct 26, 2021 8:42 pm

El marco de la doctrina francesa

La caída de Francia en mayo-junio de 1940 asombró al mundo por su rapidez y plenitud. El 10 de mayo las fuerzas alemanas atacaron. En la noche del 12-13 de mayo cruzaron el Mosa. Al anochecer del 15 de mayo los alemanes habían roto completamente el frente francés. El 20 de mayo las columnas blindadas habían llegado al Canal inglés y aislado a los ejércitos francés, británico y belga en el norte de los ejércitos franceses en el sur. Tras fracasar en evitar la evacuación de las fuerzas británicas y francesas en Dunkerque, los alemanes atacaron las posiciones defensivas francesas a lo largo del Somme el 5 de junio, penetraron a través de estas líneas precipitadamente establecidas el 7 de junio y entraron en París el 14 de junio. Un agotado general Charles Huntziger, cuyo Segundo Ejército había sido barrido en Sedán, firmó el armisticio ante un jubiloso Adolf Hitler el 22 de junio en el mismo vagón de ferrocarril y en el mismo lugar donde el mariscal Ferdinand Foch había aceptado la rendición alemana el 11 de noviembre de 1918. Fue difícil para los expertos como para los civiles comprender cómo los alemanes habían destrozado tan rápidamente a un ejército francés reconocido previamente como entre las fuerzas mejor preparadas del mundo. Era imposible para los franceses aceptar la derrota vergonzosa sin recriminación y acusación.

Mientras la conmoción de las pérdidas iniciales recorría Francia, las amargas acusaciones de traición y conspiración recorrían el país. La firma del armisticio propició formalmente una búsqueda de los responsables por el sangriento “segundo Sedán”, en el cual la poderosa descendiente de Prusia había destruido el poder militar y herido el orgullo de Francia. Los soldados franceses fueron condenados por carecer de disciplina y voluntad de lucha; parecían diferir del poilus de 1914-1918. Los “quintacolumnistas” supuestamente habían llevado a cabo espionaje para el enemigo, saboteando búnkeres, puentes y equipo militar, y expandiendo el terror y el pánico entre los refugiados y soldados. Los simpatizantes nazis supuestamente se habían infiltrado en las filas de las autoridades políticas y funcionarios clave de la administración. Otros críticos percibían que toda la sociedad tenían la culpa. Algunos franceses pensaron que su propio pueblo se había vuelto apático si no decadente, sus instituciones políticas ineficaces si no obstruccionistas, y sus maestros antipatrióticos si no hostiles a los intereses nacionales. En este vacilante cenagal de acusaciones, algunos creían incluso que Dios había abandonado a Francia por sus pecados y el error de sus caminos. Ninguna explicación iba más allá de la creencia.

Las acusaciones de incompetencia también llenaron la atmósfera. El punto más bajo en el asesinato de personajes se produjo en el juicio de Rion desde febrero a abril de 1942, cuando el régimen de Vichy condujo una investigación de líderes civiles y militares de la Tercera República. Un auténtico desfile de autoridades militares testificaron sobre las insuficiencias y errores de líderes como Paul Reynaud, Léon Blum, Edouard Daladier y el general Maurice Gamelin. Tras la liberación de Francia, la Asamblea Nacional llevó a cabo su propia investigación en 1947 y realizó sus propias acusaciones cuando el mariscal Pétain, el general Maxime Weygand y Pierre Laval fueron acusados de ser derrotistas, pesimistas y reacios a perseguir la victoria. Ningún líder político o militar del periodo de entreguerras pareció escapar del reproche por las distintas “escuelas” de crítica.

Los aliados de Francia también cayeron bajo el fuego de la batalla verbal. Numerosos observadores señalaron que la aparición y los éxitos iniciales de la Alemania nazi fueron debidos tanto a un fracaso de Europa como a un fracaso de Francia. En este sentido, la inesperada pérdida de 1940 podía considerarse tanto una derrota de los aliados como una derrota de Francia. La rendición de los holandeses y la huida de la reina Guillermina, la rendición del rey Leopoldo III de Bélgica, y la evacuación del grueso de las fuerzas británicas en Dunkerque fue todo ello parte de la “batalla de Francia”. La improvisada coalición, la tardía e inadecuada planificación, y la ineficaz y fallida coordinación en los niveles políticos y militares más altos fueron tanto, si no más, faltas de Gran Bretaña, Bélgica y Países Bajos como faltas de Francia.

En comparación con las fuerzas británicas, belgas y holandesas, las fuerzas francesas eran un modelo de preparación y modernización. Por ejemplo, Gran Bretaña había fallado completamente hasta marzo de 1939 en preparar cualquier fuerza terrestre para usar en el Continente, pese a su mayor población y base industrial. El estallido de la IIGM la cogió en la incómoda posición de haber comenzado demasiado tarde la expansión y modernización de su ejército. Cuando los alemanes atacaron el 10 de mayo de 1940, la Fuerza Expedicionaria Británica estaba superada en personal tanto por las fuerzas belgas como holandesas. Mientras los belgas tenían 22 divisiones y los holandeses 9, los británicos sólo tenían 10 divisiones y unos 600 vehículos blindados en Francia. Sólo 33 de estos vehículos estaban equipados con un cañón principal de 2 libras; el resto sólo llevaba ametralladoras. En comparación, los franceses tenían 2.285 tanques con cañones principales y 93 divisiones en el frente noreste, incluyendo 3 blindadas, 3 mecanizadas ligeras (division légère mécanique) y 7 divisiones motorizadas. Si Francia no hubiese estado obligada a unir su destino al de sus débiles aliados, si los aliados cooperasen de forma más estrecha, o si Gran Bretaña se hubiese preparado de forma más completa, la estrategia y sus resultados podrían haber sido muy diferentes.

Pero cualesquiera que hubieran sido las debilidades y falta de preparación de los otros aliados, los desastres cruciales tuvieron lugar en el sector francés. Las decisivas penetraciones de las líneas de los aliados fueron en el área de los ejércitos franceses Segundo y Noveno a lo largo del río Mosa, alrededor de Sedán, Monthermé y Dinant. Incluso si las fuerzas de los otros aliados no estaban preparadas para los desafíos que enfrentaban, incluso aunque la estructura del mando aliado permaneció inadecuada y obsoleta, el colapso final de los aliados comenzó cuando las fuerzas francesas se derrumbaron. Ninguna crítica sobre los vacilantes aliados podía oscurecer esta muy dolorosa realidad. La fuerza y resolución de los aliados podían haber sido ilusorias; la parálisis final y la impotencia del ejército francés no lo eran.

Algunos franceses han reconocido que el suceso clave de la catástrofe militar fue el colapso del ejército. Han reconocido que su colapso no vino de un fracaso espiritual o político del pueblo francés, sino del hecho de que el ejército fue aplastado en el campo de batalla por un oponente mejor preparado. En el juicio de Riom, numerosos testigos criticaron lo que percibieron como la inherente debilidad de la doctrina del ejército. Tras la liberación de Francia, otros críticos expresaron que el ejército sufría de deficiencias tanto autoinfligidas como debidas a factores ajenos al control militar. En años recientes, se ha vuelto cada vez más aparente que la causa inmediata de la derrota fue que el ejército francés no estaba preparado para el rápido y a veces tumultuoso ritmo de la guerra móvil que que encontró en los tristes días de mayo y junio de 1940. El más reciente volumen publicado de la historia oficial del ejército francés, por ejemplo, admite que el ejército pudo haber estado preparado para la movilización y la concentración, pero que no estaba “listo para el combate”.

En breve, el ejército francés había formulado una doctrina, organizado y equipado sus unidades, y entrenado a sus soldados para el tipo equivocado de guerra. El marco de esta doctrina, y de esta forma para la organización, equipamiento, entrenamiento y empleo de las unidades francesas, procedía de un énfasis de la destructividad de la potencia de fuego, la fortaleza de la defensa, la influencia de la batalla metódica, y el poder unificador del comandante. Los franceses creían firmemente que las nuevas armas y la mayor potencia de fuego que se habían vuelto disponibles a los ejércitos modernos entre 1919 y 1939 habían convertido el campo de batalla mucho más letal que en el pasado. El gran poder destructivo de las nuevas armas fortalecía la defensa, y relativamente menos hombres podían establecer una barrera de fuego impenetrable. Un atacante podía superar a un defensor sólo por el empleo estrechamente coordinado de hombres y material masificados.

La doctrina que emergió de esta percepción de gran letalidad ponía el énfasis en lo que los franceses llamaron la bataille conduite, o la “batalla metódica”. Con este término significaban una operación rígidamente controlada en la que todas las unidades y armas eran cuidadosamente reunidas y luego empleadas en combate. Los franceses favorecían una batalla paso a paso, con unidades que se movían obedientemente entre líneas de fases y se adherían estrictamente a calendarios programados. Tales métodos, creían, eran esenciales para el empleo coherente de las enormes cantidades de hombres y material exigidos por el combate moderno. Un combate precipitadamente preparado e impulsivo estaba condenado al fracaso. El foco de la toma de decisiones se mantenía mejor en los niveles del alto mando, pues el control centralizado era necesario para coordinar las acciones de numerosas unidades subordinadas.

En contraste con una batalla descentralizada en la que se esperaba que oficiales en todos los niveles mostrasen iniciativa y flexibilidad, los franceses preferían la centralización rígida y la obediencia estricta. Su doctrina subrayaba la necesidad de evitar una batalla de encuentro en la que ejércitos en movimiento chocaban inesperadamente y tenían que combatir de manera improvisada y espontánea. Por tanto, optaron por un proceso complejo que requería mucho tiempo y que valoraba la preparación más que la improvisación. Como consecuencia de esta aproximación, la doctrina francesa preveía primero el debilitamiento de un atacante mediante el fuego del defensor, y luego su destrucción mediante un masivo pero firmemente controlado ataque de “ariete”.

Desgraciadamente para Francia, su ejército estaba preparado para combatir precisamente el tipo de guerra que Alemania quería evitar. En los primeros días de la IIGM los alemanes usaron sus tanques, artillería móvil y aviones para conseguir la guerra relámpago violenta y corta, famosa como la blitzkrieg. Reconocieron que además de la potencia de fuego, las nuevas armas proporcionaban shock, velocidad y movilidad. En vez de “cortinas” de fuego cuidadosamente reguladas, entendieron que las nuevas armas hacían posible grandes formaciones móviles que podían empujar y rechazar al enemigo. Los alemanes subrayaron la ofensiva en vez de la defensa al emplear la movilidad y la masa de formaciones blindadas contra las vulnerabilidades del enemigo. En vez de incrementar la centralización, querían que los comandantes de nivel inferior ejercieran su iniciativa y se adaptaran a la flexibilidad de circunstancias continuamente cambiantes. El ejército alemán demostró con demasiada eficacia la adecuación de su doctrina y de su alto mando, y la correspondiente falta de preparación del ejército francés. Los tanques atacando parecían anunciar la guerra del futuro, mientras las débilmente estiradas líneas francesas recordaban a la mayoría de los observadores las guerras previamente combatidas.

El colapso completo del ejército francés en 1940 demostró que había fallado en prepararse adecuadamente para las exigencias de la guerra moderna. Cuatro días de batalla, del 12 al 15 de mayo, revelaron las debilidades y los errores de los preparativos del ejército de forma más rápida, más clara y más penosa que las dos décadas anteriores de examen y experimentación. Ya que la doctrina del ejército francés era inapropiada e inadecuada para la guerra que Alemania lanzó sobre Francia en 1940, y ya que la estrategia de profundizar en Bélgica era particularmente vulnerable al ataque alemán a través de las Ardenas, la derrota era virtualmente inevitable después de comenzada la batalla. El ejército y los líderes del ejército carecían de flexibilidad propia y sensibilidad para responder a lo inesperado.

A pesar del fracaso del ejército para desarrollar una doctrina suficientemente eficaz y moderna, entre las dos guerras mundiales sus líderes nunca cerraron completamente sus mentes a nuevas ideas y nunca fueron simples esclavos de los métodos previos. En tiempos de paz, los ejércitos no se preparan para la derrota, y los franceses no fueron una excepción. Después de 1918 continuaron buscando innovaciones y mejoras. Sobre todo, el ejército no tomó simplemente los métodos de 1918 e intentó aplicarlos en 1940 de forma letárgica e infructuosa.

Después de la IGM el ejército francés dedicó considerable esfuerzo a crear la mejor posible y más moderna doctrina. Organizó un complejo y sofisticado sistema para considerar nuevas ideas y nuevas tecnologías. Durante dos décadas, el ejército analizó cuidadosamente la variedad de formas en que podían organizarse y emplearse personal, equipo y unidades. Creyó que podía identificar los métodos que tenían la mejor posibilidad de éxito en una futura batalla, o que permitían obtener el máximo beneficio de cada arma o unidad. Los franceses creían que los ejercicios o pruebas conducidos de manera científica proporcionaban la mejor manera práctica para determinar la viabilidad de nuevos conceptos o perfeccionar nuevos métodos. No obstante, también desarrollaron la doctrina mediante el detallado estudio y comparación de las teorías propuestas por los militares profesionales, y por la aplicación lógica de las lecciones del pasado para anticipar las condiciones del futuro.

En 1939 el ejército francés había adoptado mucho equipo nuevo y muchas ideas nuevas, y su doctrina difería claramente de la de 1918. Había llevado a cabo grandes pruebas con equipamiento nuevo. Había desarrollado más esfuerzos y recursos para analizar las armas avanzadas, como el tanque, que cualquier otro ejército. Aunque se realizaron numerosos cambios y avances, los sucesos de mayo-junio de 1940 pusieron de manifiesto que estos avances habían sido o bien insuficientes o en la dirección equivocada. Lo que se había percibido como progreso o mejora se demostró inapropiado para las no previstas exigencias de 1940. Los esfuerzos para desarrollar una doctrina viable habían fracasado.

Un mito surgido sobre la inadecuada doctrina francesa es que fue el producto de un grupo de gente muy pequeño. Citando el uso francés de términos tales como “evangelización” o “Biblia” para discutir la doctrina, algunos autores han sugerido que la doctrina en el periodo de entreguerras cumplió un papel análogo a la de las palabras de sabiduría adoptadas por los seguidores de un profeta religioso. En particular, la noción de ideas evangélicas emanadas de un simple profeta militar identifica al mariscal Pétain como la fuente de la cual fluyeron las ideas iniciales para la doctrina francesa. La historia oficial de este periodo, por ejemplo, declara: “La doctrina para el empleo [del ejército] será esencialmente obra del mariscal Pétain”. Sin embargo, la doctrina francesa fue un producto ecléctico, influenciado por una variedad de líderes y pensadores militares. Aunque Pétain, ciertamente, tuvo una gran influencia, especialmente durante los primeros años de la década de 1930, otros oficiales bien conocidos, incluyendo al mariscal Ferdinand Foch y los generales Maxime Weygand y Maurice Gamelin, también influenciaron la doctrina.

El general Eugène Debeney, otra figura clave, pudo haber tenido una influencia mucho mayor sobre los aspectos técnicos de la doctrina francesa que el mariscal Pétain. Como director de la Escuela de Guerra y del Centro de Altos Estudios Militares inmediatamente después de la IGM, estableció el currículo educativo y las materias que había que enseñar a los oficiales más prometedores de Francia durante el periodo de entreguerras. Las operaciones del Primer Ejército francés de 1918, el cual mandaba Debeney, proporcionaron la base conceptual para muchas de las lecciones en la Escuela de Guerra, y para muchos conceptos tácticos de la doctrina francesa. Como miembro de la comisión que escribió el importante manual de 1921 titulado Instrucciones Provisionales sobre el Empleo Táctico de las Grandes Unidades, Debeney representó un papel clave en el establecimiento de los fundamentos de la doctrina francesa en el periodo de entreguerras. Como jefe del Estado Mayor General de 1923 a 1930, fue uno de los mayores arquitectos de las leyes básicas de 1927 y 1928 sobre organización, reclutamiento, y cuadros y efectivos que iban a conformar el ejército de la década de 1930 y de 1940. Jugó un papel crucial en la decisión del diseño y emplazamiento de la Línea Maginot. La configuración final de las fortificaciones del noreste fueron más similares a sus ideas iniciales que a las ideas iniciales de cualquier otro miembro dirigente del Alto Mando. Aunque su influencia política y estratégica no rivalizó con la del mariscal Pétain, su influencia sobre los aspectos técnicos de la doctrina fue al menos igual de grande.

El ejemplo de la influencia de Debeney no debiera sugerir que fue la fuente última de la doctrina francesa. Otros oficiales militares jugaron también papeles cruciales en el complejo proceso de formular y publicar la doctrina. Como se demostrará, la doctrina francesa fue obra de una gran parte del cuerpo de oficiales más que el producto de un estrecho espectro del Alto Mando o de un simple individuo. Para decirlo en breve, el proceso de desarrollar una nueva doctrina era demasiado complejo y demasiado vasto para que lo dominara una única persona.

Al margen de sus orígenes, la doctrina de 1919 a 1939 representó el mejor pensamiento disponible sobre lo que normalmente funcionaría mejor en el campo de batalla. Aunque las prácticas a veces diferían marcadamente de las ideas, los franceses pensaron que las soluciones doctrinales tenían que adaptarse a cada solución, y que no atarían a los soldados a un método prescrito e inflexible. De esta forma la doctrina daba forma supuestamente a las acciones del personal militar al proporcionar guías, más que formulas precisas, para la acción. La doctrina proporcionaba también la base de la educación y el entrenamiento militares; aseguraba una uniformidad de esfuerzo y pensamiento entre las numerosas y variadas unidades del ejército.

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Re: La doctrina militar francesa

Mensaje por José Luis » Mar Oct 26, 2021 8:59 pm

En los años de entreguerras, los franceses consideraron la doctrina especialmente importante, pues los enormes ejércitos requerían organizaciones y métodos tácticos comunes para asegurar una unidad de esfuerzo. El general Gamelin, que fue jefe del Estado Mayor General, vicepresidente del Consejo Superior de la Guerra (Conseil supérieur de la guerre), y comandante del ejército francés en 1940, expresó en 1935 que el ejército era diferente de otras organizaciones. Sus muchas capas de “intermediarios” causaban a menudo que se “deformase” la voluntad del líder, amenazando así el objetivo del líder y del ejército. Para evitar esta posibilidad y para asegurar que las muchas organizaciones del ejército orientaran todo su esfuerzo hacia el mismo propósito, un ejército requería, según Gamelin, unidad de organización y doctrina coherente.

Un oficial de artillería expresó las opiniones de muchos de sus contemporáneos cuando comentó que la unidad de doctrina imponía en el ejército “las mismas concepciones tácticas y estratégicas”, “la misma disciplina de pensamiento”, y “la misma terminología y modo de expresión”. La variedad de armas y unidades en un ejército moderno hacían difícil para un oficial comprender cómo emplearlas todas ellas, pero las distintas armas tenían que coordinarse para obtener la mejor contribución posible de cada una de ellas. Sin tal coordinación, podían resultar grandes ineficiencias o incluso el caos.

Los métodos, organizaciones y armas empleadas por las unidades de infantería, artillería, tanques y caballería, por ejemplo, diferían en gran medida. Con todo, cada una tenía una función que desempeñar en la batalla. El éxito de una operación dependía de que cada arma desempeñase su parte de la acción general. Las diferentes armas de combate no podían entrar en acción al margen de los métodos empleadas por otras. La infantería, como un ejemplo crucial, tenía que comprender los componentes básicos de la doctrina artillera. Si cada unidad de artillería tuviera diferentes métodos, una unidad de infantería tendría que reconsiderar sus métodos cada vez que operara con una unidad de artillería diferente. Si trabajaba con más de una unidad de artillería, sus tareas de coordinación y empleo de fuegos de apoyo serían agobiantes. La doctrina proporcionaba así conceptos tácticos comunes para asegurar que las distintas armas pudieran operar conjuntamente de forma efectiva y eficiente. Un ejército masivo requería una homogeneidad de método para evitar que cada unidad o cada comandante intentara combatir una guerra a su modo sin consideración por o conocimiento de las capacidades intrínsecas de las unidades y armas que tenía subordinadas.

Los franceses usaron el término “armonía” para expresar el propósito de la doctrina, y la analogía de la armonía dentro de una orquesta parece especialmente apropiada. En la forma sinfónica, representa a todo el mundo tocando sus instrumentos de forma diferente pero permitiendo todavía la dirección del conductor para que la belleza puede surgir de las diferencias. Sin la dirección del conductor, sin una unidad de doctrina, la variedad de los instrumentos que se están tocando de forma diferente sólo puede resultar en una áspera cacofonía de ruido.

La doctrina también era un vehículo importante para facilitar la comunicación. Con los soldados enseñados en los mismos conceptos doctrinales, los comandantes y oficiales de estado mayor hablaban el mismo lenguaje técnico cuando usaban términos como point d'appui, cloisonnement, bouchon, etc. Dada la amplia variedad de armas y personas, un lenguaje técnico común era esencial para orquestar, o proporcionar armonía a, actividades ampliamente variadas de un ejército, y a medida que la complejidad de armas y unidades aumentó, los franceses creían que también debía aumentar la necesidad de una doctrina común.

A pesar de la necesidad de la armonía, no se esperaba que el oficial solventara sus problemas aplicando la doctrina al margen de las circunstancias. Las Regulaciones Provisionales sobre la Maniobra de la Infantería de 1920 incluían un informe del director de infantería que rezaba:

Una solución nunca se reproduce de forma idéntica: el estado de moral de las tropas y el enemigo, el terreno, las condiciones físicas y atmosféricas, los medios a disposición, [y] las dimensiones de la zona de acción asignada nunca son las mismas, en su conjunto, de una operación a otra. Cada caso debe considerarse por sí mismo y requiere su propia solución.

En abril de 1937, el general Gamelin declaró que aunque la doctrina no cambiaba, los “procedimientos de combate” sí, y añadió que los procedimientos podían modificarse durante una campaña.

El general Debeney subrayó la necesidad de flexibilidad en la doctrina, y explicó que la palabra “doctrina” viene de la palabra latina docere, que significa “enseñar”. Concluía: “Una doctrina...incluye las ideas esenciales que gobiernan el entrenamiento y el empleo del ejército”. Una parte esencial de la aceptación de Debeney de algunas ideas centrales “presidiendo” el ejército fue la creencia en la necesidad de tener líderes capaces de “adaptarse a las realidades excluyendo todo dogmatismo”. Los autores militares explicaban a menudo que el juicio era una cualidad más preciada que la memoria para el líder militar. De esta forma, la doctrina proporcionaba una guía para las acciones sobre el campo de batalla, pero no ataba servilmente a un líder únicamente al método doctrinal.

Existía una variedad de fuentes de información doctrinal. Los cursos en las distintas escuelas del ejército capacitaban a los oficiales para adquirir una comprensión básica de la doctrina francesa, y las revistas militares contenían a menudo artículos que elaboraban puntos de la doctrina oficial. Los cambios en la doctrina se comunicaban y explicaban a menudo en esas revistas para asegurar que los oficiales permaneciesen al día con los últimos métodos.

Sin embargo, probablemente las fuentes más importantes de la información doctrinal eran las regulaciones o instrucciones publicadas en el formato vinculante de un manual militar. Desde el cambio de siglo hasta 1940, el Alto Mando distribuyó los mayores componentes de la doctrina mediante varias instrucciones o regulaciones que trataban del empleo táctico de las grandes unidades. Estos manuales se convirtieron en el principal medio para inculcar el tema principal de cada doctrina durante los diferentes periodos que antecedieron a la derrota de 1940. Se puede observar en ellos el flujo y reflujo de los preceptos doctrinales. Por ejemplo, con la publicación de 28 de octubre de 1913, las regulaciones sobre la conducción de grandes unidades, la doctrina de la ofensiva gobernó de forma suprema. El mariscal Joseph Joffre comentó más tarde que había esperado que la publicación de las nuevas regulaciones en vísperas de la guerra resultarían en la aparición de una “idea central” que traería una “convergencia de resultados”. La idea clara y central contenida en las regulaciones de 1913 era el predominio de la ofensiva, y el manual de 1913 se convirtió en el documento básico para comunicar esta doctrina al ejército.

Tras las terribles pérdidas de la IGM, los franceses rechazaron la desacreditada filosofía de la offensive á outrance. El excesivo énfasis en la ofensiva fue reemplazado por un énfasis más equilibrado en la defensa, subrayando la batalla metódica y la potencia de fuego, pero dejando amplia maniobra para la ofensiva que proporcionaría el golpe decisivo. Este tema básico apareció también en las dos instrucciones para las grandes unidades que se publicaron en los años de entreguerras: Instrucciones Provisionales sobre el Empleo Táctico de las Grandes Unidades (1921) e Instrucciones sobre el Empleo Táctico de las Grandes Unidades (1936).

Otras regulaciones o instrucciones pertenecientes a armas específicas siguieron la guía de estos dos importantes manuales. Según el general Gamelin, estas regulaciones subordinadas enfatizaban “los procedimientos”. Muchas permanecieron provisionales debido a la anticipada evolución de las armas, y así de la organización y doctrina. Si los manuales discrepaban sobre un punto doctrinal técnico o específico, prevalecía la doctrina de las instrucciones sobre el empleo táctico de las grandes unidades.

Las instrucciones de 1921 y 1936 siguieron siendo los documentos sobre los cuales se basaron los métodos del ejército francés. Puesto que la edición de 1921 dominó el pensamiento francés durante la mayor parte del periodo de entreguerras, era especialmente importante. Una comisión de trece oficiales, con el mariscal Pétain como presidente, escribió las instrucciones. Este grupo aceptó la necesidad de eventuales revisiones y subrayó en el prólogo de las instrucciones el requerimiento de cambiar los métodos para el empleo de las grandes unidades a medida que evolucionaban los armamentos. Un deseo de demostrar la apertura del ejército francés a los métodos e ideas nuevos condujo a la selección de “Instrucciones Provisionales” para el título de la obra. Pese a este título, siguió siendo la “Biblia”, tal como se referían a ella los oficiales franceses, del ejército desde 1921 hasta 1936.

El mayor tema de las instrucciones de 1921 fueron los plazos y la destructividad cada vez mayores de la guerra del siglo XX. El manual describía la potencia de fuego como el “factor preponderante del combate”. Los campos de batalla de la IGM habían sido testigos del efecto del nuevo armamento letal, y los franceses esperaban armas todavía más letales en los futuros campos de batalla. Aunque los comandantes en todos los niveles estaban encargados de producir la máxima cantidad de potencia de fuego, sólo podían conseguir esto mediante la estrecha coordinación de todas las armas. Sin embargo, la tarea inmensamente difícil de mover y coordinar las armas pesadas y las grandes unidades del siglo XX creó un problema extremadamente complejo de mando y control. El informe del ministro para las instrucciones concluía: “El papel de los comandantes se ha vuelto más importante”.

El método principal de capacitar al comandante para coordinar los desarrollos en el campo de batalla fue visto como la batalla “metódica”, que había sido usada frecuentemente en la IGM. Este proceso de paso-a-paso descansaba en el movimiento fuertemente controlado de hombres y material, normalmente entre líneas de fases y según un rígido calendario. Permitía la producción de la máxima cantidad de potencia de fuego de cada arma, y aseguraba a los comandantes en el nivel alto que pudieran controlar o dirigir completamente la batalla. Dejaba muy poca libertad o flexibilidad a los comandantes en el nivel bajo. Las instrucciones de 1921 indicaban el flujo de una batalla metódica al describirla como una serie de acciones sucesivas, comenzando con la preparación, consistentes de movimientos de hombres y material, y concluyendo con la reorganización.

El manual de 1921 no abandonaba la ofensiva, pero colocaba mayor énfasis en la fortaleza de la defensa. Declaraba que la defensa servía para “rechazar” los ataques enemigos, mientras que la ofensiva lo expulsaba de sus posiciones y destruía sus fuerzas. En contra de algunas percepciones, los franceses no se concentraron exclusivamente en la defensa, como habían hecho con la ofensiva antes de 1914. En las maniobras, casos de estudio en la Escuela de Guerra y artículos en revistas militares, oficiales y soldados obtuvieron una comprensión de los elementos de la ofensiva. Aunque la doctrina podía haberse “titulado” hacia la defensa, el ejército retenía una comprensión de la importancia de la ofensiva.

Las instrucciones de 1921 quedaron como el manual más importante del ejército francés hasta 1936, cuando se publicó un nuevo manual. Las instrucciones de 1936 alteraron varios conceptos del manual de 1921, pero reconocieron fácilmente la preponderancia de la “vieja” doctrina.

A pesar de la oportunidad para un cambio fundamental, el ejército francés escogió voluntariamente ceñirse a la doctrina anterior y construir cualquier nuevo concepto sobre los fundamentos de la antigua.

No obstante, el manual de 1936 incluía algunas mejoras de métodos anteriores e identificaba varias áreas que contenían “nuevas ideas”: “Frentes fortificados”, “Mecanización y Motorización-Armas Antitanque”, “Fuerzas Aéreas y las Fuerzas de la Defensa Aérea”, y “Comunicaciones”. Una sección entera discutía el empleo de las grandes unidades motorizadas. Otra discutía las divisiones mecanizadas ligeras. La inclusión de tales ideas marca una clara transición de los métodos del manual de 1921, y en 1946 el general Gamelin identificó cuidadosamente su inclusión como evidencia del conocimiento del Alto Mando de los cambiantes métodos de la guerra. Desgraciadamente, muchos de los conceptos nuevos fueron injertados esencialmente en los conceptos viejos. No tuvo lugar una transformación completa de la doctrina francesa. Aunque había realizado muchas mejoras, Francia se preparaba para ir a la guerra con una doctrina que estaba basada esencialmente en la experiencia de la IGM, modificada para incorporar ideas nuevas sobre motorización y mecanización. Esta doctrina modificada era cualquier cosa menos radicalmente innovadora, pues las armas nuevas quedaban ligadas esencialmente a las ideas viejas.

El ejército también se volvió más inflexible en su uso de la doctrina. Aunque la visión teórica de la doctrina subrayaba la necesidad de flexibilidad y juicio, la doctrina francesa antes de la IIGM fue más allá de proporcionar simplemente armonía. Se convirtió en algo mucho más restrictivo que un impreciso cuerpo de ideas “presidiendo” el ejército, actuando como la base conceptual para soluciones adaptativas. Por ejemplo, un profesor en la Escuela de Guerra en 1930-31 explicó a una audiencia de oficiales de la reserva que el manual relativo al empleo de las grandes unidades contenía los fundamentos de la doctrina francesa. Declaró: “Este documento, que apenas tiene poco más de cien páginas, obliga sistemáticamente cada detalle de la ejecución”. A otra audiencia se le dijo que la doctrina francesa había establecido la necesidad de una preponderancia de fuego como “dogma”, y ya que la doctrina francesa estaba muy cerca de ser la “verdad”, “sólo debería ser modificada con el mayor de los cuidados”.

A medida que pasaron los años del periodo de entrreguerras, el ejército se volvió mucho más protector con su doctrina. La tendencia de la jerarquía militar a resistir la crítica se vio reforzada por su enérgica oposición a las ideas del teniente coronel (más tarde general) Charles de Gaulle, que pidió un retorno a la ofensiva, el abandono de los frentes continuos, y la creación de un cuerpo blindado profesional. Aunque causó un escándalo político, su libro Vers l'armée de métier encontró poca o ninguna simpatía entre la jerarquía militar. Sus ideas fueron atacadas sistemáticamente por los máximos líderes militares de la década de 1930, y por cada individuo que ocupó la oficina de guerra desde 1932 hasta mayo de 1940.

Ni la publicación del libro de de Gaulle en mitad de una controversia sobre la necesidad de incrementar la duración del servicio militar de los reclutas se hizo querer por sus ideas ante sus superiores. Fue especialmente así una vez que Léon Blum usó el libro en la Cámara de los Diputados como prueba de que el Alto Mando había encubierto sus motivos ocultos y buscaba crear un ejército profesional más que uno de reclutas. Aunque, como ha sugerido André Beaufre, los escritos militares a partir de entonces no reflejaron enteramente la doctrina oficial, la jerarquía militar se volvió más resistente a las ideas nuevas tras la tormenta que siguió a los controvertidos escritos de de Gaulle. En 1935 anunció que sólo el Alto Mando estaba cualificado para definir la doctrina militar. Incluso aquellos como el general Debeney, que había pedido una política más flexible, se encontraron en oposición a los ataques sobre los preceptos fundamentales de la doctrina francesa.

A finales de la década de 1930, la doctrina militar francesa se había movido desde el ideal de ser la base de la educación militar a la desgraciada condición de ser una prescripción inflexible. Aunque la jerarquía del ejército en teoría veía la doctrina como algo que podía aplicarse con juicio, y aceptaba la necesidad de la flexibilidad y mejora, en la práctica la doctrina se volvió progresivamente más rígida durante los años de entreguerras y se aproximó al campo de la fórmula obligatoria que debía aplicarse al margen de las circunstancias. Más que proporcionar la armonía que podía ser esencial para una orquesta o para un ejército funcionando adecuadamente, la doctrina se convirtió en algo para proporcionar disciplina intelectual. De esta forma, el ejército aceptó implícitamente la doctrina como un sustituto del pensamiento y una alternativa a las acciones creativas e imaginativas. Algunos soldados cuestionaron las verdades pronunciadas en salones de lecturas o publicadas en los manuales de campaña o revistas oficiales.

Como se ve en los manuales para el empleo táctico de las grandes unidades, la doctrina francesa había evolucionado en el periodo de entreguerras, al igual que la opinión del ejército y su uso. La introducción de grandes números de tanques y armas antitanque modernas, la construcción de la Línea Maginot, y la adopción de otras mejoras como la motorización llevaron al ejército francés a ajustar sus métodos para organizar y emplear sus fuerzas. Pero esas modificaciones, que fueron en aumento, no señalaron una transformación completa de la doctrina. Aunque se realizaron algunos progresos, muchas cosas siguieron iguales. Los franceses no estaban preparados en 1939 para volver a combatir la IGM. Estaban preparados para combatir una guerra similar a la de las últimas fases del frente occidental de 1918. Estaban preparados para usar muchos métodos que habían sido probados en la guerra y refinados en años posteriores.

Sin embargo, reconocer que los franceses sólo hicieron cambios parciales, no responde a la crucial pregunta de por qué no hicieron más cambios fundamentales, por qué no crearon una doctrina más viable. Organizaron un sistema intricado para formular la doctrina y desarrollar la tecnología. Analizaron una abundante evidencia de maniobras, ejercicios y guerras. Sin embargo, a pesar de la creciente evidencia de la necesidad de cambios en sus tácticas, organizaciones y equipamiento, el ejército siguió centrado en las ventajas de la batalla metódica, la potencia de fuego y la defensa. También comenzó a ver la doctrina como una fórmula obligatoria más que una guía para la acción. El ejército se contentó con modificaciones allí donde se necesitaban cambios radicales.

Y esto es todo.
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JL
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Re: La doctrina militar francesa

Mensaje por José Luis » Mié Oct 27, 2021 8:40 pm

¡Hola a todos!

Quisiera añadir a las ya dadas, unas cuantas referencias bibliográficas más.

En primer lugar un libro que no he leído y que, según las referencias que he leído a otros autores, viene a ser en francés lo que el libro de Doughty en inglés. Ladislas Mysyrowicz, Autopsie d’une défaite. Origines de l’effondrement militaire français (Lausanne: L’Âge d’homme, 1973).

Ahora la Dra. Eugenia Kiesling, profesora de historia en la Academia Militar de USA (West Point). Es autora de un libro muy citado en la literatura en el tema que nos ocupa, pero que tampoco he tenido oportunidad de leer: Arming Against Hitler: France and the Limits of Military Planning (Lawrence, Kans., 1996). En cambio, he leído sus artículos “If It Ain't Broke, Don't Fix It”: French Military Doctrine Between the World Wars. War in History, Vol. 3, No. 2 (April 1996), 208-223; Illuminating "Strange Defeat" and "Pyrrhic Victory" : The Historian Robert A. Doughty. The Journal of Military History, Vol. 71, No. 3 (Jul., 2007), pp. 875-888; y The fall of France: Lessons of the 1940 campaign. Defence Studies, Vol. 3, No. 1 (Spring 2003), 109-123.

Igors Rajevs (coronel del ejército letón -Latvia), The French Army in the Interwar Period. Baltic Security & Defence Review, Vol. 11, Issue 2 (2009), 186-207.

Martin S. Alexander es un historiador británico especializado en la historia francesa que escribió, entre otros libros, The Republic in Danger. General Maurice Gamelin and the politics of French defence, 1933-39 (Cambridge University Press, 1993), donde incluye cuestiones del ejército y su doctrina.

Y, para acabar, dos artículos muy interesantes en lengua francesa:

Philippe Garraud, Le Rôle de le "Doctrine Défensive" dans La Défaite de 1940 : Une explication trop simple et partielle. Presses Universitaires de France, No. 14 (2004/2), 97-123; y L'Idéologie de la "Défensive" et ses effets stratégiques: le röle de la dimension cognitive dans la défaite de 1940. Presses de Sciences Po, Vol. 54 (2004/5): 781-810.

Saludos cordiales
JL
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